Hechos...
Pablo y Bernabé en Iconio
14 Aconteció en Iconio que
entraron juntos en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera
que creyó un gran número, tanto de judíos como de griegos. 2
Pero los judíos que no creyeron incitaron y malearon el ánimo de los
gentiles en contra de los hermanos. 3 Con todo eso, ellos
continuaron mucho tiempo hablando con valentía, confiados en el Señor,
quien daba testimonio a la palabra de su gracia concediendo que se
hiciesen señales y prodigios por medio de las manos de ellos.
4 La gente de la ciudad estaba dividida: Unos
estaban con los judíos, otros con los apóstoles. 5 Como
surgió un intento de parte de los gentiles y los judíos, junto con sus
gobernantes, para afrentarlos y apedrearlos, 6 se enteraron y
huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la región
de alrededor. 7 Y allí anunciaban el evangelio.
Pablo y Bernabé en Listra
8 En Listra se hallaba sentado cierto hombre imposibilitado
de los pies, cojo desde el vientre de su madre, que jamás había
caminado. 9 Este oyó hablar a Pablo, quien fijó la vista en
él y vio que tenía fe para ser sanado. 10 Y dijo a gran voz:
-¡Levántate derecho sobre tus pies!
Y él saltó y caminaba. 11 Entonces, cuando la
gente vio lo que Pablo había hecho, alzó su voz diciendo en lengua
licaónica:
-¡Los dioses han descendido a nosotros en forma de hombres!
12 A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes,
porque era el que llevaba la palabra. 13 Entonces el
sacerdote del templo de Zeus, que quedaba a la entrada de la ciudad,
llevó toros y guirnaldas delante de las puertas de la ciudad, y
juntamente con el pueblo quería ofrecerles sacrificios. 14
Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron esto, rasgaron sus ropas y
se lanzaron a la multitud dando voces 15 y diciendo:
-Hombres, ¿por qué hacéis estas cosas? Nosotros también somos
hombres de la misma naturaleza que vosotros, y os anunciamos las buenas
nuevas para que os convirtáis de estas vanidades al Dios vivo que hizo
el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. 16 En
las generaciones pasadas Dios permitió que todas las naciones anduvieran
en sus propios caminos; 17 aunque jamás dejó de dar
testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoos lluvias del cielo y
estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de
alegría.
18 Aun diciendo estas cosas, apenas lograron
impedir que el pueblo les ofreciese sacrificios.
19 Entonces de Antioquía y de Iconio vinieron unos
judíos, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y le
arrastraron fuera de la ciudad, suponiendo que estaba muerto. 20
Pero los discípulos le rodearon, y él se levantó y entró en la
ciudad. Al día siguiente partió con Bernabé para Derbe.
El regreso a Antioquía de Siria
21 Después de anunciar el evangelio y de hacer muchos
discípulos en aquella ciudad, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía,
22 fortaleciendo el ánimo de los discípulos y exhortándoles a
perseverar fieles en la fe. Les decían: "Es preciso que a través de
muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios." 23 Y
después de haber constituido ancianos para ellos en cada iglesia y de
haber orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían
creído.
24 Luego de atravesar Pisidia, llegaron a Panfilia;
25 y después de predicar la palabra en Perge, descendieron a
Atalia. 26 De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido
encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían acabado.
27 Después de llegar y reunir la iglesia, se
pusieron a contarles cuántas cosas había hecho Dios con ellos, y cómo él
había abierto a los gentiles la puerta de la fe. 28 Y se
quedaron allí por mucho tiempo con los discípulos.
El problema con los judaizantes
15 Entonces algunos que
vinieron de Judea enseñaban a los hermanos: "Si no os circuncidáis de
acuerdo con el rito de Moisés, no podéis ser salvos." 2
Puesto que surgió una contienda y discusión no pequeña por parte de
Pablo y Bernabé contra ellos, los hermanos determinaron que Pablo,
Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y
ancianos para tratar esta cuestión.
3 Entonces los que habían sido enviados por la
iglesia pasaban por Fenicia y Samaria, contando de la conversión de los
gentiles; y daban gran gozo a todos los hermanos.
Las deliberaciones en Jerusalén
4 Una vez llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la
iglesia y por los apóstoles, y les refirieron todas las cosas que Dios
había hecho con ellos. 5 Pero algunos de la secta de los
fariseos que habían creído se levantaron diciendo:
-Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley
de Moisés.
6 Entonces se reunieron los apóstoles y los
ancianos para considerar este asunto. 7 Como se produjo una
grande contienda, se levantó Pedro y les dijo:
-Hermanos, vosotros sabéis como, desde los primeros días,
Dios escogió entre vosotros que los gentiles oyesen por mi boca la
palabra del evangelio y creyesen. 8 Y Dios, que conoce los
corazones, dio testimonio a favor de ellos al darles el Espíritu Santo
igual que a nosotros, 9 y no hizo ninguna diferencia entre
nosotros y ellos, ya que purificó por la fe sus corazones. 10
Ahora pues, ¿por qué ponéis a prueba a Dios, colocando sobre el cuello
de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos
podido llevar? 11 Más bien, nosotros creemos que somos salvos
por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.
12 Entonces toda la asamblea guardó silencio. Y
escuchaban a Bernabé y a Pablo, mientras contaban cuántas señales y
maravillas Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
13 Cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió diciendo:
-Hermanos, oídme: 14 Simón ha contado cómo Dios
visitó por primera vez a los gentiles para tomar de entre ellos un
pueblo para su nombre. 15 Con esto concuerdan las palabras de
los profetas, como está escrito: 16 "Después de esto volveré
y reconstruiré el tabernáculo de David, que está caído. Reconstruiré sus
ruinas y lo volveré a levantar, 17 para que el resto de los
hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es
invocado mi nombre," 18 dice el Señor que hace estas cosas,
que son conocidas desde la eternidad. 19 Por lo cual yo juzgo
que no hay que inquietar a los gentiles que se convierten a Dios,
20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones
de los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre. 21
Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes
le prediquen en las sinagogas, donde es leído cada sábado.
La carta a los creyentes gentiles
22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos con
toda la iglesia que enviaran a unos hombres elegidos de entre ellos, a
Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre
Barsabás, y a Silas, quienes eran hombres prominentes entre los
hermanos. 23 Por medio de ellos escribieron:
Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos gentiles que
están en Antioquía, Siria y Cilicia. Saludos.
24 Por cuanto hemos oído que algunos que han
salido de nosotros, a los cuales no dimos instrucciones, os han
molestado con palabras, trastornando vuestras almas, 25 de
común acuerdo nos ha parecido bien elegir unos hombres y enviarlos a
vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, 26 hombres que
han arriesgado sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
27 Así que hemos enviado a Judas y a Silas, los cuales también os
confirmarán de palabra el mismo informe.
28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a
nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
29 que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de
sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales
cosas, haréis bien. Que os vaya bien.
30 Entonces, una vez despedidos, ellos descendieron a
Antioquía; y cuando habían reunido a la asamblea, entregaron la carta.
31 Al leerla, se regocijaron a causa de esta palabra
alentadora. 32 Judas y Silas, como también eran profetas,
exhortaron a los hermanos con abundancia de palabras y los
fortalecieron. 33 Después de pasar allí algún tiempo, fueron
despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían
enviado. 35 Pero Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía,
enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con muchos
otros.
Comienzo del segundo viaje misionero
36 Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: "Volvamos
ya a visitar a los hermanos en todas las ciudades en las cuales hemos
anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están."
37 Bernabé quería llevar consigo a Juan, llamado
Marcos; 38 pero a Pablo le parecía bien no llevar consigo a
quien se había apartado de ellos desde Panfilia y que no había ido con
ellos a la obra. 39 Surgió tal desacuerdo entre ellos que se
separaron el uno del otro. Bernabé tomó a Marcos y navegó a Chipre;
40 y Pablo escogió a Silas y salió encomendado por los hermanos a
la gracia del Señor. 41 Luego recorría Siria y Cilicia,
fortaleciendo a las iglesias.
