El Evangelio
según
Mateo
Genealogía de Jesucristo
1 Libro de la genealogía de
Jesucristo,
hijo de David, hijo de Abraham.
2 Abraham engendró a Isaac;
Isaac engendró a Jacob;
Jacob engendró a Judá y a sus hermanos;
3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zéraj;
Fares engendró a Hesrón;
Hesrón engendró a Aram;
4 Aram engendró a Aminadab;
Aminadab engendró a Najsón;
Najsón engendró a Salmón;
5 Salmón engendró de Rajab a Boaz;
Boaz engendró de Rut a Obed;
Obed engendró a Isaí;
6 Isaí engendró al rey David.
David engendró a Salomón, de la que fue mujer de Urías;
7 Salomón engendró a Roboam;
Roboam engendró a Abías;
Abías engendró a Asa;
8 Asa engendró a Josafat;
Josafat engendró a Joram;
Joram engendró a Uzías;
9 Uzías engendró a Jotam;
Jotam engendró a Acaz;
Acaz engendró a Ezequías;
10 Ezequías engendró a Manasés;
Manasés engendró a Amón;
Amón engendró a Josías;
11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos en el
tiempo de la deportación a Babilonia.
12 Después de la deportación a Babilonia,
Jeconías engendró a Salatiel;
Salatiel engendró a Zorobabel;
13 Zorobabel engendró a Abiud;
Abiud engendró a Eliaquim;
Eliaquim engendró a Azor;
14 Azor engendró a Sadoc;
Sadoc engendró a Aquim;
Aquim engendró a Eliud;
15 Eliud engendró a Eleazar;
Eleazar engendró a Matán;
Matán engendró a Jacob.
16 Jacob engendró a José, marido de María, de la cual
nació Jesús, llamado el Cristo.
17 De manera que todas las generaciones desde Abraham
hasta David son catorce generaciones, y desde David hasta la deportación
a Babilonia son catorce generaciones, y desde la deportación a Babilonia
hasta el Cristo son catorce generaciones.
Nacimiento de Jesucristo
18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Su madre María estaba
desposada con José; y antes de que se unieran, se halló que ella había
concebido del Espíritu Santo. 19 José, su marido, como era
justo y no quería difamarla, se propuso dejarla secretamente. 20
Mientras él pensaba en esto, he aquí un ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a
María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu
Santo. 21 Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados."
22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que
habló el Señor por medio del profeta, diciendo:
23 He aquí, la virgen concebirá
y dará a luz un hijo,
y llamarán su nombre Emanuel,
que traducido quiere decir: Dios con nosotros.
24 Cuando José despertó del sueño, hizo como el ángel
del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. 25 Pero no
la conoció hasta que ella dio a luz un hijo, y llamó su nombre Jesús.
La adoración de los magos
2 Jesús nació en Belén de
Judea, en días del rey Herodes. Y he aquí unos magos vinieron del
oriente a Jerusalén, 2 preguntando:
-¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos
visto su estrella en el oriente y hemos venido para adorarle.
3 Cuando el rey Herodes oyó esto, se turbó, y toda
Jerusalén con él. 4 Y habiendo convocado a todos los
principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde
había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron:
-En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta:
6 Y tú, Belén, en la tierra de Judá,
de ninguna manera eres la más pequeña
entre los gobernadores de Judá;
porque de ti saldrá un gobernante
que pastoreará a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes llamó en secreto a los magos e
indagó de ellos el tiempo de la aparición de la estrella. 8 Y
enviándolos a Belén, les dijo:
-Id y averiguad con cuidado acerca del niño. Tan pronto le halléis,
hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
9 Ellos, después de oír al rey, se fueron. Y he aquí la
estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que
llegó y se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Al ver la
estrella, se regocijaron con gran alegría. 11 Cuando entraron
en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose le adoraron.
Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso
y mirra. 12 Pero advertidos por revelación en sueños que no
volviesen a Herodes, regresaron a su país por otro camino.
