Aztecas
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Fueron
los aztecas quienes tuvieron la más fuerte
personalidad política y social en el México
prehispánico, además de ser el pueblo que ejerció el
más vigoroso dominio sobre otros grupos. Su
civilización se desarrolló sobre una organización
social y económica muy evolucionada y con una compleja
religión politeísta.
La
historia de los mexicas, aztecas o tenochca todavía se
encuentra plagada de dudas y problemas que, al igual
que la de otros pueblos antiguos, hace pensar en
muchas ocasiones que nos hallamos ante un mito, que se
trata verdaderamente de una historia mítica. La misma
fecha de la fundación de la ciudad de Tenochtitlan
-1325, según la opinión más generalizada; 1345 para W.
Jiménez Moreno, y 1370 para Paul Kirchhoff-, cuánto
más otros acontecimientos ligados a los más remotos
orígenes de la tribu azteca. A ello contribuye
poderosamente el método de contar el tiempo y el más
complejo problema de los diversos sistemas
cronológicos locales, así como el no menos importante
de la ocultación de los humildes orígenes de la tribu
que hicieron los mismos mexicas cuando, ya en la
cumbre del poder, reescribieron también su propia
historia.
Confusas leyendas, que es
preciso interpretar con detalle para tratar de
encontrar el lugar de origen de los aztecas en la
realidad geográfica que hoy conocemos, sitúan tal
centro en el lugar llamado Chicomoztoc -las
siete cuevas-, Quinehuayan,
Aztlan
o Aztatlan. Al parecer, este lugar se
hallaba al otro lado de un río o curso de agua, acaso
en una isla, o al otro lado de un meandro, en
dirección al noroeste del valle de México. Es cierto,
al parecer, que de esa región originaria saldrían en
una fecha que queda fijada en el Códice Boturini,
en 1168, un grupo de siete
calpulli cuyos
nombres se mencionan: Yopica, Tlacochcalca,
Huitznahuaca, Cihuatecpaneca, Chalmeca,
Tlacatecpaneca e Itzquiteca. Esta tribu
de chichimecas -término genérico equivalente a
"bárbaro"-, gentes de vida nómada y economía
probablemente cazadora y pescadora, emigraría hacia el
sureste, como tantas otras tribus
nahuas
en fechas anteriores, en busca de la riqueza y del
bienestar que sabían dominaba en los imperios del sur,
dentro de las fronteras de lo que llamamos
Mesoamérica.
Los siete calpulli -grupo socio-político basado,
al parecer, según A. Caso, en lazos de parentesco (véase
el apartado "El calpulli" en la entrada
Cultura azteca: sociedad)-
estaban regidos por siete jefes, los cuales a su vez
obedecían las órdenes de cuatro jefes-sacerdotes o
portadores de la imagen del dios tribal
Huitzilopochtli, los
teomamaque. Aún se mencionan como jefes
superiores los Sumos Supremos, tres caudillos, de los
cuales uno pudo tener predominio absoluto, al menos
para ciertos asuntos graves y en algunos momentos. Ése
sería el caso de Motecuhzoma, personaje fabuloso,
padre de Mexi Chalchiuhtlatonac -el nombre de "mexicas"
o "mexicanos" viene del pueblo que conducía Mexi-, al
que sucedió más adelante otro personaje llamado
Cuauhtlequezqui.
La historia mítica de los
mexicas en las primeras etapas está impregnada de la
presencia del dios tribal Huitzilopochtli. Este dios o
su imagen sagrada y misteriosa -el colibrí hechicero o
el colibrí izquierdero- fue encontrado en una cueva y,
al parecer, daba buenos consejos a la tribu a través
de los sacerdotes portadores o teomamaque. El
mito que explica su concepción milagrosa y su
extraordinario nacimiento (al que se hace referencia
en las entradas dedicadas a la
religión
y al
arte
aztecas) es muy revelador, especialmente si es
correcta la interpretación más común, de Seler y Caso,
que considera a Huitzilopochtli como el dios solar, a
su madre
Coatlicue
como la tierra, a su hermana
Coyolxauhqui
como la Luna, y a los Cuatrocientos Surianos como las
infinitas estrellas. Luna y estrellas perecen al nacer
el sol cada mañana, con sus potentes rayos.
Aunque cada uno de los
calpulli debió de tener su dios particular y
exclusivo, todos ellos adoraban a Huitzilopochtli, que
es al parecer el responsable de los continuos
desplazamientos del pueblo azteca en su peregrinar
hacia el lugar donde debían fundar su ciudad. Los
mitos que corresponden a esta época ilustran con
precisión el extraordinario poder de este dios: así,
el abandono de un grupo rebelde en las orillas del
lago de Patzcuaro se hace origen de los
tarascos y símbolo de
la barbarie, o el sacrificio de aquellos otros
rebeldes en Coatepec, que sin duda explica y
justifica la terrible costumbre de los sacrificios
humanos. Esta serie de actos hablan con claridad de
las dificultades internas en el gobierno tribal antes
de alcanzar la unidad de jefatura. Debemos imaginar,
asimismo, cuántas no serían las dificultades de orden
externo como consecuencia de aquellos constantes
desplazamientos: choques con otros pueblos,
depredaciones, robos, etc.
Durante los siglos XII
y XIII debieron de llegar al valle de México una
serie de grupos tribales pertenecientes, como los
mexica, a la familia nahua, y que se convirtieron en
los incómodos vecinos de los aztecas cuando después
de 1215 penetraron estos advenedizos en el mismo
valle de México, a donde habían ido a parar todos
los grupos anteriores. Allí se encontraron con los
chichimecas de Tenayuca, los supuestos descendientes
de los
toltecas
en
Culhuacan,
los acolhuas de
Tezcoco,
los chalcas de la ciudad de Chalco, los
tepanecas
de
Azcapotzalco,
los tlatepotzcas de Tlaxcala y Huexotzingo,
los tlahuicas de Cuernavaca, Huaxtepec y
Tepoztlan, etc.
Entre 1256 y 1276,
según Jiménez Moreno, se supone que la tribu azteca,
mandada ahora por un jefe único (Huitcilihuitl
el Viejo, hijo al parecer de Cuauhtlequezqui), se
asentó en un promontorio rodeado por un bosque de
ahuehuetes, Chapultepec, que fue luego
escenario de sangrientas luchas con sus vecinos. "Los
mexicas llegan en una época en que todas las tierras
están tomadas [...] Además, acostumbraban
robarse a las mujeres ajenas y tenían ciertas
prácticas que consideraban sus vecinos repugnantes,
algunos tipos de sacrificios humanos que los demás
no aceptaban..." (Jiménez Moreno). Esta bien
ganada fama de crueles, pendencieros, ladrones y
falsos a su palabra, unida a su afán de invadir el
territorio ajeno, hizo que ninguno de sus vecinos
aceptase de buen grado a este pueblo y, en
consecuencia, que les atacaran y les persiguieran
para evitar su compañía.
El primero de estos
choques se produjo con los de Culhuacan, cuyo señor
Coxcoxtli, aliado de los tepanecas de
Azcapotzalco, hizo que salieran los aztecas de su
fortaleza para atacar entonces la ciudad indefensa y
caer de improviso sobre las mujeres y los niños.
Huitzilihuitl, hecho prisionero, fue sacrificado en
Culhuacan, y la tribu entera fue confinada a
continuación en Tizapan -el lugar de las
serpientes-, donde sus enemigos pensaban tenerla
bien sujeta e indefensa.
Las relaciones
posteriores entre los mexicas y los culhúas fueron
las de un pueblo sometido respecto de sus señores.
Esta dependencia, por otra parte, no era mal vista
por los propios mexicas, ya que siendo los culhúas
los supuestos descendientes y herederos de los
antiguos y prestigiosos toltecas, era muy estimable
ante todos los demás del valle hallarse en una
íntima relación con ellos. Desde finales del siglo
XIII -probablemente, 1299- hasta la fundación de
Tenochtitlan
a mediados o finales del siglo XIV, la tribu azteca
sufrió un intenso proceso de aculturación o
toltequización. "Los mexicanos fueron
sometidos a servidumbre, pero con derechos de
comercio dentro de la metrópoli de los colhúas y con
libertad según algunas fuentes, de emparentar con
ellos por medio de matrimonios" (López Austin).
