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El maquinismo
Los
primeros síntomas de la Revolución Industrial y el nacimiento
del régimen fabril (relativo a la fábrica), tiene sus
orígenes en la máquina textil.
El
punto de partida tuvo lugar en Inglaterra, país que poseía ricos
depósitos de carbón y de hierro y que podía obtener
enormes cantidades de materias primas procedentes de sus muchas
colonias dispersadas en el mundo.
Esta
nación, en el siglo XVIII se había convertido en la potencia
mercantil e industrial más importante del mundo. Sus posesiones se
extendían por todo el globo por lo que las flotas inglesas recorrían
todos los mares y sus comerciantes traficaban en todas las
latitudes.
Dicha
situación aumentó la demanda de muchos artículos, entre los que se
contaban los tejidos de algodón y que por provenir en su mayor parte
de la India, se les llamaba indianas. Debido a que la industria
inglesa, basada en el simple trabajo manual de sus obreros, no
alcanzaba a satisfacer las necesidades crecientes del mundo, y
porque no podía competir con el bajo costo de la obra de los hindúes,
los industriales de la región de Lancashire -vecina al pueblo de
Liverpool- ofrecieron importantes premios a quienes lograsen crear
nuevos procedimientos que fuesen más eficientes que la antigua rueca
y el primitivo telar. A partir de estas ofertas surgieron las
primeras máquinas para hilar, para tejer y para desmontar el algodón.
La
primera máquina para hilar algodón fue lograda por James
Hargreaves, carpintero-tejedor de Blackburn.
Durante los años 1764-1767, inventó un torno o maquinaria
simple, movida a mano y por medio de la cual una mujer podía
hilar, al principio seis o siete, pero después hasta ocho hilos a la
vez. El torno es quizás la más importante de las
máquinas-herramientas. La transformación final del torno en un
instrumento metálico de alta precisión tuvo lugar en el siglo XVIII,
gracias a Maudslay en Inglaterra, que permitió elaborar tornillos
normalizados. Por otro lado, el pedal del torno dio a Watt el modelo
para transformar el movimiento alternativo en rotativo en una
máquina de vapor.
En la
misma época, Richard Arkwright, barbero y confeccionador de
pelucas de la ciudad de Preston, construyó en 1768 el "bastidor".
Era una máquina hiladora movida por una rueda que era
impulsada por una corriente de agua y que producía un hilo más
resistente que la de Hargreaves. La tercera máquina para hilar
algodón fue la de Samuel Crompton, un tejedor de Bolton.
El
inventor de la primera máquina para tejer algodón fue el
clérigo y poeta inglés Edmund Cartwright, quien en 1784,
diseñó un telar provisto de una lanzadera automática, movido por una
energía proporcionada por caballos, ruedas hidráulicas o bien
máquinas a vapor.
Con
la aparición y perfeccionamiento del hilado y el tejido del algodón
aumentó la demanda de ese textil. De ahí que la creación del
norteamericano Eli Whitney se estandarizó rápidamente.
Whitney logró inventar la primera máquina desmotadora de algodón, es
decir, una máquina que quitaba las semillas y las pelusas que
naturalmente se encuentra en él.
Todos
estos inventos provocaron trastornos. El telar hidráulico, la
hiladora mecánica y el telar mecánico se transformaron en máquinas
de gran peso y de grandes dimensiones, que no cabían en casas. De
esta forma, nació la necesidad de emplazarlas en amplios edificios
y, a la vez, contratar obreros que las hicieran funcionar bajo la
vigilancia del dueño o de un administrador. Comenzó, entonces, a
desarrollarse el régimen fabril.
El
científico estadounidense, Benjamín Franklin, convencido que los
rayos eran algo igual a la electricidad estática producida en
Botella de Leyden, demostró en 1752, durante una tormenta eléctrica,
que estaba en lo cierto. Franklin elevó un volantín o cometa y del
cordel que la elevaba amarró una llave metálica. Este experimento
sirvió de base para que el estadounidense inventara el pararrayos.
Años
más tarde, en 1800 Alejandro Volta construye la primera pila
eléctrica.
Durante el siglo XVIII se introdujo tanto en la industria como en la
población el uso de carbón como fuente de energía. En la
industria se vieron los beneficios en la utilización de la máquina
de vapor y en los métodos para fundir y trabajar el hierro.