La huida a Egipto
13 Después que ellos partieron, he aquí un ángel del Señor
apareció en sueños a José, diciendo: "Levántate; toma al niño y a su
madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te diga, porque
Herodes va a buscar al niño para matarlo."
14 Entonces José se levantó, tomó de noche al niño y a
su madre, y se fue a Egipto. 15 Y estuvo allí hasta la muerte
de Herodes, para que se cumpliese lo que habló el Señor por medio del
profeta, diciendo: De Egipto llamé a mi hijo.
La masacre de los niños
16 Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enojó
sobremanera y mandó matar a todos los niños varones en Belén y en todos
sus alrededores, de dos años de edad para abajo, conforme al tiempo que
había averiguado de los magos. 17 Entonces se cumplió lo
dicho por medio del profeta Jeremías, diciendo:
18 Voz fue oída en Ramá;
grande llanto y lamentación.
Raquel lloraba por sus hijos,
y no quería ser consolada,
porque perecieron.
El regreso de Egipto
19 Cuando había muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor
apareció en sueños a José en Egipto, 20 diciendo: "Levántate,
toma al niño y a su madre, y vé a la tierra de Israel, porque han muerto
los que procuraban quitar la vida al niño."
21 Entonces él se levantó, tomó al niño y a su madre, y
entró en la tierra de Israel. 22 Pero, al oír que Arquelao
reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y
advertido por revelación en sueños, fue a las regiones de Galilea.
23 Habiendo llegado, habitó en la ciudad que se llama Nazaret. Así
se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que había de ser llamado
nazareno.
Ministerio de Juan el Bautista
3 En aquellos días apareció
Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea 2 y
diciendo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado."
3 Pues éste es aquel de quien fue dicho por medio del profeta
Isaías:
Voz del que proclama en el desierto:
"Preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas."
4 Juan mismo estaba vestido de pelo de camello y con un
cinto de cuero a la cintura. Su comida era langostas y miel silvestre.
5 Entonces salían a él Jerusalén y toda Judea y toda la
región del Jordán, 6 y confesando sus pecados eran bautizados
por él en el río Jordán.
7 Pero cuando Juan vio que muchos de los fariseos y de
los saduceos venían a su bautismo, les decía: "¡Generación de víboras! ¿Quién
os enseñó a huir de la ira venidera? 8 Producid, pues, frutos
dignos de arrepentimiento; 9 y no penséis decir dentro de
vosotros: ’A Abraham tenemos por padre.’ Porque yo os digo que aun de
estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. 10 El
hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que
no da buen fruto es cortado y echado al fuego. 11 Yo, a la
verdad, os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene
después de mí, cuyo calzado no soy digno de llevar, es más poderoso que
yo. El os bautizará en el Espíritu Santo y fuego. 12 Su
aventador está en su mano, y limpiará su era. Recogerá su trigo en el
granero y quemará la paja en el fuego que nunca se apagará."
El bautismo de Jesús
13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser
bautizado por él. 14 Pero Juan procuraba impedírselo diciendo:
-Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
15 Pero Jesús le respondió:
-Permítelo por ahora, porque así nos
conviene cumplir toda justicia.
Entonces se lo permitió. 16 Y cuando Jesús fue
bautizado, en seguida subió del agua, y he aquí los cielos le fueron
abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía
sobre él. 17 Y he aquí, una voz de los cielos decía: "Este es
mi Hijo amado, en quien tengo complacencia."
La tentación de Jesús
4 Entonces Jesús fue
llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches,
tuvo hambre. 3 El tentador se acercó y le dijo:
-Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 Pero él respondió y dijo:
-Escrito está: No sólo de pan
vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, le
puso de pie sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo:
-Si eres Hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti,
y en sus manos te llevarán,
de modo que nunca tropieces
con tu pie en piedra.
7 Jesús le dijo:
-Además está escrito: No pondrás a
prueba al Señor tu Dios.
8 Otra vez el diablo le llevó a un monte muy alto, y le
mostró todos los reinos del mundo y su gloria. 9 Y le dijo:
-Todo esto te daré, si postrado me adoras.
