En la región costanera de Loiza, durante el siglo 17, nació la bomba. La bautizaron con ese nombre porque a alguien se le ocurrió usar como bombo un barril de tocino para crear un ritmo al que bailaban los esclavos. Al bailar, las esclavas agitaban sus faldas para burlarse de las presumidas señoras de los terratenientes. Los amos de las haciendas toleraban estos desahogos festivos para evitar las rebeliones.
Doña Rosaura era una de esas damas orgullosas, que miraba a los esclavos de su hacienda como si fueran alimañas salidas de aquellos cañaverales que se extendían hasta el horizonte, como una alfombra puesta a los pies del Sol.
Casi todas las mañanas se asomaban al balcón de su alcoba y suspiraba complacida diciendo:
-İY pensar que todo esto es nuestro!
Pero enseguida recordaba que quienes mantenían limpia la casona y las tierras fecundas eran los esclavos, y entonces añadía:
-Qué pena que tengan que ser esos negros quienes nos sirvan! Los esclavos le temían mas a ella que a su marido, don Benito, quien tampoco los trataba bien, pero nunca con la crueldad y el desprecio que soltaba ella como veneno de la víbora. A veces, al propio don Benito le inquietaban un poco los comentarios y el comportamiento de su esposa.
-Mira que no son animales –le advertía él. -¿Quieres decir que son como nosotros? –respondía dona Rosaura entre risas. Dona Rosaura se irritaba, sobre todo, durante ciertas noches en las que el resonar de los cantos y los bombos de los esclavos llegaba hasta su recamara. Los esclavos bailaban en el caserío situado en un claro del cañaveral. Entonces, desde el balcón, le gritaba a su marido:
-İEscuchalos, están invocando a sus dioses para que nos ocurra una desgracia! -Mujer, acuéstate y duérmete ya; mientras bailen y canten, todo andará bien –le contestaba don Benito desde su blando colchón. -¿Como voy a conciliar el sueño con ese alboroto? -seguía refunfuñando ella.
Una noche, fue tanta la bulla de los bailes y los cantos, que dona Rosaura se levanto, se quito la camisa de dormir y se vistió. Salió de la habitación sin que su marido – quien roncaba casi al compas del bullicio allá afuera- despertara. En el vestíbulo agarro el fuete que su esposo siempre dejaba junto a la puerta al entrar en la casa.
Salió a la galería y bajo los escalones que conducían al jardín clamoroso de coquíes, grillos y múcaros. Sin pensarlo dos veces, se sumergió en la cañaveral, por la trocha que llevaba al caserío.
Justamente antes de llegar al claro, entre las hojas de la caña y con la ayuda de una fogata que ardía bajo la luna llena, vio el baile de los esclavos. Tocaban tres o cuatro bombos y cantaban sin cansarse, como si aquel festejo que había empezado horas atrás, hubiera comenzado en ese momento.
Pero grande fue la sorpresa de doña Rosaura, y mucho mayor su cólera, cuando descubrió que las esclavas vestían trajes suyos, que habían cogido de su ropero a escondidas. Las vio agitar las faldas rabiosamente, mientras sus compañeros de baile se inclinaban caballerosos, como si estuvieran delante de unas verdaderas señoras.
Mucho más tarde, casi al amanecer, doña Rosaura despertó en su alcoba. Recordaba que había entrado en el claro empuñando el fuete y que la había alzado para pegarles a aquellas negras atrevidas. Pero entonces, de repente, la noche se hizo aun más oscura y ya no vio nada más.
Ahora don Benito estaba junto a ella, sentado en el borde de la cama, y le acariciaba la mano. Sonrió y le dio una noticia sorprendente:
-Te enfermaste anoche. Tenias una fiebre altísima y delirabas. Pensé que te iba a perder. Mande a buscar al doctor Casto, que tardo muchísimo tiempo en venir. Acaba de irse en este momento…
-Pero, antes de irse –continuo don Benito-, me dijo que si no hubiera sido por las negras, no estarías oyendo lo que ahora te cuento. Anoche vinieron varias esclavas y me pidieron que las dejara cuidarte. Estuvieron contigo toda la noche y te acariciaron el cuerpo con panós húmedos hasta que te bajo la fiebre. No sé en un olor vegetal muy agradable…
Al callar su esposo, una lagrima se deslizo por una de las mejillas de doña Rosaura.
Edgardo Sanabria Santaliz (puertorriqueño)
Contesta las siguientes preguntas.
1. En qué siglo se origino la bomba? 2. Quien era don Benito? 3. Cómo describirías a doña Rosaura? 4. Quienes sanaron a doña Rosaura?
Entiendo el cuento
1) Marca el mensaje del autor.
___ La bomba se origino en Loiza, en el siglo XVII. ___ Los esclavos trabajaban en las haciendas de caña. ___ Todas las personas son iguales, sin que importe su raza o su país de origen. ___ Todas las personas pueden enfermarse, sin que importe su raza o su nacionalidad.
2) Marca la mejor opción. En el cuento, el autor describe a doña Rosaura como…
___ una señora malcriada. ___ una dama educada. ___ una dama orgullosa.
3) Busca las oraciones donde aparecen estas palabras.
Marca el significado de cada palabra.
1. terrateniente
___ Oficial de ejército. ___Agricultor. ___Persona que posee tierras.
2. alimaña
___Truco o broma. ___Insecto dañino. ___Animal salvaje.
3. fecunda
___Fea. ___Amplia o extensa. ___Que produce mucho.
4. víbora
___Serpiente. ___Dama. ___Araña venenosa.
5. galería
___Museo. ___Pasillo. ___Habitación espaciosa.
6. trocha
___Antorcha pequeña. ___Camino estrecho. ___Riachuelo.
7. cólera
___Alegría ___Cola de caballo. ___Enfado muy violento.
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