La Epístola a
los
Hebreos
La definitiva revelación en Cristo
1 Dios, habiendo
hablado en otro tiempo muchas veces y de muchas maneras a los padres por
los profetas, 2 en estos últimos días nos ha hablado por el
Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por medio de quien,
asimismo, hizo el universo. 3 El es el resplandor de su
gloria y la expresión exacta de su naturaleza, quien sustenta todas las
cosas con la palabra de su poder. Y cuando había hecho la purificación
de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas.
Jesucristo, superior a los ángeles
4 Fue hecho tanto superior a los ángeles, así como el nombre
que ha heredado es más excelente que el de ellos. 5 Porque,
¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:
Hijo mío eres tú;
yo te he engendrado hoy;
y otra vez:
Yo seré para él, Padre;
y él será para mí, Hijo?
6 Otra vez, al introducir al Primogénito en el
mundo, dice:
Adórenle todos los ángeles de Dios.
7 Y de los ángeles dice:
El hace a sus ángeles vientos,
y a sus servidores llama de fuego;
8 mientras que del Hijo dice:
Tu trono, oh Dios,
es por los siglos de los siglos;
cetro de rectitud
es el cetro de tu reino.
9 Amaste la justicia
y aborreciste la iniquidad;
por lo cual te ungió Dios,
el Dios tuyo,
con aceite de alegría,
más que a tus compañeros.
10 Y:
Tú, oh Señor, en el principio
fundaste la tierra,
y los cielos son
obra de tus manos.
11 Ellos perecerán,
pero tú permaneces;
todos ellos se envejecerán
como un vestido.
12 Como a manto los enrollarás,
y serán cambiados como vestido.
Pero tú eres el mismo,
y tus años no se acabarán.
13 ¿Y a cuál de sus ángeles ha dicho jamás:
Siéntate a mi diestra
hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies?
14 ¿Acaso no son todos espíritus servidores,
enviados para ministrar a favor de los que han de heredar la salvación?
Una salvación tan grande
2 Por lo tanto, es
necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído,
no sea que nos deslicemos. 2 Pues si la palabra dicha por los
ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa
retribución, 3 ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una
salvación tan grande? Esta salvación, que al principio fue declarada por
el Señor, nos fue confirmada por medio de los que oyeron, 4
dando Dios testimonio juntamente con ellos con señales, maravillas,
diversos hechos poderosos y dones repartidos por el Espíritu Santo según
su voluntad.
El Autor de la salvación
5 Porque no fue a los ángeles a quienes Dios sometió el mundo
venidero del cual hablamos. 6 Pues alguien dio testimonio en
un lugar, diciendo:
¿Qué es el hombre,
para que te acuerdes de él,
o el hijo del hombre,
para que tengas cuidado de él?
7 Le has hecho por poco tiempo
menor que los ángeles;
le coronaste de gloria y de honra;
8 todas las cosas sometiste
debajo de sus pies.
Al someter a él todas las cosas, no dejó nada que no esté
sometido a él. Pero ahora no vemos todavía todas las cosas sometidas a
él. 9 Sin embargo, vemos a Jesús, quien por poco tiempo fue
hecho menor que los ángeles, coronado de gloria y honra por el
padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la
muerte por todos.
10 Porque le convenía a Dios -por causa de quien y
por medio de quien todas las cosas existen- perfeccionar al Autor de la
salvación de ellos, por medio de los padecimientos, para conducir a
muchos hijos a la gloria. 11 Pues tanto el que santifica como
los que son santificados, todos provienen de uno. Por esta razón, él no
se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo:
Anunciaré a mis hermanos tu nombre;
en medio de la congregación te alabaré.
13 Y otra vez: Yo pondré mi confianza en él. Y
otra vez: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.
14 Por tanto, puesto que los hijos han participado
de carne y sangre, de igual manera él participó también de lo mismo,
para destruir por medio de la muerte al que tenía el dominio sobre la
muerte (éste es el diablo), 15 y para librar a los que por el
temor de la muerte estaban toda la vida condenados a esclavitud. 16
Porque ciertamente él no tomó para sí a los ángeles, sino a la
descendencia de Abraham. 17 Por tanto, era preciso que en
todo fuese hecho semejante a sus hermanos, a fin de ser un sumo
sacerdote misericordioso y fiel en el servicio delante de Dios, para
expiar los pecados del pueblo. 18 Porque en cuanto él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son
tentados.
