1.- La Diosa Madre
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esde el más
remoto amanecer, el hombre ha tenido la tendencia cultural y la necesidad
espiritual de encontrar lugares concretos para dedicarlos al recogimiento,
al culto y a la oración. Enclaves cuyas características
los hacían propicios a la reflexión, a la búsqueda
del conocimiento, a hallar respuesta a las preguntas que el ser humano
se ha planteado a lo largo de su existencia. Son estos espacios, supuestamente
cargados de magia, en donde se hace más cercano el contacto de
lo terrestre con lo celeste, lo mortal con lo inmortal. Durante miles
de años bosques, cavernas, fuentes o montañas han sido
lugares donde los enigmas se transformaron en creencias que fueron tomando
forma en la figura de divinidades.
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a primera de estas
divinidades, sin duda, fue la Madre Tierra. La tierra englobaba el universo
humano; en ella se sucedían los fenómenos naturales en
los que el hombre basaba sus creencias. Las tormentas, los terremotos,
los vientos, las mareas... todo se debía a la Tierra, semilla
de la existencia. Y el hombre adoró a la Gran Diosa en puntos
donde podía comunicarse con ella, creando auténticos lugares
sagrados en focos activos de energías telúricas, localizados
a lo largo y ancho del globo.
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as posteriores religiones
que fueron aflorando con el devenir de los siglos han mantenido con
mayor o menor fortuna la primitiva sacralidad de aquellos enclaves especiales,
y sobre las creencias abolidas eran edificadas las nuevas. El templo
recién erguido ocupaba el lugar del anterior, pero siempre sobre
el mismo espacio de culto, el punto ancestral donde el hombre experimentaba
su unión con la divinidad reinante. Ese culto primitivo era esencialmente
femenino. La Tierra, al igual que la hembra, era la creadora de vida,
la dadora de alimentos que permitía la supervivencia humana.
Las antiguas culturas así lo continuaron reflejando, y no fue
hasta ulterior expansión del cristianismo cuando ese culto femenino
fue definitivamente sustituido por el masculino. Ahora se trataba de
adorar a Dios, encarnado en la figura de Jesús. El Mesías,
el crucificado, una figura masculina el fin y al cabo, es el que preside
los altares de las iglesias y las catedrales. Con el cristianismo, el
culto masculino se convierte en el redentor del hombre.
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pesar de todo, ese
culto pagano a la Diosa Madre nunca llegó a perderse. Pero la
Iglesia, que sabía que la antigua religión estaba mucho
más arraigada que la nueva doctrina que ella propagaba, trató
por todos los medios de minimizar la influencia pagana de la deidad
femenina. Por ello se dedicó a evitar que la figura de la Virgen
María, la Madre, se igualase a la de Dios. A éste y al
Salvador debía dedicarse el culto principal, relegando las figuras
femeninas a un discreto segundo plano.
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in embargo, se debe
a los cistercienses de San Bernardo de Claraval, y también a
sus allegados los Templarios, el resurgimiento de la antigua tradición.
San Bernardo fue un gran impulsor del culto mariano; conocida es su
gran devoción por la Virgen María. Por su parte, los freires
del Temple fueron aún más audaces, y bajo su influencia
eclosionó un encendido culto a la Nuestra Señora, o Notre
Dame, que situaron bajo la imagen de vírgenes negras en muchas
de sus posesiones y en la mayoría de las catedrales góticas
francesas, edificadas precisamente en esos mágicos enclaves venerados
desde la antigüedad.. La diferencia con los cistercienses, y he
aquí lo curioso, es que podemos afirmar que el culto a la Nuestra
Señora no iba dirigido a la Virgen María, sino a una figura
que tenía una importancia mucho más secundaria: María
Magdalena.
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2.- La adoración a la Magdalena
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as vírgenes
negras son de color oscuro porque representan a la Madre Tierra y a
la sabiduría ancestral, que fue pretendida por los Templarios.
Otras diosas de las antiguas culturas como Isis, Cibeles y Deméter
fueron con frecuencia representadas negras, mientras que la Gran Bretaña
conoció una Black Annis. En Efeso, en el templo de Diana, una
de las siete maravillas del mundo, se veneraba una estatua negra de
la Gran Diosa.
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upuestamente encontradas
en circunstancias sobrenaturales, las vírgenes negras al ser
halladas solían exigir que se les construya un templo de culto
en el emplazamiento exacto de su aparición. Casualmente, estos
lugares son siempre coincidentes con los antiguos lugares de culto que
los primitivas culturas dedicaban a sus cultos paganos a la Gran Diosa
Madre. Y los Templarios trataban siempre de construir sus santuarios
en estos emplazamientos ancestrales, lo que nos lleva a pensar que tenían
un conocimiento de las virtudes que poseerían estos enclaves.
