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L
a G r a n E n c i c l o p e d
i a I l u s t r a d a d e l
P r o y e c t o S a l ó n H o
g a r |
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La
Iglesia Católica en las Colonias
La
conquista
espiritual y
la religión
La
conversión
de los
indígenas a
la religión
católica y
la
eliminación
de las
antiguas
creencias de
estos era un
propósito al
que los
españoles
daban tanta
importancia
como a la
dominación
militar. Por
eso se dice
que, junto
con las
acciones
guerreras,
hubo en las
colonias una
conquista
espiritual.
Estas
diferencias
provocaron
conflictos
dentro de la
Iglesia
católica y
frecuentes
enfrentamientos
entre los
defensores
de los
indígenas,
por un lado
y, los
colonizadores
y el
gobierno
español por
el otro.
Gran parte
del
conocimiento
que tenemos
sobre las
culturas
indígenas de
la época de
la conquista
se lo
debemos a
los
misioneros.
Aprendieron
las lenguas,
escribieron
diccionarios
y recogieron
información
valiosa
sobre el
saber y las
formas de
vida
prehispánicas.
Numerosos
grupos de
indígenas se
resistieron
a abandonar
sus
creencias,
pero al paso
del tiempo
el
catolicismo
se arraigó
en la
población
india y
mestiza. A
los rituales
religiosos
se
incorporaron
formas de
celebración
y de culto,
que tienen
su origen en
las
tradiciones
antiguas y
que dieron
al
catolicismo
popular una
personalidad
propia.
La iglesia
católica fue la institución que
más riqueza acumuló en bienes
rurales y urbanos. Ésta fue la
encargada de transmitir la
cultura española a los indígenas.
Las comunidades religiosas
enseñaron el idioma y costumbres
y lentamente unificaron una gran
parte de la población indígena
que se comunicaban en diversas
lenguas y poseían diversas
creencias bajo el castellano y
la fe católica.
La
evangelización fue realizada en
un comienzo por los Franciscanos,
los Agustinos y los Dominicos,
después con el Concilio de
Trento, llegaron los Jesuitas,
quienes educan a las tribus,
pues deseaban alcanzar el
desarrollo de las comunidades
indígenas y, a diferencia de los
demás, no usaron la fuerza para
dominarlos. Además el trabajo se
hacía colectivamente, y esto
produjo gran rendimiento y
calidad. "La labor de los
jesuitas se convirtió en el
primer intento americano de
capacitar a los aborígenes para
que pudieran competir y estar en
igualdad de condiciones con los
europeos."
Entre los
misioneros llegados a América
había ideas distintas sobre la
forma de convertir a los
indígenas. Unos pensaban
simplemente en destruir los
templos, prohibir los antiguos
rituales y castigar a quienes
insistieran en practicarlos.
Otros creían que era necesario
convencer a los indígenas
mediante la prédica y el ejemplo;
para lograrlo deberían conocer
la lengua y las costumbres de
cada pueblo y tratar humanamente
a las personas.
Para 1600 “habían pasado a la América
española 5,428 religiosos”. Posteriormente llegaron
capuchinos, carmelitas, jerónimos, trinitarios, oratorianos
y benedictinos. Pero también los hermanos hospitalarios de
San Juan de Dios, desde 1602, y los betlemitas, desde 1655.
Y, entre las órdenes religiosas femeninas, llegaron clarisas,
agustinas, carmelitas y franciscanas, entre otras.
Se cree que en algún momento habían en el
Nuevo Mundo más sacerdotes que en la misma península. Ya en
Cajamarca, en el momento del reparto de Atahualpa, estaba en
evidencia la desproporción: un sacerdote por cada 90
conquistadores. En efecto, recuérdese que estuvieron
presentes el clérigo Juan de Sosa y Fray Vicente Valverde.
En la península, en cambio, había un
sacerdote por cada mil habitantes, aproximadamente.