Timoteo acompaña a Pablo
16 Llegó a Derbe y Listra,
y he aquí había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer
judía creyente, pero de padre griego. 2 El era de buen
testimonio entre los hermanos en Listra y en Iconio. 3 Pablo
quiso que éste fuera con él, y tomándole lo circuncidó por causa de los
judíos que estaban en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre
era griego.
4 Cuando pasaban por las ciudades, les entregaban
las decisiones tomadas por los apóstoles y los ancianos que estaban en
Jerusalén, para que las observaran. 5 Así las iglesias eran
fortalecidas en la fe, y su número aumentaba cada día.
Pablo pasa a Macedonia
6 Atravesaron la región de Frigia y de Galacia, porque les
fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia. 7
Cuando llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en
Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. 8
Entonces, después de pasar junto a Misia, descendieron a Troas. 9
Y por la noche se le mostró a Pablo una visión en la que un hombre
de Macedonia estaba de pie rogándole y diciendo: "¡Pasa a Macedonia y
ayúdanos!"
10 En cuanto vio la visión, de inmediato
procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Dios nos había
llamado para anunciarles el evangelio. 11 Zarpamos, pues, de
Troas y fuimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a
Neápolis; 12 y de allí a Filipos, que es una ciudad principal
de la provincia de Macedonia, y una colonia. Pasamos algunos días en
aquella ciudad.
La conversión de Lidia
13 Y el día sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad,
junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos
sentamos allí y hablábamos a las mujeres que se habían reunido. 14
Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió
el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Era vendedora
de púrpura de la ciudad de Tiatira, y temerosa de Dios. 15
Como ella y su familia fueron bautizadas, nos rogó diciendo: "Ya que
habéis juzgado que soy fiel al Señor, entrad en mi casa y quedaos." Y
nos obligó a hacerlo.
Pablo y Silas en la cárcel de Filipos
16 Aconteció que, mientras íbamos al lugar de oración, nos
salió al encuentro una joven esclava que tenía espíritu de adivinación,
la cual producía gran ganancia a sus amos, adivinando. 17
Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo:
-¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os
anuncian el camino de salvación!
18 Hacía esto por muchos días. Y Pablo, ya
fastidiado, se dio vuelta y dijo al espíritu:
-¡Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella!
Y salió en el mismo momento.
19 Pero cuando sus amos vieron que se les había
esfumado su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los
arrastraron a la plaza, ante las autoridades. 20 Al
presentarlos ante los magistrados, dijeron:
-¡Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad!
21 ¡Predican costumbres que no nos es lícito recibir ni
practicar, pues somos romanos!
22 Entonces el pueblo se levantó a una contra
ellos. Y los magistrados les despojaron de sus ropas con violencia y
mandaron azotarles con varas. 23 Después de golpearles con
muchos azotes, los echaron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los
guardara con mucha seguridad. 24 Cuando éste recibió
semejante orden, los metió en el calabozo de más adentro y sujetó sus
pies en el cepo.
Conversión del carcelero de Filipos
25 Como a la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y
cantando himnos a Dios, y los presos les escuchaban. 26
Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los
cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante, todas las puertas
se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron. 27 Cuando el
carcelero despertó y vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su
espada y estaba a punto de matarse, porque pensaba que los presos se
habían escapado. 28 Pero Pablo gritó a gran voz, diciendo:
-¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí!
29 Entonces él pidió luz y se lanzó adentro, y se
postró temblando ante Pablo y Silas. 30 Sacándolos afuera,
les dijo:
-Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
31 Ellos dijeron:
-Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa.
32 Y le hablaron la palabra del Señor a él, y a
todos los que estaban en su casa. 33 En aquella hora de la
noche, los tomó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue
bautizado en seguida, con todos los suyos. 34 Les hizo entrar
en su casa, les puso la mesa y se regocijó de que con toda su casa había
creído en Dios.
35 Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron
a los oficiales a decirle:
-Suelta a esos hombres.
36 El carcelero comunicó a Pablo estas palabras:
-Los magistrados han enviado orden de que seáis puestos en
libertad; ahora, pues, salid e id en paz.
37 Pero Pablo les dijo:
-Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo
nosotros ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel; y ahora, ¿nos
echan fuera a escondidas? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos!
38 Los oficiales informaron de estas palabras a
los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos. 39
Y fueron a ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos,
les rogaron que se fueran de la ciudad. 40 Entonces, después
de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los
hermanos, les exhortaron y luego partieron.
Pablo y Silas en Tesalónica
17 Atravesaron por
Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga
de los judíos. 2 Y de acuerdo con su costumbre, Pablo entró a
reunirse con ellos, y por tres sábados discutió con ellos basándose en
las Escrituras, 3 explicando y demostrando que era necesario
que el Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos. El decía:
"Este Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo." 4 Y
algunos de ellos se convencieron y se juntaron con Pablo y Silas: un
gran número de los griegos piadosos y no pocas de las mujeres
principales.
5 Entonces los judíos se pusieron celosos y
tomaron de la calle a algunos hombres perversos, y formando una turba
alborotaron la ciudad. Asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos
al pueblo. 6 Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a
algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: "¡Estos
que trastornan al mundo entero también han venido acá! 7 Y
Jasón les ha recibido. Todos éstos actúan en contra de los decretos del
César, diciendo que hay otro rey, Jesús." 8 El pueblo y los
gobernadores se perturbaron al oír estas cosas; 9 pero
después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.
Pablo y Silas en Berea
10 Entonces, sin demora, los hermanos enviaron a Pablo y
Silas de noche a Berea; y al llegar ellos allí, entraron a la sinagoga
de los judíos. 11 Estos eran más nobles que los de
Tesalónica, pues recibieron la palabra ávidamente, escudriñando cada día
las Escrituras para verificar si estas cosas eran así. 12 En
consecuencia, creyeron muchos de ellos; y también de las mujeres griegas
distinguidas y de los hombres, no pocos. 13 Pero cuando
supieron los judíos de Tesalónica que la palabra de Dios era anunciada
por Pablo también en Berea, fueron allá para incitar y perturbar a las
multitudes. 14 Entonces los hermanos hicieron salir
inmediatamente a Pablo para que se fuese hasta el mar, mientras Silas y
Timoteo se quedaron allí. 15 Los que conducían a Pablo le
llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes para Silas y Timoteo
de que fuesen a reunirse con él lo más pronto posible, partieron de
regreso.
Discurso de Pablo en Atenas
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su
espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad estaba entregada
a la idolatría. 17 Por lo tanto, discutía en la sinagoga con
los judíos y los piadosos, y todos los días en la plaza mayor, con los
que concurrían allí.
18 Y algunos de los filósofos epicúreos y estoicos
disputaban con él. Unos decían:
-¿Qué querrá decir este palabrero?
Otros decían:
-Parece ser predicador de divinidades extranjeras.
Pues les anunciaba las buenas nuevas de Jesús y la
resurrección.
19 Ellos le tomaron y le llevaron al Areópago
diciendo:
-¿Podemos saber qué es esta nueva doctrina de la cual hablas?
20 Pues traes a nuestros oídos algunas cosas extrañas; por
tanto, queremos saber qué significa esto.
21 Todos los atenienses y los forasteros que
vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que en decir o en oír la
última novedad.
22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del
Areópago y dijo:
-Hombres de Atenas: Observo que sois de lo más religiosos en
todas las cosas. 23 Pues, mientras pasaba y miraba vuestros
monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual estaba esta
inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que vosotros honráis
sin conocerle, a éste yo os anuncio. 24 Este es el Dios que
hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. Y como es Señor del cielo
y de la tierra, él no habita en templos hechos de manos, 25
ni es servido por manos humanas como si necesitase algo, porque él es
quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. 26 De uno
solo ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la
faz de la tierra. El ha determinado de antemano el orden de los tiempos
y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios,
si de alguna manera, aun a tientas, palpasen y le hallasen. Aunque, a la
verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros; 28 porque
"en él vivimos, nos movemos y somos". Como también han dicho algunos de
vuestros poetas: "Porque también somos linaje de él."
