La agricultura
Sin duda una de las innovaciones más
sorprendentes fue la agricultura. En cierto sentido, toda la
historia humana gira alrededor de dos Revoluciones: el paso
neolítico de la caza a la agricultura y el moderno paso de la
agricultura a la industria.
Cuando
llegó la edad del bronce, las distintas sociedades distribuidas por
cada continente habían conseguido ya varios avances tecnológicos. Se
desarrollaron arpones con púas, el arco y las flechas, las lámparas
de aceite animal y las agujas de hueso para fabricar recipientes y
ropa. También se embarcaron en una revolución cultural mayor, el
cambio de la caza y la recolección nómada a la práctica sedentaria
de la agricultura.
Este
hecho significó para la humanidad algo cuya importancia solo puede
compararse con el descubrimiento del fuego.
Con
el se inició una nueva etapa, en la que el hombre comenzó a producir
su propio alimento. Mientras el ser humano fue recolector y cazador,
se vio obligado a ser nómade, porque debía trasladarse a los lugares
en los cuales hubiera abundancia de frutos y de caza.
La
agricultura, en cambio, le permitió establecerse en un lugar
determinado y se formaron así las primeras aglomeraciones de
población, creándose las bases para el desarrollo de las culturas
superiores.
La
actividad agropecuaria permitió guardar excedentes de producción,
con lo que se pudo alimentar a un mayor grupo de población,
produciéndose un aumento importante de esta.
A
consecuencia del desarrollo de la agricultura y de la domesticación
de animales se desarrolló la textilería, obteniéndose en forma más o
menos constante fibras como algodón y lino, además de lana para ser
hilada y trabajada en telares. Con la vida desarrollándose en
comunidades mayores, surgieron nuevas necesidades de organización.
Historia
En los
ecosistemas previos a la aparición de la agricultura los seres
humanos no intervenían de manera decisiva para modificar los
equilibrios autorregulados naturales, sino que se limitaban a
aprovechar sus frutos. Las plantas y los animales estaban
adaptados a las condiciones climáticas, a la temperatura, la
humedad, las variaciones estacionales y los suelos. Los ciclos
biológicos establecidos durante largos periodos de coevolución
de las especies presentes en el medio aseguraban la continuidad
autorreproducida de los procesos biológicos y la circulación de
los nutrientes en ele interior del sistema, sin más aporte
externo que la energía del Sol.
Los seres
humanos formaban parte del ecosistema natural, vivían en él y de
él y le restituían las materias nutrientes a través de sus
deyecciones.
Cuando crece la
población humana o sus necesidades materiales, los ecosistemas
naturales pueden dejar de proporcionar los suficientes productos
vegetales y animales aprovechables como alimentos u otras
materias útiles para el ser humano. Su capacidad de sustentación
se reduce. Si la población humana aumenta por encima de esa
capacidad y se descarta la emigración a otros ecosistemas, los
grupos humanos deben recurrir a la agricultura y la ganadería.
La agricultura
de la época industrial introduce cuatro novedades importantes:
mejora genética, mecanización de las labores, uso de
fertilizantes y plaguicidas sintéticos y expansión de regadíos.
Hasta hace
cuatro décadas, los rendimientos agrícolas se basaban en los
recursos internos, el reciclaje de la materia orgánica,
mecanismos de control biológico y patrones de lluvias. Los
rendimientos agrícolas eran modestos pero estables. La
producción estaba salvaguardada porque en el campo se cultivaba
más de un producto o variedad en el tiempo y el espacio, como un
seguro contra la aparición de plagas o la severidad climática.
El nitrógeno del suelo era restablecido por la rotación de los
principales cultivos con leguminosas. Las rotaciones destruían
insectos, malezas y enfermedades gracias a la ruptura efectiva
de los ciclos de vida de estas plagas. Un típico agricultor de
maíz sembraba maíz en rotación con diversos cultivos, como soya,
y la producción de granos menores era intrínseca para mantener
ganado en la finca. La mayor parte del trabajo lo hacía la
familia, que era dueña de la finca, con ayuda externa ocasional.
No se compraba equipo ni se usaban insumos externos (Altieri
1194; Audirac 1997).
En la
actualidad otras novedades, estas de carácter económico-social,
contribuyen también decisivamente a transformar la agricultura:
la orientación al mercado y la especialización.
La introducción
de variedades vegetales y animales genéticamente modificadas ha
dado un salto muy rápido, permitiendo obtener rendimientos en
ocasiones 10 o más veces superiores a los tradicionales.
Con la moderna
industria química se producen fertilizantes, insecticidas y
herbicidas que permiten restituir nutrientes al suelo, combatir
insectos nocivos, parásitos y plagas y eliminar malas hierbas.
El uso de abonos fabricados a partir de minerales extraídos del
suelo y subsuelo permite aumentar el rendimiento de las cosechas.
