El Corso de Guayama
Capítulo VII
Córcega
1904 D.C.
Escrito por: Héctor A. García
©Todos los derechos reservados escrito en 1989
Volvió
Rafaela en si y salio de sus recuerdos, el Puerto de Teneriffe estaba a la vista, hicieron escala en las Islas Canarias para
dejar como a unos veinte pasajeros.
Entre ellos habían algunos
que pudieron ver en la travesía a Juan Carlos compartir con
Rafaela y su familia y hasta verlos juntos caminar por la borda.
Sin embargo cuando se
reunía con los pasajeros no les decía en lo absoluto que andaba con la
criolla. Por venir todos del mismo lugar no hubieron sospechas, el viaje lo
realizaron en camarotes separados, por enredos del destino allí viajaba una
de las hijas de Don José Vidal, el alcalde de Guayama, la que se preguntaba
por que estaba allí Rafaela.
Hicieron puerto en
Mallorca, luego Marsella y de ahí tomaron rumbo al puerto de Bastia,
Córcega. Quedo Rafaela fascinada con las primeras impresiones de
aquella isla. Según atravesaban el Cabo Corso frente al faro de la
isla de la Garigalia, las montañas elevadas cubiertas de nieve y sobre todo
el majestuoso Monte Cinto. Córcega lucía como una imponente montaña
que brotaba del mar, lucía mágica, lucía imponente.
Desembarcaron... Llegar
hasta Poggio d'Oletta su nuevo hogar fue una enorme experiencia para ella.
Mientras, viajaba en una carreta para víveres que Juan Carlos llevaba para
su familia, él conducía y ella disfrutaba de las nuevas experiencias que
estaba viviendo junto a una hermana y hermano que la acompañaban. Según
subían montaña hacia Poggio d'Oletta podían ver el otro extremo de la isla
que comprendía Patrimonio y el Golfo de San Florencio. Ella veía a aquella
nueva sociedad en la que iría a vivir muy homogénea sin diversidad de rasgos
culturales como en Puerto Rico, sus aspectos eran todos muy parecidos
incluso en la vestimenta, el color de ropa abundante era blanco y negro, muy
poco colorida era esta gente, ella pensaría. Mucho rostro serio y sombrío un
tanto introvertido para su gusto, Jean Charles saludaba a su paso a muchos
conocidos pero era un saludo un tanto seco sin mucha alegría.
El clima se sentía muy
frió y la vegetación por el camino eran principalmente uvas, olivos y muchos
pinos, el terreno era extremadamente rocoso y pedregoso. Por un momento
hubiera preferido ver árboles de mangó, quenepas, matas de guineo y plátano,
la rica caña de azúcar, su fruta favorita la guayaba y tantas otras plantas
frutales de su país.
Según seguían subiendo
hacia su nuevo hogar, muchos ojos curiosos la observaban a ella pues se
notaba en Rafaela una belleza algo exuberante y exótica no muy común
en dicha isla, y veía a la gente cuchicheando entre si, en eso si se
parecían a la gente de su país. Por un momento sintió un inmenso frió que le
llego hasta el tuétano de los huesos y allí se percato que de ahí en
adelante ya no pertenecía a su calurosa tierra, de ahora en adelante seria
una hija de esta otra.
-¿Juan Carlos, dime como
se llaman aquellas montañas tan enormes que veo por allá?- pregunto ella.
- Son nuestra Cordillera
Central, aquella que ves bien alto por allá a lo lejos, se llama el Monte
Cinto, y es la mas alta de todas.- contesto él.