10 Entonces Jesús le dijo:
-Vete, Satanás, porque escrito está:
Al Señor tu Dios adorarás
y a él solo servirás.
11 Entonces el diablo le dejó, y he aquí, los ángeles
vinieron y le servían.
Jesús inicia su ministerio en Galilea
12 Y cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado,
regresó a Galilea. 13 Y habiendo dejado Nazaret, fue y habitó
en Capernaúm, ciudad junto al mar en la región de Zabulón y Neftalí,
14 para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta
Isaías, diciendo:
15 Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
16 El pueblo que moraba en tinieblas
vio una gran luz.
A los que moraban en región y sombra de muerte,
la luz les amaneció.
17 Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir:
"¡Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado!"
Jesús llama a los primeros discípulos
18 Mientras andaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos
hermanos: a Simón, que es llamado Pedro, y a su hermano Andrés. Estaban
echando una red en el mar, porque eran pescadores. 19 Y les
dijo: "Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres." 20 Y de inmediato ellos
dejaron sus redes y le siguieron.
21 Y pasando más adelante, vio a otros dos hermanos,
Jacobo hijo de Zebedeo y Juan su hermano, en la barca con su padre
Zebedeo, arreglando sus redes. Los llamó, 22 y en seguida
ellos dejaron la barca y a su padre, y le siguieron.
Jesús predica en Galilea
23 Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de
ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y
toda dolencia en el pueblo. 24 Su fama corrió por toda Siria,
y le trajeron todos los que tenían males: los que padecían diversas
enfermedades y dolores, los endemoniados, los lunáticos y los
paralíticos. Y él los sanó. 25 Le siguieron grandes
multitudes de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro
lado del Jordán.
EL SERMON DEL MONTE
5 Cuando vio la multitud,
subió al monte; y al sentarse él, se le acercaron sus discípulos. 2
Y abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
Las bienaventuranzas
3 "Bienaventurados los pobres en
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 "Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán consolados.
5 "Bienaventurados los
mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 "Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 "Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.
8 "Bienaventurados los de
limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 "Bienaventurados los que
hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 "Bienaventurados los
que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos.
11 "Bienaventurados sois
cuando os vituperan y os persiguen, y dicen toda clase de mal contra
vosotros por mi causa, mintiendo. 12
Gozaos y alegraos, porque vuestra
recompensa es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas
que fueron antes de vosotros.
La sal de la tierra y la luz del mundo
13 "Vosotros sois la sal de la
tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No vale
más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
14 "Vosotros sois la luz
del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida.
15 Tampoco se enciende una
lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así
alumbra a todos los que están en la casa. 16
Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos.
El verdadero cumplimiento de la ley
17 "No penséis que he venido
para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para
cumplir. 18 De cierto os
digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni
una tilde pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido.
19 "Por lo tanto,
cualquiera que quebranta el más pequeño de estos mandamientos y así
enseña a los hombres, será considerado el más pequeño en el reino de los
cielos. Pero cualquiera que los cumple y los enseña, éste será
considerado grande en el reino de los cielos. 20
Porque os digo que a menos que vuestra
justicia sea mayor que la de los escribas y de los fariseos, jamás
entraréis en el reino de los cielos.
Acerca de la ira
21 "Habéis oído que fue dicho a
los antiguos: No cometerás homicidio; y cualquiera que comete
homicidio será culpable en el juicio. 22
Pero yo os digo que todo el que se enoja
con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su
hermano ’necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le
llama ’fatuo’ será expuesto al infierno de fuego.
23 "Por tanto, si has
traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, 24 deja
tu ofrenda allí delante del altar, y vé, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda.
25 "Reconcíliate pronto
con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en
la cárcel. 26 De cierto
te digo que jamás saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante.
Acerca del adulterio
27 "Habéis oído que fue dicho:
No cometerás adulterio. 28
Pero yo os digo que todo el que mira a una
mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón. 29
Por tanto, si tu ojo derecho te es
ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Porque es mejor para ti que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno. 30 Y si tu mano
derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti. Porque es mejor
para ti que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea
echado al infierno.
