Tercer planeta en orden de distancia desde el Sol, que forma parte,
junto con Mercurio, Venus y Marte, de los llamados planetas sólidos, y
es el único en albergar, por lo que sabemos hasta hoy, formas
evolucionadas de vida.
La Tierra es el mayor de los planetas interiores,
gira alrededor del Sol con una órbita elíptica que sólo difiere de un
círculo perfecto en un 3%. Su distancia media al Sol es de 149,6
millones de km y es utilizada por los astrónomos como unidad de medida
de las distancias en el Sistema Solar, bajo la definición de Unidad
Astronómica (UA). En su posición más lejana o afelio dista 152,1
millones de km y en su posición más cercana o perihelio 147,1
millones de Km de él.
El
plano de la órbita se toma como referencia para medir las inclinaciones
de los planos orbitales de los otros planetas. La Tierra emplea 365,256
días para completar su órbita, es decir, para realizar una vuelta
completa alrededor del Sol, desplazándose a la velocidad de 29,79 km/seg.
La
rotación del planeta alrededor de su propio eje se realiza en 24h (día
solar), pero el periodo rotacional terrestre ha sido modificado a lo
largo de la historia geológica, como consecuencia de la acción de
frenado que produce el efecto mareal de su satélite, la Luna. Por tanto,
la duración del día se ha alargado continuamente a través del tiempo
como han demostrado estudios paleontológicos, que determinan la duración
del día, hace 550 millones de años (en el periodo Cámbrico) en 21 horas.
La
masa de la Tierra es de 5,976 x 10 elevado a 24 kg y su densidad media
de 5,52 g/cm3, es decir, unas cinco veces mayor que la del agua. Se
trata de la densidad más elevada con respecto a los otros planetas
interiores. En cuanto a dimensiones, la Tierra tiene un radio medio de
6371 km, el tamaño más grande de los planetas sólidos. Su forma no es
perfectamente esférica, ya que su radio es ligeramente más grande en el
Ecuador (6378 km) que en los polos (6356 km); de su estudio y
representación se encarga la Geodesia.
La
Tierra posee un importante relieve, cuyas principales unidades
topográficas corresponden a los continentes y las cuencas oceánicas. En
las zonas continentales, las grandes cadenas montañosas tienen miles de
kilómetros de extensión (orógenos), y de forma similar en las cuencas
oceánicas los principales relieves los forman las dorsales que recorren
longitudinalmente nuestro planeta. Dorsales y orógenos son estructuras
con vulcanismo activo y en general zonas donde las rocas se funden y/o
sufren procesos metamórficos.
La
Tierra tiene cuatro características poco comunes dentro de los planetas
terrestres: hasta ahora es el único planeta que posee vida y una
biosfera compleja, presenta una vasta hidrosfera cuyas mayores masas de
agua están constituidas por los océanos, tienen una atmósfera
suficientemente importante, desarrolla una importante actividad
orogénica, y dispone de un intenso campo magnético. No lejos de la
Tierra, a una distancia media de 384.000 km, se encuentra la Luna, su
único satélite.
Tabla comparativa de los planetas.
Las
teorías actuales sobre el origen del Universo proponen que hace
alrededor de 5.000 millones de años se originó el colapso gravitatorio
de nebulosa. La evolución de este proceso de colapso originó una serie
de glóbulos (densos y oscuros al no presentar estrellas en su
interior), que posteriormente terminaron por desarrollar las incipientes
estrellas, una de las cuales constitutiva de nuestro sistema solar.
Por
efecto de la rotación, estas jóvenes estrellas aún rodeadas por grandes
cantidades de materia nebular (gases, partículas, etc.) adoptaron
morfologías discoidales, a partir de las cuales comenzaron a enfriarse y
condensarse en pequeñas partículas de polvo cósmico. Una de estas
nebulosas originó el Sol, y la acreción del polvo cósmico mediante
sucesivas colisiones entre sus partículas terminó por originar los
planetas que forman parte de nuestro sistema solar. Planetas dispuestos
en órbitas estables alrededor del Sol, todas ellas cercanas a un plano (plano
de la eclíptica), como consecuencia de la disposición discoidal de la
nebulosa solar primitiva.
