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Rubén Darío (1867-1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, nacido en Metapa y muerto en León. De niño y adolescente pasó ciertas dificultades económicas, pero su precocidad como escritor le permitió publicar desde muy joven, y después de pasar una etapa trabajando en la Biblioteca Nacional de Managua, viajó a El Salvador y luego a Chile. Fue precisamente en Santiago donde Ruben Darío consolidó su cultura literaria, al estudiar a fondo las nuevas corrientes poéticas europeas. Tras publicar en 1887 tres libros de poemas, Abrojos, Canto épico a las glorias de Chile –libro de exaltación patriótica y enraizado en la poesía tradicional–, y Rimas -tributo a Bécquer-, al año siguiente apareció Azul, la obra que sentaría las bases del modernismo. Reconocido como jefe de filas de este movimiento, consolidó su posición con Prosas profanas y otros poemas (1896-1901), Cantos de vida y esperanza (1905) y El canto errante (1907), tres libros con los cuales alcanzó su madurez lírica y que aparecieron articulados en un prólogo común que constituye la más clara exposición de su poética. Antes, en 1896, en Buenos Aires, donde dirigía junto a Ricardo Jaime Freyre la Revista de América, había publicado la colección de artículos titulada Los raros, dedicada a personajes literarios (en su mayoría franceses, aunque también se incluían otros como José Martí, Ibsen o Poe) que Darío consideraba próximos a la renovación literaria que llevaba a cabo. En 1899 llegó a Barcelona, donde escribió sus primeras crónicas; posteriormente, en Madrid, tuvo ocasión de frecuentar a los componentes de la nueva generación de escritores españoles: Unamuno, Valle-Inclán, Machado, Azorín, Baroja, Juan Ramón Jiménez, etc. También en Madrid conoció a la que sería su esposa, Francisca Sánchez, con quien en 1907 tuvo su primer hijo, Rubén Darío Sánchez, nacido en París. Durante estos años fue cónsul de Nicaragua en París y luego en Madrid, pero en 1910 la revolución de Estrada lo destituyó de todos sus cargos. Colaboró entonces en revistas literarias y escribió el libro de versos Poema de otoño. A finales de 1912 se trasladó a Palma de Mallorca, donde escribió Canto a la Argentina y otros poemas y dos obras autobiográficas: La isla de oro (1913) y La vida de Rubén Darío escrita por él mismo (1914), donde relata los últimos años de su vida, cuando era ya un hombre alcoholizado y enfermo. La obra poética de Rubén Darío Inspirador y máximo representante del Modernismo, Ruben Darío destaca por la riqueza y musicalidad de su poesía y por las invenciones métricas que aportó a la lírica en lengua castellana, inspiradas en parte en Victor Hugo. Darío fue el gran asimilador de corrientes y estilos, en especial del parnasianismo y del simbolismo franceses. Llevó a cabo una renovación radical en los conceptos básicos de la poesía, ritmo desbordante, palabras sugestivas y eufónicas, metáforas deslumbrantes, formas métricas y combinaciones de versos insospechadas, colores y tonalidades que la poesía de entonces desconocía. Todo esto aparece de pronto con Rubén Darío. Así sus poemas se convierten en unas grandes sinfonías. Por lo que al contenido se refiere, hallamos constantemente el gusto por las situaciones convencionales, el fervor místico y la exaltación pagana, la gran visión histórica y la nota angustiosa y pesimista. El conjunto de tales innovaciones formales y de contenido es lo que ha recibido el nombre de Modernismo.
Todo esto quedó revelado ya en Azul..., que podemos considerar propiamente como su primer libro, y llegó a su punto culminante en el segundo, Prosas profanas y otros poemas (1896), donde el dominio de los elementos eufónicos del verso de Ruben Darío llega a su máximo, así como también el gusto por lo exótico y convencional. Recordemos las composiciones: «Era un aire suave...», «Sonatina», «Blasón», «Bouquet», «El faisán», «Ite, missa est», «Sinfonía en gris mayor», «Responso», etc. Nunca en la poesía española se habían empleado palabras tan «sonantes» como las que, por ejemplo, se leen en el «Responso» dedicado a Verlaine: «Padre y maestro mágico, liróforo celeste, que púberes canéforas te ofrenden el acanto». Semejante disposición de acentos y de palabras esdrújulas responde al intento de ensayar en español los metros de la poesía grecorromana, a fin de liberarla de la opresión de las formas tradicionales y dar al período entonación y solemnidad. Tampoco se había dado antes tanta sensibilidad para el color como la mostrada en la «Sinfonía en gris mayor». Con Cantos de vida y esperanza (1905) la poesía de Ruben Darío, sin perder la eufonía que la caracteriza, se vuelve más humana y señala el camino hacia una actitud menos estetizante. Preside el libro una especie de confesión: «Yo soy aquél que ayer no más decía / el verso azul y la canción profana.» Encontramos ya aquí las visiones históricas y los temas políticos, la conciencia, por parte del autor, de que la poesía ha de tener una misión. Una cierta desazón y angustia va acentuándose en el libro, que se cierra con un texto muy significativo, «Lo fatal», poema auténticamente existencial, en el que el tono grandilocuente da paso a una entonación más prosaica y confidencial, angustiosa y desgarrada. El canto errante (1907), aunque recoge composiciones antiguas de aquel tono convencional del primer período, da entrada a los temas de exaltación de la América precolombina y de pesimismo sobre el presente de la América latina. De los primeros puede ser muestra «Tutecotzimi», del segundo la composición «A Colón». Poema del otoño y otros poemas y Canto a la Argentina y otros poemas, libros publicados en 1910, insisten en aspectos anteriores. |
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