Jesucristo, superior a Moisés
3 Por tanto, hermanos
santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el
apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión. 2 El era fiel
al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de
Dios. 3 Pero él ha sido estimado digno de una gloria superior
a la de Moisés, por cuanto aquel que ha construido una casa tiene mayor
dignidad que la casa. 4 Porque toda casa es construida por
alguien, pero el constructor de todas las cosas es Dios. 5
Moisés fue fiel como siervo en toda la casa de Dios, para dar testimonio
de lo que se había de decir después. 6 En cambio, Cristo es
fiel como Hijo sobre su casa. Esta casa suya somos nosotros, si de veras
retenemos la confianza y el gloriarnos de la esperanza.
El reposo del pueblo de Dios
7 Por eso, como dice el Espíritu Santo:
Si oís hoy su voz,
8 no endurezcáis vuestros corazones
como en la provocación,
en el día de la prueba en el desierto,
9 donde vuestros padres
me pusieron a gran prueba
y vieron mis obras
durante cuarenta años.
10 Por esta causa me enojé
con aquella generación
y dije: "Ellos siempre
se desvían en su corazón
y no han conocido mis caminos."
11 Como juré en mi ira:
"¡Jamás entrarán en mi reposo!"
12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de
vosotros un corazón malo de incredulidad que os aparte del Dios vivo.
13 Más bien, exhortaos los unos a los otros cada día,
mientras aún se dice: "Hoy", para que ninguno de vosotros se endurezca
por el engaño del pecado. 14 Porque hemos llegado a ser
participantes de Cristo, si de veras retenemos el principio de nuestra
confianza hasta el fin, 15 entre tanto se dice:
Si oís hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones
como en la provocación.
16 Porque ¿quiénes fueron aquellos que habiendo
oído le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto con
Moisés? 17 ¿Y con quiénes se disgustó durante cuarenta años?
¿No fue precisamente con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el
desierto? 18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo,
sino a aquellos que no obedecieron? 19 Y vemos que ellos no
pudieron entrar debido a su incredulidad.
4 Temamos, pues,
mientras permanezca aún la promesa de entrar en su reposo, no sea que
alguno de vosotros parezca quedarse atrás. 2 Porque también a
nosotros, como a ellos, nos han sido anunciadas las buenas nuevas; pero
a ellos de nada les aprovechó oír la palabra, porque no se identificaron
por fe con los que la obedecieron. 3 Pero los que hemos
creído sí entramos en el reposo, como él ha dicho:
Como juré en mi ira:
"¡Jamás entrarán en mi reposo!"
aunque sus obras quedaron terminadas desde la fundación del
mundo. 4 Porque en cierto lugar ha dicho así del séptimo día:
Y reposó Dios en el séptimo día de todas sus obras. 5 Y otra
vez dice aquí: "¡Jamás entrarán en mi reposo!"
6 Puesto que falta que algunos entren en el
reposo, ya que aquellos a quienes primero les fue anunciado no entraron
a causa de la desobediencia, 7 Dios ha determinado otra vez
un cierto día, diciendo por medio de David: "Hoy", después de tanto
tiempo, como ya se ha dicho:
Si oís hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones.
8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no
se hablaría después de otro día. 9 Por tanto, queda todavía
un reposo sabático para el pueblo de Dios. 10 El que ha
entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, así como Dios de
las suyas. 11 Hagamos, pues, todo esfuerzo para entrar en
aquel reposo, no sea que alguien caiga en el mismo ejemplo de
desobediencia.
12 Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y
más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón. 13 No existe cosa
creada que no sea manifiesta en su presencia. Más bien, todas están
desnudas y expuestas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta.
Jesucristo, sumo sacerdote superior
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que ha
traspasado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra
confesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo
igual que nosotros, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues,
con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y
hallemos gracia para el oportuno socorro.
5 Pues todo sumo
sacerdote que es tomado de entre los hombres es constituido para
servicio a favor de los hombres delante de Dios, para que ofrezca
ofrendas y sacrificios por los pecados. 2 El puede sentir
compasión de los ignorantes y de los extraviados, ya que él también está
rodeado de debilidad. 3 Y por causa de esta debilidad debe
ofrecer sacrificio, tanto por sus propios pecados como por los del
pueblo. 4 Y nadie toma esta honra para sí, sino porque ha
sido llamado por Dios, como lo fue Aarón.
