Disponibilidad
y uso del agua en España
Los ríos españoles recogen al año unos 106 000 hm3 de los
que sólo se podrían utilizar 9 000 si no hubiera embalses. Se ve que la proporción de
agua que se puede emplear de forma natural, sin hacer pantanos de almacenamiento, es
pequeña, no llega al 10%. Sucede esto porque los ríos españoles tienen grandes
diferencias de caudal entre unas estaciones y otras: su régimen es torrencial, y esto
hace muy difícil su aprovechamiento. En Francia, por ejemplo, el 40% del agua que llevan
sus ríos es aprovechable sin necesidad de hacer grandes presas.
Para poder disponer de agua suficiente se han construido pantanos
que almacenan el agua en la época de lluvias, regulan el caudal del río para evitar
inundaciones y se pueden aprovechar para obtener energía hidroeléctrica. La capacidad de
embalse es en la actualidad superior a 50 000 hm3 al año, lo que da una
disponibilidad de agua de unos 2 800 m3 por persona al año. Esta
disponibilidad es mayor que la media de la Unión Europea. El problema fundamental es que
se distribuye de forma muy desigual, y algunas zonas secas tienen escasez de agua.
Más de las tres cuartas partes del agua consumida en España se emplea
para el regadío. Alrededor del 14% es consumida por las ciudades y pueblos y un 6%
por la industria. Se entiende bien que el regadío absorba una proporción tan importante
del agua, porque la agricultura más rentable se da precisamente en la España seca, y
depende en gran medida de la disponibilidad de agua. Esta misma realidad es la que explica
que España sea uno de los mayores consumidores de agua del mundo. En cualquier política
que busque el buen uso del agua en la península es fundamental analizar los sistemas de
riego, para ir implantando los más eficientes, y decidir si se deben poner más
superficie de tierras en regadío o no.
La proporción de agua consumida por la población en España es
muy similar a la normal en los países desarrollados. Aunque la cantidad de agua que se
consume en las necesidades municipales y domésticas no es muy grande, su calidad tiene
que ser muy buena, lo que afecta de forma importante al precio.En el suministro de agua a
ciudades e industrias uno de los principales problemas es el de las pérdidas en las
cañerías de distribución que, en bastantes lugares, son de más del 50% del agua
repartida. De hecho las restricciones da agua que se suelen dar en algunas ciudades en las
épocas de escasez, no son tanto por el agua consumida por los habitantes, sino para
evitar las pérdidas en las canalizaciones.
Aguas
superficiales y subterráneas
El agua que cae a la tierra en forma de lluvia o nieve en parte se
infiltra en el suelo, formando las acumulaciones de agua subterránea, y en parte resbala
por la superficie reuniéndose en ríos, lagos o pantanos hasta que desemboca en el mar o
se evapora.
Las cuencas hidrográficas incluyen toda la zona en la que el
agua que cae llega a un mismo río principal, por ejemplo, al Tajo, o al Ebro.
Los acuíferos o capas freáticas son los
estratos de terrenos porosos que se encuentran llenos de agua, de tal forma que permiten
extraer cantidades grandes de agua, de una forma que es rentable económicamente.
Normalmente los acuíferos se van recargando de forma natural con la precipitación que se
infiltra en el suelo y en las rocas. En el ciclo geológico normal el agua suele entrar al
acuífero en las llamadas zonas de recarga, atraviesa muy lentamente el manto freático y
acaba saliendo por las zonas de descarga, formando manantiales y fuentes que devuelven el
agua a la superficie.
El ritmo de renovación del agua subterránea es
muy lento. Puede fluir, por ejemplo, entre 1 y 100 m al año. Por esto, al extraer el agua
subterránea en pozos se origina una zona sin agua, en forma de cono, alrededor del punto
de extracción. Cualquier contaminante que se descargue por encima de este lugar es
llevado por el cono directamente a la zona del pozo y puede afectar de forma muy
importante a la calidad del agua extraída. Por otra parte cuando a un acuífero le
quitamos, en un período largo de tiempo, más agua que la que se recarga, va disminuyendo
el nivel freático y estamos haciendo un uso no sostenible de este recurso. Con el paso
del tiempo el acuífero se irá vaciando, provocando diversos problemas.
Figura 6-4 > Salinización de acuíferos por
sobreexplotación
Gestión del agua
Para que toda la población disponga de agua de calidad suficiente, de
forma que esta explotación de este precioso recurso se haga de una forma sostenible, sin
que se creen graves problemas de escasez a medio plazo, es necesaria una eficaz gestión
del uso y la extracción del agua.
Por una parte hay que asegurar el suministro de agua con la
construcción de embalses, el transporte por sistemas de tuberías y canales y la
extracción del agua subterránea. Por otra parte hay que desarrollar todos los aspectos
legales y administrativos que el uso del agua conlleva. Y es muy importante mejorar la
eficiencia en el uso del agua disminuyendo su desperdicio y reduciendo su uso
innecesario.
Presas y embalses
La construcción de un pantano supone beneficios indudables.
Asegura el suministro de agua durante todo el año en las zonas con lluvias o deshielos
estacionales; regulan el flujo del agua impidiendo inundaciones y muchos se aprovechan
para generar energía hidroeléctrica. Además se pueden usar para actividades recreativas
como nadar, pescar o navegar. Desde el punto de vista ecológico se forman ecosistemas
nuevos que pueden ser muy apropiados para la vida de aves acuáticas o peces u otros
organismos que necesitan de aguas remansadas para vivir. Así, por ejemplo, la
distribución de muchas aves acuáticas ha cambiado en la península ibérica, pues
mientras han disminuido los humedales costeros, en los que antes vivían o se detenían en
sus migraciones, han aumentado los embalses interiores, y hacia ellos se han desplazado en
los últimos decenios.
