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Parte IV El programa
Apollo
El
presidente Kennedy anunció que serían los Estados Unidos de
América los primeros en poner un hombre en la Luna pero, a fin
de cuentas, era un político: sabía el qué pero no el cómo.
Existían dos proyectos el Geminis y el Apolo que tenían la
posibilidad de continuar hasta llevar a Armstrong a dar su
famoso pequeño paso y finalmente se optó por otorgar la máxima
responsabilidad a Werner von Braun y su proyecto Apolo.
A partir de ese momento, la NASA, creada unos años antes empieza
a multiplicar su presupuesto y llega a a implicar a 36.000
personas y unas 350.000 más en la industria auxiliar. Contaba
además con un excelente capital que eran los pilotos de pruebas
de las Fuerzas Aéreas (protagonistas después de incontables
noticias y hasta de alguna película).
Las primeras misiones del Proyecto Apolo fueron aproximaciones
sucesivas a nuestro satélite: primero un vuelo orbital, después
un viaje hasta la Luna y volver, después un viaje hasta la Luna,
un ensamblaje del módulo lunar y volver. Tras todas estas
pruebas, queda configurado el lanzador Saturno V. Es un monstruo
de 110 metros de altura y 2700 toneladas de peso, capaz de
consumir en los primeros momentos del despegue 15 toneladas de
combustible ¡por segundo! Es una máquina de una notable
perfección, que sólo tiene en su contra el incendio que costó la
vida a Virgil I. Grissom, Edward H. White y Roger B. Chafee en
los momentos preliminares de uno de los lanzamientos de ensayo.
El 16 de julio de 1969 Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael
Collins parten de
Cabo
Cañaveral en el lanzamiento más televisado de la historia, el de
la misión Apollo XI. El día 20 de julio entran en órbita luna y
proceden a separar el módulo lunar Águila, que será el encargado
de llevar a Armstrong y Aldrin hasta la superficie. Cuando se va
a proceder al alunizaje, descubren que el lugar señalado está
lleno de grandes rocas que lo imposibilitan, por lo que
Armstrong debe tomar el control manual del módulo y empieza a
planear hasta encontrar un lugar adecuado; también es cierto que
el ordenador encagado de realizar este
alunizaje se colgó (aunque era la máxima tecnología disponible
en esa época, sólo tenía 64 Kb. de memoria). Una vez en luna
firme, se emplearon más de dos horas en hacer todas las
comprobaciones y recomprobaciones y en tomar todas las
precauciones necesarias antes de abandonar el módulo lunar. El
primero en pisar nuestro satélite es Armstron quien, en vez de
decir la famosa frase, coloca una cámara de televisión y la deja
convenientemente encuadrada para volver a introducirse en el
módulo y, ahora en pleno show televisivo, volver a descender
por las
escalerillas y decir "Es un pequeño paso para un hombre pero un
gran salto para toda la Humanidad", no sin antes dejar una bien
definida huella de su bota en el polvoriento suelo lunar. Hecho
esto, se realizan unas cuantas piruetas para los más de 500
millones de espectadores de la época, colocan una bandera
estadounidense (¡ondeando al viento!) y comienzan con el trabajo
científico que consiste en instalar un equipo de mediciones
diversas y en recoger muestras de rocas lunares. Ellos son los
primeros humanos en ver la Tierra llena desde la Luna. También
fueron los primeros astronautas en padecer con todas sus
consecuencias el peso de la fama.
¿Y los rusos?
Los rusos afirmaron no haber estado preparando ningún programa
de estas características pero todo parece indicar que, por
primera vez, habían sido derrotados en la carrera espacial.
Tras este primer éxito, el programa continua con la impecable
misión Apollo XII, un calco de la anterior, y la XIII, que está
a punto de acabar en tragedia y debe ser abortada antes de
llegar al alunizaje. El resto de las misiones, XIV, XV, XVI y
XVII se suceden impecablemente y con pequeñas mejoras como el
vehículo Lunar Rover pero tanta perfección había reducido los
índices de audiencia y...
