En el Ática las magistraturas
se concedían según el status familiar, es decir, sólo unas
pocas familias tenían acceso a los más altos puestos del
gobierno de la polis. En un principio las magistraturas
fueron vitalicias, aunque a medida que se fueron
desarrollando los conceptos políticos y organizativos de la
sociedad, el carácter vitalicio se perdió en beneficio de un
estilo electivo por cortos períodos de tiempo. Las
magistraturas más elevadas eran el rey, polemarca y arconte.
El pueblo, por su parte, se dividía entre los campesinos (?georgói?)
y artesanos (?demiorgói?). Estos se agrupaban en
cuatro phylái, que a su vez se subdividían en tres
partes o tritias. Cada una de estas subdivisiones
estaba constituida por un total de treinta gene y
cada genos por treinta hombres. Por su parte, las
grandes familias componían una aristocracia basada en el
dinero más que en lazos hereditarios de sangre; estos
aristócratas recibían el nombre de eupátridas y se
ocupaban fundamentalmente del culto. Paralela a la sociedad
se encontraban las asociaciones de
orgéones, extranjeros que
vivían en la polis y que por medio de dicha organización
podían acabar formando parte de la sociedad. Los orgéones
se reunían bajo la protección de un dios o un héroe
legendario.
Esparta fue un caso singular
dentro del mundo griego, como ya dijimos no conoció el
fenómeno de las tiranías y su constitución permaneció
inalterada hasta la conquista romana.
El poder de Esparta provenía
directamente de su tamaño, la superficie que controlaba era
con mucho la mayor del mundo griego, y además, era rica
tanto en agricultura como en mineral de hierro. Sin embargo,
Esparta se encontraba muy alejada de los puertos marítimos,
lo que quizá sirva para explicar su escasa participación en
el comercio y el fenómeno de la Colonización.
La política de Esparta estaba
dirigida por una asamblea de guerreros y la gerousia
(consejo de ancianos), por encima de ellos los dos reyes de
la diarquía espartana. El Estado estaba integrado por los
ciudadanos, los
periecos y los
ilotas. Los periecos eran
los habitantes de los núcleos controlados por Esparta,
tenían autonomía en asuntos internos, pero carecían de la
posibilidad de decidir sobre su política exterior. Los
ilotas por su parte eran prisioneros de guerra, esclavos del
Estado que los asignaba a los ciudadanos para su servicio.
Tanto los ilotas como los periecos tenían por misión
fundamental la producción de alimentos y el auxilio al
ejército durante la guerra. Un último grupo era el de los
mesenios, estos, según la
leyenda, eran los hijos ilegítimos nacidos de mujeres
espartanas mientras sus maridos se encontraban en la guerra
de Mesenia (730-710 a.C.). Por estas fechas, Licurgo redactó
su famosa constitución, La Rhetra, que se convirtió en la
base del Estado espartano.
El
mito, como medio de
explicación de los acontecimientos contemporáneos a través
de su asimilación con hechos acontecidos a personajes
legendarios que vivieron en una realidad diferente a la de
los griegos, y como fuente de recuerdo de un pasado brumoso;
fue elevado en Grecia a un complejo corpus, poco sistemático
pero muy útil, que acabó por dar lugar a lo que se conoce
como
Mitología Griega.
A mediados del siglo VII a.C.
surgieron una serie de grandes poetas líricos que
compusieron obras en las que supieron describir a la
perfección el mundo que les rodeaba y que elevaron la
poesía lírica a las más
altas cotas dentro de la sociedad, hasta el punto de que
muchos de ellos ocuparon relevantes cargos en la vida
política y religiosa de las polis. Algunos de estos autores
fueron Terpandro,
Arión, Aristóclides,
Períclito,
Alceo de Mitilene o
Safo.
La característica fundamental
de la lírica arcaica fue la combinación de monodia y coro
por un lado, y monodia y danza por otro. Safo, Alceo y
Anacreonte fueron los
máximos exponentes de la lírica monódica. En cuanto a la
lírica coral,
Alcmán de Esparta y
Estesícoro de Himera fueron quizá los más altos exponentes.
La
historiografía griega nació
en las costas de Jonia a finales del siglo VI a.C.,
precisamente debido a la situación geográfica que convertía
a la región en un centro de intercambio de ideas orientales,
griegas y anatolias; ideas que fue preciso recoger en
archivos a modo de crónicas.
