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L a G r a n E n c ic l o p e d i a
I l u s t r a d a d e l P r o y e c t o
S a l ó n H o g a r
DICCIONARIO
FILOSÓFICO CIENTÍFICO
Aquel que hace que todo
lo dificil luzca facil, es el buen educador. H.G.
Proyecto
Salón Hogar
A-B-
C-
D-
E-F-G-
H-I-J-K-L-
M-N-O-
P-Q-R-S-
T-U-V
Ecología: El término es utilizado por primera vez en 1886 por el
biólogo Ernest Heinrich Haeckel (1834-1919); y desde allí se han propuesto
numerosas definiciones, pero ninguna aparece plenamente satisfactoria. De
todas maneras, en sentido general se puede afirmar que la ecología es
actualmente la ciencia que estudia las relaciones que los organismos vivos
tienen entre sí y con el ambiente que los rodea, y que, por tanto, su
interés está orientado principalmente al problema del equilibrio
ambiental. El mismo Haeckel escribía: "la ecología es el estudio de todas
aquellas interrelaciones complejas consideradas por Darwin como las
condiciones de la lucha por la vida".
Por obra de los estudiosos americanos a partir de los años 1940, se va
clarificando la naturaleza de la ecología, entendida como ciencia que
estudia los organismos vivos no sólo en relación con el ambiente, sino
también en sus recíprocas interdependencias. La búsqueda de la relación
existente entre los organismos vivos se convierte de esta forma en la
búsqueda de los principios que regulan la estructura y la vida de las
comunidades animales y vegetales y que garantizan su supervivencia.
Educación: La interpretación de Juan Bautista Vico (1668-1744)
en Ciencia Nueva, parece interesante por tres motivos: 1) porque no sólo
se habla de la educación del alma y de la educación del cuerpo, sino que
también, a través de la analogía del "sacar", se hace referencia al hombre
en la totalidad de su ser; 2) se debe tener en cuenta que Vico pone en
marcha el discurso sobre la "economía", es decir, sobre aquel comienzo de
la vida social que está representado por el momento familiar; esto
significa que es posible hablar de educación sólo haciendo referencia a
una situación que no puede no definirse como social; 3) la doble
etimología, por lo que educación es educere y también educare, más allá de
la consideración alma-cuerpo, lleva a identificar el doble proceso por el
que, si por una parte el alma se saca, es decir, se libera de los vínculos
del cuerpo, por otra es el cuerpo de la medida humana el que se saca de
los "desmedidos cuerpos gigantescos", lo que comporta evidentemente una
acción de adaptación, de plasmación, de conmensuración y, en suma, de
"formación", como se denomina con frecuencia la educación.
Según Rousseau la educación deberá ser, en principio, una "educación
negativa", pero una educación cuyo fin, este positivo, sea el de conservar
los sentimientos naturales y el de dejarlos madurar, el de mantener la
libertad regulándola sobre la ley de la necesidad; en suma, "el de dejar
actuar a la naturaleza", operando "una elección en las cosas que se deben
enseñar, así como en el tiempo apropiado para aprenderlas".
La educación es ante todo premisa y condición de vida social: no en
vano sobre esta base se llegará a definir exhaustivamente la educación en
términos de socialización. La educación no puede quedarse en un
magistrocentrismo ni menos en un amaestramiento.
Educar es permitir, por medio de actos concertados, que un ser humano
llegue a ser finalmente lo que es. Educar es personalizar y es humanizar.
Por consiguiente, educar es conducir a un ser consciente, libre,
responsable, al mayor grado posible de lucidez y de verdad, de autonomía y
de voluntad, para llenar finalmente su vida de unos bienes que son los
bienes propios de los hombres, bienes espirituales, valores ideales; todo
ello por medio de unos actos que elijan esos bienes, que los inscriban en
la existencia de cada día. Por tanto, educar es hacer a uno capaz de crear
su vida como una obra eminentemente original, tan única como es única la
persona.
Educación (principios de la): J.J. Gallagher en 1964 enunciaba
los siguientes principios: 1° Organizar y basar el programa principalmente
en la enseñanza de conceptos mas que de hechos; 2° permitir elecciones de
proyectos más personales, concediendo un control competente; 3° poner al
alumno en la mayor medida posible en contacto con miembros más capaces y
cultos del cuerpo de enseñantes; 4° seguir el principio general de que 'la
verdad es algo que hay que buscar más que algo que hay que constatar'; 5°
mejorar la preparación del enseñante tanto desde el punto de vista
cultural como pedagógico".
"En el orden natural, al ser los hombres todos iguales, su vocación
común es el estado de hombre, y quien se haya elevado bien para este no
puede llenar mal los que con él tienen relación... Vivir es el menester
que quiero enseñarle. Al salir de mis manos no será, puedo afirmarlo, ni
magistrado, ni soldado, ni sacerdote: será primeramente hombre" (El Emilio
de Rousseau, en Historia del pensamiento de Jacques Chevalier, p. 510)
Electricidad: El descubrimiento de la naturaleza corpuscular de
la electricidad (electrón) debía llevar, por efecto de la teoría de los
cuantos a concebir toda irradiación electromagnética (no material) como
teniendo también una estructura corpuscular; de aquí el descubrimiento del
fotón (1912). El descubrimiento de los rayos cósmicos, provenientes del
espacio extraterrestre y dotados de gran energía, llevó a ver en ellos
partículas cargadas eléctricamente. Su estudio ulterior constituyó un
importante capítulo de la física nuclear y permitió observar en la
naturaleza interacciones de partículas. De este modo se descubrió el
electrón positivo o positrón, en 1933. Finalmente, el estudio de ciertas
irradiaciones, no cargadas eléctricamente, condujo al hallazgo importante
del neutrón en 1932, lo que completó la lista de las partículas estables
del átomo (protón, neutrón, electrón). En 1934, Enrico Fermi (1901-1955)
empleó los neutrones (que por no tener carga eléctrica no eran rechazados
por otros núcleos), para llevar a cabo desintegraciones nucleares,
anunciando la liberación de las enormes energías que debían acabar en la
preparación de las primeras bombas atómicas en 1945 (fisión del uranio en
1939 y primera pila atómica en 1942).
Todos estos hallazgos progresivamente proporcionaron el medio de
representarse la arquitectura del átomo: modelo del lord Ernest Rutherford
(1871-1937) según la analogía de un sistema solar en reducción (núcleo con
sus órbitas de electrones); luego el modelo "cuantificado" de Borh; los
modelos de Heisenberg-Borh: composición del núcleo en protones (cargados
positivamente y correspondiendo al número de electrones negativos) y de
neutrones, cuyo número variable permitió explicar la naturaleza de los
isótopos (cuerpos de la misma naturaleza química, porque poseen el mismo
número de protones y de electrones pero de masas diferentes, en razón del
número diferente de neutrones); modelo de gota de Gamow para el núcleo
(para explicar las fuerza de cohesión entre protones y neutrones), etc.
Los progresos de la teoría y el empleo de los aceleradores de
partículas (ciclotrones u otros), llevó al descubrimiento del neutrino
(previsto por el cálculo) y del mundo extraño de las partículas efímeras
que son los diversos mesones (duración inferior a millonésimas de segundo)
y aquel no menos raro de las antipartículas.
Si los físicos, al principio, aún bajo la influencia del clima
mecanicista clásico, estuvieron tentados de representarse estos
corpúsculos de forma bastante material (en forma de bolas), pronto
supieron concebirlo de una forma mucho más abstracta, intentando
integrarlos en las teorías de los campos, electromagnéticos y nucleares,
de los que son la manifestación.
Electrón: Desde la mitad del siglo XIX se conocían los rayos
catódicos. Estos se manifiestan en los tubos que contienen gases
enrarecidos (tubos de Geissler), por el defecto de una descarga eléctrica
y emanan del electrodo negativo. Siendo influenciables por el imán,
capaces de calentar un obstáculo metálico, tenía que atribuírseles una
naturaleza material y corpuscular (demostración de J. Perrin en 1895). El
electrón adquiría así derecho de ciudadanía en la ciencia, primera
partícula (electrizada negativamente) iniciadora de una serie que se iría
alargando. Wilhelm Konrad Roentgen, descubriendo los rayos X en la misma
época, abría el camino a la explicación de la naturaleza de los
electrones, y de su vínculo con el mundo de las ondas electromagnéticas.
El descubrimiento de la naturaleza corpuscular de la electricidad (el
electrón) debía llevar, por efecto de la teoría de los cuantos a concebir
toda irradiación electromagnética (no material) como teniendo también una
estructura corpuscular; de aquí el descubrimiento del fotón (1912). El
descubrimiento de los rayos cósmicos provenientes del espacio
extraterrestre y dotados de gran energía, llevó a ver en ellos partículas
cargadas eléctricamente. Su estudio ulterior constituyó un importante
capítulo de la física nuclear y permitió observar en la naturaleza
interacciones de partículas. De este modo se descubrió el electrón
positivo o positrón, en 1933.
Finalmente, el estudio de ciertas irradiaciones, no cargadas
eléctricamente, condujo al hallazgo importante del neutrón en 1932, lo que
completó la lista de las partículas estables del átomo (protón, neutrón,
electrón). En 1934, Fermi empleó neutrones (que por no tener carga
eléctrica no eran rechazados por otros núcleos), para llevar a cabo
desintegraciones nucleares, anunciando la liberación de las enormes
energías que debían acabar en la preparación de las primeras bombas
atómicas en 1945 (fisión de uranio en 1939 y primera pila atómica en
1942).
Elementos: Completando la doctrina hilemórfica propiamente
dicha, se encuentra en Aristóteles la continuación de la teoría (que
proviene de Empédocles) de los cuatro elementos (agua, aire, tierra y
fuego), pero más elaborada y adaptada. Aristóteles no retuvo la
correspondencia establecida por Platón entre los elementos de los cuerpos
y los poliedros, pues, habiendo eliminado de su doctrina la posibilidad
del vacío (= no ser), no podía retener, de todos los poliedros, más que el
cubo y el tetraedro, los únicos en no dejar ningún vacío entre ellos, para
ocupar un volumen cualquiera.
Aristóteles imaginó además de las esferas que contenían astros, otras
esferas de compensación para colmar el vacío que no podía admitir en el
universo; por este mismo motivo materializó todas las esferas,
atribuyéndoles una materia transparente (puesto que eran invisibles), el
quinto elemento o éter.
Elementos operatorios: Toda teoría científica, sobre todo en su
expresión, depende demasiado de elementos operatorios y es demasiado
parcial y subjetiva, para que no reconozca sus propias limitaciones.
Estamos ya muy lejos del ideal cientificista del siglo pasado, que quería
hacer de la ciencia la religión de la humanidad.
Empirismo: Corriente que reduce el conocimiento a la experiencia
o a la sensación. La divisa empirista es: ver, juzgar, actuar, tan
ampliamente difundida, exige una cuidadosa matización, a causa de su
ambigüedad. En efecto, para ver bien, es ya necesario juzgar en función de
una idea, de una doctrina, únicas causas que permiten operar una selección
en lo que se presenta a la conciencia; para ver con perspicacia, es
necesario mirar, es decir, "focalizar" el campo propio de conciencia, y
poseer ya un saber un poco estructurado; de lo contrario no se ve nada y
se pasa con indiferencia por el lado de lo real velado por las
apariencias, o bien sólo se ve aquello que corresponde a un prejuicio
inconsciente. Todo conocimiento progresa únicamente por la utilización y
la explotación de un saber transmitido por medio de la educación (de ahí
la importancia de toda formación doctrinal antes de la acción o de la
investigación). Otro tanto se podría decir de la acción: es necesario un
mínimo de experiencia para obtener una visón objetiva de las cosas.
El empirismo es la corriente que apela a la experiencia como criterio o
norma de la verdad; se caracteriza por: 1) negar el absolutismo de la
verdad o, por lo menos, de la verdad accesible al hombre; 2) reconocer que
toda verdad puede y debe ser puesta a prueba y, por lo tanto,
eventualmente modificada, corregida o abandonada. Es propio del empirismo
negar todo lo suprasensible, acentuar la importancia del hecho actual o
inmediatamente presente a los órganos de comprobación y examen, reconocer
el carácter humano, es decir, limitado, parcial o imperfecto de los
instrumentos que el hombre posee para la comprobación y el examen de la
verdad. Estos rasgos son propios del empirismo moderno, que se inicia con
Locke. No incluyen renuncia alguna al uso de instrumentos racionales o
lógicos, en caso de ser adecuados a las posibilidades humanas. No incluyen
tampoco la renuncia a cualquier tipo de generalizaciones, hipótesis o
teorizaciones, de cualquier escala o grado, e implican sólo la exigencia
de que toda generalización, hipótesis o teorización sea tal que pueda ser
puesta a prueba y, por lo tanto, confirmada o impugnada. Lo que en el
orden del tiempo es la última forma del empirismo, o sea el empirismo
lógico del Círculo de Viena y de algunas corrientes inglesas y americanas,
se conforma a los rasgos indicados. Carnap afirma que "la exigencia
fundamental del empirismo lógico es que cualquier enunciado, para tener un
sentido, debe ser, de alguna manera, comprobado, confirmado o puesto a
prueba" (Philosophy of Science, 1953).
Enciclopedismo: El término proviene de "enciclopedia" y
constituye en cierto sentido su aplicación o su desviación, con
consecuencias específicas en el campo educativo. La inmensa cantidad de
datos enciclopédicos, reunidos por el estagirita, completados por otras
aportaciones científicas (Arquímedes, Apolonio, Ptolomeo, etc.)
continuaban explotándose ampliamente (por Plinio el Viejo, Galeno o los
ingenieros romanos) y constituían una especie de tesoro o fondo común
cultural; pero el espíritu que animó primitivamente la síntesis de
Aristóteles no existía ya; dicha síntesis se había convertido en una
especie de gran cuerpo sin alma.
