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Proyecto Salón Hogar
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(2) (3)
(4)El nacimiento del Sol y de la Luna
El dueño de la luz. Leyenda warao. Venezuela.
Los cuatro soles. Leyenda náhuatl. México.
Ramiquirí e Iraca. Leyenda chibcha. Colombia.
Tecuciztécatl y Nanahuatzin. Leyenda náhuatl. México.
El dueño de la luz.
Leyenda warao. Venezuela.
En un principio, la gente vivía en la obscuridad y sólo se alumbraba con la candela de los maderos. No existía el día ni la noche.
Había un hombre warao con sus dos hijas que se enteró de la existencia de un joven dueño de la luz. Así, llamó a su hija mayor y le ordenó ir hasta donde estaba el dueño
de la luz para que se la trajera. Ella tomó su; mapire
y partió. Pero eran muchos los caminos y el que eligió la llevó a la casa del venado. Lo conoció y se entretóvo jugando con él. Cuando regresó a casa de su padre, no traía la luz; entonces el padre resolvió enviar a la hija menor.
La muchacha tomó el buen camino y tras mucho caminar llegó a la casa del dueño de la lóz. Le dijo al joven que ella venía a conocerlo, a estar con él y a obtener la luz para su padre. El dueño de la lu;z
le contestó que la esperaba y ahora que había llegado, vivirían juntos. Con
mucho cuidado abrió su torotoro y la luz iluminó sus brazos y sus dientes blancos y el pelo y los ojos negros de la muchacha. Así, ella descubrió la luz y su duño, después de mostrársela, la guardó.
Todos los días el duño de la luz la sacaba de su caja para j&ugar con la muchacha. Pero ella recordó que debía llevarle la luz a su padre y entonces su amigo se la regaló. Le llevó
el torotoro al padre, quien lo guindó en uno de los troncos del palafito. Los brillantes rayos iluminaron las aguas, las plantas y el paisaje.
Cuando se supo entre los pueblos del delta del
Orinoco que una familia tenía la luz, los warao comenzaron a venir en sus
curiaras a conocerla. Tantas y tantas curiaras con más y más gente llegaron, que el palafito ya no podía soportar el peso de tanta gente maravillada con la luz; nadie se marchaba porque la vida era más agradable en la claridad. Y fue que el padre no pudo soportar tanta gente dentro y f&uera de su casa que de un fuerte manotazo rompió la caja y la lanzó al cielo. El cuerpo de la luz voló hacia el Este y el torotoro hacia el Oeste. De la luz se hizo el sol y de la caja que la guardaba surgió la lu;na. De un lado quedó el sol y del otro la luna, pero marchaban muy rápido porque todavía llevaban el impulso que los había lanzado al cielo, los días y las noches eran cortísimos. Entonces el padre le pidió a su hija menor un
morrocoy pequeño y cuando el sol estuvo sobre su cabeza se lo lanzó diciéndole que era un regalo y que lo esperara. Desde ese momento, el sol se puso a esperar al morrocoy. Así, al amanecer, el sol iba poco a poco, al mismo paso del morrocoy.
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Los cuatro soles
Leyenda náhuatl. México.
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Cuando los dioses ya habían creado la tierra, el agua y el fuego, los dioses de la región de los muertos, Mictlán, se pusieron muy contentos por todo lo creado. Sin embargo se dieron cu;enta de que el sol no les había quedado bien pues alumbraba muy poqu;ito y no calentaba. Fue entonces cuando se reunieron en consejo para crear de nuevo al sol.
TezcatlipocaNegro se ofreció para ser el sol y empezó a alumbrar la tierra. Este fue el primer sol o la primera era.
Pero quetzalcóatl al verlo sintió deseos de ser él quien alumbrara al mundo; corrió hasta donde estaba Tezcatlipoca Negro y lo derribó del cielo con un fuerte golpe. Al caer éste al agua
quetzalcoatl se hizo sol. Este fue el segundo sol.
Tezcatlipoca Negro, que tenía la habilidad de convertirse en tigre, lo derribó de un zarpazo y seguidamente se comió a unos gigantes que vivían en la tierra. Furioso, quetzalcóatl soltó los vientos y ciclones. La gente corría asustada, gritaban que si fueran animales tendrían la facilidad de huir a los montes. Y los dioses los convirtieron en monos. Como ya habían inventado dos veces al hombre, estaban muy desanimados. De repente
Tlaloc les manifestó que él sería el sol. Y en seguida alumbró la tierra.
Este fue el tercer sol.