El
geofísico ruso Otto Schmidt propuso en 1944 que los planetas rocosos
se habían creado de forma gradual a partir de una nube de polvo cósmico.
Esta nube originalmente se agrupó formando partículas, que al agregarse
entre ellas, fueron aumentando progresivamente de tamaño para dar lugar
a lo que Schmidt denominó planetesimales. Schmidt razonó que a
medida que fueran aumentando el tamaño de los planetesimales, la
posibilidad de colisiones entre los mismos irían reduciéndose. El
programa espacial Apolo desarrollado en los años setenta demostró que
los cráteres lunares habían sido causados por el impacto de abundantes
objetos hace 4.500 millones de años. Después, el número de colisiones
parecía haber disminuido drásticamente. Estas observaciones reforzaron
la hipótesis planteada por Schmidt.
El
que hubiera menos elementos para el proceso de acreción implica que
debió invertirse mucho tiempo para la construcción de un planeta.
Cálculos efectuados sugieren que pudo transcurrir 100 millones de años
entre la formación de un objeto de 10 km de diámetro y otro del tamaño
de nuestro planeta.
La
acreción colisional tuvo una influencia predominante en el desarrollo
posterior de la Tierra. Los grandes cuerpos que colisionaron contra la
masa terrestre produjeron una enorme cantidad de calor, que llegó a
conseguir su fusión y posterior fraccionamiento por contraste de
densidades. La disminución en número de colisiones permitió el
enfriamiento de nuestro planeta que tras millones de años consiguió la
consolidación de una incipiente corteza, la cual debió caracterizarse
por su enorme actividad volcánica.
La acreción terrestre culminó con la diferenciación del planeta: se
originó un núcleo y una atmósfera primigenia.
El
origen del núcleo, según el geofísico de la Universidad de París Claude
J. Allègre, tuvo lugar probablemente hace 4.440-4.410 millones de años.
El impacto de los planetesimales provocó la fusión del hierro terrestre
y su descenso al interior para formar el protonúcleo. La Tierra
semifundida y aún en crecimiento acumulaba nuevas partículas metálicas
que se añadían al núcleo a causa de su densidad. Al mismo tiempo, la
diferenciación terrestre comenzó a emitir una gran cantidad de gases,
que terminaron por constituir una atmósfera incipiente.
El
estudio de isótopos de diversos gases nobles (helio, argón y xenón)
recuperado en los minerales del manto terrestre, emitidos en las
dorsales marinas; ha permitido determinar que entre el 80 y el 85 por
ciento de los gases que componen la atmósfera terrestre se expulsaron
durante el primer millón de años que siguieron a la diferenciación del
núcleo del planeta. Así pues, la atmósfera terrestre (caracterizada por
la ausencia de oxígeno) tuvo un origen muy adelantado, con una
composición constituida principalmente por dióxido de carbono y
nitrógeno, y en menor cantidad por metano, amoníaco, dióxido de azufre y
ácido clorhídrico.
La
rápida desgasificación del planeta liberó ingentes cantidades de agua,
que se acumularon en la superficie terrestre constituyendo los océanos.
La temperatura de los océanos durante el Arcaico ha sido objeto de
debate. En los años setenta, mediciones efectuadas con isótopos de
oxígeno en estromatolitos, indicaban temperaturas sobre los 80º C,
valores tan elevados que sugerían océanos con características que bien
podían ser hidrotermales. Recientes descubrimientos pusieron seriamente
en duda la existencia de océanos tan calientes en las primeras fases de
la hidrosfera terrestre. La presencia de cristales de yeso y bacterias
fijadoras de nitrógeno encontradas en las rocas arcaicas, indicaban
temperaturas no superiores a los 60º C. Ésta parece, por tanto, que fue
la temperatura límite de los primeros océanos, cuya temperatura más
probable oscilaría en un intervalo comprendido entre los 30º ó 40º C.