5 Así también Cristo no se glorificó a sí mismo
para ser hecho sumo sacerdote, sino que le glorificó el que le dijo:
Hijo mío eres tú;
yo te he engendrado hoy.
6 Como también dice en otro lugar:
Tú eres sacerdote para siempre
según el orden de Melquisedec.
7 Cristo, en los días de su vida física, habiendo
ofrecido ruegos y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que le podía
librar de la muerte, fue oído por su temor reverente. 8
Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció. 9
Y habiendo sido perfeccionado, llegó a ser Autor de eterna salvación
para todos los que le obedecen, 10 y fue proclamado por Dios
sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
Advertencia a los inmaduros
11 De esto tenemos mucho que decir, aunque es difícil de
explicar, porque habéis llegado a ser tardos para oír. 12
Debiendo ser ya maestros por el tiempo transcurrido, de nuevo tenéis
necesidad de que alguien os instruya desde los primeros rudimentos de
las palabras de Dios. Habéis llegado a tener necesidad de leche y no de
alimento sólido. 13 Pues todo el que se alimenta de leche no
es capaz de entender la palabra de la justicia, porque aún es niño.
14 Pero el alimento sólido es para los maduros, para los que por
la práctica tienen los sentidos entrenados para discernir entre el bien
y el mal.
6 Por tanto,
dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la
madurez, sin poner de nuevo el fundamento del arrepentimiento de obras
muertas, de la fe en Dios, 2 de la doctrina de bautismos, de
la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio
eterno. 3 Y esto haremos si es que Dios lo permite. 4
Porque es imposible que los que fueron una vez iluminados, que
gustaron del don celestial, que llegaron a ser participantes del
Espíritu Santo, 5 que también probaron la buena palabra de
Dios y los poderes del mundo venidero, 6 y después recayeron,
sean otra vez renovados para arrepentimiento; puesto que crucifican de
nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a vituperio. 7
Porque la tierra, que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre
ella y produce hierba para el provecho de aquellos que la cultivan,
recibe la bendición de Dios. 8 Pero la que produce espinos y
abrojos es desechada, está cercana a la maldición, y su fin es ser
quemada.
9 Pero aunque hablamos así, oh amados, en cuanto a
vosotros estamos persuadidos de cosas mejores que conducen a la
salvación. 10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra
obra y el amor que habéis demostrado por su nombre, porque habéis
atendido a los santos y lo seguís haciendo. 11 Pero deseamos
que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia para ir logrando
plena certidumbre de la esperanza hasta el final, 12 a fin de
que no seáis perezosos, sino imitadores de los que por la fe y la
paciencia heredan las promesas.
Firme esperanza en la promesa divina
13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, puesto que
no podía jurar por otro mayor, juró por sí mismo 14 diciendo:
De cierto te bendeciré con bendición
y te multiplicaré en gran manera.
15 Y así Abraham, esperando con suma paciencia,
alcanzó la promesa.
16 Porque los hombres juran por el que es mayor
que ellos, y para ellos el juramento para confirmación pone fin a todas
las controversias. 17 Por esto Dios, queriendo demostrar de
modo convincente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su
consejo, interpuso juramento 18 para que, por dos cosas
inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un
fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza
puesta por delante. 19 Tenemos la esperanza como ancla del
alma, segura y firme, y que penetra aun dentro del velo, 20
donde entró Jesús por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para
siempre según el orden de Melquisedec.
El sacerdocio de Melquisedec
7 Porque este Melquisedec,
rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de
Abraham que volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo. 2
Asimismo, le dio Abraham los diezmos de todo. En primer lugar, su nombre
significa "rey de justicia", y también era rey de Salem, que significa
"rey de paz". 3 Sin padre ni madre ni genealogía, no tiene
principio de días ni fin de vida; y en esto se asemeja al Hijo de Dios,
en que permanece sacerdote para siempre.