29 »Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos
pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra,
escultura de arte e imaginación de hombres. 30 Por eso,
aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este
tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se
arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el que ha
de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha
designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los
muertos.
32 Cuando le oyeron mencionar la resurrección de
los muertos, unos se burlaban, pero otros decían:
-Te oiremos acerca de esto en otra ocasión.
33 Así fue que Pablo salió de en medio de ellos,
34 pero algunos hombres se juntaron con él y creyeron. Entre
ellos estaba Dionisio, quien era miembro del Areópago, y una mujer
llamada Dámaris, y otros con ellos.
Pablo en Corinto
18 Después de esto, Pablo
partió de Atenas y fue a Corinto. 2 Y habiendo hallado a un
judío llamado Aquilas, natural de Ponto, recién llegado de Italia con
Priscila su mujer (porque Claudio había mandado que todos los judíos
fueran expulsados de Roma), Pablo acudió a ellos. 3 Como eran
del mismo oficio, permaneció con ellos y trabajaba, pues su oficio era
hacer tiendas. 4 Y discutía en la sinagoga todos los sábados
y persuadía a judíos y a griegos.
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia,
Pablo se dedicaba exclusivamente a la exposición de la palabra,
testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. 6 Pero
como ellos le contradecían y blasfemaban, sacudió sus vestidos y les
dijo: "¡Vuestra sangre sea sobre vuestra cabeza! ¡Yo soy limpio! De aquí
en adelante iré a los gentiles."
7 Se trasladó de allí y entró en la casa de un
hombre llamado Tito Justo, quien era temeroso de Dios, y cuya casa
estaba junto a la sinagoga. 8 Crispo, el principal de la
sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos de los corintios
que oían, creían y eran bautizados. 9 Entonces el Señor dijo
a Pablo de noche, por medio de una visión:
"No temas, sino habla y no calles; 10
porque yo estoy contigo, y nadie pondrá la
mano sobre ti para hacerte mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta
ciudad." 11 Pablo se quedó allí por un año y seis
meses, enseñándoles la palabra de Dios.
12 Siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos de
común acuerdo se levantaron contra Pablo y le llevaron al tribunal,
13 diciendo:
-¡Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley!
14 Cuando Pablo iba a abrir su boca, Galión dijo a
los judíos:
-Si se tratara de algún agravio o de un crimen enorme, oh
judíos, conforme al derecho yo os toleraría. 15 Pero ya que
se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo
vosotros mismos. Yo no quiero ser juez de estas cosas.
16 Y los expulsó del tribunal. 17
Entonces todos tomaron a Sóstenes, el principal de la sinagoga, y le
golpeaban delante del tribunal, y a Galión ninguna de estas cosas le
importaba.
Pablo regresa a Antioquía de Siria
18 Pero Pablo, habiéndose detenido allí muchos días más, se
despidió de los hermanos, e iba navegando hacia Siria; y con él iban
Priscila y Aquilas. En Cencrea se rapó la cabeza, porque había hecho un
voto.
19 Llegaron a Efeso, y él los dejó allí. Y entró
en la sinagoga y discutía con los judíos. 20 Pero a pesar de
que ellos le pedían que se quedase por más tiempo, no accedió, 21
sino que se despidió y dijo: "Otra vez volveré a vosotros, si Dios
quiere." Y zarpó de Efeso.
22 Habiendo arribado a Cesarea, y después de subir
y saludar a la iglesia, descendió a Antioquía.
23 Y después de haber estado allí algún tiempo,
salió a recorrer en orden la región de Galacia y Frigia, fortaleciendo a
todos los discípulos.
Apolos se une a los cristianos
24 Llegó entonces a Efeso cierto judío llamado Apolos,
natural de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras.
25 Este había sido instruido en el Camino del Señor; y siendo
ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas acerca
de Jesús, aunque conocía solamente el bautismo de Juan. 26
Comenzó a predicar con valentía en la sinagoga, y cuando Priscila y
Aquilas le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron con mayor exactitud
el Camino de Dios.
27 Como él quería viajar a Acaya, los hermanos le
animaron y escribieron a los discípulos que le recibiesen. Cuando llegó
allá, fue de gran provecho a los que mediante la gracia habían creído;
28 pues refutaba vigorosamente a los judíos en público,
demostrando por medio de las Escrituras que Jesús era el Cristo.
Pablo en Efeso
19 Mientras Apolos estaba
en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones
interiores, bajó a Efeso y encontró a ciertos discípulos. 2
Entonces les dijo:
-¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?
Ellos le contestaron:
-Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo.
3 Entonces dijo:
-¿En qué, pues, fuisteis bautizados?
Ellos respondieron:
-En el bautismo de Juan.
4 Y dijo Pablo:
-Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al
pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, es decir, en
Jesús.
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el
nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las
manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y ellos hablaban en lenguas y
profetizaban. 7 Eran entre todos como doce hombres.
8 Durante unos tres meses, entrando en la
sinagoga, Pablo predicaba con valentía discutiendo y persuadiendo acerca
de las cosas del reino de Dios. 9 Pero como algunos se
endurecían y rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la
multitud, se separó de ellos y tomó a los discípulos aparte, discutiendo
cada día en la escuela de Tirano. 10 Esto continuó por dos
años, de manera que todos los que habitaban en Asia, tanto judíos como
griegos, oyeron la palabra del Señor.
11 Dios hacía milagros extraordinarios por medio
de las manos de Pablo; 12 de tal manera que hasta llevaban
pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre
los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos
salían de ellos. 13 Pero también algunos de los judíos,
exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús
sobre los que tenían espíritus malos, diciendo:
-¡Os conjuro por el Jesús que Pablo predica!
14 Eran siete hijos de un tal Esceva, un judío,
principal de los sacerdotes, los que hacían esto. 15 Pero el
espíritu malo respondió y les dijo:
-A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros,
¿quiénes sois?
16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se
lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal
manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos. 17
Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Efeso,
tanto judíos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del
Señor Jesús era magnificado.
18 Muchos de los que habían creído venían
confesando y reconociendo sus prácticas públicamente. 19
Asimismo, un buen número de los que habían practicado la magia trajeron
sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y
hallaron que era de 50.000 monedas de plata. 20 De esta
manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente.
21 Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso
en su espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya,
diciendo: "Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver
también a Roma." 22 Y después de enviar a Macedonia a dos de
los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún
tiempo en Asia.
Alboroto de los plateros en Efeso
23 En aquel entonces se produjo un alboroto no pequeño acerca
del Camino. 24 Porque cierto platero, llamado Demetrio, que
elaboraba en plata templecillos de Diana, y daba no poca ganancia a los
artesanos, 25 reunió a éstos con los obreros de oficios
semejantes y les dijo:
-Hombres, sabéis que nuestra prosperidad proviene de este
oficio; 26 y veis y oís que no solamente en Efeso, sino
también en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido y apartado a mucha
gente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.
27 No solamente hay el peligro de que este negocio nuestro caiga
en descrédito, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea
estimado en nada, y que pronto sea despojada de su majestad aquella a
quien adoran toda el Asia y el mundo.
28 Al oír estas palabras se llenaron de ira y
gritaron diciendo:
-¡Grande es Diana de los efesios!
29 Y la ciudad se llenó de confusión. Se lanzaron
unánimes al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios y
compañeros de Pablo. 30 Aunque Pablo quería salir a la
multitud, los discípulos no se lo permitieron. 31 También
algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, enviaron a él y
le rogaron que no se presentara en el teatro. 32 Unos
gritaban una cosa, y otros otra cosa; porque la concurrencia estaba
confusa, y la mayor parte ni sabía por qué se había reunido.
33 Entonces algunos de entre la multitud dieron
instrucciones a Alejandro, a quien los judíos habían empujado hacia
adelante. Y Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quería hacer una
defensa ante el pueblo. 34 Pero reconociendo que era judío,
todos volvieron a gritar a una sola voz, por casi dos horas:
-¡Grande es Diana de los efesios!
