Darwin: El gran Carlos Darwin (1809-1882, autor del Origen de
las Especies, 1859) no vacilaba en escribir: "Linneo y Cuvier han sido mis
dos dioses de muy diferentes direcciones, pero no pasan de ser unos
escolares en relación al viejo Aristóteles" (Life and Letters o C. Darwin,
1905).
Deducción: Es la relación por la cual una conclusión resulta de
una o más premisas. En la historia de la filosofía tal relación ha sido
interpretada y fundada de diferentes maneras. Entre ellas se pueden
distinguir tres interpretaciones: 1) la que la considera fundada en la
esencia necesaria o sustancia de los objetos a los que se refieren las
proposiciones; 2) la que la considera fundada en la evidencia sensible que
tales objetos representan ; 3) la que le niega un fundamento único y la
considera confiada a reglas sobre cuyo uso se puede establecer un acuerdo.
La interpretación tradicional de la deducción como "derivación de lo
particular del universal" o como "un razonamiento que va de lo universal a
lo particular", etc., se refiere sólo a la primera de estas
interpretaciones y es muy restringida, pues no abarca todas las
alternativas a que ha dado origen la noción.
Para Thomas Hobbes (1588-1679) el método es deductivo, o más
exactamente constructivo, por no decir artificialista: consiste en la
búsqueda, y el conocimiento adquirido por un razonamiento correcto (per
rectam ratiocinationem), de las causas o de las generaciones que permiten
explicar y reproducir los efectos o fenómenos dados. No se trata aquí,
según Hobbes, más que de una lógica puramente verbal, que razona sobre
nombres lo mismo que se calcula con cifras, sin ocuparse de las cosas que
representan.
Descendencia (Teoría de la): La teoría de la descendencia, si
bien da cuenta de las semejanzas entre los seres vivientes es, por el
contrario, radicalmente deficiente ante el otro aspecto del problema, el
conjunto de las profundas diferencias que dividen a estos mismos seres,
desde el protozoario a los mamíferos superiores; porque, de suyo, la
genealogía no puede ser más que la fuente de las semejanzas. Por tanto,
para explicar las variaciones, es necesario apelar a otros factores
explicativos, además del de la descendencia. De ahí que en el marco
general de la teoría de la evolución, es necesario descubrir las causas
que hubieran modificado y separado gradualmente las líneas genealógicas.
Pues, a este nivel es cuando el problema cambia de aspecto:
superponiéndose a la idea general de la evolución como teoría de la
descendencia, surgieron numerosas hipótesis para intentar explicar las
variaciones o evoluciones de las especies en el transcurso de las edades,
pero su incapacidad para dar cuenta completa de ellas hizo que se
conservara su carácter hipotético. Aplicando a ellas el nombre de
evolución adopta su tercer sentido, el de hipótesis (el primero es el de
hecho, el segundo el de teoría general de la descendencia). En este caso
se trata de teorías que se refieren al mecanismo mismo de la evolución.
Desmitificación: Desde el punto de vista histórico pueden
distinguirse tres significaciones del término mito, a saber: 1) el del
mito como forma atenuada de intelectualidad, 2) el del mito como forma
autónoma de pensamiento o de vida, 3) el del mito como instrumento de
control social. En el tercer sentido, Malinowski ve en el mito la
justificación retrospectiva de los elementos fundamentales de la cultura
de un grupo; entiende que la función del mito es la de reforzar la
tradición y de darle mayor valor y prestigio relacionándola con una
realidad más alta, mejor y sobrenatural que la de los acontecimientos
iniciales.
En este contexto, la instancia desmitificadora puede asumir dos
significados: 1) la desmitificación como traducción y especificación del
mito en los aspectos diversos y concretos de la realidad que sobrentiende,
2) desmitificación como demolición de los mitos entendidos en el sentido
de falsos valores (pero en este caso se debería hablar más propiamente de
desmitificación). Tal desmitificación, bien en su acepción epistemológica,
bien en su significación existencial, se hace inevitable para proceder a
la continua y permanente verificación y revisión de las categorías,
propias de la concreta experiencia humana, además que la asunción autónoma
y consciente de los auténticos valores; consecuentemente, la
desmitificación es el proceso crítico de desenmascaramiento.
