Metales tóxicos
Metales tan conocidos y utilizados como el plomo, mercurio,
cadmio, niquel, vanadio, cromo, cobre, aluminio, arsénico o plata,
etc., son sustancias tóxicas si están en concentraciones
altas. Especialmente tóxicos son sus iones y compuestos.
Muchos de estos elementos son micronutrientes necesarios
para la vida de los seres vivos y deben ser absorbidos por las raíces
de las plantas o formar parte de la dieta de los animales. Pero cuando
por motivos naturales o por la acción del hombre se acumulan en
los suelos, las aguas o los seres vivos en concentraciones altas se convierten
en tóxicos peligrosos.
La industrialización ha extendido este tipo de
polución ambiental. Por ejemplo en los países más
desarrollados la contaminación con el plomo procedente de los tubos
de escape de los vehículos ha sido un importante problema, aunque
desde hace unos años se está corrigiendo con el uso de gasolinas
sin plomo. También la contaminación en los alrededores de
las grandes industrias metalúrgicas y siderúrgicas puede
alcanzar niveles muy altos y desechos tan frecuentes como algunos tipos
de pilas pueden dejar en el ambiente cantidades dañinas de metales
tóxicos, si no se recogen y tratan adecuadamente.
Intoxicación
por plomo
La intoxicación con plomo causa daños
en el cerebro y algunos historiadores han especulado con la posibilidad
de que el debilitamiento del Imperio Romano hubiera podido estar relacionado,
al menos en parte, con una disminución en la capacidad mental de
las clases dirigentes romanas, provocado por una intoxicación con
plomo. Los romanos guardaban el vino en recipientes con plomo y la acidez
de esta bebida hacía que algo del plomo se disolviera y fuera ingerido
por las personas cuando tomaban el vino.
Ya en épocas más actuales y con datos más
firmes, un Informe para el Congreso de los Estados Unidos, en 1988, identificaba
la exposición al plomo como un importante problema de salud pública,
especialmente para los niños. Según este informe, en un país
desarrollado, el plomo que afecta a las personas procede, principalmente,
de las pinturas que contienen compuestos de plomo, de la gasolina, de las
estaciones de servicio, del polvo del suelo, de los alimento y del agua.
Los niños todavía no nacidos y hasta la edad de preescolar
son los que más vulnerables a estas intoxicaciones porque durante
el desarrollo embrionario se está formando el sistema nervioso y
es la época en que puede ser más afectado, porque los niños
pequeños juegan y chupan objetos sucios y porque sus sistemas digestivos
absorben con mayor facilidad los metales tóxicos.
Intoxicaciones
por mercurio
En el siglo XIX era frecuente que los trabajadores de
la industria textil de fabricación de sombreros sufriera enfermedades
neurológicas. Da una idea de la extensión de este problema
el que se solía decir: "Loco como un sombrerero". Estas enfermedades
se producían porque se usaban compuestos con mercurio para la fabricación
de los sombreros.
En épocas más recientes, en la década
de 1960, cientos de habitantes de Irak, Irán, India y Pakistán,
murieron intoxicados por haber comido semillas de cereal que habían
sido tratadas con un fungicida que contenía compuestos de mercurio.
Las semillas tratadas con ese veneno se repartían a los agricultores
para que las sembraran, no para que las comieran, y el fungicida las protegía
de su destrucción por los hongos. Esto estaba claramente explicado
en las etiquetas de los paquetes de semillas, pero muchos de esos campesinos,
con muy escasa formación, no entendieron claramente las repercusiones
que podía tener el ingerir las semillas y se intoxicaron.
Otra importante intoxicación con mercurio fue la
de la Bahía de Minamata, en Japón. Una fábrica de
productos químicos había estado vertiendo compuestos de mercurio
de baja toxicidad a la bahía durante varios años (!932 a
1968). La actividad de los microorganismos anaeróbicos de los sedimentos
convirtió esos vertidos en metilmercurio que es un compuesto muy
tóxico y que se va acumulando en la cadena trófica. Los peces
acumularon dosis altas de metilmercurio y cientos de personas de la población
próxima, que se alimentaban principalmente de la pesca, sufrieron
la que se suele llamar enfermedad de Minamata que causa importantes daños
en el sistema nervioso y lleva a la muerte a casi la tercera parte de los
pacientes.
