Introducción
El ozono presente en la atmósfera tiene muy importantes repercusiones
para la vida, a pesar de que se encuentra en cantidades muy bajas.
Cuando está presente en las zonas de la atmósfera más
cercanas a la superficie es un contaminante que suele formar parte del
smog fotoquímico.
El ozono de la estratosfera juega un importante papel para la vida en
el planeta al impedir que las radiaciones ultravioletas lleguen a la superficie.
Uno de los principales problemas ambientales detectados en los últimos
años ha sido la destrucción de este ozono estratosférico
por átomos de Cloro libres liberados por los CFCs
emitidos a la atmósfera por la actividad humana.
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Ozono
troposférico: contaminante en el smog fotoquímico
En las zonas próximas a la superficie (troposfera)
lo conveniente es que no haya ozono. Cuando lo hay, como sucede en algunas
lugares, es un contaminante que forma parte del peligroso "smog"
fotoquímico.
Ozono
estratosférico: filtro de las radiaciones ultravioleta
En cambio el ozono que se encuentra en la estratosfera,
entre los 10 y 45 kilómetros, cumple la importante función
de absorber las radiaciones ultravioletas procedentes del sol que pueden
ser muy dañinas para los seres vivos. En los últimos decenios
este ozono está siendo destruido al reaccionar con átomos
de cloro que cada vez son más abundantes en la estratosfera como
consecuencia de algunas actividades humanas.
Clorofluorocarburos
(CFC):
El cloro que liberan destruye el ozono
El incremento de átomos de cloro en esta zona de la
atmósfera está originado, principalmente, por unos compuestos
químicos denominados CFC (clorofluorocarburos). Son productos muy
poco reactivos, lo que hizo que fueran la solución óptima
para la fabricación de frigoríficos, goma espuma, extintores,
aerosoles, y como fumigantes en la agricultura (bromuro de metilo), etc.
Sus cualidades son tan óptimas para estos usos que en las últimas
décadas los hemos fabricado y usado en cantidades crecientes que,
poco a poco, han ido acumulándose en la atmósfera. Pero su
principal ventaja -la estabilidad- ha sido también el origen de
sus dañinos efectos. Ascienden, sin ser destruidos, hasta la estratosfera
y una vez allí, las radiaciones ultravioletas rompen las moléculas
de CFC liberando los átomos de cloro responsables de la destrucción
del ozono. El cloro atómico actúa como catalizador, por lo
que un solo átomo puede atacar cientos de miles de moléculas
de ozono.
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La
Antártida: un lugar
especialmente sensible
"Agujero" de ozono de la Antártida
Aunque la disminución de la concentración
de ozono está demostrada en toda la atmósfera, es especialmente
acusada en la Antártida. Sobre este continente se produce todos
los años, en los meses de septiembre a noviembre, coincidiendo con
la primavera antártica, el llamado vórtice circumpolar, que
aísla el aire frío situado sobre la Antártida del
más cálido del resto del mundo. Debido al frío se
forman cristales de hielo, con cloro y otras moléculas adheridas,
que tienen gran capacidad de destruir ozono. Así se forma lo que
se suele denominar el "agujero" de ozono. Cuando el vórtice circumpolar
se debilita, el aire con muy poco ozono de la Antártida se mezcla
con el aire de las zonas vecinas. Esto provoca una importante disminución
en la concentración de ozono en toda la zona de alrededor, y parte
de América del Sur, Nueva Zelanda y Australia quedan bajo una atmósfera
más pobre en ozono que lo normal.
Radiación
ultravioleta
Las radiaciones solares que pasan a través de estos
"agujeros" contienen una proporción de rayos ultravioleta considerablemente
mayor que las radiaciones normales. Estas radiaciones podrían llegar
a producir un incremento en cánceres de piel y otras enfermedades,
aunque no está demostrado que esto se haya producido o se esté
produciendo. Sí que hay estudios que indican que el fitoplancton
de los mares que rodean a la Antártida está sufriendo algunas
modificaciones que se pueden atribuir, con bastante probabilidad, a este
aumento de radiación ultravioleta.
La
sociedad reacciona: Soluciones
Cuando la evidencia científica del daño
causado por los CFCs se fue haciendo unánime, la industria aceptó
la necesidad de desarrollar nuevos productos para sustituirlos y los gobiernos
llegaron a acuerdos internacionales (Montreal, 1987; Londres, 1990 y Copenhague
1992) para limitar la fabricación de esos productos dañinos
para el ozono.
En la actualidad se puede considerar que el problema está
en vías de solución. Si las previsiones hechas en los últimos
años se cumplen, la concentración de cloro en la estratosfera
alcanzará su máximo a finales de este siglo y a partir de
entonces empezará a disminuir hasta volver a su nivel natural a
finales del próximo siglo. De todas formas, dada la gravedad del
problema, la evolución de estos gases es seguida con atención
para comprobar que todo va sucediendo conforme se prevé, o tomar
nuevas medida en caso de que no sea así.
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