Texto:

       El sábado pasado, a la hora de la comida, mi mama repitió la frase que ya es tan familiar: “Mañana vamos a conocer nuestra isla para quererla mas”. Mis hermanos y yo nos miramos esperando lo que seguiría.  Como tardo un poco, Miguel pregunto entusiasmado:

-         ¿A donde iremos?

-         Al bosque Seco de Guanica –contesto Mami-. Tendremos que madrugar, así que esta noche hay que acostarse temprano. 

Al otro día muy temprano, salimos para

Guanica. Por el camino, Mami y Papi nos explicaron algo de lo que veríamos.  Lo que mas me llamo la atención fue lo que nos dijeron sobre un árbol que tiene mil anos de edad.

          -¡Mil anos! ¿Y quien los contó? –pregunto María Isabel, mi hermanita mas pequeña.

          - No se cuentan, Mari, se sabe por un método científico.

          -le contesto mi papa.

          Ya esperaba la explicación que continuaría, pero Miguel, mi hermana mayor, se adelantó  con sus cálculos:

          -¡Mil anos! Entonces ya existía cuando Cristóbal Colon llego a la isla, que entonces se llamaba Borinquen.

 “¡Mil anos!”, pensaba yo. Nunca me habría imaginado que un árbol pudiera vivir tanto.  Estaba tan sorprendida que no podía dejar de pensar en eso, y tan distraída con lo que dijo mi hermano, que no se que mas hablaron.  Cuando me di cuenta ya habíamos llegado.

          Esperaba ver un sitio como El Yunque: muy húmedo, muy verde, muy fresco… Pero El Yunque es un bosque tropical y el de Guanica, ya lo dice su nombre, es un bosque seco. Y así es: muy seco y muy caluroso.

          -Donde esta el árbol que tiene mil anos? –le pregunte a uno de los guías, tan pronto me baje del carro.

          -¿Quieren verlo ahora o prefieren pasar primero por el centro de información? –pregunto el guía.

          -¡Ahora!-contestamos los tres a la vez, mientras Papi y Mami decían al mismo tiempo:

          -Como usted sugiera.

          -Bueno, vamos a complacer a los niños, que están ansioso por ver el guayacan y así aprovechamos para caminar ahora, antes de que caliente el día.  Todavía no hace mucho calor

-dijo la guía.

-¡Que no hace mucho calor! ¿Como será cuando caliente?

-pensé casi asustado.

          Enseguida comenzamos a caminar por una vereda pedregosa.  Era tanto el silencio que solo se oían nuestras pisadas, crich-crich, y de ves en cuando el runrún de algún lagartijo que corría a esconderse, o el canto de un pajarito.  Así caminamos, caminamos, caminamos… hasta llegar junto al árbol, que tampoco era como lo imaginaba.  Esperaba encontrar un árbol enorme y frondoso, pero encontré un arbolito y pocas ramas.

          Mientras los demás se maravillaban de la belleza del paisaje, tomaban fotos y escuchaban al guía, yo me acerque al árbol.  Entre las hojas verde oscuro sobresalían tres ramilletes de flores de cinco pétalos, como estrella, de un azul tan claro que era casi blanco.  Toque su tronco áspero y arrugado.  La corteza se descascaraba y dejaba unas manchas grises.  Recuerdo que estaba cansada y tenia mucho sueno.  Quise reposar un momento, así que me senté sobre un raíz muy ancha.  Recostaba del tronco sentí el suave aroma de sus flores.

          Entonces llego un pajarito y, pasándose en una de las ramas, dijo:

-Bien –te-veo, bien-te-veo… Por fin te encuentro.  Hace mucho tiempo que quería conocerte

-le dijo al árbol.

          -¡Ah, bienvenido, bien-te-veo!  Conozco muchos pájaros como tu –dijo el árbol con voz ronca-.  ¿Qué te trae por aquí? ¿En que puedo servirte?

-Me encantan las historias.  Quería que me contaras como era este lugar hace muchos años, como vivían los tainos… ¿Conociste a Agüeybana? ¿Te asustaste cuando llegaron los españoles? ¿Qué pensaste cuando los americanos entraron por la bahía? Quisiera saber que te ha hecho vivir tantos años, como has sobrevivido tantos cambios, las tormentas, los temblores, que te ha salvado de las manos de los seres humanos…

-Eres un pajarillo curioso –lo interrumpió el árbol-. Vamos a comenzar por el principio.  Mi primer recuerdo es el de tres niños tainos que venían a jugar por aquí cerca y se sentaba a descansar bajo mis sombra, como esta niña, Yo era muy joven…

-¡Cristina, Cristina! Ven, que ya tenemos que regresar

-llamo mi mama al mismo tiempo que el guayacán se callo y el pajarito se fue volando.

-Pero, Mami, ahora venia la mejor parte…

-Te quedaste dormida, Cristina, seguramente estabas soñando –dijo Mami, sin dejarme terminar.

          El guía iba al frente hablando de las plantas y los animales tan especiales que viven en el bosque. Miguel iba a su lado sin pestañear para no perderse una palabra, y yo, al final, mirando de vez en cuando hacia atrás para despedirme del árbol.  Se que no fue un sueño.  Estoy segura de que escuche al árbol hablando con el pajarito. ¡Cuanto me habría gustado escuchar lo que iba a contarle! A mí, como al pajarito, me encantan las historias.

Georgina Lázaro León (puertorriqueña)

Contesta las siguientes preguntas.

1.      ¿A donde iban Cristina y su familia?

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2.      ¿Como describirías el bosque seco de Guanica?

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3.      ¿Como se llamaban los hermanos de Cristina?

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Entiendo el cuento

1) Marca la mejor versión

a.     Cristina y su familia fueron a visitar:

__ el Cañón de San Cristóbal.

__ la Cueva del Indio.

__ el Bosque Seco.

b.    Este lugar se encuentra en:

__ Ponce.

__ Guanica.

__ Palo Seco.

c.     El viaje…

__ se llevo a cabo el domingo.

__ se planifico el jueves y se llevo a cabo el sábado.

__ se realizo el primer día de verano.

2) Une cada sonido con quien lo produce.

3) Busca en el cuento las oraciones que contesten cada pregunta. 

Escríbelas.

1.         ¿Como son las hojas y las flores del guayacán?

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2.         ¿Como es su tronco?

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