La
edad del vapor
La
aparición de la máquina a vapor se ha considerado como el
inicio de la Revolución Industrial. La aplicación de esta
fuente de energía realmente transformó el sistema de trabajo
imperante en el siglo XVIII.
Al
comenzar el siglo XIX, tanto Inglaterra como Francia y Estados
Unidos comenzaron a tener un acelerado desarrollo en su industria
manufacturera y el aprovechamiento de esta nueva energía pronto se
utilizó en los buques y ferrocarriles.
El
vapor sería la gran fuerza motriz del siglo XVIII. Se inventaron
máquinas textiles cada vez más precisas, hasta que Santiago Watt
inventó su célebre máquina de vapor en 1765, la que fue patentada en
1769. Este invento permitió que a finales del siglo XVIII se
fabricaran los primeros telares accionados por el vapor, los que
eliminaron una gran cantidad de mano de obra.
Aplicaciones
De
ahí que se ha estimado que pocas invenciones han gravitado tanto
sobre el curso de la historia como la máquina a vapor. Los primeros
intentos de aprovechamiento de vapor datan de 1698, cuando Thomas
Savery construyó la primera bomba accionada por esta fuente.
Luego, en 1712, Thomas Newcomen, inventó el motor de balancín;
en 1769, Nicolas Cugnot desarrollo un remolque de artillería
propulsado por vapor; en 1780, James Watt ideó la primera
máquina a vapor de "doble acción"; 1787, John Fitch construyó
el primer buque a vapor, y en 1804, Richard Trevithick hace
funcionar la primera locomotora arrastrada por una caldera a vapor.
En el área automovilística, en 1769, Cugnot construyó en Francia y
condujo el primer vehículo movido a vapor.
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El barco a vapor:
El primer modelo se denominó "Clermont", construido por el
ingeniero estadounidense Robert Fulton. Dicha embarcación
hizo por primera vez un servicio de regular de pasajeros en
1807, en el río Hudson, entre las ciudades de Nueva York y
Albany, a razón de 8,5 kilómetros por hora. El modelo pesaba 150
toneladas y estaba equipado con una máquina a vapor y un rueda
de pala. A partir de este barco, la navegación a vapor hizo
rápidos avances en Estados Unidos y Europa, y en 1819, el
"Savannah" cruzó el Atlántico. Paralelamente, se vio un auge en
la construcción de canales, entre los cuales destacaron el Suez
en 1869 y el de Panamá, puesto en servicio en 1914.
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El primer submarino:
El mismo creador del barco a vapor, Robert Fulton, fue quien
ideó los planos, que presentó a un directorio francés, de un
buque sumergible llamado Nautilus. En 1801 se realizaron las
primera pruebas de submarino primitivo quedando el artefacto
bajo el agua casi una hora.
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Ferrocarril: Aunque la
primera locomotora utilizable fue originada por Richard
Trevithick en el 1801, el primer ferrocarril verdadero fue
construido por George Stephenson, en 1814 (en la imagen, la
locomotora Rocket construida por Stephenson). Su creación
arrastró, sin dificultad, algunos vagones de carbón, y en sólo
unos años, en 1825, corrió el primer tren de carga y de
pasajeros a una velocidad de 24 kilómetros. A nuestro país, el
primer prototipo de ferrocarril llega recién en 1851, fecha en
que se inaugura el primer ferrocarril de Chile y del hemisferio
sur que tuvo su recorrido entre Copiapó y Caldera.
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Imprenta a vapor: En 1814,
el Times, diario londinense, instaló la primera imprenta de
vapor, que le permitió cumplir en dos horas el trabajo que antes
exigía un día.
Hasta la aparición de estos inventos, las únicas máquinas
existentes eran accionadas por el viento, el agua y los músculos
de hombres y animales.
El maquinismo se desarrolló, primeramente, en Inglaterra hasta
la caída de Napoleón en 1815, pues a partir de esa fecha y en el
transcurso de los siglos XIX y XX, las máquinas fueron
invadiendo los demás países de Europa y del mundo.
Desde
fines de la pasada centuria, la revolución maquinista tuvo, como
fundamental escenario, a los Estados Unidos, donde se realizaron los
más trascendentales adelantos de carácter mecánico. Se inventaron
nuevos medios de comunicación y de transporte. Se crearon artefactos
de uso doméstico que modificaron las condiciones de vida diaria. Por
último, se perfeccionaron las máquinas a vapor y se inventaron los
motores eléctricos y de explosión.
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