El Evangelio
según
Marcos
1 El principio del
evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.
Ministerio de Juan el Bautista
2 Como está escrito en el profeta Isaías:
He aquí envío mi mensajero delante de ti,
quien preparará tu camino.
3 Voz del que proclama en el desierto:
"Preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas."
4 Así Juan el Bautista apareció en el desierto
predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados.
5 Y salía a él toda la provincia de Judea y todos los de
Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus
pecados. 6 Juan estaba vestido de pelo de camello y con un
cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre. 7
Y predicaba diciendo: "Viene tras mí el que es más poderoso que
yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la correa de su calzado.
8 Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el
Espíritu Santo."
El bautismo de Jesús
9 Aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de
Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 Y en
seguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y que el
Espíritu descendía sobre él como paloma. 11 Y vino una voz
desde el cielo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia."
La tentación de Jesús
12 En seguida, el Espíritu le impulsó al desierto, 13
y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Estaba con las fieras, y los ángeles le servían.
Jesús comienza su ministerio
14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea
predicando el evangelio de Dios, 15 y diciendo:
"El tiempo se ha cumplido, y el reino de
Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!"
Jesús llama a los primeros discípulos
16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés
hermano de Simón, echando la red en el mar; porque eran pescadores.
17 Jesús les dijo: "Venid en pos de
mí, y os haré pescadores de hombres." 18 De inmediato
dejaron sus redes y le siguieron.
19 Al ir un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de
Zebedeo y a su hermano Juan. Ellos estaban en su barca arreglando las
redes. 20 En seguida les llamó; y ellos, dejando a su padre
Zebedeo en la barca junto con los jornaleros, se fueron en pos de él.
El endemoniado de Capernaúm
21 Entraron en Capernaúm. Y en seguida, entrando él en la
sinagoga los sábados, enseñaba. 22 Y se asombraban de su
enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los
escribas.
23 Y en ese momento un hombre con espíritu inmundo
estaba en la sinagoga de ellos, y exclamó 24 diciendo:
-¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para
destruirnos? Sé quién eres: ¡el Santo de Dios!
25 Jesús le reprendió diciendo:
-¡Cállate y sal de él!
26 Y el espíritu inmundo lo sacudió con violencia,
clamó a gran voz y salió de él. 27 Todos se maravillaron, de
modo que discutían entre sí diciendo:
-¿Qué es esto? ¡Una nueva doctrina con autoridad! Aun a los
espíritus inmundos él manda, y le obedecen.
28 Y pronto se extendió su fama por todas partes, en
toda la región alrededor de Galilea.
Jesús sana a la suegra de Pedro
29 En seguida, cuando salieron de la sinagoga, fueron con
Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de
Simón estaba en cama con fiebre; y de inmediato le hablaron de ella.
31 El se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Y le
dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles.
32 Al atardecer, cuando se puso el sol, le traían todos
los enfermos y los endemoniados. 33 Toda la ciudad estaba
reunida a la puerta. 34 Y él sanó a muchos que padecían de
diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios. Y no permitía a los
demonios hablar, porque le conocían.
Jesús predica en Galilea
35 Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche,
Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba. 36
Simón y sus compañeros fueron en busca de él. 37 Le
encontraron y le dijeron:
-Todos te buscan.
38 El les respondió:
-Vamos a otra parte, a los pueblos
vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.
39 Y fue predicando en las sinagogas de ellos en toda
Galilea, y echando fuera los demonios.
Jesús sana a un leproso
40 Y vino a él un leproso implorándole, y de rodillas le
dijo:
-Si quieres, puedes limpiarme.
41 Jesús, movido a compasión, extendió la mano, le tocó
y le dijo:
-Quiero; sé limpio.
42 Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó
limpio. 43 En seguida, le despidió después de amonestarle
44 y le dijo:
-Mira, no digas nada a nadie. Más
bien vé, muéstrate al sacerdote y ofrece lo que mandó Moisés en cuanto a
tu purificación, para testimonio a ellos.
45 Pero cuando salió, él comenzó a proclamar y a
difundir mucho el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar
abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba afuera en lugares
despoblados. Y venían a él de todas partes.
Jesús sana a un paralítico
2 Cuando él entró otra vez
en Capernaúm después de algunos días, se oyó que estaba en casa. 2
Muchos acudieron a él, de manera que ya no cabían ni ante la
puerta; y él les hablaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él trayendo a un paralítico
cargado por cuatro. 4 Y como no podían acercarlo a él debido
al gentío, destaparon el techo donde Jesús estaba, y después de hacer
una abertura bajaron la camilla en que el paralítico estaba recostado.