Determinismo: Con el término determinismo utilizado por Kant,
entre otros, se entiende dos cosas: 1) la acción condicionadora o
necesaria de una causa o de un grupo de causas, y 2) la doctrina que
reconoce la universalidad del principio causal y que, por lo tanto, admite
también la determinación necesaria de las acciones humanas, por parte de
sus motivos. En el primer sentido se habla, por ejemplo, del determinismo
de las medicinas, del determinismo de los motivos, o de las leyes, de los
determinismos sociales, etc., para indicar relaciones de naturaleza causal
o condicional. En el segundo sentido, se habla de la disputa entre
determinismo e indeterminismo, es decir, entre los que admiten o niegan la
necesidad causal en el mundo en general y en el hombre en particular.
El estudio de los problemas concernientes al significado de
determinismo en el primer sentido debe ser buscado en las voces de
causalidad, condición y necesidad. En el segundo sentido, la palabra
determinismo ha sido adoptada para designar el reconocimiento y la
importancia universal de la necesidad causal, la cual sí constituye un
orden racional, pero no finalista y, por tanto, no se presta a ser
designada con el viejo nombre de destino. Por otra parte, el determinismo
se relaciona con el mecanicismo, que es la tendencia dominante en la
ciencia del siglo XIX, como también con la filosofía que se elabora en
esta fase de la ciencia. Determinismo es la creencia en la extensión
universal del mecanismo, o sea, en la extensión del mecanismo mismo al
hombre. Como Kant lo anota, el determinismo auténtico es en realidad un
predeterminismo, o sea la creencia de que la acción humana encuentra su
motivo determinante en el tiempo que la antecede y, de tal manera, no está
en poder del hombre en el momento en que se efectúa. El determinismo como
mecanismo es, en realidad, predeterminación de la acción en sus
antecedentes.
El determinismo sólo es posible si lo son las medidas exactas. Ahora
bien, en el terreno de las partículas elementales, estas medidas no
aportan la precisión requerida, por la sencilla razón de que el fenómeno,
a que se refiere en la teoría cuántica, es modificado en el mismo momento
por el instrumento técnico empleado. Así, a este nivel, el hombre se
encubre a sí mismo el determinismo causal profundo, puesto que inserta en
él su propia acción. Entre dos observadores, es imposible saber qué sucede
en el estado puro. El indeterminismo de que se trata aquí no es más que
una limitación fijada al acontecimiento científico por la intervención del
hombre, que se añade al fenómeno estudiado e interfiere en él. El único
determinismo posible es entonces de orden estadístico, simple probabilidad
que aporta un conocimiento de orden global, lo cual, evidentemente, no
puede satisfacer a la razón humana deseosa de conocer la realidad en su
estructura íntima.
Dialéctica: Del griego d i a l e g e s J a i etimológicamente
significa el arte de conversar. Empleado por los predecesores de Sócrates,
éste lo practicó de un modo que se hizo clásico. Con la dialéctica se
pretendía introducir a los hombres en la verdadera esencia de las cosas
mediante graduales dilucidaciones de los conceptos. La dialéctica es para
Platón el método de la metafísica. Parecido carácter muestra el método
escolástico de la metafísica medieval. Las disputas se llevan a cabo en
forma de diálogo; idéntico tipo determina la estructura de la "Quaestio"
escolástica. Por todas partes la dinámica del "Sic et non" impulsa el
pensamiento.
Los estoicos identificaron la dialéctica con la lógica en general o,
por lo menos, con la parte de la lógica que no es retórica. Esta
interpretación de la totalidad de la lógica como dialéctica no es un
simple retorno a la concepción platónica de la dialéctica; pues la lógica
estoica que giraba en torno de las deducciones anapodícticas (por ejemplo,
si es de día, hay luz) no conoce razonamiento que no parta de premisas
hipotéticas y las premisas hipotéticas son las que, según Aristóteles, dan
carácter dialéctico al razonamiento.
