Los castillos medievales
Los
castillos son las construcciones más emblemáticas del feudalismo.
El
denominado proceso de encastillamiento de la Europa medieval se
realiza en tres fases a las que corresponden tres tipos de fortaleza:
-
Los
castrum, o formaciones rocosas para refugio del pueblo (siglos
VI al VII).
-
Construcciones más reducidas en estos mismos lugares o en motas
creadas por movimientos de tierras con gran capacidad defensiva
(siglos X al XIII).
-
Reductos de defensa menos altaneros, pequeñas motas señoriales o
casas fortificadas (siglos XIV y XV).
La
multiplicación de castillos se produce a partir del siglo X y hasta
el siglo XV, y muchos de ellos no están relacionados directamente
con la defensa. Estos pertenecen al rey, condes, obispos, etc., en
los que poseen un guarnición (milites castri). Estas estructuras
guerreras no tienen como único fin el asegurar la paz en la región,
sirven también al señor para extender su dominio y hacerlo más
provechoso.
Las
fortalezas juegan un papel muy importante en las guerras medievales.
En realidad estas consistían en una sucesión de asedios y unas pocas
batallas más solemnes y sangrientas.
Los
primeros castillos fueron simples torres rodeadas por empalizadas.
En las fortificaciones había mucha madera que fue sustituyéndose por
piedra a partir del siglo XII. Las murallas se fueron haciendo más
gruesas y altas, reforzándose con taludes. Se crean barabacanas,
torres cubiertas, matacanes, puentes levadizos, etc. Se construían
más torres distribuidas por las cortinas de muros cada vez más
robustas e independientes como la torre albarrana (destacada del
muro) y fosos más profundos.
El castillo no
respondía a normas o estructuras regularizadas. El constructor sé
adaptaba al lugar, al presupuesto y a las necesidades militares del
momento.
Construir un
castillo era muy caro, solo los señores muy ricos y poderosos podían
afrontar su construcción, elegían lugares que eran importantes
conservar en tiempo de guerra, sus constructores no pensaban solo en
tiempo de guerra sino en tiempos de paz. El castillo debía de
abastecerse de comida y otras provisiones con facilidad, también
eran el centro administrativo del señor por lo que estaba a unos
días de camino de su territorio. El castillo necesitaba sólido
cimientos para soportar el peso de sus fuertes muros, quizás lo más
importante junto con las murallas era tener una fuente de agua
limpia para abastecerse durante un asedio.
Los castillos se
componían en su mayoría por:
Muros
gruesos: que podían tener unos sus 2,5
metros de ancho y los de las torres podían ser todavía más anchos.
Foso:
gran zanja llena de agua que rodeaba al
castillo por los lados que no estaban protegidos por el precipicio.
Los peces y aves del foso servían de alimento.
Puente
levadizo: en su posición normal él punte
se extendía sobre el foso lleno de agua, cuando el peligro acechaba
la guardia lo levantaba.
Murallas:
rodeaban al castillo. Eran altas y desde
sus torres los defensores podían ver si alguien se aproximaba para
dispararle con los arcos o las maquinas de asedio.
Puertas:
por lo general era el primer sitio por
donde atacar, era fuerte y tenía trampas crueles que esperaban los
intrusos.
Rastrillo:
protegía a la puerta de los ataques invasores. Tenía forma de reja y
estaba hecho con madera de roble, recubierto con láminas de hierro
para prevenir que fuera incendiado.
Aspilleras:
abertura por las que disparaban los
arqueros, se ensanchaban hacía el interior para que el arquero
pudiera disparar sin exponerse a que le disparasen, también servían
para dejar pasar la luz y el aire.
Torre del
homenaje: en ella vivían el señor y su
familia situada en corazón del castillo, si el castillo era atacado
los defensores se retiraban a ella y luchaban hasta el final.
En tiempos de
paz el castillo podía ser un centro administrativo, un hogar, un
mercado, pero cuando la guerra perdía esos disfraces. Se
convertía en una fortaleza. Él ejército sitiador aguardaba hasta
que los moradores muriesen de hambre o de enfermasen. A menudo
los sitiadores sobornaban a alguien del castillo para que
abrieran las puertas.