El más famoso de los
historiadores griegos arcaicos fue
Hecateo de Mileto que vivió
entre el siglo VI y V a.C. De su obra sólo han llegado
fragmentos, pero la tradición le ha hecho autor de una
Descripción de la Tierras o Periegesis, así como
de una Historia o Genealogía. La primera se
trataría de una obra geográfica e histórica sobre Asia y
Europa; mientras que la segunda haría referencia a los
dioses y a los héroes.
En cuanto a la ciencia griega,
destacaron figuras como la del médico y naturalista
Alcmeón de Crotona,
discípulo de
Pitágoras, que realizó
importantes observaciones en relación a la genética y a la
reproducción de los mamíferos. La medicina arcaica griega se
concentró en dos escuelas fundamentales, la de
Cnido y la de
Cos. Tanto las
matemáticas como la
geometría son ciencias de
origen griego, ellos establecieron la terminología y
establecieron los principios (aunque algunos de ellos, como
el famoso
teorema de Pitágoras, ya
eran conocidos con anterioridad no quedando claro si los
sabios griegos copiaron o llegaron a las mismas conclusiones
por caminos diferentes); las grandes figuras de las
matemáticas griegas fueron Pitágoras y
Tales de Mileto.
La
filosofía griega, muy
influida por las matemáticas, fue un producto del fecundo
intercambio cultural que se desarrolló en Jonia. Los grandes
filósofos arcaicos griegos fueron Tales de Mileto,
Anaximandro,
Anaximenes de Mileto,
Jenófanes de Colofón,
Heráclito de Éfeso y
Pitágoras.
El período de la Historia de
Grecia comprendido entre el fin de las
Guerras Médicas (500-479 a.C.)
y la llegada de
Alejandro Magno (336-323 a.C.)
se ha denominado tradicionalmente como Época Clásica ya
que durante el mismo la cultura y el pensamiento griegos
alcanzaron su máximo desarrollo. Todo ello sucedió en el seno
de una muy compleja sociedad en la que, como ya dijimos, nunca
se formó un Estado unitario sino que fue un conglomerado de
polis libres y políticamente independientes unas de otras,
cada una de las cuales poseyó sus órganos de defensa y
gobierno que únicamente tuvieron autoridad sobre el núcleo
urbano y sus alrededores. Este régimen de ciudad-estado
provocó frecuentes luchas entre las ciudades para alcanzar la
hegemonía, que se manifestó en el esplendor comercial de la
polis. De estas ciudades, las dos que alcanzaron una mayor
relevancia fueron Esparta y Atenas, cuya organización social y
política fue radicalmente distinta.
La ciudadanía espartana estaba
organizada en torno a tres clases o estamentos: los
espartiacas, que eran la clase dirigente y descendientes de
los conquistadores dorios; los periecos, cuyo origen se
remonta a los primeros pobladores anteriores a la invasión
doria; y los ilotas, la clase socialmente inferior. De ellos,
sólo los espartiacas eran ciudadanos de pleno derechos.
El sistema social espartano se
cimentaba sobre una estricta educación en la que el Estado
actuaba como uno de los agentes principales. El recién
nacido era examinado por el consejo de ancianos, los cuales
juzgaban cual iba a ser su futuro; tras esto, el niño era
entregado a su madre, la cual era responsable de su
educación durante los siete años siguientes. A los siete
años daba inicio el proceso educativo por parte del Estado,
dicho proceso constaba de una serie de etapas por las cuales
el niño iba atravesando, todas ellas marcadas por la
sobriedad y la disciplina. A los catorce años se iniciaba el
aprendizaje militar. Finalmente, a los veinte años de su
nacimiento, el joven adquiría la mayoría de edad y pasaba a
formar parte de las sociedades de banquetes comunales (?pbiditia?).
Desde el momento en el que el joven era aceptado en los
banquetes, y hasta los sesenta años, podía ser movilizado
por el ejército, por lo que debía de estar permanentemente
en buen estado físico y realizar un entrenamiento constante
con las armas.