Córcega
Cuarta isla por su tamaño
en el Mar Mediterráneo, Córcega, palabra que viene del griego, Kalyste (la
más bella) se encuentra a 105 millas al sur de Francia a 51 al noroeste de
Italia y a 7 millas de Cerdeña (Italia), su extensión territorial es casi
exacta a la de Puerto Rico. Es una isla principalmente montañosa y árida,
sus elevados picos alcanzan los 3,900 pies de altura y generalmente están
nevados. Su economía esta basada principalmente en la producción de vino,
olivos, madera y ovejas. Estuvo en manos del principado de Génova (Italia)
hasta el 1755, año en que Pascuale Paoli, la llevo a la independencia
formándose un gobierno constitucional. Pero los genoveses antes de retirarse
completamente se la cedieron en 1769 a Francia. El descubridor de América,
Cristóbal Colón es de origen genóves nació en Calvi, Córcega según los
corsos. Para el 1769 nació el más grande genio militar de su época en esta
isla, Napoleón Bonaparte, los corsos aunque italianos por extracción,
son ciudadanos franceses.
Han sido siempre los
corsos notables aventureros y gente de gran tenacidad y pasión en sus
acciones. Salieron muchos a aventurar a América a partir de la otorgación de
la Real Cedula de Gracia dada por España a países amigos para el 1815, para
incursionar en sus territorios con ciertos privilegios. Miles de ellos
llegaron a las costas de Puerto Rico y formaron realmente la tercera etnia
que compuso nuestra raza, siendo esta de: españoles, negros y corsos ya que
en nuestra isla no habitaban indios desde los 1700. Los corsos
prosperan grandemente en casi cualquier empresa, pues saben aprovechar
grandemente las oportunidades que nos ofrece la vida y dan su vida por ello.
Reza un viejo dicho corso que la mayor riqueza que exporta esta tierra al
mundo es: La inteligencia y tenacidad de sus hijos.
Durante su embarazo,
Rafaela pasaría la mayor parte del tiempo recogiendo uvas y tejiendo ropa
para su bebe a nacer en su nuevo hogar. Su nueva vivienda era más cómoda y
segura que la que tenía en Puerto Rico, pues el clima frió obligaba a los
corsos a construir sólido en piedras y con techos en tejas de barro. Sus
hermanos ocuparon por el momento en lo que se les contruía su nueva vivienda
que ya Jean Charles había comenzado, una casa de madera en donde se cocinaba
y guardaban los alimentos, era un lugar grande y cómodo que servia a su vez
de almacén.
En las mañanas aquel
ambiente cambió sobradamente, pues Rafaela y Juan Carlos trajeron de
Puerto Rico el sabroso café que con su aroma despertaba diariamente a los
hijos del Caribe y ahora levantaría los de esta tierra. Los vecinos
comenzaron a acercarse a curiosear por tan sabroso aroma, de hecho el primo
de Juan Carlos, Jean Baptiste Romanacce que era obispo en Roma, cuando probo
este café le gusto tanto que hizo un pedido bastante grande para llevarle al
Papa Pío X Giuseppe Melchiore al Vaticano e hizo que se hiciera costumbre
que fuera de Puerto Rico el café de la Santa Sede.
Al paso de los días
comenzaba a verse a un Juan Carlos de mal humor, pues su madre se encariño
tanto con Rafaela que le estaba exigiendo que se casara cuanto antes, pero él no quería ceder. Temía por ser católico, que si se casaba en Puerto Rico
con Elvira y en Córcega con Rafaela lo fueran a excomulgar de la Iglesia. Ya
Rafaela era de él y se quedaría a vivir en Córcega, así pensaba. Y pasaban
los días y él y su madre discutían por el tema casi a diario...
-No señor, usted o se
casa con ella o se la lleva a su país- Le advirtió su madre
-Bueno yo me caso por lo
civil y cuando regrese a quedarme a Córcega lo hago por la Iglesia-
-Bueno siendo así ya eso
es otra cosa- le dijo su madre por lo que vaya preparando las cosas-
poniéndole la señora Leccia, punto final a la discusión.