35 Por fin, cuando el magistrado había apaciguado
la multitud, dijo:
-Hombres de Efeso, ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad
de Efeso es guardiana del templo de la majestuosa Diana y de su imagen
caída del cielo? 36 Ya que esto no puede ser contradicho,
conviene que os apacigüéis y que no hagáis nada precipitado. 37
Pues habéis traído a estos hombres que ni han cometido sacrilegio
ni han blasfemado a nuestra diosa. 38 Por tanto, si Demetrio
y los artesanos que están con él tienen pleito contra alguien, se
conceden audiencias y hay procónsules. ¡Que se acusen los unos a los
otros! 39 Y si buscáis alguna otra cosa, será deliberado en
legítima asamblea. 40 Pero hay peligro de que seamos acusados
de sedición por esto de hoy, sin que tengamos ninguna causa por la cual
podamos dar razón de este tumulto.
41 Y habiendo dicho esto, disolvió la
concurrencia.
Recorrido de Macedonia y Grecia
20 Después de cesar el
disturbio, Pablo mandó llamar a los discípulos, y habiéndoles exhortado,
se despidió y salió para ir a Macedonia. 2 Recorrió aquellas
regiones, exhortándoles con abundancia de palabras, y luego llegó a
Grecia. 3 Después de estar él allí tres meses, los judíos
tramaron un complot contra él cuando estaba por navegar rumbo a Siria,
de modo que decidió regresar por Macedonia.
4 Le acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea,
los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo, y
Tíquico y Trófimo de Asia. 5 Estos salieron antes y nos
esperaron en Troas. 6 Pero después de los días de los panes
sin levadura, nosotros navegamos desde Filipos y los alcanzamos después
de cinco días en Troas, donde nos detuvimos siete días.
Pablo visita Troas
7 El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para
partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día
siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche. 8 Había
muchas lámparas en el piso superior, donde estábamos reunidos. 9
Y a cierto joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana,
le iba dominando un profundo sueño. Como Pablo seguía hablando por mucho
tiempo, el joven, ya vencido por el sueño, cayó del tercer piso abajo y
fue levantado muerto. 10 Entonces Pablo descendió y se echó
sobre él, y al abrazarlo dijo: "¡No os alarméis, porque su vida está en
él!"
11 Después de subir, de partir el pan y de comer,
habló largamente hasta el alba; y de esta manera salió. 12
Ellos llevaron al joven vivo y fueron grandemente consolados.
Viaje desde Troas hasta Mileto
13 Habiendo ido nosotros al barco con anticipación, navegamos
hasta Asón para recibir a Pablo allí, pues así lo había dispuesto,
debiendo ir él por tierra. 14 Cuando se reunió con nosotros
en Asón, le tomamos a bordo y fuimos a Mitilene. 15 Navegamos
de allí al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día,
atracamos en Samos, y llegamos a Mileto al próximo día, 16
pues Pablo había decidido pasar de largo a Efeso para no detenerse en
Asia; porque, de serle posible, se apresuraba para pasar el día de
Pentecostés en Jerusalén.
Despedida de los ancianos de Efeso
17 Desde Mileto, Pablo envió a Efeso e hizo llamar a los
ancianos de la iglesia. 18 Cuando ellos llegaron a él, les
dijo: "Vosotros sabéis bien cómo me he comportado con vosotros todo el
tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, 19 sirviendo
al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas y pruebas que me
vinieron por las asechanzas de los judíos. 20 Y sabéis que no
he rehuido el anunciaros nada que os fuese útil, y el enseñaros
públicamente y de casa en casa, 21 testificando a los judíos
y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en
nuestro Señor Jesús.
22 "Ahora, he aquí yo voy a Jerusalén con el
espíritu encadenado, sin saber lo que me ha de acontecer allí; 23
salvo que el Espíritu Santo me da testimonio en una ciudad tras
otra, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. 24
Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para
mí mismo, con tal que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del
Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
25 "Ahora, he aquí yo sé que ninguno de todos
vosotros, entre los cuales he pasado predicando el reino, volverá a ver
mi cara. 26 Por tanto, yo declaro ante vosotros en el día de
hoy que soy limpio de la sangre de todos, 27 porque no he
rehuido el anunciaros todo el consejo de Dios. 28 Tened
cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el cual el
Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del
Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre. 29
Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros
lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; 30 y que
de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas
perversas para descarriar a los discípulos tras ellos. 31 Por
tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no cesé
de amonestar con lágrimas a cada uno.
32 "Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la
palabra de su gracia, a aquel que tiene poder para edificar y para dar
herencia entre todos los santificados.
33 "No he codiciado ni la plata ni el oro ni el
vestido de nadie. 34 Vosotros sabéis que estas manos
proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo.
35 En todo os he demostrado que trabajando así es necesario
apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que
dijo: ’Más bienaventurado es dar que recibir.’ "
36 Cuando había dicho estas cosas, se puso de
rodillas y oró con todos ellos. 37 Entonces hubo gran llanto
de todos. Se echaron sobre el cuello de Pablo y le besaban, 38
lamentando sobre todo por la palabra que había dicho que ya no
volverían a ver su cara. Y le acompañaron al barco.
Rumbo a Jerusalén
21 Habiéndonos despedido de
ellos, zarpamos y navegamos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente
a Rodas, y de allí a Pátara. 2 Hallando un barco que hacía la
travesía a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos. 3 Después de
avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, navegábamos a Siria y
arribamos a Tiro, porque el barco debía descargar allí. 4 Nos
quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos. Mediante el
Espíritu ellos decían a Pablo que no subiese a Jerusalén. 5
Cuando se nos pasaron los días, salimos acompañados por todos con sus
mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad, y puestos de rodillas en la
playa, oramos. 6 Nos despedimos los unos de los otros y
subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas.
7 Habiendo completado la travesía marítima desde
Tiro, arribamos a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos
quedamos con ellos un día. 8 Al día siguiente, partimos y
llegamos a Cesarea. Entramos a la casa de Felipe el evangelista, quien
era uno de los siete, y nos alojamos con él. 9 Este tenía
cuatro hijas solteras que profetizaban. 10 Y mientras
permanecíamos allí por varios días, un profeta llamado Agabo descendió
de Judea. 11 Al llegar a nosotros, tomó el cinto de Pablo, se
ató los pies y las manos, y dijo:
-Esto dice el Espíritu Santo: "Al hombre a quien pertenece
este cinto, lo atarán así los judíos en Jerusalén, y le entregarán en
manos de los gentiles."
12 Cuando oímos esto, nosotros y también los de
aquel lugar le rogamos que no subiese a Jerusalén. 13
Entonces Pablo respondió:
-¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo
estoy listo no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por
el nombre del Señor Jesús.
14 Como él no se dejaba persuadir, desistimos
diciendo:
-Hágase la voluntad del Señor.
15 Después de estos días, habiendo hecho los
preparativos, subimos a Jerusalén. 16 También vinieron con
nosotros unos discípulos de Cesarea, trayendo consigo a un tal Mnasón de
Chipre, discípulo antiguo, en cuya casa nos hospedaríamos.
17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos
recibieron de buena voluntad.
Pablo y los hermanos en Jerusalén
18 Al día siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a
Jacobo, y todos los ancianos se reunieron. 19 Después de
saludarlos, les contaba una por una todas las cosas que Dios había hecho
entre los gentiles por medio de su ministerio. 20 Cuando lo
oyeron, glorificaron a Dios. Y le dijeron:
-Tú ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído;
y todos son celosos por la ley. 21 Pero se les ha informado
acerca de ti, que tú enseñas a apartarse de Moisés a todos los judíos
que están entre los gentiles, diciéndoles que no circunciden a sus hijos
ni anden según nuestras costumbres. 22 ¿Qué hay, pues, de
esto? Seguramente oirán que has venido. 23 Por tanto, haz
esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho
votos. 24 Toma contigo a estos hombres, purifícate con ellos,
paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay
nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también
sigues guardando la ley. 25 Pero en cuanto a los gentiles que
han creído, nosotros hemos escrito lo que habíamos decidido: que se
abstengan de lo que es ofrecido a los ídolos, de sangre, de lo
estrangulado y de fornicación.