Mediante la obra singular del africano Marciano Mineo Felice Capella,
De Nuptiis Philologiae et Mercurii (siglo V d. de Cristo), el programa de
las artes liberales es aceptado por la cultura medieval.
El enciclopedismo se relaciona principalmente con la corriente
iluminista, que se difundió bajo esta modalidad en muchos países de
Europa. El enciclopedismo fue rechazado por sus implicaciones en la
pedagogía.
Energetismo: El energetismo fue una variante efímera del
positivismo hacia finales del siglo XIX, que renovando la oposición entre
el dinamismo y el mecanicismo, cayó en el mismo error del positivismo,
cuyo mecanicismo quiso combatir. Esta escuela pretendía que el espíritu
científico no puede aprehender la realidad y debe contentarse con enunciar
teorías puramente formalistas.
Ente de razón: Es una expresión muy frecuente en la doctrina
tomista- aristotélico, siendo Suárez uno de los escolásticos que más
ampliamente ha desarrollado esta doctrina. Con esta expresión se designa
la naturaleza de los entes científicos. El ente de razón no existe
objetivamente sino en el espíritu (existencia intencional), pero puede
tener un fundamento real (sino lo tiene, es una pura quimera, obra de la
imaginación creadora); decir que tiene un fundamento en la realidad
significa que resulta del conocimiento de una cosa real, la cual es el
fundamento del mismo; en consecuencia, proviene de una reflexión del
espíritu sobre lo real.
El hecho de que nos veamos obligados a formar tales entes en nuestro
pensamiento es señal de nuestra incapacidad para agotar toda la verdad de
una cosa; de ahí el empleo de esta vía indirecta de conocimiento. Pues,
eso es lo que sucede: los entes científicos, incluso producidos por el
espíritu, tienen algo real que es el dato experimental entregado por la
técnica operatoria; la función de los mismos es dar un sentido a esa
medida, no para alcanzar por medio de ella una realidad de otro orden,
sino para comprender y expresar mejor las propiedades reales de lo dado,
en una estructura racional.
La verdad alcanzada en la formación del ente científico es de orden
lógico y por tanto imperfecta, pero gracias a ella, el vínculo establecido
por la técnica operatoria y la medida garantiza la eficacia de esa verdad
lógica (de relación). Y cuando se sabe que toda la lógica propia de la
ciencia moderna es una lógica relacional, se comprende el interés de esta
doctrina por expresar la naturaleza del ente científico, que es
esencialmente un ente que expresa una relación.
Entes científicos: Los entes científicos son el resultado de
analogías, de modelos mecánicos, provisionales y perfectibles, con cuya
ayuda el sabio intenta representar o imaginar cómo se organizan las
relaciones descubiertas. Por ejemplo son entes científicos: masa,
gravedad, onda, corpúsculo, etc., forjados por el experimentador como
soportes posibles de estas relaciones y cuyo conjunto forma los objetos
científicos, su suerte es más fluctuante. Los entes científicos, si tienen
origen empírico, no innato, son obra del espíritu, que elabora el dato
empírico.
Así se ve que hay una diferencia radical entre estos seres y las
relaciones que tienen que soportar. Estas tienen la certeza de la técnica
operatoria que ha hecho posible su medida (certeza que, de hecho, es la de
la sensación provocada por el instrumento sobre el observador), participan
de su rigurosidad; aquéllos, por el contrario, designan lo que se ha
querido medir y que generalmente escapa a toda representación.
La historia del mecanicismo nos ha dado ejemplos de los entes, creados
por la imaginación del sabio, por ejemplo el éter del electromagnetismo
clásico, los diversos modelos del átomo, etc.; y la evolución de la
ciencia contemporánea hace aún más difícil la formación de los entes
científicos a causa del nivel infinitamente minúsculo (microfísico) en el
que el esfuerzo de representación imaginativa pierde todo el sentido y en
el que la interacción de la técnica instrumental con el fenómeno que
perturba no permite más que una certeza aleatoria.
El mismo sentido del progreso de la ciencia se revela en la evolución
sufrida por estos entes científicos, en vista de conferirles más
racionalidad y encontrarles un lugar adecuado en una jerarquía compleja
que va del simple modelo concreto y provisional (el cual, para el profano,
parece revestir una objetividad, de hecho ilusoria, como el modelo
planetario del átomo), hasta un conjunto de ecuaciones (cuya abstracción
ya no dice nada a la imaginación). Este progreso está íntimamente
vinculado al de la experimentación en la escala alcanzada y al de las
teorías científicas que intentan obtener esta jerarquización con más
racionalidad.
Como la suerte de los entes científicos depende del progreso del
conocimiento de lo dado experimental, que es el fundamento de aquellos, el
carácter de los mismos es dinámico y explica las mutaciones. Los entes
científicos pueden desaparecer, si son incapaces de cumplir su cometido
funcional (ejemplo, el éter del electromagnetismo clásico), peor no por
eso han perdido su verdad. Simplemente se han vuelto ineptos para expresar
la realidad alcanzada por una nueva experiencia: la mecánica newtoniana no
ha perdido su verdad con el advenimiento de la relatividad; la conserva en
su dominio nativo, en el ente, por otra parte, coincide con la mecánica
relativista. "Estas representaciones (los entes científicos), afirma Erwin
Schrödinger (1887-1961), no son más que un apoyo mental, una herramienta
de pensamiento, un término medio instrumental de que podemos deducir,
sobre la base de los resultados experimentales..., una estimación
razonable del valor de los resultados que nos serán dados por las nuevas
experiencias que proyectamos" (Science et humanisme, 1954).
Los entes científicos, encargados de ser los soportes teóricos de las
relaciones abstractas puestas en claro a consecuencia de una técnica
operatoria, son verdaderas construcciones del espíritu científico que
parecen proyectar sus propias estructuras. Estos entes científicos son
ante todo "entes de razón"; ciertamente están fundados en lo real, es
decir, resultan de deducciones que parten de datos experimentales, pero su
consistencia misma los reduce en muchos casos a no ser más que puros
conceptos relacionales: "las partículas elementales: protones, electrones,
fotones, etc., afirma I. S. Dockx, tienen demasiado poca consistencia para
poder ser aceptadas como realidades nouménicas. Son unidades más
matemáticas que ontológicas, centros de convergencia en los que las
magnitudes matemáticas se recortan, más que entes propiamente dichos...
Esta manera de concebirlos tropieza con nuestra tendencia a reificar
nuestros objetos de conocimiento. Pero el hombre que habla de electrones,
de protones, de fotones, etc., como de las cosas concretas y reales,
pensando que verdaderamente son cosas existentes, no capta la verdadera
naturaleza de los fenómenos físicos" (La Connaissance scientifique, en el
Congrès International de Philosophie des sciences, París, octubre de 1949)
Epigenético: Epigénesis es el nombre dado por Kaspar Friedrich
Wolff a su teoría cerca de la generación de los organismos animales y
según la cual los órganos de un ser viviente no están preformados en el
óvulo o en el embrión, sino que se originan ex novo de una materia
indiferenciada.
En 1973 E. H. Erikson afirmaba que según el principio epigenético "todo
lo que crece tiene un plan básico y que de este germen las partes, cada
una de las cuales tiene un momento propio de particular predominio hasta
que todas las partes han llegado a formar un conjunto que funciona".
Epistemología: En general, teoría de las condiciones y
posibilidades de la ciencia. En el sentido antiguo, epistemología
significaba estudio del conocimiento, considerando con esto el análisis
filosófico de todo lo que la inteligencia humana podía alcanzar. A este
propósito es significativa la distinción entre ciencia (conocimiento de la
idea, que es, pues, la realidad, la verdad: a l h J e i a ) y opinión (d o
x a a , que es conocimiento de lo concreto, es decir, la sombra de la
idea).
El pensar, después del enorme trabajo de los antiguos y de los
medievales, de filosófico se vuelve científico. En este momento es preciso
preguntarse cuáles son los nuevos procedimientos que sigue. No sólo la
física se constituye como ciencia del mundo en sustitución de la
filosofía, sino que se verifican también unos profundos cambios de método.
Si la filosofía se fundamenta en el razonamiento, la física se basa en la
observación y en la experimentación. La epistemología analiza estos
cambios de los mecanismos del pensamiento.
Se puede considerar tres definiciones de la epistemología como las más
usuales. En el mundo anglosajón ha permanecido la definición de la
epistemología como estudio del conocimiento. En el mundo científico
contemporáneo se habla de epistemología como de doctrina de los
fundamentos de la ciencia (según varias connotaciones). Y la epistemología
considerada como la disciplina que se ocupa de las relaciones entre cada
disciplina o materia de estudio. Finalmente se ha de anotar que cuando la
epistemología general se dirige a un sector del saber, se especializa;
entonces se pude hablar de pedagogía como objeto de la epistemología, y
por ello de epistemología pedagógica, entre otras.
Erudito: Ver Tétrada de los eruditos.
Escala: El término escala designa el orden de magnitud de los
fenómenos alcanzados por un proceso adecuado. Se distinguen dos órdenes,
el de la macrofísica y el de la microfísica. Estos dos campos del
conocimiento científico están delimitados por diversos modos. Se incluyen
en la macrofísica todos los objetos y fenómenos cuya magnitud se sitúa a
la escala humana, es decir, que son capaces de afectar los sentidos
humanos sin la ayuda de instrumentos amplificadores; el límite queda
trazado por el umbral mínimo de las sensaciones. Pero actualmente en
sentido más preciso se incluye en la macrofísica todo fenómeno en el cual
la influencia del "cuanto de acción h" de Planck (de 6,62. 10-27 ergs/seg.)
es despreciable (Planck consiguió dar una fórmula que daba cuenta de los
hechos observados, en la cual se había introducido una constante universal
" h " que designaba el "cuanto" o elemento mínimo de acción, según el cual
la energía se repartía granularmente en "cuantos").
Cuando el fenómeno pone en juego un gran número de corpúsculos
elementales, éstos considerados aisladamente o en número reducido
conciernen a la microfísica, considerados como conjunto sometido a las
leyes estáticas, pertenecen al ámbito de la macrofísica.
Los instrumentos que detectan los fenómenos de la escala microfísica lo
hacen por sus manifestaciones a escala macrofísica, efectos que ellos
registran (ejemplo: el contador de Geiger o el detector de partículas no
hace oír o ver el impacto de una partícula elemental, sino la perturbación
que ésta provoca en un medio macroscópico bien conocido (por ejemplo, la
formación de gotitas de agua, en forma de trayectoria, en un recinto en el
que se dan las condiciones físicas que permiten su formación). Por eso,
muchos autores estiman que pretender "fotografiar los átomos" es un sin
sentido que abusa de la credulidad de la gente; "miremos con más
detenimiento el método de medida que el físico utiliza en la práctica,
afirma W. M. Elsässer, en el dominio microscópico, atómico o molecular. El
resultado de una medida de tal naturaleza será siempre macroscópico. Así,
el desplazamiento de una aguja, el ennegrecimiento de una placa
fotográfica, etc. A veces se está tentado a desatender este hecho, que sin
embargo es capital: tal o cual sondeo de un átomo por medio de electrones
refractado no es una experiencia, sino un concepto ligado a otros
conceptos" (Les mesures et la réalité en mécanique quantique, en la obra
colectiva de Louis de Broglie, Physicien et penseur, 1953).
Escala del tiempo: La tabla de los tiempos geológicos está
constantemente sujeta a revisiones y que los métodos de fijación de la
cronología se basan en gran parte, simplemente, en conjeturas y pueden ser
objeto de críticas objetivas. Pero el cuadro general ha sido sometido a
ingeniosas comprobaciones, de modo que, en sus líneas generales, el cuadro
de la historia de la Tierra y del progresivo desarrollo de la flora y la
fauna es muy merecedor de confianza en su conjunto. El rápido desarrollo
de los métodos de determinación de las cronologías absoluta y relativa
aumenta constantemente la precisión y la exactitud de la tabla de los
tiempos geológicos.
ESCALA DEL TIEMPO
Escala del tiempo cosmológico |
|
Origen del universo
Origen de las estrellas más antiguas conocidas
Origen del sistema solar
Origen de la Tierra
Origen de los continentes (en estado sólido)
Origen de la vida
Origen de la atmósfera oxidante
Primeros yacimientos fósiles claramente marcados |
unos 13-20,000'000,000
6,500'000,000
5,000'000,000
4,500'000,000
3,500'000,000
2,000'000,000
1,000'000,000
más de 600'000,000 |
Escala del tiempo Geológico
PALEOZOICO: VIDA ANTIGUA |
Millones de años |
Principales hechos |
Cámbrico
Ordoviciense
Gotlandiense Silúrico
Devónico
Mississipiense
Pensilvaniense Carbonífero
Pérmico |
600
500
425
405
345
310
280 |
Predominio de invertebrados
marinos; plantas terrestres.
Aparecen animales terrestres.
Carbonífero; primeros grandes
bosques tropicales.
Evolución de los modernos
insectos. |
(H.H. Ross en A Synthesis of Evolutionary Theory, 1962)
Espacio: Imaginarse el tiempo y el espacio como realidades en sí
es un punto de vista del espíritu, que da realidad objetiva a una idea
familiar (para Aristóteles, por el contrario, el espacio no es más que un
ente de razón con un simple y lejano fundamento en la realidad; y el
tiempo, la expresión de una actividad humana que mide el movimiento).
A partir de Einstein, el espacio es concebido como un campo que
manifiesta sus propiedades en el momento en que está presente en él un
cuerpo material.
No existe un espacio absoluto, como una especie de medio ambiente que
sirva de referencia fija; cada movimiento tiene su propia verdad; ninguno
no es más verdadero que otro; la relatividad es la regla de su
apreciación.
Según L. Barnet "la idea de que existen dos estructuras en el espacio,
independientes una de otra, el espacio métrico gravitacional y el espacio
magnético (observó una vez Einstein), es intolerable para el espíritu
teórico" (Einstein et l'univers, 1951).
