Las consecuencias de la promiscuidad
Proyecto
Salón Hogar
Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) son
un fiel reflejo de una sexualidad irresponsable; es decir, de la
mantención de relaciones sexuales con distintas parejas,
sin las prevenciones necesarias.
Para prevenir estas enfermedades es importante ser responsable
de la propia sexualidad, considerando los siguientes factores:
tener una pareja sexual estable, cuidar la salud genital,
controlarse con un médico periódicamente y
usar preservativos, sobre todo en el caso de relacionarse
sexualmente con personas desconocidas.
Si alguien descubre que padece alguna de estas enfermedades, debe
evitar tener relaciones sexuales y su pareja tendrá que ser
analizada para detectar si está infectada.
Las ETS más comunes son:
Gonorrea
Es una enfermedad venérea muy frecuente, fácil de
detectar en el hombre, ya que se produce una secreción purulenta
por la uretra con bastante dolor al orinar.
En cambio, en la mujer es mucho más difícil de descubrir,
porque generalmente no da molestias, y si las da, no son muy específicas
y pueden confundirse con otras infecciones genitales. Se produce
una secreción purulenta por la vagina. Si no se trata, esta
bacteria irá infectando y destruyendo los órganos
genitales internos de la mujer, tales como el útero y las
trompas de Falopio. Como consecuencia, a muchas mujeres les provoca
esterilidad, o incapacidad de concebir un hijo.
Sífilis
Al igual que otras enfermedades venéreas, solamente se contagia
por el contacto sexual con una persona infectada. Se puede descubrir
fácilmente si luego de varios días de haber tenido
una relación sexual aparece en los genitales (glande, prepucio,
surco balanoprepucial en el hombre, labios mayores o menores y vulva
en la mujer), una úlcera indolora de base dura, acompañada
de inflamación en los ganglios de la ingle. Si ello ocurriera,
se debe acudir rápidamente a un médico para un tratamiento
que es ciento por ciento efectivo. De lo contrario, desaparecerá
la úlcera y la infección se diseminará por
todo el organismo, dañándolo de manera irreversible.
Sida
El SIDA es una enfermedad de transmisión sexual. Descubierta
en 1981, es producida por un virus que ataca y destruye las células
blancas de la sangre (linfocitos) que nos defienden de infecciones
por gérmenes (bacterias, hongos, otros virus) y de la proliferación
de ciertas células cancerosas.
Actualmente el virus sigue siendo mortal. Sin embargo, hay tratamientos
para mejorar la calidad de vida del infectado.
Existen muchos mitos sobre las formas de contagio del SIDA. El
compartir una habitación, una comida, un beso o un abrazo
con una persona infectada no constituyen ningún riesgo.
Por otra parte, todavía se cree que solo les da a las personas
que mantienen relaciones sexuales con personas de su mismo sexo
(homosexuales). Esto es falso.
Cualquier persona puede contraer SIDA si se expone. Por esto es
más frecuente en personas con vida sexual desordenada y promiscua.
Pero también puede afectar a personas de sexualidad sana
y a niños, por medio de transfusiones de sangre infectada
o durante la gestación en el caso de madres infectadas.
Al principio, la persona contagiada con SIDA presenta síntomas
muy vagos: baja de peso acentuada, diarreas crónicas, ganglios
inflamados en diferentes partes del cuerpo. Posteriormente, al agotarse
sus defensas, presenta una serie de infecciones muy raras y de difícil
tratamiento en los pulmones, el cerebro, en la sangre, etc. Y algunos
de ellos comienzan a presentar tumores cancerosos en la piel (sarcoma
de Kapossi).
Las personas con SIDA no fallecen por la enfermedad en sí,
sino por alguna infección severa y/o algún tumor maligno
expandido en el organismo.
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