Pablo es apresado en el templo
26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al día
siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar
aviso del día en que se cumpliría la purificación, cuando se ofrecería
el sacrificio por cada uno de ellos.
27 Cuando iban a terminar los siete días, los
judíos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el
pueblo y le echaron mano, 28 gritando: "¡Hombres de Israel!
¡Ayudad! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos
contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido
griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo." 29
Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, un
efesio, y suponían que Pablo lo había metido en el templo.
30 Así que toda la ciudad se agitó, y se hizo un
tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del
templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas.
31 Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso
al tribuno de la compañía que toda Jerusalén estaba alborotada. 32
De inmediato, éste tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a
ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a
Pablo.
33 Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó
que le atasen con dos cadenas. Preguntó quién era y qué había hecho;
34 pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros,
otra. Como él no podía entender nada de cierto a causa del alboroto,
mandó llevarlo a la fortaleza. 35 Y sucedió que cuando llegó
a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a
causa de la violencia de la multitud; 36 porque la
muchedumbre del pueblo venía detrás gritando: "¡Mátale!"
Defensa de Pablo ante el pueblo
37 Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al
tribuno:
-¿Se me permite decirte algo?
Y él dijo:
-¿Sabes griego? 38 Entonces, ¿no eres tú aquel
egipcio que provocó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto
a cuatro mil hombres de los asesinos?
39 Entonces dijo Pablo:
-A la verdad, yo soy judío, ciudadano de Tarso de Cilicia,
una ciudad no insignificante. Y te ruego, permíteme hablar al pueblo.
40 Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las
gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio,
comenzó a hablar en hebreo diciendo:
22 -Hermanos y
padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.
2 Cuando oyeron que Pablo les hablaba en lengua
hebrea, guardaron aun mayor silencio. Entonces dijo:
3 -Soy un hombre judío, nacido en Tarso de Cilicia
pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la
estricta observancia de la ley de nuestros padres, siendo celoso de Dios
como lo sois todos vosotros hoy. 4 Yo perseguí este Camino
hasta la muerte, tomando presos y entregando a las cárceles a hombres y
también a mujeres, 5 como aun el sumo sacerdote me es
testigo, y todos los ancianos de quienes también recibí cartas para los
hermanos. Y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén a los que
estaban allí, para que fuesen castigados. 6 Pero me sucedió,
cuando viajaba y llegaba cerca de Damasco, como a mediodía, que de
repente me rodeó de resplandor una gran luz del cielo. 7 Yo
caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?" 8 Entonces yo respondí:
"¿Quién eres, Señor?" Y me dijo: "Yo soy
Jesús de Nazaret, a quien tú persigues." 9 A la
verdad, los que estaban conmigo vieron la luz, pero no entendieron la
voz del que hablaba conmigo. 10 Yo dije: "¿Qué haré, Señor?"
Y el Señor me dijo: "Levántate y vé a
Damasco, y allí se te dirá todo lo que te está ordenado hacer."
11 »Como no podía ver a causa del resplandor de
aquella luz, fui guiado de la mano por los que estaban conmigo, y entré
en Damasco. 12 Entonces un tal Ananías, hombre piadoso
conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que
moraban allí, 13 vino a mí y puesto de pie me dijo: "Hermano
Saulo, recibe la vista." Y yo le vi en aquel instante. 14 Y
él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para
que conozcas su voluntad y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
15 Porque serás testigo suyo ante todos los hombres de lo que
has visto y oído. 16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes?
Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre."
17 »Entonces, cuando volví a Jerusalén, mientras
oraba en el templo, sucedió que caí en éxtasis 18 y vi al
Señor que me decía: "Date prisa y sal de
inmediato de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí."
19 Y yo dije: "Señor, ellos saben bien que yo andaba
encarcelando y azotando a los que creían en ti en todas las sinagogas;
20 y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo
también estaba presente, aprobaba su muerte y guardaba la ropa de los
que le mataban." 21 Pero él me dijo:
"Anda, porque yo te enviaré lejos, a los
gentiles."
Pablo ante el tribuno
22 Le escucharon hasta esta palabra. Entonces alzaron la voz
diciendo:
-¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que
viva!
23 Como ellos daban voces, arrojaban sus ropas y
echaban polvo al aire, 24 el tribuno mandó que metieran a
Pablo en la fortaleza y ordenó que le sometieran a interrogatorio
mediante azotes, para saber por qué causa daban voces así contra él.
25 Pero apenas lo estiraron con las correas, Pablo dijo al
centurión que estaba presente:
-¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano que no ha sido
condenado?
26 Cuando el centurión oyó esto, fue e informó al
tribuno diciendo:
-¿Qué vas a hacer? Pues este hombre es romano.
27 Vino el tribuno y le dijo:
-Dime, ¿eres tú romano?
Y él dijo:
-Sí.
28 El tribuno respondió:
-Yo logré esta ciudadanía con una gran suma.
Entonces Pablo dijo:
-Pero yo la tengo por nacimiento.
29 Así que, en seguida se retiraron de él los que
le iban a interrogar. También el tribuno tuvo temor cuando supo que
Pablo era ciudadano romano y que le había tenido atado.
Defensa de Pablo ante el Sanedrín
30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza la verdadera
razón por la que era acusado por los judíos, le desató y mandó reunir a
todos los principales sacerdotes y a todo el Sanedrín de ellos. Y
sacando a Pablo, lo presentó delante de ellos.
23 Entonces
Pablo, fijando la vista en el Sanedrín, dijo:
-Hermanos, yo he vivido delante de Dios con toda buena
conciencia hasta el día de hoy.
2 Y el sumo sacerdote Ananías mandó a los que
estaban a su lado, que le golpeasen en la boca. 3 Entonces
Pablo dijo:
-¡Dios te ha de golpear a ti, pared blanqueada! Tú estás
sentado para juzgarme conforme a la ley; y quebrantando la ley, ¿mandas
que me golpeen?
4 Los que estaban presentes le dijeron:
-¿Insultas tú al sumo sacerdote de Dios?
5 Y Pablo dijo:
-No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; pues
escrito está: No maldecirás al gobernante de tu pueblo.
6 Entonces Pablo, sabiendo que una parte del
Sanedrín eran saduceos y la otra parte fariseos, gritó en el Sanedrín:
-Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Es por la
esperanza y la resurrección de los muertos que soy juzgado.
7 Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los
fariseos y los saduceos. La asamblea se dividió, 8 porque los
saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus; pero
los fariseos afirman todas estas cosas. 9 Se levantó un gran
vocerío, y algunos de los escribas del partido de los fariseos se
levantaron y contendían diciendo:
-No hallamos ningún mal en este hombre. ¿Y qué hay si un
espíritu o un ángel le ha hablado?
10 Como hubo grande disensión, el tribuno,
temiendo que Pablo fuese despedazado, mandó a los soldados que bajaran
para arrebatarlo de en medio de ellos y llevarlo a la fortaleza.
11 A la noche siguiente se le presentó el Señor y
le dijo: "Sé valiente, Pablo, pues así como
has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques
también en Roma."
Complot para asesinar a Pablo
12 Cuando llegó el día, los judíos tramaron un complot y se
juraron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que
hubieran dado muerte a Pablo. 13 Eran más de cuarenta los que
habían hecho esta conjuración. 14 Ellos fueron a los
principales sacerdotes y a los ancianos, y les dijeron:
-Nosotros hemos jurado bajo maldición, que no gustaremos nada
hasta que hayamos dado muerte a Pablo. 15 Ahora, pues,
vosotros con el Sanedrín solicitad al tribuno que le saque mañana a
vosotros, como si tuvierais que investigar su caso con más exactitud.
Pero nosotros estaremos preparados para matarle antes que él llegue.
16 Pero el hijo de la hermana de Pablo oyó hablar
de la emboscada. El fue, entró en la fortaleza y se lo informó a Pablo.
17 Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo:
-Lleva a este joven al tribuno, porque tiene algo que
comunicarle.
18 Entonces él le tomó, le llevó al tribuno y le
dijo:
-El preso Pablo me llamó y me rogó que trajera este joven a
ti, porque tiene algo que decirte.