Llegado el día fueron a
Bastia y ante un juez amigo de Juan Carlos, ambos contrajeron matrimonio,
los hermanos de Rafaela fueron sus padrinos de boda. La madre de Juan
Carlos, se sospechaba algo que no acababa de entender, ella conocía muy bien
a su hijo y le veía con una cara de preocupación que la preocupaba aún más a
ella. Rafaela por su lado ya no veía el mismo rostro alegre de Juan Carlos,
su rostro realmente había cambiado, ella también tenia sus preocupaciones.
Ahora mas que antes Juan
Carlos pensaba en la oportunidad que habría de perder por este matrimonio
que le comprometía, pero él había hecho ciertos arreglos con el juez que les
casó.
Bueno voy y me caso con
Elvira en Puerto Rico y me quedo por allá cuatro o cinco años y me regreso
luego a Córcega. Y se mantenía la mente ocupada pensando como habría de
poner en ejecución sus planes y así pasaba sus días...
Juan
Carlos se regresó a Puerto Rico dejando a su mujer y hermanos de ella con su
familia y volvió nuevamente casi seis meses despues, justo para el momento en que Rafaela
iba a
dar a luz.
Y apenas a seis días
haber llegado nuevamente de Puerto Rico para un 24 de
agosto de 1904 en horas de la mañana cayo una inesperada granizada y ese
mismo día Rafaela rompió fuente. Todo era desesperación y nerviosismo en el
hogar de los Romanacce, llamaron a la partera de la villa la que vino a
poner la calma, Juan Carlos estaba tan nervioso que decidió bajar a casa de
unos familiares en lo que pasaba ese momento. Estaba sentado con sus primos
los Calvi de Oletta dándose unas copas de vino, cuando de pronto de su casa
salio humo blanco de la chimenea, esa era la señal que su madre le enviaba
para decirle que regresara que era padre de un varón. Y tanto él como sus
primos salieron de allí corriendo como locos celebrando la paternidad de
Juan Carlos.
Al llegar corriendo
fatigado subiendo una enorme cuesta, comenzó a caer una llovizna y este
emocionado empezó embriagado a bailar y cantar bajo la misma, mientras
le daba gracias a Dios por su dicha.
-¿Quiero verlo, donde
esta mi hijo, quiero verlo?- y ya entonces con él en sus manos, lloraba como
un niño pero lleno de la alegría. Besaba tiernamente a su criatura y turbado
por los pensamientos inicuos que pasaban por su mente y por su egoísmo, se
reprochaba a si mismo. Que experiencia más maravillosa esta de ser padre,
como que esto le cambia la vida a uno, pensaba y reflexionaba sobre sus pasos
a seguir.
Rafaela por su parte, no
podía estar mas contenta y orgullosa, ella le había dado a su hombre, el
fruto de su amor y ahora ya seria para siempre parte de él. Le pusieron por
nombre al niño Jean Baptiste igual que el tío Obispo de Juan Carlos que
trabajaba en el Vaticano.
Aquellos primeros días de
ser padre para Juan Carlos, eran como un sueño y celebraba a diario su
dicha, pero...
Pasados tres meses sin
recibir una carta, justo el tiempo que llevaba de padre, Elvira le enviaba
una carta en tono enérgico y terminante. En esta le informaba que si en
sesenta días ella no recibía una contestación de vuelta o el llegaba a
Puerto Rico ella daba por terminada sus relaciones.
Él con aquella carta en
sus manos la miraba y pensaba y pensaba... Pensó que ya se estaba realizado
como padre, volvió a mirar la carta otra vez, su euforia paternal ahora
había menguado, seguía queriendo a su hijo pero a su particular manera.
Sin embargo, la mejor oportunidad que hasta ahora se le había presentado en
su joven vida estaba a punto de desvanecerse y volvió a mirar la carta...
¿Podré lograr esconder
estos hechos y evitar que Elvira se entere de que tengo un hijo en
Córcega? Bueno si Rafaela se queda acá, tendré menos problemas y con
mucho cuidado creo que me las podré arreglar, después de todo lo que tiene
que ver con los papeles del matrimonio ya yo me las arreglé con eso.