La evangelización –o mejor, la Iglesia–
“fue –como afirma M.L. Laviana– el aliado indispensable de
la conquista y la colonización; proporcionaba el marco
ideológico necesario para justificar el papel dominante de
los españoles y a la vez permitía ordenar la sociedad de
acuerdo con los patrones europeos. Y –bien podemos ya
decirlo–, organizar a los pueblos de América Meridional en
función de las exigencias económicas del imperio.
Ello pudo darse porque, con gran
eficiencia en relación con sus objetivos, la organización de
la Iglesia siguió el compás de las conquistas militares. En
1504, en Santo Domingo, se constituyó el primer obispado de
América. Y cuando ya casi existían 22 obispados, “con objeto
de emancipar a la Iglesia americana de la tutela del
arzobispado de Sevilla (del que dependían orgánicamente las
primeras diócesis de Indias), se fundan en 1546 las
archidiócesis de Santo Domingo, México y Lima...”.
En lo sucesivo, específicamente a partir
de 1564, cuando se funda la archidiócesis de Santa Fe de
Bogotá –Colombia–, y luego en 1605 la de Charcas –Bolivia–,
la Iglesia se adelantará notoriamente, en lo que a control
del territorio y manejo más descentralizado se refiere, a la
organización burocrática imperial que, ciento cincuenta años
después, en 1719, recién forma por ejemplo el Virreinato de
Nueva Granada –con sede en Bogotá–.
A fines del período colonial existían en
la América española 45 obispados, en tanto que sólo llegaron
a formarse 4 Virreinatos y 13 Audiencias.
¿Has oído hablar de la Inquisición?
En 1571, mientras en Europa se desarrollaban las
guerras de religión, se extendió en la Nueva España la actividad del
Santo Oficio de la Inquisición. Esta organización tenía como fin
investigar y castigar, con métodos muy crueles, a todos aquellos que
no eran fieles católicos. Aunque en la Colonia la acción de la
Inquisición fue menos violenta que en España, provocó abusos y
temores hasta que fue suprimida.
La Iglesia católica fue un elemento central en la vida de la
Colonia. La educación dependía de ella, así como hospitales y
hospicios. Los impresionantes templos y conventos que fueron
edificados en todas las poblaciones novohispanas son muestra del
poder y difusión alcanzados por la religión.
También en las actividades económicas tenía la iglesia un papel
importante. El diezmo, impuesto recibido por las autoridades
religiosas, así como las donaciones hechas por la monarquía y por
los creyentes, dieron a la iglesia grandes capitales, que otorgaba
en préstamo a los individuos y aun al gobierno. Asimismo, acumuló
numerosas propiedades en las ciudades y en el campo, que como no se
podía vender, crearon un acaparamiento poco productivo, lo que
provocaría serios problemas durante el siglo XIX.
Fray Bartolomé de las Casas
Bartolomé
de las Casas, nació en Sevilla en 1472 o 74, cursó estudios de latín,
leyes y humanidades en su ciudad natal antes de partir hacia La
Española en la expedición comandada por Nicolás de Ovando en 1502.
De esta manera Bartolomé continuaba con una tradición familiar ya
que su padre había participado en el segundo viaje de Colón.
En La Española obtuvo en poco tiempo un repartimiento, esto es, una
encomienda de indios, con los que se dedicó desde el primer momento
a la prédica pastoral, sin dejar de ponerlos a trabajar para él,
mientras concluía su formación sacerdotal, lo que ocurrió en 1510,
se le considera como el primer sacerdote ordenado en América.
A pesar de que los postulados dominicos eran ya abiertamente
contrarios a la institución de la encomienda debido a los múltiples
abusos cometidos contra los indios por los españoles en esos
primeros años de colonización, no bastaron sin embargo tales
principios para cambiar la opinión de fray Bartolomé de las Casas,
pues continuó defendiendo la vigencia de la encomienda los primeros
años de su ministerio, beneficiándose, como tantos otros de la
explotación de los nativos.