La
aparición de los continentes fue un acontecimiento posterior. Mediante
el estudio de los circones (minerales de gran resistencia frente a la
erosión), se descubrió que podían permanecer estables durante miles de
millones de años y servir como indicadores de la corteza más antigua del
planeta; ya que se encontraban en depósitos sedimentarios tras haber
completado varios ciclos de erosión-sedimentación. Un equipo de
investigadores de la Universidad Nacional de Australia encontraron en el
Este de su país circones con edades comprendidas entre los 4.100 y 4.300
millones de años. Es razonable considerar por consiguiente, que los
continentes se originaron en esa época.
En
resumen, podemos decir que la Tierra como cuerpo planetario, en sus
primeros estadios era un sistema muy energético, aunque con gradientes
geotérmicos muy variables. La diferenciación de nuestro planeta tuvo
lugar con bastante rapidez. Hace unos 4.400 millones de años se formó el
núcleo, mientras que los gases que emergían del interior terrestre
dieron lugar a una atmósfera primitiva. Algo más tarde, se formó la
corteza continental a medida que los diferentes elementos se fueron
separando a distintas profundidades; hecho que permitió el desarrollo de
procesos de diferenciación magmática, y por consiguiente la génesis de
rocas ígneas cada vez más ricas en sílice.
La
Tierra hay que considerarla como formada por una esfera más o menos
sólida, rodeada por una capa gaseosa externa llamada atmósfera.
En
la actualidad se entiende por atmósfera el conjunto de estratos de aire,
gases, partículas y energía, existentes dentro de la cápsula de vacío
magnético que protege ampliamente nuestro planeta del viento solar. La
atmósfera, en sentido más estricto, es la capa de aire retenida por la
fuerza de atracción de la tierra y que toma parte en su rotación; es una
mezcla de diferentes gases: 78,09% de nitrógeno, 20,95% de oxígeno,
0,93% de argón, 0,30% de anhídrido carbónico y vestigios de otros gases,
sobre todo de los denominados nobles y otros procedentes de la
contaminación humana.
Posee un espesor de unos 2.000 km desde la superficie de la Tierra, y se
caracteriza por los gases que la forman (mayoritariamente nitrógeno y
oxígeno), así como por actuar de forma similar a un termostato, que
regulara el calor externo e interno de la Tierra. Estas características
posibilitan la vida en el planeta Tierra.
Hasta una altura de unos 120 km no se altera esencialmente la
composición de esta mezcla aérea, por tener lugar aquí continuos
procesos de equilibrio. Lo único que disminuye con la altura es la
densidad de los gases y a alturas por encima de los 120 km tiene lugar
el fenómeno de difusión gaseosa.
La
más conocida distribución de la atmósfera es la clasificación según la
temperatura, en troposfera, estratosfera, mesosfera, ionosfera (o
termosfera), y se supone además una exosfera de transición al espacio
sideral.
Si
se parte de la composición gaseosa, se incluyen las capas con proporción
gaseosa constante (troposfera, estratosfera y mesosfera) dentro de la
homosfera, mientras que en las capas superiores (ionosfera y exosfera)
dominada por difusión gaseosa, constituyen lo que se denomina
heterosfera.
Por
último, puede hacerse una consideración desde el punto de vista de las
diferencias en la carga eléctrica de átomos y moléculas y se habla
entonces de una neutrosfera (con ausencia de ionización) y de la
ionosfera que se inicia en la mesosfera. Por encima de la exosfera,
ionosfera o heterosfera habrá que pensar en el comienzo de la
magnetosfera.