Así cavilaba Juan Carlos mientras le tomaba el pulso a su fortuna y pensaba
que para él no se había hecho un punto intermedio, era todo o nada y decidió
apostarlo todo...
Sin encomendarse a nadie
ni pensarlo dos veces fue a donde su madre y Rafaela y les dijo -bueno yo me
voy a regresar a Puerto Rico, allá tengo negocios que atender que no puedo
abandonar, ustedes saben que de todas formas tendría que regresar pues ya se
me agotan los recursos. Voy a estar unos tres o cuatro años y me voy
asegurar que a ustedes no les falte nada, después de todo yo voy a venir
ocasionalmente a visitarlas.- le decía a Rafaela y a su madre las cuales ya
esperaban de un momento a otro, esa decisión.
Rafaela lo miraba y le
pregunto si deseaba que ella fuera con él, pero él le dijo que era
preferible que se fuera solo para así concentrarse en su trabajo y no tener
dos gastos uno en Puerto Rico y el de su familia en Córcega. Rafaela respetó
la decisión de Juan Carlos y su madre la vio como razonable y ambas de
acuerdo estuvieron conforme, solo deseaban que él fuera exitoso en sus
gestiones empresariales en Puerto Rico. Rafaela subiría luego a la
Iglesia de San André que quedaba a pasos de su vivienda y allí hincada
frente al altar haría una promesa -Señor, si me enviastes a esta tierra, te
pido que me devuelvas a un Juan Carlos realizado como el sueña, y habiendo
logrado sus propósitos como comerciante de abrir una ruta comercial entre
Córcega y Puerto Rico que es lo que el más anhela.- Yo haré mi parte y le
criaré a su hijo como él desea y se merece...
El último día de Juan
Carlos en Córcega, lo paso en una cómoda hamaca puertorriqueña en el patio
de su rústica vivienda, jugando con la inocente criatura que llevaba su
apellido y hablándole le decía. -Papá no se va a olvidar de ti, te va a
enviar muchas cosas de por allá, ya veras- miraba al niño y se decía -que
mucho se parece a mi como a papá, tu sangre hijo mío es corsa y mediterránea
como tu nacimiento- y abrazaba a su hijo contento de él como de si mismo,
mientras Rafaela ordeñaba una cabra para hacer quesos y para darle leche al
niño.
|
Rafaela, complacida y
alegre miraba a Juan Carlos, en tanto su hermano había preparado una
cámara fotográfica que había comprado para dedicarse a la fotografía y
le dice a Rafaela -quédate mirando a Juan Carlos y al nene, no te muevas
y... Plafff... le tomaron una foto ordeñando la cabra. [vea
mas]
Nota: Esta es una de 11 fotos enviadas
desde Córcega por Phillipe Romanacce, la nota nos dice que esta fué la esposa
que Juan
Carlos llevo a Oletta, para 1904, obviamente esta es Rafaela García. |
Rafaela aprendió a ordeñar cabras
pues en Córcega no habían vacas como en Puerto Rico, por lo barrancoso del
terreno y allí no se compraba la leche en botellas todo era hecho al momento.
La partida y la sorpresa
Juan Carlos estaba
ansioso por llegar a Puerto Rico. Este aventurero y osado corso, sabia que
de su temeridad podía depender un mejor futuro para él y su familia.
Esperaba hacerse según sus planes de mucho dinero a corto plazo, se sabia a
si mismo muy hábil para hacer negocios, era un magnífico y convincente
vendedor, su magnética personalidad era su carta de triunfo. Luego
regresaría a su país a establecerse y terminar de criar a su hijo y tener
media docena de niños más.
Al despedirse de Rafaela,
ella se quedaría a la puerta de su casa con la madre de él y este se marcho
a caballo. Rafaela con lágrimas en sus ojos lo vio alejarse mientras ella le
sujetaba la mano a su niño y entre ambos le decían adiós, la madre de Juan
Carlos quedo muy agradablemente impresionada con Rafaela pues era una mujer
que amaba entrañablemente a su hijo.
