Maestro: Para Demóstenes "el mejor maestro es aquel que trata de
realizar en sí mismo lo que trata de realizar en los demás". En todas las
épocas se ha asociado al concepto de maestro la característica de la
superioridad intelectual y moral; esto implica la aparente paradoja por la
que el desprecio y la desestima han afectado siempre con mayor dureza al
educador cuando estaba por debajo de su exigente modelo, como en la sátira
de los "pedantes". El verdadero educador no ama sólo los valores,
independientemente de las personas, lo que haría de él un teórico puro,
apto para disquisiciones bizantinas; ni debe ser el científico puro o el
artista puro; pues él debe amar los valores en cuanto participables por
las personas y a las personas en cuanto que pueden y deben ser promovidas
hacia los valores.
Manipulación: Su etimología designa genéricamente una acción
organizada a fin de modificar el entorno. Su uso proviene del ámbito
técnico y es por ello ambiguo. En sentido ético adquiere hoy un sentido
peyorativo, pues indica una acción previamente organizada a fin de
controlar la conducta tanto individual como social. Tal proceso posible
hoy a través de las ciencias viene a constituir una negación total y
absoluta de la libertad y de los valores.
Matemáticas: Es útil recordar un aspecto de la doctrina de
Platón que ha influido en alguno de los fundadores de la ciencia moderna (Kepler
o Galileo): el papel de las matemáticas en la ascensión del alma hacia el
mundo de las ideas. Es sabido que los pitagóricos ya habían elaborado toda
una filosofía en esta perspectiva; su idea general era que los fenómenos
están regidos por los números (por ejemplo, la relación entre el sonido y
la longitud de una cuerda vibrante); por otra parte, esta escuela revistió
un carácter religioso místico, influyó en Platón y, en la época cristiana,
en muchos padres de la Iglesia (mística de los números en san Agustín);
así, hallamos en Platón toda una metafísica de los números (en particular
en el Timeo): explicación de la inteligibilidad de los elementos de los
cuerpos por poliedros correspondientes, conformidad entre las esferas
celestes y la armonía matemática, etc.
Es de lamentar, en cuanto al avance de la ciencia que Aristóteles haya
dejado de lado casi totalmente el estudio matemático de los fenómenos de
la naturaleza; pero, lo que ante todo se proponía era hacer su filosofía.
Ahora bien, en esta perspectiva, su oposición al método y al espíritu del
atomismo estaba perfectamente justificada; a menos de erigir en dogma de
mecanicismo, la filosofía de la naturaleza no podrá limitarse jamás a la
sistematización matemática y mecánica de los fenómenos, según opinión de
A. Mansion.
Matematicidad: Entre matematicidad y lógica no hay,
efectivamente, según P. Natorp, diferencia de campos de investigación,
sino simplemente de finalidad. Las matemáticas se proponen el desarrollo
de estructuras lógicas particulares, y la lógica trata de reconducirlas a
su unidad sistemática.
Materia: Aristóteles llama materia a ese elemento base, a ese
substrato, que no es en sí mismo perceptible por los sentidos; sólo la
existencia alcanza su existencia (ejemplo, el agua que se calienta no es
jamás conocida por los sentidos en cuanto tal; está siempre a un cierto
grado de temperatura, a fortiori, el principio común a la madera que quema
y a los productos de la combustión). A este principio básico llama
Aristóteles la "materia"; en sí, esta apelación no tiene nada que ver con
lo que en nuestros días designamos de la misma manera.
La materia, con relación a la forma que es su determinación, es pura
potencialidad, posibilidad de convertirse en un ser concreto. En oposición
con la materia, la forma es lo que determina, lo que hace que el ser real
sea tal ser, de tal tipo, posea cierta estructura inteligible; se dice
entonces que dicha forma es acto, que determina, acaba o realiza la
potencia que es la materia correspondiente. La materia, que es el
substrato, sobrevive al cambio, pero jamás en estado puro, sino siempre
con alguna determinación formal. Por el contrario, la forma, si bien evoca
una idea más noble, más rica que la materia, es también más efímera;
puesto que no es un ser, no es engendrada, sino simplemente "extraída"
("educida") de la potencia de la materia, dirán los escolásticos.
En la ciencia moderna la noción de materia adoptaba su sentido actual;
no se trataba ya de la materia de Aristóteles, en tanto que opuesta a la
forma, sobre todo la materia prima inaccesible a los sentidos, porque no
existía jamás aisladamente; era un poco lo que los escolásticos llamaban
materia segunda, pero tomada en el sentido muy genérico de material, como
opuesto al espíritu humano. Es la realidad física, corpórea, susceptible
de medidas espaciotemporales (según afirma D. Dubarle en Concept de la
matière et discutions sur le matérialisme, 1962).
Según Giordano Bruno (1548-1600) es concebida como materia universal,
"de la cual se hacen y configuran todas las cosas, llamada por todos
receptáculo de las formas". No obstante, "materia" y "forma" no son
propiamente dos sustancias, sino más bien dos aspectos de la misma
sustancia universal e infinita. El término materia designa todo lo que
está al alcance de los sentidos, ya directa ya indirectamente, gracias a
una medida o técnica operatoria que revela una unidad de orden microfísico,
sin que se quiera decir con ello que esta materia así revelada sea
representable. Este sentido filosófico es mucho más amplio que el
utilizado por la ciencia que generalmente limita la materia a aquello que
posee una masa cualquiera, con exclusión de otras realidades llamadas "no
materiales" y que son materiales para el filósofo, lo cual corresponde a
las nociones de ondas, de campos, de espacio cósmico, o de corpúsculo como
los fotones, etc. Desde un sentido filosófico entendemos que materia es
todo aquello que puede revelar su presencia por medio de una medida u
operación, que de modo general corresponde a la "materia segunda" de los
escolásticos, es decir, materia bien determinada, detestable por medio de
sus propiedades.