5 Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
-Hijo, tus pecados te son perdonados.
6 Algunos de los escribas estaban sentados allí y
razonaban en sus corazones:
7 -¿Por qué habla éste así? ¡Blasfema! ¿Quién puede
perdonar pecados, sino uno solo, Dios?
8 De inmediato Jesús, dándose cuenta en su espíritu de
que razonaban así dentro de sí mismos, les dijo:
-¿Por qué razonáis así en vuestros
corazones? 9 ¿Qué es más
fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados"; o decirle:
"Levántate, toma tu camilla y anda"? 10
Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre
tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra -dijo al
paralítico-: 11 A ti te digo,
¡levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!
12 Y se levantó, y en seguida tomó su camilla y salió
en presencia de todos, de modo que todos se asombraron y glorificaron a
Dios, diciendo:
-¡Jamás hemos visto cosa semejante!
El llamamiento de Leví
13 Jesús salió otra vez junto al mar, y toda la gente venía a
él, y él les enseñaba. 14 Y pasando, vio a Leví hijo de Alfeo,
sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo:
"Sígueme." Y levantándose, le
siguió.
15 Sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en casa
de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban también sentados a la
mesa con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos y le habían seguido.
16 Y cuando los escribas de los fariseos le vieron comer con
los pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
-¿Por qué come con los publicanos y pecadores?
17 Al oírlo, Jesús les dijo:
-Los sanos no tienen necesidad de
médico, sino los que están enfermos. No he venido para llamar a justos,
sino a pecadores.
Preguntas sobre el ayuno
18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando.
Fueron a Jesús y le dijeron:
-¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los
fariseos, pero tus discípulos no ayunan?
19 Jesús les dijo:
-¿Acaso pueden ayunar los que están
de bodas mientras el novio está con ellos? Entretanto que tienen al
novio con ellos, no pueden ayunar. 20
Pero vendrán días cuando el novio les será
quitado. Entonces, en aquel día ayunarán. 21
Nadie pone parche de tela nueva en vestido
viejo. De otra manera, el parche nuevo tira del viejo, y la rotura se
hace peor. 22 Ni nadie
echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino rompe los
odres, y se pierde el vino, y también los odres. Más bien, el vino nuevo
se echa en odres nuevos.
Jesús: Señor del sábado
23 Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado, y
sus discípulos se pusieron a caminar arrancando espigas. 24
Los fariseos le decían:
-Mira, ¿por qué hacen en los sábados lo que no es lícito?
25 Y él les dijo:
-¿Nunca habéis leído qué hizo David
cuando tuvo necesidad y pasó hambre él y los que estaban con él;
26 cómo entró en la casa de
Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la Presencia,
y aun dio a los que estaban con él; cosa que no es lícito comer, salvo a
los sacerdotes? 27 -También les dijo-:
El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
28 Así que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado.
El hombre de la mano paralizada
3 Entró otra vez en la
sinagoga, y estaba allí un hombre que tenía la mano paralizada. 2
Y estaban al acecho a ver si le sanaría en sábado, a fin de
acusarle. 3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano
paralizada:
-¡Ponte de pie en medio!
4 Y a ellos les dijo:
-¿Es lícito en sábado hacer bien o
hacer mal? ¿Salvar la vida o matar?
Pero ellos callaban. 5 Y mirándolos en derredor con
enojo, dolorido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre:
-Extiende tu mano.
Y la extendió, y su mano le fue restaurada. 6 Los
fariseos salieron en seguida, junto con los herodianos, y tomaron
consejo contra él, cómo destruirlo.
Las multitudes siguen a Jesús
7 Jesús se apartó con sus discípulos al mar, y le siguió una
gran multitud de gente procedente de Galilea. Y de Judea, 8
de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores
de Tiro y Sidón una gran multitud vino a él, porque habían oído de las
grandes cosas que hacía.
9 Y Jesús dijo a sus discípulos que siempre tuviesen
lista una barca a causa del gentío, para que no lo apretujaran; 10
porque había sanado a muchos, de modo que le caían encima todos
cuantos tenían plagas, para tocarlo. 11 Y los espíritus
inmundos, siempre que le veían, se postraban delante de él y gritaban
diciendo: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" 12 Pero él les
reprendía mucho para que no le dieran a conocer.