19 El tribuno le tomó de la mano, y llevándolo
aparte le preguntó en privado:
-¿Qué es lo que tienes que decirme?
20 Y él dijo:
-Los judíos han acordado rogarte que mañana saques a Pablo al
Sanedrín, como si fueran a indagar algo más exacto acerca de él. 21
Pues tú, no les creas, porque más de cuarenta hombres de ellos le
están preparando una emboscada. Se han jurado bajo maldición que no
comerán ni beberán hasta que le hayan asesinado. Ahora están listos,
esperando una promesa de parte tuya.
22 Luego el tribuno despidió al joven
encargándole:
-No digas a nadie que me has informado de esto.
Pablo es llevado a Cesarea
23 Entonces el tribuno llamó a dos de los centuriones y dijo:
-Para la tercera hora de la noche, preparad 200 soldados, más
70 de caballería y 200 lanceros para que vayan a Cesarea.
24 A la vez, ordenó que proveyeran cabalgaduras
para que Pablo montara, y le llevasen a salvo al procurador Félix.
25 También escribió una carta en estos términos:
26 Claudio Lisias, al excelentísimo procurador Félix.
Saludos.
27 Cuando este hombre fue prendido por los judíos
y estaba a punto de ser muerto por ellos, yo le rescaté acudiendo con la
tropa, habiendo entendido que era romano. 28 Queriendo saber
el delito por el cual le acusaban, le hice bajar al Sanedrín de ellos.
29 Hallé que era acusado de cuestiones de la ley de ellos,
pero sin ninguna acusación de crimen digno de muerte o de prisión.
30 Pero como se me informó que habría un complot contra el hombre,
inmediatamente le envié a ti y he informado también a sus acusadores que
declaren delante de ti lo que tienen contra él.
31 Por tanto, de acuerdo con las órdenes que habían recibido,
los soldados tomaron a Pablo y le llevaron de noche a Antípatris.
32 Y al día siguiente, dejando que la caballería siguiera con él,
regresaron a la fortaleza. 33 Después de llegar a Cesarea y
entregar la carta al procurador, presentaron también a Pablo delante de
él.
34 El procurador leyó la carta y le preguntó de
qué provincia era. Informado que era de Cilicia, dijo:
35 -Oiré tu causa cuando vengan tus acusadores.
Y mandó que le guardaran en el Pretorio de Herodes.
Pablo acusado ante Félix
24 Cinco días después,
descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un
orador, un cierto Tértulo. Ellos comparecieron delante del procurador
contra Pablo. 2 Y al ser llamado éste, Tértulo comenzó a
acusarle diciendo:
-Puesto que gozamos de mucha paz, gracias a ti, y se están
realizando reformas en beneficio de esta nación debido a tu prudencia,
3 oh excelentísimo Félix, siempre y en todo lugar lo
aceptamos con toda gratitud. 4 Pero para no molestarte más
largamente, te ruego que nos escuches brevemente, conforme a tu equidad.
5 Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y es
promotor de sediciones entre los judíos de todo el mundo y cabecilla de
la secta de los nazarenos. 6 ,7Intentó también profanar el
templo, pero le prendimos. 8 Al examinarle, tú mismo podrás
saber todas estas cosas de las que le acusamos.
9 También los judíos lo confirmaban, alegando que
estas cosas eran así.
Defensa de Pablo ante Félix
10 Entonces, cuando el procurador le dio señal para hablar,
Pablo contestó:
-Sabiendo que por muchos años has sido juez de esta nación,
con confianza expondré mi defensa. 11 Tú puedes cerciorarte
de que no hace más de doce días que subí a Jerusalén para adorar.
12 No me hallaron disputando con nadie en el templo, ni provocando
tumultos del pueblo, ni en las sinagogas ni en la ciudad. 13
Tampoco pueden ellos comprobarte las cosas de las que ahora me acusan.
14 Sin embargo, te confieso esto: que sirvo al Dios de mis
padres conforme al Camino que ellos llaman secta, creyendo todo lo que
está escrito en la Ley y en los Profetas. 15 Tengo esperanza
en Dios, la cual ellos mismos también abrigan, de que ha de haber
resurrección de los justos y de los injustos. 16 Y por esto
yo me esfuerzo siempre por tener una conciencia sin remordimiento
delante de Dios y los hombres.
17 »Pasados muchos años, vine para presentar
donativos y ofrendas a mi nación. 18 Mientras hacía esto,
unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo (no en tumulto
ni con alboroto). 19 Ellos deberían comparecer delante de ti
y traer acusaciones, si es que tienen algo contra mí. 20 O
que digan éstos mismos qué delito hallaron cuando comparecí ante el
Sanedrín, 21 salvo que cuando estuve entre ellos lancé este
grito: "¡Con respecto a la resurrección de los muertos yo soy juzgado
hoy por vosotros!"
22 Entonces Félix, estando bien informado acerca
de este Camino, les aplazó diciendo:
-Cuando venga el tribuno Lisias, examinaré vuestro caso.
23 Dio órdenes al centurión de que Pablo fuese
custodiado, pero que tuviera algunos privilegios y que no se impidiese a
ninguno de los suyos atenderle.
Prisión de Pablo en Cesarea
24 Algunos días después, vino Félix con Drusila su esposa,
que era judía. Mandó traer a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Cristo
Jesús. 25 Cuando Pablo disertaba de la justicia, del dominio
propio y del juicio venidero, Félix se llenó de miedo y respondió:
-Por ahora, vete; pero cuando tenga oportunidad, te llamaré.
26 A la vez, Félix esperaba también que se le
diera algún dinero de parte de Pablo. Por eso le hacía venir con
frecuencia y hablaba con él. 27 Pero al cabo de dos años,
Félix recibió como sucesor a Porcio Festo, y queriéndose congraciar con
los judíos, Félix dejó preso a Pablo.
Pablo apela al César
25 Tres días después de
haber asumido el mando de la provincia, Festo subió de Cesarea a
Jerusalén. 2 Entonces los principales sacerdotes y los
dirigentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le
rogaban 3 pidiendo contra él, el favor de que le hiciese
traer a Jerusalén. Mientras tanto, ellos preparaban una emboscada para
asesinarle en el camino. 4 Pero Festo respondió que Pablo
estaba custodiado en Cesarea, y que en breve él mismo partiría para
allá. 5 Dijo:
-Los que puedan de entre vosotros desciendan conmigo; y si
hay alguna falta en este hombre, acúsenle.
6 Después de detenerse entre ellos no más de ocho
o diez días, descendió a Cesarea; y al día siguiente, se sentó en el
tribunal y mandó que Pablo fuese traído. 7 Cuando llegó, le
rodearon los judíos que habían descendido de Jerusalén, haciendo muchas
y graves acusaciones contra él, las cuales no podían probar; 8
mientras que Pablo decía en su defensa:
-En nada he pecado, ni contra la ley de los judíos, ni contra
el pueblo, ni contra el César.
9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los
judíos, respondió a Pablo y dijo:
-¿Quieres subir a Jerusalén para ser juzgado allí delante de
mí acerca de estas cosas?
10 Pablo respondió:
-Ante el tribunal del César estoy, donde me corresponde ser
juzgado. A los judíos no he hecho ninguna injusticia, como tú muy bien
lo sabes. 11 Si estoy haciendo alguna injusticia o si he
hecho alguna cosa digna de muerte, no rehúso morir; pero si no hay nada
de cierto en las cosas de las que éstos me acusan, nadie puede
entregarme a ellos. Yo apelo al César.
12 Entonces Festo, habiendo consultado con el
consejo, respondió:
-Al César has apelado. ¡Al César irás!