Especie natural: La expresión "especie natural" suscita
dificultades en el científico natural y en el filósofo natural. Especie
natural es uno de los conceptos más usados en la literatura sobre la
evolución, porque, como observa E. Mayr, sin el concepto de tipo no puede
hablarse de evolución de las especies (Animal Species and Evolution,
1963). Pero especie natural es uno de los conceptos que es más difícil
definir. Para el filósofo, el mundo natural de tipos regulares y únicos,
de propiedades definidas que permiten diferenciar a las diversas entidades
cósmicas, parece derrumbarse al admitir la transformación de las especies.
Pero el científico y el filósofo saben que la naturaleza presenta de
hecho una amplia variedad de formas vivas y no vivas. La dificultad
consiste en establecer estas diferencias en forma adecuada. Los sistemas
lógicos parecen útiles en grado limitado. Una de las definiciones
corrientes de naturaleza en su uso ordinario es la de "carácter esencial o
constitución; esencia o tipo". Sin embargo, han observado los científicos
y los filósofos, desde la época de los antiguos griegos, que son muy pocos
los objetos materiales que difieren entre sí por una sola característica
fundamental. De ello deriva la complicación. El propio Aristóteles decía
que la naturaleza no podía catalogarse en una clave simple y única, sic et
non. El naturalista debe usar un conjunto de varias características. Las
especies naturales existen en la naturaleza, pero es difícil definirlas y
reconocerlas de una manera simple.
Espíritu: Se consideran algunas significaciones, entre la cuales
las más frecuentes son:
1) El alma racional o el entendimiento o facultad de pensar. Tomás de
Aquino afirma que "el nombre de entendimiento implica cierto conocimiento
íntimo; intelligere es casi un leer dentro (intus legere). Esto es
evidente para el que considera la diferencia entre el entendimiento y los
sentidos; el conocimiento sensible concierne a las cualidades sensibles
externas, el conocimiento intelectivo penetra hasta la esencia de las
cosas" (S.T. 2, 2, q. 8, a.1). Tal noción es común en el siglo XVI y Kant
afirma que el entendimiento es "la facultad de pensar el objeto de la
intuición sensible" (Crítica de la Razón Pura).
2) El p n e u m a que los estoicos lo entendieron como espíritu o soplo
animador por el cual Dios obra sobre las cosas, ordenándolas,
vivificándolas y dirigiéndolas. También Kant utilizó el término en este
sentido al manifestar que "el entendimiento en el significado estético es
el principio vivificante del sentimiento".
3) Las sustancia incorpóreas, esto es, los ángeles, los demonios, los
valores, las almas de los difuntos.
4) Otras veces, de conformidad con el primer significado, el termino
espíritu hace referencia a la disposición o actitud, como en las
expresiones de Blas Pascal "espíritu de geometría", "espíritu de fineza" o
en expresiones corrientes como "espíritu religioso", o espíritu
deportivo", o "espíritu cultural", etc.
Estabilidad: El movimiento se realiza siempre desde algo hasta
algo. El universo físico está lleno de seres móviles, más radicalmente
móviles de lo que se creía antes, pero las direcciones de los cambios
están regulados por las leyes de la estabilidad. No impera en la
naturaleza el capricho, sino que prevalecen en ella relaciones de causa y
efecto, según T. Dobzhansky. Pero esta estabilidad no es la estabilidad
estática de la concepción determinista del universo; es una estabilidad
dinámica en la que las direcciones de la evolución parcial siguen las
leyes del universo y mantienen un equilibrio cósmico de la naturaleza
dotado de una muy notable regularidad.
Esterilidad: Los sucesores de Tomás de Aquino no hicieron otra
cosa sino continuar en la misma perspectiva teológica, sin interesarse por
la obra científica de Aristóteles y por la corrección de la misma que se
hacía necesaria a causa de los nuevos descubrimientos; en vez de incitar a
un esfuerzo de renovación, cosa que hubiera estado en la línea del
aristotelismo, la admiración por la gigantesca obra del estagirita
desembocó (en filosofía natural) en una esterilidad y en un fijismo
doctrinal lamentables, y que acabarían comprometiendo gravemente su
reputación; la apelación a su autoridad erigida en absoluto (Aristóteles
lo habría resuelto todo) parecía dispensar a sus discípulos del final de
la Edad Media de todo esfuerzo hacia un progreso cualquiera, cosa que, en
el fondo, constituía la negación misma de la enseñanza del maestro al que
pretendían seguir. (Ver logomaquia)
Estética: No se trata de la actividad artística del hombre, como
creador de lo bello, modo de expresión y de actividad, sino de su punto de
partida, modo de encuentro original con la naturaleza, su experiencia
estética. Aquí sólo nos limitamos a algunas notas breves:
1) "Bello" es un concepto trascendental; no es en sí particular de
algún ser privilegiado, es sinónimo de "ser", coextensiva a todo ser, en
la medida de su mayor o menor densidad ontológica (lo "feo", como el
"mal", es una limitación del ser, una falta ontológica, signo de
contingencia). Es descubrimiento de la belleza, el descubrimiento de un
rostro del ser que corresponde a una interrogación especial del hombre. La
experiencia estética no es privilegio de una especialidad, pues, puede
acompañar a cualquier encuentro con la naturaleza; es facilitada de suyo
por una educación dirigida a la sensibilidad y a la inteligencia.
2) La experiencia estética es en sí un modo de contemplación, una
visión de las cosas que no es únicamente subjetiva, sino que descubre en
lo real unas estructuras, unas formas, que expresan una armonía objetiva,
aunque exigen para su descubrimiento una sencillez de mirada (una cierta
ingenuidad). La experiencia estética reviste un aspecto a la vez
espiritual (inteligibilidad propia) y corporal (no sólo por los órganos de
los sentidos, sino por conmoción de la sensibilidad). Corresponde a un
deseo profundo del hombre y le afecta en todo su ser.
3) Es experiencia completamente humana, pues su forma está pendiente
del carácter social del ser humano. La vida en sociedad determina la
experiencia estética, y según las sociedades humanas, las civilizaciones,
la sensibilidad a lo bello reviste los diversos modos.
4) La experiencia estética se realiza principalmente por una intuición,
una visión de las cosas en su interior. "Si el hombre de ciencia, afirma
J. Chevalier, nos enseña muchas más cosas sobre la naturaleza que el
artista, también es verdad que nos enseña mucho menos de ella. Y es que el
primero se contenta con dar vueltas alrededor de las cosas con los
conceptos, en tanto que el segundo se esfuerza en penetrar en ellas
mediante la intuición". Si la inteligencia está directamente involucrada
en esta experiencia, no lo está en una forma discursiva, sino en un
encuentro por "connaturalidad". La inteligencia desemboca normalmente en
el encuentro más o menos espiritual con lo bello en su singularidad. Este
es el motivo por el cual la experiencia estética se aproxima tanto a la
del amor, cuya ambigüedad y cuyas vicisitudes comparte.
5) La experiencia de lo bello tiende a traducirse en una expresión, que
es la obra poética o musical o la actividad artística. Por el hecho de que
todo conocimiento, todo encuentro con el mundo, tiende a expresarse en un
lenguaje que entrega a otra persona la inteligibilidad alcanzada, la
experiencia estética busca su expresión por una vía apropiada, que no es
ni la del sentido común ni la de la ciencia o la filosofía. Si su vocación
es alcanzar una visión de las cosas en su interioridad y su singularidad,
en un encuentro vivo, no puede usar fácilmente la mediación de los
vocablos y del lenguaje usual. Tal experiencia se justifica no sólo con
vistas a una manifestación de la contemplación de lo bello, sino también
en la creación propiamente dicha de un objeto bello. La experiencia
estética es tal vez la más profundamente humana. Enraizada en la
corporalidad y culminando en la espiritualidad, expresa una forma de
encuentro con la naturaleza.
Estrategia: Diseño global de un plan. Se emplea el término en
diferentes áreas: estrategia del aprendizaje, estrategia del juego,
estrategia del pensamiento, estrategia secuencial, estrategias de
percepción, estrategias políticas, etc.
Estructura: Totalidad de elementos en mutua integración e
interrelación con leyes propias y mecanismos de autorregulación.
Debemos observar que por estructuras se entiende todo lo que es
alcanzado por el espíritu respecto a diferenciaciones cualesquiera en lo
real, ya sean "objetos" bien identificados y aislables (ejemplos: el
hombre, los animales), simples propiedades irreductibles de orden físico
(color, sonido, peso, etc.) o incluso simples acontecimientos que se
desarrollen según leyes específicas y conforme a un determinismo precisado
por la ciencia (la caída de un cuerpo, una infección microbiana). Por
tanto, a la idea de estructuras se le da un alcance absolutamente general
que corresponde a un hecho básico, "primario" (ver saber primario), sin el
cual ningún conocimiento del mundo, ninguna ciencia, sería pensable ni
posible.
Tales estructuras parecen revestir un doble carácter: Por una parte,
esas estructuras o formas inteligibles son siempre universales, más o
menos generales; aún cuando, de hecho, algunas existan realizadas en un
único individuo, nada impide concebirlas como multiplicables, repetibles.
Pues, "la ciencia busca sus objetos, según sostiene J. Ullmo, los
construye, los elabora; no los encuentra hechos, dados en la percepción o
la experiencia inmediata". Por ello, como la medida supone que el hecho
medido sea repetible, hay que buscar relaciones entre los fenómenos que
representan esta cualidad, y esta búsqueda supone ya una intensa actividad
racional, compuesta de juicios y comparaciones, de delimitaciones, etc.,
que acaban en una inducción, animada por un cierto a priori constructivo
(por esto será llamada síntesis inductiva). Estas relaciones repetibles,
establecidas de este modo son la verdadera adquisición científica, y su
expresión matemática desemboca entonces en la formación de leyes
científicas.
Por otra, esas estructuras nunca existen tales como se conciben, sino
que se manifiestan en individuos concretos, aislables, porciones de
materia localizables en el espacio y en el tiempo; y en cada uno de esos
individuos, la estructura está realizada, "encarnada" podríamos decir,
según lo que la constituye propiamente. En unos, se tratará de una
estructura que defina al individuo en aquello que lo constituye
propiamente, que exprese aquello que permita clasificarlo y explicar otras
características secundarias; en otros, se tratará de esas propiedades más
fugitivas y variables, aspecto derivado y cambiante de su ser. Pero,
cualquiera sea la forma, estamos ante el binomio siguiente, doble
semblante que reviste todo ser físico o todo fenómeno: primeramente una
estructura, una diferenciación cualquiera, reveladora de una
inteligibilidad que se ofrece a la mirada y a la interrogación del hombre,
y, al mismo tiempo, un individuo concreto portador de esa estructura, que
lo desborda, que no se identifica con él, pues otros individuos son
también otras encarnaciones de la misma. Los dos términos del binomio:
forma estructural específica e individuo, no coinciden, por tanto; aún
cuando de hecho no existan nunca separadamente, no se identifican.
A imitación de Aristóteles, tomemos un ejemplo muy analógico de la
realidad humana; este dominio, más familiar, permite comprender mejor el
de la naturaleza. Toda producción humana consiste en dar a una materia, ya
bien determinada, una nueva estructura, una forma que corresponda a una
idea e intención humana. Así, en la construcción de un motor de carro hay
una idea que define el tipo especial del motor (cilindrada, calibre, etc.)
y, de otra parte, un material apropiado para encarnar esa idea (diversos
metales, fundición de aluminio por ejemplo). La idea, que define el tipo
formal del motor, puede ser realizada en un solo ejemplar, o por el
contrario en varios millares, que serán otras tantas realizaciones o
encarnaciones de la idea, y cuyo número será independiente de ésta pero
dependiente de la cantidad de materia disponible. Por tanto, en sí, la
idea que significa el motor es independiente de su multiplicación, de su
realización material. Y esa idea no está solamente en la mente del
constructor, está presente, encarnada, en cada motor. Así pues, nos
hallamos también aquí ante una misma estructura básica: tipo específico o
formal, por un lado, e individualidad de cada realización que multiplica
el tipo, por otro. La independencia de estos dos aspectos de lo real es,
por tanto, algo objetivo: que sean construidos otros ejemplares de ese
mismo motor no cambia en nada su definición específica, no se le añade
nada en su orden propio (el de la inteligibilidad); e inversamente, la
idea misma no afecta a la mayor o menor multiplicidad de ejemplares. Le es
indiferente. Estos dos aspectos de lo real aparecen entonces como situados
según la siguiente relación entre ellos: determinante (la idea o forma) a
determinado (el material), es decir, acto a potencia. Ciertamente, este
ejemplo está tomado a partir de una materia segunda y una forma
accidental, pero ello es con el fin de mostrar por analogía que el nivel
alcanzado es el del ser en su realidad más íntima, en sus estructuras
inteligibles. Aquí se ha dado un paso más, se ha descubierto un estrato
más profundo del ser: el de una composición en materia y forma.
Tomás Hobbes, en el Leviathan, usa la expresión estructura social para
describir el Estado como organismo artificial.
Estructura del hombre: El concepto tradicional de la historia
(ciencia del pasado humano) hace perder muchas veces el sentido total de
un pasado orgánico, fuente de significaciones profundas para el presente
en función de un futuro que se anticipa y se construye.
Podríamos afirmar que la estructura histórica esencial del hombre es la
resultante de tres factores mutuamente implicados : 1) el carácter
encarnado del espíritu humano (el hombre no es pura materia ni puro
espíritu sino en la expresión de Heidegger, ser-en-el-mundo), 2) el hecho
de la intersubjetividad o dimensión relacional de la vida humana (la
subjetividad humana no es una interioridad cerrada al estilo de Descartes,
o Leibniz, sino ser-con-nosotros-conciencia de), 3) la temporalidad (el
hombre es también él mismo ser histórico, tiempo, historia).