Capa de la atmósfera de menor altura situada sobre la superficie de la
Tierra; alcanza en los trópicos una altura de 16 a 17 km frente a sólo 8
en los polos, debido a que el frío la contrae y el calor la dilata. En
los niveles inferiores de la troposfera se producen los fenómenos
atmosféricos.
La
troposfera se caracteriza por la homogeneización de su composición
química, hecho que facilita su enorme movilidad atmosférica, pues en los
niveles inferiores de la troposfera se producen la mayoría de los
fenómenos atmosféricos.
En
esta ínfima parte de la atmósfera se halla un 80% del agua, que puede
estar en forma de vapor hasta 14 km de altura. En los polos descienden
grandes cantidades de aire frío, en el ecuador se elevan enormes masas
de aire caliente y húmedo. Estas masas de aire y de vapor se mueven a
grandes velocidades entre las temperaturas extremas de 40ºC y -75ºC, y
su circulación, de acuerdo a complicadas reglas, determina el estado
general del tiempo del planeta. La estratosfera alcanza hasta 50 km. En
su región inferior la temperatura es estable entre los -50ºC y los
-60ºC. La humedad del aire y la velocidad del viento disminuyen bastante
rápidamente a partir de la tropopausa. Por esta razón, la estratosfera
está prácticamente libre de nubes.
Sus
límites se encuentran marcados por importantes variaciones de la
temperatura, el límite superior o estratopausa coincide con un máximo
térmico, de 17ºC situado alrededor de los 50 km de altura; mientras que
su límite inferior o tropopausa se sitúa en un mínimo de temperatura
alrededor de los -70º, entre los 8-17 km de altura. Se caracteriza por
sus bajas temperaturas y su ascenso paralelo al aumento de altura,
consecuencia de la absorción parcial del espectro electromagnético
procedente de la luz solar.
La
estratosfera tiene una gran importancia en el desarrollo de la vida
sobre la superficie terrestre, como consecuencia de la absorción de los
rayos ultravioletas por parte del ozono (combinación molecular de tres
átomos de oxígeno), cuya máxima concentración se sitúa entre los 40-60
Km de altura, zona que recibe el nombre de ozonosfera. La radiación
ultravioleta del Sol se encarga de la formación del ozono y con este
proceso se debilita tanto que alcanza la Tierra en porcentajes inocuos
para la vida.
Capa
de la atmósfera terrestre comprendida entre 50 y 80 kilómetros de
altitud, es decir, situada por encima de la estratosfera (cuyo límite es
la tropopausa) y bajo la termosfera (con la cual limita en la mesopausa).
Es
la capa de mayor altitud de la homosfera y se caracteriza por presentar
un importante descenso de la temperatura paralelo al aumento de altitud,
de forma que de los apenas 0º C existentes en su base, se llegan a
alcanzar los -123º C, en su parte más alta.
Está
formada por iones y electrones libres, esto es, por partículas
subatómicas desprendidas de ellos, en estado de gran enrarecimiento. La
ionización aumenta con la altura y pasa por varios máximos consecutivos
llamados: capa D en la base de la Ionosfera, a 120 km de altura; la capa
E o de Kennelly-Heavyside, situada por encima; la capa F1 o de Appleton,
a unos 160 km de la altura; y por último, entre los 260 y 350 km, la
capa F2.
A
causa del estado de ionización que presentan sus componentes también
recibe el nombre de ionosfera.
Entre los 120 y 150 kilómetros de altura el oxígeno se halla en estado
atómico, pues las moléculas se disocian por la radiación ultravioleta
del Sol. Las ondas de radio, principalmente las de onda corta, se
reflejan en algunas de estas capas, las cuales sólo consiguen atravesar
ondas electromagnéticas de gran longitud de onda.
Zona
externa de la atmósfera terrestre que se sitúa entre la ionosfera cuyo
límite se conoce con el nombre de termopausa y el espacio exterior. Se
extiende aproximadamente entre los 500-1000 km de altura y su límite con
el espacio exterior se alcanza cuando la densidades de ambas se igualan,
pues la exosfera se caracterizada por presentar una densidad muy baja y
el escape de moléculas al espacio exterior.