4 Mirad, pues, cuán grande fue aquel a quien aun
el patriarca Abraham le dio los diezmos del botín. 5
Ciertamente, aquellos descendientes de Leví que han recibido el
sacerdocio tienen, según la ley, mandamiento de recibir los diezmos del
pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque ellos también son
descendientes de Abraham. 6 Pero aquel, cuya genealogía no es
contada entre ellos, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que
tenía las promesas. 7 Indiscutiblemente, el que es menor es
bendecido por el mayor. 8 Aquí los hombres que mueren reciben
los diezmos, mientras que allí los recibe aquel acerca de quien se ha
dado testimonio de que vive. 9 Y por decirlo así, en la
persona de Abraham también Leví, el que recibe los diezmos, dio el
diezmo. 10 Porque él todavía estaba en el cuerpo de su padre
cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11 Ahora bien, si fuera posible lograr la
perfección por medio del sacerdocio levítico (porque bajo éste el pueblo
ha recibido la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro
sacerdote según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el
orden de Aarón? 12 Porque de haber cambio de sacerdocio, es
necesario que también se haga cambio de ley. 13 Pues aquel de
quien se dice esto es de otra tribu, de la cual nadie ha servido en el
altar. 14 Porque es evidente que nuestro Señor nació de la
tribu de Judá, sobre la cual Moisés no dijo nada en cuanto al
sacerdocio. 15 Esto es aun más evidente si otro sacerdote se
levanta a la semejanza de Melquisedec, 16 quien no ha sido
constituido conforme al mandamiento de la ley acerca del linaje carnal,
sino según el poder de una vida indestructible. 17 Pues de él
se da este testimonio:
Tú eres sacerdote para siempre
según el orden de Melquisedec.
18 A la verdad, el mandamiento anterior fue
abrogado por ser ineficaz e inútil, 19 porque la ley no
perfeccionó nada. Sin embargo, se introduce una esperanza mejor, por la
cual nos acercamos a Dios. 20 Y esto no fue hecho sin
juramento. 21 Los otros fueron hechos sacerdotes sin
juramento, mientras que éste lo fue por el juramento del que le dijo:
Juró el Señor y no se arrepentirá:
"Tú eres sacerdote para siempre."
Jesús, sacerdote del pacto superior
22 De igual manera, Jesús ha sido hecho fiador de un pacto
superior. 23 A la verdad, muchos fueron hechos sacerdotes,
porque debido a la muerte no podían permanecer. 24 Pero éste,
porque permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. 25
Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de
él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por
ellos.
26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo,
inocente, puro, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los
cielos. 27 El no tiene cada día la necesidad, como los otros
sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios, primero por sus propios
pecados y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para
siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28 La ley constituye como
sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento,
posterior a la ley, constituyó al Hijo, hecho perfecto para siempre.
8 En resumen, lo
que venimos diciendo es esto: Tenemos tal sumo sacerdote que se sentó a
la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2 ministro
del lugar santísimo y del verdadero tabernáculo que levantó el Señor y
no el hombre.
3 Porque todo sumo sacerdote es puesto para
ofrecer ofrendas y sacrificios; de ahí que era necesario que él también
tuviera algo que ofrecer. 4 Si estuviese sobre la tierra, ni
siquiera sería sacerdote, porque ya hay sacerdotes que presentan
ofrendas según la ley. 5 Ellos sirven a lo que es figura y
sombra de las cosas celestiales, como se le había advertido a Moisés
cuando estaba por acabar el tabernáculo, diciendo: Mira, harás todas las
cosas conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte. 6
Pero ahora Jesús ha alcanzado un ministerio sacerdotal tanto más
excelente por cuanto él es mediador de un pacto superior, que ha sido
establecido sobre promesas superiores.
7 Porque si el primer pacto hubiera sido sin
defecto, no se habría procurado lugar para un segundo. 8
Porque reprendiéndoles dice:
"He aquí vienen días,"
dice el Señor,
"en que concluiré
con la casa de Israel
y con la casa de Judá
un nuevo pacto;
9 no como el pacto
que hice con sus padres
en el día en que los tomé
de la mano para sacarlos
de la tierra de Egipto.
Porque ellos no permanecieron
en mi pacto,
y yo dejé de preocuparme
por ellos," dice el Señor.
10 "Porque éste es el pacto que haré
con la casa de Israel
después de aquellos días,"
dice el Señor.
"Pondré mis leyes
en la mente de ellos
y en sus corazones las inscribiré.
Y yo seré para ellos Dios,
y para mí ellos serán pueblo.