31 "También fue dicho:
Cualquiera que despide a su mujer, déle carta de divorcio.
32 Pero yo os digo que todo
aquel que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de adulterio, hace
que ella cometa adulterio. Y el que se casa con la mujer divorciada
comete adulterio.
Acerca de la mentira
33 "Además, habéis oído que fue
dicho a los antiguos: No jurarás falsamente; sino que
cumplirás al Señor tus juramentos. 34
Pero yo os digo: No juréis en ninguna
manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35
ni por la tierra, porque es el
estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey.
36 No jurarás ni por tu cabeza,
porque no puedes hacer que un cabello sea ni blanco ni negro.
37 Pero sea vuestro hablar, ’sí’,
’sí’, y ’no’, ’no’. Porque lo que va más allá de esto, procede del mal.
Acerca de la venganza
38 "Habéis oído que fue dicho a
los antiguos: Ojo por ojo y diente por diente.
39 Pero yo os digo: No resistáis al
malo. Más bien, a cualquiera que te golpea en la mejilla derecha,
vuélvele también la otra. 40
Y al que quiera llevarte a juicio y
quitarte la túnica, déjale también el manto. 41
A cualquiera que te obligue a llevar carga
por una milla, vé con él dos. 42
Al que te pida, dale; y al que quiera tomar
de ti prestado, no se lo niegues.
Acerca del odio
43 "Habéis oído que fue dicho:
Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. 44
Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos, y orad por los que os persiguen; 45
de modo que seáis hijos de vuestro Padre
que está en los cielos, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos,
y hace llover sobre justos e injustos. 46
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa tenéis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?
47 Y si saludáis solamente a
vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso mismo los gentiles?
48 Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Sobre las obras de misericordia
6
"Guardaos de hacer vuestra justicia delante
de los hombres, para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendréis
recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 2
Cuando, pues, hagas obras de misericordia,
no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las
sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. De cierto
os digo que ellos ya tienen su recompensa. 3
Pero cuando tú hagas obras de misericordia,
no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4
de modo que tus obras de misericordia sean
en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará.
Sobre la oración: el Padre Nuestro
5 "Cuando oréis, no seáis como
los hipócritas, que aman orar de pie en las sinagogas y en las esquinas
de las calles, para ser vistos por los hombres. De cierto os digo que ya
tienen su recompensa. 6
Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a
tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te
recompensará. 7 Y al orar,
no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que serán
oídos por su palabrería. 8
Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos,
porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que
vosotros le pidáis. 9
Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos:
Santificado sea tu nombre,
10 venga tu reino,
sea hecha tu voluntad,
como en el cielo
así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada
día,
dánoslo hoy.
12 Perdónanos nuestras
deudas,
como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores.
13 Y no nos metas en
tentación,
mas líbranos del mal.
[Porque tuyo es el reino,
el poder y la gloria
por todos los siglos. Amén.]
14 Porque si perdonáis a
los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a
vosotros. 15 Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas.
Sobre el ayuno
16 "Cuando ayunéis, no os hagáis
los decaídos, como los hipócritas, que descuidan su apariencia para
mostrar a los hombres que ayunan. De cierto os digo que ya tienen su
recompensa. 17 Pero tú,
cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, 18
de modo que no muestres a los hombres que
ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en
secreto te recompensará.
Sobre las riquezas
19 "No acumuléis para vosotros
tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los
ladrones se meten y roban. 20
Más bien, acumulad para vosotros tesoros en
el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los
ladrones no se meten ni roban. 21
Porque donde esté tu tesoro, allí también
estará tu corazón.
El ojo: lámpara del cuerpo
22 "La lámpara del cuerpo es el
ojo. Así que, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz.
23 Pero si tu ojo es malo, todo
tu cuerpo estará en tinieblas. De modo que, si la luz que hay en ti es
oscuridad, ¡cuán grande es esa oscuridad!