Para Louis de Broglie, la materia y la energía aparecen como
esencialmente convertibles; la primera es como energía condensada (al
extremo, en el núcleo atómico), susceptible de ser la sede de fenómenos
ondulatorios (luz). Por tanto, materia y energía parecen ser dos aspectos
diferentes y opuestos de una especie de substrato universal.
El término materia, cuando es empleado sin otro adjetivo, designa todo
lo que está al alcance de los sentidos, ya sea directamente (macrofísica,
experiencia común), ya sea indirectamente, gracias a una medida o técnica
operatoria que revela una realidad de orden microfísico, sin que se quiera
decir con ello que esa materia así revelada sea representable (lo cual es
otra cuestión).
Por tanto, este sentido filosófico dado al término "materia" es mucho
más amplio que el utilizado por la ciencia. Pues, en efecto, ésta limita
generalmente la materia a aquello que posee una masa cualquiera, con
exclusión de otras realidades llamadas "no materiales" (y que en cambio
son "materiales" para el filósofo), lo cual corresponde a las nociones de
ondas, de campos, de espacio cósmico, o de corpúsculo como los fotones,
etc. Importa, pues, no olvidar estos matices de sentido, so pena de graves
errores. Para nosotros, desde una visión filosófica, es materia todo
aquello que puede revelar su presencia por medio de una medida y
operación. Para ser precisos: en la perspectiva de la síntesis tomista, la
materia así entendida, de modo general, corresponde a la "materia segunda"
de los escolásticos, es decir materia bien determinada. Detectable por
medio de sus propiedades.
Lo que hoy llamamos "materia", sin más, es lo que los antiguos llamaban
materia segunda, es decir, una materia ya actuada por una forma que le da
una estructura específica y realiza en ella un tipo de inteligibilidad,
teniendo buen cuidado de no ver en la materia prima y su forma dos
realidades que puedan existir arriscadamente, sino dos principios de ser,
el segundo de los cuales permite comprender el total resultante (nuestra
materia, objeto de la ciencia) pueda ser pensado por nosotros. En suma: el
hecho de que la materia sea pensable, lejos de ser considerado a priori
como incomprensible, debe ser abordado, según el verdadero espíritu
científico, sin ningún prejuicio, es decir, debe ser considerado como el
único punto de partida de una investigación ulterior.
Materia (potencialidad de la): Aristóteles quiere precisar cómo
se realiza la actualización de las formas, a partir de la potencialidad de
la materia; hay que llegar hasta allí si se quiere descubrir efectivamente
lo que son los seres, lo que de inteligible expresan sus formas.
Materia prima: Lo esencial aquí es darse clara cuenta de la gran
diferencia que hay entre la idea de materia prima, puro principio
filosófico de la explicación de los cuerpos, y la de la simple materia (o
materia segunda) que es el único "dato" existencial del mundo de los
cuerpos, material que se opone al espíritu humano.
Y precisamente, porque es esta materia la que en general se entiende
cuando el hombre moderno habla de materia será útil situarla bien en la
perspectiva aristotélica. También aquí, en efecto, su relación con las
formas accidentales es del tipo potencia-acto, pero en un nivel
superficial. Por el mismo motivo, esta materia segunda no puede existir
sola, sin ninguna determinación ulterior; cualquier cuerpo químico posee,
no obstante y siempre, otras calificaciones; éstas, a la vez, no pueden
existir sin él, en sí mismas, y, sin embargo, no están ligadas a él
inexorablemente; pueden variar (entre ciertos límites) sin comprometer su
existencia; son todas las cualidades superficiales que no comprometen la
existencia de dicho ser, de orden cualitativo, cuantitativo, o su relación
con otros seres; variaciones de conducta, su aspecto pasivo o activo, su
dinamismo, aunque sólo se trate del cambio local por referencia a unas
coordenadas, etc.
Materia y energía: la materia y la energía aparecen como
esencialmente convertibles; la primera es como energía condensada (al
extremo, en un núcleo atómico), susceptible de ser la sede de fenómenos
ondulatorios (luz). Por tanto, materia y energía parecen ser dos aspectos
diferentes y opuestos de una especie de substrato universal. Basta
recordar algunos datos científicos:
a) La materia está esencialmente representada por el átomo. Este está
constituido por un núcleo rodeado de nubes de electrones (nube indica la
indeterminación de la posición de los electrones). El núcleo condensa la
casi totalidad de la masa de materia (cerca del 99.95%): de una parte,
comprende protones (cuyo número indica el número atómico, de 1 a 92),
partículas electrizadas positivamente a las que corresponde el mismo
número de electrones negativos, en un átomo eléctricamente neutro; el
núcleo comprende también neutrones (eléctricamente neutros), de masas poco
más o menos igual a la del protón, y cuyo número es por lo general próximo
al de protones; la masa (número de masa) es, por tanto, la suma de
protones y neutrones. Como las propiedades químicas de un cuerpo son
función del número de electrones (o de protones), si sólo varía el número
de neutrones nos hallamos ante unos isótopos del mismo cuerpo (ejemplo, el
agua pesada). Se sostiene que el núcleo más grande, el del uranio, tiene
un diámetro próximo a las 500 milmillonésimas de milímetro. En cuanto a
las nubes de electrones periféricos, cada uno de ellos se caracteriza por
su número cuántico, que designa el nivel de energía sobre el cual él
gravita (de 1 a 7), nivel que no puede aceptar más que un número
determinado de electrones (partiendo del núcleo, 2, 8, 18, 32, 50, 72,
98); de hecho como no se conocen átomos que tengan en total más de 102
electrones, los niveles superiores no está saturados, y por lo tanto
pueden perder o adquirir electrones ajenos para tener saturada su última
capa; entonces, el átomo que ya no tiene su número normal de electrones
pierde su neutralidad eléctrica, se convierte en un ión. El diámetro de
las nubes electrónicas varía de 1 a 5 diezmillonésimas de milímetro, y por
tanto es 10.000 veces mayor que el del núcleo. A guisa de comparación, si
se representa el núcleo por una bola de 10 cm de diámetro, los electrones
periféricos representados por pequeñas canicas gravitarían a un km. El
átomo tiene, pues, una estructura esencial abierta; la materia, en el
sentido vulgar de la palabra, aún la más densa, comprende, por tanto,
infinitamente más vacío que lleno; sólo las fuerzas de interacción en el
seno del átomo la hacen impenetrable. A parte de estas partículas
fundamentales, otras cuya lista se alarga incesantemente (más de una
treintena) tienen, salvo el neutrino, una existencia mucho más efímera
(inferior a la millonésima de segundo), y aparecen en el curso de
colisiones de las anteriores (mesones, hiperones, piones, etc.).
