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Los faraones fueron los
reyes del Antiguo Egipto, considerados dioses y teóricamente dueños
de hombres y bienes. El faraón Akenatón necesitaba un hijo que le
sucediera, ya que sólo había engendrado a seis niñas. Se dice que su
esposa Nefertiti escogió a una esclava, Kiya, que murió en el parto
del niño. Tut Anj Amón, cuyo nombre significa "Perfecta vida de Amón"
perteneció a la XVIII dinastía, y nació en 1354 a.C.
Se casó
a los diez años con la princesa Ankhsen
Amón, hija de su madrastra Nefertiti. Un año antes había subido al
trono tras la muerte del faraón Smenker, aunque el poder político lo
detentó su visir llamado Ay, y el militar el general Horemheb. Ambos
acordaron que a la vuelta de una cacería, el faraón sufriría un
accidente. Decidieron no utilizar el veneno porque el ambiente en
torno al faraón estaba ya muy suspicaz, e incluso el propio general
había sido invitado a probar la fruta antes que el soberano.
Ay, que contaba unos
sesenta años, quería una sucesión rápida y segura, así que persuadió
al general de que el rey debía morir en accidente, y no desaparecer
como pretendía el otro. Respetuoso con la tradición, Ay quería
además que el faraón tuviera un entierro digno, con lo que pensaba
ganarse el favor de la futura viuda.
La cacería había sido
buena, y el joven faraón, de diecinueve años, mantuvo su costumbre
de adelantarse al cortejo compitiendo con Ay en una carrera. Un
tercer carro se situó junto al del faraón y una de sus lanzas se
cruzó en los radios de la rueda. El vehículo volcó sobre el ocupante
y aplastó su pecho contra la madera astillada. Pero aún no había
muerto y el visir lo remató con un golpe en la base del cráneo, bajo
la oreja izquierda.
Fue una muerte inesperada
y el ajuar, que aún no estaba preparado, se completó con objetos
viejos. Los más altos funcionarios del país acompañaron el cortejo,
formado principalmente por mujeres gritando, que se dirigió valle
arriba. La ceremonia fue oficiada por Ay, sucesor a sus sesenta años,
quien quiso aparecer en las paredes del sepulcro, decorado sólo en
parte por las prisas de los preparativos.
El ajuar funerario de
Tutankamón estuvo compuesto por unos quinientos objetos, con todo lo
que pudiera necesitar en la otra vida. Uno de los objetos más
característicos de estos enterramientos es la barca en la que el
difunto debe navegar para llegar al otro mundo.
Las figuras oushebti,
sirvientes funerarios, eran las
encargadas de realizar para él las tareas cotidianas en el otro
mundo: fabricar cerveza, vino, cocer el pan, responder por su señor
cuando el dios de los Muertos le requería para alguna misión...
Tutankamón disponía de 413 de estos sirvientes: uno para cada día,
un encargado para cada diez días y un supervisor por mes.
Los planes del visir
incluían casarse con la viuda, Ankhsen Amón, de apenas quince años,
que sería nieta del propio Ay si, como defienden algunos egiptólogos,
el visir era el verdadero padre de la mítica Nefertiti. La joven
intentó evitarlo solicitando a Suppiliumas, vecino rey de los
hititas, que le enviara un hijo para casarse y gobernar juntos, pero
éste fue asesinado de camino y la reina hubo de ceder a los planes
de Ay.
El traidor se apropió
del templo funerario y la sepultura que el joven faraón había hecho
construir para sí mismo, y en su lugar se le destinó la modesta
tumba preparada para el visir. Antes de que sus paredes fueran
selladas en 1346 a.C., la joven reina colocó sobre el cadáver
embalsamado una hermosa guirnalda de flores.
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