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Leyendas de animales

El amarú.
Quechua. Perú.

El urubú.
Relato popular. Chile.

El caballito de siete colores.
Relato popular. Guatemala.

El coyote y el zorrillo.
náhuatl. México.

El hombre caimán.
Costa Atlántica/ Colombia.

El murciélago.
México.

Las guacamayas.
Provincias El Cañar y Azuay/ Ecuador.

Los pájaros de colores.
Cuba.



El amarú.

Leyenda Quechua. Perú.

Hubo una gran sequía, perecieron las plantas y desaparecieron hasta los líquenes y musgos bajo el sol implacable. La tierra se cuarteaba polvorienta, sin árboles que dieran sombra. La flor de qantu, la que florece en la aridez, sintió marchitase los pétalos. El capullo que quedaba intacto reacio a morir, fue transformando sus pétalos en alas y agitándose se desprendió de la planta calcinada convertido en colibrí. Se dirigió a la cordillera y llegó hasta la laguna de Wacracocha. Sin atreverse a beber ni sobrevolar sus aguas, las contempló y voló hacia la cumbre del Waitapallana. Se posó exhausto en la cima helada por el viento; con su último aliento suplicó ternura y piedad al padre Waitapallana, salvación para la sequía. Murió el colibrí.
Waitapallana se sintió acongojado por la tierra estéril y devastada, sentía el aroma de la flor de qantu que solía engalanar su atuendo y su fiesta. Tanto fue su dolor, que dos lágrimas de dura roca resbalaron hasta la superficie de Wacracocha y las aguas se abrieron haciendo retumbar al mundo. El estruendo y las lágrimas de Waitapallana llegaron al fondo del lago despertando al Amaru que dormita enroscado a lo largo de la cordillera con la cabeza justo en el lecho del lago. Se desperezaba, la tierra se movía con violencia; la laguna, agitada, dejó ver entre la espuma la cabeza del Amaru: serpiente alada con cabeza de llama y cola de pez, de ojos cristalinos y hocico rojizo.
El Amarú se elevó en el aire eclipsando el sol de ojos flameantes que estallan en ira. 10 000 guerreros con corazas y espuelas se lanzan a combatirlo. La lucha es feroz...del hocico del Amaru surge la niebla que va a parar a los cerros, del movimiento de sus alas se cae la lluvia en torrentes, de su cola de pez se desprende el granizo y de los reflejos dorados de las bellas escamas nace el arcoiris. Así renace la vida cuando ya parecía extinguida, reverdece la tierra y se llenan de agua clara los puquiales.
En Perú creían que todo estaba escrito en las escamas del Amaru, las vidas, las cosas, las historias, las realidades y los sueños.

El sapo y el urubú

Chile.