Plotino considera que así como el alma es principio de vida y de
movimiento, la dialéctica es ante todo conocimiento discursivo (d i a n i
a ), conquista gradual, progresividad finita.
Hegel y el idealismo romántico conceptúan la dialéctica como síntesis.
Tal orientación aparece por vez primera en Fichte como "síntesis de los
opuestos por medio de la determinación recíproca" (Doctrina de la ciencia,
1794). Para Hegel la dialéctica es "la naturaleza misma del pensamiento",
por ser la resolución de las contradicciones en las cuales queda envuelta
la realidad finita que, como tal, es objeto del entendimiento. "Todo
finito tiene de propio el hecho de suprimirse a sí mismo". Según Hegel la
dialéctica consiste: 1) en la posición de un concepto "abstracto y
limitado"; 2) en la supresión de este concepto como algo "finito" y en el
paso a su opuesto; 3) en la síntesis de las dos determinaciones
precedentes, síntesis que conserva "lo que hay de afirmativo en su
solución y en su tránsito". Estos tres momentos son denominados por Hegel,
momento intelectual, momento dialéctico y momento especulativo o positivo
racional, respectivamente.
Marx reprocha la concepción hegeliana de dialéctica, porque es
conciencia y permanece en la conciencia no tomando el objeto, la realidad,
la naturaleza, sino el pensamiento y como pensamiento. Según Marx, toda la
filosofía hegeliana vive en la "abstracción" y no describe la realidad o
la historia, sino sólo su imagen abstracta, que finalmente es puesta como
suprema verdad en el "Espíritu absoluto" (Manuscritos
económico-filosóficos).
La noción de dialéctica ha asumido en su historia cuatro significados
fundamentales, emparentados entre sí, pero diferentes, como: 1) método de
la división; 2) lógica de lo probable; 3) lógica; 4) síntesis de los
opuestos. Si bien el último ha sido el más difundido, es también el
significado más desacreditado, por haber sido empleado como una especie de
fórmula mágica que puede justificar todo lo que ha ocurrido en el pasado y
cuanto se espera suceda en el futuro. Por lo que en un uso científico del
termino éste significado no será fructífero.
Las entidades racionales nacen del diálogo entre la experiencia y la
razón, diálogo cuya unidad dinámica asegura la unidad de lo real y la
teoría, y que siempre queda abierto y es revisable según unas reglas no
arbitrarias. Esta interpretación dialéctica está representada
principalmente por la corriente de ideas debida a la iniciativa de F.
Gonseth, según el cual el principio de esta dialéctica puede ser resumido
así: "la actividad científica real sugiere un principio de dualidad, según
la cual: a) el diálogo del experimental y del teórico no se deja reducir
totalmente a un monólogo, ni en un sentido ni en otro; b) el diálogo no se
establece entre un 'puro experimental' y un 'puro teórico', sino entre un
experimental y un teórico que están ambos (uno y otro en relación al otro)
en estado de evolución especificante" (Texto inédito reproducido por J.
Echarri en Philosophia entis sensibilis, 1959)
Diálogo antropo-cósmico: Hay que distinguir dos etapas en la
realización del diálogo antropo-cósmico, de las cuales la segunda fue la
que inauguraron los griegos y que constituye la base de nuestra
civilización científica (búsqueda de una racionalidad en el seno de la
naturaleza); adquiere todo su relieve por su distinción de la primera, de
la que se separó poco a poco, y cuyo resumen, por tanto, es útil hacer. La
mentalidad primitiva, la conducta original del hombre hacia su universo,
se caracteriza por el animismo, tendencia a ver y a proyectar hacia los
seres exteriores lo que el hombre experimente en sí mismo; es un
sentimiento de participación, de simpatía y de comunión con la naturaleza
(participación que generalmente parte de la convicción de una fuente
común, potencia superior, la divinidad). De hecho, este animismo
manifestaba, en forma primitiva, el eterno deseo del hombre de explicarse
el universo, de hacerlo inteligible, situándose ante él, para
apropiárselo. En el fondo, esta tendencia era la misma que la que motivará
la ciencia, que tendrá la inmensa ventaja de asegurar su realización
efectiva.