Finalmente, a cada partícula corresponde una antipartícula (antiprotón,
electrón positivo, etc.) que tiene propiedades inversas, y de ahí la
hipótesis de una materia (antimateria) opuesta a la nuestra y cuyas
manifestaciones serían esas partículas. Huelga recordar que toda
representación en imágenes del mundo de las partículas es inútil e
imposible. Las partículas son esencialmente entes científicos, soportes de
relaciones matemáticas; todo lo más, cabe representárselas como
"condensaciones" del espacio, como "distorsiones" de las líneas de
universo que constituyen el espacio, como "discontinuidades" de campos,
etc.
b) En cuanto a la energía, en el sentido técnico de la palabra, no es
una realidad en sí, sino una propiedad de una sustancia que es fuente de
ella. Desde el punto de vista teórico, la energía designa ante todo una
función métrica de ciertas magnitudes, una de las cuales, al menos, es
variable; por ejemplo, de la masa y de la velocidad (energía cinética, que
de hecho sirve de energía de referencia, ya que todas las demás formas
pueden ser convertibles en ella). La energía en cuanto ente científico es,
pues, también, un ente de razón fundado en lo real. Al tomar un ejemplo
del dominio del campo electromagnético: en este ente, la energía se
distribuye según una gama extraordinariamente extensa: partiendo de las
longitudes de onda más cortas se halla los rayos cósmicos
(diezmilmillonésimas de mm), y después los rayos gamma, los rayos X, los
ultravioleta, y luego la pequeña gama de la luz visible (entre 0,4 y 0,8
milésimas de mm), los infrarrojos, y las ondas hertzianas, que van del
radar hasta las grandes ondas (es decir, del orden del mm a 10 km).
Mathemata mathematicis scribuntur: Célebre frase apropiada para
identificar los libros II al IV de De revolutionibus de Nicolás Copérnico
(1473-1543).
Mecánica Cuántica: La mecánica cuántica no quiere significar
otra cosa que un límite puesto a nuestra manera de describir la realidad.
En particular rechaza la posibilidad de representarnos las partículas
elementales de forma intuitiva, tanto si es en forma de ondas como de
corpúsculos y el motivo fundamental que parece inatacable: al nivel de las
partículas elementales, la realidad no puede ser conocida sin tener en
cuenta la interacción que provoca sobre ella la técnica operatoria del
observador. Para efectuar medidas a esta escala hay que utilizar
radiaciones del mismo orden de magnitud que, por definición, perturban el
fenómeno observado de manera imprevisible. Resumiendo, es el hombre mismo
quien, con su intervención, interfiere lo que quisiera medir; no puede ya
aprehender el hecho en su estado puro, aislado.
Los términos de onda y corpúsculo no designan algo real, sino solamente
una solución de ecuación de probabilidad. El corpúsculo no es exactamente
localizable; su presencia sólo es probable en una región del espacio; es
esta probabilidad la que designaría la onda asociada a él. Niels Bohr
formuló esa idea con su famoso principio de complementariedad: onda y
corpúsculo son dos aspectos complementarios de la realidad, de los cuales
uno desaparece cuando el otro se precisa.
Esta complementariedad es comparable a aquella otra inherente a la
audición de una sinfonía musical. Se puede intentar penetrar y comprender
esta sinfonía por dos procedimientos complementarios: dejarse absorber por
el ritmo para gustarlo en su puro significado artístico, fuente de
emociones musicales, o, por el contrario, intentar descomponerlo
científicamente, medir con los preparativos deseados las variaciones de
los sonidos, los armónicos, la naturaleza de los timbres, etc. Las dos
vías de acceso son difícilmente compatibles, pues ponen en funcionamiento
dos actitudes mentales muy diferentes; la elección de una borra la otra, y
viceversa.
Históricamente esta interpretación ha sido general durante unos treinta
años. L. de Broglie la adoptó durante mucho tiempo; pero desde 1952, el
fundador de la mecánica ondulatoria (en contacto con Bohm o Vigier) volvió
a la interpretación más realista que él mismo había adoptado en los años
1926-27, y que ha sido siempre la de otros pensadores célebres: Planck,
Einstein o Schrödinger; la idea general consiste en dar una significación
física a la onda de la mecánica ondulatoria, una representación más
concreta del corpúsculo y en creer en un determinismo de fondo, escondido
bajo las apariencias contradictorias (interpretación de autores soviéticos
del antiguo régimen). En este sentido, conforme al ideal cartesiano de
claridad, este grupo de físicos intenta salir de una perspectiva
probabilista a base de tentativas para solucionar estas dificultades de
interpretación. Como lo reconoce L. de Broglie, "parece que,
contrariamente a lo que pueden pensar algunas personas mal informadas, la
física teórica atraviesa en ese momento un período de gran marasmo" (Histoire
général des sciences).
A través de todas estas divergencias quizás surgen diferentes maneras
de comprender el papel de la ciencia y del hombre ante la naturaleza.
Pues, ante una abstracción cada vez más profunda de la física, hay en
primer lugar como una protesta del físico, una creencia en una realidad
que aunque sea difícil aproximarnos a ella, no por eso hay que dudar de su
objetividad, a pesar y a través de su misterio.