11 Nadie enseñará a su prójimo,
ni nadie a su hermano,
diciendo: ’Conoce al Señor’;
porque todos me conocerán,
desde el menor de ellos
hasta el mayor.
12 Porque seré misericordioso
en cuanto a sus injusticias
y jamás me acordaré
de sus pecados."
13 Al decir "nuevo", ha declarado caduco al
primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está a punto de
desaparecer.
Jesús y el santuario superior
9 Ahora bien, el primer
pacto tenía reglamentos acerca del culto y del santuario terrenal.
2 El tabernáculo fue dispuesto así: En la primera parte, en lo que
llaman el lugar santo, estaban las lámparas, la mesa y los panes de la
Presencia. 3 Tras el segundo velo estaba la parte del
tabernáculo que se llama el lugar santísimo. 4 Allí estaba el
incensario de oro y el arca del pacto enteramente cubierta con oro. En
ella estaban un vaso de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que
reverdeció y las tablas del pacto. 5 Sobre ella, los
querubines de la gloria cubrían el propiciatorio. De todas estas cosas
no podemos hablar ahora en detalle.
6 Estas cosas fueron dispuestas así: En la primera
parte del tabernáculo entraban siempre los sacerdotes para realizar los
servicios del culto. 7 Pero en la segunda, una vez al año,
entraba el sumo sacerdote solo, no sin sangre, la cual ofrecía por sí
mismo y por los pecados que el pueblo cometía por ignorancia.
8 Con esto el Espíritu Santo daba a entender que
todavía no había sido mostrado el camino hacia el lugar santísimo,
mientras estuviese en pie la primera parte del tabernáculo. 9
Esto es una figura para el tiempo presente, según la cual se ofrecían
ofrendas y sacrificios que no podían hacer perfecto, en cuanto a la
conciencia, al que rendía culto. 10 Estas son ordenanzas de
la carne, que consisten sólo de comidas y bebidas y diversos
lavamientos, impuestas hasta el tiempo de la renovación.
Jesús, el sacrificio perfecto y final
11 Pero estando ya presente Cristo, el sumo sacerdote de los
bienes que han venido, por medio del más amplio y perfecto tabernáculo
no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 12 entró
una vez para siempre en el lugar santísimo, logrando así eterna
redención, ya no mediante sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
mediante su propia sangre. 13 Porque si la sangre de machos
cabríos y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los
impuros, santifican para la purificación del cuerpo, 14
¡cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se
ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestras conciencias de
las obras muertas para servir al Dios vivo!
15 Por esta razón, también es mediador del nuevo
pacto, para que los que han sido llamados reciban la promesa de la
herencia eterna, ya que intervino muerte para redimirlos de las
transgresiones bajo el primer pacto. 16 Porque donde hay un
testamento, es necesario que se presente constancia de la muerte del
testador. 17 El testamento es confirmado con la muerte,
puesto que no tiene vigencia mientras viva el testador. 18
Por esto, ni aun el primer testamento fue inaugurado sin sangre. 19
Porque habiendo declarado Moisés todos los mandamientos según la
ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos
cabríos junto con agua, lana escarlata e hisopo, y roció al libro mismo
y también a todo el pueblo, 20 diciendo: Esta es la sangre
del pacto, el cual Dios os ha ordenado. 21 Y roció también
con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios del servicio;
22 pues según la ley casi todo es purificado con sangre, y sin
derramamiento de sangre no hay perdón.
23 Era, pues, necesario purificar las figuras de
las cosas celestiales con estos ritos; pero las mismas cosas
celestiales, con sacrificios mejores que éstos. 24 Porque
Cristo no entró en un lugar santísimo hecho de manos, figura del
verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de
Dios a nuestro favor. 25 Tampoco entró para ofrecerse muchas
veces a sí mismo, como entra cada año el sumo sacerdote en el lugar
santísimo con sangre ajena. 26 De otra manera, le habría sido
necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo. Pero ahora,
él se ha presentado una vez para siempre en la consumación de los
siglos, para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.
27 Entonces, tal como está establecido que los hombres mueran una
sola vez, y después el juicio, 28 así también Cristo fue
ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez,
ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que le
esperan.