Por estas fechas, los
mexicas habían aprendido ya la agricultura y
utilizaban incluso el sistema de
chinampas.
Su tradición religiosa se fue complicando más y más,
utilizaron como los otros pueblos nahuas un sistema
calendárico, y muy posiblemente también poseían la
escritura y utilizaban los códices (Bernal).
Hacia 1323, los aztecas
se granjearon el odio eterno de los culhúas al pedir
a Achitometl, señor de Culhuacan, a su hija en
matrimonio, pero con el propósito de desollarla y
transformarla en su diosa Yaocihuatl, ´la
mujer guerrera´. Sea venganza o provocación, lo
cierto es que los culhúas expulsaron a los aztecas
de Tizapan y les hicieron huir por el lago de
Tezcoco en busca de un lugar definitivo para la
fundación de su ciudad.
Si tradicionalmente se
consideraba que la fundación de Tenochtitlan se
había producido en 1324 o 1325, los cálculos
efectuados por Wigberto Jiménez Moreno fijan el
acontecimiento en 1344 o 1345, mientras que para
Paul Kirchhoff no sería antes de 1370.
Independientemente de
que tal hecho sucediese en una fecha u otra, lo que
más importa en este momento es considerar cómo los
mexicas de Tizapan, expulsados por los culhúas,
iniciaron una última búsqueda del lugar de reposo y
asentamiento que deseaban y cómo iniciaron esta
búsqueda por entre los tulares y cañaverales de las
orillas y las islas del lago de Tezcoco. En una
fuente antigua -el manuscrito de 1558-, simbolizando
este peregrinar, se dice que:
"...fueron a
establecerse entre los tulares
En Acocolco estuvieron seis días
Y he aquí que entonces
los mexicas se acercaron a la tierra
aquí, a Tenochtitlan".
Sería de poco interés
detenerse ahora en la consideración de las varias
leyendas que explican la localización y el nombre de
Tenochtitlan: lugar donde se asentó la tribu del
caudillo Tenochtli según una de esas leyendas,
o sitio rocoso en el que un águila devoraba una
serpiente sobre un nopal (tetl, ´piedra´, y
nochtli, ´nopal´), según la más difundida de
estas leyendas, que explica de un modo simplista el
escudo de la República mexicana. Mucho más
importante es considerar dos hechos que tuvieron una
notable influencia en el desarrollo histórico de los
mexicas. En primer lugar, los aztecas andaban
buscando un sitio que no fuese de nadie, y la isla
donde iban a fundar su ciudad se hallaba
aparentemente en una zona que, si bien era de
alguien, venía a situarse en el punto de confluencia
de los territorios de los culhúas de Culhuacan, de
los tepanecas de Azcapotzalco y de los acolhuas de
Tezcoco. En el juego de las fácilmente reversibles
alianzas político-militares, este lugar gozaba, por
lo tanto, de una situación privilegiada que iba a
ayudar a los aztecas, por el momento, a sobrevivir.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que una
fracción mexica segregada de los que habían sido
sometidos a Tizapán por los culhúas se había
establecido desde el siglo XII probablemente en
aquel lugar: los tlatelolcas. Nada más lógico,
por lo tanto, que volviesen a ampararse al lado de
sus parientes en el momento desgraciado que estaban
viviendo. Por último hay que tener en cuenta, como
sugiere Kirchhoff, que los aztecas eran, con toda
probabilidad, originariamente, pescadores y no
cazadores: el lugar elegido les iba a permitir
volver a practicar la técnica de subsistencia que ya
casi tenían olvidada: la pesca.
Según
León-Portilla, es
en la Crónica Mexicayotl donde se nos explica
con todo detalle cuál va a ser la base económica de
los primeros tiempos:
"Obtengamos piedra y
madera / paguémoslas con lo que se da en el agua: /
los peces, renacuajos, ranas, / camaroncillos,
moscos acuáticos / culebras del agua, gusanillos
laguneros, patos / y todos los pájaros que viven en
el agua".
Así empezaron
nuevamente su historia los mexicas de Tenochtitlan.
Pero no se debe olvidar que en esta época ya
conocían, según se ha visto, la agricultura y
especialmente el trabajo de las chinampas que les
fue de tanta utilidad en este lugar. Caza de aves
acuáticas, pesca y recolección, unidas a la
agricultura de las chinampas, configuraban pues la
base económica sobre la que se desarrollaría el
esplendor político de los aztecas en el periodo
subsiguiente.
En el momento del
asentamiento definitivo en Tenochtitlan, por último,
se observa que de los siete primitivos calpulli
que ya se han mencionado, cuatro dominaron a los
demás, de modo que la ciudad, siguiendo con ésto una
ordenación cosmológica, estuvo dividida desde su
fundación en cuatro sectores o barrios,
correspondientes a otros tantos calpulli.
En cuanto al gobierno
de la tribu, parece que en los primeros cincuenta
años siguió siendo el de los teomamaque,
aunque se destacase en algunos momentos cierto
caudillo o jefe militar, que pudo llamarse
Tenochtli o de cualquier otra manera. Pero, en
definitiva, el problema capital para los mexicas
entre 1325 y 1375 fue el de subsistir: la situación
estratégica del hogar elegido, las luchas
interurbanas en el Valle, la bien asentada economía,
unido todo ello a su posición insular, contribuyó a
que los aztecas alcanzasen, al fin, una cierta
estabilidad e independencia.
El último cuarto del
siglo XIV y el primero del siglo XV fue un periodo
en el que los mexicas de Tenochtitlan se hallaban,
por una parte, unidos y posiblemente dominados por
los tlatelolcas, mientras que, por otra, eran
tributarios de los tepanecas de Azcapotzalco. Así,
de una manera disimulada y silenciosa, se fueron
fortaleciendo y cobrando empuje suficiente para
construir de un modo fulgurante el imperio que
conocieron los españoles solamente un siglo después.
Como tributarios y
mercenarios de los tepanecas, los aztecas de
Tenochtitlan intervinieron en 1367 en la toma y
destrucción de Culhuacan, mientras los de
Tlatelolco
en 1371 tomaron
Tenayuca
dominada por los chichimecas de Tezcoco.
El persistente deseo de
todos los pueblos del Valle, y entre ellos de los
tenochcas, de emparentar y relacionarse con los
descendientes de la dinastía tolteca de
Tula,
los culhúas, hizo que en 1376 pidieran al Señor de
Culhuacan,
Nauhyotl, que les concediese el privilegio de
tener como Señor o Tlatoani de su ciudad al
príncipe
Acamapichtli Itzpapalotl,
hijo del mexica Opochtli y de la princesa culhúa
Atotoztli.
Siendo Tenochtitlan
tributaria de Azcapotzalco, hizo una mala elección
de tlatoani al pedir a Acamapichtli a los
culhúas, ya que esto, naturalmente, desagradó
profundamente a
Tezozomoc,
Señor de Azcapotzalco, quien en represalia aumentó
los tributos a los aztecas con el fin de agotarles
económicamente y provocarles a una guerra, en la que
evidentemente, tenían todas las de perder. La
intención de los tenochcas al hacer la elección de
Acamapichtli como tlatoani de su ciudad era,
independientemente del entronque con la familia de
Culhuacan, hallar un medio para procurar la
unificación con sus hermanos, los tlatelolcas. Sin
embargo, este fin no se cumplió, ya que los
tlatelolcas no deseaban tal unión con los tenochcas
y, en efecto, para responder a esas intenciones
decidieron ellos a su vez pedir como tlatoani
de Tlatelolco a un hijo de Tezozomoc de Azcapotzalco,
que se convirtió por lo tanto en su primer monarca:
Cuacuauhpitzáhuac.