Zarpa junto a Pánfilo de Narváez rumbo a Cuba, donde acepta el cargo
de capellán militar, a cambio de lo cual recibió un buen
repartimiento en el que se ocupaba "en mandar sus indios de
repartimiento en las minas a sacar oro y hacer sementeras, y
aprovechándose de ellos cuanto podía".
Gradualmente Bartolomé irá
tomando conciencia contraria y distancia práctica con respecto a la
institución de la encomienda, al sentirse definitivamente llamado
por Dios para criticar la encomienda como injusta. Llegó a
considerar que los únicos dueños legítimos del Nuevo Mundo eran los
indios y que los españoles sólo debían acudir allí para ayudar a
convertirlos. Este proceso de toma paulatina de conciencia motivará
que renuncie a todas sus encomiendas e inicie una campaña por la
defensa de los indios, demostrando los diversos aspectos negativos
de las encomiendas.
Su campaña de críticas y denuncias fue dirigida originalmente al rey
Fernando y posteriormente al cardenal Cisneros, quien le nombró
"protector de indios" en 1516. La muerte del rey y el cardenal,
motivará que fray Bartolomé tenga que reiniciar su tarea de crítica,
denuncia y convencimiento con el nuevo monarca Carlos I. Los abusos
de los funcionarios que fueron expuestos públicamente le valió la
enemistad de numerosos administradores y funcionarios, especialmente
de algunos de los miembros del Consejo de Indias presidido por el
obispo Juan Rodríguez de Fonseca.
Las ideas formuladas por Las Casas se proponían la pacífica
colonización de las tierras americanas a través de labradores y
misioneros, mas no soldados. Con este propósito, nuestro fraile,
encabezó un grupo de colonizadores que en 1520 se embarcaron hacia
América, en donde el rey Carlos I les concedió el territorio de
Cumaná (ubicado en la actual Venezuela) para poner en práctica sus
postulados.
Las propuestas lascasianas se
enfrentaron con variados escollos derivados de la propia naturaleza
humana, escollos que condujeron el experimento al fracaso. Pues por
la codicia “natural” de algunos de los colonizadores que abusaban de
los indígenas, éstos aprovecharon para efectuar su “natural”
venganza durante una ausencia de Las Casas acabando con un buen
número de los colonos. Se desató la “natural” espiral de la
violencia, pues los colonos reaccionaron y fray Bartolomé escribió:
“Y porque algunas veces, raras y pocas, mataban los indios
algunos con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí (los
colonos españoles) que por un cristiano que los indios matasen
habían los cristianos de matar cien indios”.
El desastre del experimento de Cumaná motivó su ingreso al claustro
de la orden dominica, iniciando un periodo de retiro que duró
largos16 años. Este intervalo de tiempo no sirvió para acallar su
indignación, por lo que sus críticas contra la encomienda y la
esclavitud de los indios se fortalecieron y sus ánimos se redoblaron
defendiendo el principio que todas las guerras de conquista contra
los indios eran injustas.
“Este
termino o nombre conquista para todas las tierras y reinos de las
Indias descubiertas y por descubrir, es término y vocablo tiránico,
mahoméico, abusivo, improprio e infernal. Porque en todas las Indias
no ha de haber conquistas contra moros de Africa o turcos o herejes
que tienen nuestras tierras, persiguen los cristianos y trabajan de
destruir nuestra sancta fe, sino predicación del Evangelio de
Cristo, dilatación de la religión cristiana y conversión de ánimas,
para lo cual no es menester conquista de armas, sino persuasión de
palabras dulces y divinas, y ejemplos y obras de sancta vida. Y, por
tanto, no son menester los condenados requirimientos que hasta agora
se han hecho, ni esta negociación no se ha de llamar conquista, sino
predicación de la fe y conversión y salvación de aquellos infieles
que están aparejados sin tardanza alguna para recibir a Jesucristo
por universal Criador, y a Su Majestad por católico y bienaventurado
Rey; y este es su proprio y cristiano nombre deste negocio de las
Indias.”