Las prioridades en la vida
24 "Nadie puede servir a dos
señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno
y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
25 "Por tanto os digo: No
os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber;
ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26
Mirad las aves del cielo, que no siembran,
ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las
alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? 27
¿Quién de vosotros podrá, por más que
se afane, añadir a su estatura un codo? 28
¿Por qué os afanáis por el vestido? Mirad
los lirios del campo, cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan;
29 pero os digo que ni aun
Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos.
30 Si Dios viste así la hierba del
campo, que hoy está y mañana es echada en el horno, ¿no hará mucho más
por vosotros, hombres de poca fe?
31 "Por tanto, no os
afanéis diciendo: ’¿Qué comeremos?’ o ’¿Qué beberemos?’ o ’¿Con qué nos
cubriremos?’ 32 Porque
los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre que está en
los cielos sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
33 Más bien, buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Así que, no os afanéis por el
día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a
cada día su propio mal.
El juzgar a los demás
7
"No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que
juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá.
3 "¿Por qué miras la
brizna de paja que está en el ojo de tu hermano, y dejas de ver la viga
que está en tu propio ojo? 4
¿Cómo dirás a tu hermano: ’Deja que yo
saque la brizna de tu ojo’, y he aquí la viga está en el tuyo?
5 ¡Hipócrita! Saca primero la
viga de tu propio ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del
ojo de tu hermano.
6 "No deis lo santo a los
perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las
pisoteen y después se vuelvan contra vosotros y os despedacen.
La eficacia de la oración
7 "Pedid, y se os dará. Buscad y
hallaréis. Llamad, y se os abrirá. 8
Porque todo el que pide recibe, el que
busca halla, y al que llama se le abrirá. 9
¿Qué hombre hay entre vosotros que, al hijo
que le pide pan, le dará una piedra? 10
¿O al que le pide pescado, le dará una
serpiente? 11 Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le
piden?
La regla de oro
12 "Así que, todo lo que queráis
que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque
esto es la Ley y los Profetas.
La puerta y el camino de la vida
13 "Entrad por la puerta
estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a
la perdición, y son muchos los que entran por ella. 14
Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué
angosto el camino que lleva a la vida! Y son pocos los que la hallan.
Cómo reconocer a los falsos profetas
15 "Guardaos de los falsos
profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero que por dentro
son lobos rapaces. 16 Por
sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos
de los abrojos? 17 Así
también, todo árbol sano da buenos frutos, pero el árbol podrido da
malos frutos. 18 El árbol
sano no puede dar malos frutos, ni tampoco puede el árbol podrido dar
buenos frutos. 19 Todo
árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego.
20 Así que, por sus frutos los
conoceréis.
Parábola de los dos cimientos
21 "No todo el que me dice
’Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22
Muchos me dirán en aquel día: ’¡Señor,
Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios?
¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’ 23
Entonces yo les declararé: ’Nunca os he
conocido. ¡Apartaos de mí, obradores de maldad!’
24 "Cualquiera, pues, que
me oye estas palabras y las hace, será semejante a un hombre prudente
que edificó su casa sobre la peña. 25
Y cayó la lluvia, vinieron torrentes,
soplaron vientos y golpearon contra aquella casa. Pero ella no se
derrumbó, porque se había fundado sobre la peña.
26 "Pero todo el que me
oye estas palabras y no las hace, será semejante a un hombre insensato
que edificó su casa sobre la arena. 27
Cayó la lluvia, vinieron torrentes, y
soplaron vientos, y azotaron contra aquella casa. Y se derrumbó, y fue
grande su ruina."
28 Y aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras,
las multitudes estaban maravilladas de su enseñanza; 29
porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Jesús sana a un leproso
8 Cuando descendió del
monte, le siguió mucha gente. 2 Y he aquí vino un leproso y
se postró ante él diciendo:
-¡Señor, si quieres, puedes limpiarme!
3 Jesús extendió la mano y le tocó diciendo:
-Quiero. ¡Sé limpio!
Y al instante quedó limpio de la lepra. 4 Entonces
Jesús le dijo:
-Mira, no lo digas a nadie; pero vé,
muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para
testimonio a ellos.