La política de
Acamapichtli (1376-1396) fue muy inteligente:
conocedor de sus escasas posibilidades, mantuvo una
actitud amistosa hacia Culhuacan, al mismo tiempo
que sumisa respecto de Azcapotzalco. La mayor parte
de las conquistas o guerras que atribuyen las
fuentes a este tlatoani se refieren a lugares
del mismo valle de México, y casi siempre hay que
suponer que se trataba de acciones tepanecas en las
que los tenochca tomaban parte como mercenarios o
tributarios que eran de Azcapotzalco. Es así como
hay que interpretar también la conquista de
Cuauhtinchan, en
Puebla.
Durante el gobierno de
Acamapichtli, la ciudad de Tenochtitlan creció y se
perfeccionó especialmente en lo relativo a
comunicaciones -acequias, canales y calles- que
permitirían intensificar su naciente comercio. La
relación con Culhuacan, como hemos dicho, fue
sumamente amistosa y en algún momento colaboraron
los tenochcas con los culhúas en su campaña contra
Xochimilco, o solicitaron para esposa de
Acamapichtli a una princesa culhúa: Ilancueitl.
A la muerte de
Acamapichtli en 1396, los representantes de los
cuatro calpulli reunidos en consejo eligieron
al que, al parecer era cuarto hijo del soberano
muerto,
Huitzilihuitl
(1396-1417). Este tlatoani iba a dar nuevo
rumbo a las relaciones políticas de los tenochca con
sus vecinos, de modo que esa política le permitiría
una mayor libertad de acción en el Valle. En efecto,
se pidió a Tezozomoc que concediese en matrimonio a
una de sus hijas, Ayauhcihuatl, quien se casaría con
Huitzilihuitl y conseguiría de inmediato la
reducción de los tributos hasta ser éstos puramente
simbólicos: dos ocas, algún pescado y ranas cada año.
De ese matrimonio nacería
Chimalpopoca,
el que sería tercer tlatoani de Tenochtitlan
y nieto muy querido de Tezozomoc. Durante el reinado
de Huitzilihuitl se alcanzaron victorias militares
importantes y conquistas provechosas, como las de
los señoríos de Cuauhnahuac (Morelos) y Culhuacan.
Las relaciones diplomáticas se completaron
finalmente con el enlace matrimonial de una hermana
de Huitzilihuitl con Ixtlilxochitl, tlatoani
de Acolhuacan.
Todas estas acciones
dieron como resultado un periodo de 21 años de
relativa paz, en el que se fraguó la grandeza azteca.
Huitzilihuitl pudo desarrollar un comercio mucho más
intenso que en tiempos de su padre, mientras, como
representación viva del antiguo dios tribal
Huitzilopochtli, elaboraba y transformaba las ideas
religiosas de su pueblo tomando préstamos,
especialmente de los toltecas.
A la muerte de
Huitzilihuitl en 1417, fue elegido tlatoani
de la ciudad el hijo de aquél y nieto de Tezozomoc,
Chimalpopoca (1417-1427), que era por
entonces un niño de unos 11 o 12 años. Aún bajo el
dominio de Tezozomoc, la coalición de pueblos
acaudillados por este monarca y en la que entraban
los tenochcas dio fin al imperio chichimeca de
Ixtlilxochitl. Como consecuencia de esa campaña
militar se estableció una alianza tripartita en la
que intervinieron Tezozomoc de Azcapotzalco,
Chimalpopoca de Tenochtitlan y el tlatoani de
Tlatelolco, y cuya capital se situó en Azcapotzalco.
En 1426 murió Tezozomoc,
y le sucedió como tlatoani de Azcapotzalco su hijo
Tayauh, quien junto con Chimalpopoca y
Tlacateotl de Tlatelolco se reafirmó en la alianza
suscrita por su padre. Pero el hermano de Tayauh,
Maxtlatzin -´el tirano Maxtla´-, hasta entonces
señor de Coyoacan, deseoso de suceder a su padre,
consiguió por medio de guerras y traiciones eliminar
a sus tres enemigos, entre los cuales se encontraba
Chimalpopoca, quien murió a la edad de 22 años.
Del reinado de
Chimalpopoca hay que mencionar un primer acueducto
de arcilla para traer agua potable desde Chapultepec
a la ciudad de Tenochtitlan. La situación resultante
tras toda esa serie de acontecimientos lleva a
considerar la muerte de Chimalpopoca como el fin de
un periodo y el comienzo de otro en el cual se iba a
alcanzar la grandeza azteca o, al menos, sentar las
bases sobre las que se construiría su imperio.
La subida al poder de
Maxtlatzin supuso la ruptura de todas las alianzas
establecidas por su padre, Tezozomoc. Se inició un
periodo de opresión y tiranía para casi todos los
pueblos del Valle. Este estado de cosas era
particularmente grave para Tenochtitlan, cuya
economía basada en el comercio iba a verse, de
continuar mucho tiempo esa situación, abocada a una
crisis catastrófica.
La elección de
Itzcoatl
(1427-1440) como tlatoani de Tenochtitlan
-era hijo de Acamapichtli y de una esclava concubina
y, por lo tanto, hermano de Huitzilihuitl y tío de
Chimalpopoca- no parecía, al principio, que fuese a
resolver la difícil situación. En efecto, planteado
el problema de las relaciones entre Tenochtitlan y
Azcapotzalco, Itzcoatl era, al parecer, partidario
con otros muchos del sometimiento de los tepanecas.
Es en ese momento cuando hizo su aparición en la
escena política de Tenochtitlan una figura que fue
de enorme trascendencia en los años siguientes,
Tlacaelel. Tlacaelel era hermano de Chimalpopoca
y de Moctezuma Ilhuicamina y, por lo tanto, sobrino
de Itzcoatl. Su actitud como cihuacoatl de
Tenochtitlan, en esa primera ocasión en que se hace
referencia a él en las fuentes, fue de total
disconformidad con la mayoría: opinaba que el pueblo
azteca debía oponerse por todos los medios a la
dominación tepaneca y así fue como, consiguiendo
primero el cambio de opinión de Itzcoatl y luego de
casi todos los jefes, pudo lanzar a su pueblo por el
camino de la grandeza militar y las conquistas.
Así, inmediatamente
después de acceder Itzcoatl al puesto de tlatoani en
1427, se formó una alianza tripartita en la que
intervenían el propio Itzcoatl de Tenochtitlan,
Nezahualcoyotl,
hijo de Ixtlilxochitl, de Tezcoco, Tecocohuatl de
Cuauhtitlan y Tenocellotl de Huexotcinco. El
ejército combinado de esas cuatro ciudades atacó a
Azcapotzalco y derrotó con gran sorpresa de los
propios aliados que respetaban y temían a los
tepanecas, al ejército de Maxtla. Éste tuvo que huir
a Coyoacán, su antiguo dominio, pero finalmente fue
derrotado nuevamente y también tuvo que marcharse de
allí.
Las conquistas
realizadas por los acolhuas y huexotzincas desde
1428 contra
tepanecas
y
otomíes
fueron muy numerosas:
Tenayuca,
donde reinaba Tellitl, fue liberada por los
huexotzincas; Nezahualcoyotl conquistó
Acolhuacan, donde
era tlatoani Quetzalmaquiztli; Huexotla,
donde reinaba Cuappiyo;
Acolman,
de la que era Señor Teyolococohuatzin, y Toltitlan.
E igualmente cayeron bajo el dominio de la coalición
Huitzilopochco, Atlacuihuayan, Teocalhueyacan, el
importante centro otomí de Quahuacan y Tecpan.
En el conjunto de esas
acciones militares, la participación de los mexicas
fue cada vez más importante. Mixcoac cayó en 1429;
Cuitlahuac,
donde reinaba Xochitlolinqui, fue conquistada en
1429 y 1433; Xochimilco, bajo el reinado de
Tepanquizqui, cayó en 1429, y en 1430 sucedió otro
tanto con Coyoacan, donde se había refugiado Maxtla,
e Itztapalapa fue conquistada por Itzcoatl, quien
instaló allí a su hijo como tlatoani. Tezcoco
fue conquistado en 1430 o 1431, y Maxtla tuvo que
salir huyendo de allí para refugiarse en
Taxco (Guerrero),
tras lo que nunca más se supo de él (1433). Así fue
como Netzahualcoyotl, cuñado de Itzcoatl, que
durante mucho tiempo se había refugiado en
Tenochtitlan, trasladó su corte a la antigua capital
de los acolhuas.