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xiste una curiosa
leyenda que no podemos dejar pasar por alto. Al sur de Egipto, en las
cercanías de Asuán, se halla una isla situada en el centro
del Nilo denominada Isla de Philae. En esta isla se erige un templo
dedicado a la diosa Isis y era, en tiempos de las cruzadas, el único
emplazamiento en donde se seguían realizando los antiguos cultos
de los tiempos del Egipto faraónico. Cuenta la leyenda que Caballeros
Templarios navegaron el Nilo en una de sus incursiones por el país
y alcanzaron esta isla. Seducidos por la hermosura del lugar, por la
paz y la espiritualidad que emanaba, y por la belleza del culto a la
antigua diosa, se sintieron tan atraídos por él que lo
adoptaron y lo adaptaron a sus propias creencias.
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Templo de la Isla
de Philae (Egipto)
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a Isis egipcia es
el símbolo de la tierra negra y fértil de las orillas
del Nilo, donde tras la bajada de las aguas los limos fecundos ennegrecen
las tierras y las transforman en aptas para la siembra. Es por tanto
la semilla de vida que, al igual que los egipcios, la antigua humanidad
asociaba a la Gran Diosa. Es bastante probable que bajo la capa de misticismo
de la leyenda que acabamos de relatar se esconda una realidad mucho
más trascendente. La estancia en Tierra Santa fue lo suficientemente
larga para que los monjes-guerreros del Temple pudieran conocer a fondo
la civilización islámica, que era muy superior en refinamiento
y en cultura a la de la tosca Europa feudal. La ósmosis entre
miembros de ambas religiones fue constante e incluso algunos caballeros
musulmanes pasaron a engrosar las filas de la Orden del Temple, así
como los propios templarios profundizaban en el conocimiento del Islam.
Es a la vez muy posible que los caballeros entrasen en contacto con
sociedades herméticas, hebreas, gnósticas y sufís,
absorbiendo lentamente parte de su bagaje cultural y místico.
Conocido es asimismo el contacto que mantuvieron con la secta de los
Asesinos. También encontramos en el Temple europeo indicios de
que tenían un gran conocimiento de las mitología nórdica,
celta e indoeuropea, con lo que cobra fuerza la hipótesis de
que la Orden del Temple pudo haber soñado con retornar a religión
única, armonizando creencias antiguas, orientales y occidentales,
lo que la alejaba del catolicismo imperante en la Iglesia romana.
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l problema que se
encontraron los Templarios en Europa era que el retorno a la antiguo
credo de la tierra, la adoración de una deidad pagana, podría
traerles graves problemas en el seno de la férrea Iglesia Católica.
Esto obligó a los miembros del Temple a ser muy ingeniosos. Bajo
un culto predominantemente masculino, y sabedores de que el culto a
la Diosa Madre significaría sin duda una herejía, lo lógico
hubiese sido equiparar a esta con la Virgen María, la "Reina
del Cielo", como la llamaba San Bernardo y como aparece en el Antiguo
Testamento refiriéndose a Astarté, la equivalente fenicia
de Isis. Pero en vez de eso, los Caballeros del Temple decidieron inventar
la figura de "Nuestra Señora" y camuflar a la diosa
madre bajo la imagen de una "virgen negra", asociando esta
imagen a la María Magdalena del cristianismo, a la que curiosamente
los evangelios del siglo I y los apócrifos reservan un papel
mucho más importante que a la madre de Jesús. Esto representa
un enigma. ¿Por qué se asocia la Diosa Madre a la Magdalena,
si precisamente la maternidad es lo último que se relaciona con
ella? Hablaremos de ello en otra de las leyendas.
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sta apariencia se
ha mantenido hasta nuestros días y su culto se haya aún
vigente bajo distintos "Nuestra Señora" en muchos lugares
de la geografía europea, como la Notre Dame de París.
De hecho, podemos encontrar en los enclaves donde se encuentra una virgen
negra continuas evocaciones a María de Magdala, lo que probaría
que los templarios aspiraban a retornar a una antiquísima tradición
que unificase a todos los hombres, como en los tiempos de la antigua
humanidad. Regresando a la religión ancestral, el Temple aspiraba
a la abolición total de las guerras, de las desigualdades y a
la extirpación del odio predicado por las religiones. Pretenderían
instaurar la sinarquía, el reino de la razón, de la caridad,
del amor. En definitiva, el Reino de Dios de las profecías bíblicas.
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