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L
a G r a n E n c i c l o p e d
i a I l u s t r a d a d e l
P r o y e c t o S a l ó n H o
g a r |
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Vivir con los demás
Reglas mínimas de convivencia para
niños:
1 - Respetar a los demás.
2 - No molestar.
3 - Hacer amigos porque siempre es bueno
4 - Compartir y convivir en paz
5 -También no discriminar a la gente porque se siente mal.
6 - Ser bueno con la familia y ser respetuoso con los padres y los
adultos.
7 - Convivir todos y que nos respeten como nosotros también lo
respetamos.
8- No insultar a nuestros compañeros.
9 - No insultar a la maestra.
10-No pelear
1. Aprender a convivir
Como todas las facetas de nuestras vidas,
la convivencia necesita un
aprendizaje. Desde que somos pequeños estamos relacionándonos con
otras personas, tanto en el ámbito familiar como en el colegio o el
vecindario. Vamos aprendiendo una serie de normas que van a regir
nuestras relaciones sociales.
Los niños suelen ser egoístas e intentan satisfacer sus deseos y
caprichos en cada momento. Al tener contacto con otros niños es cuando
tienen que acostumbrarse a
ceder y no pensar solamente en ellos. Para poder convivir con los
demás, empiezan a adquirir una serie de
conocimientos y reglas, que
proceden tanto de sus padres y profesores como del propio contacto con
otros pequeños. Es lo que
denominamos educación.
Este concepto de educación es fundamental en la convivencia y
comunicación con nuestros semejantes, y no debe entenderse únicamente
como una serie de normas y convencionalismos sociales que debemos
utilizar al tratar con extraños
o con personas que no pertenezcan a nuestro entorno más próximo. Por
eso, también en el ámbito
familiar o con nuestro grupo de amigos y compañeros, debemos aplicar
conceptos tales como tener paciencia, saber escuchar, respetar las ideas
y opiniones de los demás, hablar con respeto, etc.
2. Elementos para una buena convivencia
- El
respeto: Cuando establecemos cualquier tipo de comunicación con otra
persona, la primera premisa es aceptar la dignidad de esta persona como
tal, sin prejuicios ni discriminaciones, y entender que puedan tener
pensamientos y opiniones distintos a los nuestros. Esto no implica que
no podamos discutir o combatir estas opiniones, pero siempre respetando
a la persona.
- La afabilidad:
Entendiendo ésta como una actitud positiva en nuestra relación con los
demás. Un ambiente de cordialidad facilitará nuestras relaciones con los
demás pero si nuestra actitud es recelosa o indiferente, difícilmente
nos llevará a una convivencia satisfactoria.
- La inteligencia: En las
relaciones sociales, las buenas intenciones no son siempre suficientes.
Cuantas veces hemos visto a personas que tienen el dudoso don de la
impertinencia y molestan
continuamente sin ser conscientes de ello. Para tratar con inteligencia
a los demás, es importante saber escuchar e intentar conocer a la otra
persona y, en caso contrario, saber callar en determinados momentos. Una
persona socialmente inteligente sabe estar y comportarse con personas
muy diversas, social y culturalmente, aunque haya tenido quizá menos
formación en la infancia.
- La educación: Es una de
las bases de una buena convivencia, y la podemos considerar como un
compendio de los puntos anteriores.
3. Factores negativos para la convivencia
- Los
prejuicios: Estos implican una mala predisposición de antemano a la
convivencia, lo que nos hará tener una actitud negativa ante los demás
dificultando enormemente la relación. El prejuicio va en contra del
respeto que cada persona merece.
- La intransigencia:
Convivir con los demás supone un esfuerzo en conseguir puntos de
acuerdo. Para ello, todas las partes deben ceder a menudo en sus
posturas. Cuando alguien nunca está dispuesto a ceder, la convivencia no
es posible, se podrá producir una relación de acatamiento o
subordinación, pero nunca de auténtica convivencia.
- La falta de comunicación:
"Hablando se entiende la gente" es un dicho popular realmente acertado a
este respecto. Cuántas veces la falta de comunicación provoca
situaciones difíciles en todos los ámbitos de nuestra vida, que podrían
ser solventadas con una simple conversación.
4. La convivencia en el mundo actual
El ritmo de la vida actual y la revolución en
las comunicaciones han creado un doble efecto: por un lado, hemos
aumentado la cantidad y diversidad de
personas con las que nos
relacionamos, pero por otro, la
calidad de la relación entre las personas se ha hecho más
superficial y más utilitarista.