Se dice que una de las
primeras acciones de gobierno de Itzcoatl -probablemente
inspirada por Tlacaelel- fue la de quemar los
antiguos manuscritos históricos. La finalidad era
clara: se trataba de ocultar los orígenes humildes y
muchas veces humillantes de los mexicas, cuando
parece que su grandeza se iba a asentar sobre nuevas
bases de conquista y poderío militar. También por
aquellas primeras fechas del gobierno de Itzcoatl,
cobraron mayor importancia los pipiltin -los
hijos de Acamapichtli y Huitzilihuitl que quedaron,
según Tezozomoc-, quienes a partir de entonces
intervinieron en los consejos al lado de los
caudillos o jefes de calpulli.
Hacia 1433 se formó,
siguiendo la tradición de las alianzas que ya hemos
mencionado, una nueva coalición, esta vez triple.
Intervinieron en ella Itzcoatl de Tenochtitlan,
Nezahualcoyotl de Tezcoco y Totoquihuatzin de
Tlacopan
(Tacuba). La constitución de esta alianza se
verificó de un modo natural como consecuencia de las
obligaciones mutuas inmediatas al derrumbamiento del
imperio tepaneca de Tezozomoc. Cada uno de esos
príncipes tomó los títulos que más convenían al
prestigio debido a las relaciones con otras ciudades
del Valle. Así, el tlatoani de Tenochtitlan
tomó el título de Culhúa Tecuhtli al
considerarse sucesor de los culhúas y, por lo tanto,
de los toltecas; el tlatoani de Tezcoco
recibió los títulos de Acolhua Tecuhtli y
Chichimeca Tecuhtli, como sucesor de Xolotl y
sus chichimecas históricos; finalmente, el
tlatoani de Tlacopan recibió el título de
Tepanecatl Tecuhtli, como heredero de los
derechos de Azcapotzalco al ser Totoquihuatzin nieto
de Tezozomoc.
Los puntos principales
del pacto o alianza tripartita fueron los siguientes:
"1º alianza perpetua; 2º ofensivas militares en
conjunto, con pacto de distribución de tributos; 3º
defensivas militares en caso de ataque de pueblos
extraños; 4º dirección militar de los mexicanos; 5º
ayuda mutua en casos normales o de calamidad" (López
Austin).
La alianza establecida
no lo iba a ser por un determinado número de años,
sino para siempre, y los intereses de las tres
ciudades se iban a interferir mutuamente de tal
manera que en muchos casos el gobierno interno,
realmente independiente, iba a estar supeditado en
cierta medida al interés común. Por otra parte, la
alianza establecía con toda claridad una
distribución de botín y tributos como consecuencia
de las campañas militares de carácter ofensivo.
Según unas fuentes, dos quintas partes eran para
cada uno de los estados fuertes, Tenochtitlan y
Tezcoco, y una quinta parte para el aliado más débil,
Tlacopan, mientras otras fuentes nos informan de que
una quinta parte era para Tlacopan, cuatro
quinceavas partes para Tezcoco, y las restantes ocho
para Tenochtitlan. La dirección militar, sin
embargo, estaba en manos de los mexicas, con lo cual
gozaban del privilegio de ordenar el ataque de tal
manera que los primeros fueran siempre ellos, lo que
les permitía obtener un mayor botín que sus aliados.
De otra parte, se sabe que muchos pueblos tributaban
a las ciudades confederadas, pero algunos lo hacían
sólo a una o a dos de esas ciudades, como
consecuencia de haber sido vencidos por la coalición
o por los ejércitos de una o dos de esas ciudades.
Evidentemente, aunque debían consultarse los tres
tlatoque para iniciar una campaña militar
importante, podían por otra parte hacer sus propias
guerras en cualquier momento o circunstancia y
contra cualquier pueblo.
Las campañas militares
iniciadas por los acolhuas de Nezahualcoyotl
llevaron la guerra por la Sierra de Puebla al valle
de Morelos; en la primera de esas campañas se
conquistaron las ciudades de Cempoallan, Tollancinco,
Cuauhchinango, Pahuatlan y Xicotepec, mientras en
Morelos conquistaron Yauhtepec como paso previo a la
conquista de Cuauhnahuac (Cuernavaca). Bajo la
dirección mexica se conquistó, en la misma zona de
Morelos, Xochimilco, y luego, extendiéndose
por el valle de Atlixco, conquistaron Huaquechula en
1432 y al año siguiente Cuauhnahuac y Xiuhtepec. Por
el sur, las tropas de la alianza alcanzaron el río
Balsas, comenzando la conquista de los cuitlatecos
en Tetella del Río; pero encontraron al Oeste la
resistencia de tepoztecos, yopes y tarascos, y se
formó una frontera que perduró en algunos puntos
hasta cincuenta años. Por el Norte, en 1439, los
aliados sometieron por segunda vez el principado de
Cuauhtitlan (Barlow).
De este modo es posible
comprobar que antes de 1440, fecha de la muerte de
Itzcoatl, el dominio militar de la Triple Alianza se
extendió y consolidó mucho más allá del propio valle
de México, lo que sentó las bases para el imperio de
los aztecas.
Ya se ha mencionado en
párrafos anteriores que Tlacaelel fue una de las
figuras más importantes en los orígenes del imperio
azteca. "La obra y el pensamiento de Tlacaelel,
puesto en práctica principalmente por Itzcoatl,
Motecuhzoma y Axayacatl es de tal trascendencia que
puede afirmarse implica el imperio y la realización
de una fundamental reforma en los campos político,
social, histórico y religioso. Con Tlacaelel nace la
visión místico-guerrera del pueblo azteca, que se
considera a sí mismo como pueblo elegido del Sol".
(León-Portilla). Las reformas establecidas por
Tlacaelel tanto en tiempos de Itzcoatl, como en el
de sus sucesores, fueron de carácter muy diverso:
religiosas, jurídicas, administrativas y económicas.
En el plano religioso,
Huitzilipochtl, el dios tribal de los mexicas, fue
incorporado al panteón de los pueblos
centromexicanos, especialmente nahuas, con los que
se habían puesto en contacto los aztecas, lo que
supuso que toda la religión de los mexicanos se
configurase en torno a la idea central de
Huitzilopochtli como divinidad solar. Esto tiene una
gran importancia para comprender el incremento
progresivo de los sacrificios humanos durante el
siglo XV, ya que el Quinto Sol o edad en que vivían
los aztecas debía terminar, al igual que los cuatro
soles de edades anteriores, con un gran cataclismo.
Para evitar ese final catastrófico, Tlacaelel
ofreció como única solución la ofrenda del alimento
más delicado para el dios solar: la sangre que hace
vivir a los hombres. De ahí que se incrementasen más
y más los sacrificios humanos y las guerras para
obtener víctimas, lo que era a su vez un medio de
difundir el terror por todo el ámbito del México
central, con lo que gran parte del éxito militar de
los aztecas estaba asegurado aun antes de empezar la
batalla. La fama de crueles y pendencieros que
tenían de antiguo quedó así reforzada.
La grandeza de
Huitzilopochtli se tenía que manifestar de un modo
aparente y así, en tiempos de Itzcoatl, se inició la
construcción de un templo mucho mayor que el
anterior, dedicado a los dioses Huitzilopochtli y
Tlaloc,
en el recinto ceremonial de Tenochtitlan.
Por otra parte, la
grandeza del dios estaba unida desde entonces a la
de su pueblo y si mediante la destrucción de los
códices históricos antiguos (véase
Códices prehispánicos)
se borraba un periodo triste y humillante de la
historia del pueblo azteca, la necesidad de remediar
el trágico final del Quinto Sol mediante los
sacrificios humanos daba una razón mística a un fin
político inmediato, la conquista de todos los
pueblos vecinos.