Estos cambios permiten alcanzar unos elevados niveles de
producción en las cosechas y un ahorro de trabajo humano.
LA MECANIZACIÓN
DE LA AGRICULTURA
La mecanización
sustituye el trabajo humano y la tracción animal con varias
ventajas. Permite ahorrar mano de obra e intensificar las
labores, puesto que las máquinas pueden movilizar grandes
cantidades de energía y no necesitan descanso. Mientras están
ociosas, además, no consumen alimento, como el ganado de labor.
Se había ido
desplazando la producción familiar sustituyéndola cada vez más
por una agricultura orientada al mercado, en la que el trabajo
era un elemento esencial de costes (y no un porte familiar de
trabajo cuyo valor no se calculaba) que los empresarios
cultivadores tenían interés en ahorrar.
Por otra parte,
los progresos en el transporte gracias a la aplicación del vapor
al transporte terrestre y al marítimo abarataron drásticamente
los costes, permitiendo la unificación del mercado mundial y con
ello llega la competitividad.
La mecanización
del campo en España es un fenómeno posterior a la Guerra Civil
de 1936-1939. Tras un lento despegue en los primeros 20 años, el
número de tractores se quintuplicó en los años sesenta y se
duplicó en los 70. Luego el crecimiento se ha hecho más lento
hasta alcanzar cerca de las 800.000 unidades. Los motocultores y
las cosechas experimentaros también un crecimiento espectacular.
LAS
MEJORA GENÉTICAS, LOS FERTILIZANTES, LOS HERBICIDAS Y LOS
INSUMOS FITOSANITARIOS
La gran demanda
de cereales debida al crecimiento de la población europea y
norteamericana en el siglo XIX planteó agudamente la necesidad
de intensificar la aportación de nutrientes enanos momentos en
que quedaban pocas tierras cultivables por roturar y cultivar (y
las que quedaban eran las peores) y en que cualquier nuevo
aumento de la producción agrícola parecía requerir un aumento
del rendimiento por unidad de superficie, a la vez que el
aprovechamiento de los fertilizantes tradicionales, estiércol y
abono verde, parecía haber llegado al límite.
La aplicación
de abonos inorgánicos permite aprovechar el suelo sin recurrir
al barbecho ni a la rotación de cultivos, y ha hecho posible
incrementar enormemente la producción agrícola mediante el
cultivo interrumpido y el uso de tierras marginales. Su
aplicación en los países industrializados se generalizó en los
años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo,
después de esta guerra.
Ya en el siglo
XX el aumento del consumo de fertilizantes, obstante, se
acompañó de la obtención de variedades seleccionadas de cereales
con mayor capacidad para absorber nutrientes. Mediante la mejora
genética se ha podido incrementar el índice de cosecha o parte
del grano en relación con la biomasa aérea total, que en las
primeras variedades domesticadas del trigo era del 20% hacia
1920 pasó al 30% y en 1990 alcanzó el 50%. Con ello se esta
cerca del límite absoluto alcanzable postulado por los biólogos
teóricos en un 62%: como no puede sobrepasarse ese porcentaje
sin privar el resto de la planta de la energía que necesita para
vivir, comprobamos que también los procesos de mejora vegetal
todo tiene un limite… que estamos muy cerca de alcanzar (Brown,
1999, 242). Los rendimientos del trigo llegaron en 1995 en el
Reino unido a un record histórico de 77 Qm/ha . Los récords para
los otros cereales ese mismo año fueron de 48 QM/ha. Para el
arroz en el Japón y 79 Qm/ha para el maíz en los EEUU (Brown,
1997, 12).
El abono
inorgánico es fácil de almacenar, se adquiere listo para el uso
y se presta a la distribución mecánica, y por tanto requiere
menos mano de obra que el estiércol y el abono verde. La
reducción de costes que supone el ahorro de mano de obra ha sido
un factor decisivo en al sustitución del abono orgánico por el
inorgánico. Además, como tiene más concentración de elementos
fertilizantes que el orgánico, bastan cantidades menores. A
diferencia del estiércol, no depende de la existencia de una
cabaña ganadera cercan.
En suma es un
fertilizante más congruente con una agricultura rentabilista
(siempre su precio de coste sea suficientemente bajo).
El uso de
abonos inorgánicos, no obstante, tiene problemas. El
abandono del estercolado, sobre todo en las explotaciones
extensivas, degrada la calidad del suelo por falta de materia
orgánica. Ésta confiere al suelo, en forma de humus una textura
esponjosa más apta para retener la humedad, preservar la
microfauna los microorganismos que enriquecen el suelo, evitar
la erosión y asegurar un mayor rendimiento biológico a largo
plazo.