Se
trata de una de las capas de la heterosfera, cuyos componentes
atmosféricos se encuentran ionizados como consecuencia de la disociación
producida por el bombardeo de las radiaciones solares.
La
magnetosfera es un gigantesco campo magnético que rodea de lejos la
Tierra. Fue descubierto por el satélite soviético Sputnik2 en 1957.
Dentro de la magnetosfera existen dos zonas especialmente reactivas que
se conocen con el nombre de cinturones de Van Allen, en honor a su
descubridor. Estas zonas no presentan una delimitación muy concreta, ya
que la actividad solar y el magnetismo hacen oscilar sus límites,
actualmente se denominan zonas de radiación.
El
límite exterior de la magnetosfera, lo que se denomina magnetopausa,
está en la parte de la Tierra que mira al Sol a más de 60.000 km, y en
la cara opuesta al Sol es mayor y va remolcada como la cola de un cometa.
Capa
limite entre la atmósfera y la parte sólida de la Tierra, cubierta en
buena parte por los océanos. Es básicamente lisa, puesto que desde las
mayores profundidades hasta las alturas más altas tan sólo hay un
desnivel de 20 km, (un 0,3%). En la superficie terrestre y en sus
proximidades se desarrolla la vida.
La
superficie de la Tierra no es en absoluto continua. Está dividida por
una serie de grietas similares a las producidas en la cáscara de un
huevo cocido al golpearlo, que forman doce grandes placas litosféricas
que flotan sobre el manto de la Tierra y se hallan en movimiento
continuo.
La
superficie terrestre no es uniforme, su temperatura varia en función de
su posición; su aspecto de acuerdo con los materiales circundantes. La
superficie terrestre varia por efecto del los agentes atmosféricos, los
agentes geológicos y también por los seres vivos y el hombre.
El
modelado de la superficie terrestre se efectúa por medio de los agentes
erosivos en función de factores condicionados por el tipo y disposición
de las rocas, bajo condiciones definidas por el clima, y en función del
tiempo. La Geomorfología es la ciencia que, bajo estas premisas, estudia
las formas del relieve y los procesos que las originan.
Puede subdividirse en tres grandes esferas concéntricas que corresponden
a la corteza, el manto y el núcleo.
Estas grandes divisiones se establecieron de forma indirecta al observar
el comportamiento de las ondas elásticas producidas por los terremotos.
Puesto que cada unidad rocosa tiene propiedades diferentes, las ondas
sísmicas varían continuamente de velocidad en su trayectoria a través de
la Tierra. Además es posible distinguir las zonas en estado de fusión
(con comportamiento plástico) y en estado sólido (con comportamiento
rígido). En el primer caso, únicamente transmiten ondas de compresión (ondas
P), mientras que en el segundo transmiten tanto las ondas de compresión
como las de cizalla (ondas S).
El desarrollo de la Sismología permitió que dos
investigadores, Harold Jeffreys en 1939, y Beno Gutenberg en 1959,
propusieran la existencia de tres discontinuidades netas en el interior
de la Tierra, al basarse en la distribución de las ondas P y S en
profundidad. Según la gráfica que se muestra a continuación, la corteza
corresponde a la zona donde la velocidad de las ondas P (Vp) es inferior
a 7 km/s; mientras que el manto es la zona donde Vp es superior a 8
km/s, y el núcleo se caracteriza porque las ondas S no se propagan (en
1972 se comprobó que las ondas S se propagaban en el núcleo interno;
hecho que implicaba que el núcleo interno era sólido y su zona externa
líquida).
Distribución de las velocidades sísmicas en el
interior terrestre.
La capa más externa de la Tierra es la litosfera, la cual se encuentra
formada por la corteza más la parte superior del manto terrestre.