Jesús sana al criado del centurión
5 Cuando Jesús entró en Capernaúm, vino a él un centurión y
le rogó 6 diciendo:
-Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre
terribles dolores.
7 Y le dijo:
-Yo iré y le sanaré.
8 Respondió el centurión y dijo:
-Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di
la palabra, y mi criado será sanado. 9 Porque yo también soy
un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a éste:
"Vé", él va; si digo al otro: "Ven", él viene; y si digo a mi siervo: "Haz
esto", él lo hace.
10 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló y dijo a los que
le seguían:
-De cierto os digo que no he hallado
tanta fe en ninguno en Israel. 11
Y os digo que muchos vendrán del oriente y
del occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de
los cielos, 12 pero los
hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera. Allí habrá
llanto y crujir de dientes.
13 Entonces Jesús dijo al centurión:
-Vé, y como creíste te sea hecho.
Y su criado fue sanado en aquella hora.
Jesús sana a la suegra de Pedro
14 Entró Jesús en la casa de Pedro, y vio que su suegra
estaba postrada en cama con fiebre. 15 El le tocó la mano, y
la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle.
16 Al atardecer, trajeron a él muchos endemoniados. Con
su palabra echó fuera a los espíritus y sanó a todos los enfermos,
17 de modo que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías,
quien dijo:
El mismo tomó nuestras debilidades
y cargó con nuestras enfermedades.
Lo que cuesta seguir a Jesús
18 Cuando se vio rodeado de una multitud, Jesús mandó que
pasasen a la otra orilla. 19 Entonces se le acercó un escriba
y le dijo:
-Maestro, te seguiré a dondequiera que tú vayas.
20 Jesús le dijo:
-Las zorras tienen cuevas, y las aves
del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar
la cabeza.
21 Otro de sus discípulos le dijo:
-Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre.
22 Pero Jesús le dijo:
-Sígueme y deja que los muertos
entierren a sus muertos.
Jesús calma la tempestad
23 El entró en la barca, y sus discípulos le siguieron.
24 Y de repente se levantó una tempestad tan grande en el mar que
las olas cubrían la barca, pero él dormía. 25 Y acercándose,
le despertaron diciendo:
-¡Señor, sálvanos, que perecemos!
26 Y él les dijo:
-¿Por qué estáis miedosos, hombres de
poca fe?
Entonces se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y se hizo
grande bonanza. 27 Los hombres se maravillaron y decían:
-¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el mar le
obedecen?
Jesús sana a dos endemoniados
28 Una vez llegado a la otra orilla, a la región de los
gadarenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que habían salido
de los sepulcros. Eran violentos en extremo, tanto que nadie podía pasar
por aquel camino. 29 Y he aquí, ellos lanzaron gritos
diciendo:
-¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para
atormentarnos antes de tiempo?
30 Lejos de ellos estaba paciendo un gran hato de
cerdos, 31 y los demonios le rogaron diciendo:
-Si nos echas fuera, envíanos a aquel hato de cerdos.
32 El les dijo:
-¡Id!
Ellos salieron y se fueron a los cerdos, y he aquí todo el hato de
cerdos se lanzó al mar por un despeñadero, y murieron en el agua.
33 Los que apacentaban los cerdos huyeron, se fueron a
la ciudad y lo contaron todo, aun lo que había pasado a los endemoniados.
34 Y he aquí, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y
cuando le vieron, le rogaban que se fuera de sus territorios.
Jesús sana a un paralítico
9 Habiendo entrado en la
barca, Jesús pasó a la otra orilla y llegó a su propia ciudad. 2
Entonces le trajeron un paralítico tendido sobre una camilla. Y
viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
-Ten ánimo, hijo; tus pecados te son
perdonados.
3 He aquí, algunos de los escribas dijeron entre sí:
-¡Este blasfema!
4 Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo:
-¿Por qué pensáis mal en vuestros
corazones? 5 Porque, ¿qué
es más fácil decir: "Tus pecados te son perdonados" o decir: "Levántate
y anda"? 6 Pero para que
sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados en
la tierra, -entonces dijo al paralítico-:
¡Levántate; toma tu camilla y vete a tu casa!
