El siglo V a.C. marcó el ascenso y
esplendor de Atenas hasta el punto de relegar a un segundo plano
al resto de la polis griegas, pero en el éxito de Atenas se
encontraba la semilla de su fracaso. Atenas había logrado
imponerse por medio del miedo, en un primer momento miedo al
enemigo persa, y posteriormente miedo a los propios atenienses y
a sus represalias en caso de ser abandonados por alguno de sus
aliados. De este modo, Atenas logró un dominio de cincuenta años
en los que fue la potencia hegemónica de toda Grecia, pero
lentamente, sus enemigos empezaron a organizarse y sus aliados a
cansarse del poder ateniense. Así llegamos a la Guerra del
Peloponeso en el que el poder ateniense fue sustituido por
Esparta, la triunfadora de la guerra.
Derrotada Atenas, la unanimidad de
sus enemigos se deshizo con la misma facilidad con la que se
había construido. Esparta y Persia entraron en guerra, y en el
395 a.C. Esparta tuvo que hacer frente a una coalición formada
por Atenas, Argos, Beocia y Corinto. Si los antaño aliados de
Esparta en su lucha contra Atenas no tuvieron inconveniente en
aliarse con Atenas en nuevas luchas con Esparta, fue debido a
que los espartanos, tras acabar con el poderío ateniense,
trataron de ocupar el papel de Atenas como potencia hegemónica,
y someter así a sus aliados a su propio imperialismo.
Lisandro
fue el encargado de realizar las reformas necesarias que
permitiesen a Esparta ocupar el lugar hegemónico de Atenas. Si
ésta había impuesto la democracia entre sus aliados, ahora
Esparta sustituía varios gobierno democráticos por sistemas
oligárquicos; si Atenas hizo uso de la proxenia y las
cleruquías, Esparta creó las decarquías, junta de
gobierno de diez personas, afines a Esparta, que fue instaurada
en algunos estados aliados; para vigilar a sus aliados
establecieron en las polis la figura del hermostas,
funcionarios militares. Pero la política de Lisandro era
excesivamente impositiva, y podía llevar a una sublevación
general, por lo que sus métodos fueron, en parte, suavizados con
las propuestas del moderado Pausanias, a partir del 403 a.C.
Según los acuerdos políticos
firmados por la alianza de Esparta y Persia contra Atenas, los
persas tuvieron manos libres sobre las ciudades griegas de Asia
Menor, que se convirtieron en fuente de mercenarios para los
conflictos internos persas. Así, cuando a la muerte de
Darío II
(404 a.C.) el imperio pasó a su hijo Artajerjes II,
el hijo menor Ciro, se sublevó y contó con el apoyo de los
griegos de Asia Menor, e incluso con el de Esparta; el apoyo de
los griegos le dio una importante ventaja militar ya que las
tropas griegas eran muy superiores al resto; no obstante, Ciro
falleció en el campo de batalla de Cunaxa y los mercenarios
griegos se retiraron. Los conflictos entre persas y griegos
fueron una constante en Asia Menor, en ellos Esparta malgastó
gran parte de su poderío militar mientras Persia, que en una
guerra de desgaste como aquella lo tenía todo a su favor,
mandaba una oleada tras otras, año tras año, de lo que parecían
ser interminables soldados. En el año 394 a.C. los espartanos
fueron totalmente derrotados en la batalla naval de Cnido, por
una importante escuadra de Rodas, Chipre y Fenicia. Esta derrota
trajo como consecuencia que las ciudades de Asia Menor dejasen
de confiar en Esparta y abrazasen la causa de Persia, al tiempo
que los restos del ejército espartano regresaban
precipitadamente a Grecia ante las dificultades allí surgidas.
Mientras los ejércitos espartanos
se encontraban luchando en Asia Menor, la diplomacia persa se
había encargado de emplear el oro persa en comprar las lealtades
de numerosas ciudades griegas, con el fin de que estas se
sublevasen y restasen fortaleza a los espartanos. Si al soborno
persa se suman los deseos de venganza de Atenas y los deseos de
recuperar su autonomía de Tebas, Corinto y Argos, la revolución
(conocida en la historiografía como la Guerra de Corinto) era un
hecho. El pretexto fue una guerra local entre focidios y locrios
por motivos fronterizos. Inmediatamente Tebas se colocó del lado
de los locrios y los focidios pidieron ayuda a Esparta. Cuando
Esparta entró en el conflicto, Tebas solicitó la ayuda de Atenas,
deseosa de venganza tras la humillación de la Guerra del
Peloponeso, Atenas aceptó. Las tropas espartanas fueron
divididas en dos bajo el doble mando de Lisandro y Pausanias II,
fueron derrotadas, las de Lisandro, en Haliarto; mientras que
Pausanias se retiró. Este triunfo animó a Argos y Corinto,
además de varias polis menores, a unirse a la coalición
tebano-ateniense. Con el resultado de los enfrentamientos por
decidir, llegó el año 394 a.C. y con él el desastre naval de
Cnido, en el que los espartanos perdieron su flota. En el 392
a.C., Esparta se encontraba agotada y al borde del desastre por
lo que trató de firmar la paz con los persas, pero no logró
ningún acuerdo por lo que tuvo que proseguir la lucha. Atenas
por su parte, que había creado el espejismo de una falsa y
milagrosa recuperación gracias al oro persa, se encontró en una
situación desesperada cuando los persas cortaron el suministro
de oro. Finalmente hacia el 388-387 a.C. los persas firmaron la
paz del Rey (o paz de
Antálcidas)
con los espartanos, una vez que comprobaron la inviabilidad de
utilizar a los atenienses como palanca par deshacerse de los
espartanos, decidieron usar a estos para controlar Grecia.