Diccionario: En 1502 aparece el primer diccionario políglota,
elaborado por Ambrosio Calepino; se inicia una primera clasificación
empírica de las lenguas en grupos y familias, según un método geográfico,
o según la estimación religiosa del hebreo como lengua originaria, como es
retomada por Guillaume Postel (1510-1581) en el De originibus seu de
Hebraicae linguae et gentis antiquitate, deque variarum linguarum
affinitate, siguiendo la autoridad de san Jerónimo (347-420).
El primer diccionario filosófico que conocemos corresponde a Voltaire,
quien después de concluir la Enciclopedia, se propuso hacer una
enciclopedia propia, a la que denominó Diccionario Filosófico. Pues con
gran audacia trató tema tras tema, según se los sugería el alfabeto, y
derramó en cada artículo parte de sus fuentes inagotables de conocimiento
y sabiduría. "He tomado como patrón mío, decía, a Santo Tomás el Dídimo
(el Gemelo), que siempre insistía en examinar las cosas con sus propias
manos". Además, agradece a Bayle que le hubiera enseñado el arte e la
duda. Rechaza todos los sistemas, y sospecha que "cada jefe de secta en
filosofía ha sido algo impostor". Además afirma: "Cuanto más adelanto, más
me confirmo en la idea de que los sistemas de metafísica son para los
filósofos lo que las novelas son para las mujeres". "Sólo los charlatanes
están seguros. Nada sabemos de los primeros principios. Es verdaderamente
extravagante, definir a Dios, a los ángeles y a las almas, y saber con
precisión por qué Dios formó el mundo, cuando ni siquiera conocemos por
qué movemos nuestros brazos a nuestro antojo. La duda no es un estado muy
agradable, pero sin duda es muy ridículo". "No sé cómo fui hecho ni cómo
nací. No supe en absoluto, durante un cuarta de mi vida, las causas de lo
que veía, oía o sentía... He visto lo que se denomina materia, desde la
estrella de Sirio, hasta el pequeñísimo átomo que solo puede ser captado
por el microscopio; y no sé qué es la materia".
Didajé: Librito que data del siglo I, descubierto en 1875 por
Briennios, dividido en: 1) "el camino de la vida y de la muerte; 2)
instrucciones litúrgicas acerca del Bautismo y la Eucaristía; 3)
advertencias y consejos generales".
Dignidad: Tomás de Aquino expresó la valorización del hombre en
el plan divino en un esfuerzo para precisar considerablemente la
antropología aristotélica superando la interpretación de los filósofos
árabes y planteó el problema de la dignidad humana sobre una base nueva,
la del mundo de la individualidad humana.
Kant formula el imperativo categórico: "obra de manera de tratar a la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de otro, siempre como un
fin y nunca sólo como un medio". Por otra parte afirma: "Lo que tiene un
precio puede ser sustituido por cualquier cosa equivalente; lo que es
superior a todo precio y, que por tanto, no permite equivalencia alguna,
tiene una dignidad".
En este contexto y en la incertidumbre de las valoraciones morales del
mundo contemporáneo, acrecentada por las dos guerras mundiales, puede
decirse que la existencia de la dignidad del ser humano ha superado la
prueba, revelándose como una piedra de toque fundamental para la
aceptación de los ideales o de las formas de vida instauradas o
propuestas, ya que las ideologías, los partidos y los regímenes que
explícita o implícitamente han contravenido este teorema han demostrado
ser ruinosos para sí y para los demás.