Estructuras racionales: Desde niños todos nos preguntamos sobre
alguna cosa o emitimos juicios. ¿Se puede decir que esos juicios más o
menos abstractos, resultantes de esa búsqueda, descubren algo real, o no
son más que proyecciones de estructuras puramente mentales? ¿Se puede
decir, acaso, que el encanto de un rostro bello no sea más que una visión
de espíritu y no corresponda a ninguna forma estética objetiva?. Tales
preguntas sólo tienen tres respuestas posibles:
a) O bien el pensamiento humano las pone gratuitamente en las cosas,
que no las comportarían (idealismo). Esta solución, además de estar en
contradicción con la experiencia inmediata, deja intacto el problema, pues
¿de dónde tomaría el espíritu esas estructuras?. En consecuencia, habría
que deducir de ello un innatismo general (las ideas serían innatas en
nosotros), o una iluminación divina (y entonces habría que haber probado
ya la existencia de Dios), o una actividad del espíritu puramente creadora
(la vida consciente sería una especie de soñar despierto, una alucinación
permanente), hipótesis todas absolutamente gratuitas, forjadas por la
necesidad de la causa y que contradicen este hecho ineluctable: esas
estructuras deben tener un carácter objetivo, pues se revelan eficaces;
gracias a ellas, el hombre puede transformar lo real y actuar sobre ello
(cosa que el hombre mismo puede comprobar mediante su actividad sensorial
y física).
b) O bien esas estructuras racionales existen todas como se advierten,
en las cosas, y su contenido inteligible no tiene más aspiración que ser
extraído por el espíritu (realismo ingenuo). Esto sería subestimar su
carácter abstracto y general, más o menos universal, en tanto que lo real
sólo es concreto y particularizado. El universo alcanzado por la
observación científica (sin hablar de las estructuras abstractas) revela
una infinita variedad de formas estructurales, más o menos universales.
c) No queda más que una solución, la del realismo crítico: esas
estructuras formales existen a la vez en lo real y en el espíritu, pero de
dos maneras diferentes, reunidas por un vínculo analógico. El testimonio
de todos los investigadores que escrutan los misterios de la materia es
elocuente; si todos actúan así es porque saben por experiencia que lo real
más material oculta una especie de interioridad (el sentido de una cosa
habita esa cosa como el alma habita el cuerpo, dice Merleau-Ponty); todos
los seres tienen un significado intrínseco; y no porque el espíritu humano
lo descubra y se lo exprese a sí mismo según un modo que le es propio, ese
sentido deja de estar originalmente en las cosas. Cuando el hombre de
ciencia lucha, se afana, revisa sus teorías para ajustarlas mejor a nuevas
experiencias, eso no es explicable más que si su contacto con lo real le
impone sus propias estructuras; de lo contrario, ¿por qué habría de
tomarse tanto trabajo si fuese un mero creador de formas?.
Es indiscutible que el espíritu humano tiene una gran parte en este
descubrimiento. Por efecto de la imaginación el idealista se sitúa como
por encima del binomio espíritu-cosa "en sí", lo cual le obliga a imaginar
que el conocimiento se dirige a un tercer dato, la representación de la
cosa, que entonces sería lo que es conocido. Ahora bien, ésa es una visión
del espíritu que "espacializa" el problema; semejante sobrevuelo o
despegue de lo real es impensable; la fenomenología nos ha enseñado para
lo sucesivo que el hombre no puede hacer abstracción de sí mismo en una
operación tal, en la que él está implicado. La representación mental no es
exactamente lo que es conocido de una manera directa, sino el medio de
encuentro con lo real que entra en continuidad con el hombre; por tanto,
no nos desconecta de lo real; lo real vive en nosotros, por medio de ella,
en la única forma que puede hacerlo, una forma intencional.
Para el hombre, el mundo conocido es verdaderamente el mundo real. Y si
se puede hablar de deformación, de proyección de formas a priori, es
suponiendo gratuitamente algo real impenetrable por definición, hermético
al principio. Ciertamente, la estructura expresada por el espíritu reviste
la modalidad propia de éste, pero no por eso deja de estar presente en lo
real bajo otra forma, individualizada y particular: es lo mismo real
revistiendo dos modos de existencia, una intencional y abstracta en el
espíritu, y la otra existencial y concreta en la cosa.
Éter: Prácticamente el misterioso éter equivalía a un espacio
absoluto, medio inmóvil que podía servir de referencia (un poco como el
agua en la que está sumergido el pez). Surgió la idea de comprobar si de
hecho se podía establecer un desplazamiento de la tierra con relación a
este medio, intentando descubrir un "viento de éter" (algo así como lo que
experimenta un motociclista que tiene la impresión de ser azotado por el
viento aunque el aire estén en calma, por hecho de su desplazamiento
rápido). Es decir, se trataba de determinar si una emisión luminosa,
emitida desde la tierra y, por tanto, arrastrada por su desplazamiento en
el espacio, era afectada por ese movimiento, o si, en otros términos, la
velocidad de la tierra podía añadirse a la de la luz, ya conocida (así
como la velocidad de un viajero que anda dentro de un vagón se añade a la
del tren, si van los dos en el mismo sentido).
El experimento de Alberto Abraham Michelson (1852-1931) realizado en
1881 tuvo un resultado desastroso (demostró experimentalmente la
constancia de la velocidad de la luz, punto fuerte de la teoría de
Einstein sobre la relatividad). Era negativo: no existía un viento de
éter. Pues en tal caso no habría más que tres interpretaciones posibles: o
bien la tierra era inmóvil (lo cual significaba volver al viejo sistema de
Ptolomeo), o bien había que suponer gratuitamente que el aparato de
medición se contraía bajo los efectos del "viento éter", que compensaba
así la diferencia que se habría tenido que hallar (solución elegida por
Enrique Antonio Lorentz (1853-1928), cuyos cálculos fueron utilizados por
Einstein, pero interpretados de diferente modo), o bien las ondas
electromagnéticas o luminosas existían sin soporte (solución que eligió
Einstein, pero que obligaba a una conversión ideológica y a renunciar a
toda representación en imágenes, pues, ¿cómo concebir una onda sin medio
que ondule?).
La intervención de Einstein, para replantear la antinomia en 1905,
replanteó el problema desde la base partiendo de una idea luminosa: el
espacio absoluto no podía ser un medio de referencia de un movimiento
dado, ni siquiera del de una vibración electromagnética, porque el éter no
existía. Era la ruina de la representación clásica del fenómeno luminoso.
La relatividad que antiguamente Galileo y Newton habían establecido para
los movimientos rectilíneos uniformes, en el campo de la mecánica, tenía
que ser extendida al campo de las ondas luminosas o electromagnéticas.
Etnocentrismo: Actitud consciente o inconsciente por la cual
consideramos nuestros valores culturales como universales intrínsecamente
superiores a los de las demás culturas.
Eurocentrismo: Tendencia a considerar a Europa como el modelo de
la cultura y la civilización descuidando o ignorando a las demás culturas.
Eurocentrista: Actitud de absolutizar la cultura europea.
Evolución: Teoría orgánica del devenir por el cual se postula
que la realidad entera es la resultante de un proceso largo y complejo de
cambios que han afectado a la materia, la vida y el hombre.
Se considera precursor de la teoría de la evolución a Georges-Louis
Buffon (1707-1788), al afirmar que las especies, creídas idénticas,
muestran que constan de individuos diversos de un continente al otro, y su
naturaleza puede asumir con el tiempo formas diversas e imprevistas.
El interés del problema reside de un modo especial en la considerable
renovación aportada al estudio de la vida con la idea de evolución, que ha
influido en otros ámbitos de la ciencia y se ha convertido en uno de los
factores del mundo moderno.
En el origen de la teoría evolucionista se halla dos progresos
científicos importantes: la anatomía comparada fundada por Cuvier
(1769-1832) que descubría las semejanzas y correlaciones entre los
diversos organismos; y los principios de la Paleontología (debidos en
parte a Cuvier), ciencia de los restos fósiles de los seres vivos,
enterrados en las capas geológicas cuya historia empezaba a hacerse. La
relación entre estos fósiles y esta historia de la tierra, de la que
constituían los puntos de apoyo, obligaron al hombre a hacerse la idea de
que la vida tenía un largo pasado detrás de ella, y de que no había
revestido siempre la forma actual. La vida había evolucionado, había
sufrido cambios. Pero además la evolución no sólo los ha revelado por la
paleontología, sino por su interpretación; y ¿cuál podía ser dicha
interpretación?
La primera interpretación la dieron Cuvier y el fijismo: había que
explicar esta extraordinaria evolución y modificación de las especies
vivas por un número más o menos grande de renovaciones periódicas de la
fauna y de la flora en las diversas edades, ocurridas a causa de los
cataclismos, en forma de creaciones sucesivas. La hipótesis parecía
puramente gratuita y no aportaba nada en el plano científico.
La segunda fue la del evolucionismo científico. La paleontología
demuestra que hay numerosos rasgos comunes que persisten a través de todas
las variaciones (correlaciones orgánicas, las mismas piezas del esqueleto
se encuentran modificadas a través de órdenes y clases de vertebrados, por
ejemplo), había que encontrar la causa de esas semejanzas profundas,
puesto que la unidad en la diversidad exige una explicación (principio de
razón suficiente).
Así nació la idea de evolución como, como teoría explicativa, sinónima
en este caso de la teoría de la descendencia. Dicha teoría vinculaba a
todos los seres vivientes por una filiación general. Todos los seres
actuales no serían sino los últimos descendientes de líneas geológicas.
La evolución en tanto que teoría de la descendencia ofrece
evidentemente un carácter explicativo real y, desde esta perspectiva, hay
que señalar que ofrece una satisfacción muchos mayor que los esquemas
mecanicistas imaginados por la ciencia clásica, para explicar las
estructuras del mundo físico.
En el marco de la teoría de la evolución era necesario descubrir las
causas que habían modificado y separado gradualmente las líneas
genealógicas; y a este nivel el problema cambia de aspecto:
superponiéndose a la idea general de la evolución como teoría de la
descendencia, surgieron numerosas hipótesis para intentar explicar las
variaciones o evoluciones de las especies en el transcurso de las edades,
pero su incapacidad para dar cuenta completa de ellas hizo que se
conservara su carácter hipotético. En el siglo XIX se consideró que las
variaciones evolutivas tuvieron lugar gradualmente en forma de
transformaciones sucesivas, de donde el transformismo. Así se tuvo la
adaptación al medio (Lamarck, 1744-1829); la genial hipótesis de la
selección natural debida a Carlos Darwin (1809-1882). Estas teorías se
revelaron insuficientes para explicar la amplitud de las transformaciones
y nacieron otras: teoría de la constitución del germen de August Weismann
(1834-1914), y la de las mutaciones de De Vries.
Las diversas clases de materialismo se ampararon en la "teoría
científica" (?), y su aplicación al hombre, como primate, parecía incluir
la idea de que su pensamiento era de origen animal, según la opinión del
naturalista Ernst Haeckel (1834-1919), autor de la famosa ley embriogénica
(el desarrollo de un embrión recapitula la evolución de su familia
genealógica) y del sociólogo Herbert Spencer (1829-1903) que aplicó y
extendió la idea de una evolución homogénea a los fenómenos sociales,
reduciendo, en cierta manera, la sociología a la biología.
El siglo XX vio nacer la tentativa de salir de este callejón con la
obra La evolución creadora de Bergson (1859-1914), pero el carácter
irracional y anti-intelectualista no le permite imponerse como solución
válida. (Ver Teoría de la evolución)
Evolución creadora: El siglo XX vio nacer la tentativa de salir
del callejón, interpretando la evolución en un sentido más aceptable. Fue
éste, principalmente, el alcance de la obra de Bergson (1859-1941) con su
obra La evolución creadora. El carácter irracional y anti-intelectualista
de esta tendencia no le permitió imponerse como solución válida. En la
misma línea hay que señalar aquí la obra científica y filosófica de Pierre
Teilhard de Chardin (1881-1955), de enorme influencia. A pesar de sus
lagunas y de cierta ambigüedad tiene el mérito de haber intentado dar una
visión global de la evolución y del fenómeno humano y de haber querido
descubrir su profunda finalidad, devolviendo al hombre su dignidad.
Examen: La primera regulación oficial de los exámenes escolares
se puede encontrar el año de 1647 en el Schulmethod, es decir, en el
ordenamiento escolar realizado por el duque de Gotha, Ernesto el Piadoso,
en Alemania, que también propone una formulación originaria de la
enseñanza obligatoria. El examen, como instrumento de verificación del
aprovechamiento de los estudiantes, se generaliza a lo largo de los siglos
en casi todos los países, contribuyendo al diseño de una estructura
escolar rígida que encuentra uno de sus momentos más significativos en el
sistema napoleónico. A finales del siglo pasado tanto en Francia como en
Inglaterra surgen las primeras reacciones, no contra los exámenes, sino
"dentro" de los exámenes debido a su articulación rígida de pruebas
escritas, preguntas y respuestas circunscritas a la materia de enseñanza.
Al comienzo del presente siglo se nota nuevas propuestas
pedagógico-educativas y se realizan investigaciones y experiencias
dirigidas a controlar la corrección y la objetividad de los procedimientos
evaluadores, sobre todo en relación con el momento del examen.
En 1928 H. Piéron propuso los términos de docimología (estudio crítico
de los exámenes) y de docimástica (ciencia y técnica de los exámenes),
empeñado en diseñar nuevos instrumentos para controlar la situación de los
estudiantes, libre de interferencia de elementos ocasionales y casuales.
