El territorio continental ocupado por
Estados Unidos estuvo habitado desde unos
30.000 años antes de la llegada de los
europeos por pueblos venidos del noroeste,
probablemente de Asia, a través del estrecho
de Bering. Entre los pueblos más importantes
estuvieron los apache, arapaho, cherokee,
cheyenne, chipewa, crow, comanche, hopi,
iroqués, dakota, navajo, nez perce, sioux,
pawnee, pueblo, semínola, shawnee, shoshone,
ute.
En los desiertos y llanuras, vivían de la
recolección y de la caza, en tribus pequeñas
y organización social sencilla, mientras que
en las tierras fértiles desarrollaron la
agricultura y construyeron grandes centros
poblados. El primero y mayor fue Cahokia,
cerca de la actual St. Louis, que se calcula
llegó a tener 40.000 habitantes en el año
1000 d.C.
La vivencia religiosa de estos pueblos se
basa en una concepción cósmica en la cual la
Tierra no es propiedad de nadie sino que
pertenece al Universo, que es considerado un
ser vivo, con poderes materiales y
espirituales. Los líderes o chamanes pueden
convocar a las fuerzas de ese Universo
sagrado, para predecir el futuro y dirigir a
su pueblo, además de curar a los enfermos.
Los primeros europeos que llegaron a
América fueron escandinavos, pero no se
establecieron en la región. Después del
viaje de Cristóbal Colón, en 1492, los
españoles fundaron las ciudades de San
Agustín, en Florida; de Santa Fe, en Nuevo
México, y llegaron a Texas y California. Más
tarde vinieron los ingleses, franceses e
italianos, con claros intereses de conquista
territorial.
En 1540, Hernando De Soto escribió que
los cherokee tenían una cultura agrícola
avanzada, vinculada con los pueblos de Ohio
y el Misisipí, e incluso con los aztecas.
Los europeos no sólo introdujeron las armas
de fuego, sino también el concepto de matar
(al enemigo) como objetivo de la guerra:
ambos cambiaron la vida de los pueblos
americanos y sirvieron al final para imponer
la dominación europea.
Ver población
indigena
Se calcula que en el siglo XV había
1.500.000 americanos nativos en el
territorio estadounidense. Dos siglos más
tarde, las grandes haciendas del sur
iniciaron la compra de esclavos y en 1760
totalizaban casi 90.000 africanos, el doble
de la población europea local. Para entonces
las colonias inglesas de la costa atlántica
sumaban unos 300.000 habitantes, número muy
superior al de los franceses que se habían
establecido en el valle del Mississipi.
La mayoría de los inmigrantes británicos
dejó su país huyendo de la pobreza, la
persecución religiosa y la inestabilidad
política. No obstante, la colonización nació
bajo el signo de la guerra, contra los
pueblos americanos, cuya cultura y forma de
vida fue destruida, y contra otros
colonizadores. En 1733 había trece colonias
inglesas, que vivían de la agricultura, la
pesca y el comercio.
[ver]
En 1763, al final de las guerras
europeas, Francia cedió a Inglaterra sus
colonias establecidas al este del
Mississipi, mientras que las situadas al
oeste de ese río pasaron a manos españolas.
El conflicto entre los colonos y la
metrópoli estalló en 1775; y la Declaración
de Independencia que marca el nacimiento de
Estados Unidos fue firmada el 4 de julio de
1776. La guerra prosiguió, pero los
estadounidenses, aliados con Francia,
vencieron y finalmente, en 1783, Inglaterra
reconoció su soberanía.
Ver
Independencia de Estados Unidos
En 1787, la Convención de Filadelfia
elaboró la primera Constitución federal,
vigente desde 1788. El primer presidente fue
el general George Washington, jefe del
Ejército Continental. En 1791, la Ley
Fundamental recibió 10 enmiendas sobre la
libertad individual y los derechos de los
estados.
La atracción principal para la ocupación
del oeste fue la adquisición de tierras y
riquezas sin título de propiedad previo, por
más que todos los presidentes de la época la
justificaron con el imperio de la libertad,
de la que se decían portadores, y con la
idea del destino manifiesto de Estados
Unidos para convertirse en una gran nación.
En 1803, la compra de Louisiana a Francia
duplicó el territorio de la Unión. Entre
1810 y 1819, Estados Unidos provocó una
guerra con España para anexarse la Florida.
En 1836, los texanos se rebelaron contra
México y fundaron una república, que se
integró a la Unión en 1845. Estados Unidos
declaró la guerra a México y le quitó la
mitad de su territorio. California fue
incorporada como estado en 1850 y Oregón en
1853.