Elección de los doce apóstoles
13 Entonces subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y
fueron a él. 14 Constituyó a doce, a quienes nombró
apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
15 y tener autoridad para echar fuera los demonios.
16 Y constituyó a los doce: a Simón (a quien le puso
por nombre Pedro), 17 a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan el
hermano de Jacobo (a ellos les puso por nombre Boanerges, es decir,
hijos del trueno), 18 a Andrés, a Felipe, a Bartolomé, a
Mateo, a Tomás, a Jacobo hijo de Alfeo, a Tadeo, a Simón el cananita
19 y a Judas Iscariote (el que le entregó).
Por quién Jesús echa fuera demonios
El volvió a casa, 20 y otra vez se reunió la multitud, de
modo que ellos no podían ni siquiera comer pan. 21 Cuando los
suyos lo oyeron, fueron para prenderle, porque decían que estaba fuera
de sí.
22 Los escribas que habían descendido de Jerusalén
decían que estaba poseído por Beelzebul y que mediante el príncipe de
los demonios echaba fuera los demonios. 23 Y habiéndolos
llamado a su lado, les hablaba en parábolas:
"¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
24 Si un reino se divide contra
sí, ese reino no puede permanecer. 25
Si una casa se divide contra sí, esa casa
no podrá permanecer. 26 Y
si Satanás se levanta contra sí mismo y está dividido, no puede
permanecer, sino que su fin ha llegado. 27
Al contrario, nadie puede entrar en la casa
de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al
hombre fuerte. Y entonces saqueará su casa. 28
De cierto os digo que a los hijos de los
hombres les serán perdonados todos los pecados y blasfemias,
cualesquiera que sean. 29
Pero cualquiera que blasfeme contra el
Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, sino que es culpable de pecado
eterno." 30 Dijo esto porque decían: "Tiene espíritu
inmundo."
La familia de Jesús
31 Entonces fueron su madre y sus hermanos, y quedándose
fuera enviaron a llamarle. 32 Mucha gente estaba sentada
alrededor de él, y le dijeron:
-Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan afuera.
33 El respondiendo les dijo:
-¿Quién es mi madre y mis hermanos?
34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de
él, dijo:
-He aquí mi madre y mis hermanos.
35 Porque cualquiera que hace la
voluntad de Dios, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Parábola del sembrador
4 Otra vez comenzó a
enseñar junto al mar, y se reunió ante él una multitud muy grande; de
manera que él entró en una barca mar adentro y se sentó allí, y toda la
multitud estaba en la playa, frente al mar. 2 Y les enseñaba
muchas cosas en parábolas. Les decía en su enseñanza: 3
"¡Oíd! He aquí un sembrador salió a
sembrar. 4 Y mientras
sembraba, aconteció que parte de la semilla cayó junto al camino; y
vinieron las aves y la devoraron. 5
Otra parte cayó en pedregales, donde no
había mucha tierra, y en seguida brotó; porque la tierra no era
profunda. 6 Y cuando
salió el sol se quemó, y porque no tenía raíces se secó. 7
Otra parte cayó entre los espinos. Y
los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. 8
Y otras semillas cayeron en buena tierra y
creciendo y aumentando dieron fruto. Y llevaban fruto a treinta, sesenta
y ciento por uno." 9 Y decía:
"El que tiene oído para oír, oiga."
La parábola del sembrador explicada
10 Cuando estuvo solo, los que estaban alrededor de él junto
con los doce le preguntaban en cuanto a las parábolas. 11 Y
él les decía: "A vosotros se os ha dado el
misterio del reino de Dios; pero para los que están fuera, todas las
cosas están en parábolas, 12
para que viendo vean y no perciban,
y oyendo oigan y no entiendan; de modo que no se conviertan y
les sea perdonado."
13 Luego les dijo: "¿No
comprendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador siembra la
palabra. 15 Primero están
estos que caen junto al camino donde se siembra la palabra. Y cuando la
oyen, en seguida viene Satanás y quita la palabra que había sido
sembrada en ellos. 16
También los que son sembrados en pedregales son aquellos que, cuando
oyen la palabra, en seguida la reciben con gozo; 17
pero no tienen raíz en sí, sino que son de
poca duración. Entonces, cuando viene la tribulación o la persecución
por causa de la palabra, en seguida tropiezan. 18
Y otros son los que son sembrados entre
espinos. Ellos son los que oyen la palabra, 19
pero las preocupaciones de este mundo, el
engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y
ahogan la palabra, y queda sin fruto. 20
Y aquellos que fueron sembrados en buena
tierra son los que oyen la palabra, la reciben y producen fruto a
treinta, a sesenta y a ciento por uno."