7 Y se levantó y se fue a su casa. 8 Cuando
las multitudes vieron esto, temieron y glorificaron a Dios, quien había
dado semejante autoridad a los hombres.
El llamamiento de Mateo
9 Pasando de allí más adelante, Jesús vio a un hombre llamado
Mateo, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo:
"¡Sígueme!" Y él se levantó y le
siguió.
10 Sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en
casa, he aquí muchos publicanos y pecadores que habían venido estaban
sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Y cuando
los fariseos le vieron, decían a sus discípulos:
-¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?
12 Al oírlo, Jesús les dijo:
-Los sanos no tienen necesidad de
médico, sino los que están enfermos. 13
Id, pues, y aprended qué significa:
Misericordia quiero y no sacrificio. Porque yo no he venido para
llamar a justos, sino a pecadores.
Preguntas sobre el ayuno
14 Entonces los discípulos de Juan fueron a Jesús y dijeron:
-¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente, pero
tus discípulos no ayunan?
15 Jesús les dijo:
-¿Pueden tener luto los que están de
bodas mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el
novio les será quitado, y entonces ayunarán. 16
Nadie pone parche de tela nueva en vestido
viejo, porque el parche tira del vestido y la rotura se hace peor.
17 Tampoco echan vino nuevo en
odres viejos, porque los odres se rompen, el vino se derrama, y los
odres se echan a perder. Más bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y
ambos se conservan.
Jesús sana a una mujer
18 Mientras él hablaba estas cosas, he aquí vino un hombre
principal y se postró delante de él diciéndole:
-Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y
vivirá.
19 Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos.
20 Y he aquí una mujer que sufría de hemorragia desde hacía
doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; 21
porque ella pensaba dentro de sí: "Si solamente toco su vestido,
seré sanada." 22 Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo:
-Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado.
Y la mujer fue sanada desde aquella hora.
Jesús resucita a una niña
23 Cuando Jesús llegó a la casa del principal y vio a los que
tocaban las flautas y a la multitud que hacía bullicio, 24
les dijo:
-Apartaos, porque la muchacha no ha
muerto, sino que duerme.
Y se burlaban de él. 25 Cuando habían sacado a la gente,
él entró y la tomó de la mano; y la muchacha se levantó. 26 Y
salió esta noticia por toda aquella tierra.
Jesús sana a dos ciegos
27 Mientras Jesús pasaba de allí, le siguieron dos ciegos
clamando a gritos y diciendo:
-¡Ten misericordia de nosotros, hijo de David!
28 Cuando él llegó a la casa, los ciegos vinieron a él.
Y Jesús les dijo:
-¿Creéis que puedo hacer esto?
Ellos dijeron:
-Sí, Señor.
29 Entonces les tocó los ojos diciendo:
-Conforme a vuestra fe os sea hecho.
30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Entonces Jesús
les encargó rigurosamente diciendo:
-Mirad que nadie lo sepa.
31 Pero ellos salieron y difundieron su fama por toda
aquella tierra.
Jesús sana a un endemoniado mudo
32 Mientras aquéllos salían, he aquí le trajeron un hombre
mudo endemoniado. 33 Y tan pronto fue echado fuera el demonio,
el mudo habló. Y las multitudes se maravillaban diciendo:
-¡Nunca se ha visto semejante cosa en Israel!
34 Pero los fariseos decían:
-Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
Jesús se compadece de la gente
35 Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando
en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda
enfermedad y toda dolencia. 36 Y cuando vio las multitudes,
tuvo compasión de ellas; porque estaban acosadas y desamparadas como
ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus
discípulos: "A la verdad, la mies es mucha,
pero los obreros son pocos. 38
Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe
obreros a su mies."
Jesús comisiona a los doce
10 Entonces llamó a sus
doce discípulos y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para
echarlos fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2
Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón,
llamado Pedro, y su hermano Andrés; también Jacobo hijo de Zebedeo, y su
hermano Juan; 3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el
publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el cananita
y Judas Iscariote, quien le entregó.