La expansión al oeste no fue sólo un
cambio de dueño para estas tierras, sino una
nueva tragedia para los americanos nativos,
diezmados por oleadas sucesivas de fiebre de
tierras y de oro. Sucesivos tratados fueron
firmados con los pueblos nativos,
sistemáticamente violados por nuevas
ocupaciones de tierras o nuevos tratados
impuestos a la fuerza. En 1838, el ejército
federal expulsó de sus territorios a 14.000
cherokees y 4.000 de ellos murieron en el
camino a sus nuevas tierras.
Expansión de los
Estados Unidos
En 1850, en el sur había unos 6 millones
de habitantes de origen europeo, de los
cuales sólo 345.525 poseían esclavos. Pero
la mayoría defendía la esclavitud,
atemorizados por las rebeliones de los
esclavos en Carolina del Sur, en 1822, y en
Virginia, en 1800 y 1831.
La Guerra de Secesión (1861-1865), giró
en torno a la esclavitud, pero su causa
principal fue la lucha entre los dos
sistemas económicos desarrollados en el
país. El capitalismo industrial del norte
necesitaba liberar la mano de obra, ampliar
y proteger el mercado interno, mientras los
hacendados esclavistas del sur querían
mantener el libre acceso a sus mercados
externos.
La elección de Abraham Lincoln, en 1860,
detonó la crisis. Antes de que asumiera la
presidencia, los estados del sur declararon
la separación. Comprometido a preservar la
Unión y con mayor base industrial y poder de
fuego, el norte se impuso al sur, con un
saldo de un millón de muertos entre ambos
bandos. La esclavitud fue abolida, pero la
discriminación racial y el odio entre ambas
regiones se mantuvieron.
Después de la guerra civil, los pueblos
de las grandes llanuras, en especial los
sioux, emprendieron numerosas guerras de
defensa. Los tratados de 1851 y 1868, que
reconocían su soberanía, fueron ignorados
tras el hallazgo de oro en sus tierras. La
ocupación gradual de su territorio se
completó en 1890, cuando la última
resistencia sioux fue derrotada.
En la década de 1880, los sobrevivientes
de los primeros pueblos fueron confinados en
reservas, la mayoría en zonas áridas e
inhóspitas. Años después, compañías mineras
encontraron en esas tierras yacimientos de
uranio, carbón, petróleo y gas natural. El
interés de las empresas en tales riquezas
replanteó el cuestionamiento a los derechos
de los nativos sobre las tierras de sus
reservas.
Entre 1870 y 1920, la población de
Estados Unidos pasó de 38 millones a 106
millones y el número de estados de 37 a 48.
A la fusión del ferrocarril en grandes
compañías le siguió una rápida expansión
capitalista, que a inicios del siglo XX
había transformado al país agrario en una
sociedad industrial.
A fines del siglo XIX, se había
consolidado un sistema bipartidista, con
republicanos y demócratas alternando en el
poder. A pesar de sus diferencias, ambos
agrupamientos han mantenido históricamente
un alto grado de consenso frente a las
grandes cuestiones nacionales e
internacionales, que redundó en una política
exterior de gran coherencia. Tras una larga
lucha iniciada en 1889, en 1920 fue aprobado
el sufragio femenino.
Resueltas las grandes cuestiones
internas, Estados Unidos comenzó a actuar en
el escenario internacional. La guerra con
España por Cuba y las Filipinas, en 1898,
inauguró la etapa imperialista ultramarina.
La ocupación de Panamá, la construcción del
Canal y de un sistema de bases militares en
la región convirtió a América Central,
declarada su zona de seguridad vital, en una
especie de protectorado.
Estados Unidos justificó sus
intervenciones con la Doctrina Monroe, bajo
el lema "América para los americanos".
Francia fue obligada a retirar las tropas
que protegían al emperador Maximiliano en
México y el Reino Unido a abandonar una
disputa territorial con Venezuela. En 1890
tuvo lugar la primera conferencia
panamericana, como preámbulo del sistema
interamericano montado posteriormente.
Durante la Primera Guerra Mundial,
Estados Unidos se mantuvo neutral hasta
1917, cuando intervino en contra de Alemania,
Austria y Turquía. En 1918, el presidente
Woodrow Wilson participó en la elaboración
del Tratado de Versailles, que estableció
las bases de la nueva paz en Europa. Sin
embargo, en 1920, el Congreso rechazó la
incorporación de Estados Unidos a la
Sociedad de Naciones.
Ver 1ra. Guerra
Mundial
Estados Unidos salió de la guerra mundial
fortalecido, pero la quiebra de la Bolsa de
Nueva York en 1929, desencadenó la
bancarrota de numerosos bancos y afectó
seriamente a la industria y el comercio,
elevando a 11 millones el número de
desocupados, además de precipitar la crisis
económica mundial. Durante la presidencia de
Franklin D. Roosevelt (1933-1945), el
gobierno a través de su política del New
Deal consiguió controlar la crisis
financiera.