10 Porque la
ley, teniendo la sombra de los bienes venideros y no la forma misma de
estas realidades, nunca puede, por medio de los mismos sacrificios que
se ofrecen continuamente de año en año, hacer perfectos a los que se
acercan. 2 De otra manera, ¿no habrían dejado de ser
ofrecidos? Porque los que ofrecen este culto, una vez purificados, ya no
tendrían más conciencia de pecado. 3 Sin embargo, cada año se
hace memoria del pecado con estos sacrificios, 4 porque la
sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
5 Por lo tanto, entrando en el mundo, él dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste,
pero me preparaste un cuerpo.
6 Holocaustos y sacrificios por el pecado
no te agradaron;
7 entonces dije: "¡Heme aquí
para hacer, oh Dios, tu voluntad!"
como en el rollo del libro
está escrito de mí.
8 Habiendo dicho arriba: Sacrificios, ofrendas y
holocaustos por el pecado no quisiste ni te agradaron (cosas que se
ofrecen según la ley), 9 luego dijo: ¡Heme aquí para hacer tu
voluntad! El quita lo primero para establecer lo segundo. 10
Es en esa voluntad que somos santificados, mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
11 Todo sacerdote se ha presentado, día tras día,
para servir en el culto y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios
que nunca pueden quitar los pecados. 12 Pero éste, habiendo
ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la
diestra de Dios, 13 esperando de allí en adelante hasta que
sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. 14 Porque
con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados.
15 También el Espíritu Santo nos da testimonio,
porque después de haber dicho:
16 "Este es el pacto que haré con ellos
después de aquellos días",
dice el Señor;
"pondré mis leyes
en sus corazones,
y en sus mentes las inscribiré",
17 él añade:
"Nunca más me acordaré
de los pecados e iniquidades de ellos."
18 Pues donde hay perdón de pecados, no hay más
ofrenda por el pecado.
Nuestro acceso a Dios
19 Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al
lugar santísimo por la sangre de Jesús, 20 por el camino
nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo (es decir, su cuerpo),
21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura. 23 Retengamos firme la confesión de la esperanza
sin vacilación, porque fiel es el que lo ha prometido. 24
Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las
buenas obras. 25 No dejemos de congregarnos, como algunos
tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando
veis que el día se acerca.
26 Porque si pecamos voluntariamente, después de
haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio
por el pecado, 27 sino una horrenda expectativa de juicio y
de fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios.
28 El que ha desechado la ley de Moisés ha de
morir sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos. 29
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que ha pisoteado al
Hijo de Dios, que ha considerado de poca importancia la sangre del pacto
por la cual fue santificado y que ha ultrajado al Espíritu de gracia?
30 Porque conocemos al que ha dicho: "Mía es la venganza; yo
daré la retribución." Y otra vez: "El Señor juzgará a su pueblo."
31 ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!
32 Traed a la memoria los días del pasado en los
cuales, después de haber sido iluminados, soportasteis gran conflicto y
aflicciones. 33 Por una parte, fuisteis hechos espectáculo
público con reproches y tribulaciones. Por otra parte, fuisteis hechos
compañeros de los que han estado en tal situación. 34 También
os compadecisteis de los presos y con gozo padecisteis ser despojados de
vuestros bienes, sabiendo que vosotros mismos tenéis una posesión mejor
y perdurable.
35 No desechéis, pues, vuestra confianza, la cual
tiene una gran recompensa. 36 Porque os es necesaria la
perseverancia para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis lo
prometido; 37 porque:
Aún un poco, en un poco más
el que ha de venir vendrá
y no tardará.
38 Pero mi justo vivirá por fe;
y si se vuelve atrás,
no agradará a mi alma.
39 Pero nosotros no somos de los que se vuelven
atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del
alma.
Las promesas y los héroes de la fe
11 La fe es la constancia
de las cosas que se esperan y la comprobación de los hechos que no se
ven. 2 Por ella recibieron buen testimonio los antiguos.
3 Por la fe comprendemos que el universo fue constituido por la
palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se
veía.
4 Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio
superior al de Caín. Por ella recibió testimonio de ser justo, pues Dios
dio testimonio al aceptar sus ofrendas. Y por medio de la fe, aunque
murió, habla todavía.
5 Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la
muerte y no fue hallado, porque Dios le había trasladado. Antes de su
traslado, recibió testimonio de haber agradado a Dios. 6 Y
sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le
buscan.
