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Alonso
Pacheco, Manuel A. (1822-1889) Médico y
escritor puertorriqueño, nacido en San Juan de Puerto Rico en 1822 y fallecido
en su ciudad natal en 1889. Considerado como una de las primeras figuras
literarias del Romanticismo antillano, dejó estampada una obra (El jíbaro)
que, por su condición de pionera en la literatura de su nación, ha sido
comparada por algunos estudiosos puertorriqueños con el Poema de Mío Cid
o el Martín Fierro (piedras sillares, respectivamente, de las Letras
españolas y argentinas).
Desde muy temprana edad supo
conciliar Manuel A. Alonso su innata vocación literaria con un acentuado interés
científico que, en 1842, le llevó a cruzar el Atlántico para cursar, en la
Universidad de Barcelona, estudios superiores de Medicina. Esta prolongada
estancia en la metrópoli resultaría a la postre providencial no sólo para su
formación médica, sino también para la forja de su espíritu humanístico. En
efecto, el escritor de San Juan enseguida comparó la agitada vida política que
había conocido en España con la situación colonial de Puerto Rico, y de este
análisis extrajo la conclusión -presente a lo largo de toda su obra- de que en
el territorio insular era imprescindible una reforma político-administrativa
precursora de la emancipación respecto a la metrópoli. Al mismo tiempo, durante
su estancia en Barcelona quedó imbuido de la poderosa corriente literaria
costumbrista que entonces comenzaba a arraigar con fuerza en las Letras
españolas, y supo asimilarla a la par que mantenía el contacto con las noticias
culturales que le llegaban desde su lejana isla.
Entre estas novedades,
sin duda la que más entusiasmó al grupo de jóvenes escritores puertorriqueños
destacados en la Universidad de la Ciudad Condal fue la aparición, en su
territorio natal, de un volumen colectivo titulado Aguinaldo puertorriqueño
(1842), obra que, desde su salida de la
imprenta, fue considerada como la primera manifestación generacional del
Romanticismo en la isla. Bajo el estímulo de esta obra miscelánea surgió en
Barcelona un volumen similar, titulado Álbum puertorriqueño (1843), con
el que los estudiantes antillanos con inquietudes literarias (entre ellos, el
propio Manuel A. Alonso) quisieron sumarse a la brecha abierta por los primeros
románticos de su tierra.
Una vez licenciado en medicina
y cirugía, el joven escritor regresó a Puerto Rico en 1849, no sin antes haber
dado a la imprenta española (después de "muchas horas robadas al sueño",
según su propio testimonio) la primera versión de su obra magna, presentada
entonces bajo el epígrafe de El Gíbaro. Cuadro de costumbres de la isla de
Puerto Rico (Barcelona: Imprenta de Juan Olivares, 1849). Este libro fue
saludado inmediatamente por críticos y lectores como la primera muestra del
costumbrismo de la isla antillana, capaz de presentar numerosos rasgos
autóctonos que, sin renegar de sus claras influencias españolas ni de ciertos
aspectos compartidos con el costumbrismo de otras regiones hispanoamericanas,
permitían ya hablar de una literatura puertorriqueña propiamente dicha.
A pesar de la fama de que gozó
en su isla natal, Manuel A. Alonso volvió a afincarse en España durante otros
dos largos períodos de tiempo (1858-62 y 1866-71), en los que ejerció con
notable fama su profesión galénica. A partir de 1871 se asentó definitivamente
en Puerto Rico, donde su constante presencia en los ambientes científicos,
culturales y políticos le consagró como uno de los más destacados próceres de su
tiempo. Entre los diversos cargos relevantes que desempeñó, figura el de
director del Asilo de Beneficencia, puesto que no le distrajo de ese firme
compromiso reformista en el que se había enrolado junto con otros brillantes
escritores de su época, como Alejandro Tapia y Manuel Fernández Juncos.
Convertido en uno de los más firmes adalides de este movimiento reformista (en
buena parte, gracias a su cargo de director del rotativo El Agente, un
periódico de carácter liberal que le sirvió para difundir su ideología política
y parte de su creación literaria), supo también mantener vivas sus aficiones
literarias, que le permitieron publicar, en 1883, la segunda parte de El
Jíbaro (San Juan de Puerto Rico: Impresor José González Fonto, 1882-83).
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