Existencia: El término es entendido, en primer lugar, como un
modo de ser determinado, así es tomado por el lenguaje común de la
terminología de las ciencias particulares; en la matemática se habla de la
existencia de entes matemáticos y existe un "teorema de existencia";
analógicamente se habla de existencia "lógica" o "conceptual"; en general,
la existencia tiene un significado propio en cada disciplina. En segundo
lugar, la existencia es un enunciado como el modo de ser real o de hecho,
por ello Aristóteles afirma: "la ciencia da razón del ser, sea de una
cosa, sea de su privación, aun de modos diferentes; la razón de ser es de
ambas cosas, pero especialmente de lo que existe"; y Tomás de Aquino asume
tal concepción al definir la subsistencia propia de la sustancia en cuanto
"existe no en otro sino en sí misma" (S.T. 1, q. 29, a.2). El tercer
lugar, es concebido como el modo de ser propio del hombre, así, para
Kierkegaard "la existencia corresponde a la realidad singular" (como
afirmó Aristóteles); queda fuera del concepto que, de cualquier manera, no
coincide con ella. Para un animal en particular, para una planta en
particular, para un hombre en particular, la existencia (ser o no ser) es
algo decisivo; un hombre en particular no tiene por cierto una existencia
conceptual).
Pierre-Louis Moreau de Maupertuis (1698-1795) entiende que el mismo
concepto de existencia se resuelve en una coexistencia de impresiones
diversas, asociadas, que se repiten y proyectan fuera de nosotros.
Existir: "Existir para nosotros es sentir; nuestra sensibilidad
es indiscutiblemente anterior a nuestra inteligencia y hemos tenido
sentimientos antes que ideas". Luego se añade: "Según yo, la facultad
distintiva del ser activo o inteligente es la de poder dar un sentido a la
palabra es" (Rousseau en Profesión de Fe, Chevalier 507)
Experiencia de Michelson: Alberto Abraham Michelson (1852-1931)
premio Nobel de física en 1907, se dedicó especialmente al estudio de los
fenómenos luminosos, y gracias al interferómetro que inventó pudo realizar
muchas e importantes observaciones sobre los movimientos interferenciales
de la luz. Demostró experimentalmente la constancia de la velocidad de la
luz, punto fuerte de la teoría de Einstein sobre la relatividad.
Experientia litterata: Expresión baconiana que manifiesta el
camino de la ciencia; es pues, la experiencia, la verdadera soberana de
las ciencias, pero no la experiencia vaga cuyos descubrimientos son
debidos al azar y no conducen más que a principios empíricos, formados muy
a la ligera a partir de observaciones causales incompletas, sino la
experiencia razonada, la experiencia sabia, circunstanciada y consignada,
experientia litterata, que procede con orden y método, rite et ordine,
para elevarse enseguida de una manera gradual hasta los axiomas generales
que le permiten no ya simplemente anticipar sobre la naturaleza, sino
interpretarla. Va "ab experimentis ad experimenta" y de la "interpretatio
naturae, sive novum organum, ab experimentis ad axiomata" (Novum Organum).
Experiencia sensata: Galileo introduce la noción de experiencia
sensata al atacar el dogmatismo y el puro Ipse dixit, la "autoridad
desnuda" y no las razones que aún hoy día podrían hallarse, por ejemplo,
en Aristóteles: "Empero, señor Simplicio, venid con las razones y las
demostraciones, vuestras o de Aristóteles". A la verdad no hay que pedirle
el certificado de nacimiento, y en todas partes pueden encontrarse razones
y demostraciones. Lo importante es dar a entender que son válidas y no que
estén escritas en los libros de Aristóteles. Y contra los aristotélicos
dogmáticos y librescos, Galileo apela al propio Aristóteles: es "el mismo
Aristóteles" quien "antepone (...) las experiencias sensatas a todos los
razonamientos". Hasta tal punto es así, que "no cabe la menor duda de que,
si Aristóteles viviese en nuestra época, cambiaría de opinión. Esto se
deduce manifiestamente de su propio modo de filosofar: cuando escribe que
considera que los cielos son inalterables, etc., porque en ellos no ha
visto engendrarse ninguna cosa nueva ni desvanecerse ninguna cosa vieja,
nos da a entender implícitamente que, si hubiese visto uno de estos
accidentes, habría considerado lo contrario, anteponiendo, como conviene,
la experiencia sensata al razonamiento natural".
Experimental: Claude Bernard (1813-1878) escribe en 1865 su
célebre obra "Introduction à la médicine expérimentale" anotando que el
instrumento auxiliar esencial es la hipótesis que estimula la
experimentación y la verificación. En consecuencia, el adjetivo
experimental significa: lo que hace uso del experimento, o sea la
observación ordenada. Por ello se dice "ciencias experimentales" siguiendo
a la famosa obra de Bernard. Por otra parte significa lo que hace uso de
la experiencia, y, en este caso, el adjetivo equivale a empírico.
Experimento: La experiencia científica es el experimento. Aquí
reside la gran idea de Galileo. Tannery y Duhem, entre otros, han puesto
de manifiesto que la física de Aristóteles, al igual que la de Buridán y
la de Nicolás Oresme, estaba muy cercana a la experiencia del sentido
común. En cambio, esto no se da en Galileo: la experiencia de Galileo es
el experimento, y "el experimento, sostiene A. Koyré, es un metódico
interrogar a la naturaleza, que presupone y exige un lenguaje en el que se
formulan las preguntas y un vocabulario que nos permita leer e interpretar
las respuestas. Según Galileo, como es sabido, debemos hablar con la
Naturaleza y recibir sus respuestas mediante curvas, círculos, triángulos,
en un lenguaje matemático o, más precisamente, geométrico, no en el
lenguaje del sentido común ni en el de los símbolos". A. Pasquinelli y G.
Tabarroni afirman que el método de Galileo consiste en "una síntesis muy
adecuada de observación organizada y de razonamiento riguroso, que ha
contribuido mucho al posterior desarrollo de la ciencia de la naturaleza".
Se ha de anotar que la mente no se somete a una experiencia científica, la
hace, la proyecta; y la lleva a cabo para comprobar si es verdad una
suposición suya: con el objeto, como afirma E. Cassirer, de "transformar
una casualidad empírica en algo necesario, regulado por leyes".
Además hay que distinguir entre experimentos practicables y
experimentos mentales o imaginarios. Por lo que respecta a los primeros,
se trata de experimentos técnicamente realizables, en los que se controla
una teoría basándose en sus consecuencias observables (por ejemplo, se
prueba que el anteojo brinda imágenes verídicas; se prueba que existen
montañas en la Luna; se prueba la ley del movimiento uniformemente
acelerado; se prueba que hay manchas en el Sol, etc.). Por otra parte,
existen experimentos mentales, y en los escritos de Galileo aparecen
muchos. Prescindiendo de las idealizaciones geométricas (modelos
geométricos de acontecimientos empíricos) que, interpretadas sobre la
realidad, nos dicen en qué grado ésta se aproxima o se aleja de dichos
modelos ideales (geométricos), se trata de experimentos que habría que
llevar a cabo en condiciones que no se pueden dar y que resultan
impracticables. Sin embargo, tales experimentos no son inútiles, sino todo
lo contrario. Lo importante es ver el uso que se hace de ellos. Y si su
utilización no es apologética (o justificativa) sino crítica, entonces
(como señala Popper) pueden servir precisamente a la utilización crítica
que el mismo Galileo hace de los experimentos mentales.
"Uno de los experimentos imaginarios más importantes en la historia de
la filosofía natural, afirma Popper, que constituye al mismo tiempo una de
las argumentaciones más sencillas e ingeniosas de la historia del
pensamiento racional sobre el universo, se encuentra en las críticas de
Galileo a la teoría del movimiento de Aristóteles". Prueba la falsedad de
la suposición aristotélica de que la velocidad natural de un cuerpo más
pesado es mayor que la de un cuerpo más ligero. Estos son los argumentos
del personaje que representa a Galileo: "Si tuviésemos dos móviles, cuyas
velocidades naturales fueren desiguales, es evidente que si juntásemos el
más lento con el más veloz, éste último sería arrastrado en parte por el
más lento, y el lento sería acelerado en parte por el más rápido". Así,
"si esto es así, también es verdad que si una piedra grande se mueve, por
ejemplo, con ocho grados de velocidad, y una más pequeña con sólo cuatro,
si se juntan las dos, el conjunto de ambas se moverá con una velocidad
inferior a ocho grados: empero, las dos piedras juntas conforman una
piedra mayor que la primera, la que se movía con ocho grados de velocidad.
Por lo tanto, este conjunto (mayor que la primera piedra sola) se moverá
más lentamente que la primera sola, menor que ella, lo cual es contrario a
vuestra suposición". Como el razonamiento toma pie en esta suposición de
Aristóteles, ésta se ve refutada: se ha comprobado que es absurda. En el
experimento imaginario de Galileo se encuentra un modelo perfecto del
mejor uso que se puede dar a los experimentos imaginarios. Se trata del
uso crítico". Galileo, que se veía obligado a destruir la base empírica de
la concepción aristotélico-ptolemaica, tenía una gran necesidad de
experimentos imaginarios como el que acaba de analizar Popper.
Explicación: Dentro del enfoque clásico de Wilhelm Dilthey
(1833-1911), sería el análisis propio de las ciencias naturales con base
en la causalidad y las leyes constantes de los fenómenos.
El hombre no sólo se asombra; si lo hace, generalmente lo hace con un
fin determinado: Hallar una explicación del fenómeno observado, intentando
comprenderlo e integrarlo en función de lo que ya sabe. El niño que,
después de haber soñado en un juguete, se aplica a demostrarlo en cuanto
lo posee, pensando descubrir la astucia del constructor, en estado nativo
muestra esta tendencia típicamente humana.
En los pueblos primitivos, si muchas veces se ha vinculado el origen de
la magia, de los mitos o de las religiones a una necesidad de anexionarse
las fuerzas de la naturaleza, de actuar sobre ellas, es porque en el fondo
de todo se trata de una tentativa de hallar una explicación a este
fenómeno, por su vinculación a una divinidad o a una misteriosa fuerza
inmanente.
A este nivel de explicación prácticamente no se encuentra ya nada en el
animal. A lo sumo algunos animales domésticos pueden producir la impresión
de algo semejante a esta necesidad; en todo caso, los hechos observados no
van muy lejos. Generalmente son el resultado de una asociación sensorial y
de una imitación del hombre, que éste interpreta de una manera
antropomórfica, proyectando en el animal su propio modo de ver y obrar.
A esta profundidad nos encontramos en presencia de una de las
características más significativas del hombre: la necesidad de relacionar,
a todo precio, el fenómeno observado con otra cosa y hallarle una
explicación y un sentido. Se diría que al hombre le cuesta aceptar un
hecho de observación completamente aislado. Experimenta una especie de
incomodidad ante su rareza y procura vincularlo a algo ya conocido.
Además, la precipitación para encontrar una explicación simplista se ha
levantado a menudo contra la necesidad misma y el progreso que estimula,
dándole una ilusoria satisfacción. Pero si había abuso o pereza en las
fáciles explicaciones del pasado, esto no disminuye el significado de esta
tendencia profunda.
La historia de la ciencia nos muestra la resistencia de la naturaleza a
responder a la interrogación del hombre. ¿Cuántas ilusiones y fracasos ha
necesitado el hombre para tener experiencia de la opacidad del mundo ante
su mirada y, sobre todo, de su extraordinaria complejidad? La naturaleza
nos aparece como susceptible de varios tipos de explicación, situados a
niveles diferentes, correspondiendo a actitudes y preguntas dirigidas a la
realidad en capas diversamente profundas.
Por esto, después de recordar esta tendencia a comprender el mundo, hay
que distinguir inmediatamente los diferentes modos de su realización, el
del sentido común (el hombre de la calle), el del científico y el del
filósofo. Respecto a ellos se planteará la cuestión del fundamento mismo
de la inteligibilidad del mundo: ¿no se ilusiona el hombre en lo que cree
comprender? Lo que cree comprender formulando las leyes de la naturaleza
¿no es, más o menos, una proyección inconsciente e indebida de su propia
estructura mental? ¿No es acaso el hombre quien pone esta inteligibilidad
en las cosas que de suyo no la tendrían y serían la irracionalidad pura?
En resumen, ¿se trata de un verdadero diálogo o solamente del eco de la
interrogación que la naturaleza opaca e impenetrable devuelve al hombre?.
Explícito: Que se manifiesta en forma clara y objetiva.
Comúnmente se dice lo expresado o claramente expresado. "Hacer explícito"
o "explicitar" el significado de un término o de una proposición es
expresarlo o volverlo a expresar más claramente. El término opuesto,
"implícito", significa lo que no está expreso, pues manifiesta que solo
está sugerido o no expresado claramente.
Letra "F"
Fenómeno: El ser de una cosa tal como aparece, como se
manifiesta.
En la ciencia moderna el fenómeno o apariencia empírica se convierte en
objeto de ciencia, pues a su nivel desde la ciencia nueva se sitúa la
verdad científica y el nuevo tipo de inteligibilidad. El fenómeno se
estudia en la medida en que es susceptible de ser medido, de ser
relacionado con otros fenómenos para llegar a leyes de tipo matemático; y,
de hecho, la ciencia progresará siempre en el sentido de una mayor
abstracción y de una sistematización racional.
Progresivamente, esta valoración del fenómeno pasó del plano del método
al de la pretensión filosófica, para designar sólo la realidad existente
(positivismo), lo que conduciría al pensamiento proveniente de la ciencia
clásica a un verdadero callejón sin salida, hacia fines del siglo XIX en
que aparecerá manifiesta la separación entre la realidad y el puro
fenómeno, considerados idénticos con excesiva facilidad por muchos
científicos, obnubilados por la importancia del objeto de sus
investigaciones.
Fenomenología: Johann Heinrich Lambert (1728-1777) fue el
primero en utilizar el término "fenomenología", al adoptarlo como título
en la cuarta parte de su Nuevo órgano (1764); lo consideraba como el
estudio de las fuentes del error. Aquí se toma la apariencia, cuya
descripción es la fenomenología, como apariencia ilusoria.