Mecanicismo: Para la nueva ciencia la naturaleza es mecánica,
por ser todo mensurable, y surgió la idea al asemejarla a una enorme
máquina; por tanto, todo debe poderse explicar por "modelos mecánicos". La
mecánica fue el ámbito de la física hacia el que se dirigió en primer
lugar la renovación científica, desde el renacimiento. Desde Descartes se
consideró como el modelo típico de la nueva inteligibilidad, la de orden
matemático. La nueva ciencia renuncia a "sentir" cualitativamente la
naturaleza (es demasiado subjetivo), no podía sino intentar
representársela imaginativamente, según un modelo mecánico. El ideal
mecanicista dominará toda la ciencia y contribuirá en gran medida a su
progreso. Los anglosajones concebían los modelos de manera material y los
franceses los reducían a figuras geométricas.
Se tuvo que esperar el advenimiento de la ciencia contemporánea para
asistir al declive del mecanicismo estricto, incapaz ya de proporcionar
modelos adecuados a toda la realidad. Los nuevos descubrimientos mostraron
que la naturaleza difícilmente podía ser representada por modelos tomados
de la experiencia microcósmica; por ello se apelará a un nuevo
instrumental matemático (por ejemplo, las geometrías no euclidianas).
Tomás Hobbes pretendió explicarlo todo, tanto la naturaleza material
como el espíritu humano, mediante un mecanismo metafísico; elaboró un
sistema tan mecanicista como el de Descartes, eliminando pura y
simplemente uno de los datos del problema en un a priori filosófico; y
semejante extrapolación del mecanicismo al terreno espiritual se reduce a
una voluntad de querer ignorar todo lo que la actividad espiritual tiene
de original e irreductible a las características de la materia (no es
localizable, inextensa, simple; aprehende lo universal y revela una
interioridad, etc.).
Para Descartes el mecanicismo ciertamente era universal, pero sólo en
el ámbito de la materia y de la cantidad; era aplicable a todos los seres
vivientes (animales-máquinas) y de un modo especial al cuerpo humano.
Demostró este hecho el descubrimiento de la circulación de la sangre por
Harvey en 1628, con el modelo mecánico sugerido por los movimientos del
corazón. Este mecanicismo relativo (limitado a la materia) rechazaba toda
explicación animista de la naturaleza y la noción de alma humana quedaba
eliminada por su ambigüedad; pues en la tradición escolástica el alma del
hombre designaba a la vez el principio de la vida corporal y el principio
de la vida espiritual, que se expresaba en el pensamiento. Descartes
separó radicalmente estas dos funciones.
La preocupación del mecanicismo limitado por respetar la
espiritualidad, constituye una solución peligrosa y no puede pretender ser
la única explicación racional; pues, instaura un profundo dualismo en el
hombre. Este dualismo puede tener sus ventajas, al separar las técnicas
(matemáticas para la materia, reflexión a la manera del cogito para el
espíritu); es fuente de múltiples dificultades: imposibilita la
explicación de la inteligibilidad de la materia por el espíritu humano.
Este dualismo abre el camino a la exploración unilateral, pues los
sucesores de Descartes la han buscado, eliminando una u otra de las dos
realidades en cuestión: el idealismo que sólo tiene en cuenta el
pensamiento como única realidad, y el espiritualismo desencarnado, cuya
herencia ha marcado profundamente el pensamiento cristiano moderno; y el
materialismo en sus diversas formas, para el cual el espíritu no es más
que un producto de la materia, o un epifenómeno sin consistencia.
El mecanicismo es un ejemplo típico de una explicación plenamente
válida a nivel del método científico y aun dentro de límites estrictos.
Pero, fuera de este caso, constituye una extrapolación indebida. Lo que
fue puesto en duda en el mecanicismo en su forma cartesiana, ya superada,
es su pretensión de querer explicarlo todo con figuras y movimientos,
representándose el mundo como un gran juego de billar.
Mecanismo de aislamiento: Es un proceso o condición natural
mediante el cual pueden quedar aisladas, separadas entre sí, subespecies o
especies estrechamente relacionadas. E. Mayr califica estos mecanismos en
tres tipos: 1) Una limitación del área de dispersión, impidiendo
potenciales apareamientos. El agua salada, por ejemplo, puede separar
entre sí peces de agua dulce. 2) La restricción del apareamiento entre los
organismos diferenciados; los principales factores que limitan el
apareamiento en ausencia de aislamiento son: diferencias ecológicas, como
hábitat distinto; diferencias en el comportamiento, como modos de cortejo
y de cría distintos; diferencias mecánicas en los órganos copulatorios. 3)
La disminución de la fertilidad, que, a pesar de que exista algún
cruzamiento, se dan pocos descendientes (Systematics and the Origin of
Species, 1942).
Medida de una relación: En la ciencia el punto de partida es una
magnitud mensurable. Primeramente, se trata de captarla en toda la
variedad de los fenómenos que se ofrecen a la observación; por tanto, en
sí es un hecho ya elaborado, que corresponde a todo un contexto ideológico
y teórico previo. "La ciencia busca, afirma J. Ullmo, sus objetos, los
construye, los elabora; no los encuentra hechos, dados en la percepción o
en la experiencia inmediata" (La pensée scientifique moderne, 1958). Para
ello, como que la medida supone que el hecho medio sea repetible, hay que
buscar relaciones entre los fenómenos que presentan esta cualidad, y esta
búsqueda supone ya una intensa actividad racional, compuesta de juicios de
comparaciones, de delimitaciones, etc., que acaban en una inducción,
animada por un cierto a priori constructivo del espíritu (por esto será
llamada síntesis inductiva), realizado todo utilizando una instrumentación
cuyo registro de medidas corresponde a la magnitud que hay que medir.
Estas relaciones repetibles, establecidas de este modo son la verdadera
adquisición científica, y su expresión matemática desemboca entonces en la
formación de leyes científicas.