En 1935, en medio de los preparativos
bélicos en Europa, el Congreso aprobó una
ley de neutralidad. Al estallar la guerra,
Roosevelt efectuó varias enmiendas a esa
ley, para poder vender municiones a Francia
e Inglaterra. El ataque japonés a la base de
Pearl Harbor, en Hawaii, en 1941, precipitó
la entrada de Estados Unidos en la Segunda
Guerra Mundial.
La guerra sirvió para dinamizar la
economía estadounidense. Quince millones de
soldados partieron para el frente de
batalla, la industria militar aumentó de
46.5 millones a 53 millones los puestos de
trabajo, por lo cual 6 millones de personas
emigraron del campo a la ciudad y las
mujeres salieron masivamente de sus hogares
a empleos formales. A pesar de un pacto de
tregua sindical, durante la guerra hubo
15.000 huelgas y paros, lo que llevó al
Congreso a aprobar restricciones al derecho
de huelga.
Después de la derrota alemana, en una
demostración del nuevo poder militar
estadounidense, el presidente Harry Truman
(titular al morir Roosevelt, en 1944)
ordenó, el 6 y el 9 de agosto de 1945, el
primer bombardeo atómico de la historia, que
arrasó las ciudades japonesas de Hiroshima y
Nagasaki. Ese mismo año, en Yalta y Potsdam,
Inglaterra, Estados Unidos y la URSS
acordaron las bases de la paz y el reparto
de zonas de influencia.
Ver 2da. Guerra
Mundial
Truman inauguró las Naciones Unidas en
1946 y fue reelegido en 1948. En calidad de
primera potencia de Occidente, Estados
Unidos elaboró la estrategia global de la
Guerra Fría, de confrontación general con la
Unión Soviética. Fueron creados el Tratado
Interamericano de Ayuda Recíproca (TIAR) y
la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN).
Estados Unidos se adjudicó la función de
salvaguardar el sistema capitalista mundial,
apoyándose en instituciones internacionales
como el Banco Mundial y el FMI, así como en
la intervención de sus tropas en todo el
planeta.
En 1952, fue elegido presidente el
general Dwight Eisenhower, jefe de la OTAN y
comandante de las fuerzas norteamericanas en
Europa durante la guerra. La Guerra de Corea
(1950-1953), la división de Alemania, las
rebeliones populares en Polonia y Hungría,
el equilibrio nuclear y la carrera espacial
mantuvieron la tensión con la URSS. En 1956,
Estados Unidos comenzó a dar respaldo
militar al gobierno de Vietnam del Sur. En
1960, un encuentro de Eisenhower con
Khruschev se malogró al ser derribado un
avión espía U-2 norteamericano que estaba
sobrevolando territorio soviético.
En la década de 1950, la población y la
economía estadounidenses crecieron en forma
sostenida; se vivió un clima de prosperidad
y euforia. El american way of life
fue exportado al mundo por el cine de
Hollywood, junto con la expansión de las
inversiones en el exterior. Mientras tanto,
los conflictos laborales se agudizaron. En
1959, el Congreso votó una ley contra la
corrupción en la organización sindical.
La elección de John F. Kennedy a la
presidencia, en 1960, creó la esperanza de
un alivio en las tensiones internas y
externas. Sin embargo, en 1961, el
presidente demócrata apoyó la invasión de
Playa Girón y el inicio del bloqueo
económico contra Cuba, a lo que le siguió la
crisis desencadenada por la instalación de
misiles nucleares soviéticos en la isla
caribeña. El asesinato de Kennedy,
perpetrado en Dallas (Texas) en 1963, puso
de manifiesto la violencia de la sociedad
estadounidense.
En América Latina, la Alianza para el
Progreso, lanzada en 1961 en Uruguay por el
presidente Kennedy, buscaba contrarrestar el
ejemplo de la Revolución Cubana. Los
recursos destinados al proyecto fueron un
mero paliativo, que evidenció aún más los
problemas de la región. Frente al
crecimiento de las guerrillas, Estados
Unidos decidió apoyar a los ejércitos
latinoamericanos.
Luego del asesinato de Kennedy, Lyndon B.
Johnson, electo Presidente en 1964, lanza el
proyecto de la gran sociedad, pero la
población sufrió nuevas frustraciones. La
escalada militar en Vietnam entró en un
callejón sin salida, provocó grandes
protestas y el gobierno tuvo que iniciar la
retirada, en un duro golpe para el orgullo
nacional. La segregación racial llevó a
enfrentamientos violentos en 1968, con
protestas violentas en los barrios negros,
acentuadas por el asesinato del líder cívico
y pastor negro Martin Luther King.