Dimensión temporal: Uno de los resultados más palpables de las
investigaciones sobre el problema de la evolución ha tenido como resultado
el haber introducido en la explicación de la naturaleza una categoría
nueva, la dimensión temporal, convertida desde este momento en elemento
necesario de toda visión moderna del mundo. Si bien esta nueva
inteligibilidad empezó a realizarse ya en el siglo XVII, la biología del
siglo XIX le ha proporcionado la ilustración concreta y la confirmación
necesaria, mostrando la lenta progresión de las especies vivientes en el
transcurso del tiempo, hacia una complejidad orgánica cada vez mayor.
Dinamismo: El dinamismo es otra forma de matematización de la
naturaleza muy opuesta al mecanicismo; pretendiendo recuperar nociones
tradicionales, apareció en la segunda mitad del siglo XVII con Newton y
Leibniz; ellos fueron los fundadores del cálculo infinitesimal
(diferencial e integral), que tuvo el inmenso mérito de introducir la
racionalidad en un terreno que hasta entonces parecía rebelde, el infinito
matemático. Esta racionalidad fue introducida por el cálculo de la
derivada y de la función primitiva; esta inteligibilidad del contenido ha
sido posible por la sustitución del número que expresa una relación (de
medida, de variación de medida, relación de relación). Con ello se
proporcionó a la ciencia moderna uno de sus principales instrumentos. En
el ámbito de la física se integró matemáticamente las nociones abandonadas
por el mecanicismo cartesiano, especialmente la noción de fuerza.
Observaciones más precisas, como el descubrimiento de la complejidad de
lo real, el descubrimiento de la noción de masa, y sobre todo, el
sentimiento de que lo que se conserva es un móvil no es tanto la cantidad
de movimiento como su "fuerza viva", lo que lleva a Newton y Leibniz a
reintroducir en física algunas nociones que se creían definitivamente
abandonadas en las ruinas de la escolástica: las ideas de fuerza, de
finalidad, etc.
El resultado fue un sistema del mundo (gravitación universal) de Newton
(1642-1727), quien tuvo interés en situar la síntesis en una perspectiva
teológica, estando Dios substancialmente presente en todas partes en el
universo; tuvo el mérito de no vincular a un contexto filosófico
discutible (como lo hizo Leibniz) las ideas de fuerza, de atracción, que
entran a formar parte de la comprensión moderna de la ciencia, sobre todo
en la generación de la idea de campo de fuerza (gravitatorio,
electro-magnético, nuclear).
Leibniz (1646-1716) quiso resucitar las categorías aristotélicas (la
sustancia, la forma, el alma) y lo hizo con un espíritu muy distinto,
mezclando los marcos, inscribiendo su mecánica en una metafísica, y sobre
todo, vinculando íntimamente la noción de fuerza material con la de alma.
Su dinamismo desembocó en una especie de pansiquismo, animismo
generalizado, comprometiendo con ello a la vez lo que tenía de justo su
reacción contra el mecanicismo cartesiano y también la deseada
recuperación de las nociones aristotélicas. El resultado fue el carácter
artificial de su sistema filosófico (monadología), inútil tentativa de
reconciliar el materialismo y el idealismo. Leibniz fue un genio de una
fecundidad extraordinaria, "es el más rico y más completo, afirma J.
Chevalier, tal vez, de los genios modernos. Reunió en él la herencia del
mundo antiguo, de la edad media y del renacimiento, con las adquisiciones
de la ciencia moderna, que él mismo contribuyó a acrecentar de una manera
decisiva; y su gama se extiende desde la lógica pura, la matemática y las
ciencias de la naturaleza hasta la moral y el derecho, la política y la
historia, la religión y la teología, e incluso la organización religiosa
de la tierra" (Historia del pensamiento).
El dinamismo tuvo el mérito inmenso de reintroducir la idea de fuerza,
cuya fecundidad científica se fue revelando en lo sucesivo, llenando con
ello la insuficiencia del mecanicismo estricto en el terreno científico.