La vida en las ciudades tiene como común denominador hoy en día la
falta de tiempo. Las prisas
y el estrés no son buenos aliados para la convivencia. La relación con
nuestros vecinos, en muchos casos, se limita a un saludo de rigor y la
convivencia familiar se resiente del cansancio de la jornada laboral.
Un tratamiento especial merece
el impacto que la aparición de la televisión ha tenido en la convivencia
familiar. La televisión no deja de ser un electrodoméstico más, cuyo
objetivo es la información y el entretenimiento y que, usado en su justa
medida, es de suma utilidad.
El problema es cuando este electrodoméstico no deja de funcionar durante
todo el día y comienza a
sustituir las conversaciones entre los miembros de la familia. Por
ello, es recomendable apagar el televisor en los momentos de reuniones
familiares y a la hora de la comida, para favorecer la comunicación
familiar.
4. La Sinceridad
La sinceridad no es algo que
debemos esperar de los demás, es un valor que debemos vivir para
tener amigos, para ser dignos de confianza…
Para ser sinceros debemos procurar decir
siempre la verdad, esto parece muy sencillo, pero muchas veces
cuesta más de lo que se cree. Se utilizan las ‘’mentiras
piadosas’’ para ocultar cualquier cosa que para nosotros es una
tontería, pero que en realidad a la persona que mientes haces
daño, y esta pequeña mentira que en un principio nos es nada se
va haciendo más y más grande hasta que la verdad se acaba
sabiendo y sorprendiendo a quien mientes.
La sinceridad no sólo se ve en las
palabras, sino que también se demuestra por medio de nuestras
actitudes.
Cuando se aparenta lo que no somos (en la
edad, trabajo, amistad…) se tiende a aparentar lo que no se es (más
joven, inteligente, educados…) Si se descubre la gran mentira
que nos han hecho creer se nos viene a la memoria el refrán:
‘’Dime de que presumes… y te diré de que careces’’ y entonces se
produce una gran desilusión ya que se pierden las esperanzas de
lo que la persona no es en realidad.
También indicar que ‘’decir’’ siempre la
verdad con palabras es una parte de la sinceridad, pero también
hay que ‘’actuar’’ acorde con la verdad.
Para ser sincero se necesita tener mucho
‘’tacto’’ y esto significa que cuando debemos decirle a una
persona la verdad de lo que pensamos y esta verdad la incomoda
debemos utilizar las palabras, las expresiones correctas ya que
el primer propósito es ‘’ayudar’’ a esa persona, y esto es
necesario para que la persona escuché y vea que lo que se la
dice va con buenas intenciones y sin ánimo de ofenderla.
La sinceridad también requiere valor ya
que a la hora de decir la verdad a un amigo o a una amiga por
ejemplo, el no decir la verdad no se puede justificar con no
decirlo con el perder una buena amistad o por el concepto que se
tiene de la persona.
La persona sincera siempre dice la verdad,
en todo momento, aunque le cueste, sin temor al qué dirán. Ya
que vernos sorprendidos mientras mentimos es más vergonzoso aún.
Al ser sinceros aseguramos nuestras
amistades, somos más honestos con los demás y a la vez con
nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza
por la autenticidad que hay en nuestra forma de comportarnos y
nuestras palabras.
A medida que nos vamos haciendo más
mayores, la sinceridad debe ir en aumento y debe convertirse en
un elemento básico para vivir nuestra vida con auténtica
plenitud y sinceridad. |
5. ¿Que es el caracter o personalidad?
Carácter (psicología), conjunto de
reacciones y hábitos de comportamiento que se
han adquirido durante la vida y que dan
especificidad al modo de ser individual.
Junto con
el temperamento y las aptitudes configura la
personalidad de un individuo. Con esta noción se
hace referencia a disposiciones permanentes,
profundas y difícilmente modificables. La
génesis y estructuración del carácter han sido
objeto de diversas investigaciones y propuestas
teóricas. Muy conocidas son las de Klages,
Lersch, Wellek, Rothacker, Lewin y Freud. Todas
ellas tienen en común la idea de que el carácter
no se manifiesta de forma total y definitiva en
la infancia, sino que pasa por distintas fases
hasta alcanzar su completa expresión al final de
la adolescencia. En cierto modo, y en tanto que
aprendido, uno es responsable de su propio
carácter; de ahí que el concepto se vea muchas
veces teñido de una valoración moral (se ha
calificado como bueno o malo) y haya sido objeto
de reflexión en la educación.