Los ciudadanos de pleno derecho
de Esparta estaban obligados, para mantener su posición, a
participar en los banquetes comunes, ya que estos
contribuían a fomentar el compañerismo y la solidaridad
entre los ciudadanos, algo muy importante en la estructura
militarizada de Esparta. A estos banquetes cada comensal
contribuía con sus propios recursos, por lo que a la idea de
ciudadanía estaba ligado el concepto de posesión de tierra
con cuyos rendimientos sufragar los banquetes. El mito
espartano ha ofrecido, a lo largo de los siglos, la idea de
que la sociedad de Esparta era igualitaria y que en ella
todos los ciudadanos poseían igual cantidad de terreno y por
tanto igual cantidad de riqueza; en la actualidad esto se
tiene por falso, ya que existen evidencias de la compra y
venta de propiedades (aunque parece que esta práctica no era
bien vista), y es razonable pensar que diferentes lotes de
tierra y diferentes formas de trabajarla deberían de
producir rendimientos distintos.
Los periecos constituían el
segundo status social de Esparta, no eran considerados
ciudadanos, pero si que compartían la denominación de
lacedemonios con los espartiacas. Buena parte del
territorio de Esparta era ocupado por los periecos,
normalmente el territorio más pobre agrícolamente y el
territorio de frontera, bien fuese con otro Estado griego o
bien con los territorio ocupados por los siempre levantiscos
ilotas. A los ciudadanos de Esparta no les interesaba pues,
reducir a los periecos a la condición de ilotas, puesto que
esto hubiera roto el equilibrio de fuerzas y habría puesto
en peligro la propia supervivencia de los espartiacas. Dada
la prohibición de los espartanos de dedicarse al comercio,
estas actividades era desarrolladas por los periecos, los
cuales gozaban de una cierta autonomía con respecto a las
rígidas leyes espartanas. Los periecos desarrollaron,
gracias al comercio, una clase enriquecida que parece ser no
mostró ningún interés de luchar por los derechos políticos
que les eran negados. Como ya hemos visto, dicha lucha había
producido en otras polis el nacimiento de las tiranías, pero
en Esparta no sucedió debido a que las escasas ventajas (y
sin embargo muchos inconvenientes) que tenía la ciudadanía
eran ampliamente compensadas con la riqueza acumulada.
En cuanto a los ilotas, mucho
se ha discutido sobre su origen y el modo en el que llegaron
a la situación de servidumbre a la que estaban sumidos en
Esparta. En la actualidad la teoría más aceptada hace
referencia a que los espartanos, en el momento de su
invasión llegaron a entablar contacto (posiblemente en el
valle de
Helos), con una población
de origen
aqueo que se dedicaban al
cultivo de la tierra; los espartanos los conquistaría y les
obligarían a trabajar las tierras para ellos. Lentamente
fueron asimilados y esclavizados. Los ilotas eran en cierto
sentido esclavos públicos, pues pertenecían al Estado, el
cual los concedía en propiedad a particulares. Los ilotas
sufrieron un continuo aumento poblacional, pero nunca
perdieron su conciencia de pueblo sometido ni sus ansias de
independencia, por ello provocaron infinidad de motines
hasta que finalmente fueron liberados.
Tradicionalmente se ha
considerado la Rhetra de Licurgo como la primera
constitución espartana y la base de su sistema social. Pero
la Rhetra presenta un grave problema, tanto sobre el
documento como sobre su autor, Licurgo; ya que no se han
podido fijar su cronología. De acuerdo con lo contemplado en
la Rhetra la vida política de Esparta estaba
organizada en torno a cuatro elementos, dos reyes que
conformaban un sistema diárquico de gobierno; un cuerpo de
cinco magistrados, conocidos como
éforos; un consejo de
treinta ancianos, la Gerousía elegidos de forma
vitalicia; y por último una asamblea de la que formaban
parte todos los ciudadanos adultos varones, la
Apella.
A finales del siglo VI a.C. la
tiranía ateniense, dirigida por los hijos de Pisístrato (Hipias
e Hiparco), empezó a dar claros síntomas de agotamiento
tanto por las disensiones internas como por la continua
presión que en el exterior ejercía el Imperio Persa y,
dentro de Grecia, la competencia con Esparta y la cada vez
más poderosa
Tebas, la cual encabezaba
la Liga de Beocia. Tras el asesinato de Hiparco, su hermano
estableció un régimen represivo y militarizado que provocó
la oposición interna de los ciudadanos. La poderosa facción
de los Alcmeónidas encabezó la resistencia de los atenienses
exiliados, estos tras sucesivos fracasos solicitaron la
ayuda de Esparta. Finalmente con la ayuda del ejército de la
Liga del Peloponeso, encabezado por Esparta, la tiranía
ateniense fue derrocada.