En un principio, el vanidoso sapo tenía una espalda lisa y lustrosa. Ocurrió que le sapo y el urubú fueron invitados a una fiesta que se iba a realizar an el cielo de los animales. Después de hecer sus preparativos, el urubú fue a burlarse del sapo. Lo encontró entre los juncos de un charco croando de la manera más melodiosa posible porque estaba adiestrando la voz. Se saludaron los animales. El sapo decía que lo habían invitado por su gran habilidad de cantante. El urubú dijo que él también estaba invitado, para que el sapo se dejara de jactancias y se fue convencido de que el animalito verde era un gran farsante.
Al otro día muy de mañana, el urubú se alisaba las negras plumas sentado en un arbusto, preparándose para el viaje, cuando se le acercó el sapo. El instrumento del urubú, la guitarra, estaba en el suelo pues la estuvo templando toda la noche. El sapo le dijo que el se iba ya de camino porque caminaba muy lento; en realidad lo que hizo fue meterse en la guitarra. Cuando el urubú levantó el vuelo estaba tan estusiasmado con lo de la fiesta que no se percató de lo pesado de su guitarra. Pronto dejó atrás las nubes, la luna y las estrellas. Al llegar, los demás animales le preguntaron por el sapo, a lo que contestó que no creía que fuera posible que viniera pues el sapo apenas si saltaba como para alcanzar el cielo. ¿Y cómo que no lo había traído? pues porque no le gustaba cargar piedras, contestó. Dejó a un lado la guitarra esperando que llegara el momento de la música. Entonces el sapo salió de su escondite y apareció de improviso ante la concurrencia, más hincahdo y orgulloso que de costumbre. Lo recibieron con gran asombro, entre aplausos y felicitaciones. Mientras, se reían del urubú.
Entonces comenzó la fiesta, había comida en cantidad y todos se llevaban bien. Estaban dedicados al baile, al canto y a la interpretación de sus intrumentos preferidos pues la fiesta era para que cada uno se luciera en sus habilidades. Entre todo este alboroto, el urubú rasgueaba contento su guitarra y el sapo soltaba sus "do" de pecho.
En el momento de más alegría el sapo aprovechó para introducirse de nuevo en la guitarra. Terminó la fiesta y nadie notó su ausencia a la hora de las despedidas, sólo el urubú, que le tenía rencor por haberlo puesto en ridículo. Echó a volar de regreso; estando receloso esta vez noto el peso de más. Continuó volando hasta distinguir el suelo, pasó bajo la luna y con esa luz pudo ver al sapo acurrucado en el fondo. ¡Sal! le gritó el urubú. El sapo rogó que no le echara. Como el sapo no salía por miedo que lo arrojara, el urubú sacudió la guitarra hasta que el animalito salió por los aires moviendo las patas. Iba muy rápido en la caída pero la distancia era también mucha, así que el sapo tuvo tiempo de pensar en que ojalá pudiera caer sobre agua o sobre arena. Primero creyó que caería en una laguna pero el viento lo desvió, luego divisó un prado y más adelante un frondoso ombú. Pero continuaba alejándose de estos lugares para dirgirse a unos duros caminos, unos roquedales, el patio de una casa. Al fin dió contra unas rocas, de espalda. Cuando despertó pasaron muchos días para que se recuperara.
El golpe había sido tan fuerte que la espalda le quedó para siempre manchada y llena de protuberancias. Esta es la razón por la que el pobre sapo tiene tan fea presencia. Dicen también que debido al golpe se le malogró la voz, pero esto no se puede asegurar.

El caballito de siete colores

Leyenda guatemalteca.

La grande y próspera granja de Don Isidro estaba al pie de la montaña. Una noche él y sus hijos escucharon a un tropel de caballos retozando entre sus hortalizas. Tomando linternas y escopetas se asomaron y para su sorpresa ¡vieron caballos de todos colores! Como eran caballos encantados, las balas se volvían humo en el espacio; los caballos abandonaron las hortalizas dejándolas maltrechas y sin dejar rastro, como si más que correr, volaran.
Al día siguiente, viendo el espectáculo de sus hortalizas machucadas, se pusieron muy tristes. Resembraron y Don Isidro ordenó al hijo mayor, Juan, cuidar las siembras durante la noche. Sin embargo, Juan cayó en un sueño muy profundo y a la mañana siguiente las hortalizas estaban maltrechas de nuevo. El padre le amonestó y dejó al cuidado del lugar al hijo de enmedio, Carlos. Al igual que la noche anterior, se esparció por la granja un olor semejante al que despiden las flores del árbol conocido como "galán de noche" y carlos se durmió. El padre le regañó al ver de nuevo las verduras destrozadas y puso a velar al menor de sus hijos, José. Como era muy listo, ideó un plan para no dormirse, sorprender a los caballos y de ser posible, capturar uno. Colgó una hamaca entre dos naranjos, la rellenó con hojas de chichicaste y se recostó. Cuando llegó aquel olor suave y penetrante, empezó a bostezar, pero la comezón que le causaba el roce con las hierbas de chichicaste era tan fuerte que pudo vencer el sueño. Cuando se estaba rascando, entró el tropel de maravillosos caballos. Guardándose la admiración, José tomó una soga y un momento lazó al más hermoso.
El caballo relinchaba forcejeando para zafarse pero no pudo, porque la soga tenía atada una crucita de ocote que lo fue calmando hasta dejarlo manso. Los otros caballos, al ver que su rey había sido atrapado, huyendo despavoridos. El caballito de siete colores le ofreció a José un trato: si lo soltaba, le daria al muchacho cuanto quisiera. José le dijo que no podía, que era un pícaro y debía dar cuenta a Don Isidro de sus fechorías. El caballito de siete colores prometió arreglar las hortalizas y socorrerle en cualquier peligro. Para creerle, el muchacho le pidió que antes compusiera las siembras. El caballito cantó entonces:

Piedras blancas, piedras lisas,
ojos del alcaraván
aquí se levantarán
las mejores hortalizas.