Es necesario señalar, como un rasgo de humanidad, ¡ay! demasiado
humana, que nuestro piadoso misionero estaba a favor de la
esclavitud de los negros, llegando incluso a recomendar la
sustitución de los indios por esclavos negros. Ironías de difícil
comprensión para nosotros modernos demócratas igualitaristas.
Solicitó infructuosamente en diversas ocasiones permiso a sus
superiores para acudir a argumentar sus ideas ante el Consejo de
Indias, pero el fracaso derivado de Cumaná le desacreditaba ante sus
superiores y la deseada licencia sólo llegó tras de 16 años de
insistencia en los que sus ideas fueron tomando forma para dar cauce
a sus primeros libros.
En 1535 partió hacia el Perú pero su barco naufragó frente a las
costas de Nicaragua donde se enfrentó al gobernador Rodrigo de
Contreras al denunciar el envío de esclavos indios al Perú. Al año
siguiente se trasladó a Guatemala para continuar su predicación y
poner en marcha un proyecto de conquista pacífica denominado de la
"Vera Paz". Entre 1537-1538 se logró la cristianización de la zona
de manera pacífica, sustituyendo la encomienda por un tributo pagado
por los indios. Antecedente remoto este aunque bastante
significativo de lo que en otro capítulo llamaremos “Municipalismo
libertario” y que tiene actualmente una expresión concreta en los
municipios autónomos de las comunidades zapatistas en Chiapas.
“Cuanto a las tierras
descubiertas ya, pero no penetradas y que no se saben las gentes y
secretos que en ellas hay, comiéncense a convertir y a ganar por
religiosos, con predicación y buenas obras y ejemplos, dándoles
dádivas y dones de resgates (rescates) de parte de Su Majestad. Y
después de quitado el horror y miedo que tienen de las crueldades e
infamias de los cristianos, comenzarán a contractar los cristianos
con ellos, por vía de resgates, comercio y contractación, y así
cobrarán amor y amistad con ellos. Y comenzando desde la más
propincua provincia o pueblo de cristianos esta conversión y
predicación y pacificación, podrán, el tiempo andando, hacer pueblos
de cristianos más adentro de la tierra, según la disposición y
felicidad y riqueza hobiere en la tierra, hasta que se cundan y
penetren todas las entrañas de la Tierra Firme y se traigan las
gentes de ellas al cognoscimiento de su Dios y nuestro y a la
subjeción y señorío de Su Majestad, según que más largamente dejimos
en los remedios de ella.”
En 1540 regresará a la península, pues estaba convencido de que era
en la corte hispana donde se debía combatir y vencer la batalla a
favor de los indios. Un par de años más tarde, el Consejo de Indias
puede por fin escuchar los planteamientos de Las Casas, sus
opiniones causaron una profunda impresión en el rey Carlos. Y fue
posiblemente derivado por el convencimiento logrado por Las Casas,
que el 20 de noviembre de 1542 se publicaron las "Leyes Nuevas" en
las que se restringían las encomiendas y se prohibía la esclavitud
de los indios. Sin embargo y a pesar de las innovaciones jurídicas
que suponían dichas leyes, Las Casas censuró algunos de sus
contenidos al considerarlas contrarias a sus principios. Por estas
fechas concluyó su obra más importante: la "Brevísima relación
de la destrucción de las Indias" en la que acusa a los
descubridores del Nuevo Mundo de todo tipo de crímenes, abusos y
atropellos. En su momento la obra fue tildada de escandalosa y
exagerada por lo que no cumplió del todo con su objetivo: evitar la
continuación de las conquistas. Sería publicada ilícitamente en
1552, alcanzando gran éxito a lo largo del siglo XVII para
convertirse en una de las fuentes utilizadas en el desarrollo de la
"Leyenda Negra" contra el imperio español.
