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Carlos el Calvo rodeado de cortesanos y prelados
(Biblioteca Nacional, París) |
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El emperador Carlomagno
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La Alta
Edad Media: época carolingia y el desarrollo del feudalismo
La
dinastía carolingia se mostró capaz de extender su influencia a
la mayor parte de Europa occidental.
El rey Pipino el Breve
se dedicó a ampliar los límites de su reino y desde entonces la
Galia constituyó una unidad territorial en manos de una sola
corona. Sin embargo, fue su hijo Carlomagno, sucesor del
trono, quien llevó el reino de los francos a su mayor
desarrollo. A lo largo de sus campañas militares derrotó a los
lombardos y anexó Italia a la esfera política de los francos.
Del mismo modo, sometió a sajones, frisones, bávaros y ávaros.
Estableció un sistema de control y tributación sobre los pueblos
eslavos residentes en las fronteras de su reino y detuvo la
expansión del Islam al sur de los Pirineos. Así, Carlomagno fue
proclamado como defensor de la cristiandad europea y de la
Iglesia. Durante su reinado Europa experimentó un notable
desarrollo cultural, conocido con el nombre de Renacimiento
carolingio, en que se construyeron escuelas de enseñanza en
catedrales y monasterios e incluso en su propia corte.
Cuando falleció
Carlomagno, lo reemplazó en el poder su hijo Luis I (Ludovico
Pío); pero la creciente influencia de la nobleza y el aumento de
las relaciones feudales fueron propiciando el debilitamiento de
la monarquía y la unidad política. Posteriormente, las luchas
por la igualdad de herencia y reparto territorial entre los
hijos de Luis I precipitaron la separación del imperio fundado
por Carlomagno.
En el año 843, el
Tratado de Verdún definió las fronteras de los reinos asignados
a los hijos de Luis I, surgiendo tres entidades: el reino de
Lotario I, a quien también correspondió el título imperial,
el de Luis el Germánico y el de Carlos el Calvo.
Esta división se mantuvo entre los distintos sucesores de origen
carolingio y se disgregó con la abdicación de Carlos III el
Gordo en 887, rey que había conseguido la unificación de
casi todos los territorios del imperio franco. Tras su
desaparición se crearon seis reinos independientes, que fueron
Francia, Italia, el reino franco oriental (Alemania), Provenza,
Borgoña y Lorena.
Nueva oleada invasora
En España, los
musulmanes constituyeron durante el siglo IX una fuerza política
unitaria y expansiva. Sin embargo, aunque se fundaron reinos
cristianos, la tolerancia entre estos y los musulmanes
prevaleció por varios siglos. En este período de dominación
árabe, la vida económica, las artes y las ciencias alcanzaron un
gran esplendor.
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Panorámica de Budapest (Hungría), lugar ocupado por los
húngaros o magiares a fines del siglo IX. |
Asimismo, se produjo una
segunda oleada invasora de los pueblos bárbaros procedentes del
norte, tales como noruegos, suecos y daneses,
conocidos con el nombre de vikingos o normandos.
Ellos efectuaron una serie de ataques e invasiones especialmente
dirigidos a las costas de Europa occidental.
Los ataques de los
daneses se sucedieron a lo largo de la costa, provocando graves
daños en el imperio carolingio y también en España, donde fueron
detenidos tanto por los musulmanes como por los reyes católicos
del norte de la península.
Los vikingos lograron
igualmente penetrar el interior de Europa, alcanzando París y
otras ciudades del continente.
A fines del siglo IX, un
pueblo conocido como húngaros o magiares atacaron
las fronteras orientales de Europa y ocuparon la zona del
Danubio, desde donde realizaron incursiones a Italia, Francia y
Alemania.
La desintegración del
imperio carolingio y las nuevas oleadas invasoras dejaron al
occidente europeo en una situación de grave deterioro político y
económico. Dicha situación duró hasta el siglo X, cuando se
estableció el Sacro Imperio Romano Germánico, que determinó la
restauración del orden de la Europa central.
En el siglo X (987) se
reemplazó para siempre la dinastía carolingia. En esta misma
época los reinos cristianos de la península ibérica iniciaron
una lenta recuperación y un avance frente al Islam.
Fue en el transcurso del
siglo XI cuando las continuas guerras, las sucesivas oleadas de
invasores y otros hechos que incidían en la seguridad de las
poblaciones, determinó el establecimiento del feudalismo,
cuyas raíces se remontaban a los últimos tiempos del Imperio
Romano. |