Mentalidad moderna: Conviene resumir, en sus rasgos generales,
la formación de la mentalidad moderna, en cuya oposición al pasado
medieval radica en gran parte el origen del divorcio que separa a la
Iglesia del mundo contemporáneo, cada vez más modelado por la ciencia,
pues intentar reanudar un diálogo sólo es posible si se es consciente de
todo lo que separa. Si bien se trata de un ámbito limitado de la ciencia y
de la filosofía de la naturaleza, no obstante, constituye uno de los
aspectos fundamentales del mencionado divorcio. En efecto, por una parte
la Iglesia ha permanecido fiel al aristotelismo como estructura racional
integrada en el tomismo y, por otra, si el mundo moderno ha repudiado a
Aristóteles, es principalmente a propósito de su filosofía de la
naturaleza. Tal repudio se da en un contexto amplio:
1) En el plano político, el ideal de unidad de la cristiandad medieval
quedó abandonado en provecho del surgimiento de un mosaico de estados,
monarquías modernas más o menos absolutas, tendiendo a eliminar la
influencia unificadora de la Iglesia y promoviendo la laicización
progresiva de las costumbres políticas. 2) En el plano religioso, la
reforma protestante consumó la ruptura de la unidad espiritual en una
emancipación de la tutela de la iglesia romana: nacieron iglesias
separadas nacionales, más o menos vinculadas al poder secular en oposición
al pasado medieval. 3) En el plano social y cultural, la idea medieval de
un universo centrado en Dios quedó sustituido lentamente por otro centrado
en el hombre, en un largo movimiento de laicización, de profanación.
Emancipación del hombre, naturalismo, laicización, antropocentrismo,
son algunos de los principales rasgos del nuevo espíritu para el cual el
legado medieval parecía ser más una carga y un obstáculo que una herencia
a explorar. No obstante, sigue siendo cierto que muchos de los innovadores
fueron en realidad, y en muchos casos sin saberlo, continuadores de la
tradición; incluso se ha podido hablar de las fuentes escolásticas del
cartesianismo.
Metafísica: O primera filosofía es, para Aristóteles, la primera
de todas las ciencias que especula sobre las primeras causas de la
realidad y los primeros principios de la razón (abarca tanto la ontología
como la teología natural), y que posteriormente fue llamada "metafísica"
precisamente por los escritos aristotélicos que tratan de ella.
Claude Buffier (1661-1737) considera que "el objeto de la metafísica es
hacer un análisis tan exacto como se pueda de los objetos del espíritu que
se piense sobre todas las cosas con la mayor exactitud y la mayor
precisión", y que "su fruto más sólido" es "hacernos conocer los límites
de nuestro espíritu y la vanidad de tantos filósofos antiguos y modernos".
En 1717 afirmaba: "la metafísica de Locke hizo que una parte de Europa
abandonase ciertas ilusiones disfrazadas de sistema", hecho que confirma
D'Alembert, quien no dudó en escribir en el Discurso preliminar a la
Enciclopedia (1751): "Puede decirse que Locke creó la metafísica, casi con
la misma seguridad con que Newton había creado la física".
De la metafísica de Descartes a la "metafísica" de Locke puede medirse
la separación y la caída. Pero justamente lo que determina a los ojos de
los filósofos el mérito principal de Locke es el haber destruido en sus
fundamentos la concepción que, de Aristóteles a Descartes, había cobrado
auge acerca de la metafísica, y esto, precisa Voltaire (decimotercera
carta), destruyendo las ideas innatas y estableciendo que todas nuestras
ideas vienen a nosotros por los sentidos (los filósofos olvidan
gustosamente que Locke unía la reflexión a la sensación como fuente de
nuestras ideas).
A la ciencia que estudia los seres naturales, es decir, "físicos"
llamamos Física. Más allá de esta ciencia hay otra. Es la ciencia de los
entes que se encuentran más allá de los seres físicos; es la ciencia de
los entes "metafísicos", es decir, de los entes que son formas
subsistentes de sí mismos; tales entes están enteramente en acto; no son
el asiento de ningún movimiento: se dice que son actos puros inmóviles.
Sustraídos al movimiento, tales entes no tienen naturaleza y no son entes
naturales; por lo que puede denominárselos "metanaturales" lo mismo que
"metafísicos", pues es la misma cosa.
La metafísica estudia "el ente en tanto que ente" según Aristóteles, es
decir el Acto puro, el ente en tanto que no devenir. Según Tomás de Aquino
el Acto puro es Dios, es la Forma en acto, objeto de la metafísica. (Ver
Dogma metafísico, Saber científico, Ser metafísico)
Método: Conjunto de procedimientos para lograr algo. El método
de Aristóteles, a pesar de sus inmensos méritos, no estuvo a la altura de
la tarea; influido por la juventud de la obra, poco crítico, con
frecuencia le ha faltado unidad, ha mezclado los campos (a la vez
filosófico y científico) traicionando así la preocupación profunda de su
autor: con el ardor de una búsqueda documental gigantesca. Es importante
considerar la apreciación que P. Brunet hace del método aristotélico: "Por
la preponderancia que concede a la investigación de los conocimientos, es
decir, de los fenómenos que acompañan al hecho estudiado, y que,
aprehensibles por los sentidos, forman la base del conocimiento
científico, el estagirita llega a reconocerle a la observación metódica el
papel primordial en las ciencias de la naturaleza" (La science dans
l'antiquité et le Moyen Age, en Histoire de la science, 1957).
Georges-Louis Buffon (1707-1788) considera que el verdadero método
consiste en recurrir a las observaciones, en reunirlas distinguiendo los
hechos esenciales, de los que sólo son accesorios en cuanto al objeto
considerado, luego en enlazarlas por la fuerza de las analogías, después
de lo cual podrá formarse el plan de explicación por la combinación de
todas estas relaciones, que habrá de presentar en el orden más natural,
sirviéndose siempre de las experiencias, para "tratar de arribar a ese
alto grado de conocimiento en el que podemos juzgar que los efectos
particulares dependen de efectos más generales, y en el que podemos
también comparar la naturaleza consigo misma en sus grandes operaciones".