En 1968, dos representantes chipewas
fundaron el Movimiento Indígena Americano
(AIM). Un año después el AIM, apoyado por
representantes de 50 etnias, ocupó la
prisión vacía en la isla de Alcatraz, en San
Francisco, para denunciar los maltratos
sufridos y para reivindicar sus derechos.
Acciones similares se produjeron en los años
siguientes en otros puntos del país. El
movimiento hippie y las protestas
estudiantiles pautan una profunda renovación
cultural.
En 1972, Richard Nixon, presidente desde
1968, visitó Moscú y Pekín; en 1973 fue
reelegido y en 1974 firmó la retirada
definitiva de Vietnam. Ese año, el escándalo
por el espionaje a la sede del Partido
Demócrata, en el Hotel Watergate, obligó a
Nixon a renunciar.
En 1978, miles de indígenas provenientes
de las reservas oficiales efectuaron "La
Marcha Más Larga" hasta Washington, para
reivindicar sus derechos. En 1982, el AIM
ocupó las Colinas Negras (Black Hills),
lugar sagrado de los sioux, en Dakota del
Sur, en protesta contra la actividad de unas
30 empresas trasnacionales mineras en la
región.
La economía se expandió en la posguerra a
través de las empresas transnacionales con
filiales en todo el mundo: Ford y General
Motors, con más de un millón de
trabajadores, las petroleras Exxon y Mobil
Oil, la International Business Machine
(IBM), ITT, General Electric y Philip
Morris, entre otras.
El gobierno del conservador Ronald Reagan
(1980-1988) redujo los impuestos a la
riqueza y la asistencia social del estado, e
incrementó el gasto en defensa. El complejo
militar-industrial dinamizó toda la
economía, y compensó en parte su retraso
ante los avances de Japón y Europa
Occidental en otros campos.
Con un incremento de 53% en los 80, la
población de origen latinoamericano superó
los 22 millones. Sin embargo el grupo de
mayor crecimiento anual fue el de origen
asiático.
En los 80 Estados Unidos emitía 25% del
total de dióxido de carbono del mundo,
contra 13% de la Comunidad Europea con un
parque industrial semejante, y se negaba a
fijar un plazo para reducir la emisión. En
1991 Estados Unidos fue el primer productor
mundial de energía nuclear y gas líquido, el
segundo de carbón, energía hidroeléctrica y
gas natural, y el tercero de petróleo.
También fue el mayor consumidor.
En febrero de 1991, Estados Unidos
encabezó la fuerza multinacional que
enfrentó a Iraq luego de la invasión a
Kuwait. La Guerra del Golfo mostró la
supremacía militar estadounidense y permitió
al presidente George Bush proponer un nuevo
orden mundial bajo la hegemonía de su país.
En 1991, el 15% de la población vivía
bajo la línea de pobreza. Las más afectadas
eran las personas estadounidenses de origen
africano (33%) y los latinoamericanos (29%).
William (Bill) Clinton, gobernador de
Arkansas, fue electo presidente en noviembre
de 1992 como candidato del partido
Demócrata, que además obtuvo la mayoría en
las dos cámaras del Congreso. Clinton
prometió centrar su atención en los
problemas domésticos, desplazar la mayor
carga del impuesto a la renta hacia los
sectores de mayores ingresos, y atender la
salud de todos los ciudadanos. La reforma
del sistema de salud, defendida activamente
por la primera dama Hillary en 1994, fue
rechazada por el congreso.
El Tratado de Libre Comercio (TLC), con
México y Canadá entró en vigencia en enero
de 1994. Las medidas tendientes a la
globalización de la economía fueron
criticadas por dejar a otros países los
puestos de trabajo perdidos a nivel interno,
tanto en el sector público como en el
privado. El sentimiento de rechazo a los
trabajadores inmigrantes creció. En
California se aprobó por ley estatal la
quita del derecho a la educación a los hijos
de inmigrantes ilegales.
La economía se recuperó y el desempleo
bajó. No obstante, los trabajadores debieron
trabajar cinco horas más por semana. El
consumo se mantuvo alto pese a las subas en
los intereses de las tarjetas de crédito,
para caer a fin de año. La reforma de la
seguridad social incluyó recortes en los
beneficios y programas agresivos de
entrenamiento para trabajadores.
Por primera vez en 40 años, en 1994 el
partido Demócrata perdió las elecciones
parlamentarias. El descontento se manifestó
también durante 1995, a través de gestos de
desobediencia civil, como los de las
organizaciones paramilitares de derecha que
desconocieron la autoridad federal, llegando
a extremos, como en el caso de un veterano
de la guerra del Golfo que hizo explotar un
coche bomba en un edificio federal de
Oklahoma.