Personalidad, pautas de pensamiento,
percepción y comportamiento relativamente fijas
y estables, profundamente enraizadas en cada
sujeto.
La personalidad es el término con el que se
suele designar lo que de único, de singular,
tiene un individuo, las características que lo
distinguen de los demás. El pensamiento, la
emoción y el comportamiento por sí solos no
constituyen la personalidad de un individuo;
ésta se oculta precisamente tras esos elementos.
La personalidad también implica previsibilidad
sobre cómo actuará y cómo reaccionará una
persona bajo diversas circunstancias.
Las
distintas teorías psicológicas recalcan
determinados aspectos concretos de la
personalidad y discrepan unas de otras sobre
cómo se organiza, se desarrolla y se manifiesta
en el comportamiento. Una de las teorías más
influyentes es el psicoanálisis, creado por
Sigmund Freud, quien sostenía que los procesos
del inconsciente dirigen gran parte del
comportamiento de las personas. Otra corriente
importante es la conductista, representada por
psicólogos como el estadounidense B. F. Skinner,
quien hace hincapié en el aprendizaje por
condicionamiento, que considera el
comportamiento humano principalmente determinado
por sus consecuencias. Si un comportamiento
determinado provoca algo positivo (se refuerza),
se repetirá en el futuro; por el contrario, si
sus consecuencias son negativas —hay castigo— la
probabilidad de repetirse será menor.
La Universidad de Puerto Rico
Todo comenzó hace más de 100 años. En el pueblo de
Río Piedras se fundo una escuela, la Escuela Normal. Los 154 jovenes que
entraron en esa escuela salieron convertidos en maestros. Luego
construyeron la torre, el teatro, el museo, la biblioteca, y mas pisos
con salones. La Escuela Normal se convirtio en universidad. Es este el
Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
Hubo otras instituciones que precedieron a la
Universidad de Puerto Rico en la tradición de la enseñanza superior. La
primera fue la Universidad de Estudios Generales de Santo Tomás de
Aquino en San Juan, fundada por la Orden de Dominicos en 1532. Tanto el
Seminario San Ildefonso como la Institución de Enseñanza Superior fueron
incorporados posteriormente a aquella universidad. Esta última
institución fue creada en el 1888 bajo los auspicios del Ateneo
Puertorriqueño, siguiendo las normas establecidas por la Universidad de
La Habana. La predecesora inmediata de la Universidad de Puerto Rico fue
la Escuela Normal e Industrial fundada en Fajardo en 1900 para el
entrenamiento de maestros destinados para las escuelas públicas de la
isla. En el 1902, se trasladó la Escuela Normal a su presente localidad
más accesible y centralizada que ocupa hoy el Recinto de Río Piedras. En
el 1903, se reconstituyó como la Universidad de Puerto Rico.
Según Puerto Rico fue desarrollándose durante las
próximas décadas y fueron creciendo sus necesidades, la Universidad
avanzó al mismo paso. La antigua Escuela Normal se convirtió en el
Colegio de Pedagogía en 1925 y en 1926 fueron fundados el Colegio de
Administración Comercial y la Escuela de Medicina Tropical, esta última
con la cooperación de la Universidad de Columbia. Los programas
graduados tuvieron un comienzo prometedor en 1927 con el inicio de
cursos conducentes al grado de Maestría en Estudios Hispánicos. En el
1924, la Escuela de Leyes incorporó los cursos que desde 1913 ofrecía el
Departamento de Leyes. La Escuela de Leyes fue acreditada por la
Asociación Americana de Abogados en 1946 y admitida a la Asociación
Americana de Escuelas de Leyes. Los estudios en el campo del trabajo
social, iniciados en 1929, fueron recogidos en un departamento dentro
del Colegio de Pedagogía en 1934 e incluían un programa graduado de dos
años acreditado por la Asociación Americana de Escuelas de Trabajo
Social. En 1943, este departamento se incorporó a la Facultad de
Ciencias Sociales y en 1947 se convirtió en una escuela profesional a
nivel graduado.