Método científico: La ciencia es lo que es - conocimiento
objetivo con todos los rasgos específicos - precisamente porque avanza de
acuerdo con un método definido, porque comprueba y funda sus teorías a
través de las reglas que constituyen el método científico. En opinión de
Galileo, éste método no consiste sino en las experiencias sensibles y en
las demostraciones necesarias. Las experiencias sensibles son aquellas
experiencias que se realizan a través de nuestros sentidos, es decir las
observaciones y, en especial, las que hacemos con la vista. Las
demostraciones ciertas son las argumentaciones en las que, partiendo de
una hipótesis (ex suppositione; por ejemplo, de una definición
físico-matemática del movimiento uniforme), se deducen con rigor aquellas
consecuencias ("y demuestro de forma concluyente muchos accidentes") que
luego tendrían que darse en la realidad. Mediante el anteojo Galileo
trataba de potenciar y perfeccionar la vista natural.
El "Dime cómo te buscan y te diré quién eres" es la humorada aplicada
por Bachelard al electrón (Le nouvel esprit scientifique, 1942) expresa
claramente la importancia del método de la ciencia. En efecto, la manera
más precisa de determinar el objeto formal de una ciencia consiste en
tomar como punto de partida el método empleado por ella, puesto que siendo
el método el medio de entrar en contacto con la realidad, permite
descubrir el nivel al que apunta la ciencia que lo emplea es decir, lo que
quiere alcanzar en su objeto. Al definir su propio método, la ciencia
define por este hecho su ámbito y su objeto.
Pero, ¿cuál es el método propio de la ciencia en general? Esencialmente
consiste en una técnica operatoria, esto es, en una experimentación que
concluye en una medida. Y antes de analizar esta dialéctica señalemos su
originalidad con relación al conocimiento vulgar, que particularmente se
basa en las sensaciones, participa en lo que tienen ellas de subjetivo, de
personal para el observador y, por tanto, de incomunicable. Pues, visto
que la sensación es el encuentro vivo entre un fenómeno y un ser humano
(es el acto común del que siente y de lo sentido, decían acertadamente los
escolástico), es difícil separar, a partir de ella, lo que viene del
observador de lo que viene del objeto sentido; por ello F. Renoirte
(1894-1958) afirma: "si algo mío hay en una sensación, hay que reconocer
que me instruye a la vez acerca del objeto material que conozco y acerca
de mí mismo que lo conozco" (Eléments de critique des sciences et
cosmologie, 1945).
La técnica operatoria consiste en poner en el lugar de nuestros órganos
sensoriales un proceso material capaz de manifestar de una manera más
imparcial el desarrollo del fenómeno percibido por nuestros sentidos
(dilatación de una columna de mercurio para la temperatura, despliegue de
un espectro luminoso para los colores, etc.). Se trata de una
transferencia en el medio de encuentro con el mundo, especie de intérprete
que sustituye nuestros órganos sensoriales por un instrumento apropiado.
Por el hecho de que la técnica operatoria acaba generalmente con la
lectura de un cuadrante, de un gráfico advierte la coincidencia de dos
rasgos, conserva radicalmente un carácter sensorial elemental, por lo
menos de un orden visual. Por tanto, aunque limitada es esta mediación
sensorial la que asegura en último término la información instrumental.
Pero, no debe limitarse el método científico a la pura técnica
instrumental y material. Por el método operatorio hay que entender sobre
todo una operación del espíritu, una manera de pensar y de enfocar el
acceso a la realidad. El instrumento material no es más que la expresión
de esta intención del espíritu, la encarnación de una idea directriz y de
un proyecto interrogador. Y la idea que preside entonces la construcción y
el empleo del instrumento deriva de la definición operatoria de la
ciencia, modo específico de ponerse en contacto con la naturaleza y de
interrogarla.
Este método revela inmediatamente sus ventajas considerables explicando
todo el resurgimiento de la ciencia:
1) hace posible que la ciencia alcance verdaderamente su fin,
asegurándole, en el punto de partida, una real imparcialidad y
objetividad. Con dicho método, la ciencia realiza su ideal: llega a
resultados universales y comunicables, cosas todas ellas que la sensación
y la percepción no pueden procurar. Con razón afirma F. Renoirte "para
comprender mejor que las propiedades físicas son definidas únicamente por
la descripción de sus procedimientos de medida, se puede imaginar una
oposición a propósito de una propiedad cualquiera. Un interlocutor dice:
'Esto está caliente', 'Eso es verde', 'Aquel instrumento musical da un
la', 'La corriente pasa'. Otro interlocutor enuncia proposiciones
contradictorias. La sabiduría de las naciones, que desespera de ponerlos
de acuerdo, concluirá: 'De gustibus et coloribus non est disputandum'.
Pero el físico no prestará oídos a la disputa; abrirá el armario de los
instrumentos y sacará de él un termómetro, un espectroscopio, un marcador
de presión y un amperímetro; aplicará a los objetos en estudio los
procedimientos de medida que definen las propiedades físicas, y
proclamará: '17 grados centígrados; ángulo de refracción, 7 grados 25
minutos; 870 vibraciones por segundo; 5 amperios'. Y nadie discutirá ya...
Si se toca en la misma sala fría un trozo de madera y después un trozo de
hierro, el segundo da una sensación de más frío que el primero. El
termómetro muestra que ambos tienen la misma temperatura. Un estudiante
interesado por la lección del día o recién despertado de una modorra
exclama: '¡Qué corta ha sido hoy la clase!' Otro, cansado o aburrido,
suspira: 'Qué larga!' El físico correcto mira discretamente su reloj y
zanja la cuestión: 'Han pasado treinta y cinco minutos'" (Eléments de
critique des sciences et cosmologie, 1945).
