|
NOSOTROS,
puertorriqueños libres y luchadores activos por la independencia de
nuestra patria, nos reunimos hoy en esta Plaza de la Revolución de Lares
para conmemorar el aniversario número 128 de la proclamación de la
primera República de Puerto Rico.
Se ha rebasado ya la primera mitad de
la década final del siglo, la cual fue proclamada por las Naciones
Unidas como la del fin del colonialismo en el mundo. Puerto Rico sigue
sometido a un régimen de dominación colonial por parte del gobierno de
Estados Unidos. Así lo reconoció el Comité de Descolonización de la ONU
desde 1972, cuando aprobó una resolución en la que sostiene "el derecho
inalienable del pueblo puertorriqueño a la libre determinación y la
independencia de conformidad con la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea
General" y acordaba encargar "a su grupo de trabajo que le presente a
principios de 1973 un informe que se refiera concretamente al
procedimiento que ha de seguir el comité especial para la aplicación de
la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General con respecto a Puerto
Rico." Posteriormente esa resolución fue ratificada por la Asamblea
General al aprobarse en su totalidad el Informe del Comité de
Descolonización de ese año, que incluía dicho texto. De igual manera, se
han aprobado quince otras resoluciones y decisiones del Comité Especial
en el curso de los años desde 1973 hasta el 1991. Anualmente, desde 1973
hasta el presente, se lleva a cabo una audiencia por el Comité Especial
en la que se escuchan peticionarios sobre el caso de Puerto Rico.
A partir de 1992, el Comité Especial
de la ONU ha pospuesto año por año la toma de una resolución final sobre
el caso de Puerto Rico en la expectativa de que se produjeran consultas
a distintos niveles que propiciaran una solución procesal sobre nuestro
caso.
Esas consultas, en lo que respecta al
gobierno de Estados Unidos, no han producido ningún resultado positivo.
Todas las voces oficiales de Wáshington, tanto en la rama legislativa
como ejecutiva, siguen abroqueladas en la afirmación insólita de que
Puerto Rico es una propiedad de los Estados Unidos. Invocan como título
la transferencia que le hizo España del dominio de la isla mediante el
Tratado de París de 1898 que puso fin a la guerra entre las dos naciones.
Ignoran repetidamente la evolución que ha marcado la historia en el
curso del siglo veinte, que ha invalidado los títulos de propiedad de
una nación sobre otra, no importa cual sea el origen de los mismos.
Fundándose en tales títulos de propiedad, insostenibles en el mundo de
hoy, afirman temerariamente que el Congreso de Estados Unidos "tiene
poderes plenarios sobre Puerto Rico" y por lo tanto puede "disponer del
territorio" sin limitación alguna. Sobre ese basamento seudo-jurídico,
le niegan a Naciones Unidas jurisdicción y competencia para intervenir
en el caso de Puerto Rico, al mantener a estas alturas la conclusión
arcaica y desacreditada, desechada ya hasta por los viejos imperios
europeos, de que la cuestión de Puerto Rico es un asunto interno de los
Estados Unidos.
Esa posición recalcitrante del
gobierno norteamericano ha llevado al estancamiento y el fracaso de
todos los intentos que se han realizado, algunos de ellos de buena fe,
por las partes puertorriqueñas y otros como meras maniobras de menuda
motivación político-electoral, con el alegado propósito de buscar una
solución al problema colonial de Puerto Rico. Es curioso que todos
aceptan la existencia del problema. Lo extraño es que, aceptándolo,
insistan en levantar sus títulos coloniales como fuente de autoridad
para bregar con la cuestión a su manera. De ahí que pretendan desconocer
las maneras y medios adoptados por la humanidad entera para la
liquidación del colonialismo donde quiera que éste prevalece.