Parábolas: la lámpara y la medida
21 También les dijo: "¿Acaso se
trae una lámpara para que sea puesta debajo de un cajón o debajo de la
cama? ¿No es para que sea puesta sobre el candelero? 22
Porque no hay nada oculto que no haya
de ser manifestado; ni nada escondido, sino para que salga en claro.
23 Si alguno tiene oídos para
oír, oiga."
24 Les dijo también:
"Considerad lo que oís: Con la medida con que medís, será medido para
vosotros y os será añadido. 25
Porque al que tiene le será dado, y al que
no tiene aun lo que tiene le será quitado."
Parábola del crecimiento de la semilla
26 También decía: "Así es
el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra.
27 El duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y
crece sin que él sepa cómo. 28 Porque de por sí la tierra da
fruto: primero el tallito, luego las espigas y después el grano lleno en
la espiga. 29 Y cuando el fruto se ha producido, en seguida
él mete la hoz, porque la siega ha llegado."
Parábola del grano de mostaza
30 También decía: "¿A qué
haremos semejante el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo compararemos?
31 Es como un grano de mostaza
que, cuando es sembrado en la tierra, es la más pequeña de todas las
semillas de la tierra. 32
Pero una vez sembrado, crece y se convierte
en la más grande de todas las hortalizas, y echa ramas muy grandes, de
modo que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra."
33 Con muchas parábolas semejantes les hablaba la
palabra, conforme a lo que podían oír. 34 No les hablaba sin
parábolas, pero en privado les explicaba todo a sus discípulos.
Jesús calma la tempestad
35 Aquel día, al anochecer, les dijo:
-Pasemos al otro lado.
36 Y después de despedir a la multitud, le recibieron
en la barca, tal como estaba. Y había otras barcas con él. 37
Entonces se levantó una gran tempestad de viento que arrojaba las olas a
la barca, de modo que la barca ya se anegaba. 38 Y él estaba
en la popa, durmiendo sobre el cabezal; pero le despertaron diciendo:
-¡Maestro! ¿No te importa que perecemos?
39 Y despertándose, reprendió al viento y dijo al mar:
-¡Calla! ¡Enmudece!
Y el viento cesó y se hizo grande bonanza. 40 Y les
dijo:
-¿Por qué estáis miedosos? ¿Todavía
no tenéis fe?
41 Ellos temieron con gran temor y se decían el uno al
otro:
-Entonces, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le
obedecen?
Jesús sana a un endemoniado
5 Fueron a la otra orilla
del mar a la región de los gadarenos. 2 Apenas salido él de
la barca, de repente le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un
hombre con espíritu inmundo. 3 Este tenía su morada entre los
sepulcros. Y nadie podía atarle ni siquiera con cadenas, 4 ya
que muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había
hecho pedazos las cadenas y desmenuzado los grillos. Y nadie lo podía
dominar. 5 Continuamente, de día y de noche, andaba entre los
sepulcros y por las montañas, gritando e hiriéndose con piedras.
6 Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y le adoró.
7 Y clamando a gran voz dijo:
-¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro
por Dios que no me atormentes.
8 Pues Jesús le decía:
-Sal de este hombre, espíritu
inmundo.
9 Y le preguntó:
-¿Cómo te llamas?
Y le dijo:
-Me llamo Legión, porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de
aquella región.
11 Allí cerca de la montaña estaba paciendo un gran
hato de cerdos. 12 Y le rogaron diciendo:
-Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.
13 Jesús les dio permiso. Y los espíritus inmundos
salieron y entraron en los cerdos, y el hato se lanzó al mar por un
despeñadero, como dos mil cerdos, y se ahogaron en el mar.
14 Los que apacentaban los cerdos huyeron y dieron
aviso en la ciudad y por los campos. Y fueron para ver qué era lo que
había acontecido. 15 Llegaron a Jesús y vieron al endemoniado
que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y
tuvieron miedo. 16 Los que lo habían visto les contaron qué
había acontecido al endemoniado y lo de los cerdos, 17 y
ellos comenzaron a implorar a Jesús que saliera de sus territorios.
18 Y mientras él entraba en la barca, el que había sido
poseído por el demonio le rogaba que le dejase estar con él. 19
Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
-Vete a tu casa, a los tuyos, y
cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y cómo tuvo
misericordia de ti.