Los suelos sin
materia orgánica se compactan o se mineralizan en exceso. Cuando
se aplica abono inorgánico en cantidades excesivas, el que las
raíces no absorben puede ser arrastrado por lixiviación hacia
las aguas superficiales o subterráneas, contaminándolas. La
eutrofización o - paso de un estado pobre de nutrientes
(oligotrófico) a otro rico en nutrientes (eutrófico), de ríos,
lagos y mares debido al exceso de fosfatos o nitratos que van a
parar a ellos desorganiza los ecosistemas acuáticos,
generalmente en beneficio de ciertas algas y en detrimento de
las poblaciones animales, con la consiguiente reducción de la
riqueza pesquera. Al descomponerse las algas tras su muerte, las
bacterias descomponedoras consumen gran cantidad del oxígeno
presente en el agua, provocando la muerte de los peces. En casos
extremos se lega a situaciones anaerobias, con formación de
sulfuro de hidrógeno de olor pútrido o de metano llamado “gas de
los pantanos”.
El consumo de
fertilizantes en el mundo paso de 14 millones de toneladas en
1950 amas de 140 millones en 1989. Posteriormente se estancó e
incluso retrocedió en los países industrializados, pero ha
seguido creciendo en los demás países (Brown, 1998, 17). En
España el consumo de fertilizantes inorgánicos experimentó su
gran salto adelante en los años 50 y 60 del siglo XX y alcanzó
en los 90 niveles de consumo que multiplican por 7 (fosfatos),
por 12 (potasa) o por 100 (abonos nitrogenados) los niveles de
1945.
LAS
AGRICULTURAS DE HOY
Hoy el
monocultivo, ha aumentado de manera drástica en todo el mundo,
principalmente a través de la expansión geográfica anual de los
terrenos dedicados a cultivos individuales.
El monocultivo
implicó la simplificación de la biodiversidad dando como
resultado final un ecosistema artificial que requiere constante
intervención humana bajo la forma de insumos agroquímicos, los
cuales, además de mejorar los rendimientos sólo temporalmente,
dan como resultado altos costos ambientales y sociales no
deseados.
El cambio
tecnológico ha favorecido principalmente la producción y
exportación de cultivos comerciales producidos, sobre todo, por
el sector de las grandes fincas, común impacto marginal en la
productividad de los cultivos para la seguridad alimentaria,
mayormente en manos del sector campesino. (Pretty 1995).
Hay que decir
que en las áreas donde se ha realizado el cambio progresivo de
una agricultura de subsistencia a otra de economía monetaria, se
pusieron en evidencia gran cantidad de problemas ecológicos y
sociales: pérdida de autosuficiencia alimentaria, erosión
genética, pérdida de la biodiversidad y del conocimiento
tradicional, e incremento de la pobreza rural (Conroy et al
1996).
Los defensores
de la Revolución Verde sostienen que los países en desarrollo
deberían optar por un modelo industrial basado en variedades
mejoradas y en el creciente uso de fertilizantes y pesticidas a
fin de proporcionar una provisión adicional de alimentos a sus
crecientes poblaciones y economías
Pero como hemos
analizado anteriormente, ni la biotecnología reduce el uso de
agroquímicos ni aumenta los rendimientos de la tierra.
Y dado esto un
gran número de agricultores, ONG y defensores de la agricultura
sostenible proponen que en el lugar de este enfoque intensivo de
capital e insumos, los países en desarrollo deberían propiciar
un modelo agroecológico que da énfasis a la biodiversidad y que
les proporcione una autosuficiencia alimentaria.
Y aquí nos
encontramos con la agroecología.
Cuyas
características son:
-
Se basa en
el conocimiento indígena y la racionalidad campesina.
-
Son
económicamente viables, accesibles y basadas en los recursos
locales
-
Son sanas
para el medio ambiente, sensibles desde el punto de vista
social y cultural.
-
Evitan el
riesgo y se adaptan a las condiciones del agricultor.
-
Mejoran la
estabilidad y la productividad total de la finca y no sólo
de cultivos particulares.
Las causas
reales del hambre son la pobreza, la desigualdad y la falta de
acceso a los alimentos y la tierra. Demasiada gente es muy pobre
(alrededor de dos mil millones sobreviven con menos de un dólar
al día) para comprar los alimentos disponibles (a menudo con una
pobre distribución)o carecen de tierras y los recursos para
sembrarla ( Lappe el al 1998). Por que la verdadera raíz del
hambre es la desigualdad, cualquier método diseñado para
reforzar la producción de alimentos, pero que agudice esta
desigualdad, fracasará en el propósito de reducir el hambre. Por
el contrario, sólo las tecnologías que tengan efectos positivos
en la distribución de la riqueza, el ingreso y los activos, que
estén a favor de los pobres, podrán en realidad reducir el
hambre. Afortunadamente tales tecnologías existen y pueden
agruparse bajo al disciplina de la agroecología. |