Aristóteles y santo Tomás demostraron que es imposible llegar a una
realidad extensa partiendo únicamente de elementos que no lo son; pues si
tales elementos carecen de extensión, no están compuestos de partes
espacialmente distintas, dado que la extensión implica la exterioridad de
las partes que en ella se pueden distinguir, la extensión jamás podrá ser
el resultado de la suma de elementos que carecen de dichas partes. Aquí,
la atracción expresada por la ley de Newton (los cuerpos se atraen en
razón directa de su masa y en razón inversa del cuadrado de sus
distancias) enuncia solamente el "cómo" de la atracción; deja intacta la
cuestión del "por qué"; pues si se supone que el vacío separa los cuerpos,
no se ve qué es lo que pueda explicar el hecho de una acción mutua; si la
acción a distancia tiene sentido matemático, no tiene, sin embargo,
significado real.
Dios: Si el problema del ser desemboca esencialmente en el
problema de Dios, la disputa acerca del ser es, en última instancia, una
disputa acerca de Dios. Consecuentemente, toda filosofía con su respuesta
a la pregunta referente al ser toma de alguna manera posición respecto a
Dios. Su noción de Dios muestra lo más profundamente posible de qué
espíritu es hija y hace patente con la máxima claridad su grandeza o su
fracaso.
Dios es el fundamento primitivo (Ur-grund) del ente multiforme que
constituye el mundo, de todo ente en general. Todo se funda en El en
cuanto que la totalidad de los seres sale de El como primera Causa
eficiente y por El es atraída como último Fin, en cuanto que todo
participa de su plenitud, ofreciendo así un trasunto o por lo menos una
huella de su magnificencia. El fundamento primitivo en cuanto tal no se
cimienta en ningún otro, sino sólo en sí mismo; la Causa primera y última
de todo ha de ser incausado, existe en virtud de la absoluta necesidad de
su propia esencia.
La física newtoniana admite una razón limitada: la ciencia no tiene
como tarea el descubrir sustancias, esencias o causas esenciales. La
ciencia no busca sustancias, sino funciones; no busca la esencia de la
gravedad, sino que se contenta con que ésta exista de hecho y explique los
movimientos de los cuerpos celestes y de nuestro mar. Sin embargo escribe
Newton en la Optica, "la causa primera, ciertamente, no es mecánica".
John Locke (1632-1704) pretende probar la existencia de Dios por el
simple uso de nuestras facultades naturales, sin recurrir a las ideas
innatas. Siguiéndole, Voltaire (1694-1778) intenta demostrar que el
conocimiento de Dios, lo mismo que todos nuestros conocimientos, se
adquiere con el tiempo, como se ve al estudiar los pueblos bárbaros o
incluso los niños, y Voltaire, al igual que Locke, no se plantea la
cuestión de saber si el maestro produjo esta idea o no hizo más que
despertarla: "Yo existo; por tanto, algo existe. Si algo existe, algo ha
existido desde toda la eternidad": esto es, el Ser necesario, Dios, del
que todos los seres existentes recibieron su ser" (Tratado de Metafísica).
Immanuel Kant (1724-1804) se plantea la pregunta: Qué es Dios para la
razón?. No es solamente una idea (como lo es la sabiduría), sino un ideal
(como lo es el sabio), es decir, según el punto de vista de Platón - que
Kant define aquí perfectamente -, es la idea de un ser individual en quien
se unifican todas las cosas de la razón: estas ideas, es verdad, según
Kant, no tienen, como las ideas de Platón, una virtud creadora, sino que,
como principios reguladores, tienen una virtud práctica, que sirve de
fundamento a la posibilidad de perfección de ciertos actos. Ahora que la
razón no se detiene aquí: pretende elevarse hasta un ser plenamente
determinado en su contenido y no solamente en su forma, en suma hasta el
Ser perfecto, el ens realissimum, el Ser supremo, el Ser de los seres, y
aún mejor: el Ser original del que deriva toda posibilidad de las cosas.