2) Amplía considerablemente la información del hombre acerca del mundo
puesto que el proceso operatorio puede seguir registrando el fenómeno
observado en ámbitos inaccesibles para nuestros sentidos, ya que éstos
tienen una receptividad limitada (incluso se alteran irresistiblemente más
allá de un determinado nivel de excitación). Por ello, desde un punto de
vista sensorial, hablar de una temperatura de 500 grados o de 1.500 no
tiene ningún significado: en uno y otro caso, mi receptor sensorial se
achicharraría sin matiz apreciable para él.
3) Esta información instrumental puede revelar categorías de fenómenos
insospechadas, porque no dicen nada a nuestros sentidos que permanecen
totalmente cerrados a ellas (por ejemplo, el magnetismo, las vibraciones
electromagnéticas fuera de las luminosas, los ultra-sonidos, etc.). En
resumen, la técnica operatoria no hace más que sustituir nuestros sentidos
en la apreciación de los fenómenos; toma verdaderamente su revelo para
prolongarlos más allá de sus capacidades (microscopio, telescopio) e
incluso para descubrir nuevos ámbitos de la naturaleza, situados fuera de
los registros percibidos por nuestros sentidos (todos los detectores
electromagnéticos, por ejemplo).
Los atributos del método científico son: la precisión, la exactitud y
un meticuloso cuidado en la experimentación.
Método matemático: Es curioso comprobar que el esfuerzo
científico fue más bien tarea de la escuela franciscana, de inspiración
agustiniana y platónica (junto con algunos aristotélicos como Roberto
Kilwardby), con sus principales representantes de Oxford, Roberto
Grosseteste (1168-1253), Dietrich de Friedberg y sobre todo Rogerio Bacon
(1214-1294), que supieron aliar la especulación metafísica con el afán de
investigación científica, el empleo del método matemático en el estudio
cuantitativo de los fenómenos naturales. De hecho, hay que buscar entre
ellos a los precursores de la ciencia moderna.
Mistificación: Ocultamiento, engaño sutil.
Mito: El mito era la forma adoptada por la relación
antropomórfica del hombre en continuidad con el cosmos, según diversos
temas que se encuentran en la mayor parte de las mitologías, temas que
personalizan y finalmente divinizan los elementos esenciales del universo
(el cielo, la tierra, el mar, el sol, etc., cada uno con un carácter y una
relación especial con el hombre).
Una expresión práctica de este comportamiento era el rito mágico; la
magia tenía entonces una finalidad interesada, el deseo de actuar sobre la
naturaleza, de utilizar sus fuerzas; era entonces, en el fondo, la misma
dialéctica que la de la técnica actual; ésta utiliza los recursos de la
ciencia de la naturaleza, la magia explotaba la convicción animista. Se
trataba del mismo deseo: descubrir los secretos de la naturaleza para
obrar sobre ella, apropiársela por el pensamiento, en resumen, situarse
ante ella en una situación privilegiada; sólo los medios eran distintos:
los ritos mágicos establecían en cierta manera un cortocircuito en el
proceso de apropiación, con la persuasión de una comunión fundamental
establecida por el rito; éste partía de la idea de que el cuerpo humano
era el instrumento de esta simpatía y participación cósmica, y que el
lenguaje constituía su significación misteriosa; de aquí el carácter
ritual y verbal de la explicación mítica y animista de la naturaleza, que
se encuentra al principio de todas las civilizaciones (la Biblia, por
ejemplo, nos da ejemplos de esa convicción: el hecho de poder dar un
nombre a un ser significaba el dominio del hombre sobre él; y aun hoy,
¿cuántos contemporáneos nuestros están convencidos del carácter mágico de
la palabra, para dispensarse de una acción más eficaz?).
La técnica moderna tiende también al mismo fin, pero con una eficacia
totalmente distinta, resultando de una lenta y laboriosa exploración de
las leyes naturales por la investigación científica. En otros términos, se
trata siempre de la búsqueda de una causalidad, de una inteligibilidad de
la realidad, de un lado, por la mediación de un rito de comunión
antropocósmica, de otro, por una técnica que explota las leyes de la misma
naturaleza.
Modernos: Aunque se haga partir generalmente los "tiempos
modernos" de la toma de Constantinopla por los turcos (1453) o del
descubrimiento de América por Cristóbal Colón (1492) y la vía moderna o
"vía moderna" de pensar remonte todavía más arriba, con anterioridad al
edicto de 1474, hasta el primer tercio del siglo XIV (1328, Guillermo de
Occam, Pensamiento Cristiano), sin embargo, hacemos partir de Descartes,
o, si se quiere, de la muerte de Enrique IV (1610), la historia del
"pensamiento moderno", tomando este término, según la justa distinción de
Rudolf Euken ´1846-1926' (Geistige Strömungen der Gegenwart), no en el
sentido de "modernidad de superficies", o de moda, que consiste en la
ignorancia o desprecio de la tradición, el amor a la novedad a cualquier
precio, el reclamo (en filosofía las modas adquieren carta de naturaleza
más que en ninguna otra parte), sino en un rejuvenecimiento natural y
necesario de los modos de pensamiento antiguos, que corresponden a las
transformaciones reales y progresivas que se operaron o que van a operarse
en el seno de la sociedad, de la vida y del pensamiento humanos, sin
alterar por lo demás el sentido de la philosophia perennis, sino, por el
contrario, prolongándola.
Motivación: Con el vocablo motivación se indican globalmente los
dinamismos que activan, dirigen y sostienen el comportamiento. Más
específicamente, el esquema epistemológico de cualquier teoría
motivacional se podría articular en las siguientes preguntas: ¿Cómo se
origina el comportamiento? ¿De dónde provienen la energía y la constancia
que sirven para mantener el comportamiento y su orientación? ¿Cuáles son
las causas que pueden bloquearlo o hacerlo desbordar de sus objetivos? y,
¿cuáles son las reacciones subjetivas que se verifican dentro del
organismo mientras tienen lugar todos estos procesos?