La misión de los doce
5 A estos doce los envió Jesús, dándoles instrucciones
diciendo: "No vayáis por los caminos de los
gentiles, ni entréis en las ciudades de los samaritanos. 6
Pero id, más bien, a las ovejas
perdidas de la casa de Israel. 7
Y cuando vayáis, predicad diciendo: ’El
reino de los cielos se ha acercado.’ 8
Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad
leprosos, echad fuera demonios. De gracia habéis recibido; dad de gracia.
9 "No os proveáis ni de
oro, ni de plata, ni de cobre en vuestros cintos. 10
Tampoco llevéis bolsas para el camino, ni
dos vestidos, ni zapatos, ni bastón; porque el obrero es digno de su
alimento. 11 En cualquier
ciudad o aldea donde entréis, averiguad quién en ella sea digno y
quedaos allí hasta que salgáis. 12
Al entrar en la casa, saludadla.
13 Si la casa es digna, venga
vuestra paz sobre ella. Pero si no es digna, vuelva vuestra paz a
vosotros. 14 Y en caso de
que no os reciban ni escuchen vuestras palabras, salid de aquella casa o
ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. 15
De cierto os digo que en el día del juicio
será más tolerable para los de la tierra de Sodoma y de Gomorra, que
para aquella ciudad.
Las persecuciones venideras
16 "He aquí, yo os envío como a
ovejas en medio de lobos. Sed, pues, astutos como serpientes y sencillos
como palomas. 17 Guardaos
de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y en sus sinagogas
os azotarán. 18 Seréis
llevados aun ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio
a ellos y a los gentiles. 19
Pero cuando os entreguen, no os preocupéis
de cómo o qué hablaréis, porque os será dado en aquella hora lo que
habéis de decir. 20 Pues
no sois vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre
que hablará en vosotros.
21 "El hermano entregará a
muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos
contra sus padres y los harán morir. 22
Y seréis aborrecidos de todos por causa de
mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
23 Y cuando os persigan en una
ciudad, huid a la otra. Porque de cierto os digo que de ningún modo
acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el
Hijo del Hombre.
24 "El discípulo no es más
que su maestro, ni el siervo más que su señor. 25
Bástale al discípulo ser como su maestro, y
al siervo como su señor. Si al padre de familia le llamaron Beelzebul, ¡cuánto
más lo harán a los de su casa!
Jesús infunde valor a los suyos
26 "Así que, no les temáis.
Porque no hay nada encubierto que no será revelado, ni oculto que no
será conocido. 27 Lo que
os digo en privado, decidlo en público; y lo que oís al oído,
proclamadlo desde las azoteas. 28
No temáis a los que matan el cuerpo pero no
pueden matar al alma. Más bien, temed a aquel que puede destruir tanto
el alma como el cuerpo en el infierno. 29
¿Acaso no se venden dos pajaritos por un
cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento de
vuestro Padre. 30 Pues
aun vuestros cabellos están todos contados. 31
Así que, no temáis; más valéis vosotros que
muchos pajaritos.
32 "Por tanto, a todo el
que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante
de mi Padre que está en los cielos. 33
Y a cualquiera que me niegue delante de los
hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Recompensas del discipulado
34 "No penséis que he venido
para traer paz a la tierra. No he venido para traer paz, sino espada.
35 Porque yo he venido para
poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra
su madre y a la nuera contra su suegra. 36
Y los enemigos de un hombre serán los de
su propia casa.
37 "El que ama a padre o a
madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más
que a mí no es digno de mí. 38
El que no toma su cruz y sigue en pos de mí
no es digno de mí. 39 El
que halla su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la
hallará.
40 "El que os recibe a
vosotros a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe al que me envió.
41 El que recibe a un profeta
porque es profeta, recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un
justo porque es justo, recibirá recompensa de justo. 42
Cualquiera que da a uno de estos
pequeñitos un vaso de agua fría solamente porque es mi discípulo, de
cierto os digo que jamás perderá su recompensa."
Reina-Valera Actualizada, 1989. |