20 El se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán
grandes cosas Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban.
Jesús sana a una mujer
21 Cuando Jesús había cruzado de nuevo en la barca a la otra
orilla, se congregó alrededor de él una gran multitud. Y él estaba junto
al mar. 22 Y vino uno de los principales de la sinagoga,
llamado Jairo. Cuando le vio, se postró a sus pies 23 y le
imploró mucho diciendo:
-Mi hijita está agonizando. ¡Ven! Pon las manos sobre ella para
que sea salva, y viva.
24 Jesús fue con él. Y le seguía una gran multitud, y
le apretujaban.
25 Había una mujer que sufría de hemorragia desde hacía
doce años. 26 Había sufrido mucho de muchos médicos y había
gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado; más bien, iba
de mal en peor. 27 Cuando oyó hablar de Jesús, vino por
detrás de él entre la multitud y tocó su manto, 28 porque
ella pensaba: "Si sólo toco su manto, seré sanada." 29 Al
instante, se secó la fuente de su sangre y sintió en su cuerpo que ya
estaba sana de aquel azote. 30 De pronto Jesús, reconociendo
dentro de sí que había salido poder de él, volviéndose a la multitud
dijo:
-¿Quién me ha tocado el manto?
31 Sus discípulos le dijeron:
-Ves la multitud que te apretuja, y preguntas:
"¿Quién me tocó?"
32 El miraba alrededor para ver a la que había hecho
esto. 33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo
que en ella había sido hecho, fue y se postró delante de él, y le dijo
toda la verdad.
34 El le dijo:
-Hija, tu fe te ha salvado. Vete en
paz y queda sanada de tu azote.
Jesús resucita a la hija de Jairo
35 Mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal
de la sinagoga, diciendo:
-Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestas más al Maestro?
36 Pero Jesús, sin hacer caso a esta palabra que se
decía, dijo al principal de la sinagoga:
-No temas; sólo cree.
37 Y no permitió que nadie le acompañara, sino Pedro,
Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Llegaron a la casa
del principal de la sinagoga, y él vio el alboroto y los que lloraban y
lamentaban mucho. 39 Y al entrar, les dijo:
-¿Por qué hacéis alboroto y lloráis?
La niña no ha muerto, sino que duerme.
40 Ellos se burlaban de él. Pero él los sacó a todos y
tomó al padre y a la madre de la niña y a los que estaban con él, y
entró a donde estaba la niña. 41 Tomó la mano de la niña y le
dijo:
-Talita, cumi -que traducido
es: Niña, a ti te digo, levántate-.
42 Y en seguida la niña se levantó y andaba, pues tenía
doce años. Y quedaron atónitos. 43 El les mandó estrictamente
que nadie lo supiese y ordenó que le diesen a ella de comer.
Jesús es rechazado en Nazaret
6 Salió de allí y fue a su
tierra, y sus discípulos le siguieron. 2 Y cuando llegó el
sábado, él comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos quedaban atónitos
cuando le oían, y decían:
-¿De dónde le vienen a éste estas cosas? ¿Qué sabiduría es ésta
que le ha sido dada? ¡Cuántas obras poderosas son hechas por sus manos!
3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María y hermano de
Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también sus hermanas
aquí con nosotros?
Y se escandalizaban de él. 4 Pero Jesús les decía:
-No hay profeta sin honra sino en su
propia tierra, entre sus familiares y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí ningún hecho poderoso, sino que
sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. 6
Estaba asombrado a causa de la incredulidad de ellos. Y recorría las
aldeas de alrededor, enseñando.
La misión de los doce
7 Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en
dos. Les daba autoridad sobre los espíritus inmundos. 8 Les
mandó que no llevasen nada para el camino: ni pan, ni bolsa, ni dinero
en el cinto, sino solamente un bastón; 9 pero que calzasen
sandalias y que no vistiesen dos túnicas. 10 Y les decía:
"Dondequiera que entréis en una casa, posad
en ella hasta que salgáis de aquel lugar. 11
Cualquier lugar que no os reciba ni os
oiga, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros
pies, para testimonio contra ellos."