“Fué inducido yo, fray Bartolomé de las Casas o Casaus, fraile
de Sancto Domingo, que por la misericordia de Dios ando en esta
corte de España procurando echar el infierno de las Indias, y que
aquellas infinitas muchedumbres de ánimas redemidas por la sangre de
Jesucristo no perezcan sin remedio para siempre, sino que conozcan a
su criador y se salven, y por compasión que he de mi patria, que es
Castilla, no la destruya Dios por tan grandes pecados contra su fee
y honra cometidos y en los prójimos, por algunas personas notables,
celosas de la honra de Dios e compasivas de las aflictiones y
calamidades ajenas que residen en esta corte, aunque yo me lo tenía
en propósito y no lo había puesto por obra por mis continuas
ocupaciones. Acabéla en Valencia, a ocho de diciembre de mil e
quinientos y cuarenta y dos años, cuando tienen la fuerza y están en
su colmo actualmente todas las violencias, opresiones, tiranías,
matanzas, robos y destruiciones, estragos, despoblaciones, angustias
y calamidades susodichas, en todas las partes donde hay cristianos
de las Indias. [...]Después de escripto lo susodicho, fueron
publicadas ciertas leyes y ordenanzas que Su Majestad por aquel
tiempo hizo en la ciudad de Barcelona, año de mil e quinientos y
cuarenta y dos, por el mes de noviembre; en la villa de Madrid, el
año siguiente. Hizo las dichas leyes Su Majestad después de muchos
ayuntamientos de personas de gran autoridad, letras y consciencia, y
disputas, y conferencias en la villa de Valladolid, y, finalmente,
con acuerdo y parecer de todos los más, que dieron por escrito sus
votos e más cercanos se hallaron de las reglas de la ley de
Jesucristo, como verdaderos cristianos, y también libres de la
corrupción y ensuciamiento de los tesoros robados de las Indias. Los
cuales ensuciaron las manos e más las ánimas de muchos que entonces
las mandaban, de donde procedió la ceguedad suya para que las
destruyesen, sin tener escrúpulo alguno dello.”
En 1543 Las Casas
rechazó el obispado de Cuzco pero admitió en cambio el
de Chiapas donde el monarca español le encomendó la
puesta en marcha de sus teorías. Fue consagrado obispo
en Sevilla al año siguiente, partiendo a Chiapas. El
recibimiento al nuevo obispo fue muy hostil por
peninsulares y criollos pues los colonos lo consideraban
como el responsable de la publicación de las "Leyes
Nuevas". Escribió entonces un "Confesionario" en el que
advertía a los fieles católicos que: como requisito
básico para la confesión, el confesado tenía que poner
en libertad a los esclavos que poseyera. Esta medida
motivó numerosos disturbios que lo obligaron en 1546 a
marchar hacia México, donde continuó con la misma
política. Sus doctrinas fueron rechazadas por una junta
de prelados. Ese rechazo unánime motivó su último viaje
partiendo de Veracruz con destino a la península, donde
se retiró al convento de San Gregorio en Valladolid. En
la ciudad castellana tuvieron lugar, a lo largo de los
años 1550-1551, las fundamentales discusiones sobre la
legitimidad de la conquista entre Las Casas y Juan Ginés
de Sepúlveda, saliendo victorioso en la práctica de la
“real politik” éste último. Fray Bartolomé renunció a su
obispado y falleció en Madrid en 1566, faltándole apenas
unos pocos años para llegar a la centuria, aunque
prácticamente nada para habitar en la inmortalidad.
El padre Las Casas no fue el primero ni el único de los
humanistas hispanos que asumieron la defensa de los
indios, aspecto que hay que reconocer y valorar como un
rasgo importante de la cultura española de entonces,
pues entre muchos otros, el dominico Antonio de
Montesinos conmovió al Rey Católico, tanto como
escandalizó causando gran alboroto entre conquistadores
y colonos con sus memorables sermones en 1511. Les
preguntaba Montesinos a sus contemporáneos: “¿Éstos
no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois
obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no
entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta
profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por
cierto que, en el estado que estáis, no os podéis más
salvar que los moros y turcos que carecen y no quieren
la fe de Jesucristo.”
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