A la hora
de hacer balance, el Programa Apollo sirvió para que los
estadounidenses aumentaran su ego (si es que les faltaba)
venciendo a los rusos, para traer a la Tierra unos cientos de
kilos de rocas lunares (que tampoco han ayudado a aclarar el
origen de nuestro satélite) y, especialmente, para demostrar que
es posible viajar hasta otros planetas.
Y la experiencia demuestra que si el ser humano puede hacer algo,
lo hará.
Parte V /
Los satélites artificiales
Pese a la espectacularidad de las misiones
interplanetarias, el aspecto que más se ha desrrollado de la
astronáutica es el de los satélites artificiales por las
implicaciones económicas y militares que conllevan.
Los más conocidos por el gran público son los satélites
meteorológicos, como el popular Meteosat europeo. El primero de
todos ellos fue el estadounidense Tiros lanzado en 1960 que tuvo
continuación en nueve satélites más del mismo nombre.
También tienen satélites meteorológicos los rusos y los
japoneses. Todos estos satélites han permitido la creación de
una red de prevención de desastres climatológicos que han
ayudado a evitar la muerte de millones de personas o a descubrir,
para sorpresa del mundo, que un agujero en la capa de ozono
amenaza la vida en la Tierra a largo plazo si no se adoptan las
medidas necesarias para evitar que siga creciendo.
Otras aplicaciones de los satélites artificales se basan en la
teledetección y se aplican a gran inmensidad de campos, desde
usos fiscales (cálculo de superficies arboladas, por ejemplo) o
a la más pura cartografía civil. Su funcionamiento suele basarse
en el espectro no visible de radiaciones y son la mayoría los
que funcionan con dispositivos infrarrojos, ultravioleta o de
radar en distintas frecuencias. Los primeros de esta clase
fueron los LANDSAT americanos lanzados a partir de 1972 y hoy
existen numerosísimos satélites de esta clase; incluso existen
satélites que incorporan estas funciones además de las
telecomunicaciones.
Es en este campo donde más han progresado los satélites en los
últimos años. Todo comenzó con el Echo 1 que era una enorme
esfera de plástico de 41 metros de diámetro donde las ondas se
reflejaban entre dos estaciones terrenas. El primer satélite de
telecomunicaciones activo fue el Telstar 1 que permitió la
transmisión de señales de televisión entre uno y otro lado del
Atlántico. A partir de entonces la capacidad de estos ingenios
ha aumentado exponencialmente en el doble sentido de incrementar
su capacidad hasta 250.000 circuitos telefónicos, por ejemplo, y
en el de crear redes de satélites como Eutelsat o Astra con
grandes coberturas para transmitir múltiples programs de
televisón. A este tipo de satélites pertencen los españoles
Hispasat que cubren buena parte de las necesidades de
telecomunicación de España con los paises hispanoamericanos a la
vez que atiende las necesidades gubernamentales y militares del
Estado.
La empresa Motorola puso en práctica su plan de cobertura global
del planeta mediante satélites que pudiesen dar servicio a
teléfonos móviles y, aunque económicamente renqueante, el
proyecto sigue en marcha.
Otra de las aplicaciones de los satélites artificiales que ha
llegado hasta el gran público es la de localización. En un
principio, los satélites se usaron en la navegación marítima a
modo de faros que permitiesen a los barcos establecer su
posición mediante el satélite Transit, que iba a palidecer ante
las prestaciones del sistema G.P.S. del ejército estadounidense.
Consiste en una red de 21 satélites a una órbita de unos
trescientos kilómetros que aseguran la cobertura total y
simultánea del planeta. Mediante un pequeño receptor que cabe en
la palma de la mano se puede conocer la posición exacta con un
margen de error de unos 100 metros. En realidad, el sistema
tiene mayor precisión: unos 5 metros pero las fuerzas armadas
norteamericanas no han visto bien la comercialización del
receptor correspondiente. Para que no se olvide quien es el
dueño del sistema, durante la Guerra del Golfo, los satélites
del GPS hicieron una sombra en toda la zona excepto para los
equipos de los norteamericanos, quienes perdonaron la vida a sus
aliados y les cedieron algunos técnicos y equipos para no
dejarlos totalmente desorientados y en manos de los generales de
los USA. Al margen del funcionamiento político del sistema, se
basa en que el aparato receptor siempre recibe la señal de al
menos tres satélites y como estos satélites anuncian
instantáneamente su posición, al receptor sólo le queda hacer
una triangulación para determinar su posición. Sencillo ¿no?.