Las transformaciones
que experimentó la organización sociopolítica del
estado azteca fueron también de una gran
trascendencia. Por indicación de Tlacaelel se nombró
un consejo compuesto por cuatro nobles, llamados
Tlacochcalcatl, Tlacatecatl, Eznahuacatl y
Tlillancalqui, cuyos nombramientos durarían el
tiempo del reinado del tlatoani. Igualmente,
se nombraron diez y siete tiahuacan u
´hombres valientes´ y otros cinco dignatarios más.
Todos estos títulos tuvieron al principio una raíz
que los unía a cada calpulli en especial,
pero muy pronto dejaron de tener esa adscripción
social o territorial para transformarse en
nombramientos o títulos independientes, de tal
manera que el propio Tlacaelel que fue primeramente
Atempanecatl tiacauh pasó a ser después
Tlacochcalcatl y finalmente Cihuacoatl.
Ninguno de esos títulos, por otra parte, era de
carácter hereditario, y había que conquistarlos por
los propios méritos.
El reparto de tierras
fue una consecuencia de la expansión militar que se
produjo a partir de la época de Itzcoatl. Desde este
momento se reguló el reparto de tierras de modo que
una vez separadas las del tlatoani y las del
cihuacoatl, tomaban parcelas los tiahuacan
o capitanes valientes y algunos macehualtin
que se habían distinguido en el terreno militar, así
como los templos particulares de cada calpulli.
A la muerte de Itzcoatl
fue elegido tlatoani su sobrino, y hermano de
Chimalpopoca y Tlacaelel, Motecuhzoma Ilhuicamina,
´el Iracundo´, quien consolidó las conquistas de su
predecesor por una parte, mientras por otra extendía
las fronteras del imperio hasta lugares nunca
alcanzados por ningún pueblo nahua del altiplano.
Durante su reinado no le faltó, como se dicho
anteriormente, el consejo de Tlacaelel. Para su
entronización como tlatoani se instauró una
costumbre que luego perduraría hasta la conquista
española: la de ponerse en campaña con el objeto de
obtener los prisioneros necesarios para ser
sacrificados en el Templo Mayor.
Las conquistas de
Motecuhzoma fueron muchas y se extendieron por
diferentes regiones. La guerra de Chalco, que dio
lugar a uno de los más bellos poemas épicos del
periodo azteca, duró casi todo el reinado de
Motecuhzoma, ya que la ciudad no quedaría dominada
por completo hasta 1465.
"Aquí en Chalco, el
polvo amarillea,
las casas han comenzado a humear.
Arden en llanto tus vasallos, aquí en Chalco
Oh, tú que imperas entre espadañas
tú Motcuhzoma y tú Nezahualcoyotl:
tú destruyes la tierra, desbaratas a Chalco!
¡sienta piedad tu corazón!
Las conquistas por la
región de Morelos llevaron a los aztecas a la zona
de Huaxtepec, a Cuernavaca y Tepecoacuilco, y
llegaron hasta Taxco en la región Chontal, mientras
Nezahualcoyotl tomaba a los tarascos la fortaleza de
Oztoman y, por la región del río Balsas superior y
la Mixteca, llegaban los aliados hasta Coixtlahuaca
(1458-61).
Por el norte y nordeste
del imperio, Motecuhzoma conquistó Xilitepec y
Tlatlauhqui, en Puebla, llegó hasta la región
Totonaca y conquistó en la costa Huatusco, Cotastla,
Cozamaloapan y Tochtepec, hasta acercarse por este
punto a las conquistas meridionales. Por otra parte,
las conquistas de los aliados de Tenochtitlan,
especialmente de Tezcoco, se extendieron
especialmente por el valle de Puebla: Huehuetlan
cayó en 1465, Tepeaca en 1466, y también
fueron conquistadas las ciudades de Orizaba y
Tehuacan.
En el último periodo
del reinado de Motecuhzoma Ilhuicamina, la actitud
de los tenochca frente a los aliados tezcocanos
varió totalmente; se anexionaron las conquistas que
éstos habían realizado hasta ese momento y, por
último, Tlaxcala, que entonces era en cierto modo
aliada de Tezcoco, quedó en una situación de franco
aislamiento respecto a la Triple Alianza. Por otra
parte, esta etapa representó un paso fundamental
hacia la construcción de la ciudad que conocerían
los españoles en el siglo XVI. De la ciudad de barro
que era Tenochtitlan hasta ese momento, se pasó a la
ciudad de piedra, y Motecuhzoma puede considerarse
el verdadero constructor de la ciudad. En efecto,
durante su reinado vinieron arquitectos de la ciudad
de Chalco que hicieron grandes construcciones, entre
las que cabe destacar el gran acueducto que desde
Chapultepec llevaba el agua potable a Tenochtitlan.
Fue por esas fechas también cuando se empezó a
fraguar un nuevo estilo escultórico que caracterizó
el último periodo de la civilización azteca, así
como la instalación de un verdadero jardín botánico
en Morelos (Bernal).
Durante los reinados de
Itzcoatl y Motecuhzoma en Tenochtitlan, fue
tlatoani de Tezcoco una de las figuras más
interesantes del siglo XV mexicano: el rey-poeta
Nezahualcoyotl. Era, según se ha dicho más arriba,
hijo de Ixtlilxochitl y de una hermana de
Chimalpopoca. Niño aún, en 1414 su padre le había
designado heredero del trono y, habiendo huido con
él tras la derrota de los chichimecas en 1441 frente
a las tropas de Tezozomoc, le prometió antes de
morir a manos de los tepanecas que reconstruiría el
imperio acolhua. Durante varios años tuvo que vagar
de un lado a otro, huyendo de los temibles tepanecas.
Muchos de esos años los pasó en la corte de
Tenochtitlan, amparado por su tío Chimalpopoca, pero
su hora llegó cuando, tras la muerte de Tezozomoc,
el imperio tepaneca se resquebrajó y hundió
finalmente. Aliado con los de Tenochtitlan y
Tlacopan, volvió a Tezcoco e inicio un nuevo periodo
de esplendor para la ciudad. Ya se ha comentado cómo
se extendieron sus conquistas por lugares diferentes,
engrandeciendo así su territorio. Reconstruyó su
ciudad e inauguró una nueva era de prosperidad para
los suyos.
Pero siendo grande su
actividad política y militar, su personalidad
destacó sobremanera en el campo de la poesía y en
las reformas legales y religiosas. Como poeta y
amante de la poesía supo reunir, al igual que en
otras ciudades como Huexotcinco, una corte literaria
de notable importancia en su época. Todo su
pensamiento religioso, su filosofía y su poesía se
orientaban hacia la tradición tolteca, quizá como
reacción ante la nueva situación que estaba
imponiendo el pueblo azteca, como pueblo elegido del
Sol y, en el fondo, como reacción a la filosofía de
Tlacaelel.
En materia de moral,
podemos considerar sus leyes como muy puritanas. La
embriaguez y los "pecados" sexuales eran castigados
en Tezcoco con la muerte, y su rigor llegó al
extremo de condenar a muerte a uno de sus propios
hijos por haber cometido adulterio.
Desde un punto de vista
religioso, si bien aceptaba por la fuerza de las
circunstancias la imposición mexica de su dios
Huitzilopochtli, desarrollaba ocultamente la
creencia en un dios supremo, sin cuerpo ni imagen y
del que no hay, en consecuencia, estatuas o pinturas,
ni existe la posibilidad de ceremonias y rituales.
Este tipo de reforma religiosa no podía alcanzar a
la masa popular. Debemos suponer que estas ideas se
desarrollaron sobre todo en un medio intelectual muy
refinado, pero que sólo trascendieron a una minoría
de sacerdotes, señores y poetas en torno al
tlatoani.