12 Entonces ellos salieron y predicaron que la gente se
arrepintiese. 13 Echaban fuera muchos demonios, y ungían con
aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
La muerte de Juan el Bautista
14 El rey Herodes oyó de Jesús, porque su nombre había
llegado a ser muy conocido. Unos decían: "Juan el Bautista ha resucitado
de los muertos, y por esta razón operan estos poderes en él." 15
Otros decían: "Es Elías." Mientras otros decían: "Es profeta como
uno de los profetas." 16 Pero cuando Herodes oyó esto, dijo:
"¡Juan, a quien yo decapité, ha resucitado!" 17 Porque
Herodes mismo había mandado prender a Juan y lo había encadenado en la
cárcel por causa de Herodía, la mujer de su hermano Felipe; porque se
había casado con ella. 18 Pues Juan le decía a Herodes: "No
te es lícito tener la mujer de tu hermano."
19 Pero Herodía le acechaba y deseaba matarle, aunque
no podía; 20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era
hombre justo y santo, y le protegía. Y al escucharle quedaba muy
perplejo, pero le oía de buena gana.
21 Llegó un día oportuno cuando Herodes, en la fiesta
de su cumpleaños, dio una cena para sus altos oficiales, los tribunos y
las personas principales de Galilea. 22 Entonces la hija de
Herodía entró y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a
la mesa; y el rey le dijo a la muchacha:
-Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23 Y le juró mucho:
-Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24 Ella salió y dijo a su madre:
-¿Qué pediré?
Y ésta dijo:
-La cabeza de Juan el Bautista.
25 En seguida ella entró con prisa al rey y le pidió
diciendo:
-Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el
Bautista.
26 El rey se entristeció mucho, pero a causa del
juramento y de los que estaban a la mesa, no quiso rechazarla. 27
Inmediatamente el rey envió a uno de la guardia y mandó que fuese
traída su cabeza. Este fue, le decapitó en la cárcel 28 y
llevó su cabeza en un plato; la dio a la muchacha, y la muchacha se la
dio a su madre.
29 Cuando sus discípulos oyeron esto, fueron y tomaron
su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Jesús alimenta a cinco mil
30 Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo
lo que habían hecho y lo que habían enseñado. 31 El les dijo:
-Venid vosotros aparte a un lugar
desierto, y descansad un poco.
Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían
oportunidad para comer. 32 Y se fueron solos en la barca a un
lugar desierto. 33 Pero muchos les vieron ir y les
reconocieron. Y corrieron allá a pie de todas las ciudades y llegaron
antes que ellos. 34 Cuando Jesús salió, vio una gran multitud
y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor.
Entonces comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Como la hora era ya muy avanzada, sus discípulos se
acercaron a él y le dijeron:
-El lugar es desierto, y la hora avanzada. 36
Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren
para sí algo que comer.
37 El les respondió y dijo:
-Dadles vosotros de comer.
Le dijeron:
-¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos
de comer?
38 El les dijo:
-¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo.
Al enterarse, le dijeron:
-Cinco, y dos pescados.
39 El les mandó que hiciesen recostar a todos por
grupos sobre la hierba verde. 40 Se recostaron por grupos, de
cien en cien y de cincuenta en cincuenta. 41 Y él tomó los
cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, bendijo y
partió los panes. Luego iba dando a sus discípulos para que los pusiesen
delante de los hombres, y también repartió los dos pescados entre todos.
42 Todos comieron y se saciaron, 43 y
recogieron doce canastas llenas de los pedazos de pan y de los pescados.
44 Y los que comieron los panes eran como cinco mil hombres.
Jesús camina sobre el agua
45 En seguida obligó a sus discípulos a subir en la barca
para ir delante de él a Betsaida, en la otra orilla, mientras él
despedía a la multitud. 46 Y habiéndose despedido de ellos,
se fue al monte a orar. 47 Al caer la noche, la barca estaba
en medio del mar, y él solo en tierra. 48 Viendo que ellos se
fatigaban remando, porque el viento les era contrario, a eso de la
cuarta vigilia de la noche, él fue a ellos caminando sobre el mar, y
quería pasarlos de largo. 49 Pero cuando ellos vieron que él
caminaba sobre el mar, pensaron que era un fantasma y clamaron a gritos;
50 porque todos le vieron y se turbaron. Pero en seguida
habló con ellos y les dijo: "¡Tened ánimo!
¡Yo soy! ¡No temáis!"
51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento.
Ellos estaban sumamente perplejos, 52 pues aún no habían
comprendido lo de los panes; más bien, sus corazones estaban
endurecidos.