Agripa considera el caso de Pablo
13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice fueron a
Cesarea para saludar a Festo. 14 Como pasaban allí muchos
días, Festo presentó al rey el caso de Pablo, diciendo:
-Hay cierto hombre que ha sido dejado preso por Félix,
15 con respecto a quien se me presentaron los principales
sacerdotes y los ancianos de los judíos cuando subí a Jerusalén,
pidiendo sentencia contra él. 16 A ellos les respondí que no
es costumbre de los romanos entregar a ningún hombre antes que el
acusado tenga presentes a sus acusadores y tenga oportunidad de hacer su
defensa contra la acusación. 17 Así que, habiendo venido
ellos juntos acá, sin ninguna demora, al día siguiente, me senté en el
tribunal y mandé traer al hombre. 18 Pero cuando se
presentaron los acusadores, no trajeron ninguna acusación con respecto a
él, de los crímenes que yo sospechaba. 19 Solamente tenían
contra él ciertas cuestiones acerca de su propia religión y de un cierto
Jesús, ya fallecido, de quien Pablo afirmaba que está vivo. 20
Yo, vacilante con semejante caso, le preguntaba si quería ir a
Jerusalén y ser juzgado por estas cosas allí. 21 Pero como
Pablo apeló a quedar bajo custodia para la decisión de Augusto, mandé
que le guardasen hasta que yo le enviara al César.
22 Entonces Agripa dijo a Festo:
-Yo también quisiera oír al hombre.
Y él dijo:
-Mañana le oirás.
Pablo testifica ante el rey Agripa
23 Así que al día siguiente vinieron Agripa y Berenice con
mucha pompa, y después que entraron en la sala de audiencias con los
tribunos y los principales de la ciudad, fue traído Pablo por mandato de
Festo. 24 Entonces Festo dijo:
-Rey Agripa, y todos los hombres aquí presentes con nosotros:
Mirad a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos ha
recurrido a mí, tanto en Jerusalén como aquí, clamando a gritos que él
no debe vivir más. 25 Pero yo hallé que él no había hecho
ninguna cosa digna de muerte, y habiendo apelado él mismo a Augusto, he
determinado enviarle. 26 Pero no tengo nada de cierto que
escribir a mi señor acerca de él. Por esto le he traído ante vosotros, y
especialmente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, yo
tenga algo que escribir. 27 Porque me parece cosa no
razonable enviar un preso sin indicar también las acusaciones contra él.
26 Luego Agripa
dijo a Pablo:
-Se te permite hablar por ti mismo.
Entonces Pablo extendió la mano y comenzó su defensa:
2 -Me tengo por dichoso que haya de exponer hoy mi
defensa delante de ti, oh rey Agripa, acerca de todas las cosas de las
que soy acusado por los judíos; 3 mayormente por ser tú
conocedor de todas las costumbres y cuestiones de los judíos. Por lo
tanto, te ruego que me escuches con paciencia.
4 »Mi manera de vivir, desde mi juventud, la cual
pasé desde el comienzo entre los de mi nación en Jerusalén, la conocen
todos los judíos. 5 Ellos me conocen desde antes, si
quisieran testificarlo, que conforme a la más rigurosa secta de nuestra
religión viví como fariseo. 6 Y ahora soy sometido a juicio
por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres, 7
promesa que esperan alcanzar nuestras doce tribus sirviendo
constantemente día y noche. ¡Por la misma esperanza soy acusado por los
judíos, oh rey! 8 ¿Por qué se juzga increíble entre vosotros
que Dios resucite a los muertos?
9 »Pues yo, a la verdad, había pensado que debía
hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; 10 y
esto hice en Jerusalén. Habiendo recibido autorización de los
principales sacerdotes, yo encerré en cárceles a muchos de los santos; y
cuando les mataban, yo di mi voto contra ellos. 11 Muchas
veces, castigándoles en todas las sinagogas, procuraba obligarles a
blasfemar; y enfurecido en extremo contra ellos, los perseguía hasta en
las ciudades extranjeras.
12 »En esto estaba ocupado cuando iba a Damasco
con autorización y comisión de los principales sacerdotes. 13
En el camino a mediodía, oh rey, vi que desde el cielo una luz, más
resplandeciente que el sol, alumbró alrededor de mí y de los que
viajaban conmigo. 14 Habiendo caído todos nosotros a tierra,
oí una voz que me decía en lengua hebrea: "Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? ¡Dura cosa te es dar coces contra el
aguijón!" 15 Entonces yo dije: "¿Quién eres, Señor?" Y
el Señor dijo: "Yo soy Jesús, a quien tú
persigues. 16 Pero
levántate y ponte sobre tus pies, porque te he aparecido para esto: para
constituirte en ministro y testigo de las cosas que has visto de mí y de
aquellas en que apareceré a ti. 17
Yo te libraré del pueblo y de los gentiles,
a los cuales ahora yo te envío 18
para abrir sus ojos, para que se conviertan
de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, para que
reciban perdón de pecados y una herencia entre los santificados por la
fe en mí."
19 »Por lo cual, oh rey Agripa, no fui
desobediente a la visión celestial. 20 Más bien, primeramente
a los que estaban en Damasco, y en Jerusalén y por toda la tierra de
Judea, y a los gentiles, les he proclamado que se arrepientan y se
conviertan a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
21 »A causa de esto, los judíos me prendieron en
el templo e intentaron matarme. 22 Pero habiendo obtenido
auxilio de Dios, me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando
testimonio a pequeños y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que
los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: 23 que
el Cristo había de padecer, y que por ser el primero de la resurrección
de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
24 Mientras él decía estas cosas en su defensa,
Festo le dijo a gran voz:
-¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco!
25 Pero Pablo dijo:
-No estoy loco, oh excelentísimo Festo, sino que hablo
palabras de verdad y de cordura. 26 Pues el rey, delante de
quien también hablo confiadamente, entiende de estas cosas. Porque estoy
convencido de que nada de esto le es oculto, pues esto no ha ocurrido en
algún rincón. 27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? ¡Yo
sé que crees!
28 Entonces Agripa dijo a Pablo:
-¡Por poco me persuades a ser cristiano!
29 Y Pablo dijo:
-¡Quisiera Dios que, por poco o por mucho, no solamente tú
sino también todos los que hoy me escuchan fueseis hechos como yo, salvo
estas cadenas!
30 Entonces se levantaron el rey, el procurador,
Berenice y los que se habían sentado con ellos. 31 Y después
de retirarse aparte, hablaban los unos con los otros diciendo:
-Este hombre no hace ninguna cosa digna de muerte ni de
prisión.
32 Y Agripa dijo a Festo:
-Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera
apelado al César.
Pablo se embarca para Roma
27 Cuando se determinó que
habíamos de navegar a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros
presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. 2
Así que nos embarcamos en una nave adramiteña que salía para los
puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, un macedonio
de Tesalónica.
3 Al otro día, atracamos en Sidón; y Julio,
tratando a Pablo con amabilidad, le permitió ir a sus amigos y ser
atendido por ellos. 4 Y habiendo zarpado de allí, navegamos a
sotavento de Chipre, porque los vientos nos eran contrarios. 5
Después de cruzar por alta mar frente a Cilicia y a Panfilia,
arribamos a Mira, ciudad de Licia. 6 El centurión encontró
allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos embarcó en ella.
7 Navegando muchos días despacio, y habiendo
llegado a duras penas frente a Gnido, porque el viento nos impedía,
navegamos a sotavento de Creta frente a Salmón. 8 Y
costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos,
cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
La tempestad en el mar
9 Puesto que había transcurrido mucho tiempo y se hacía
peligrosa la navegación, porque también el Ayuno ya había pasado, Pablo
les amonestaba 10 diciendo:
-Hombres, veo que la navegación ha de realizarse con daño y
mucha pérdida, no sólo de la carga y de la nave, sino también de
nuestras vidas.
11 Pero el centurión fue persuadido más por el
piloto y el capitán del barco, y no por lo que Pablo decía. 12
Ya que el puerto era incómodo para pasar el invierno, la mayoría
acordó zarpar de allí, por si de alguna manera pudiesen arribar a Fenice,
un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, para invernar
allí.
13 Como sopló una brisa del sur y les pareció que
ya habían logrado lo que deseaban, izaron velas e iban costeando a Creta
muy de cerca. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un
viento huracanado que se llama Euraquilón. 15 Como la nave
era arrebatada y no podía poner proa al viento, nos abandonamos a él y
éramos llevados a la deriva. 16 Navegamos a sotavento de una
pequeña isla que se llama Cauda, y apenas pudimos retener el esquife.
