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La estructura
política y económica predominante en la Edad Media fue el
feudalismo. Este sistema se desarrolló como respuesta a la desintegración
de la autoridad central y al caos social que surgió tras el fin
del mandato romano. Una jerarquía de hombres poderosos, regidos
por el nuevo sistema de vasallaje y la división territorial en
feudos, sustituyó al antiguo sistema romano de emperador, senado,
provincia, ciudad y pueblo.
El contrato feudal
El feudalismo consistía en un acuerdo entre dos nobles, uno el
señor y otro el vasallo. El vasallo prometía obediencia
y fidelidad a su señor y se comprometía a cumplir una serie
de funciones en su nombre. Los deberes más importantes eran comúnmente:
el servicio militar (normalmente limitado a 40 días al año),
reclutar soldados para el ejército de su señor y proveerlo
de ingresos. Por su parte, el señor se comprometía a dar
protección militar a su vasallo y a proporcionarle los medios de
subsistencia. Con ese fin, el vasallo recibía el control de un
feudo que normalmente consistía en una gran extensión de
tierra, aunque también podía tratarse de funciones lucrativas
y de responsabilidad, como recaudador de impuestos, acuñador de
moneda o agente de aduanas. De ese modo, un señor con muchos vasallos
disponía de fuentes seguras de ingresos además de un ejército.
El contrato feudal era de por vida. El señor podía arrebatarle
el feudo a su vasallo si éste incumplía sus obligaciones.
En cambio, para el vasallo, dejar a su señor era tarea más
ardua. Al principio los feudos no eran hereditarios, lo que constituía
una gran ventaja para el señor. Cuantos más feudos tenía
un señor para repartir, más duramente habían de trabajar
los vasallos para ganárselos. Con el transcurso de la Edad Media,
los vasallos encontraron oportunidades para convertir sus feudos en hereditarios,
dejando a sus señores un número menor de los que disponer
como recompensa.
El juramento de fidelidad u homenaje
sólo podía hacerse entre nobles y caballeros. En la práctica,
la mayoría de los nobles eran ambas cosas, vasallos y señores,
encajando en algún lugar entre el rey y los caballeros de rango
más bajo. Sin embargo, el feudalismo nunca estuvo eficazmente organizado.
Los vasallos podían ser más poderosos que sus señores.
Por ejemplo los duques de Normandía, que controlaban gran parte
de Francia y toda Inglaterra, eran más poderosos que sus señores,
los reyes de Francia. Los vasallos podían tener varios señores,
lo que suponía un problema cuando más de uno requería
sus servicios. Normalmente solía darse preferencia al señor
de mayor rango o más poder. Los nobles también descubrieron
que, de ser lo suficientemente fuertes, podían ignorar las reglas
del feudalismo y atacar a sus vecinos para conseguir sus fines. A finales
de la Edad Media, este tipo de guerras privadas se había vuelto
endémico.
La crisis del feudalismo
Al principio de la baja Edad Media, Europa Occidental se encontraba
dividida en feudos de distintos tamaños. Los reyes, aunque estaban en la
cúspide de la jerarquía de poder, no ejercían una autoridad unificadora
sólida, y las naciones no existían como entidades políticas sino como
grupos culturales. A finales de la baja Edad Media, existía una fuerte
autoridad central en Inglaterra, España, Portugal y Francia. Estos países
habían despojado a los señores feudales de su poder político.
Guillermo el Conquistador instauró
la primera gran monarquía europea tras acceder al trono de Inglaterra
en el año1066. Con la victoria de Hastings, y tras cinco años
más de luchas para sofocar los últimos núcleos rebeldes,
tomó medidas para consolidar su poder. Una sexta parte de Inglaterra
quedó como territorio de la corona; dividió la mitad del
país en feudos otorgándoselos a sus vasallos directos, los
barones normandos; cedió un cuarto de Inglaterra a la Iglesia,
y los anglosajones se dividieron el territorio restante. Impuso un juramento
de fidelidad a todos sus vasallos como máximo representante del
dominio feudal; se hizo dueño y señor de todos los castillos;
prohibió las guerras y estableció únicamente como
legal la moneda real. Estos fueron las primeras medidas importantes que
llevaron a la crisis del feudalismo, aunque no siempre lograron ser reforzadas
por posteriores reyes con menos habilidades que Guillermo.