LOS ORIGENES
Con la llegada de los españoles a
Puerto Rico, traen también usos y costumbres relacionados con los
estilos de vida y la cultura. Fernando el Católico quiso ser diferente
en su política y decidió que a los niños de cada poblado en Puerto Rico
se les ofreciera algún tipo de educación. El 20 de marzo de 1503 ordenó
que se les ofreciera instrucción religiosa, lectura y escritura. A
partir de esta orden y hasta varios siglos más tarde, todo lo
relacionado con la educación estaba ligado a la evangelización y no se
encontró ningún otro intento educativo por parte del gobierno. No
obstante, la educación privada para las familias pudientes
económicamente seguía un buen curso. Según señala Coll y Toste, las
directrices que recibe Cristóbal Colón de los Reyes Católicos en las que
se pone de manifiesto la capacidad política que los caracterizó al
reconocer que los indios responderían mejor a los intereses de la Corona
si los hijos de los caciques se incorporaban rápidamente a la cultura de
los colonizadores.
En 1512 se creó la sede Episcopal de San Juan y fue nombrado obispo don
Alonso Manso, quien tenía dentro de sus responsabilidades impartir algún
tipo de educación, por lo que comenzó a enseñar la gramática
española. La Escuela de Gramática, con posible sede inicial en la Villa
de Caparra, se trasladó, en San Juan, al Hospital San Alfonso, el cual
"por estar sin enfermos se usaba como escuela" (Coll y Toste, 1909, 13),
mientras se construía la Catedral, luego al atrio sur de la Catedral y
finalmente a la casa llamada de los Curas o Casa Parroquial (Cuesta
Mendoza, 1946, 59). La Escuela de Gramática funcionó por más de
doscientos años, sostenida por los diezmos de la iglesia y por donativos
de algunos vecinos. El contenido curricular consistía de: lógica,
dialéctica y retórica, aritmética, geometría, astronomía y música, con
el latín como disciplina básica, además de la historia sagrada. También
se impartían nociones de ciencia, arte, política, gobierno, filosofía y
teología.
Para el 1522 se inició la construcción del convento de los Dominicos.
Aquí se enseñaba gramática y arte liberales. Se aceptaban estudiantes de
educación superior. Según el historiador don Aurelio Tió, en este
convento y, por mandato del Papa Clemente VII, se fundó la primera
universidad de Estudios Generales en América. Este relato fue tomado del
documento papal titulado In Splendide die, fechado en 1532.
No se escribió más sobre educación primaria hasta el año 1688 en que el
Obispo Padilla escribe al rey informándole que aunque en la Isla impera
la pobreza, se ha continuado enseñando a leer, escribir, contar y la
doctrina cristiana.
La educación pública no se conoció en la Isla durante los primeros
siglos de colonización. Según aparece en las Actas del Cabildo de 1732,
fue en una de sus reuniones que se acordó nombrar un maestro para que
enseñara a leer, escribir y la doctrina a “los niños de los hijos y los
vecinos”, por ser esto esencial. El cabildo de San Juan usó el término
“escuela pública” a partir del 3 de noviembre de 1739. Dicho Cabildo
nombraba maestros, pagaba sus sueldos y velaba por la educación gratuita
y la enseñanza de calidad. En 1779, el Cabildo de San Juan se encargó,
por primera vez, de abrir escuelas para niñas. Para esta misma fecha,
los franciscanos también mantenían abierta una escuela primaria, por
primera vez. El Cabildo de San Germán, también se ocupó de la educación
pública a partir de 1797.
En el Directorio general publicado
en 1770 para informar sobre la labor del Gobernador Miguel de Muesas, se
hace mención de la educación pública en las áreas rurales de la
Isla, organizando y reglamentando la instrucción pública en toda la Isla
; cuidando que el maestro fuera recompensado oportunamente y con
regularidad; inclinando á los padres de familia á que enviasen primero
un hijo y luego todos á la escuela. Un dato singular, para ese momento,
es que mediante el Directorio de Muesas "se decretó oficialmente la
integración racial en las escuelas públicas de Puerto Rico", pues éste
"combatía el antagonismo de razas con el envío de mulaticos y negritos a
la misma escuela de los blancos", según lo señalado por Coll y Toste
(1910, 1G) para destacar el espíritu democrático del sistema de
educación pública de la época. Añade Loida Figueroa (1970) que "en el
mismo momento en que el Estado empezaba a tomar responsabilidades en
cuanto a la instrucción, la disposición de Muesas se adelantaba los
tiempos"
Una del las mayores dificultades
para el desarrollo de la educación en Puerto Rico fue el marcado
absentismo, dado que los estudiantes vivían lejos de los centros donde
se ofrecían las clases, situación que continuó durante los próximos
siglos, pues la mayoría "vivía a una distancia de dos o tres leguas,
¿Como habrían los niños de asistir diariamente a la escuela?"
