El Corso de Guayama
Capítulo IV
El
Indio Yacari
Escrito por: Héctor A. García
©Todos los derechos reservados escrito en 1989
Yacari
acudió al llamado de don José Vidal el ex-alcalde de Guayama para que
atendiera a su hija la que parecía comenzar a volverse loca. Ya se había
intentado todo con los doctores del pueblo y unos traídos de Coamo y de
Ponce pero nada habían logrado, al contrario se ponía cada vez peor. Los
doctores le dijeron a don José que aquello parecía más bien una posesión
del diablo que una enfermedad. Llego el sacerdote de la Iglesia y por
más que intento exorcizar a Margarita nada pudo hacer.
-Don José lo que entiendo vista la evidencia, es que hay que hacer un
acto de remisión con ella ya que al parecer su conciencia la esta
torturando, pero hasta que no sepamos de que es lo que se trata, lo
mejor que podemos hacer es orar.
Don José, no quedo conforme ni con
los doctores ni el cura entonces comenzó a indagar otras alternativas
tal vez menos convencionales.
Por un momento se pensó en el Gran
Babalao al que le decían el Gran Ciempiés, pero se descarto ya que
comentaban que hasta el brujo mayor también se estaba volviendo loco,
desde una visita que recibiera de un misterioso hombre una noche de
luna llena en la playa de Branderí.
Entonces le hablaron de un hombre
noble de piel oscura cobriza que caminaba por el pueblo y los barrios y
se dedicaba a hacerle el bien a los necesitados.
¿Dígame don José como puedo ayudarle?
Allí en la puerta de su casa estaba
ese místico hombre el que decían que tenía el don de curar con el
poder de su palabra, sus manos y la mirada.
-Por favor tenga la bondad de entrar.-
le dijo don José.
-¿Señor, su nombre es?-
-Yacari, ese es mi nombre soy el
hijo de Tainari y Yamaní del Carite- dándole sus referencias poco
comunes y de origen indio.
-Bueno señor Yacari, tengo
entendido que usted es un alma caritativa que se presta para servir y
ayudar al prójimo de muchísimas maneras.-
Yacari lo miraba y escuchaba
mientras masticaba tabaco.
Mi hija hace de unos días para acá
que había venido experimentando unas horribles pesadillas y se veía
perseguida por un aparente niño el que la seguia hasta el borde de un
precipicio del que ella se tiraba. Pues resulta que hemos intentado todo
pero nada se ha podido hacer, ella se pone cada dia peor. Como usted
entendera yo soy un hombre cristiano y devoto católico y lo último que
pense fue poner a mi hija en las manos de un curandero, pero dadas mis
cirscunstancias me veo obligado a acudir a usted.
Yacari era un indio fuerte de
alrededor de cincuenta años y habia sido tomado injustamente como esclavo
cuando niño, luego
liberado para 1864 cuando tendria unos doce años por un Corso que lo
compro, solo para darle inmediatamente su libertad. Aquel Indio crecio
con la familia de ese Corso y fue tratado como un hijo mas en dicho
hogar, se crio junto a otros seis hijos de don Francesco Caratinni y
nunca sintio prejuicio, por el contrario el color cobrizo diferente de
su piel hizo que don Francesco lo tratara con una compasion y
privilegios que aun ni siquiera tenian sus hijos. Fue tratado asi
simplemente porque don Francesco entendia necesario experimentar el amor
de Cristo de forma real y verdadera en su prójimo y queria tener un hijo
aindiezado,
negro o criollo para dejar establecido en su espiritu que él mismo estaba libre de
prejuicios.
Aquel amor y ejemplo derramado por
don Francesco, hizo que Yacari recibiera esos dones y decidiera darlos
hacia adelante a su projimo. Don Francesco se regreso anciano a su país
para 1896 ya cuando Yacari era un hombre de más de cuarenta años. No
solo aprendió caridad y compasión Yacari, también aprendió disciplinas
misteriosas que don Francesco practicaba y que eran oriundas de la
Cabala y de Egipto y las mezclo con las propias indígenas y africanas
que el ya conocía.
Don José, no hay el más mínimo
problema en curar a su hija, eso lo hago en un momento.
Solo que yo no cobro dinero por mis
dones, pero exijo obras de caridad como pago por mis servicios, si usted
esta conforme con mis honorarios antes de que termine el día ya su hija
esta curada.