Jesús sana a muchos en Genesaret
53 Y cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra
de Genesaret y amarraron la barca. 54 Pero cuando ellos
salieron de la barca, en seguida le reconocieron. 55
Recorrieron toda aquella región, y comenzaron a traer en camillas a los
que estaban enfermos a donde oían que él estaba. 56
Dondequiera que entraba, ya sea en aldeas o ciudades o campos, ponían en
las plazas a los que estaban enfermos, y le rogaban que sólo pudiesen
tocar el borde de su manto. Y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Lo que contamina al hombre
7 Se juntaron a Jesús los
fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén.
2 Ellos vieron que algunos discípulos de él estaban comiendo pan
con las manos impuras, es decir, sin lavar. 3 Pues los
fariseos y todos los judíos, si no se lavan las manos hasta la muñeca,
no comen, porque se aferran a la tradición de los ancianos. 4
Cuando vuelven del mercado, si no se lavan, no comen. Y hay muchas otras
cosas que aceptaron para guardar, como los lavamientos de las copas, de
los jarros y de los utensilios de bronce y de los divanes.
5 Le preguntaron los fariseos y los escribas:
-¿Por qué no andan tus discípulos de acuerdo con la tradición de
los ancianos, sino que comen pan con las manos impuras?
6 Y les respondió diciendo:
-Bien profetizó Isaías acerca de
vosotros, hipócritas, como está escrito:
Este pueblo me honra de labios,
pero su corazón está lejos de mí.
7 Y en vano me rinden
culto,
enseñando como doctrina
los mandamientos de hombres.
8 Porque dejando los
mandamientos de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.
9 Les decía también:
-¡Bien desecháis el mandamiento de
Dios para establecer vuestra tradición! 10
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a
tu madre, y: El que maldice a su padre o a su madre muera
irremisiblemente. 11
Pero vosotros decís que si alguien dice a su padre o madre: "Aquello con
que hubieras sido beneficiado de parte mía es Corbán" -es decir, una
ofrenda a Dios-, 12 ya no
le permitís hacer nada por su padre o su madre. 13
Así invalidáis la palabra de Dios mediante
vuestra tradición que habéis trasmitido, y hacéis muchas cosas
semejantes a éstas.
14 Llamando a sí otra vez a toda la multitud, les
decía:
-Oídme todos y entended.
15 ,16 No hay nada fuera del hombre
que por entrar en él le pueda contaminar. Pero lo que sale del hombre es
lo que contamina al hombre.
17 Cuando entró en casa, aparte de la multitud, sus
discípulos le preguntaron acerca de la parábola. 18 Y les
dijo:
-¿Así que también vosotros carecéis
de entendimiento? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombre
desde fuera le puede contaminar? 19
Porque no entra en su corazón sino en su
estómago, y sale a la letrina.
Así declaró limpias todas las comidas. 20 Y decía:
-Lo que del hombre sale, eso
contamina al hombre. 21
Porque desde adentro, del corazón del hombre, salen los malos
pensamientos, las inmoralidades sexuales, los robos, los homicidios,
22 los adulterios, las
avaricias, las maldades, el engaño, la sensualidad, la envidia, la
blasfemia, la insolencia y la insensatez. 23
Todas estas maldades salen de adentro y
contaminan al hombre.
La fe de una mujer extranjera
24 Y levantándose, partió de allí para los territorios de
Tiro y de Sidón. Y entró en una casa y no quería que nadie lo supiese,
pero no pudo esconderse. 25 Más bien, en seguida oyó de él
una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, y vino y cayó a sus pies.
26 La mujer era griega, de nacionalidad sirofenicia, y le
rogaba que echase el demonio fuera de su hija.
27 Pero Jesús le dijo:
-Deja primero que se sacien los
hijos, porque no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los
perritos.
28 Ella respondió y le dijo:
-Sí, Señor; también los perritos debajo de la mesa comen de las
migajas de los hijos.
29 Entonces él le dijo:
-Por causa de lo que has dicho, vé;
el demonio ha salido de tu hija.
30 Y cuando ella se fue a su casa, halló a su hija
acostada en la cama y que el demonio había salido.
Jesús sana a un sordo y tartamudo
31 Al salir de nuevo de los territorios de Tiro, fue por
Sidón al mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. 32
Entonces le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le
pusiera la mano encima.
33 Y tomándole aparte de la multitud, metió los dedos
en sus orejas, escupió y tocó su lengua. 34 Luego mirando al
cielo, suspiró y le dijo:
-¡Efata! -que quiere decir: Sé
abierto-.