Apostando a una política exterior que
reforzara su imagen de líder mundial, en el
año previo a las elecciones, Clinton impulsó
una intervención militar en
Bosnia-Herzegovina e impuso los acuerdos de
Daytona (Ohio) en noviembre de 1995. En
octubre de 1996, propició la realización de
conversaciones palestino-israelíes en
Washington. En noviembre de ese mismo año,
fue reelegido con el 49,2% de los votos.
Clinton tuvo que rebatir en 1998 las
acusaciones de perjurio realizadas por el
investigador independiente Kenneth Starr.
Designado para investigar un posible fraude
inmobiliario, Starr concluyó que Clinton
había negado relaciones sexuales con una
funcionaria de la Casa Blanca. En febrero
de 1999, el Senado eximió a Clinton de los
cargos. Eran necesarios dos tercios de los
votos para destituir al presidente, pero los
republicanos no consiguieron siquiera
obtener mayoría simple.
Las elecciones presidenciales celebradas
el 7 de noviembre marcaron un punto crítico
en el sistema electoral. El candidato
republicano George W. Bush, gobernador de
Texas e hijo del ex presidente, y el
vicepresidente demócrata Al Gore sostuvieron
una de las más reñidas contiendas
electorales, marcada por denuncias de
irregularidades. La paridad e incertidumbre
se mantuvieron durante semanas, luego de que
el Estado de Florida, donde se habían
registrado 6 millones de votos, ordenó un
recuento de los mismos. El hecho de que el
gobernador de Florida fuera el hermano de
Bush jugó un papel importante en los
acontecimientos.
Las elecciones derivaron en una sucesión
de demandas legales, realizadas por ambos
bandos. Finalmente la elección fue decidida
a favor de Bush por la Suprema Corte de
Justicia de EE.UU., el 12 de diciembre de
2000. Bush obtuvo 270 votos electorales
frente a 266 de Gore. En cambio, Gore obtuvo
la mayoría de los votos populares
(50.996.582 frente a 50.456.062 de Bush).
Analistas y observadores, así como el
todavía presidente Clinton, señalaron que
las elecciones ponían en evidencia la
necesidad de revisar aspectos del sistema
electoral del país.
El 11 de setiembre de 2001, se produjo un
ataque terrorista en territorio
estadounidense, el mayor de su historia.
Cuatro aviones fueron secuestrados por
comandos suicidas de la red islamista
al-Qaeda y tres de ellos alcanzaron sus
blancos, transformándose en bombas
incendiarias: dos se estrellaron en Nueva
York contra las torres gemelas, que se
derrumbaron, y otro contra el edificio del
Pentágono, en Washington, causando en total
más de 3.000 muertos, un daño económico
directo estimado en mil millones de dólares
y un gran impacto psicológico sobre la
población.
El gobierno de Bush reaccionó declarando
la "guerra contra el terror", que tenía como
blanco no sólo a al-Qaeda sino a toda
organización que su gobierno calificara de
terrorista, estuviera o no ligada a los
atacantes, a los gobiernos que las ampararan
y a países que a su criterio estuvieran en
condiciones de fabricar o usar armas de
destrucción masiva. Washington profundizó la
política militarista que marcara Bush desde
el inicio de su gobierno, cuando elevara el
gasto militar en un 20%, adicionándole otro
15%. El presupuesto militar estadounidense
fue así superior al de la suma del de sus 18
aliados en la OTAN.
El 7 de octubre EE.UU. inició lo que
serían 24.000 ataques aéreos contra gobierno
talibán de Afganistán (ver Afganistán),
acusado por Washington de amparar a
al-Qaeda, derribándolo el 13 de noviembre.
Miles de afganos resultaron muertos y
millones vieron empeorada su situación,
desde ya precaria, enfrentados a los rigores
del invierno, pero los otros dos objetivos
fundamentales de Wahington no pudieron
cumplirse: la captura o asesinato de la
cabeza de ese gobierno de facto, el Mullah
Muhammar Omar, y del líder de al-Qaeda,
Osama bin Laden. La guerra de Afganistán
sirvió al Pentágono para perfeccionar
tecnología y técnicas de guerra ensayadas en
la Guerra del Golfo, en 1991, como el
bombardeo de precisión y el mando a
distancia. El comandante de esta campaña
estaba de hecho en EE.UU.
La quiebra del gigante energético Enron
en sólo tres meses de 2001 derrumbó un nuevo
modelo de negocio construido en los últimos
15 años, arrastró consigo a su firma
auditora Andersen y cuestionó las prácticas
contables realizadas para el desarrollo
industrial. La desconfianza de los pequeños
inversionistas por la manipulación de que
eran objetos sus ahorros y el precio de las
acciones por parte de los directivos puso en
entredicho todo el sistema de financiación
del desarrollo en EE.UU. y también los
mecanismos de control de las auditoras.