Kant adoptó el término para indicar la parte de la teoría del
movimiento que considera el movimiento o el reposo de la materia sólo en
relación con las modalidades en que aparecen al sentido externo. A su vez
Hegel denominó "Filosofía del espíritu" a la historia novelada de la
conciencia que, desde sus primeras apariencias sensibles, llega a
presentarse a sí misma en su verdadera naturaleza, es decir, como
Conciencia infinita o universal.
Las investigaciones de Husserl han llegado a los siguientes resultados:
1) el reconocimiento del carácter intencional de la conciencia, de acuerdo
con el cual la conciencia es un movimiento de trascendencia hacia el
objeto y por el cual el objeto mismo aparece o se representa "en carne y
hueso" o "en persona" a la conciencia; 2) la evidencia de la visión
(intuición) del objeto debida a la presencia efectiva del objeto mismo; 3)
la generalización de la noción de objeto, que comprende no sólo las cosas
materiales sino también las formas categoriales, las esenciales y en
general los "objetos ideales"; 4) el carácter privilegiado de la
"percepción inmanente", o sea de la conciencia que tiene el yo de sus
propias experiencias, en cuanto aparecer y ser coinciden perfectamente en
esta percepción, mientras no coinciden en la intuición del objeto externo
que nunca se identifica con sus apariciones a la conciencia, sino que
permanece fuera de ellas.
Heidegger expresa el carácter propio de la fenomenología al afirmar:
"La expresión 'fenomenología', significa antes que nada un concepto
metodológico... El término expresa un lema que podría formularse así:
¡volvamos a las cosas mismas!. Y esto, en contraposición a las
construcciones sin fundamento real y a los hallazgos casuales: en
contraposición a la aceptación de conceptos que sólo de modo aparente
están justificados y a los problemas ficticios que se imponen de
generación en generación como si fuesen problemas auténticos" (Sein und
Zeit 'El ser y el tiempo').
Uno de los seguidores de Husserl, A. de Waelhens, escribe: "Todos están
de acuerdo en considerar que el nacimiento del movimiento fenomenológico
fue un acontecimiento decisivo para la filosofía contemporánea".
Filosofema: Generalmente significa el discurso filosófico. En la
lógica de Aristóteles es el "razonamiento demostrativo". Fuera de la
lógica: concepto o lugar común filosófico. En este segundo sentido es
utilizado por Aristóteles y por la tradición posterior.
Con esta envoltura racional denominaba J. Hegel a muchas
manifestaciones de la cultura, como el mito, la religión, la literatura,
el arte, etc., en los cuales podemos encontrar de vez en cuando ciertos
pensamientos referidos a problemas filosóficos como el destino del hombre,
la vida en general, la realidad, la muerte, etc., que por su contenido se
acerca a una especie de prefilosofía. Así reconocemos cómo en las mejores
obras literarias, en las tragedias griegas, en la obra de Dante, Goethe,
Shakespeare, Dostoievski, etc., se entretejen profundos conceptos que
perfilan una cierta filosofía de la vida, una cierta concepción de la
realidad que constituyen una profunda sabiduría en la cual se transparenta
de algún modo un acercamiento a otras formas no enteramente conceptuales
al nivel específico de la filosofía pura.
Filosofía: Según la última tesis de Pico de la Mirándola, "La
Filosofía busca la verdad, la Teología la descubre y la Religión la
posee".
"Y presumo que estas novedades, escribía Galileo en 1612, serán los
funerales o más bien el acabamiento y el juicio final de la falsa
filosofía; algunos signos de ello han aparecido ya en la Luna y el Sol".
El mejor ejemplo de la infidelidad de los discípulos de Aristóteles de ese
tiempo al espíritu de observación de su maestro es su negativa a utilizar
los primeros telescopios, por miedo a descubrir indicios de "corrupción"
en la Luna (los cráteres) y sobre todo en el Sol (las manchas); los
verdaderos continuadores de Aristóteles eran, pese a las apariencias, los
pioneros de la nueva ciencia. Otro ejemplo de dogmatismo ciego está en el
positivismo de A. Comte, que prohibía el empleo del microscopio.
Voltaire (1694-1778) al hablar en su decimocuarta Carta Filosófica
sobre Descartes, afirma: "No creo en verdad que nadie se atreva a comparar
su filosofía con la de Newton: la primera es un ensayo; la segunda es una
barra maestra". En 1746, el marqués de Argens, precursor de los
enciclopedistas, en la Filosofía del Buen Sentido, comprueba que "el furor
de la atracción" es más fuerte de lo que nunca fue el de los "torbellinos
imaginarios" de Descartes.
No habrá transcurrido medio siglo, y el mecanismo newtoniano (es
verdad, separado de la "teología", a la que se hallaba unido y del que
Voltaire había hecho el fundamento de su religión natural) ocupará
definitivamente el lugar del sistema cartesiano, hasta el punto de que en
1773, Holland escribe sobre la filosofía de Descartes: "Difícilmente se
encontrarían hoy seguidores suyos" en sus Reflexiones Filosóficas. El
reino de Newton sucedió al reino de Descartes: en adelante, la experiencia
es soberana en el campo de la ciencia; la matemática no es más que su
sierva e instrumento.
Kant declaró expresamente: "El origen de la filosofía crítica es la
moral". Y también: "La realidad del concepto de libertad entraña como
consecuencia inevitable la doctrina de la identidad de los objetos como
objetos de la intuición en el espacio y el tiempo". Según Helling
"filosofar sobre la naturaleza es crear la naturaleza".
Según P. Aubenque "el origen de la filosofía es el asombro de que las
cosas sean lo que son... La filosofía no nace de un impulso espontáneo del
alma, sino de la presión misma de los problemas: las cosas se manifiestan,
se imponen a nosotros como contradictorias, como interrogándonos; nos
empujan, a pesar nuestro, a la búsqueda" (Le problème de l'être chez
Aristote, 1962).
La doctrina de Aristóteles sobre la naturaleza parte de una necesidad
de este tipo: resolver una contradicción fundamental, situada en el seno
mismo del conocimiento de los fenómenos; había estimulado ya la búsqueda
de los pensadores precedentes y se encontraba (en otra forma) en las
soluciones opuestas que se habían dado. Resolver semejante contradicción,
a la vez en las cosas y en las doctrinas de sus antecesores, fue la tarea
a la que se dedicó Aristóteles.
Filosofía-ciencia: No puede haber verdadera competencia cuando
el filósofo y el hombre de ciencia se oponen; si esto se da es porque el
primero utiliza datos científicos caducos o mal digeridos, o bien porque
el segundo hace filosofía sin saberlo; pues el método hace posible que la
ciencia alcance verdaderamente su fin, asegurándole, en el punto de
partida, una real imparcialidad y objetividad; el método amplía
considerablemente la información del hombre acerca del mundo puesto que el
proceso operatorio puede seguir registrando el fenómeno observado en
ámbitos inaccesibles para nuestro sentidos.
Filosofía cristiana: El pensamiento patrístico tuvo influencia
indirectamente sobre el progreso científico: "En nombre de la doctrina
cristiana, afirma Pierre Duhem (1861-1916), los padres de la Iglesia
atacan las filosofías paganas en puntos que juzgamos más metafísicos que
físicos pero que eran las piedras angulares de la física antigua; así la
teoría de la materia prima eterna, la creencia en la dominación de los
astros sobre las cosas sublunares, en la vida periódica del mundo ritmada
por el año mayor. Al arruinar con sus ataques las cosmologías del
peripatetismo, del estoicismo y del neoplatonismo, los padres de la
Iglesia hacen sitio, netamente, a la ciencia moderna" (Le système du
monde). Sostiene que las teorías científicas son meras construcciones en
función pragmática; no hay posibilidad de comparación entre los signos y
símbolos, de los que se componen las teorías, y el mundo fenoménico (La
théorie physique. Son objet. Sa structure, 1906)
La sistematización tomista del pensamiento filosófico católico, que
Pablo VI ya llamaba "filosofía escolástico-tomista", recibe comúnmente,
desde León XIII, el nombre de filosofía cristiana, por ser la sola
filosofía en plena armonía con los dogmas de la fe y base de la
explicación teológica de los mismos. Su caracterización de cristiana no le
impide conservar su índole propia de un conocer intrínsecamente humano y
racional, deducido de los principios de la razón natural. El carácter de
cristiana le viene, primero, de su origen y especificación histórica y,
sobre todo, del auxilio exterior que recibe de la revelación. La luz de la
fe conforta, desde el interior del sujeto creyente, la investigación de su
razón natural, rectificándola y haciéndola evitar numerosos errores, a la
vez que le descubre nuevas y elevadas verdades de orden natural, que el
filósofo creyente vuelve a asumir por la razón y demostrar en sus
fundamentos racionales. Hay por ello identidad de contenido con el sistema
de una razón natural recta, produciendo la "sólida y sana filosofía" que
llamaba León XIII al sistema aquiniano.
Filosofía de la historia: La historia, al igual que la política,
constituyen otro campo de combate entre las filosofías de la historia y
las ciencias históricas. Sin embargo, el punto de partida hoy lo
constituye la sensibilidad creciente del hombre actual respecto a la
historia y sus dimensiones.
El hombre es, en su raíz, un ser actor de su historia, un ente social
cuya esencia constitutiva es la misma temporalidad. Pasado, presente y
futuro se revelan como instancias unitarias en el devenir mismo del hombre
y de la historia colectiva de la humanidad. Pero la historia designa tanto
lo acontecido como su conocimiento dando lugar a la distinción entre la
historia real y la historiografía.
El hombre actual tiene cada vez más una profunda sensibilidad histórica
manifiesta en la conciencia lúcida de la fugacidad del tiempo y de las
instituciones. Esta sensibilidad ha formado una cierta conciencia de
universalidad, de impacto y recepción a todos los fenómenos y
manifestaciones de la historia actual acorde con el proceso vigente de
socialización en gran parte dinamizados por los medios de comunicación
social. Debido a esto existe hoy una resonancia mundial de hechos y
procesos que marcan el hecho irreversible de una unidad del mundo y de la
historia en un destino común que nos hace responsables de su éxito o
fracaso.
Una filosofía de la historia es fundamentalmente una reflexión acerca
del sentido o sin sentido del tiempo, del devenir colectivo a fin de
buscar una coherencia explicativa que dé unidad a la infinita
multiplicidad de acciones de los hombres. La filosofía de la historia
significa buscar el sentido de la historia, la unidad, la estructura de la
historia universal. Esta estructura sólo puede darse en la humanidad en
conjunto.
Los problemas de la filosofía de la historia podemos sucintarlos en los
siguientes: la interpretación de la historia; el problema epistemológico
de la historia; la problemática del sujeto, el sentido y las leyes de la
historia, entre otros.
Filosofía Experimental: En su duodécima Carta Filosófica,
Voltaire saluda en Francisco Bacon (1561-1626) "al padre de la filosofía
experimental", que sin conocer todavía la naturaleza supo e indicó "todos
los caminos que llevan a ella": método de que Locke hizo aplicación a la
metafísica, de tal suerte que la renovó enteramente. "Jamás hubo, quizá,
un espíritu más sabio, más metódico, un lógico, más exacto que J. Locke",
escribe Voltaire en su decimotercera carta.
Filosofía y metafísica: Si bien el problema es bastante
discutido en nuestros días, es conveniente precisar algunos puntos:
a) El cambio de la problemática. Desde finales de la Edad Media el
cambio ha tenido una influencia directa en la concepción misma de la
filosofía. Es sabido que Aristóteles y santo Tomás englobaban en la
filosofía las matemáticas y la física, la cual, a su vez, comprendía lo
que en nuestros días corresponde a nuestras ciencias exactas y a una
reflexión filosófica sobre el objeto de las mismas. "La filosofía teórica,
escribía santo Tomás en el Comentario sobre la Metafísica, consta de tres
partes, a saber: las matemáticas, la física y la teología, que es la
filosofía primera". Cuando los modernos dieron autonomía a las ciencias
exactas, los escolásticos de la época permanecieron estérilmente pegados a
la caduca ciencia aristotélica. En el renacimiento neoescolástico del
siglo pasado, ya no era posible tratar de mantener la ciencia aristotélica
como filosofía; por una parte, su caducidad se había hecho demasiado
evidente; por otra, dado que la ciencia moderna se había desarrollado en
oposición al aristotelismo, no era posible darle en filosofía el lugar que
antaño ocupaba en la filosofía de Aristóteles; además, las categorías
conceptuales (mecanicismo, primacía de las matemáticas, etc.) que la nueva
ciencia llevaba consigo estaban en excesiva discordancia (por lo menos en
apariencia) con el espíritu de la filosofía tradicional.
b) Ciencias y filosofía de la naturaleza. ¿Dónde colocar las
reflexiones filosóficas de antaño desarrolladas con ocasión de la ciencia
aristotélica? Se debía asignar un lugar preciso en la filosofía; porque
concernía a los seres de la naturaleza pareció normal distinguirlo de la
metafísica con el nombre de filosofía de la naturaleza (cosmología y
sicología racional). Se justificó apelando a la doctrina de los tres
grados de abstracción, y se siguió situando en el primero, (que alcanzaba
los seres sensibles y cambiantes) esa filosofía de la naturaleza, pese a
su separación de las ciencias exactas; el segundo, el propio de las
matemáticas; y el tercero, el de la metafísica. Solución poco clara para
muchos.