Don José miro a Yacari incrédulo y
le pregunto ¿Seguro de que usted cura mi hija? mientras botaba una
bocanada de humo de su cigarro.
Definitivamente, solo exijo obras de
caridad a cambio.
¿Y como yo podría pagar por sus
servicios?
Si usted esta dispuesto a adoptar a
tres criaturas huérfanas que no tienen un hogar y que deambulan por este
pueblo yo le devuelvo la salud a su hija inmediatamente. Yacari no tenía
que cobrar o exigirle al ex alcalde nada ya que su misión divina se lo
prohibía, pero aprovecho la ocasión para asegurarle techo a tres pobres
niños y que el sabia que este hombre económicamente podría hacer.
-Délo por hecho.- y se cerró el
trato con las indicaciones de que estos eran tres niños de apellido Cora
que eran naturales del pueblo de Arroyo.
El curandero solicito un vaso de
agua y se dirijo al cuarto.
Yacari se encerró con la hija de don
José unos minutos y luego solicito que trajeran a un niño de ocho años
ante su presencia para culminar con la sanación. En menos de media hora
ya el niño estaba allí, era Juan quien un poco sorprendido entro por la
puerta de aquella casa y paso hasta el cuarto en que estaba Yacari y la
enferma.
Antes de quince minutos la enferma
salía del cuarto limpiándose las lagrimas de su rostro y con Juan cogido
de manos. Ella era la maestra de Juan y la que casualmente había
calumniado a su madre la que murió de pena y vergüenza victima de la
lengua de Margarita.
Don José sorprendido beso a su hija
y le pregunto como se encontraba a lo que ella respondió que se sentía
muy bien y ahora con una responsabilidad particular de cuidar lo que
dijeran sus labios, pues de ellos procedían tanto su bendición como
maldición.
-Hoy aprendí padre, que puedo ser
portadora de muchas bendiciones o maldiciones, y que tengo que hacer una
sabia decisión antes de hablar, que mi destino se hará conforme a lo que
yo diga y haga.-
Don José llorando abrazo a su hija y
le dijo - siempre te lo dije hija mía, siempre te lo dije...
Yacari llamo a don José aparte y le
contó esta historia
Había una vez una mujer que calumnió
grandemente a una amiga suya, y todo por la envidia que le tuvo al ver
que las miradas de los caballeros se posaban en aquella otra.
Causado el daño que quiso hacer con
sus palabras, destrozo la reputación y moral de la que había sido su
mejor amiga.
Pero con el tiempo se arrepintió de la
ruina que trajo con sus calumnias a esa amiga, y visitó a una bruja muy
sabia a quien le dijo:
-Quisiera arreglar todo el daño que hice, ¿como puedo hacerlo?, a lo que
la bruja respondió:
Coge un saco lleno de plumas de paloma y suéltalas allí donde quiera que
vayas, luego regresa aquí.
Ella muy contenta por aquello tan
fácil cogió el saco lleno de plumas y en un día ya las había esparcido
todas.
Luego volvió donde la bruja sabía y le
dijo:
-Ya terminé-, entonces la bruja le contesto:
Esa era la parte fácil... ahora tienes
que regresar a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste, sal y
búscalas sin que quede ni una fuera.
Entonces ella se sintió muy triste pues
sabía lo que eso significaba, y no pudo volver a encontrar casi ninguna.
Al regresar con el saco vacío, la bruja sabia le dijo:
De la misma manera en que no pudiste juntar de nuevo las plumas que se
fueron con el viento, así mismo todo el mal que sembraste, viajo de boca
en boca por todas partes y dejaste el daño hecho, ya no puedes recuperar
tus palabras y estas seguirán viajando por muchas partes.
Lo único que puedes hacer es suplicar el perdón a tu amiga, y aunque lo
obtengas podrás tener ahora paz, pero no hay manera de arreglar ese daño
que hiciste, pero podrás con la enseñanza recibida evitar los demás.
--Don José,--le decia Yacari-- su hija le pidió perdón a
Juan por el daño que le hizo a su madre y del cual usted tuvo
conocimiento y permitió, ahora van de camino al cementerio a dejarle
unas flores en su tumba y a ella comprometerse en tratar a ese niño como
si fuera su propio hijo. Ahora su hija tendrá paz y ya usted podrá vivir
y morir tranquilo si cumple la promesa a la que se comprometió.
Aguacero de Mayo>
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