1.- Excavaciones clandestinas
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1946, un jardinero llamado Roger Lhomoy aseguró haber descubierto un depósito
de cofres y sarcófagos bajo un torreón del castillo donde trabajaba, tras
haber realizado unas excavaciones en las cercanías. Nacido en la región,
Lhomoy había escuchado decir a menudo que el subsuelo del castillo encerraba
un tesoro fabuloso. Algunos no vacilaban en pretender que este tesoro
era el de los Templarios, muy presentes en la región. El castillo, ejemplo
magnífico de arquitectura feudal, había efectivamente pertenecido unos
breves años a la Orden del Temple durante el siglo XII, lo que les facultaría
para conocer los subterráneos existentes debajo del mismo. |
l
parecer, el jardinero había localizado dos años antes un pozo sellado
en la entrada de uno de los torreones. De forma clandestina, por la noche,
excavaba ayudado por el material rudimentario al que tenía acceso hasta
que logró abrir una galería de unos veinte metros de profundidad. Aseguró
que una noche tropezó con un muro, y que, tras apartar algunas piedras,
se dio cuenta de que se hallaba delante de la pared de una sala de grandes
dimensiones. Intentó alumbrar la sala pero su precario equipo no le permitía
ver demasiado, así que se introdujo por la ranura. |
abía
hallado una cripta de unos trescientos metros cuadrados y cuatro y medio
de altura. Parecía corresponderse con una antigua capilla donde podía
verse el altar con su tabernáculo y, apoyadas en las paredes, estatuas
de Cristo y los apóstoles. Pero lo que llamó sobremanera su atención fueron
unos sarcófagos pétreos de unos dos metros de largo y en número de diecinueve,
que se alineaban a lo largo de los muros de la cripta. Asimismo, treinta
enormes cofres de metal coronaban el descubrimiento del jardinero. |
Robert Lhomoy en las galerías
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visadas
las autoridades y extendida la noticia, una multitud se dio cita en el
lugar de los hallazgos, pero las decepciones no tardaron en llegar. Nadie
se atrevía a bajar por aquella intrincada madriguera excavada por Lhomoy,
que constantemente amenazaba con desmoronarse, hasta que el comandante
de los bomberos de la localidad, Émile Beyne, se ofreció voluntario. Pero
tras avanzar inicialmente por la intrincada galería, Beyne desistió a
falta de cuatro metros para el final. Expuso que era demasiado arriesgado
y que la falta de aire le impedía proseguir, tras negar haber podido llegar
a la capilla descrita por Robert Lhomoy. Éste, respaldado por la opinión
pública, pidió continuar las excavaciones y ensanchar la galería, pero
inexplicablemente el permiso le fue denegado por el Ayuntamiento. De igual
manera, y para sorpresa de todos, se tomó la medida de ordenar que las
galerías fueran recubiertas de hormigón y nuevamente selladas. |
pesar de este golpe, Lomhoy continuó en sus trece. Solicitó con éxito
una autorización del Ministerio de Cultura francés para proseguir las
excavaciones, pero la respuesta del Ayuntamiento fue tajante: lo tacharon
de loco y amenazaron con hacerlo encerrar si no desistía de su empeño
en excavar. El hecho era enormemente extraño al carecer, a priori, de
un motivo justificado. Pero el jardinero no era un hombre fácil de convencer,
y tras dejar pasar seis años, con una nueva autorización del Ministerio
de Cultura se puso nuevamente manos a la obra.
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sta
vez el Ayuntamiento tuvo que claudicar. Ya no se trataba únicamente de
Lhomoy, sino que este se había traído a dos socios con él. Lo único que
pudo hacer el Consejo municipal fue poner objeciones a los trabajos, estratagema
que dio resultado. Se les impuso el pago de una cuantiosa garantía además
de asegurarse la propiedad de buena parte de los posibles hallazgos. El
acuerdo era inviable, y Lhomoy y sus socios se vieron abocados a abandonar
el proyecto. |
espués
de ese fracaso, el asunto quedó en el olvido durante cerca de dos décadas.
No se produjeron novedades hasta que en 1962, el Ministro de Cultura francés,
André Malraux, ordenó proseguir con la investigación. Tras reabrir las
galerías, se procedió a llamar a Roger Lhomoy para que comprobase personalmente
los trabajos. Éste, llegó a bajar al fondo del pasadizo, pero decepcionado
comunicó que aún faltaba el último metro y medio por despejar. Inexplicablemente,
estando tan cerca de la supuesta cripta, la reanudación de las obras se
postergó otros dos años. Finalmente, en febrero de 1964, cuando se iba
a excavar el último tramo, el lugar fue declarado zona militar y la investigación
fue parada definitivamente. |