También existen los satélites puramente científicos destinados a
la observación del espacio exterior desde fuera de la atmósfera,
evitando así la perturbación que produce el aire (y por supuesto
las nubes) en las observaciones. El más famoso de todos ellos es
el telescopio Hubble que cada día nos sorprende con la noticia
del descubrimiento de una quásar cada vez más lejano o de la
explosión de una supernova a 3000 años luz de nuestro planeta.
Este costosísimo satélite es fruto de la colaboración entre la
NASA y la ESA (con un 15%) y consta de un tubo principal de 13
metros con un espejo de 2,4 metros de diámetro. Sus comienzos no
pudieron ser más decepcionantes ya que tras su puesta en marcha
se detectó una anomalía en el espejo que lo hacía prácticamente
inservible. Ha sido necesaria una misión del la lanzadera
especial para reemplazar el espejo defectuoso y, ahora sí,
obtener los magníficos resultados que el ingenio prometía.
Esisten otros satélites científicos que han tenido resultados
menos espectaculares para el gran público pero que han dado
grandes frutos para la ciencia como el IRAS, que hizo un mapa
del Universo en el espectro infrarrojo y detectó la posible
existencia, por primera vez, de un sistema planetario extrasolar
alrededor de la estrella Vega, a 26 años luz del Sol o el NOAA
dedicado a la observación de nuestra estrella.
Finalmente, todo el mundo imagina que debe haber tantos
satélites militares como civiles en el espacio pero de ellos se
sabe bien poco lógicamente. Los más espectaculares fueron los
ensayos con satélites antimisiles al amparo de la Iniciativa de
Defensa Estratégica del presidente estadounidense Ronald Reagan,
quien pretendía dotar a su país de un sistema de defensa
antimisiles situado en el espacio a base de satélites armados
con rayos láser de dióxido de carbono o con cañones
electromagnéticos capaces de lanzar un proyectil a más de
100.000 Km/h. El derrumbe de la Unión Soviética y el déficit
presupuestario de los EE.UU. condujeron inevitablemente a la
cancelación del proyecto después de haber consumido cantidades
ingentes de dinero en estudios preliminares y en ensayos de
sistemas de armas tan sofisticados como inútiles.
Parece, por cierto, que a Estados Unidos le sobra el dinero y
ese personajillo de mirada mezquina y formas de vaquero llamado
George Bush parece decidido a enterrar un buen montón de
millones de dólares para defenderse de la "terrible amenaza" que
suponen las potencias nucleares como Pakistán o Corea del Norte.
Parte VI /
Sondas interplanetarias no tripuladas
La fragilidad de la vida humana justifica el empleo de sondas no
tripuladas para largos viajes espaciales hacia otros planetas.
Sería costosísimo, con la tecnología actual, preparar una nave
espacial para un viaje tripulado de dos años hasta Marte por la
cantidad de suministros que un equipo de seres humanos
consumirían durante el trayecto y hay que pensar que al despegar
hay que "levantar" la masa de todos esos suministros para el
viaje de ida y el de vuelta y el combustible y los almacenes
necesarios para el combustible adicional que todo ello supone....
La primera sonda espacial fue la Pioneer 5, lanzada en 1960 y
cuya misión era determinar algunos parámetros del espacio
exterior tales como el viento solar o los campos magnéticos. Se
perdió su pista cuando ya había recorrido 37 millines de
kilómetros.
La sonda Mariner 10 pasó a 700 Km. de la superficie de Mercurio
y obtuvo unos datos que confirmaron lo que se suponía: las
temperaturas medias están entre los 200 y los 500 grados, apenas
hay una debilísima atmósfera y el terreno está cubierto de
cráteres de impacto.
En cuanto a Venus, en 1962, la Mariner 2 consigue pasar a 30.000
Km. del planeta y transmite los primros datos sobre su
superficie, que resulta ser el vivo reflejo del infierno, datos
confirmados en 1967 y 1973 por sondas de esta misma serie.