Junto a estas ventajas hay varios inconvenientes que es
importante tener en cuenta antes de decidir si una determinada presa se debe construir o
no. Hacer la presa es caro. La inundación de grandes áreas obliga a desplazar de sitio
pueblos enteros y desaparecen ricas tierras agrícolas y otros ecosistemas valiosos.
Desde un punto de vista ecológico, las grandes presas alteran
de forma muy importante el río. Las características del agua embalsada son muy distintas
de las que corresponderían a las del curso fluvial. Su temperatura, gases disueltos,
partículas en suspensión, estratificación, y otros parámetros cambian drásticamente.
Además las presas son obstáculos, a veces insalvables, para salmones, truchas y otros
seres vivos que deben moverse arriba y abajo del río para completar sus ciclos de vida.
También hay que considerar que los embalses tienen un tiempo de
utilidad relativamente corto. Se van llenando con los sedimentos que arrastra el río y se
calcula que su vida puede estar entre unos 50 a 200 años, antes de que la cuenca
se colmate y pierda su capacidad de almacenar agua. Además la presa retiene los
sedimentos que en condiciones normales el río arrastraría y las tierras situadas mas
abajo de la presa pierden el aporte de nutrientes que esos sedimentos llevaban y se
empobrecen. En las zonas cálidas se evapora tanta cantidad de agua que la que queda
embalsada se enriquece en sales con lo que baja su utilidad para el riego.
Transferencia
entre cuencas hidrológicas
En la actualidad muchos Planes Hidrológicos de todo el mundo se
basan en la construcción de grandes presas y embalses en zonas que tienen agua abundante
para hacer su transvase, a través de canales, túneles y grandes tuberías, a zonas
secas. Estos planes incluyen descomunales obras de ingeniería y la modificación de
muchos kilómetros cuadrados de territorio. En España son muy conocidos los trasvases de
agua entre la cuenca del Tajo y la del Segura, cuya agricultura depende, en gran medida,
de este agua transportada. El Plan Hidrológico Nacional prevé el aumento de este tipo de
trasvases.
Algunas de estas desviaciones de agua han tenido consecuencias
ecológicas, humanas y sociales muy negativas. Por ejemplo la colosal desviación del agua
de los ríos que alimentaban el mar de Aral para regar tierras de cultivo, casi ha hecho
desaparecer este mar con importantes repercusiones en la salud y en la forma de vida de
varios millones de personas que vivían en sus cercanías.
Desalinización y otras formas de suministrar agua a zonas secas
La gran abundancia de agua salada hace que pudiera ser una magnífica
fuente de agua si se consiguiera quitarle la sal por métodos económica y
energéticamente rentable. En la actualidad se usan varias tecnologías para desalinizar
el agua. Una de las más corrientes es por destilación, calentando el agua hasta
ebullición y condensando después el vapor. En otro método, el denominado de ósmosis
inversa, se fuerza al agua a pasar por una membrana que deja pasar las pequeñas
moléculas de agua, pero no los iones de sal.
Estos métodos de desalinización son caros porque exigen gran
cantidad de energía aunque, sobre todo en la ósmosis inversa, se han conseguido avances
tecnológicos que han aumentado notablemente su eficiencia. Sólo se usan en países que
no disponen de otras fuentes más económicas. Así por ejemplo hay algunas plantas
desalinizadoras en Canarias y en algunas ciudades de la costa mediterránea, cuya misión
es, sobre todo, de complemento del suministro de agua en las épocas de más restricción
del suministro normal. En el mundo, alrededor de las dos terceras partes del agua que se
obtiene por desalinización, se produce en Arabia Saudí y otros países del Oriente Medio
y del Norte de Africa.
Otros sistemas que se han ensayado o previsto para conseguir
suministrar agua dulce en lugares que carecen de ella han sido tan variados como sembrar
las nubes con productos como yoduro de plata que condensan las gotas de agua para provocar
que llueva; trasladar icebergs hasta las costas de los países secos y ahí ir bombeando
el agua que se va deshelando; etc. Ningún método de estos se ha conseguido poner en
marcha a un precio que lo haga interesante.
Reducción del
gasto innecesario
Se estima que del 50% al 70% del agua que se extrae se desperdicia,
por evaporación, fugas y otros motivos. Según algunos expertos se podría reducir estas
pérdidas hasta cifras de alrededor del 15%.
Uno de los motivos por los que se desperdicia tanta agua es porque su precio
se mantiene artificialmente bajo. Cuando la consumimos pagamos sólo una parte, a veces
muy pequeña, de lo que cuesta su extracción y preparación para el consumo. De esta
forma no se estimula el ahorro y el uso restringido. El agua se considera un bien
público, con un gran componente político, y los gastos que ocasiona se cargan a la masa
global de impuestos pagados entre todos los ciudadanos.
El sistema de riego que se use tiene especial influencia en el
ahorro de agua, ya que casi el 80% de la consumida se emplea para riego. Sistemas muy
usados como el transporte del agua por gravedad a través de surcos hechos en la tierra
para dejar que encharque los campos, son especialmente derrochadores de agua. El riego por
aspersión o el recubrir los canales de transporte del agua con cemento o plástico, o el
nivelar bien los campos para que se encharquen homogéneamente, etc., ahorran agua en
proporción apreciable. Las más modernas tecnologías de riego gota a gota que, en
algunas ocasiones, están incluso controladas por ordenador para mantener el adecuado
nivel de humedad, reducen el desperdicio de agua hasta los límites de alrededor del 15%
que hemos comentado como óptimos.
En algunas zonas se utiliza el agua residual urbana, después de
tratada, para riego. Tiene la ventaja de que además de ahorrar consumo, devuelve
nutrientes orgánicos que abonan los campos cultivados. |