Enron había dado 793.000 dólares al partido
republicano y 86.000 a los demócratas para
las campañas electorales de 2000. A mediados
de 2002 grandes empresas como WorldCom,
Xerox, Adelphia, Tyco, Global Crossing,
Merrill Lynch estaban siendo también
investigadas, acusadas de inflar
artificialmente sus ganancias.
En su discurso ante el Congreso sobre el
estado de la nación, en enero de 2002, Bush
identificó como naciones enemigas e
integrantes de un "eje del mal" a Corea del
Norte, Irán e Irak, aunque sólo se esperaba
que atacara realmente a este último. El
ataque del 11 de setiembre demostró graves
fallas en su servicio de inteligencia, cuya
reestructura se emprendió con el criterio de
volver a métodos de la Guerra Fría y la
lucha antisubversiva, actualizados con
agentes en el terreno del espionaje
electrónico.
EE.UU. vetó la continuación de la misión
de paz de ONU en Bosnia, horas antes que la
Corte Internacional de Justicia, ratificada
por más de 70 países- fuera inaugurada el 2
de julio de 2002 en La Haya. Washington
temió que sus soldados estuvieran expuestos
a persecuciones "políticas" por parte de la
CIJ y que la soberanía estadounidense fuera
atacada.
Sólo respaldado por Blair, Bush proclamó
la "necesidad" de atacar a Irak, cuya "peligrosidad"
residía en la "voluntad" de Hussein de
desarrollar armamento de destrucción masiva.
Esta potencialidad se vería catalizada por
otra virtualidad, la de que Bagdad tuviera
relacionamiento con terroristas islámicos.
En agosto, Blair convenció a Bush de
presentar el caso bélico de Estados Unidos
ante la ONU. A inicios de setiembre, en
Nueva York, durante la 57ª Asamblea General
de Naciones Unidas, Bush afirmó, frente a
una concurrencia de escépticos líderes
mundiales, llamó a confrontar el "grave y
creciente peligro" iraquí, o por el
contrario hacerse a un lado, mientras
Estados Unidos tomaba actuaba por sí solo.
Fuera de esta asamblea, el leit motiv de la
Casa Blanca era la necesidad de "cambio de
régimen" en Irak.
Mientras en octubre Bagdad acordaba
permitir inspecciones a decenas de sitios
"sensibles", Gran Bretaña y EEUU rechazaron
este acuerdo, ya que pretendían que el
Consejo de Seguridad aprobara una nueva
resolución que autorizara ataques militares
en caso de que Iraq no cumpliera con las
exigencias.
También en octubre, el "eje del mal"
abrió un nuevo frente cuando Washington
reveló que Corea del Norte había admitido
estar desarrollando un programa de armas
nucleares y exigió su inmediato
desmantelamiento, encontrando una primera
negativa norcoreana. En este frente, China,
que marcó silencio con respecto a Irak,
señaló que era necesario que las partes
llegaran a un acuerdo pacífico, por medio
del diálogo y la negociación.
Gracias a la popularidad conseguida por
Bush luego de los atentados, que llegó a
medir casi un 90% de imagen positiva, y la
incapacidad de los demócratas de
diferenciarse de sus opositores tanto en lo
económico como en lo político, los
republicanos consiguieron en las elecciones
de noviembre la mayoría absoluta en el
Congreso. Esto facilitó a la administración
Bush profundizar su plan de reformas
tributarias que eliminaba varios impuestos
que pesaban esencialmente sobre los sectores
de mayores ingresos y aumentaba notoriamente
el déficit público.
El déficit fiscal de los estados llegó en
el 2003 a su peor nivel desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial, forzando a los
gobernadores a drásticos recortes
presupuestales y a efectuar miles de
despidos de empleados estatales. En Kentucky
el gobernador ordenó la salida anticipada de
567 reos para aliviar el enorme costo de los
gastos carcelarios.
A pesar de que las inspecciones de la ONU
no encontraron ninguna prueba significativa
de que Irak tuviera o estuviese
desarrollando armas de destrucción masiva,
en su discurso sobre el Estado de la Unión
ante el Congreso, en enero de 2003, Bush
hizo clara la voluntad de Washington de
atacar a Irak aunque no lo secundaran sus
aliados europeos. Afirmó que el gobierno de
Saddam Hussein había desafiado y engañado al
mundo y que debía “pagar por ello”.
Estados Unidos, el Reino Unido y las
fuerzas de la coalición lanzaron invadieron
Irak en marzo de 2003 entre controversias
domésticas y en el seno de la ONU. Otros
miembros permanentes del Consejo de
Seguridad de la ONU no apoyaron la guerra, y
Alemania se declaró abiertamente en contra.