17 Y después de subirlo a bordo, se valían de refuerzos para
ceñir la nave. Pero temiendo encallar en la Sirte, bajaron velas y se
dejaban llevar así. 18 Al día siguiente, mientras éramos
sacudidos por una furiosa tempestad, comenzaron a aligerar la carga;
19 y al tercer día, con sus propias manos arrojaron los
aparejos del barco. 20 Como no aparecían ni el sol ni las
estrellas por muchos días y nos sobrevenía una tempestad no pequeña,
íbamos perdiendo ya toda esperanza de salvarnos.
21 Entonces, como hacía mucho que no comíamos,
Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo:
-Oh hombres, debíais haberme escuchado y no haber partido de
Creta, para evitar este daño y pérdida. 22 Pero ahora os
insto a tener buen ánimo, pues no se perderá la vida de ninguno de
vosotros, sino solamente la nave. 23 Porque esta noche estuvo
conmigo un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24 y
me dijo: "No temas, Pablo. Es necesario que comparezcas ante el César, y
he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo." 25
Por tanto, oh hombres, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios
que será así como me ha dicho. 26 Pero es necesario que demos
en alguna isla.
27 Cuando llegó la decimocuarta noche, y siendo
nosotros llevados a la deriva a través del mar Adriático, a la
medianoche los marineros sospecharon que se acercaban a alguna tierra.
28 Echaron la sonda y hallaron veinte brazas. Pasando un poco
más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas.
29 Temiendo dar en escollos, echaron las cuatro anclas de la popa
y ansiaban el amanecer.
30 Como los marineros procuraban huir de la nave,
y echaron el esquife al mar simulando que iban a largar las anclas de la
proa, 31 Pablo dijo al centurión y a los soldados:
-Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podréis salvaros.
32 Entonces los soldados cortaron las amarras del
esquife y dejaron que se perdiera.
33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo animaba a
todos a comer algo, diciendo:
-Este es el decimocuarto día que veláis y seguís en ayunas
sin comer nada. 34 Por tanto, os ruego que comáis algo, pues
esto es para vuestra salud; porque no perecerá ni un cabello de la
cabeza de ninguno de vosotros.
35 Habiendo dicho esto, tomó pan, dio gracias a
Dios en presencia de todos y partiéndolo comenzó a comer. 36
Y cuando todos recobraron mejor ánimo, comieron ellos también. 37
Eramos en total 276 personas en la nave. 38 Luego,
satisfechos de la comida, aligeraban la nave echando el trigo al mar.
El naufragio en la isla de Malta
39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra; pero
distinguían una bahía que tenía playa, en la cual, de ser posible, se
proponían varar la nave. 40 Cortaron las anclas y las dejaron
en el mar. A la vez, soltaron las amarras del timón, izaron al viento la
vela de proa e iban rumbo a la playa. 41 Pero al dar en un
banco de arena entre dos corrientes, hicieron encallar la nave. Al
enclavarse la proa, quedó inmóvil, mientras la popa se abría por la
violencia de las olas.
42 Entonces los soldados acordaron matar a los
presos, para que ninguno se escapara nadando; 43 pero el
centurión, queriendo librar a Pablo, frustró su intento. Mandó a los que
podían nadar que fueran los primeros en echarse para salir a tierra;
44 y a los demás, unos en tablas, y otros en objetos de la
nave. Así sucedió que todos llegaron salvos a tierra.
Experiencias de Pablo en Malta
28 Una vez a salvo, supimos
luego que la isla se llamaba Malta. 2 Los nativos nos
trataron con no poca amabilidad, pues nos recibieron a todos y
encendieron un fuego a causa de la lluvia que caía, y del frío.
3 Entonces, al recoger Pablo una cantidad de ramas
secas y echarlas al fuego, se le prendió en la mano una víbora que huía
del calor. 4 Cuando los nativos vieron la serpiente colgada
de su mano, se decían unos a otros: "¡Seguramente este hombre es
homicida, a quien, aunque se haya salvado del mar, la justicia no le
deja vivir!" 5 Entonces él sacudió la serpiente en el fuego,
pero no padeció ningún mal. 6 Mientras tanto, ellos esperaban
que comenzara a hincharse o que cayera muerto de repente. Pero al pasar
mucho tiempo esperando y al ver que no le pasaba nada malo, cambiaron de
parecer y decían que era un dios.
7 En aquellos lugares estaban las propiedades del
hombre principal de la isla, que se llamaba Publio. Este nos recibió y
nos hospedó de manera amistosa por tres días. 8 Aconteció que
el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y disentería. Pablo
entró a donde él estaba, y después de orar, le impuso las manos y le
sanó.
9 Después que sucedió esto, los demás de la isla
que tenían enfermedades también venían a él y eran sanados. 10
También ellos nos honraron con muchos obsequios, y antes que
zarpáramos, nos abastecieron de las cosas necesarias.
Pablo llega a Roma
11 Así que, después de tres meses, zarpamos en una nave
alejandrina que había invernado en la isla y que tenía por insignia a
Cástor y Pólux. 12 Habiendo arribado a Siracusa, estuvimos
allí tres días. 13 De allí, costeando alrededor, fuimos a
Regio; y un día después se levantó el viento del sur, y llegamos al
segundo día a Puteoli. 14 Allí hallamos hermanos y fuimos
invitados a quedarnos con ellos siete días. Y de esta manera llegamos a
Roma.
15 Al oír de nosotros, los hermanos vinieron hasta
la plaza de Apio y las Tres Tabernas para recibirnos. Pablo, al verlos,
dio gracias a Dios y cobró ánimo. 16 Cuando llegamos a Roma,
a Pablo le fue permitido vivir aparte, con un soldado que le custodiaba.
Pablo y su mensaje en Roma
17 Aconteció que, tres días después, Pablo convocó a los que
eran los principales de los judíos, y una vez reunidos les dijo:
-Hermanos, sin que yo haya hecho ninguna cosa contra el
pueblo ni contra las costumbres de los padres, desde Jerusalén he sido
entregado preso en manos de los romanos. 18 Habiéndome
examinado, ellos me querían soltar porque no había en mí ninguna causa
digna de muerte. 19 Pero como los judíos se oponían, yo me vi
forzado a apelar al César, no porque tenga de qué acusar a mi nación.
20 Así que, por esta causa os he llamado para veros y
hablaros, porque por la esperanza de Israel estoy ceñido con esta cadena.
21 Entonces ellos dijeron:
-Nosotros no hemos recibido cartas de Judea tocante a ti, y
ninguno de los hermanos que ha venido ha denunciado o hablado algún mal
acerca de ti. 22 Pero queremos oír de ti lo que piensas,
porque nos es conocido acerca de esta secta, que en todas partes se
habla en contra de ella.
23 Habiéndole fijado un día, en gran número
vinieron a él a donde se alojaba. Desde la mañana hasta el atardecer,
les exponía y les daba testimonio del reino de Dios, persuadiéndoles
acerca de Jesús, partiendo de la Ley de Moisés y de los Profetas.
24 Algunos quedaban convencidos por lo que decía, pero otros no
creían. 25 Como ellos no estaban de acuerdo entre sí, se iban
cuando Pablo les dijo una última palabra:
-Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a
vuestros padres, diciendo:
26 Vé a este pueblo y diles:
"De oído oiréis y jamás entenderéis;
y viendo veréis y nunca percibiréis."
27 Porque el corazón de este pueblo
se ha vuelto insensible
y con los oídos oyeron torpemente.
Han cerrado sus ojos
de manera que no vean con los ojos,
ni oigan con los oídos,
ni entiendan con el corazón,
ni se conviertan.
Y yo los sanaré.
28 Sabed, pues, que a los gentiles es anunciada
esta salvación de Dios, y ellos oirán.
29 , 30 Pablo permaneció dos años
enteros en una casa que alquilaba. A todos los que venían a él, les
recibía allí, 31 predicando el reino de Dios y enseñando
acerca del Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento.
Reina-Valera Actualizada, 1989. |