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Durante
la Edad Media las guerras entre los señores feudales eran frecuentes.
Se usaban armas como la espada y el escudo, que eran muy pesadas, y
los caballeros protegían su cuerpo con armaduras de bronce o de
hierro, formadas por yelmo, coraza y perneras. Comparadas con las
actuales, aquellas armas eran poco efectivas, aun la catapulta que
arrojaba piedras, hasta de más de cien kilos, o la ballesta que
lanzaba flechas. Por eso cuando empezaron a usarse las armas de
fuego causaron gran impacto e importantes efectos.
Con
el transcurso del tiempo, y de los conflictos, las armas de fuego
fueron evolucionando; se hicieron más ligeras, apareció la culebrina
y más tarde el arcabuz, parecido al fusil. Los lombardos (habitantes
de Lombardía, en Italia) crearon un cañón pesado, lento y de poco
alcance. Las bombardas eran una especie de cañones primitivos, a las
que se les colocaba la pólvora y luego una gran piedra. Después se
le prendía fuego y al impactarse hacían enormes boquetes en los
muros de los castillos. Las armas de fuego resultaron más
destructivas que las medievales, y causaban gran mortandad entre los
combatientes.
El
invento chino de la pólvora fue llevado a Europa por los árabes.
Pero se supone que como mezcla inflamable de carbono y nitro
finamente divididos (a la que se agregó posteriormente azufre) se
inventó en el Bajo Rin entre 1320 y 1330. En 1331 se usaron armas de
fuego durante el sitio de Cividale, Italia, por los soldados
alemanes. Durante el sitio de Terni, en 1340, se utilizaron por
primera vez morteros (que con el tiempo dieron origen a los cañones
modernos), en batallas como las de Cahors y Tournai (1345) y
tuvieron un éxito notorio, lo cual condujo a la concentración de la
manufactura de cañones en centros famosos como Augsburgo, después de
1370.
Las
armas medievales como el escudo, lanza, arco y flecha, las
catapultas, arietes, ballestas, etc., fueron reemplazadas
rápidamente por las armas de fuego.
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