Las fuerzas aliados avanzaron rápidamente
sobre Bagdad. El 1º de mayo, a bordo del USS
Abraham Lincoln, Bush anunció el final de la
primera parte del conflicto y el comienzo de
la "reconstrucción democrática" del país
(ver Iraq).
En febrero de 2004, el presidente admitió
que las supuestas armas de destrucción
masiva que justificaron la invasión no
habían sido encontradas aún. Desde el
proclamado "fin de la guerra", siguieron
aumentando los muertos estadounidenses como
consecuencia de la resistencia. Se
escucharon las primeras declaraciones de
Bush sobre la necesidad de una intervención
de ONU.
En abril, comenzaron los combates a las
fuerzas de ocupación desde donde menos lo
esperaban: las facciones shiitas iraquíes (sometidas
por el régimen de Hussein y supuestamente "liberadas"
por EE.UU.). Bush debió combatir dos frentes
de resistencia y las primeras protestas
dentro de Estados Unidos de sectores
estudiantiles, que se sentían engañados por
las razones de Washington para la
intervención. El gobierno polaco también
declaró haber sido engañado.
Los ataques terroristas en España a
comienzos de año demostraban, según los
críticos, que además de no haberse mejorado
la situación de Irak (donde se comenzó a
poner en duda el cumplimiento de los plazos
para la entrega del poder), el terrorismo
seguía tan fuerte y violento como antes de
la invasión.
En abril de 2004, el nuevo gobierno
español ordenó el retiro inmediato de los
1.400 soldados que apoyaban la ocupación de
Irak. Bush declaró que el hecho no
significaba un resquebrajamiento en el
bloque de países que luchaban contra el
terrorismo y que se trató de una medida
previsible. El número de muertos
estadounidenses en Iraq era, a esa altura,
de 700.
A fines de ese mismo mes, se hicieron
públicas evidencias fotográficas y de video
que mostraron torturas, malos tratos y abuso
sexual a prisioneros iraquíes por parte del
ejército estadounidense, en la prisión de
Abu Ghraib, situada en las afueras de
Bagdad. Algunas de las torturas recibidas
por los prisioneros irquíes fueron: ser
atados con alambres de sus genitales,
atacados por perros, forzados a simular
actos sexuales entre ellos, renunciar en voz
alta al Corán, comer cerdo. Un prisionero
mostraba una palabra abusiva escrita en su
cuerpo.
En mayo, el ejército de Estados Unidos
anunció el inicio de una investigación sobre
presuntos abusos a prisioneros afganos bajo
custodia estadounidense. Sayeb Nabi
Siddiqui, ex coronel de la policía afgana,
declaró al diario New York Times que fue
desnudado, fotografiado, pateado y privado
del sueño, y que fue objeto de burlas y
abuso sexual durante los cuarenta días que
estuvo prisionero en la base aérea de
Bagram, al norte de Kabul, y en
instalaciones militares en Kandahar y Gardez
en 2003. La Comisión Independiente de
Derechos Humanos en Afganistán (CIDHA),
creada por el gobierno de transición del
presidente afgano Hamid Karzai, afirmó que
en los últimos meses había recibido cuarenta
y cuatro quejas sobre diferentes tipos de
abuso cometidos por soldados
estadounidenses.
En junio, Human Rights Watch (HRW),
señaló que la tortura y maltrato de
prisioneros iraquíes por parte de soldados
estadounidenses fue una consecuencia
previsible de la decisión de la
administración Bush de evadir las leyes
internacionales. El informe de HRW fue
publicado la misma semana que se filtraron
documentos confidenciales del Pentágono y
del Departamento de Justicia de EE.UU. que
sugirieron que el gobierno estadounidense
intentaría encontrar vías para burlar leyes
que prohíben la tortura de prisioneros.
"Las escenas de horror fotografiadas en
la prisión de Abu Ghraib no son simples
actos aislados de soldados particulares",
dijo Kenneth Roth, director ejecutivo de
HRW; "Abu Ghraib es el resultado del
gobierno del presidente Bush de poner las
reglas a un lado". Según HRW, Washington
consideraría que podrían haber excepciones a
la Convención de Ginebra o al Tratado
Internacional contra la Tortura luego de los
ataques del 11 de septiembre de 2001.
Washington negó tener una política para
torturar o cometer abusos contra detenidos.
Sin embargo, HRW retó a Bush a que probara
que es así con la desclasificación de los
documentos y memos confidenciales filtrados.
La Consejera Nacional de Seguridad de
EE.UU., Condoleezza Rice, aseguró que la
política de su país es cumplir con las leyes
domésticas y las obligaciones contraídas en
tratados internacionales.
