El rey explicó al prisionero que para conseguir la libertad y una dama tendría que atravesar en total tres habitaciones, eligiendo cada vez entre dos puertas. Detrás de las puertas podría haber un tigre o no haberlo. Si conseguría atravesar las tres habitaciones sin encontrar ningún tigre, encontraría la dama y su libertad. Aunque en realidad pudiera ser que hubiese tigres tras las dos puertas, o tan sólo detrás de una de las dos, o incluso en ninguna.
-Suponed que tras las dos puertas hay tigres -preguntó el prisionero-. ¿Qué hago entonces?
-¡Mala suerte! -contestó el rey.
-¿Y suponiendo que no hay tigres tras ninguna de las puertas?-preguntó el prisionero.
-Entonces, obviamente, has tenido buena suerte -contestó el rey-. ¡Seguro que podrías haber adivinado esta respuesta!
-Bien, supongamos que tras una puerta hay un tigre y tras la otra no, ¿qué pasa entonces? -preguntó el prisionero.
-En ese caso, no da lo mismo elegir una habitación que otra, ¿no?
-¿Cómo sé qué habitación elegir? -preguntó el prisionero.
El rey señaló los letreros de las puertas de las habitaciones:
En esta habitación no hay ningún tigre,
pero en la otra sí.
En una de estas habitaciones no hay ningún tigre
y en una de estas habitaciones hay un tigre.
-¿Es verdad lo que dicen los letreros? -preguntó el prisionero.
-Uno de ellos dice la verdad -replicó el rey-, pero el otro no.
Si tú fueras el prisionero, ¿qué puerta abrirías (suponiendo, por supuesto, que prefirieras a la dama)?