Procedencia
de la contaminación con metales tóxicos
Contaminación
natural
Algunos elementos químicos, como el cadmio, cromo,
cobalto, cobre, plomo, mercurio, níquel, plata y uranio, se encuentran
repartidos en pequeñas cantidades por todas partes. Todos estos
elementos son potencialmente tóxicos y pueden dañar a los
seres vivos en concentraciones tan pequeñas como de 1 ppm. Además
de ser elementos que se encuentran en la composición normal de rocas
y minerales, pueden ser especialmente abundantes como resultado de erupciones
volcánicas, o por fuentes de aguas termales. Algunos compuestos
de estos metales pueden sufrir acumulación en la cadena trófica,
lo que origina que a pesar de encontrarse en dosis muy bajas en el ambiente,
pueden llegar a concentrarse en plantas o animales, hasta llegar a provocar
daños en la salud.
Otros elementos, especialmente aluminio y hierro son muy
abundantes en las rocas y en el suelo, y también pueden ser tóxicos,
pero afortunadamente se encuentran en formas químicas no solubles
y es muy difícil que los seres vivos los asimilen.
Contaminación
artificial
La agricultura usaba algunos pesticidas inorgánicos
como arseniatos de Pb y Ca, sulfato de Cr, etc, que eran muy tóxicos.
Se han usado hasta hace no mucho tiempo, especialmente en las plagas forestales.
Ahora ya no se usan, pero como son muy persistentes en el ambiente, sigue
habiendo lugares con concentraciones altas de estos productos Algo similar
sucedió con el uso de alquilmercuriales para recubrir semillas que
desde 1960 están prohibidos.
El uso de los lodos de depuradoras como abonos es, en
principio, una buena idea que permite aprovechar los desechos de las plantas
porque contienen una elevada cantidad de materia orgánica, magnífico
nutriente para las plantas. Pero si el agua que llega a la depuradora no
es solo urbana, sino que viene también de instalaciones industriales,
es muy frecuente que contenga metales tóxicos que quedan en los
lodos e intoxican las plantas y el suelo si se usan como abonos.
Los vertederos de minas y las industrias metalúrgicas
son otra fuente de contaminación con metales muy importante en las
zonas en las que están situadas. En los vertederos se suele producir
lixivación cuando el agua de lluvia disuelve y arrastra las sustancias
tóxicas y las transporta por los ríos o contamina las aguas
subterráneas.
Los automóviles contaminan, especialmente en la
franja de unas decenas de metros más cercanas a las carreteras y
en las ciudades. La contaminación con plomo ha disminuido desde
que se ha sustituido el tetraetileno de plomo por otras sustancias antidetonantes
en las llamadas gasolinas sin plomo, aunque algo de plomo siguen conteniendo.
Otro metal procedente de los automóviles es el cins que es un componente
de los neumáticos.
Los
metales pesados de Aznalcóllar amenazan Doñana
El 25 de abril de 1998 la rotura de una presa que
contenía cinco millones de metros cúbicos de agua ácida
y cargada de metales pesados de las minas de Aznalcóllar (Sevilla)
provocó un desastre ecológico de gran magnitud en las cercanías
del mítico Parque Nacional de Doñana.
Todo comenzó cuando se rompió el muro de
contención de la balsa en la que la empresa minera sueca Boliden
Apirsa vierte los residuos de la explotación de pirita de la mina.
Una gran masa de aguas ácidas y lodo negro bajó por el río
Guadiamar, afluente del Guadalquivir. La gran acidez del agua (pH 2) fue
dejando sin vida todo lo que encontraba a su paso y fueron retirados toneladas
de peces y otros organismos muertos para evitar la contaminación
de las aves y otros animales que se hubieran podido alimentar de ellos.
Aunque la riada se logró desviar hacia el Guadalquivir
evitando que los lodos tóxicos entraran al interior del Parque,
la preocupación sobre los efectos a medio y largo plazo continúa.
El plomo, cobre, zinc, cadmio, arsénico y otros metales que han
quedado depositados en la zona son el mayor riesgo. Las labores de limpieza
intentan retirar todos estos lodos tóxicos pero esa es una tarea
difícil y de inciertos resultados. Como decía una ecologista:
«Los metales pesados no arden, no explotan, no hacen ruido, son la
muerte silenciosa. Se infiltran en los acuíferos, son muy tóxicos
y se van acumulando en el organismo. Además, se transmiten por la
cadena trófica, de presas a depredadores».
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