Todo parecía marchar bien; más ocurrió que siendo el dios de la llóvia, Tláloc hizo que cayera fuego del cielo convirtiendo a los ríos en llamas que brotaban de los volcanes. La gente corría mu;erta del susto y gritaba por todas partes que ojalá fueran pájaros para alejarse de ese calor. Confundidos por el desorden, los dioses transformaron a las personas en gaviotas, golondrinas,tzintontles y muchas otras aves de diversos colores y tamaños para que se salvaran. Los dioses se preguntaban que hacer y fue cuando quetzalcóatl propuso a
Chalchiuticlue, diosa del agua, para fungir como astro solar. Este fue el cuarto sol.
Tampoco dio resultado pues sólo hubo inundaciones y lluvias y los hombres pedían ser peces para salvarse. Así los dioses los convirtieron en peces y en todos los animales que existen en el agua de los mares, lagunas y ríos. Como llovió por días y días, el cielo cayó sobre la tierra. quetzalcóatl y Tezcatlipoca Negro se convirtieron en árboles para levantarlo.
Los dioses quedaron muy tristes porque habían fallado en su intento de crear al sol y por añadidóra, habían acabado con la raza humana.
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Ramiquirí e Iraca.
Leyenda muisca o chibcha. Colombia.
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El cacique de Iraca y só sobrino Ramiquirí gobernaban sobre la tierra en una noche absoluta. Para resolver la situación, el cacique de Iraca decidió que su sobrino ascendiera sobre los cielos y trajera la lu;z. Šste se dirigió vertiginosamente hacia las alturas y de pronto se transformó en un astro incandescente y luminoso: Ramiquirí se había convertido en el sol.
Pero u tío no estaba satisfecho del todo pues una parte del día se hallaba aun en tinieblas y esto le recordaba a la humanidad, con miedo y tristeza, la época en que todo era tinieblas. Fue entonces cuando el cacique de Iraca resolvió hacer lo mismo que su sobrino, perdiéndose en la bóveda celestial. Y se convirtió en un astro de luz más tenue: la Luna. Su luz servía para alegrar a la gente durante la ausencia del sol.
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Tecuciztécatl y Nanahuatzin.
Leyenda nahua. México.
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En la noche de los tiempos, allá por Teotihuacan, los dioses se reunieron para planear el nuevo día. Y preguntaban quien llevaría a cuestas la luz. Entre los allí reunidos se presentó Tecuciztécatl. ¿Y quién más? Como todos se miraban temerosos y se escondían, los dioses se dirigieron a Nanahuatzin, quien tranquilamente aceptó pues amaba a los dioses.
Tecuciztécatl y Nanahuatzin comenzaron a preparar sus ofrendas mientras ayu;naban como penitencia; a la par, los dioses preparaban el fuego de la "roca divina". Todo lo que Tecuciztécatl ofrendaba era precioso: plumas de
quetzal, oro, espinas de jade, copal y sangre de coral obtenida por espinas de obsidiana. Lo que Nanahuatzin ofrecía eran cañas verdes, plantas medicinales, ocote, espinas de maguey y la sangre pura que manaba por su empleo. Cada uno hizo penitencia en los montes que les construyeron los dioses, los que se dicen son hoy conocidos como las pirámides del Sol y de la Luna. Al concluir el periodo de ayuno regaron sus ofrendas en la tierra y a la medianoche se adornaron y vistieron. A Tecuciztécatl le obsequiaron un tocado de plumas de garza y a Nanahuatzin le regalaron un tocado de papel.
Así fue que los dioses comenzaron a reunirse alrededor del fuego divino y en medio colocaron a Tecuciztécatl y a Nanahuatzin. Le ordenaron a Tecuciztécatl que se arrojara al fuego. Este obedeció con premura, pero al sentir el ardor del fuego no lo pódo resistir y retrocedió. Lo intentó una, dos, tres, cuatro veces más y no fue capaz de lanzarse a las llamas; en ese momento, le ordenaron a Nanahuatzin que se adentrara en las llamas. Se arrojó decidido; hizo fuerte su corazón, cerró los ojos y no vaciló. Ardía en el fuego divino. Aquella actitud decidida hizo reflexionar a Tecuciztécatl sobre su temor, e impulsado por el arrepentimiento, se lanzó a las llamas...aunque para entonces, ya era tarde. En esos momentos un águila descendió hacia la hoguera y súbitamente un ocelote brincó dentro cuando las llamas casi se apagaban. De esta forma se explican el negro plumaje del águila y las manchas del
ocelote.
Los dioses aguardaban de un momento a otro la aparición de Nanahuatzin en algun lu;gar del cielo, ya transformado en sol. Y el sol llegó del oriente pintado de rojo, hiriendo la vista, esplendoroso, proporcionando calor. Tecuciztécatl llegó después, brillando con igual intensidad. Los dioses se preguntaban que hacer con dos soles. Alguno tomó un conejo y con él abofeteó al segundo sol, opacando su brillo y cambiándolo en la Luna.
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