Su sucesor,
Nezahualpilli (1472-1516), fue una figura
enteramente decadente y profundamente civilizada que
tuvo incluso menor influencia que su padre en el
medio ambiente de la época en que le tocó vivir. La
suerte del pueblo azteca estaba echada y nada podía
oponerse a la realización de su destino.
A la muerte de
Motecuhzoma Ilhuicamina en 1468, fue elegido
tlatoani de Tenochtitlan
Axayacatl,
nieto de Itzcoatl. Durante su reinado, la gran
expansión verificada en el periodo de su antecesor
se consolidó, y aún se realizaron nuevas
conquistas. Tampoco le faltó el apoyo y el consejo
de Tlacaelel, quien, nacido en 1398, murió entre
1475 y 1480, a una edad por lo tanto muy avanzada.
Su sucesor en el cargo de cihuacoatl fue un
hijo de Chimalpopoca, Tlilpotonqui.
En tiempos de
Axayacatl se produjo la unión, tantas veces
deseada y nunca lograda, de los tenochcas y los
tlatelolca. En efecto, tomando como pretexto que
el tlatoani de Tlatelolco, Moquihuix, que
se había casado con una hermana de Axayacatl,
despreciaba a ésta y prefería a sus concubinas,
Axayacatl se fingió ofendido en su honor y declaró
la guerra a Tlatelolco. Pese a que la resistencia
fue feroz, y tomaron parte en ella incluso las
mujeres, la ciudad fue tomada y dominada, y
sometida a partir de entonces a un gobierno de
tipo militar -con un cuauhtlatoani a la
cabeza. Además, debía pagar tributo a Tenochtitlan
como cualquier pueblo conquistado. La derrota de
Tlatelolco puede fecharse en 1473.
La expansión hacia el
oeste continuó en el periodo de Axayacatl; de
inmediato se produjo el hundimiento de la
resistencia matlatzinca en el valle de Toluca, que
había durado cerca de cuarenta años -acaso con
ayuda tarasca-; conquistaron Malinalco y
Tlacotepec en 1477, y avanzaron hacia Tlaximacoyan
y Oztoman.
Llegados los aztecas
a la frontera del reino tarasco, el choque entre
ambas fuerzas se hizo inevitable. La batalla
decisiva se produjo hacia 1480 en las proximidades
de Tlaximacoyan. Allí se produjo la única derrota
de los ejércitos aztecas a causa del empleo de
armas de cobre por parte de los tarascos, aunque
los propios tenochca la explicasen por la
superioridad numérica de aquéllos. Una línea
fronteriza con fortificaciones defensivas marcó a
partir de entonces el límite entre el imperio
azteca y el reino tarasco.
La expansión militar,
sin embargo, no se detuvo por otros rumbos. Por la
región de Puebla, tras ocupar las tierras
conquistadas por Tezcoco y cerrar así por todas
partes el señorío de Tlaxcala, conquistaron
Matlatlan y llegaron hasta Maxtlan. Finalmente,
por el nordeste conquistaron una amplia zona de
la Huasteca,
y llegaron entre 1480 y 1481 hasta Tampatel,
Tuxpan y Tenexticpac. La serie de campañas
militares que se acaban de mencionar, con toda la
destrucción y dolor que implicaron, acabaron de
extender el terror y el odio contra los aztecas
por todo el territorio del México central.
A la muerte de
Axayacatl en 1481 fue entronizado como tlatoani
de Tenochtitlan su hermano
Tizoc,
quien dirigió los destinos del imperio durante muy
pocos años y murió en 1486, probablemente asesinado
por los nobles mexicas que le habían elegido. Éstos
repararon en que Tizoc prefería desarrollar más una
vida religiosa y mística que militar, y que algunas
campañas habían sido desastrosas; como no podían
sustituirle en vida por otro tlatoani,
decidieron eliminarlo en beneficio del propio
imperio que estaban constituyendo. No obstante, la
actividad bélica de Tizoc, inmortalizada en la
famosa Piedra de Tizoc, no fue enteramente
despreciable, y si bien fue derrotado por los de
Meztitlan, aliados con los huastecos, no dejó de
hacer conquistas tanto en el territorio de éstos
últimos -Tamajachco y Miquitlan- como más al
sur, en la región meridional de Puebla, donde se
apoderó de Atezcahuacan, o en
Guerrero,
con la conquista de Otlappan.
El hermano mayor de
Axayacatl y Tizoc, Ahuizotl, desarrolló durante su
reinado una actividad militar que compensó con
creces los desastres y escasas conquistas de su
predecesor. En efecto, mientras que avanzó por la
Huasteca y conquistó Tricoac y Ayotochcuitlatan,
llevando las lindes del Imperio hasta la frontera
cultural mesoamericana (véase el apartado "Los
límites del imperio" en la voz
Cultura azteca)
con los chichimecas de la región de
Tamaulipas,
se extendió asimismo por el suroeste y llegó a
dominar toda la costa del Pacífico que va desde
Acapulco a Zacatulan, y conquistó Tlacotepec y
Panotlan.
Sus campañas por el
occidente de
Oaxaca
le llevaron en tres direcciones tras la nueva
conquista de Otlappan en 1486: hacia Coyolapan,
donde estableció una fuerte guarnición, y hacia
Teopuctlan y Huehuetlan, muy cerca ya de la costa
del Pacífico.
A pesar de la
importancia de esta serie de expediciones militares,
debe decirse que la más arriesgada y extraordinaria
fue, sin duda, la campaña del Istmo. Partiendo de
Xaltepec, alcanzó la costa de Xochitlan y
Tehuantepec, avanzó por toda la región de
Soconusco,
conquistó Amaxtlan, Chiapa de Corzo y Comitlan, y
llegó en su avance hasta el territorio de la actual
Guatemala.
Con respecto al
gobierno interior, Ahuizotl construyó numerosos
templos y palacios, además de hacer una nueva
reconstrucción del Templo Mayor, para cuya
inauguración se dice que fueron inmolados muchos
millares de víctimas humanas. Como consecuencia del
aumento de población de la ciudad y el deseo de
regular el nivel de las aguas del lago, se hizo
necesaria la construcción de un nuevo acueducto,
esta vez desde Coyoacan. Una inundación en la ciudad
en 1499 fue la causa indirecta de la muerte del
tlatoani, ya que al intentar salir de una
habitación donde se hallaba atrapado, Ahuizotl se
dio un golpe en la cabeza que le produjo, al parecer
la dolencia de la cual moriría tres años después, en
1502.
La inesperada muerte
del gran conquistador que había sido Ahuizotl,
condujo a una nueva elección de tlatoani.
Dudosos los electores entre Macuilmalinatzi y
Motecuhzoma Xocoyotzin,
el Joven, hijos ambos de Axayacatl, la elección
recayó finalmente en el segundo, ya que se había
distinguido en algunas campañas militares de su
antecesor y últimamente tenía fama de hombre sabio y
sumamente religioso, virtudes todas ellas necesarias
para dar nuevo brillo y prestigio a Tenochtitlan y
el imperio.
De Motecuhzoma II se
posee, sin duda, más información que de cualquier
otro tlatoani de Tenochtitlan. Los
acontecimientos que le tocó vivir explican
ampliamente esta abundante información. Todos los
autores indígenas y españoles coinciden al trazarnos
el retrato del que iba a ser protagonista del final
del imperio azteca. "La historia lo presenta como
hombre severo, estricto, grave, digno, celoso del
trabajo y la limpieza de su ciudad, atento siempre
al buen funcionamiento del gobierno y el culto,
magnífico, cruel y déspota cuando se trataba de
mantener su opulencia y autoridad, pero siempre
respetando las leyes que él había impuesto. Era el
prototipo del Tlatoani" (López Austin).
Durante el reinado de
Ahuizotl se había podido observar cómo la clase de
los macehualtin, que se había distinguido en
el campo de batalla, ocupaba en progresión creciente
puestos de gobierno de gran responsabilidad,
mientras los pipiltin habían ido dejando de
ser importantes en la corte. La llegada de
Motecuhzoma II al poder cambió radicalmente esta
situación, pero en provecho del propio tlatoani
que, desde un principio, llevaba una idea de
gobierno marcadamente monárquica y autoritaria.