Y en el acto crecieron las más hermosas verduras. José hizo prometer al caballito de siete colores que jamás molestaría de nuevo las hortalizas de su padre, lo soltó y el caballito se perdió como un globo de colores que se lleva el viento. Cuando Don Isidro, Juan y Carlos fueron de mañana a ver el lugar, se encontraron con que las siembras estaban más hermosas que nunca. El padre, orgullosamente afirmó que su hijo era un valiente y corrió a abrazarlo.
A los hermanos mayores les entró envidia y decidieron abandonar la casa de su padre, lléndose por un rumbo desconocido. Don Isidro enfermó de la pura tristeza y José tuvo que ir buscarlos. Cuando ellos lo vieron venir, lo tomaron por las manos y los pies y lo hecharon en un pozo muy profundo. José se acordó del caballito de siete colores y lo llamó. El caballito acudió al instante y lo salvó. José corrió a alcanzar a sus hermanos y aunque no comprendieron como pudo salir del apuro decidieron tomarlo como sirviente.
Pasando la montaña y un ojo de agua divisaron un cartel. Era un decreto real colgado de un guarumo en el que se leía: "Quien gane mañana la argolla de oro en la carrera de cintas a caballo, se casará con la princesa". Resulta que el hoyito de aquella argolla era como la cabeza de un alfiler y nadie había tenido éxito en obtenerla. Los hermanos envidioso decidieron hacer la prueba y dejaron a José el encargo de hacer la comida. Entonces se acordó de su amigo y le llamó. Al instante acudió el caballito de siete colores y se fueron juntos a participar en la carrera. Cuando llegaron al palacio todos los caballeron habían pasado sin lograrlo. Anunciaron al último participante y la gente se quedó muda al ver a José vestido de seda y oro sobre el caballito de siete colores, cascos de plata y montura de terciopelo se llevaba la argolla de oro.
La ceremonia se boda se realizó al día siguiente. José mando llamar a sus hermanos, los perdonó pidiéndoles que fueran por su padre para que todos estuvieran juntos. Y el caballito de sietes colores desapareció como por encanto.

El murciélago

Oaxaca / México.

Las hermosas mariposas que hoy vemos no son más que una imagen fracasada de lo que una vez fue el murciélago: el ave más bella de la creación. Pero no siempre fue así, en un principio era como lo conocemos, se llamaba biguidibela (biguidi=mariposa y bela=carne, es decir: mariposa desnuda). Era la más fea y desventurada de todas las criaturas.
Un día, acosado por el frío, subió al cielo y le pidio plumas al creador. Y como el creador no vuelve a tareas ya cumplidas, no tenía ninguna pluma. Le dijo que bajara a la tierra y suplicara en su nombre una pluma a todas las aves. Así lo hizo el murciélago, recuerriendo a las aves de más vistoso plumaje. Obtuvo hermosas plumas y orgulloso, volaba sobre las sienes de la mañana. Las otras aves frenaban el vuelo para admirarlo. Sentado en las ramas, aleteaba alegremente. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arcoiris. Era la encarnación de la belleza. Pero la envidia creció entre sus compañeros y lo que un día fue admiración se tornó en odio.
Una parvada de pájaros, con el colibrí por delante, subió al cielo para comunicarle al creador como el murciélago se burlaba de ellos; además, con una pluma menos, padecían frío. Una vez subió también el murciélago, el creador le hizo repetir los ademanes que de aquel modo habían ofendido a sus compañeros. Agitando las alas se quedó otra vez desnudo; se dice que todo un día llovieron plumas del cielo.
Desde entonces sólo vuela en los atardeceres en rápidos giros, cazando plumas imaginarias y no se detiene para que nadie advierta su fealdad.