En 1805, don Toribio Montes, gobernador de la Isla estableció el decreto
del 17 de septiembre, que aunque era parecido al de Muesas, decía que
todos los niños de edad escolar debían ir a la escuela. Hace referencia
a la necesidad de crear escuelas públicas para niñas. Más tarde don
Miguel de la Torre echó a bajo todos los esfuerzos de Montes.
Ilustre y bien querido fue el
maestro Rafael Cordero. En 1810, mientras residía en San Germán, Cordero
abrió una pequeña escuela para niños negros, mulatos y pobres. Su labor
continuó al regresar a su ciudad natal, San Juan, donde estableció una
escuela en una casa en la calle Luna. Su hermana Celestina, se cree,
hizo más tarde un tanto con las niñas, ya que la instrucción se impartía
por separado en la Isla, al igual que en el resto del mundo. La fama de
la buena educación que el Maestro Cordero impartía en su escuela provocó
que estudiantes de todas las clases sociales asistieran a su aula. Allí,
mientras arreglaba zapatos y elaboraba cigarros para mantenerse, les
inculcaba una educación cristiana y les instruía en materias como la
Gramática, la Historia y la Aritmética. Fueron sus discípulos los
líderes políticos y culturales Román Baldorioty de Castro, José Julián
Acosta y Manuel Elzaburu, entre otros. Por su gran labor, la Sociedad
Económica de Amigos del País lo reconoció con el Premio de la Virtud, un
agradecimiento que venía acompañado de 100 pesos de plata. En aquella
ocasión, el Maestro Cordero repartió el dinero de su premio, en partes
iguales, entre sus alumnos más pobres y otras personas indigentes de la
ciudad.
En el año de 1812 las escuelas de San Juan admitieron negros para que
disfrutaran de la enseñanza. Hasta este año los negros habían estado
desprovistos de educación formal. Esta medida ayudó a desarrollar negros
instruidos que sabían comportarse en la sociedad de aquella época. Ya no
era válida la teoría de que los negros eran malos por su color. Era que
les faltaba el pan de la enseñanza.
Para la fecha de la Constitución
Española de 1812 ya se estaba organizando en Puerto Rico la Sociedad
Económica de Amigos del País, la que fue fundada en 1813 por el sub
Secretario del Tesoro, Alejandro Ramírez. Durante su existencia, esta
institución realizó incontables esfuerzos para organizar y fomentar la
educación en Puerto Rico. Cabe destacar entre sus logros, la promoción y
auspicios monetarios en la apertura de varios centros educativos para
varones; pero en especial para niñas; así como las iniciativas en la
preparación de maestros, ya que no existía en Puerto Rico un lugar ni un
programa para tales propósitos.
El Gobernador Gonzalo Aróstegui se
tomó á pecho el impulsar la enseñanza en la Isla. En la Imprenta
Nacional de Puerto Rico se publicó en el año 1820 una Instrucción
Metódica sobre lo que deben observar los maestros de primeras letras
para la educación y enseñanza de los niños, con una breve exortación á
los padres de familia, por don Francisco Tadeo de Rivero, regidor
diputado de Escuelas del Exento. Ajuntamiento Constitucional de la
Capital de Puerto Rico. Este interesantísimo trabajo es revelador de los
esfuerzos aunados que se hacían en dicho año de 1820 por impulsar la
instrucción en el país. No podemos menos de anotar que entre los premios
y correcciones, el sabio munícipe condena el castigo corporal,
considerándolo como un símbolo de la antigua barbarie. Hacemos hincapié
en este punto, porque desgraciadamente en las leyes de la época se
encontraba implantado el castigo corporal. (Coll y Toste, 1910).
El método (Sistema de Bell y Lancaster) organizaba la educación en
cuatro años comenzando el niño la misma a los seis años. Se enfatizaba
el método y el programa de estudios. El programa de estudios consistía
de religión cristiana, moral, lectura, escritura, gramática castellana,
ortografía, aritmética, nociones de política, civismo, y el estudio de
la Constitución de 1812. El plan de Tadeo era uno muy completo y
avanzado a su época. El texto fue subsidiado por la Sociedad Económica
de Amigos del País y distribuido a través de toda la Isla para beneficio
de todos los maestros (Coll y Toste, 1921, 3). El esfuerzo de Tadeo de
Rivero, según Carmen Astado (1991), "dio como resultado el primer cambio
coherente por codificar y reglamentar la instrucción en Puerto Rico" (p.