El concepto de un tal ser es el de Dios concebido en el sentido
trascendental. (Chevalier 571)
Roger Hahn en su obra "Laplace y la difuminación del rol de Dios en el
Universo físico" considera la conversación entre Laplace y Napoleón, el 8
de agosto de 1802, importante por su simbolismo y enseñanza. Napoleón,
entonces Gran Cónsul de Francia, va a la Malmaison a visitar a Laplace
entonces en el pináculo de la fama por su libro "Exposición del sistema
del mundo". En la conversación, oídas las explicaciones de Laplace sobre
la expansión del universo sideral, Napoleón pregunta, pero ¿quién es el
autor de todo esto? La respuesta inmediata de Laplace fue "en mis estudios
no he tenido necesidad de esa hipótesis". Lo que equivale a decir: busco
cómo se han ordenado los astros en la posición que hoy ocupan; existen la
materia, la gravedad y el movimiento, no busco quién los hizo, quién es su
autor.
En toda búsqueda de una explicación científica hay una subjetiva y
conscientemente una decisión (mezcla de sentimiento y de pensamiento) de
considerar un aspecto de la realidad y excluir otros. La hipótesis de
considerar siempre a Dios como causa también puede y debe ser excluida.
Escandalizarse o no comprender esa exclusión ha sido un grave fallo de la
Teología. Parece necesario recordarlo: la Teología es una ciencia y
sabiduría, los argumentos teológicos no son argumentos científicos en el
sentido de la botánica, la Astronomía, etc. Sin alma la vida humana se
reduce a una especie de mecanicismo, decía Honorio Delgado; sin el alma es
imposible aún concebir la hipótesis de la existencia del cuerpo
espiritual. La afirmación de la existencia del cuerpo espiritual (cuerpo
resucitado) sólo puede ser hecha por la fe. San Pablo escribe a los
preguntones de Corinto: "Pero dirá alguno ¿cómo resucitan los muertos?
¿qué clase de cuerpos traerán?" Y San Pablo para responder introduce
primero el símbolo de la muerte del grano de trigo y luego enuncia algunas
diferencias entre cuerpo animal y cuerpo espiritual. Entonces la
inmortalidad del alma es un asunto de fe.
Discursus mentalis: Es una expresión utilizada por Hobbes, pues
en un capítulo del Leviathan "De consecuentia sive serie immaginationum",
que preludia a la teoría asociacionista en boga en la escuela inglesa,
trata de demostrar que la serie de los fenómenos síquicos, llamados por él
"discursus mentalis", se reduce a la serie de los fenómenos orgánicos en
sucesión, reduciéndose el pensamiento a las palabras, las palabras a las
imágenes, las imágenes a las sensaciones que ellas prolongan, y éstas a
los movimientos de los que proceden.
Distensión: Tensión excesiva. Gramaticalmente es la tercera y
última fase de la articulación de un fonema, durante la cual los órganos
vocales abandonan la posición tomada durante la emisión para pasar a la
posición de indiferencia o para preparar la emisión el fonema siguiente.
Doctorado: El verdadero origen del nombre de doctor, en el
sentido que se entendió en las universidades, remonta a la authentica
famosa (1158) con la que Federico I Barbarroja concedió a los estudiantes
de Bolonia, junto con otras franquicias, el privilegio de la jurisdicción
y confirmó a los enseñantes que eran llamados para ejercerla la
prerrogativa y la autoridad de funcionarios públicos. El primer doctorado
se otorgó el año de 1276, y lo otorgaba el Papa o su representante. Era el
Papa quien tenía la autoridad de expedir este grado, pero se hacía
representar siempre por los obispos, que se llamaban cancilleres
apostólicos.
Dogma: Proposición que se considera como principio innegable en
una ciencia. Es la decisión, el juicio, y por lo tanto el decreto u
ordenanza. Así se entendió la palabra en la antigüedad y se la empleó para
indicar las creencias fundamentales de las escuelas filosóficas; más tarde
fue aplicada a las decisiones de los concilios y de las autoridades
eclesiásticas acerca de materias fundamentales de fe.