En julio de 2004, la Comisión 11/9,
independiente, publicó su informe luego de
veinte meses de investigaciones sobre los
ataques del 11 de setiembre de 2001. El
mismo condenó al sistema de gobierno por "fallas
en la imaginación" y "profundas fallas
institucionales" para defender a el país de
los ataques. El reporte consignó que "la
falla más importante fue que los líderes
Bill Clinton y George W Bush no entendieron
la gravedad de la amenaza". Tom Kean, jefe
de la comisión, declaró que los atacantes
penetraron las defensas de la nación más
poderosa del mundo y que los mismos causaron
uno de los peores traumas a el pueblo
estadounidense, al mismo tiempo en que
dieron por tierra con el orden internacional.
En octubre, Amnistía Internacional (AI),
señaló que Estados Unidos socavó los
derechos fundamentales de los prisioneros
detenidos en Irak, Afganistán y la base
militar de Guantánamo. Según AI, al reducir
las salvaguardias, demonizando a los
detenidos y haciendo caso omiso a sus
obligaciones legales internacionales,
Washington -en el mejor de los casos-
confundió a los interrogadores y -en el
peor- dio luz verde a la tortura y a otros
tratamientos crueles, inhumanos o
degradantes. En su informe AI acusó a EE.UU.
de tolerar abusos y advirtió que las
imágenes de los soldados que maltrataron a
iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib de
Bagdad acompañarán a la humanidad por muchos
años.
AI acusó a Washington de embarcarse en un
"trillado camino de violación a los derechos
básicos en nombre de la seguridad nacional o
necesidad militar" y llamó al gobierno a
condenar el uso de la tortura y prohibirla a
través de las leyes. El estudio, titulado
"Dignidad humana negada: Tortura y
responsabilidad en la 'guerra contra el
terror'", salió a la luz seis días antes de
la elección presidencial estadounidense. La
investigación del ejército estadounidense de
los casos de abusos de prisioneros concluyó
que los altos mandos no fueron responsables
por los abusos en Abu Ghraib, pero sí
condenaron a varios soldados.
A fines de octubre, según un estudio
realizado por investigadores de la Escuela
de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, de
Baltimore, EE.UU., y publicado en la revista
médica británica The Lancet, las
acciones militares y el clima de violencia
habían ocasionado más de 100 mil muertes de
iraquíes, de las que se habrían producido
sin la guerra. La mayor parte de los muertos
fueron mujeres y niños, y se produjeron por
ataques aéreos, explicó el estudio.
En noviembre de 2004, George W. Bush
resultó reelecto por otros cuatro años a la
presidencia. Con el 51% de apoyo, Bush logró
revertir la situación de 2000, cuando ganó
la presidencia pero no logró más votos que
el entonces candidato demócrata, Al Gore.
Las proyecciones otorgaron a Bush una
ventaja de más de 3.500 mil votos sobre
Kerry, convirtiéndose en el presidente más
votado en la historia estadounidense.
Diversos observadores electorales dijeron
que se había registrado una participación
récord en los comicios, casi un 60%. Bush
obtuvo alrededor de 274 votos de los
colegios electorales frente a 252 de Kerry;
los votos necesarios para triunfar son 270
electores. Los republicanos mantuvieron la
mayoría en el Senado y la Cámara de
Representantes. Los demócratas perdieron
varios Kerry aceptó la derrota y exhortó a
la unidad de los estadounidenses.
Por una votación de 5 a 4, la Corte
Suprema abolió en marzo de 2005 la pena de
muerte para quienes hubiesen cometido
asesinato cuando eran menores de 18 años. El
hecho que fue saludado como una victoria por
los activistas contra la pena capital.
Cientos de personas murieron en setiembre
cuando el Huracán Katrina, la tormenta más
destructiva que en décadas padeciera país,
arrasó con los estados de la costa del Golfo
de México. Gran parte de la ciudad de Nueva
Orleans quedó sumergida bajo las aguas y,
tras el cataclismo climático sobrevino uno
político. El gobierno de Bush fue duramente
criticado por su demora y falta de previsión
(incluyendo al presidente Bush, las
principales figuras de la administración se
encontraban de vacaciones). Michael Brown,
nombrado por Bush como director de la
Agencia Federal de Administración de
Emergencias (Fema) fue a cuyos esfuerzos en
el rescate fueron catalogados en primera
instancia por el presidente como "un gran
trabajo", fue la primera víctima política y
debió renunciar. El intercambio de
acusaciones se dio, principalmente, entre
Washington y la gobernadora demócrata del
estado de Luisiana, Kathleen Blanco, lo
mismo que el alcalde de Nueva Orleáns, Ray
Nagin. En el fuego cruzado, las autoridades
urbanas, estatales y federales se acusaban
recíprocamente de negligencia. De todas
maneras, no obstante el combate político,
Katrina agudizó la pérdida de confianza y
baja calificación que el electorado daba al
gobierno del presidente reelecto.
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