35 Y de inmediato fueron abiertos sus oídos y desatada
la ligadura de su lengua, y hablaba bien. 36 El les mandó que
no lo dijeran a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más lo
proclamaban. 37 Se maravillaban sin medida, diciendo:
-¡Todo lo ha hecho bien! Aun a los sordos hace oír, y a los mudos
hablar.
Jesús alimenta a cuatro mil
8 En aquellos días, ya que
otra vez había una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús llamó a
sus discípulos y les dijo:
2 -Tengo compasión de la
multitud, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen
qué comer. 3 Si les
despido a sus casas en ayunas, se desmayarán en el camino; y algunos de
ellos han venido de lejos.
4 Sus discípulos le respondieron:
-¿De dónde podrá alguien saciar a éstos de pan, aquí en el
desierto?
5 Y les preguntó:
-¿Cuántos panes tenéis?
Ellos dijeron:
-Siete.
6 Entonces él mandó a la multitud recostarse en tierra.
Tomó los siete panes, y habiendo dado gracias, los partió y daba a sus
discípulos para que ellos los sirviesen. Y ellos los sirvieron a la
multitud.
7 También tenían unos pocos pescaditos. Y después de
bendecirlos, él mandó que también los sirviesen. 8 Comieron y
se saciaron, y recogieron siete cestas de los pedazos que habían
sobrado. 9 Y eran como cuatro mil. El los despidió; 10
y luego, entrando en la barca con sus discípulos, se fue a la
región de Dalmanuta.
Los fariseos piden una señal
11 Salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él,
pidiéndole una señal del cielo, para probarle. 12 El suspiró
profundamente en su espíritu y dijo: "¿Por
qué pide esta generación una señal? De cierto os digo que a esta
generación no se le dará ninguna señal."
13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y cruzó a
la otra orilla.
La levadura de los fariseos
14 Se habían olvidado de llevar pan, y no tenían consigo en
la barca sino un solo pan. 15 Y él les mandó, diciendo:
-Mirad; guardaos de la levadura de
los fariseos y de la levadura de Herodes.
16 Ellos discutían los unos con los otros, porque no
tenían pan. 17 Como Jesús lo entendió, les dijo:
-¿Por qué discutís? ¿Porque no tenéis
pan? ¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis endurecido vuestro
corazón? 18 Teniendo
ojos, ¿no veis? Teniendo oídos, ¿no oís? ¿No os acordáis? 19
Cuando partí los cinco panes entre
cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis?
Ellos dijeron:
-Doce.
20 -Y cuando repartí los
siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos
recogisteis?
Ellos dijeron:
-Siete.
21 El les preguntó:
-¿Todavía no comprendéis?
Jesús sana a un ciego en Betsaida
22 Jesús fue a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaban
que lo tocase. 23 Entonces tomando al ciego de la mano, le
sacó fuera de la aldea. Después de mojarle los ojos con saliva e
imponerle las manos, le preguntó:
-¿Ves algo?
24 Al mirar, él decía:
-Veo a los hombres, pero los veo como árboles que andan.
25 Luego puso otra vez las manos sobre sus ojos, y miró
intensamente. Y fue restaurada su vista, y veía todo de lejos y
claramente. 26 Entonces Jesús le envió a su casa, diciéndole:
-No entres en la aldea.
La confesión de Pedro
27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea
de Filipo, y en el camino les preguntó a sus discípulos diciendo:
-¿Quién dice la gente que soy yo?
28 Ellos respondieron:
-Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; otros, uno de los profetas.
29 Entonces él les preguntó:
-Pero vosotros, ¿quién decís que soy
yo?
Respondiendo Pedro le dijo:
-¡Tú eres el Cristo!
30 El les mandó enérgicamente que no hablasen a nadie
acerca de él.
Jesús anuncia su muerte y victoria
31 Luego comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo
del Hombre padeciese mucho, que fuese desechado por los ancianos, los
principales sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitado
después de tres días. 32 Les decía esto claramente. Entonces
Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle. 33 Pero él se
dio vuelta, y mirando a sus discípulos reprendió a Pedro diciéndole:
-¡Quítate de delante de mí, Satanás!
Porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Condiciones para seguir a Jesús
34 Y llamó a sí a la gente, juntamente con sus discípulos, y
les dijo:
-Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 35
Porque el que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la
salvará. 36 Pues, ¿de qué
le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?
37 Porque, ¿qué dará el hombre en
rescate por su alma? 38
Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación
adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él
cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
Reina-Valera Actualizada, 1989. |