Es evidente que la distinción entre ciencia y filosofía no resalta
apenas en semejante clasificación, aún cuando se precise que la primera
tiende hacia las matemáticas y la segunda hacia la metafísica. Por tanto,
es comprensible que autores actuales pongan en tela de juicio esa
distribución, correspondiente excesivamente a una época en la que la
filosofía englobaba prácticamente todas las ciencias teóricas. Al
recuperar éstas su autonomía, es indispensable tener en cuenta este hecho,
que repercute en la concepción misma de la filosofía, la cual ya no tiene,
por tanto, el mismo sentido que en la época de santo Tomás. Además, el
progreso en el estudio histórico de los problemas está en favor de este
sentido.
c) Grados de abstracción. Es muy claro que para santo Tomás se trataba
no tanto de grados sino de especies de abstracción, maneras diferentes de
encarar lo real, sin que eso signifique la obligación de pasar
gradualmente de uno al otro para llegar a la metafísica, la cual, por el
contrario, está de alguna manera implicada en todo saber auténtico. Los
profundos estudios hechos por un especialista de Aristóteles como Agustín
Mansion (1882-1966) han disipado definitivamente el prestigio de semejante
distinción. "La teoría de los tres grados de abstracción, afirma, se
revela incapaz, por sí misma y sin adición de elementos que le son ajenos,
de fundar una clasificación satisfactoria de las ciencias teóricas" (Introduction
à la Physique aristotélicienne, 1945). En lugar de ver en ella un
principio ideal de división del saber, importa comprender que es uno de
los aspectos de la doctrina de Aristóteles más dependientes de la
problemática de su época, y el menos idóneo para resolver el problema
moderno planteado por la autonomía de las ciencias respecto de la
filosofía.
d) Metafísica y filosofía de la naturaleza. Una mejor apreciación del
pensamiento de santo Tomás, no han hecho comprender mejor que el término
de "filosofía" no designa ya el mismo contenido. Recordando la amplitud
que tenía la filosofía para Tomas de Aquino (todo el saber teórico:
física, matemática, teología natural), podemos decir que lo que en
nuestros días llamamos filosofía tiene un sentido mucho más restringido:
corresponde a lo que los antiguos entendían por metafísica; por eso, en
nuestros días parece bastante normal asimilar filosofía y metafísica.
Tal asimilación (muy conforme al espíritu de santo Tomás) exige definir
bien el objeto de la metafísica. Su objeto material es absolutamente
universal; comprende todos los seres; es decir, aparte de Dios, que es el
objeto último de su investigación, aparece, en tres fases de elaboración,
"primeramente como lo que es dado en la experiencia sensible, después como
el ser material accesible a los sentidos del hombre y el ser espiritual
que forma parte del ser humano, y finalmente como el ser contingente
accesible al conocimiento humano", según G. Malinowski. La metafísica,
identificada con la filosofía en su sentido más noble, reviste una gran
unidad; no es, de ninguna manera, una agrupación de disciplinas
filosóficas distintas (como pensaba Wolff), lo cual no impide que reparta
su propio dominio en varias fases de elaboración (filosofía de la
naturaleza, antropología filosófica, ontología). Así, la filosofía de la
naturaleza recupera su significado y su originalidad en relación a las
ciencias; no es una especie de metafísica especial, aplicación puramente
deductiva de la metafísica general, sino una reflexión sobre el ser
material, que (sin desatender los recursos del saber empírico y de la
ciencia en sus conclusiones más seguras), se desarrolla en el proyecto y
bajo la luz propia de la metafísica, para discernir en el ser material las
estructuras más profundas y universales.
Filosofía (Inutilidad o utilidad de la): La impugnación de la
filosofía como quehacer inútil y que en alguna forma debía extinguirse
tiene larga tradición, y sus raíces son muy claras. Platón en su diálogo "Gorgias"
coloca en Calicles la idea de que la filosofía es un asunto pasajero para
los jóvenes que no tienen todavía una función importante y seria en la
vida.
Sin embargo, el rechazo de la filosofía, generalmente procede de
actitudes afilosóficas en el sentido que, por ejemplo, el llamado "hombre
práctico" tiende a rechazar de por sí todo nivel teórico que lo ve como
una instancia puramente especulativa ajena a los problemas concretos de la
vida y de la acción. En cierto modo, la filosofía aparece sólo como una
teoría y no como la sabiduría misma de la vida.
En el campo de las ciencias, en algunos casos, es posible un cierto
distanciamiento de la filosofía por la vía comparativa respecto a sus
métodos y su desproporción frente al avance progresivo de las ciencias
experimentales, o el conocido artificio de rechazar la filosofía por
seguir implícitamente lineamientos positivistas. Así Giovanni Papini
(1881-1956) escribió: "El crepúsculo de los filósofos" (1906) y Jean F.
Revel: "¿Para qué los filósofos?".
Podemos afirmar que desde ciertas actitudes (el cientifismo que reduce
la verdad al ámbito científico, el activismo de tipo lucrativo o político
que rebaja o anula el papel de la teoría, y cierto fanatismo religioso que
anula todo esfuerzo humano) se impugna la filosofía como algo inútil y sin
sentido. Contrastan estas actitudes con la sabiduría popular que en medio
de los asuntos prácticos y cotidianos desde ese fondo vital es capaz de
una cierta sabiduría muy conexa con la vida, el trabajo, el dolor, Dios,
el destino.
La utilidad de la filosofía aparece (para quien ha accedido a su
ámbito) como un conjunto de posibilidades que sólo él entiende, en la
medida que el filosofar genera una dinámica que llega a afectar a la raíz
y la sustancia misma de la existencia.
Filosofar es acceder al único modo de existencia auténtica en cuanto
ella misma como modo de ser del hombre es la puesta en cuestión de él
mismo como problema, como interrogante que emerge y se distancia de lo
cotidiano, de lo banal, de lo mecánico, de la superficialidad que se
atreve a afrontar la realidad como problemática.
La filosofía siempre ha sido entendida: o desde el punto de vista
teorético como un saber último y fundamental; o bien como una forma de
conducir la vida, como una sabiduría que orienta a la consecución de una
vida virtuosa o al menos coherente con una cierta manera de entenderla. En
el primer caso, la filosofía abre al hombre el horizonte infinito de la
vida espiritual, de la aventura del pensamiento que lo ensancha en sus
miras e intereses, no porque lo aparte de este mundo sino porque su forma
de mirarlo y asumirlo es diferente; en el segundo, la filosofía quiere
orientarnos acerca de lo fundamental de la vida, de aquellos valores que
no sólo hacen saber más sino que lo puede hacer mejor. Por eso Bertrand
Russell afirma "si la filosofía puede ayudarnos a sentir el valor de esas
cosas, habrá que representar el papel que le corresponde en la obra
colectiva de la humanidad" (Fundamentos de Filosofía).
Física: La física tiene por objeto el estudio de la naturaleza,
cuyas características y métodos se relacionan. En la concepción
aristotélica la física es la teoría del movimiento. Un segundo concepto es
el que la considera como el estudio del orden experimental de la
naturaleza, sustentado desde el Renacimiento, por Galileo y la física
clásica. Un tercer concepto de física a partir de 1930 con Heisenberg,
para quien la física de nuestro tiempo ya no nos suministra "una imagen de
la Naturaleza, sino una imagen de nuestras relaciones con la Naturaleza"
(La Imagen de la naturaleza en la física actual, 1955); y Dirac afirma que
"el único objeto de la física teórica es el de calcular resultados que
pueden ser comparados con la experiencia y es totalmente útil que se dé
una descripción satisfactoria del total desarrollo del fenómeno" (Principles
of Quantum Mechanics, 1930)
La física hace constantemente uso de los modelos mecánicos; por
ejemplo, el del agua para representarse la naturaleza de la "corriente"
eléctrica, asimilada a una corriente de agua que se derrama de un depósito
más o menos alto (diferencia de potencial, en voltios), corriente definida
por la cantidad (culombios) y la intensidad (amperios), que tiene un gasto
dado (potencia, en vatios) y choca con una resistencia del conductor
(ohmios), etc. La acústica, una de las más antiguas ramas de la física (su
vinculación con la música le valió un interés especial en la edad antigua
y media), y que por sí misma permitió el establecimiento de relaciones
matemáticas (altura del sonido, dependiente del número de vibraciones, el
cual, para los instrumentos de cuerda, es inversamente proporcional a la
longitud de la cuerda vibrante, etc.), ha proporcionado modelos
excepcionales para un ámbito de la física llamado a un gran porvenir: el
electromagnetismo; la vibración acústica detectable sensorialmente ha
permitido imaginar otras vibraciones que no dicen ya nada a nuestros
sentidos.
Todo trabajo científico consiste, partiendo de una comprobación de
medidas, en interpretarlas y organizarlas, a fin de llegar a un resultado
unificado en forma de leyes y, finalmente, de teorías generales. Con ello
se quiere indicar que la lectura de medidas no es más que un punto de
partida cargado de intenciones teóricas; lo esencial del esfuerzo
científico es ante todo tarea del pensamiento racional que utiliza este
dato experimental ayudado por el cálculo. Por ello es esencial comprender
que la definición operatoria designa ante todo una actividad racional: "En
un principio en que la física, afirma G. Bachelard, hacía profesión de
positivismo absoluto... se llegó incluso a presentar los hechos estudiados
por el físico como conglomerados de lecturas de índices... Se abusó de la
reducción de los pensamientos del físico a las medidas. El resultado de
una medida es siempre pensado, no solamente con el método de medida, sino
también con el sentido teórico profundo del método de medida" (L'activité
rationnelle de la physique contemporaine, 1951).
Wolfgang Pauli (1900-1958, premio Nobel de Física 1945) recibió el
premio por sus estudios y descubrimientos en el campo de las partículas y
el desarrollo de los iones; era considerado uno de los principales
expertos en el campo de la física experimental.
La física, originariamente extraña a toda idea de evolución, se vio
obligada a introducirla bajo la forma de segundo principio de la
termodinámica (descubierto por Clausius y Sadi-Carnot); en efecto, este
principio de la degradación de la energía expresa la evolución de las
formas de energía superior (mecánica, eléctrica, luminosa) hacia una forma
degradada, irrecuperable, la energía calórica.
Forma: En Aristóteles, la noción de forma designa a la vez la
existencia de la realidad salida del cambio y lo que de ella puede
comprenderse (su inteligibilidad); con ello "forma" se convierte en
sinónimo de idea realizada. En el lenguaje corriente, forma evoca
demasiado espontáneamente la idea de figura geométrica, configuración
exterior de un objeto (y entonces es una forma accidental). Por el
contrario, sinónimo de la estructura de un ser, la idea de forma significa
todo lo que constituye y define la naturaleza del ser material, ya sea un
cuerpo inorgánico, un ser viviente o el hombre mismo; ella expresa lo que
hace inteligible, definible ese ser. Entonces reviste caracteres muy
precisos.
Por definición, la forma es multiplicable en otros tantos individuos,
tantos como la materia prima lo permita. Una forma viviente, especie
vegetal o animal, se multiplica en tantos individuos como lo permiten las
condiciones biológicas y geográficas, partiendo de los elementos
nutritivos que debe proporcionar la "materia" prima de los individuos.
Pero la definición misma de la forma: el acto primero del cuerpo
físico, hace de ella la fuente real del ser constituido; siendo "acto",
inteligibilidad investida y encarnada en la materia prima, reviste un
carácter de inmaterialidad; no es que pueda subsistir como tal, sino que
confiere al ser físico una estructura que en ella misma dice más que los
simples elementos materiales organizados; ella es la propia organización
de éstos. Tomemos el ejemplo de la actividad artística del hombre: Un
cuadro de pintor resulta materialmente de un ensamblaje de diversos
colorantes; pero no son únicamente esos colores, en su materialidad, los
que dan al cuadro su significado, sino, ante todo, su ensamblaje. Cabe
decir, pues, que el cuadro, en el seno de sus elementos materiales, a
través de ellos y por medio de ellos, oculta algo inmaterial, huella del
espíritu de su autor, que en él ha entregado un mensaje, una intención.
Otro tanto sucede con cualquier ser material: su estructura propia, su
formalidad, le da un sentido que existe potencialmente antes de su
descubrimiento por el hombre: eso es lo que expresa la idea de forma.
Además, la forma, siendo principio especificador, también es principio
dinámico de acción, que explica las propiedades, las tendencias
específicas del ser y con ello su interacción con todos los demás y el
universo mismo. De ahí que la noción de ser pueda aplicarse a cualquier
estructura según la analogía propia de la idea de ser; y evidentemente, si
la experiencia revela una integración sucesiva de estructuras las unas en
las otras, con una complejidad creciente, la idea de forma se aplica a
cada nivel; pero entonces se plantea el problema de la unicidad de la
forma: ¿la forma de tal unificado hace desaparecer las de los elementos?
Si los principios que son materia y forma explican la estructura de los
seres físicos, éstos no están todos al mismo grado de plenitud; en
particular la forma puede expresar una determinación específica
fundamental que "actúe" la materia prima (= sustancia), o por el contrario
no ser más que una determinación superficial, que supone un ser ya
constituido de materia y forma sustancial, que se ofrece a ella como una
materia (llamada entonces segunda) por "actuar" (= forma accidental). Eso
quiere decir que la flexibilidad de la noción de forma puede emerger de la
materia a niveles más o menos profundos.
En la ciencia moderna, la noción tradicional de forma que pretendía
expresar la esencia de una cosa, perdía su interés, puesto que la búsqueda
de esas esencias quedaba fuera de la perspectiva del hombre de ciencia.
La función de la forma en la constitución del ser real es mejor puesta
de relieve en el ser viviente, en el que la unidad de todo es el efecto
activo de la forma, núcleo de funciones que permiten la permanencia del
ser viviente. La forma del ser viviente no es un ser real, una especie de
principio vital misterioso, extraño a las energías materiales y
biológicas; es el principio formal, que explica el tipo biológico y la
actividad propia del ser viviente, es su "acto", su perfección dinámica.
Formas estructurales: El hecho de que lo real reviste una
extraordinaria multiplicidad de estructuras que presentan el carácter de
ser más o menos universales es uno de los datos básicos de todo encuentro
del hombre con lo real. La abundancia de formas estructurales (en los
diferentes niveles de lo real) es justamente el origen del asombro del
hombre ante una prodigalidad que le desconcierta. Todo su esfuerzo
consiste en reabsorber lo más posible esa sobreabundancia discerniendo
unos rasgos comunes.