61). El método lancasteriano en Puerto Rico, según Coll y Toste (1910),
"fue un fracaso, a pesar de los esfuerzos realizados por el gobernador
de la Isla, Miguel de la Torre, de la Sociedad de Amigos del País, de la
Diputación y el Ayuntamiento" (p. 22). Osuna (1949) opina que este plan
fue una iniciativa "excelent on papers, but which was never realized"
(p. 34).
A la Sociedad Económica Amigos del
País le siguió la fundación del Seminario Conciliar en 1832. El objetivo
del Seminario era la preparación de sacerdotes para servir en Puerto
Rico. Algunos que se educaron en dicha institución, como Tapia, Acosta y
Baldorioty, luego siguieron otras profesiones. A mediados del siglo 19
los Padres Jesuitas se hicieron cargo de dirigir el seminario y fundaron
un colegio secundario en el cual recibieron formación académica y
religiosa muchos pensadores influyentes de fines del siglo 19.
En 1842 funcionaban en San Juan
cinco escuelas primarias, dos de las que eran públicas, una dirigida por
Don Juan P. Monclova y otra por Don Francisco Boneta, y tres privadas
sostenidas por Don Francisco Jiménez, Don Juan de la Cruz Coca y Don
Ramón Castans. Las dos escuelas públicas eran sostenidas por el
ayuntamiento debiendo los estudiantes comprar los libros de texto.
Las mujeres en Puerto Rico habían
levantado sus reclamos bajo la dominación española, exigiendo acceso a
la educación. Las respuestas se materializaron con lentitud, pero poco a
poco surgieron algunas iniciativas concretas. En 1860 se fundó en San
Juan el Colegio Asilo de San Ildefonso, regentado por las Hermanas de la
Caridad, con la misión de instruir a la mujer en lectura, escritura y fe
cristiana.
En 1851 el gobernador Juan de la Pezuela fundó la Real Academia de
Bellas Letras, que se mantuvo hasta 1865, cuando un cambio de gobierno
provocó su cierre. Esta escuela confería licencia a los profesores de
primaria, formulaba los métodos de enseñanza, y sostuvo concursos
literarios. El 1 de febrero de 1865, todos los municipios estaban
obligados por orden del gobernador, José Lemery, a ejecutar las
apropiaciones para las escuelas rurales. En 1897 había 209 de estas
escuelas establecidas en toda la Isla para los niños ricos y pobres.
Mediante el Decreto Orgánico de 1865, el gobernador Félix María Messina
ordenó la reorganización de todo el sistema educativo. Se dividió la
primera enseñanza en elemental y superior, y se hizo obligatoria la
elemental hasta los nueve años, según la Ley de la Península de 1841,
con multas a los padres que no cumpliesen. Los niños certificados
por el cura o por el alcalde como pobres tendrían la primera enseñanza
elemental gratuita. Este decreto es importante ya que mediante el mismo
"se entra en una fase de completa legalidad en la educación en Puerto
Rico" (Rivera, 1984, 149).
El General Eugenio Despujol y
Dussay tomó posesión del cargo de gobernador el 24 de junio de 1878 y
dos años mas tarde, en 1880, completó su Plan de Instrucción Primaria,
según el cual once escuelas secundarias para ambos sexos, 204 escuelas
elementales y 231 escuelas para muchachos en áreas rurales fueron
fundadas. Juntamente con 26 instituciones privadas, este plan aumentó el
número de establecimientos educacionales en la isla a un total de 556,
con no más de 25,000 estudiantes. En 1880 se creó además, el Colegio de
las Madres del Sagrado Corazón, auspiciado por el presidente de la
Diputación Provincial, don Pablo Ubarri. Este lugar, que contaba con
pensionado, habría de educar a las niñas de familias acomodadas de la
isla.
Ese mismo año se estableció la Asociación de Damas para la Instrucción
de la Mujer, con el fin de formar niñas de clase baja o media para
dirigir una escuela pública o privada.