Es también necesario clarificar si los "motivos" que inducen el
comportamiento son exclusivamente "primarios" (es decir, no aprendidos,
innatos) o si existen también "motivos" secundarios (es decir, aprendidos,
que surgen debido a las presiones sociales, debido a las interferencias
socio-culturales). En el caso en que se pueda suponer la exigencia (junto
a los motivos primarios, innatos) de motivos secundarios, aprendidos,
sociales, será necesario precisar qué relación existe entre unos y otros.
Es decir, ¿son los motivos secundarios una derivación de los primarios o
más bien tienen también ellos carácter de originalidad o, por lo menos, de
independencia respecto a las motivaciones primarias, fisiológicas y
pulsionales? De manera más específica, ¿el hombre actúa en función del
mantenimiento y del restablecimiento de equilibrio homeostático, es, en
suma, motivado sustancialmente por impulsos fisiológicos y pulsionales o
más bien por "exigencias" que no tienen nada que ver con el equilibrio
homeostático (incluso, a veces, en claro contraste con él) y que definimos
como "ideas guía", "intenciones" y "valores"?
Según Lagache, la motivación podría definirse como "un estado de
disociación y de tensión que pone en movimiento el organismo hasta que ha
reducido la tensión y recobrado su unidad". El estudio de la motivación
debe buscar, entre las múltiples causas de un acto, aquellas que ponen en
movimiento el organismo, es decir, prácticamente, las que son más
susceptibles de manipulación.
Motor: "El motor inmóvil está en todo acto, y no puede de ningún
modo ser diversamente de lo que es... Es, pues, ser necesariamente, pero
de una necesidad óptima... De tal principio depende el cielo y la
naturaleza." (Aristóteles). Tomás de Aquino parte del principio de que
"todo lo que se mueve es movido por otro". Y, "si lo que mueve a otro es,
a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas
no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor
y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios
no se mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo
mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente,
es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste
es el que todos entienden por Dios" (S.T. 1, q. 2, a. 3). Tal prueba la
ratifica el mismo Kant en la Crítica de la Razón Pura.
Movimiento: Aristóteles definió el movimiento como "la
entelequia de lo que está en potencia", definición que se hizo célebre a
través de los siglos. Aristóteles distinguió cuatro especies de
movimiento: alteración, traslación (local), sustancial (generación y
corrupción) y cuantitativo (aumento y disminución).
La explicación del movimiento local nos ofrece un ejemplo típico.
Queriendo aplicar a la letra el principio "todo lo que es cambiado (o
movido) es cambiado (o movido) por otro", Aristóteles explicaba el
desplazamiento de un proyectil por la acción que el aire, removido por el
agente propulsor, ejercía sobre el proyectil; por eso se negaba a admitir
la propagación del proyectil en el vacío (este problema ha desempeñado un
papel importante en la historia de las ideas). Sin embargo, algunos
escolásticos tuvieron el mérito de ver la endeblez de esta explicación, y
establecieron el principio de la conservación, en el proyectil, de una
fuerza de impulsión inicial (ímpetus), con lo que preludiaba el
descubrimiento del principio de inercia (un cuerpo en movimiento continúa
moviéndose, si ninguna fuerza lo contraría).
En Alberto de Sajonia (1316-1390) y Nicolás de Oresme (¿-1382), la
doctrina física del ímpetus se desliga cada vez más de prejuicios
aristotélicos y busca apoyo y confirmación en la experiencia. Es notable
su teoría sobre el movimiento local concebido como un fluxus intrínseco al
móvil, pero distinto de él, y de tal naturaleza, que en sí mismo no tiene
necesidad de ser referido a ningún lugar externo.
Mundo: Tomás de Aquino refiere todo el universo a Dios según una
doble relación fundamental: 1) en un movimiento descendente (exitus), el
mundo emana de Dios, extrae de su sabiduría creadora su ser, su actividad
y su significación; por su acción esencialmente polivalente y primera,
Dios es la fuente de toda actividad en el universo, que se diversifica en
cada criatura según su modo propio (causalidad segunda); esta relación
íntima de dependencia respecto a Dios, como fuente del ser, es permanente
y constituye el sentido formal de la idea de creación; esta dependencia
manifiesta la inmanencia de Dios en el mundo, porque éste para subsistir
necesita constantemente el influjo divino que lo penetra hasta lo íntimo
de sí mismo; 2) en un movimiento ascendente (reditus), el universo es como
levantado por una finalidad que lo recorre en todas sus dimensiones y lo
empuja a volver a Dios, a remontarse hacia su autor, para expresar su
grandeza, "puesto que todas las criaturas realizan, afirma Jean-Marie
Aubert, cada una en su orden, una idea de Dios, un proyecto creador,
vuelven hacia él cumpliendo sus designios, desarrollando sus propias
perfecciones... En suma, el fin último de toda criatura (incluso el
hombre) es el de hacerse semejante a Dios, y esto en grados infinitamente
variables, en razón de la riqueza infinita e inagotable del divino modelo
y de las perfecciones divinas realizadas en las criaturas" (Recherche
scientifique et foi chrétienne, 1965).
Los dos movimientos, descendente y ascendente, se expresan con la
fórmula tradicional: Dios es el alfa y el omega de todo. Lo cual implica
una profunda valorización del mundo sublunar, el mundo terrestre, sede de
las mutaciones, del devenir y de la inestabilidad fundamental. La ciencia
moderna, al reducir a la nada la distinción entre mundo astral
(incorruptible) y mundo terrestre (corruptible) y al generalizar para todo
el universo las características de este último mundo, hará posible dar una
extensión cósmica general a esta visión religiosa de santo Tomás de
Aquino.
"El mundo es todo aquello que acontece", afirma L. Wittgenstein, "lo
que acontece, el hecho, es la existencia de los hechos atómicos" y "el
hecho atómico es una combinación de objetos (entidades, cosas)". Mas
adelante afirmará que "los objetos constituyen la sustancia del mundo. Por
eso no pueden ser compuestos".