Agustín Ibarrola Goicoechea

(1930- ) Pintor español, nacido en Basauri (Vizcaya), en el seno de una familia de trabajadores industriales. En 1946 Agustín Ibarrola había realizado su primera exposición y en 1948 la Diputación vizcaína y el Ayuntamiento de Bilbao le concedieron una beca para estudiar en Madrid con Vázquez Díaz.

Desde 1951 a 1955, fecha en que se trasladó a París, Agustín Ibarrola realizó exposiciones en Bilbao, Valladolid y Madrid y, de vuelta de la capital francesa, donde trabajó en los más duros oficios, el año 1956 llevó a cabo una serie de muestras itinerantes por varias localidades vizcaínas en compañía de otros artistas de su generación. En 1957 formó parte del grupo fundador del «Equipo 57», junto a J. Duarte, J. Serrano, A. Duart y J. Cuenca. Esta etapa está dedicada a la búsqueda de nuevos elementos plásticos en los campos visual y cinético, sobre la base constructivista que establecieran Pevsner, Gabo y Vasarély.

Por sus actividades comunistas, Agustín Ibarrola estaba en el centro penitenciario de Burgos (1963) cuando se celebró en Londres una exposición organizada por Appeal for Amnisty in Spain, en la que sus dibujos y grabados sobre el tema de la represión en España fueron comparados en su significación con los del Goya de los Desastres de la guerra.

El bosque de los tótems (1996)

En 1987 se celebró en Madrid una exposición antológica de su obra, en la que aparecían por primera vez otros dos aspectos de su actividad creadora: las construcciones escultóricas realizadas con traviesas de ferrocarril usadas, una de las cuales preside una fachada interior de la estación de Abando en Bilbao; también aparecían en esta muestra imágenes de su intervención pictórica en el bosque de Oma, cercano a Gernika, donde reside el artista.

La pintura de Ibarrola, presente en varios museos y colecciones de Europa, fue evolucionando hacia un poderoso expresionismo donde, al paso que se recogen las tradiciones plásticas del arte vasco, se exalta el mundo industrial contemporáneo con las masas laborales como protagonistas, todo ello planteado con una grandeza monumental que se reclama cada vez más del muralismo.

El preso, de Agustín Ibarrola