Aprender de Biescas (de El País jueves
7 de agosto de 1997: edición electrónica)
Nadie devolverá la vida a las 87 víctimas
de la tragedia del cámping de Biescas, ocurrida hace un año,
pero su recuerdo debería servir al menos para aumentar el nivel
de exigencia en las decisiones administrativas que tienen que ver con la
prevención de catástrofes. En España, los desastres
naturales que más estragos originan son las inundaciones. En los
últimos 25 años, el 90% de la siniestralidad en bienes se
debe a esta causa. Como han subrayado los expertos, es difícil prever
cuándo se producirá una riada, pero muy fácil augurar
dónde ocurrirá. Incluso si fueran exageradas las cifras que
barajan, no deberían despacharse sin más las advertencias
de la coordinadora de grupos ecologistas CODA, que asegura que en España
existen no menos de 25.000 edificaciones de distinto tipo construidas sobre
antiguos cauces de ríos o su área inmediata de influencia.
En la comisión especial sobre prevención
y asistencia en situación de catástrofes creada en el Senado,
el representante del Instituto Nacional de Meteorología dejó
clara en junio pasado la incapacidad de los predictores para anticipar
los fenómenos atmosféricos catastróficos. Con entre
seis y nueve horas de antelación se puede predecir el tiempo genérico
que hará sobre un área de entre 8.000 y 25.000 kilómetros
cuadrados; con más de seis horas, entre 100 y 1.000 kilómetros,
y al momento (10 minutos), en una comarca de 20 kilómetros, con
la ayuda de radares. El 6 de agosto de 1996, el servicio meteorológico
alertó del riesgo de tormentas en Aragón, pero hasta bien
vencido el día no se supo dónde se habían producido
las de mayor intensidad: Albarracín, algunos puntos del valle del
Ebro y la zona de Biescas, donde el único pluviómetro de
la zona registró 160 litros de lluvia en una hora. Los especialistas
han estimado que la intensidad de la lluvia alcanzó los 500 litros
por hora durante un espacio de 10 minutos en el barranco de Arás.
El procedimiento penal abierto a raíz de la catástrofe
será probablemente archivado, según fuentes de la investigación.
Los abogados de las víctimas critican que la instrucción
no haya indagado en las causas del desastre. Sin embargo, las causas técnicas
son hoy perfectamente conocidas: ese diluvio provocó una riada de
500 metros cúbicos por segundo, que arrastró 13.000 toneladas
de sedimentos con 40.000 años de antigüedad, en una caída
vertiginosa sobre las casi treinta presas de contención del barranco,
a las que fue destruyendo, una tras otra, en una pendiente del 20% en tan
sólo minuto y medio. Al caer la avalancha en el cono de deyección
taponó el cauce artificial construido en los años cincuenta.
Buscó otra salida y la encontró en la explanada ocupada por
el cámping junto a la confluencia del Arás con el río
Gállego.
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