Mientras tanto, los rusos habían obtenido algunos serios
fracasos hasta que su sonda Venera 4 consigue en 1968 lanzar
hacia la superficie venusina una subsonda que llega a medir en
la atmósfera temperaturas de casi 300 grados antes de dejar de
funcionar en una atmósfera compuesta básicamente por dióxido de
carbono, lo que justifica un devastador efecto invernadero. Los
mejores resultados los ha conseguido la sonda Magallanes,
construida a base de restos del progrma Vicking, desde una
órbita de 300 Km. de altura; gracias a la cartografía del
planeta realizada por esta sonda sabemos que la supreficie del
planeta está llena de volcanes (todavía no se sabe si están
activos) y numerosísimos cráteres de impacto.
A Marte se han enviado numerosas sondas porque reune las
condiciones menos malas para la vida. En 1965 la Mariner 4 trajo
las primeras imágenes del planeta y la Mariner 9 elaboró desde
una órbita baja la primera cartografía del planeta. En 1976 se
obtiene el primer éxito de importancia: las Vicking 1 y 2
descienden casi simultáneamente sobre la superficie marciana y
transmiten imágenes a ras de suelo y realizan experimentos que
hicieron pensar en la posibilidad de la existencia de vida.
Contra lo que suele ser habitual, estos dos ingenios siguieron
funcionando y enviando datos durante mucho más tiempo del
previsto hasta agotar los presupuestos de la misión, que
hubieron de ser prorrogados para seguir recibiendo la ingente
cantidad de datos que estas dos sondas proporcionaron a los
científicos. Pero aún más exito de público y crítica obtendría
la Mars Pathfinder, que consiguió maravillar a la opinión
pública con sus fotografías del planeta rojo y, sobre todo, con
los lentos paseos de un pequeño vehículo, el Sojourner. Éste
consistía en un bloque de instrumentación del tamaño de una caja
de zapatos sobre el que estaba instalado un panel solar y que
circulaba sobre seis ruedas articuladas. A partir de aquí la
NASA sólo ha conseguido obtener algún sonoro fracaso que ha
hecho que se estén replanteando métodos y técnicas para
conseguir una cantidad ignete de información que permita el
futuro vuelo tripulado a este planeta a muy largo plazo.
El gigante gaseosos del sistema solar, Júpiter, ha sido
observado por las misiones Pioneer 10 y 11 y por las sondas
|
Voyager 1
y 2. Las sondas Voyager han obtenido resultados
espectaculares y han sido muy conocidas por el público
por dos motivos: por un lado, ahora mismo están ya a
unos 12.000 millones de kilómetros de la Tierra y se
dirigen al espacio exterior y, por otro lado, llevan un
mensaje de paz de los habitantes de la Tierra por si
alguna vez fuesen encontradas por alguna civilización
extraterrestre. Aunque esto es posible, nadie es capaz
de imaginar qué ocurrira con la raza humana (¿entrará en
panico para cuando eso ocurra?) |
Mención aparte merece la sonda Galileo. Estaba compuesta por dos
elementos básicamente: un orbitador que mandaría información
sobre Júpiter y sobre sus satélites y que todavía sigue
funcionando y un módulo de descenso que sería lanzado sobre la
atmósfera juoviana a una velocidad aproximada de 170.000 Km/h.
La entrada en la atmósfera fue todo un éxito y se obtuvieron
gran cantidad de datos antes de que, rendida por la enorme
presión atmosférica y por el calor generado por la fricción de
la entrada, dejara de transmitir datos a los 52 minutos de
descenso, 200 Km. por debajo de la capa visible de nubes que
envuelve el planeta.
Saturno sólo ha sido sobrevolado por la Pioneer 11 y las dos
Voyager, aunque está previsto que en el año 2004 comience a
orbitarlo la sonda Cassini lanzada en 1997.
Urano y Neptuno sólo han sido sobrevoladas (entiéndase
sobrevoladas como un acercamiento hasta unos cuantos cientos de
miles de Km.) por la Voyager 2 y no hay previstas misiones para
su investigación.
¿Y Plutón? Siempre ha sido un planeta distinto y no iba a ser
menos en esta ocasión. Ninguna sonda se ha acercado a visitarlo.
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