Firmada la paz entre Esparta y Persia, Atenas era incapaz de
seguir la lucha por si sola, por lo que firmó un tratado con
Esparta que puso fin a las hostilidades, Argos, Tebas y Corinto
hicieron lo mismo. La paz del Rey sumía en la ruina a Atenas,
desmantelaba la Liga de Beocia, en torno a Tebas, y ponía fin a
la unión entre Corinto y Argos; mientras Esparta y la Liga del
Peloponeso fueron las grandes beneficiadas del tratado.
Una vez que Esparta recuperó su
supremacía sobre Grecia llevó a cabo una serie de venganzas
sobre todos aquellos estados que o bien le habían retirado su
apoyo o bien se le habían opuesto abiertamente. El primero de
ellos fue
Mantinea
que en el 385 a.C. fue destruida y fragmentada en cinco aldeas.
Posteriormente cayó Fliunte; y en el 382 a.C. las ciudades de la
Calcídica con Olinto a la cabeza. En ese mismo año el general
lacedemonio Fébidas, cumpliendo órdenes de Esparta, dio un golpe
de Estado en Tebas y colocó en el poder a Leontíadas. En el 379
a.C. los opositores tebanos, pagados y organizados por Atenas,
dieron un contragolpe y expulsaron de la ciudad a los
partidarios de Esparta. A todo este movimiento de alianzas hay
que sumar la intensa labor diplomática de Atenas que firmó una
serie de tratados bilaterales con multitud de polis. La
hegemonía de Esparta estaba en peligro.
Finalmente en el 377 a.C. Atenas,
que había reorganizado sus finanzas y construido nuevos barcos,
creó la Segunda Confederación Marítima Ateniense, que contaba
con un total de 75 ciudades (número mucho inferior al de la Liga
de Delos). La nueva Liga ateniense, gobernada por un consejo
federal con sede en Atenas, permitió la libertad de los estados
miembros a regirse de la manera que creyeran conveniente, al
tiempo que se prohibió la imposición de guarniciones o
gobernadores de unos estados a otros, se negó también el derecho
a establecer compensaciones económicas en forma de phoros
y a establecer cleruquías. No obstante, en el 373 se hizo
necesario la creación de un tributo (syntaxeis) para
hacer frente a los gastos de la Liga.
Tebas por su parte, una vez
recuperada su independencia tras la invasión espartana, se ocupó
de reorganizar la Confederación Beocia al mismo tiempo que
perfeccionaba su maquinaria bélica. De este modo, hacia el 377
a.C., había tres potencias en liza, de las cuales la más
poderosa era Esparta cuyo objetivo consistía en deshacer tanto
la Liga ateniense como la de Beocia; por su parte, Atenas veía
con buenos ojos la recuperación de Tebas ya que podía ser una
aliado contra Esparta, al mismo tiempo que le preocupaba que se
hiciese demasiado poderosa para que no interfiriese sus futuros
planes expansivos; Tebas, por su parte, temía un posible
acercamiento entre Esparta y Atenas que la dejase sola ante
ambas potencias.
Entre el 377 y el 375 a.C. los
espartanos fueron derrotados tanto por la Liga Beocia como por
la de Atenas. Pero los temores de Atenas se hicieron realidad en
el 373 a.C., cuando Tebas arrasó Platea, tradicional aliada de
Atenas. Por este motivo, en el 371 a.C., Atenas firmó la paz con
Esparta en la que los primeros reconocían la hegemonía terrestre
de Esparta y estos la marítima de Atenas. Sólo Tebas se opuso a
la firma del tratado, lo que motivó que el rey espartano
Cleómbroto
invadiese Beocia; los tebanos presentaron batalla en Leuctra
dirigidos por Epaminondas.
Para asombro de toda Grecia, Epaminondas, con una agresiva y
novedosa táctica, logró un rotundo éxito y causó la muerte de un
tercio de los espartanos en edad de combatir, pero aún quedaban
dos tercios. Por este motivo, los tebanos buscaron nuevas
alianzas para aniquilar definitivamente el poder de Esparta.
Atenas rehusó, no así Tesalia. Jasón de Feras marchó desde
Tesalia con su poderosa caballería, en teoría para ayudar a
Tebas, e impuso un arbitraje, seguido de una paz entre Esparta y
Tebas. Jasón pretendía con esta maniobra no contribuir a
sustituir un potencia por otra, ya que él mismo tenía planes de
hacerse con el control de Grecia. Con este objetivo, de regreso
a su patria tomó Heraclea, para usarla como cabeza de puente.