Ante esta situación descrita muy
suscintamente, el pueblo puertorriqueño, representado por nosotros, que
somos los defensores de sus derechos nacionales, reclama el apoyo y
solidaridad de todos los gobiernos y pueblos del mundo para buscar una
solución procesal, en las Naciones Unidas, que se ha venido posponiendo
por un cuarto de siglo, y que no puede postergarse más. Llamamos muy
especialmente a la solidaridad activa con nuestra causa a los gobiernos
y a los pueblos hermanos del Caribe y América Latina, de los cuales
Puerto Rico forma parte integrante.
La nación puertorriqueña es una
frontera de resistencia y defensa de la integridad territorial y la
independencia de los pueblos caribeños y latinoamericanos. Desde los
albores del siglo diecinueve, el pueblo patriota de Puerto Rico, no solo
se negó a servir de instrumento a los dominadores españoles en sus
guerras contra los insurrectos que proclamaban la independencia de las
naciones emergentes de nuestra América, sino que participó, con
centenares de soldados y oficiales a todos los niveles, en muchas de las
batallas que definieron el destino libre e independiente de la América
Latina. Eso fue así, tanto en las épicas bolivarianas en Venezuela de
los primeros años del siglo como en la épica Martiana en Cuba al final
del siglo.
En la actualidad, Puerto Rico es un
bastión imprescindible para garantizar la independencia de nuestros
pueblos e impulsar un destino común de colaboración, integración
económica y creciente intercambio social y político entre los pueblos
caribeños y latinoamericanos. Estamos prestos a ofrecer nuestro aporte
modesto, pero esencial, en los planes prospectivos de la América Nuestra
para acoplarnos a un mundo de mayores interacciones de nuestras
independencias nacionales.
Sostenemos que el camino hacia la paz
y el progreso de la humanidad ha de estar basado en el respeto y
resguardo riguroso de la independencia de todas las naciones. Solo así
podrá aspirarse a un orden internacional predicado en la igualdad de
derechos de todos los pueblos, grandes y pequeños. Lo contrario es
mantener el imperio de los poderosos sobre los más débiles. Y ese es el
germen de la guerra y las peores miserias humanas.
Para que Puerto Rico pueda cumplir el
rol que le corresponde en el complejo mundo del fin de siglo, y
particularmente en la región caribeña de la que somos parte, hay que
alentar el pleno reconocimiento de nuestro derecho a la libre
determinación e independencia. Y eso tiene que hacerse obligando a
Estados Unidos a rectificar su torpe política colonialista respecto a
nuestro país. No hay otra manera de ayudar a nuestra patria a salir del
coloniaje asfixiante que ha evitado nuestro desarrollo pleno a lo largo
de la historia. Este sistema colonial impuesto por Estados Unidos sobre
Puerto Rico, que ya lleva noventiocho años de extensión, ha convertido a
nuestro país, a contrapelo de nuestra indiscutible identidad caribeña y
latinoamericana, en centro de maniobras y ataques militares por parte
del gobierno de Wáshington, contra varias naciones hermanas, sobre todo
las de la región del Caribe. Es tiempo de ponerle fin a esa extensión
impuesta e ilegal de la frontera norteamericana hasta el este del Caribe,
que ha convertido varios países de la región, artificialmente, en
naciones fronterizas con Estados Unidos.
Es tiempo de ponerle fin igualmente
al encarcelamiento de quince luchadores por la independencia que Estados
Unidos retiene en sus cárceles por sus ideas políticas y sus actividades
en defensa de la patria. La lucha por la liberación de los pueblos debe
ser y ha sido premiada en las relaciones internacionales y no debe ser
de otro modo en el caso de nuestra lucha por la independencia de Puerto
Rico. La solidaridad internacional en favor de nuestros presos políticos
resulta indispensable.
Para el pueblo puertorriqueño esta
situación colonial ha sido causa directa de nuestros peores problemas
sociales, incluyendo la dependencia económica de fondos asistenciales
norteamericanos que se nos extienden como una limosna a cambio de que
los gobernantes circunstanciales de la Isla acaten sin protesta la
dominación colonial y se inscriban en el propósito de Washington de
utilizar a Puerto Rico en cada instante para aquello que mejor convenga
a sus intereses de ocasión. El resultado de esa política ha sido que el
colapso periódico de nuestra economía, determinado por decisiones ajenas
a nosotros---como es en la actualidad la eliminación de las exenciones
contributivas de las empresas industriales norteamericanas y
transnacionales establecidas en la Isla---conlleve cambios drásticos al
esquema económico, lo que impide el ahorro, la acumulación de
experiencias y la estabilización de un patrón de desarrollo fundado en
nuestras necesidades y no en los objetivos de nuestros dominadores.