7 Por la fe Noé, habiendo sido advertido por
revelación acerca de cosas que aún no habían sido vistas, movido por
temor reverente, preparó el arca para la salvación de su familia. Por la
fe él condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que es
según la fe.
8 Por la fe Abraham, cuando fue llamado, obedeció
para salir al lugar que había de recibir por herencia; y salió sin saber
a dónde iba. 9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena, viviendo en tiendas con Isaac y Jacob,
los coherederos de la misma promesa; 10 porque esperaba la
ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11 Por la fe, a pesar de que Sara misma era estéril, él recibió
fuerzas para engendrar un hijo cuando había pasado de la edad; porque
consideró que el que lo había prometido era fiel. 12 Y por lo
tanto, de uno solo, y estando éste muerto en cuanto a estas cosas,
nacieron hijos como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena
innumerable que está a la orilla del mar.
13 Conforme a su fe murieron todos éstos sin haber
recibido el cumplimiento de las promesas. Más bien, las miraron de lejos
y las saludaron, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la
tierra. 14 Los que así hablan, claramente dan a entender que
buscan otra patria. 15 Pues si de veras se acordaran de la
tierra de donde salieron, tendrían oportunidad de regresar. 16
Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por
eso Dios no se avergüenza de llamarse el Dios de ellos, porque les ha
preparado una ciudad.
17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció
a Isaac. El que había recibido las promesas ofrecía a su hijo único,
18 de quien se había dicho: En Isaac te será llamada
descendencia. 19 El consideraba que Dios era poderoso para
levantar aun de entre los muertos. De allí que, hablando figuradamente,
lo volvió a recibir.
20 Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú
respecto al porvenir. 21 Por la fe Jacob, cuando moría,
bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró apoyado sobre la cabeza
de su bastón. 22 Por la fe José, llegando al fin de sus días,
se acordó del éxodo de los hijos de Israel y dio mandamiento acerca de
sus restos.
23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido
por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño hermoso
y porque no temieron al mandamiento del rey. 24 Por la fe
Moisés, cuando llegó a ser grande, rehusó ser llamado hijo de la hija
del Faraón. 25 Prefirió, más bien, recibir maltrato junto con
el pueblo de Dios que gozar por un tiempo de los placeres del pecado.
26 El consideró el oprobio por Cristo como riquezas
superiores a los tesoros de los egipcios, porque fijaba la mirada en el
galardón. 27 Por la fe abandonó Egipto, sin temer la ira del
rey, porque se mantuvo como quien ve al Invisible. 28 Por la
fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el que
destruía a los primogénitos no los tocase a ellos. 29 Por la
fe ellos pasaron por el mar Rojo como por tierra seca; pero cuando lo
intentaron los egipcios, fueron anegados.
30 Por la fe cayeron los muros de Jericó después
de ser rodeados por siete días. 31 Por la fe no pereció la
prostituta Rajab junto con los incrédulos, porque recibió en paz a los
espías.
32 ¿Qué más diré? Me faltaría el tiempo para
contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y
de los profetas. 33 Por la fe éstos conquistaron reinos,
hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, 34
sofocaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada,
sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron poderosos en batalla y
pusieron en fuga los ejércitos de los extranjeros. 35 Mujeres
recibieron por resurrección a sus muertos. Unos fueron torturados, sin
esperar ser rescatados, para obtener una resurrección mejor. 36
Otros recibieron pruebas de burlas y de azotes, además de cadenas
y cárcel. 37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba,
muertos a espada. Anduvieron de un lado para otro cubiertos de pieles de
ovejas y de cabras; pobres, angustiados, maltratados. 38 El
mundo no era digno de ellos. Andaban errantes por los desiertos, por las
montañas, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
39 Y todos éstos, aunque recibieron buen
testimonio por la fe, no recibieron el cumplimiento de la promesa,
40 para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros;
porque Dios había provisto algo mejor para nosotros.
12 Por tanto,
nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos
enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante,
2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe;
quien por el gozo que tenía por delante sufrió la cruz, menospreciando
el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.
La disciplina del Señor
3 Considerad, pues, al que soportó tanta hostilidad de
pecadores contra sí mismo, para que no decaiga vuestro ánimo ni
desmayéis. 4 Pues todavía no habéis resistido hasta la sangre
combatiendo contra el pecado. 5 ¿Y habéis ya olvidado la
exhortación que se os dirige como a hijos?