Tras el desastre de Leuctra,
Esparta se replegó a su territorio, mientras que Tebas, el
vencedor de la contienda se dispuso a extender sus redes sobre
toda la Liga Beocia; sobre todo después de que Jasón de Feras
fuese asesinado en el 370 a.C., con lo que se eliminaba a un
peligroso aliado que en cualquier momento podía convertirse en
un aún más peligroso enemigo. A partir del 370 a.C., los
focidios, locrios, malios, acarnienses y otros muchos pueblos,
que hasta ese momento formaban parte de la Liga de Atenas,
pasaron a la Liga Beocia.
Mientras Tebas se extendía por
Beocia y entraba en conflicto con Atenas, en el Peloponeso el
debilitamiento del poder espartano estaba provocando una
auténtica revolución, ya que multitud de ciudades se sublevaron
contra los gobernantes impuestos por Esparta y adoptaron
regímenes democráticos. Mantinea por su parte, reunificó su
territorio; Argos asesinó a todos los ciudadanos afines a
Esparta; en Tegea estalló una guerra civil entre oligarcas y
demócratas. Con el apoyo de Epaminondas se creó la Liga de la
Arcadia, cuya capital se instituyó en la ciudad de
Megalópolis,
creada ex proceso con ese fin. Esparta se negó a reconocer esta
nueva Liga y Epaminondas lanzó al ejército tebano contra los
lacedemonios. Ante la proximidad del ejército enemigo, y debido
a la desmoralización de las últimas derrotas, los ilotas
desertaron en masa y los periecos se negaron a luchar, sólo la
crecida del río Eurotas
salvó a los espartanos del desastre, ya que el enfrentamiento no
tuvo lugar por esta causa. Pero Tebas no estaba dispuesta a
quedarse así. Epaminondas marchó sobre Mesenia, la eterna
enemiga y esclava de Esparta, y la liberó; todos los mesenios y
descendientes repartidos por el mundo griego fueron invitados a
regresar a su patria. Con éste golpe Esparta se hundió
definitivamente ya que perdió más de un tercio de su territorio,
la mayor parte de la mano de obra y muchos de sus ciudadanos
perdieron dicho status al no poder hacer frente a sus
compromisos económicos.
Ante la impresionante expedición de
Epaminondas, Esparta se vio obligada a pedir ayuda a Atenas, la
cual por su parte, estaba deseosa de parar los pies de la
arrogante Tebas. Lo que Tebas más temía se hizo realidad con la
firma de un tratado entre Esparta y Atenas por el cual se
comprometían a defenderse mutuamente. La primera consecuencia de
este tratado fue el freno, en el 369 a.C., de las acciones de
Epaminondas por la presencia de un importante ejército mandado
por Atenas y en el que había un importante contingente de
mercenarios siracusanos.
Tras la muerte del tirano Jasón de
Feras, Tesalia fue sacudida por una serie de luchas civiles en
las cuales los oponentes pidieron por un lado ayuda a Tebas y
por otro a Macedonia. Tebas envió un ejército al mando de
Pelópidas
en el 369 a.C. Éste hizo una incursión en Macedonia en la cual
capturó al joven hijo del rey Alejandro II,
Filipo. Finalmente en el 364 a.C. Pelópidas murió en combate
cuando se enfrentaba al tirano Alejandro de Feras.
A partir del 368 a.C. empezaron
diversas reuniones e intentos de acuerdo para alcanzar una paz
entre los diversos estados griegos, pero ante la imposibilidad
de llegar a un acuerdo se propuso la mediación de Persia, la
cual propuso un tratado que prácticamente dejaba toda Grecia
desarmada frente a Tebas, por lo que causó el rechazo de buena
parte de los estados beligerantes. En aquellos momentos Atenas
se encontraba enfrascada en complicados juegos políticos por
medio de los cuales estaba extendiendo su área de influencia
hacia el Quersoneso tracio (actual península de Gallípoli), por
lo que no estaba para nada dispuesta a deshacerse de su flota
como le exigía el tratado persa. Para contrarrestar el resurgir
ateniense, Epaminondas se enfrascó en un doble juego, por un
lado se trataba de una lucha diplomática para restar aliados a
la Liga de Atenas, lo que consiguió con Bizancio, Rodas y Quíos;
por otro, Tebas necesitaba una flota que hiciera frente a la
ateniense.
Un conflicto político-religioso en
Arcadia desató de nuevo las hostilidades por toda Grecia. Debido
a un incidente en los Juegos olímpicos, la Liga de la Arcadia se
dividió, por un lado Mantinea que, junto con un numeroso grupo
de polis, se alió con Atenas, Esparta, Élida y Acaya; mientras
que Megalópolis y Tegea se unieron a Tebas. En el verano de 362
a.C. Epaminondas se dirigió al Peloponeso con la idea de
restaurar su influencia sobre la Liga de la Arcadia. En la
llanura de Mantinea se encontraron los ejércitos de las dos
coaliciones. El resultado de la batalla fue indeciso, pero Tebas
perdió a su gran general, Epaminondas, y sin él, su hegemonía no
podía prevalecer.