Dogma metafísico: Si hay un dogma metafísico, fuertemente
arraigado en la conciencia occidental, al que todo el mundo se adhiere
espontáneamente sin discutirlo, como un axioma o un a priori inconfesado,
es justamente esa persuasión de la existencia de un dualismo fundamental y
absoluto entre el espíritu y la materia. Desde que Descartes opuso de tal
manera esos dos mundos, considerados como absolutamente heterogéneos (la
res extensa y la res cogitans), parece natural no volver a poner en tela
de juicio semejante dualismo. Ahora bien, el advenimiento de la ciencia
moderna nos ha arrancado de la fascinación de ese axioma, mostrándonos la
secreta connivencia entre esos dos dominios de lo real. Ante tal hecho,
muchos filósofos modernos (y hombres de ciencia influidos por ellos y por
un espiritualismo desencarnado), siempre bajo el influjo del a priori
dualista, apelan al misterio incomprensible del mismo; y hay razones para
ello, partiendo de tal presupuesto. Así, en semejante actitud, el dato
primordial que obnubila al espíritu no es ya el hecho mismo de la
adecuación de la ciencia a lo real, sino el dogma dualista. Y, establecido
éste como principio, es lógico entonces declarar, si no admisible (y el
idealismo lo ha hecho), sí al menos muy misterioso el hecho de la
adecuación de la ciencia a lo real. Hay en ello una falta de simplicidad y
de fidelidad ante los datos de un problema, considerados enseguida como
inconciliables, bajo los efectos de un prejuicio inconfesado. La mejor
manera de abordar un problema es considerar sus datos sin prejuicios.(ver
Verdad básica).
Dogmatismo: En cuanto dirección científica, originariamente
significa lo opuesto al escepticismo. Kant concibe por dogmatismo el
racionalismo y toda filosofía en la cual la metafísica intenta avanzar sin
crítica del conocimiento. Como actitud personal, el dogmatismo tiende a
decir en todo la palabra definitiva y a no tolerar contradicción alguna.
Renunciando a las evidencias y a la suficiencia de una ciencia que se
creía soberana, la revolución científica actual ha acabado de rechazar
todo dogmatismo; ha aprendido demasiado a sus expensas lo que cuesta
querer explicarlo todo y regentarlo todo. La idea de positividad y de
objetividad absoluta de las conclusiones científicas, aparece cada vez más
ilusoria. Toda teoría científica, sobre todo en su expresión, depende
demasiado de elementos operatorios y es demasiado parcial y subjetiva,
para que no reconozca sus propias limitaciones. Estamos ya muy lejos del
ideal cientificista del siglo pasado, que quería hacer de la ciencia la
religión de la humanidad.
Dogmatizar: Afirmar algo que no se puede dudar o cuestionar.
Dualismo: En oposición al monismo deja a salvo los contrastes
esenciales existentes en la realidad entre el ser contingente y el Ser
absoluto (mundo y Dios), y entre conocer y ser, materia y espíritu o
materia y forma vital unida a lo material, ser y acción, sustancia y
accidente, etc. Con frecuencia el dualismo designa el otro extremo del
monismo: la dualidad pura, irreductible. El dualismo antropológico,
defendido por Descartes, desatiende la unidad del cuerpo y el alma que,
situada por encima de la dualidad, existe en el hombre.
Werner Heisenberg (1901-1976) es uno de los científicos contemporáneos
que mejor ha visto este mal al afirmar: "efectivamente podemos razonar sin
mencionarnos a nosotros mismos en cuanto individuos, pero no podemos
olvidar el hecho de que las ciencias experimentales son elaboradas por
hombres: no se limitan a describir y explicar la naturaleza, forman parte
de la interacción entre la naturaleza y nosotros. Describen la naturaleza
tal como nuestro método de investigación nos la revela. Se trata de una
posibilidad en la que Descartes no hubiera podido soñar, pero que hace
imposible la clara separación entre el universo y el yo... Esta división
cartesiana ha impregnado profundamente el espíritu humano durante los tres
siglos posteriores a Descartes, y pasará mucho tiempo antes de que sea
sustituida por una actitud realmente distinta frente al problema de la
realidad" (Phisique et philosophie, 1961)