En el 1882 el rey Alfonso XII autorizó la inauguración del Instituto
Civil de Segunda Enseñanza, conocido también como "el Instituto
Provincial". Además del instituto, ofrecía preparación secundaria el
Ateneo Puertorriqueño, fundado en 1876. El 28 de noviembre de 1883 el
instituto abrió sus puertas a la juventud puertorriqueña, siendo su
director José Julián Acosta. El real decreto proveía también que este
instituto debía ser la única institución oficial de enseñanza secundaria
en la isla, y que el Colegio de los Jesuitas y otras escuelas quedarían
subordinadas a él. Desde su fundación, fue la única institución en
Puerto Rico autorizada a graduar bachilleres. Dada la uniformidad de la
enseñanza española, su programa de estudios era el que se cursaba en sus
similares de la Península y se terminaba aproximadamente en cuatro años.
El currículo del Instituto pretendió un programa mucho más amplio en el
cual se incluían clases de francés, inglés, geometría y trigonometría,
sicología, dibujo lineal y topográfico, figura y paisaje. Las clases se
aprobaban por exámenes orales tomados ante un tribunal examinador
nombrado por el Director del Instituto. Los estudiantes pagaban
moderados derechos de matrícula, derechos de exámenes y por el título de
bachiller al graduarse. El costo promedio del bachillerato completo era
de 170 pesos, más o menos, según Adolfo de Hostos en su Historia de San
Juan, Ciudad Murada.
La Institución Libre de Enseñanza Popular fue fundada en 1888 por el
profesor Jaime Comas y Montaner. Tenía como propósito proporcionar
instrucción gratuita a las clases trabajadoras. Se daban clases
nocturnas gratis en las aulas del Instituto Provincial, y los gastos
eran cubiertos por los miembros de la Institución con sus pagos y
donaciones, y ayuda financiera ocasional del Gobierno Provincial y el
Consejo de la Ciudad de San Juan.
En 1890 se crearon dos escuelas
normales, una para mujeres y otra para hombres, en virtud del Real
Decreto del 19 de junio de 1890. En ellas se podía obtener el título de
maestro o maestra normal, es decir, de enseñanza básica.
Coll y Toste opina que ya para el
1897 la "instrucción pública estaba organizada en toda la isla". Entre
San Juan y los restantes pueblos, con sus barrios y poblados, identificó
a más de quinientos centros escolares de primera y segunda enseñanza con
sus respectivos profesores y matrícula, clasificados en escuelas de
enseñanza elemental y superior, y escuelas modelo o normal.
El 9 de febrero de 1898 el régimen autonómico concedido a Puerto Rico
por el Gobierno español, el primer sistema de auto-gobierno jamás
concedido en la isla, fue inaugurado. Bajo la Carta Constitucional
concedida por España, la isla obtenía casi todas las prerrogativas de un
estado soberano e independiente. El nuevo gobierno duró solo unos pocos
meses porque las fuerzas armadas norteamericanas ocuparon la Isla en
julio de ese año. Durante ese breve período Don Manuel F. Rossy ocupó el
Ministerio de Instrucción pública.
Durante el período español en la gobernación de Puerto Rico, fueron
varios los esfuerzos por mejorar la educación y por fortalecer la
educación pública como tal. Se promulgaron varios decretos entre éstos:
el Reglamento de los tenientes a Guerra, (considerado como el primer
documento oficial que regulaba la instrucción pública en Puerto Rico);
Instrucción metódica sobre la conducta que deben observar los maestros
de primeras letras para la enseñanza de los niños; las Comisiones de
Instrucción Pública establecidas en los pueblos de la isla; la Academia
Real de Buenas Letras; la Junta Superior de Enseñanza de Instrucción y
el Decreto Orgánico de Despujols. No obstante, los intentos por
conseguir mejorar la educación, los mismos no alcanzaron sus metas, pues
al llegar los norteamericanos a la Isla encontraron un sistema de
educación muy pobre, avalado por las tristes estadísticas de un 80% de
analfabetismo, solamente 518 escuelas elementales, 26 escuelas de
enseñanza secundaria y donde solamente el 16% de la población escolar
asistía a la escuela. Los sueldos de los maestros eran bajos y no tenían
seguridad en el cobro.
Los norteamericanos trajeron una serie de reformas, recopiladas en las
leyes que han regido la educación del país. En 1900, la Ley Foraker
estableció el Departamento de Instrucción Pública y el puesto de
Comisionado de Instrucción, quien sería el encargado de dirigir la
educación puertorriqueña. A partir de ese momento, la historia de la
educación en Puerto Rico ha sido diferente.
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