De sorpresa en sorpresa Hacia muchísimo tiempo que la casa de al lado estaba vacía y cerrada. Pero, ¡que sorpresa! Un día, el verano pasando, llego un carro azul, de donde se bajaron un señor, una señora, dos niños y un perro. Al rato, llego un camión lleno de cajas y muebles. Así supe que tendría nuevos vecinos: dos amiguitos, con quienes podría jugar, en esta calle llena de niñas y de niños demasiado pequeños para jugar conmigo. Salí al balcón para verlos y que me vieran –así se comienza en esto de hacer amigos-. Pero, cuando los escuche hablar, volví decepcionado adentro y no me asome por la ventana en todo el día. Ellos hablaban ingles. Yo sé un poco de ingles... un a palabrita aquí una palabrita allá, pero no tanto como para poder jugar con ellos. Así que, ni modo, me quede dentro de la casa viendo televisión, jugando solo y triste. Por más que mi mama me aconsejaba que invitara a los nuevos vecinos a jugar, no me atrevía. Los espiada todo el tiempo para ver lo que hacían. Desde detrás de la cortina de mi cuarto, podía verlos en la cocina. Y encaramado en el árbol de mango tenia palco para observarlos jugando en el patio. Se pasaban practicando baloncesto y retozando con aquel perrito negro tan juguetón que, para mi sorpresa, llamaban Whitney. Así pasaron los días: unos aburridos y otros difíciles. Jugaba con las nenas de la calle a cualquier cosa, menos a las muñecas. Entonces, un día que parecía ser igual a todos los demás, sentí un ruido extraño en el patio de los vecinos. Era algo así como unos quejidos raros, acompañados por los gritos de los dos hermanos. Llamaban a su mama, diciéndole algo que no entendí. A la carrera, me encarame en el árbol de mango. Y, ¡que sorpresa! No podía creerlo. El perrito no era perrito, sino perrita, y acababa de parir cinco lindos cachorritos. Ahora los perritos se encuentran repartidos por todo el vecindario y nos han hecho a todos una enorme familia. El mío se llama “Zajori”, como me dice mi abuela cuando no estoy quieto. ¿Y los vecinos? Aquel día, sin pensarlo, los llame desde una rama del árbol de mango y ellos me invitaron a su patio. Empezamos hablando algunas palabras en ingles; otras, en español y hasta por señas. Los vecinos se llaman Daniel y Raúl, y son mis mejores amigos. ¡Ah! ¡Y sorpresa de sorpresa! Son puertorriqueños. Vivieron unos años en Estados Unidos y ya están de regreso. Georgina Lázaro (puertorriqueña)
Entiendo el cuento
A. Busca en el cuento la oración que conteste cada pregunta. Escríbela.
1. ¿Por que el niño no invito a sus vecinos a jugar?
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2. ¿Que sucedió con los cachorritos de Whitney?
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B. Une el sujeto con uno de los predicados y escribe la oración.
Se hicieron amigos jugando baloncesto.
El niño y sus nuevos Se reunieron para aprender ingles. vecinos.... Se conocieron cuando nacieron los cachorritos.
C. Subraya la idea más importante del cuento.
a. Una perra negra puede tener cachorros de otros colores. b. Las personas de la comunidad tienen relaciones de amistad. c. Las familias se mudan a nuevos vecindarios.
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