Actualmente se sabe que la litosfera no es una envoltura de aspecto
externo perfecto, sino que se encuentra fragmentada en numerosas placas
discretas que se mueven unas respecto de otras. Estas placas están
compuestas por litosfera, que es rígida, en el sentido de que es capaz
de soportar niveles bajos de esfuerzo diferencial por tiempo indefinido
sin llegar a fluir. La litosfera se desplaza sobre la astenosfera,
material del manto superior que es capaz de fluir continuamente y que
permite el movimiento de las placas litosféricas superpuestas. El límite
entre la litosfera y la astenosfera es uno de los mayores y más
significativos contrastes de ductilidad.
La
corteza terrestre constituye la capa más externa de la litosfera. Tiene
un espesor medio de 45 Km; su límite inferior que separa corteza y manto
se conoce con el nombre de discontinuidad de Mohorovicic; y su límite
superior lo constituye la superficie terrestre, lugar donde se encuentra
en contacto con las capas fluidas de la Tierra: hidrosfera y atmósfera.
Estructural, composicional y físicamente, puede diferenciarse en corteza
continental, corteza oceánica y una corteza con características
intermedias que se sitúa en márgenes continentales pasivos (como por
ejemplo los existentes en el océano Atlántico), entre los otros dos
tipos de corteza.
La
corteza continental se extiende bajo los continentes y sus márgenes y
por regiones poco profundas de los océanos. En total ocupa el 45% de la
superficie del planeta, constituye alrededor del 0,3% de su masa y está
compuesta por materiales de densidad relativamente baja (densidad media
= 2,7 gr/cm3). En los continentes su espesor está comprendido
entre 25 y 70 km.
En
1925 V. Conrad publicó un estudio sobre el terremoto de Tauern, acaecido
en 1923. En este trabajo sugería que la corteza continental estaba
formada por dos capas distintas. Ambas capas, superior e inferior,
debían estar separadas por una discontinuidad (que fue llamada, en su
honor, discontinuidad de Conrad). Algunos sismólogos posteriores
denominaron "capa granítica" a la corteza superior porque las
velocidades sísmicas observadas eran muy similares a la que presentaban
los granitos y "capa basáltica" a la inferior, por la misma razón.
Sin
embargo, el rasgo principal de la corteza continental es su
heterogeneidad. Desde el punto de vista petrológico hay un gran desorden
composicional que no sustenta la idea de dos niveles diferenciados. Así,
se ha constatado que los escudos precámbricos están compuestos
fundamentalmente por granitos y gneises. En cambio, los márgenes
continentales están integrados por sedimentos, provenientes del área
continental adyacente; mientras que en las áreas oceánicas la mayor
abundancia composicional corresponde a rocas basálticas. Además de esta
variación regional, se ha detectado una importante variación vertical.
Para
ampliar más la información sobre este tema, véanse los artículos
correspondientes a Rocas sedimentarias, Rocas ígneas y Rocas
metamórficas.
Actualmente, mejores datos geológicos y sísmicos han logrado una visión
más realista, que descarta el modelo tradicionalmente propuesto de una
corteza continental estratificada, por lo que, carece de fundamento la
existencia de una discontinuidad universal de Conrad. Estudios recientes
de distintas zonas de la corteza continental profunda han permitido
construir esquemas más veraces, en los que se distinguen tres niveles:
un nivel inferior de rocas de quimismo muy variable, con rocas tanto
ácidas como básicas; un nivel medio con quimismo ácido a intermedio, que
presenta rocas metamórficas de alto grado y rocas plutónicas; y un nivel
superior con rocas graníticas, volcánicas y metamórficas.
La
corteza continental es mucho más antigua que la oceánica, está integrada
por materiales que en ocasiones se remontan 4.000 millones de años atrás.
Sin embargo, sufre una constante renovación merced a los ciclos
tectónicos (Ciclo de Wilson), el vulcanismo, la erosión y la
sedimentación.