Los castillos
que protegían las ciudades tenían a menudo una segunda puerta
trasera. En la sombra de las puertas de la ciudad estaban los
blancos donde practicaban tiro los arqueros. Cuando la
guarnición no practicaba sus habilidades guerreras estaba
ocupadas instalando almacenes y municiones, o reparando sus
armas.
El
trabuquete era una máquina de asedio, que lanzaba
proyectiles a gran altura y podía sobrepasar las murallas desde
una distancia de trescientos metros. Era propulsado por un
contrapeso. el trabuquete no sólo lanzaba piedras, también se
lanzaba vasijas llenas de cal que quemaba la piel, animales
muertos con intención de provocar enfermedades en el castillo, y
en un ataque realmente espantoso se lanzaban cabezas.
El
almajaneque también era una máquina de asedio que disparaba
proyectiles en trayectoria baja, sin alcanzaba gran altura. Las
piedras disparadas golpeaban contra las murallas, en vez de
volar sobre ellas y caer en el recinto.
El mantelete
era una empalizada portátil que protegía a los arqueros o
zapadores que estaban al alcance del defensor.
Las vasijas
incendiarias llenas de líquidos inflamables, como la brea,
prendían fuego a todo lo que había debajo cuando se rompían.
Las
ballestas eran tan poderosas que se convirtieron en un arma
terrible. Para ayudar a traspasar las placas de la armadura, el
ballestero ponía un poco de cera de abeja en la punta, si la
saeta llegaba en ángulo, la cera ayudaba a la punta a ceñirse a
las placas y penetrar mejor en la armadura. Eran más potentes
que los arcos, además de tener otras ventajas como ser más
precisas y poderse disparar en espacios reducidos
El arco
largo necesitaba de gran habilidad para dispararlo. En manos
de un buen arquero era tan potente que podía traspasar un panel
de roble. Era rápido de disparar, en él mismo tiempo que un
arquero empleaba en disparar hasta cuatro flechas el ballestero
solo disparaba una saeta. Había diversos tipos de puntas de
flecha para diferentes cometidos, como traspasar una armadura,
matar caballos e infantes.
La marca de
fuego en el cuerpo de un criminal era la pena de algunos delitos.
Un malhechor marcado con una M no podía esconder su
culpa, la sentencia se ejecutaba inmediatamente.
La pena para
los prisioneros que no querían confesar era ser aplastados hasta
morir. Era una muerte lenta, agonizante y muchos pedían que se
saltara encima para morir antes.
En los delitos
más triviales, como las borracheras y las peleas, el prisionero
era enviado a un cepo para dedos. También se utilizaba
para escolares díscolos.
Las
ejecuciones en la horca, estaban reservadas para crímenes
importantes. Era una muerte lenta, por lo que los condenados
pedían a sus amigos en el camino hacia ella que tiraran de sus
piernas.
La pena para
los crímenes menores, como vender bienes con peso escaso, era
permanecer un tiempo en el cepo. Estructura de madera con
orificios para coger la cabeza y las manos del condenado. En
casos un poco más graves, como propagar falsos rumores, se
clavaban las orejas del reo al tablero.
La pena para la
traición era “colgar, arrastrar y descuartizar” al
traidor. Cuando la víctima estaba medio muerta, el verdugo le
bajaba y le arrancaba las entrañas, cogía el corazón y gritaba “
¡ Mirad el corazón del traidor !”. Las cabezas de los traidores
decoraban las puertas de la ciudad avisando a los que quisieran
conspirar contra el rey. También se exponían en lugares públicos.
Otro castigo
era zambullir al prisionero en el foso o en la alberca de la
villa. Se le sentaba en un taburete y se le bajaba al agua.
Para algunos
criminales el castigo no acababa en el patíbulo. El herrero
remachaba cadenas en el cadáver que se exponía para que otros no
cometieran delito. Otras veces el viento y la climatología
podían reducir el cuerpo a los huesos. Los pájaros anidaban en
la calavera.
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