Una
vez en el buque, compartió en alegre camaradería con amigos que regresaban a
su vez a Puerto Rico. Regresaban la familia Bernardi, Orlandi, Gilormini,
Palmieri, Molinelli y Defendini. Juan Carlos pasó la mayor parte de su
tiempo hablando con Domingo Gilormini con quien había llegado para 1898 a
Puerto Rico y con quien hacia bastantes negocios.
Con Domingo tuvo la
confianza de contarle sus últimas peripecias, la de su paternidad y planes
futuros, más bien buscaba algún tipo de consejo para evitar ser descubierto
en su treta. - Bueno te recomiendo cautela, sabes que Don Santiago
Porrata lo va a poner todo en tus manos y conviene que lo de Rafaela no
llegue a Puerto Rico, no te conviene para nada. Siempre que Rafaela no
aparezca por ninguna parte no debes tener problemas, asegurate que se quede
en Córcega y todo te saldrá bien, sabes que en lo que necesites puedes
contar conmigo- poniéndose Gilormini a la disposición de Juan Carlos.
Hicieron escala en Genova,
luego Marsella, atravesaron el estrecho de Gibraltar e hicieron una última
parada en las islas Canarias. Muchos canarios se embarcaron hacia
Puerto Rico a mediados y finales del siglo 19. Estando en la baranda
del barco vio varias caras que le eran conocidas y que subían a bordo y el
les saludaba según se reconocieran. Por allí vio a Don Agustín
Calimano, con sus catorce hijos e hijas, Fernando y Eduardo Lugo Viñas,
Julián Acosta, Alejandro Buitrago, Manuel Pimentel y familia, subía también
la distinguida familia Vidal esposa del ahora ex-alcalde quien perdió las
elecciones frente a Enrique González y este subía con mujer e hijas.
Cuando el barco partió,
casi todos los que se regresaban a Puerto Rico se reunieron en un salón
comedor a compartir alegremente. -¿Que les parece a ustedes si para celebrar
este encuentro nos tomamos unas copas de un sabroso vino corso que aquí
traigo?- aceptaron ellos gustosamente la invitación y se dedicaban a contar
sus respectivas experiencias y como les había ido. Juan Carlos se
sentía en el MOMENTUM de su vida, era un hombre muy bien relacionado en los
negocios y le esperaba un futuro promisorio muy bueno, tenía una amada mujer
y un hijo, pero le esperaba aún su mejor fortuna.
-Hombre, por cierto, Juan
Carlos, tengo entendido que llevas amores con Elvira la hija de Don Santiago
Porrata Doria y ¿piensan casarse?- le pregunto Don Agustín Calimano
-A eso voy, Don Agustín,
a eso precisamente voy- y reía silenciosa e intrigantemente.
-¿Bueno vamos todos a
brindar por la vida y la felicidad, que les parece?- ofreciendo un brindis
Con las copas todos
arriba, a Don Julián Acosta, se le ocurrió hacer el siguiente brindis.
- Brindo por este joven al que la vida le dio la gracia y la virtud del buen
decir y a quien le deseo muchos hijos y una larga y prospera vida.-
Juan Carlos en sus
adentros y agradeciendo con una sonrisa el brindis a su nombre, se decía en
sus adentros, -brindo por mi hijo, si, por mi hijo-
Entonces la hija del ex-alcalde
Don José Vidal, tal vez por decir algo y sin saber lo que haría comentó lo
siguiente -hablando de hijos ¿saben quien venía en este mismo barco
aparentemente embarazada? pues nada menos que la Rafaela García, la sobrina
de Doña Micaela,¿y saben qué?, que mamá y yo la vimos a ella junto al cura
tirada en el piso y del susto se paro y se puso la ropa. Es mas, estoy
segurísima que esa criatura que ella llevaba en su vientre es hijo del...
¡Tris! cayó una copa al
piso...
El Regreso>
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