Radio futura
Discografía incompleta
De un país en llamas
La canción de Juan Perro
Radio Futura
De un país en llamas
Volver
No tocarte - La ciudad interior - El tonto Simón - En alas de la mentira - El viento de África - En el chino - Las líneas de la mano - Han caído los dos - Un vaso de agua (al enemigo) - La vida en la frontera
El viento de África
En África hay vientos que abrasan
y vientos que secan la mente
también hay corrientes que hielan
y brumas que desatan pasiones.
El mismo aire que fecunda la selva
entierra ciudades en polvo.
Date prisa
toma un vaso
siente el viento.
Letra y música: Luis Auserón
Las líneas de la mano
Cuando tus manos buscan a tientas en la oscuridad
cuando separan las cortinas del tiempo
cuando tus dedos trenzan los hilos del porvenir
cuando bailan, cuando juegan con el viento
cuando juegan con el viento y alejan el mal
Cuando tu mano pasa el día en un bolsillo
cuando todo alimento vuelvo a rechazar
cuando intento atrapar algo que huye
cuando cierro los puños para golpear
cuando cierro los puños y echo a correr
¿Quién ha escrito las líneas de la mano?
dime, tal vez tú puedas leer
¿quién ha escrito las líneas de la mano?
Guardas silencio, ¿qué va a suceder?
Letra y música: Santiago Auserón
Han caído los dos
Han caído los dos cual soldados fulminados al suelo.
Y ahora están atrapados los dos en la misma prisión.
Vigilados por el ojo incansable del deseo voraz.
Sometidos a una insoportable tensión de silencio.
Han caído los dos bajo el punto de vista exclusivo.
Iniciando una guerra en que nadie pudo vencer jamás.
Ella sabe lo que el hombre espera sin haberlo aprendido.
Y él encuentra sentido al enigma que no le dejaba existir.
Antes eran dos barcos sin rumbo, hoy son dos marionetas que van.
Persiguiendo una luz cegadora por la línea del tiempo.
Han caído los dos en la boca de un dios tenebroso.
Que sonríe mostrando sus dientes de acero.
Letra: Santiago Auserón
Música: Luis Auserón y Santiago Auserón
Radio Futura
La canción de Juan Perro
Volver
En un baile de perros - El hombre de papel - A cara o cruz - Lluvia del porvenir - La negra flor - 37 grados - Annabel Lee - Luna de agosto - La mala hora - El canto del gallo
Annabel Lee
Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar
habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee
y crecía aquella flor sin pensar en nada más
que en amar y ser amada, ser amada por mí.
Éramos sólo dos niños mas tan grande nuestro amor
que los ángeles del cielo nos cogieron envidia
pues no eran tan felices, ni siquiera la mitad
como todo el mundo sabe, en aquel reino junto al mar.
Por eso un viento partió de una oscura nube aquella noche
para helar el corazón de la hermosa Annabel Lee
y luego vino a llevársela su noble parentela
para encerrarla en un sepulcro en aquel reino junto al mar.
No luce la luna sin traérmela en sueños
ni brilla una estrella sin que vea sus ojos
y así paso la noche acostado con ella
mi querida hermosa, mi vida, mi esposa.
Nuestro amor era más fuerte que el amor de los mayores
que saben más, como dicen de las cosas de la vida
y ni los ángeles del cielo, ni los demonios del mar
separarán jamás mi alma del alma de Annabel Lee.
No luce la luna sin traérmela en sueños
ni brilla una estrella sin que vea sus ojos
y así paso la noche acostado con ella
mi querida, hermosa, mi vida, mi esposa.
En aquel sepulcro junto al mar
en su tumba junto al mar ruidoso.
Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar
habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee
y crecía aquella flor sin pensar en nada más
que en amar y ser amada, ser amada por mí.
Letra: Santiago Auserón (adaptación de Edgar Allan Poe)
Música: Luis Auserón, Santiago Auserón, Enrique Sierra
El canto del gallo
El jaleo de los días de feria
ya se oía a un kilómetro del pueblo
y un extraño acento en el hablar
de los que halló por el camino.
Un coro de muchachas y una vieja
levantándose las faldas al bailar
y un jovencito de broma peligrosa
haciendo gala del orgullo local.
De los que dan dinero por la noche
para que nunca termine su canción
para que sude el músico ambulante
su condición de vagabundo.
Es ya la hora del aperitivo
y todavía no funciona el tiovivo
el músico buscó la acera en sombra
y la ventana donde olía a flor.
Tenga esta rosa blanca, señorita
a cambio de su negro pensamiento
¿por qué motivo temblaron sus labios?
¿vio en sus ojos el fondo de un volcán?.
Y mientras tanto corría la sangre
en la plaza, como un vino común
y las plumas de los gallos
por el aire volaban aún.
Quítese usted de en medio, forastero
que ya no quedan señoritas en el bar
ya cantó como el gallo de pasión
pero esta es mi canción
y el baile va a empezar.
El músico ambulante se agarró del vaso
y sintió que flotaba en la luz artificial
apuró el trago de madrugada
un borracho imitaba el canto del gallo.
Se deslizó por una callejuela
antes de que empezase a clarear
y al pasar por la ventana enrejada
suavecito empezó a silbar.
Pero nadie conocía la tonada
que era inventada para la ocasión
y se fue por el camino a contemplar
los desvelos de las últimas sombras.
Y caminando iba pensando que ganar
siempre es tentar a la otra cara de la suerte
y que por eso te hacen daño los huesos
cuando golpeas fuerte.
Y así se fue chasqueando los dientes
en memoria de algún actor
cuyo nombre se ha perdido
y que hacía de bandido
y sintió la alegría del olvido
y al andar descubrió la maravilla
del sonido de sus propios pasos
en la gravilla.
Letra: Santiago Auserón
Música: Luis Auserón, Santiago Auserón, Enrique Sierra