De aquellos polvos vienen estos lodos.
Hoy impera en Puerto Rico una sub-cultura del crimen, que es hija del
desquiciamiento de la economía, juntado al hecho de que la apertura a
los Estados Unidos ha representado una corriente incontenible de
actividad criminal importada de Norteamérica que llega impunemente a
nuestros puertos y aeropuertos para inundar el país con los más
perniciosos traficantes de toda clase de actividad criminal. Nuestro
llamado mercado común con Estados Unidos ha resultado ser uno de embudo,
que opera en una sola vía. De Estados Unidos hacia Puerto Rico hay
absoluta libertad de tránsito. Pero no así de Puerto Rico hacia Estados
Unidos, que está restringido por las inspecciones de Agricultura
Federal, cuotas de exportación y otros mecanismos dirigidos a limitar el
tránsito de todo lo que vaya desde la isla hacia Norteamérica que ellos
consideren perjudicial a sus intereses. El resultado ha sido que
sufrimos un desasosiego que mengua grandemente nuestra calidad de vida,
siendo Puerto Rico uno de los lugares más peligrosos del planeta por su
vasta actividad delictiva. Y todo ello es un producto de importación
norteamericana.
Ya es tiempo de ponerle fin a nuestro
coloniaje, "Quinientos años de coloniaje es demasiado coloniaje." El
Comité de Descolonización de Naciones Unidas ha vuelto a posponer una
decisión sobre el caso de Puerto Rico este año. Pero esta vez se ha
comprometido a que ésta sea la última posposición. Por eso acordó que a
más tardar en 1997 se tomará una resolución sobre el asunto.
Urgimos a nuestros amigos en todo el
mundo, y especialmente en los países del Caribe y América Latina, así
como en Estados Unidos y Canadá, a que le pidan a los representantes de
este hemisferio en el Comité de Descolonización de la ONU, que son Cuba,
Chile, Granada, Trinidad-Tobago y Venezuela, que realicen una o varias
reuniones de sus delegaciones en Naciones Unidas conjuntamente con
representantes de pueblo de Puerto Rico en lucha por la descolonización,
para formular, puestos de acuerdo, un proyecto de resolución que pueda
someterse al pleno del Comité de Descolonización de la ONU en el verano
del año que viene como propuesta unida del hemisferio a las Naciones
Unidas sobre este importante asunto.
A los gobiernos de los países
americanos integrantes del comité, antes enumerados, les hacemos muy
especialmente el pedido descrito arriba. En ustedes ponemos la esperanza
de este pueblo que sufre, lucha y aspira por su libertad nacional y por
darle fin, sobre este suelo, a las jornadas libertadoras que iniciaron
en el hemisferio americano todos nuestros pueblos, empezando por la
Revolución de Independencia que proclamó la primera república en América
en Filadelfia, en 1776, al proclamar la Declaración de Independencia de
Estados Unidos, siguiendo con las grandes épicas independentistas que
encabezaron Bolívar, el Padre Hidalgo y San Martín, en nuestra América,
e incluyendo las gestiones libertadoras que han llevado a la
independencia a nuestros pueblos hermanos del Caribe insular.
Un pueblo trabajador, pacífico y
lleno de esperanzas les llama a la solidaridad. Ponemos nuestra fe en
que la humanidad no va a abandonarnos y a tolerar que nos convirtamos en
la última colonia del planeta. Sabemos que, siendo nuestro reclamo justo
y razonable, tendrá la respuesta favorable que esperamos con confianza
plena en nuestro destino de libertad.
|
|