En el siglo XII, Enrique II, rey
de Inglaterra, creó la cancillería y el fisco, que constituirían
los comienzos de la administración pública. La cancillería
se ocupaba de las leyes y de las transacciones reales; el fisco se encargaba
de la distribución del Erario Publico. Ninguno de estos dos cargos
públicos era hereditario, facilitando así el recambio de
funcionarios no deseados. El personal de la nueva administración
pública no recibía feudos sino un salario, dependiendo así
directamente del propio rey.
La nobleza feudal inglesa impuso
al impopular rey Juan sin Tierra la firma de la Carta Magna en 1215. Este
documento constituía una limitación del poder real, ya que
exigía que el rey estuviera sujeto a las leyes territoriales y
otorgaba a los barones la facultad de tomar parte en las decisiones reales
a través de un Gran Consejo. La redacción de la Carta Magna
dio lugar a importantes interpretaciones siglos más tarde, entre
ellas el concepto de "no hay impuestos sin representación".
Los barones tomaron el poder en 1264 en respuesta a la pretensión
de un rey de ignorar la Carta Magna, gobernando temporalmente mediante
el ya consolidado Gran Consejo, que pasó a llamarse Parlamento.
El nuevo Parlamento no sólo incluía a los barones y a los
altos cargos eclesiásticos, sino también a los representantes
de grandes ciudades.
Aunque este gobierno parlamentario
fue de corta duración (15 meses), ya no se pudo ni callar ni ignorar
al Parlamento. Desde entonces, sólo el Parlamento tenía
el poder de revocar las leyes que eran aprobadas; no se podían
imponer impuestos sin su aprobación, y cuando los reyes necesitaban
dinero rápido (por ejemplo, durante la guerra de los Cien Años),
el Parlamento les obligaba a menudo a ceder poder a cambio del consentimiento.
Independientemente de la habilidad del rey de turno y de algunas revueltas
ocasionales de la nobleza, el Parlamento y la administración pública
siguieron creciendo en importancia y demostraron su capacidad para gobernar
el país.
Mientras el rey, la administración
pública y el Parlamento reducían desde arriba el poder de
los barones, una tendencia en el mismo sentido surgía desde la
base de la jerarquía feudal. Diversos factores hicieron que los
siervos se liberaran de sus contratos con los señores feudales,
entre ellos el aumento de la población de las ciudades, el cese
de las incursiones bárbaras y una terrible plaga que asoló
Europa en el siglo XIV.
La peste negra
A mediados del siglo XIV, una plaga
conocida como la peste negra asoló repentinamente Europa con un
efecto devastador. Se extendió por Occidente desde Asia Central,
apareciendo en el área del Mar Negro en 1346. Desde allí,
se extendió hacia el sudoeste hasta el Mediterráneo y avanzó
rodeando las costas del Atlántico Norte hasta llegar al Báltico.
Hacia 1348 ya estaba en España y Portugal; hacia 1349 en Inglaterra
e Irlanda; hacia 1351 en Suecia; y hacia 1353 en los estados bálticos
y Rusia. Tan sólo zonas aisladas y apenas pobladas se libraron
de ella. Según se estima actualmente, murió entre un tercio
y la mitad de la población de Europa, Oriente Medio, Norte de África
y la India.
La Peste Negra era probablemente
una variedad de la peste bubónica, una peligrosa infección
bacteriana que sigue existiendo hoy en día. La bacteria se transmitía
a través de la saliva de las pulgas que habían succionado
la sangre de ratas infectadas. Al morir las ratas, las pulgas saltaban
a los seres humanos y la bacteria se extendía rápidamente
por la sangre. La peste tomó su nombre de uno de sus más
terribles síntomas: las dolorosas lesiones de aspecto negruzco
que exudaban sangre y pus. Las víctimas eran presa de una fuerte
fiebre y deliraban. La mayor parte moría en un plazo de 48 horas
pero, afortunadamente, una pequeña minoría lograba superar
la enfermedad y sobrevivir.
Ciudades enteras fueron
arrasadas, cayendo en el olvido la relación social entre señor y siervo.
Se empezó a valorar ante todo a la gente capaz de cultivar o fabricar. Una
vez extinguida la epidemia, se aceleró la emigración.
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