Después de la tiranía, en
Atenas surgieron las figuras de
Iságoras y
Clístenes, ambos miembros
de la rancia aristocracia pero con diferentes planteamientos
políticos, el primero como representante de la aristocracia
deseosa de recuperar la posición de privilegio que había
perdido con el advenimiento de la tiranía; por contra,
Clístenes, que a la postre era el líder de los Alcmeónidas,
buscó la alianza con el pueblo y se convirtió en el paladín
de las aspiraciones del demos. Iságoras buscó el
apoyo del rey de Esparta,
Cleómenes, el cual invadió
el Ática y obligó a exiliarse a los Almeónidas; pero el
demos y el consejo ateniense se opusieron a la invasión
y restauraron en el poder a Clístenes. Una vez asentado en
el poder, Clístenes llevó a cabo un importante conjunto de
reformas tanto a nivel administrativo como político y
territorial; dicho programa reformador sentó las bases para
el establecimiento de la democracia en Atenas.
La estructura político-social
de Atenas se fue conformando a lo largo de varios siglos,
desde las reformas aplicadas por Dracón en su célebre código
que, aunque contenía disposiciones muy rigurosas, representó
un progreso en algunos aspectos; hasta las de Solón y
Clístenes. Tanto Solón como Clístenes, con sus respectivas
reformas, pusieron los cimientos para que la democracia se
desarrollase en Atenas. Pero la transformación interna de la
sociedad se había empezado a producir antes, y fue a causa
de ella por la que hombres como los mencionados pudieron
hacerse con el poder y aplicar sus idearios reformadores. El
modelo según el cual unos pocos aristócratas terratenientes
controlaban la riqueza y las instituciones que regían la
vida del resto de la comunidad empezó a tambalearse bajo dos
poderosos golpes: en primer lugar, cuando una serie de
comerciantes, no pertenecientes a este grupo aristocrático,
alcanzó unos niveles de riqueza comparables a los de los
terratenientes, era lógico que exigiesen un poder político
que se les negaba sistemáticamente; por otra parte, en el
momento en el que los nuevos modelos de guerra provocaron
que la forma tradicional de luchar de los nobles perdiese
importancia con respecto a las formaciones de ciudadanos
hoplitas, su situación como garantes del orden y veladores
de la seguridad de la comunidad perdió todo apoyo. Como
árbitro de estas tensiones surgió la figura de Solón, el
cual trató de mejorar la convivencia social.
Solón organizó la vida política bajo unos principios de
igualdad y cierta incipiente democracia. Suprimió la
esclavitud por deudas, lo cual supuso una cierta liberación
para los campesinos, limitó el poder de la nobleza,
reestructuró las instituciones de gobierno de la polis, creó
un sistema monetario propio, y en los aspectos legales
codificó el derecho de Atenas reconociendo a todos los
ciudadanos capacidad para la denuncia pública.
Clístenes (510-507 a.C.) por su
parte, llevó al extremo las reformas solónidas. Sin llegar a
instaurar un sistema democrático, la propuesta de Clístenes
se basó en la igualdad de derechos políticos de todos los
ciudadanos, todos tenían derecho a participar en el mismo
grado en el gobierno de la polis. La soberanía política
residía en la Asamblea, formada por todos los ciudadanos
varones atenienses, en la que todos tenían derecho de voz y
voto. Junto a ésta estaba el Consejo de los 500 que era un
órgano deliberante formado por ciudadanos que se renovaban
por turno. Para evitar posibles tendencias a la tiranía,
Clístenes instauró el
ostracismo, es decir, el
destierro de la ciudad por un tiempo determinado.
El creciente poderío económico
y marítimo de los griegos, especialmente de Atenas, chocó
con las ansias expansionistas del Imperio persa. Tanto
Darío I como
Jerjes I trataron de
establecer un imperio universal que se extendiera por todo
el Mundo Antiguo, es decir, Asia, Mesopotamia y el
Mediterráneo. El choque de intereses se materializó en una
larga serie de enfrentamientos entre persas y griegos que se
iniciaron en el año 500 a.C. y no finalizaron hasta el año
479 a.C. Finalmente los persas desistieron de extender sus
conquistas por el Mediterráneo, al tiempo que los griegos
lograron salvar su independencia.
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Fundación Educativa
Héctor A. García |