Lectura (Nuestro Tiempo: noviembre 1997. Luis
Echarri)
¿Agoniza el planeta?
Las discusiones sociales, económicos o científicos
suelen tener, como el cine su Gordo y su Flaco, dos personajes que personalizan
los polos de la discusión. En el debate sobre la existencia, o no,
de recursos para una población creciente, estos dos personajes son,
sin duda, Paul Ehrlich y Julian Simon.
Paul Ehrlich ha dedicado muchos años de su vida
al estudio entusiasta de las mariposas, pero lo que le hizo famoso fue
el libro que publicó en 1968 con el título de "La Bomba de
la Población". Escribió este libro movido por la situación
de la India en un momento, en el que coexistían una gran hambre
y un fuerte aumento de población. Desde entonces Ehrlich, y muchos
con él, se ha esforzado en centrar la atención pública
sobre la relación directa que se da, en su opinión, entre
una población en crecimiento excesivo con una explotación
salvaje y peligrosa de los recursos naturales y una destrucción
acelerada del ambiente.
Julian Simon, profesor de business administration
en la Universidad de Maryland y autor de decenas de libros, mantiene todo
lo contrario. En su opinión el ingenio humano siempre ha sabido
hacer frente a los problemas que se nos han ido planteando, y prueba de
ello es que, de hecho, estamos mejor que nunca en todos los aspectos materiales
que queramos considerar: expectativa de vida; nivel de salud; disponibilidad
de recursos alimenticios, minerales, recursos energéticos, etc.
Su tesis es que no hay problemas que no vayamos a resolver con el trabajo
y el ingenio, y que no es preciso en absoluto ningún cambio revolucionario
en nuestro sistema social y económico, para ir enfrentándonos
a los problemas del futuro.
Simon no solo mantiene sus ideas en decenas de libros
y cientos de artículos, sino que también es capaz de jugarse
el dinero por ellas, lo que no deja de ser meritorio en un campo en el
que tantas veces se manejan las ideas como una máquina de hacer
fama y fortuna. No es raro encontrar en los escritos de Simon ofrecimientos
de apuestas sobre la verdad de los pronósticos optimistas que hace.
Poca gente se las acepta, y menos después de que en 1990 ganara
la que había hecho con Ehrlich en 1980. Habían apostado sobre
la evolución de los precios de un grupo de metales de gran consumo.
Ehrlich , en su habitual pesimismo, presagiaba que subirían fuertemente
porque preveía que las reservas serían cada vez más
escasas. Simon aseguraba que nuevas reservas aparecerían, o que
otras alternativas se encontrarían para los metales más escasos,
pero que, en definitiva, el precio bajaría. Simon se embolsó
los 100 000 dólares en disputa, aunque eso no ha sido suficiente
para disuadir a Ehrlich de la validez de sus ideas.
Ehrlich, y los que piensan como él, no le ganarán
las apuestas a Simon, pero lo que si han ganado, y por amplio margen, es
la opinión pública. Hoy, las simplificaciones de la opinión
pública ambiental, y una gran parte de la literatura "verde", están
asociadas a las ideas de Ehrlich, Meadows, etc. Pero está visión
del tema no es la de los estudiosos y profesionales que se dedican a estas
tareas. Ante muchos problemas podemos ser optimistas. Para muchos otros
se van encontrando vías de solución eficaces. Bastantes de
las denuncias catastrofistas carecen de base o son generalizaciones inadecuadas.
Tenemos problemas ambientales. Y algunos de ellos son importantes. Pero
tenemos la capacidad de afrontarlos y de resolverlos. |