Motecuhzoma ordenó la destitución de la mayor parte
de los cortesanos que habían ocupado puestos de
gobierno durante el reinado de Ahuizotl, e hizo otro
tanto con los jefes de calpulli. De este modo
tenía las manos libres para hacer nuevos
nombramientos entre jóvenes pipiltin o hijos
de tlatoques tributarios o dominados, que se
habían educado en las mismas escuelas donde
Motecuhzoma había sido maestro y hombre religioso.
Esta nueva generación de jóvenes jefes fue arcilla
fácilmente moldeable en manos de un hombre de
grandes capacidades, como era el caso de Motecuhzoma
Xocoyotzin.
Las relaciones entre
Tenochtitlan y Tezcoco eran cada vez más tensas,
hasta que las hostilidades culminaron tras la muerte
de Nezahualpilli en 1516, con la disputa entre
Cacama -hijo de aquél y de una hermana de
Motecuhzoma- e Ixtlilxochitl. Cacama resultó
vencedor por haberse amparado en su poderoso tío,
pero parece evidente por otra parte que las ideas
filosófico-religiosas de Nezahualcoyotl debieron de
influir, acaso imperceptiblemente, en el meditativo
Motecuhzoma, de forma que todo su pensamiento
alcanzó un estado de duda que sería fatal en el
momento de la llegada de
Hernán Cortés
y su hueste de españoles. Las ideas religiosas de la
tradición de
Quetzalcóatl
parece que habían penetrado en el ámbito del
pensamiento azteca, o al menos en el pensamiento de
su monarca. Cuando le llegó la noticia de que unos
hombres barbados habían descendido de unas montañas
que navegaban por el mar de Oriente, no dudó un
momento en sospechar que aquellas gentes eran las
enviadas por el dios tolteca, que regresaban según
la profecía.
Desde un punto de vista
estrictamente político, Motecuhzoma representó el
fin de la Triple Alianza que hasta entonces había
funcionado casi de manera perfecta. Desde muy pronto
se observó su deseo de anular a sus aliados, Tezcoco
y Tlacopan. Esto hace pensar que, de no haberse
producido la invasión española, Motecuhzoma hubiese
llegado a transformar la Triple Alianza en un
verdadero imperio con un auténtico y único emperador.
Si bien durante el
reinado de Motecuhzoma Xocoyotzin la actividad
militar no fue lo más importante, en ese tiempo se
realizaron numerosas campañas militares para sofocar
rebeliones o para hacer nuevas conquistas. En este
terreno hay que destacar, sobre todo, las campañas
para dominar a los mixtecas (1506) y a los tepanecas
de la sierra. Achiutla en 1504, Zozollan en 1506 y
Texopan en 1512 fueron cayendo en poder de los
aztecas. Otras campañas les llevaron a conquistar
Xaltianquizco e Itztitlan, de cuyo saqueo regresaban
cuando Cortés desembarcaba en Veracruz, pese a lo
cual nunca llegaron a dominar la costa de Oaxaca,
desde Guerrero hasta Tehuantepec.
La cohesión del imperio
se aseguró en tiempos de Motecuhzoma II por medio de
varios métodos. Todos los tlatoque vasallos
de Tenochtitlan, que debían residir durante algún
tiempo en la corte, dejaban al marcharse a su ciudad
de origen para desempeñar su cargo a un hijo o
hermano que servía de rehén al tlatoani
azteca. Por otra parte, Motecuhzoma Xocoyotzin
construyó dentro del recinto sagrado el llamado
Coatecalli o ´casa de los diversos dioses´, en
el que se recogían las imágenes de los dioses de los
pueblos sometidos o conquistados, con lo que éstos
quedaban así, por una parte, reconocidos a los
aztecas por el honor de admitir a sus dioses en la
capital del Imperio y, por otro, obligados a quien
poseía las imágenes de esos mismos dioses.
A partir de 1517, toda
una serie de portentos y presagios funestos vinieron
a anunciar al tlatoani que algo
extraordinario iba a producirse. Luego se sabría que
lo que aquellos portentos anunciaban era la llegada
de los españoles. Auroras boreales, rayos sin trueno,
cometas y otros hechos semejantes preocuparon
profundamente a Motecuhzoma, quien llamó a consejo a
numerosos sabios y sacerdotes de todo el imperio
para que le ayudasen a resolver el enigma. Las
noticias que recibió en 1519 del desembarco de unos
hombres blancos y barbudos, de unas grandes montañas
que navegaban por el mar, junto con la presencia de
extraños venados (caballos) y perros de gran talla y
fiereza, así como de instrumentos que vomitaban
fuego, le llevaron a pensar que se trataba del
regreso de Quetzalcoatl anunciado por las
tradiciones más antiguas y que él siempre había
esperado. Quetzalcoatl venía a tomar posesión del
reino del que había sido desposeído. Por eso,
dándose cuenta de que nada podría oponer a los
poderes sobrenaturales del dios, lo único que
Motecuhzoma deseaba era impedir que los enviados de
Quetzalcoatl se acercasen a Tenochtitlan. Por ello
les envió presentes con el fin de disuadirles y
aplacarles, sin imaginar que esos presentes, por el
contrario, iban a servir de atracción y estímulo a
los advenedizos españoles. En efecto, el encuentro
se produjo el 8 de noviembre de 1519, pero ni
siquiera entonces sabía Motecuhzoma cuáles eran las
intenciones de aquellos seres, ni siquiera si su
naturaleza era divina o humana. Esta realidad la
comprendería algo más tarde y la padecerían sus
efímeros sucesores, Cuitlahuac, hijo también de
Axayacatl, y Cuauhtemoc, hijo de Ahuizotl y yerno
suyo. Este último, ajusticiado por los hombres de
Cortés el 28 de febrero de 1525 durante la
expedición a Honduras, se convirtió en héroe
nacional y símbolo de la resistencia indígena a la
invasión hispánica.
Un poeta anónimo cantó
el final del imperio azteca con palabras
inolvidables:
"El llanto se
extiende, las lágrimas gotean allí, en Tlatelolco
Por agua se fueron los mexicanos;
semejan mujeres, la huida es general...
Llorad amigos míos,
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicana.
¡El agua se ha acedado, se acedó la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en
Tlatelolco
[Cantares mexicanos]
Para completar el cuadro
histórico y sociocultural del área central del México
antiguo, conviene tratar, aunque con una impuesta
brevedad, de otros pueblos que habían elaborado y
estaban aún viviendo en el momento de la máxima
expansión militar e imperialista de los aztecas sus
propias y particulares historias.
El pueblo
tarasco, que habitaba
en la región montañosa y lacustre de Michoacán,
sobrepujó en muchos aspectos al azteca, como lo
atestiguan las ruinas de sus edificios, sus trabajos
en oro y plata y sus armaduras. En la costa del Golfo
de México, desde el actual estado de
Tamaulipas
hasta la región
olmeca,
se hallaban desde tiempos muy antiguos los
Huastecos y
Totonacas,
entre los cuales se situaba el río Tuxpan a modo de
frontera.
El pueblo huasteco,
emparentado lingüísticamente al parecer con los mayas
(de los cuales debieron separarse acaso en torno al
comienzo de la era cristiana debido a la presión
ejercida por los totonacas para llegar a la costa),
carece de fuentes suficientemente explícitas como para
que podamos reconstruir su historia, por lo que su
cultura únicamente puede conocerse a partir de los
restos arqueológicos. Se sabe, sin embargo, que el
pueblo huasteco, belicoso y bárbaro en muchos aspectos,
supo resistir con éxito no sólo el persistente ataque
de los aztecas, sino también los primeros intentos de
conquista por parte de los españoles.
