En la Antigüedad la
Hélade
no constituía un Estado unificado políticamente, ni siquiera
estaba dotado de un mínima unidad étnica. Por ello la
delimitación geográfica estuvo en consonancia con los
movimientos expansivos y contractivos del pueblo
griego.
La conciencia común como pueblo derivaba directamente del
pilar fundamental de la sociedad griega, la lengua; por lo
que todo aquel que no hablase griego recibía el apelativo
despectivo y onomatopéyico de barbaros (´extranjero´,
de donde deriva la palabra "bárbaro").
La unidad de los griegos se cimentaba además en unas
costumbres y una religiosidad común, de forma que eran
griegos aquellos que se sentían como tales y mantenían vivo
el sentimiento de pertenencia a una misma unidad que se
elevaba por encima del resto, que ajenos a sus costumbres
eran considerador bárbaros.
Ni siquiera tuvieron una
denominación común para ellos mismos, graeci es tan
sólo el nombre por el que les conocieron los romanos. Pese a
ello, ya en los últimos momentos de la
Edad del Bronce,
los griegos desarrollaron una unidad cultural definida, los
aqueos,
a los cuales se les hace responsables del surgimiento de la
Civilización Micénica.
Siglos más tarde, tras las múltiples migraciones de la Edad
Oscura, surgió el término Hélade como colectivo que
se aplicaba al conjunto de todos los griegos, que a partir
de ese momento pasaron a denominarse helenos.
Los griegos o helenos, eran un
pueblo de origen indoeuropeo que había penetrado en Grecia
desde el norte y había ido desplazándose lentamente hacia el
Mediterráneo
imponiéndose, durante éste proceso, sobre un sustrato
poblacional anterior de muy dudoso origen y cuya filiación
es casi imposible de establecer con cierto rigor. Los
propios griegos se comportaron, a lo largo de éste proceso
migratorio, como auténticos invasores incluso con
poblaciones de su mismo origen llegadas antes que ellos.
El mundo griego estaba formado
fundamentalmente por tres regiones geográficas bien
delimitadas: la zona continental europea,
Asia Menor
y las islas griegas. La zona continental europea estaba
dividida a su vez en la región septentrional, compuesta por
Tesalia,
Epiro
y
Macedonia;
la península Balcánica, integrada por Arcanania,
Etolia,
Dóride,
Lócride,
Beocia,
Ática
y la
isla de Eubea;
y finalmente, al sur, la
península del Peloponeso.
La costa de Asia Menor, donde se produjeron los primeros
asentamientos coloniales griegos, estaba dividida en tres
regiones: Eólide,
Jonia
y Dóride. Finalmente las islas griegas se convirtieron en el
puente natural entre el continente europeo y Asia Menor. A
partir del siglo VIII a.C. éste horizonte básico se amplió
con la fundación de asentamientos coloniales en el mar
Negro, Italia, Sicilia, el Mediodía francés y el noreste de
la Península Ibérica.
La península Balcánica ha sido
a lo largo de la Historia la más pobre y montañosa de todas
las penínsulas mediterráneas; las montañas ocupan el 80% de
la superficie total y el 20% restante está constituido por
pequeñas llanuras rodeadas de abruptas montañas lo que
dificultó en extremo las comunicaciones. Esto facilitó el
surgimiento de unas entidades políticas de pequeño tamaño,
autosuficientes y de fronteras difusas, la
polis
(del griego polij ´ciudad´).
En las llanuras se practicó una
agricultura de subsistencia cuyo principal problema provenía
de la imposibilidad de adaptar la producción a cualquier
tipo de cambio social, político o de tenencia de la tierra.
Los cultivos fueron los típicos de la cuenca mediterránea,
esto es, la vid, el olivo y los cereales, a los que en
algunos lugares se añadieron frutales.
En cuanto a los recursos
mineros, el subsuelo griego presentó aún más problemas que
en lo referido a la explotación agrícola debido a la
prácticamente total inexistencia de minerales a excepción
del cobre, hierro y algo de plata. La abundancia de arcilla
de buena calidad propicio el temprano desarrollo de la
cerámica
y la aparición de numerosos talleres ceramistas que hicieron
de la cerámica griega una de las piezas fundamentales del
comercio en el Mediterráneo. Por otro lado, la explotación
de las canteras favoreció el crecimiento de las ciudades.
Teniendo en cuenta lo
anteriormente dicho es fácil imaginar la importancia del
mar para los griegos. Con unas comunicaciones por tierra
realmente complejas y una necesidad acuciante de comerciar
con el exterior, para obtener todo aquello que el suelo
sobre el que se asentaron les negaba, el mar era la única
opción de expansión y subsistencia que los griegos
pudieron encontrar. No obstante, los griegos rara vez
usaron los recursos del mar, no era un pueblo de
pescadores sino de agricultores, mas que para extender a
través de él sus redes comerciales.