1) La naturaleza se muestra en formas diferenciadas y universales. Ya
el niño discierne tales estructuras; Piaget muestra que el dibujo infantil
busca de entrada tal dimensión; el vago monigote filiforme y esquematizado
con el que el niño retrata a su padre es verdaderamente, para él, la
representación de una persona singular, pero lo es sólo con unas
características muy vagas y universales. La sicología de la forma ha
extendido esta comprobación a todo encuentro con el mundo por parte del
hombre: éste ve (de entrada) en lo real, que se ofrece a él, unas
estructuras globales que dan a eso real consistencia y significado. A
pesar de la abundancia de formas de la naturaleza, ésta no aparece como un
conjunto caótico de individualidades absolutamente heterogéneas. El hombre
descubre unos rasgos comunes, unos vínculos entre cosas y fenómenos, que
permiten esbozar una clasificación empírica, a la espera del
descubrimiento por la ciencia. El estudio de la química nos muestra la
existencia de las arquitecturas cada vez más complejas de los cuerpos; en
la física hallamos la misma comprobación pero a otro nivel: el de las
leyes y el determinismo que derivan de otras estructuras a través de todos
los registros de lo real. El universo alcanzado por la observación
científica (sin hablar de las estructuras abstractas) revela una infinita
variedad de formas estructurales, más o menos universales.
2) Las formas y estructuras tienen carácter objetivo.
Primero, la objetividad de tales estructuras es un dato inmediato de la
experiencia a todos sus niveles. A nivel sensorial, lo real viene a
nosotros con su infinita variedad, revelada por la mayor o menor
sensibilidad de nuestros receptores sensoriales, siendo los sentidos los
primeros receptores, centros de acogida por los que el mundo entra en
nosotros. En este estadio, lo animal alcanza también esas estructuras en
la materialidad de las mismas.
Segundo, la objetividad de las estructuras alcanzadas no constituyen
dificultad, pues exigen una actividad racional cualquiera. Pero, se puede
decir que todos los juicios abstractos no son más que proyecciones de
estructuras puramente mentales? o que no corresponden a ninguna forma
estética objetiva? Para tales preguntas hay tres posibles respuestas: 1) O
bien el pensamiento humano las pone gratuitamente en las cosas
(idealismo). Solución que entra en contradicción con la experiencia
inmediata, pues, de dónde tomaría el espíritu esas estructuras? Innatismo
general o iluminación divina?. Hipótesis absolutamente gratuitas que
contradicen al hecho ineluctable: esas estructuras deben tener un carácter
objetivo, pues se revelan eficaces; gracias a ellas, el hombre puede
transformar lo real y actuar sobre ello. 2) O bien esas estructuras
racionales existen tales como se advierten, en las cosas, y su contenido
inteligible no tiene más aspiración que ser extraído por el espíritu
(realismo ingenuo). 3) Sólo queda una solución, la del realismo crítico:
esas estructuras formales existen a la vez en lo real y en el espíritu,
pero de dos maneras diferentes, reunidas por un vínculo analógico.
Decir que la racionalidad de esas estructuras está en las cosas no es
posible, más si se rechaza el prejuicio cartesiano relativo a la absoluta
dualidad. El testimonio de todos los investigadores que escrutan los
misterios de la materia es elocuente; si todos actúan así es porque saben
por experiencia que lo real más material oculta una especie de
interioridad (el sentido de una cosa habita esa cosa como el alma habita
el cuerpo, dice Merleau-Ponty). Teilhard de Chardin habla de la densidad
ontológica de la materia, de su misterio interno, de dentro de las cosas,
especie de vestigio de siquismo, lo hace con un vocabulario tal vez
ambiguo, pero esa misma es la vieja idea escolástica de que el ser,
incluso el ser material, tiene un cierto aspecto inmaterial, por el hecho
de que es una "actuación", una determinación formal, portadora de valor
universal e inteligible; lo esencial será, evidentemente, precisar ese
modo de inmaterialidad propia del ser material, muy diferente del
inmaterial subsistente y activo.
Además, es igualmente indiscutible que el espíritu humano tiene una
gran parte en este descubrimiento; puede decirse que en cierto aspecto el
espíritu estructura lo que él conoce. Pues sólo hay dos términos: el
hombre y lo real, no frente a frente, sino en un diálogo y una comunión
íntima. Así, para el hombre, el mundo conocido es verdaderamente el mundo
real. La estructura expresada por el espíritu reviste la modalidad propia
de éste, pero no por eso deja de estar presente en lo real bajo otra
forma, individualizada y particular: es lo mismo real revistiendo dos
modos de existencia, una intencional y abstracta en el espíritu, y la otra
existencia y concreta en la cosa.
Tercero, las estructuras o formas racionales sacadas a la luz por la
ciencia clásica (clasificación de los cuerpos químicos, propiedades
físicas de los cuerpos, las "formas" de los seres vivientes, etc.), por
estar estrechamente ligadas a la experiencia sensible, o al menos por
referirse directamente a datos experimentales que ellas ponen en orden,
gozan de la objetividad de que se habla hasta ahora. Pues esencialmente,
los entes científicos (ver entes científicos) son los soportes teóricos de
las relaciones abstractas puestas en claro a consecuencia de una técnica
operatoria.
No podemos olvidar el valor ontológico del conocimiento científico. En
efecto, no porque la ciencia cree y forje entes teóricos, esos entes dejan
de tener un vínculo del tipo que sea con lo real experimental. No son
puras obras imaginativas y teóricas; han sido expresados para dar cuenta
de fenómenos reales y muestran su impacto sobre la realidad en su
rentabilidad, en su eficacia, que permite prever otros fenómenos.
Letra "G"
Galileo Galilei (1564-1642): Para Galileo la ciencia y la fe son
imposibles de comparar. Sin embargo, son compatibles, a pesar de ser
incomparables. No se trata de un aut-aut, sino más bien de un et-et. El
discurso científico es un discurso empíricamente controlable, que nos
permite comprender cómo funciona este mundo. El razonamiento religioso es
un mensaje de salvación que no se preocupa del "que", sino del sentido de
estas cosas y de nuestra vida; la fe es incompetente con respecto a
cuestiones fácticas. Tanto la ciencia como la fe poseen propios hechos:
por esta razón siempre están de acuerdo. No se contradicen, ni pueden
contradecirse, porque no son comparables: la ciencia nos dice "cómo va el
cielo", y la fe, "cómo se va al cielo".
La ciencia moderna es la ciencia de Galileo, en la explicitación de sus
supuestos, en la delimitación de su autonomía y en el descubrimiento de
las reglas del método. La ciencia de Galileo ya no es un saber al servicio
de la fe; no depende de la fe; posee un objetivo distinto al de la fe; se
acepta y se fundamenta por razones diversas a las de la fe. La Escritura
contiene el mensaje de salvación y su función no consiste en determinar
"las constituciones de los cielos y de las estrellas". Las proposiciones
de fide nos dicen "cómo se va al cielo", las científicas, obtenibles
"mediante las experiencias sensatas y las demostraciones necesarias", nos
dan testimonio en cambio de "cómo va el cielo". Basándose en sus
diferentes finalidades (la salvación, para le fe; el conocimiento, para la
ciencia), y en sus distintas modalidades de fundamentación y aceptación
(en la fe: autoridad de la Escritura y respuesta del hombre ante el
mensaje revelado; en la ciencia: experiencias sensatas y demostraciones
necesarias), Galileo separa las proposiciones de la ciencia de las de la
fe. "Me parece que en las disputas naturales (la Escritura) debería
colocarse en último lugar".
Galileo pretende liberar el camino de la ciencia de un obstáculo
epistemológico en sentido estricto, del autoritarismo de una tradición
sofocante que bloquea el avance de la ciencia. Galileo, en definitiva,
celebra "el funeral ... de la pseudofilosofía", pero no el funeral de la
tradición en cuanto tal. Esto es tan cierto que con las debidas cautelas
cabe decir que es platónico en filosofía y aristotélico en el método.
Gen: En la terminología moderna, los "elementos" de Mendel se
denominan genes. Se ha ampliado el sentido de este término dándole el
significado de entidad encargada de la transmisión y desarrollo o
determinación de caracteres hereditarios en animales y plantas. La parte
del organismo directamente implicada en la herencia se denomina plasma
germinal y el gen es una pequeña parte o factor del cromosoma, elemento
que se halla en el plasma germinal. Para transmitir todos los rasgos
hereditarios de un organismo se necesitan numerosos pares de genes. Se
calcula que la mosca Drosophila melanogaster tiene un número de genes
comprendido entre 5,000 y 15,000 pares de genes y en el hombre se calcula
que varían entre 5,000 y 120,000 pares de genes.
Hermann Joseph Muller, discípulo de Morgan, en 1927 publica un
descubrimiento sensacional: bombardeando con rayos X los gametos (los
espermatozoides y los óvulos de los animales, los granos de polen y los
óvulos de las plantas) se obtiene un porcentaje elevadísimo de mutaciones.
Tal descubrimiento abrió el camino a investigaciones referentes al proceso
de mutación, a la naturaleza y a la estructura del gen.
Generación: En el mundo terrestre, todas las alteraciones, los
cambios, estudiados por la filosofía de la naturaleza, tienen un origen
lejano, esta influencia astral de origen divino, a la que cada esfera
aporta su contribución, acción que se conjuga con la propia de cada
sustancia. El Sol, en particular, por su desplazamiento alternativo a lo
largo de la eclíptica, participa en la generación de los seres; así, para
Aristóteles y santo Tomás, la fuente de la generación humana es el hombre
conjuntamente con el sol; y para ciertos animales inferiores, el sol sería
la causa de su generación espontánea. Para Aristóteles la generación es
"el cambio que va del no ser al ser del sujeto según la contradicción", es
decir, el paso de la negación de la cosa a la cosa misma; lo opuesto de
generación es la corrupción que es "un cambio que va de alguna cosa al no
ser de ella, es absoluta cuando va de la sustancia al no ser de la
sustancia, y específica cuando va hacia la especificación opuesta".
Generación espontánea: Las discusiones sobre la posibilidad de
la generación espontánea (¿puede el ser viviente provenir de la materia
inerte o no?), en el siglo XVIII entre Juan Turberville Needham
'1713-1781' (a favor) y Lázaro Spallanzani '1729-1799' (en contra), y
sobre todo en el siglo XIX alrededor de los experimentos de Louis Pasteur
(1822-1895, fundador de la bacteriología moderna), tuvieron a menudo una
motivación filosófica: el no querer admitir el carácter material del
fenómeno vital y de este modo el misterio de la vida no podía transmitirse
sino de ser vivo a ser vivo. El que Aristóteles y santo Tomás admitieran
la posibilidad de la generación espontánea, muestra claramente que el
problema no ofrecía dificultad y que las investigaciones actuales para
conseguir la síntesis de la vida son perfectamente legítimas. En el siglo
XIX la biología fue el terreno privilegiado para la lucha entre
materialistas y espiritualistas por efecto de una confusión que tenía sus
raíces en el dualismo cartesiano.
Geocentrismo: Claudio Ptolomeo del siglo II, en su obra
Almagesto, presenta sus cinco tesis: 1) el mundo (el cielo) es esferiforme
y se mueve del mismo modo que una esfera; 2) de manera análoga, la Tierra
considerada en su conjunto es esferiforme; 3) ésta se halla situada en el
medio del mundo, como un centro; 4) en lo que se refiere a las distancias
y los tamaños, la Tierra es como un punto, en comparación con la esfera de
las estrellas fijas (la que abarca el cielo); 5) la Tierra no realiza
ningún movimiento de lugar, es inmóvil. Estas tesis son el fundamento del
sistema geocéntrico, que perdurará hasta la revolución copernicana.
Gravedad: Fuerza que atrae a todos los cuerpos hacia el centro
de la Tierra, y cuya intensidad varía según el lugar, siendo mayor la
atracción en los polos (983'26 cm./seg.) y menor en el Ecuador (978'07
cm./seg.), de conformidad con la ley de la atracción universal enunciada
por Newton (ver ley de la gravedad). Eliminando la idea antropomórfica de
atracción, de fuerza a distancia, que no explicaba nada, Einstein vio en
la gravedad un estado debido a una propiedad del espacio; en otros
términos, así como la inercia y la gravedad son producidas por las masas
de los cuerpos, son estas mismas masas las que causan e influencian las
propiedades del espacio, cuyo peso no es más que la curvatura producida
por la proximidad de los cuerpos pesados.
Newton sostiene que "siendo universalmente evidente, mediante los
experimentos y las observaciones astronómicas, que todos los cuerpos que
giran alrededor de la Tierra gravitan hacia ella y lo hacen en proporción
a la cantidad de materia que contiene cada uno de ellos por separado; que,
por otra parte, nuestro mar gravita hacia la Luna; y que todos los
planetas gravitan unos hacia otros; y que los cometas gravitan hacia el
Sol, de igual manera; entonces, como consecuencia de esta regla, debemos
admitir universalmente que todos los cuerpos están dotados de un principio
de gravitación recíproca. Por esto, el argumento procedente de los
fenómenos es más concluyente en lo que respecta a la gravitación universal
de todos los cuerpos que en lo referente a su impenetrabilidad porque de
ésta no tenemos ningún experimento y ninguna manera de efectuar
observaciones en los cuerpos celestes. No afirma que la gravedad es
esencial a los cuerpos: con los términos de vis insita me refiero
únicamente a su fuerza de inercia. Esta es inmutable. Su gravedad
disminuye en relación a su alejamiento de la Tierra" (Libro III de
Philosophiae naturalis principia mathematica, 1687)
La gravedad existe de hecho; explica los movimientos de los cuerpos;
sirve para prever sus posiciones futuras. Al físico le basta con esto.
Cuál sea la causa de la gravedad es cuestión que rebasa el ámbito de la
observación y del experimento y, por tanto, está fuera de la filosofía
experimental. Newton no quiere perderse en conjeturas metafísicas
incontrolables. Tal es el sentido y la de su expresión hypotheses non
fingo (no invento hipótesis). (Ver Hipótesis)
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