Los totonacas, o al menos
aquellos que vivían en la región meridional en el
tiempo de la conquista española, estaban organizados
políticamente en una confederación de unas treinta o
cincuenta ciudades. Los que habitaban más al norte
habían llegado, al parecer, a constituir un verdadero
estado unitario del que se recuerdan en las crónicas
los nombres de varios soberanos, el último de los
cuales, Catoxcan, tuvo que someterse a los chichimecas.
Los totonacas practicaban, al igual que los huastecos,
la deformación craneana, usaban el bezote o
adorno labial, se vestían con el quechquemitl y
tanto su economía como su alimentación y el tipo de
sus viviendas se parecía al de los pueblos del centro
de México.
Contemporáneamente a la
fundación de Tenochtitlan, los
chichimecas se
hallaban gobernados por Quinatzin (1298-1357), quien
trasladaría la capital de su imperio desde Tenayuca -donde
la había instalado Xolotl- hasta Tezcoco, al mismo
tiempo que los nuevos grupos de chichimecas llegados
al valle de México se desviaban hacia la Sierra
Nevada, donde algunos fundarían el estado de Tlaxcala
(véase el apartado "Historia" en la voz
Tlaxcala),
mientras otros se unirían a los totonacas. El proceso
civilizador iniciado entre los chichimecas tiempo
atrás se acentuó cuando apareció en Tezcoco -fundado
en 1327- un grupo de mixtecas a los que las crónicas
llaman los regresados, dando a entender que se trataba
de un grupo de emigrantes del Valle, acaso toltecas,
que habiendo residido en la Mixteca durante algún
tiempo, regresaban ahora portadores de conocimientos
tales como la escritura, el calendario, la cerámica,
etc. Varios cambios importantes debieron de producirse
en esa época: el dialecto nahua de los chichimecas fue
sustituido por el náhuatl que hablaban los aztecas (véase
el apartado "La lengua" en la entrada
Cultura azteca),
mientras que el culto al antiguo dios chichimeca
Mixcoatl fue
perdiendo importancia frente a
Tezcatlipoca.
Durante el reinado de
Techotlala (1357-1409), sucesor de Quinatzin, el
imperio chichimeca se dividió en principados soberanos
e independientes de los cuales el de los tepanecas de
Azcapotzalco alcanzó una gran importancia, sobre todo
bajo el reinado de Tezozomoc (1406-1418). Éste,
mediante campañas militares -en las que actuaban a
veces como aliados o mercenarios los aztecas-,
matrimonios y alianzas e, incluso, compras y sobornos,
logró crear una especie de imperio del cual fueron sus
enemigos más encarnizados los propios chichimecas de
Tezcoco y, muy pronto, también los aztecas de
Tenochtitlan.
Ixtlilxochitl I
(1406-1418), hijo de Techotlata, era tlatoani
de Tezcoco cuando se planteó dramáticamente la
enemistad de tepanecas y chichimecas. Tezozomoc, como
descendiente que era de Xolotl, pretendía el trono de
Tezcoco y, por ello, no solamente no asistió a la
ceremonia de entronización de Ixtlilxochitl, sino que
envió una carga de algodón a este último para que sus
gentes le fabricasen mantas, insulto con el que
pretendía provocar la guerra. Este insulto fue
soportado para ganar tiempo por Ixtlilxochitl, quien
organizó un gran ejército, al tiempo que trataba de
conseguir el apoyo de los mexicas. Casado con una
hermana de Chimalpopoca, de Tenochtitlan, de la cual
había tenido a su hijo Nezahualcoyotl, hizo jurar a
éste su cargo como heredero del trono en 1414. Cuatro
años después, las tropas de Tezozomoc estaban a las
puertas de Tezcoco; Ixtlilxochitl huyó hacia el bosque
con su hijo y algunos fieles seguidores, y allí pidió
al joven Nezahualcoyotl que vengara la afrenta y
reconstruyera el imperio poco antes de que los
tepanecas de Tezozomoc le alcanzaran y dieran muerte.
El fin del imperio
tepaneca, con la muerte de Tezozomoc, el asesinato del
tirano Maxtla y el triunfo de la Triple Alianza,
supuso el renacimiento de Tezcoco que, tras ser
reconquistado en 1431, volvía a ser la capital del
reino de Nezahualcoyotl.
El pueblo
zapoteco
se hallaba en una fase de aparente decadencia en el
momento de la máxima expansión azteca. Los relatos
históricos para esta época se centran en
Zaachila, en el valle
de Zimatlan, y mencionan a tres soberanos sucesivos
que llevan hipotéticamente el nombre de la ciudad,
aunque quizá sus nombres reales fueran otros.
El primero de ellos,
Zaachila I, llevó en primer lugar sus ejércitos
contra los chontales que vivían en la costa, y después,
aliado con los zapotecos serranos y con los mixtecos,
luchó contra los mixes, quienes dirigidos por un jefe
legendario llamado Condoy pudieron resistir el
ataque y se refugiaron desde entonces en la zona más
montañosa del país. Zaachila II, hijo del
anterior soberano, continuó la lucha contra los mixes
y construyó una serie de fortalezas que garantizaron
las comunicaciones por oriente. Finalmente,
Zaachila III tuvo que hacer frente a los dos más
poderosos enemigos del momento: los mixtecas y los
aztecas. Los primeros lograron instalarse en
Monte Albán,
la ciudad sagrada de los zapotecos, cuya decadencia se
inició probablemente en tiempos de esta invasión, y en
Cuilapan, a unos 4 km de Zaachila. La penetración de
los aztecas condujo al establecimiento de una
guarnición permanente en Huaxyacac, que llegaría a ser
después la capital del actual estado de Oaxaca.
Cocijo-eza, el hijo de
Zaachila III, sucedió a éste en 1482 y se casó con una
princesa azteca llamada Coyolicaltzin o Pelaxilla -´copo
de algodón´- de la que tuvo tres hijos; de estos, al
menos Cocijo-pij fue designado por su padre gobernador
de Tehuantepec en 1518. Cocijo-eza murió en 1529, y el
último rey zapoteca llegó a vivir hasta 1563.
Los
mixtecos
experimentaron también en la época de la expansión
azteca un movimiento expansivo que fue frenado muy
pronto por la conquista azteca.
De las dinastías
reinantes en Tilantongo, se conocen los nombres de los
descendientes del gran conquistador que fue en el
siglo XI 8 Venado. La segunda dinastía terminó con 4
Águila, águila sangrienta, casado con la princesa 6
Agua. El hijo de ambos y el padre murieron el mismo
año, 1289, sin dejar sucesión directa. Comenzó así la
Tercera Dinastía con el matrimonio de la viuda 6 Agua
con el príncipe 4 muerte, de cuyo matrimonio nació en
1293 la princesa 3 Conejo. La Cuarta Dinastía no
comenzó hasta 1357 con el soberano 6 Venado, quien se
casó con 13 Viento, y terminó con don Felipe de
Santiago, que todavía vivía en 1580.
También se conocen con
detalle las dinastías que reinaron en Teozacualco. La
segunda de estas dinastías se inició con el hijo del
mismo 8 Venado, coyote manso, que se casó con 4 Muerte,
joya de lagarto, y terminó en 9 Movimiento, casado con
2 Tigre, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos: un
varón que murió pronto; una hija que se casó con el
rey de Tilantongo y otra casada con el de Cerrotorcido
Quetzal, cuyo hijo, 2 Perro, fue el origen de la
Tercera Dinastía de Teozacoalco. La Cuarta Dinastía,
por último se inició con el mismo don Felipe de
Santiago ya citado, hasta que se unieron Tilantongo y
Teozacoalco en pleno siglo XVI.
La civilización mixteca o
mixteco-puebla fue obra de los mixtecas y sus
parientes más próximos, los popoluca de Puebla y los
mazatecas de Oaxaca. Llegó en su expansión hasta
Tulum,
de Yucatán, a la región de Sinaloa en el noroeste de
México, y hasta Nicaragua en Centroamérica. El estilo
mixteca, según Covarrubias, viene a ser una mezcla de
elementos procedentes de
Xochicalco,
Teotihuacan, Monte Albán y
Cerro de las Mesas |