Hijo mío, no tengas en poco
la disciplina del Señor
ni desmayes cuando seas reprendido por él.
6 Porque el Señor disciplina al que ama
y castiga a todo el que recibe como hijo.
7 Permaneced bajo la disciplina; Dios os está
tratando como a hijos. Porque, ¿qué hijo es aquel a quien su padre no
disciplina? 8 Pero si estáis sin la disciplina de la cual
todos han sido participantes, entonces sois ilegítimos, y no hijos.
9 Además, teníamos a nuestros padres carnales que nos
disciplinaban y les respetábamos. ¿No obedeceremos con mayor razón al
Padre de los espíritus, y viviremos? 10 Ellos nos
disciplinaban por pocos días como a ellos les parecía, mientras que él
nos disciplina para bien, a fin de que participemos de su santidad.
11 Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino
de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por
medio de ella han sido ejercitados.
12 Por lo tanto, fortaleced las manos debilitadas
y las rodillas paralizadas; 13 y enderezad para vuestros pies
los caminos torcidos, para que el cojo no sea desviado, sino más bien
sanado.
Perseverar en la gracia de Dios
14 Procurad la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie
verá al Señor. 15 Mirad bien que ninguno deje de alcanzar la
gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brote y cause estorbo, y
que por ella muchos sean contaminados; 16 que ninguno sea
inmoral ni profano como Esaú que por una sola comida vendió su propia
primogenitura. 17 Porque ya sabéis que fue reprobado, a pesar
de que después quería heredar la bendición, porque no halló más ocasión
de arrepentimiento, aunque lo buscó con lágrimas.
18 No os habéis acercado al monte que se podía
tocar, al fuego encendido, a las tinieblas, a la profunda oscuridad, a
la tempestad, 19 al sonido de la trompeta y al estruendo de
las palabras, que los que lo oyeron rogaron que no se les hablase más;
20 porque no podían soportar lo que se mandaba: Si un animal
toca el monte, será apedreado. 21 Y tan terrible era aquel
espectáculo que Moisés dijo: "¡Estoy aterrado y temblando!"
22 Más bien, os habéis acercado al monte Sion, a
la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a la reunión de
millares de ángeles, 23 a la asamblea de los primogénitos que
están inscritos en los cielos, a Dios el juez de todos, a los espíritus
de los justos ya hechos perfectos, 24 a Jesús el mediador del
nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
25 Mirad que no rechacéis al que habla. Porque si
no escaparon aquellos que en la tierra rechazaron al que advertía, mucho
menos escaparemos nosotros si nos apartamos del que advierte desde los
cielos. 26 Su voz estremeció la tierra en aquel entonces, y
ahora ha prometido diciendo: Todavía una vez más estremeceré no sólo la
tierra, sino también el cielo.
27 La expresión "todavía una vez más" indica con
claridad que será removido lo que puede ser sacudido, como las cosas
creadas, para que permanezca lo que no puede ser sacudido. 28
Así que, habiendo recibido un reino que no puede ser sacudido,
retengamos la gracia, y mediante ella sirvamos a Dios, agradándole con
temor y reverencia. 29 Porque nuestro Dios es fuego
consumidor.
Llamado a las virtudes cristianas
13 Permanezca el amor
fraternal. 2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por
ésta algunos hospedaron ángeles sin saberlo. 3 Acordaos de
los presos, como si estuvieseis en cadenas junto con ellos; y de los
afligidos, puesto que también vosotros estáis en el cuerpo. 4
Honroso es para todos el matrimonio, y pura la relación conyugal; pero
Dios juzgará a los fornicarios y a los adúlteros.
5 Sean vuestras costumbres sin amor al dinero,
contentos con lo que tenéis ahora; porque él mismo ha dicho: Nunca te
abandonaré ni jamás te desampararé. 6 De manera que podemos
decir confiadamente:
El Señor es mi socorro,
y no temeré.
¿Qué me hará el hombre?
7 Acordaos de vuestros dirigentes que os hablaron
la palabra de Dios. Considerando el éxito de su manera de vivir, imitad
su fe.
8 ¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los
siglos! 9 No seáis llevados de acá para allá por diversas y
extrañas doctrinas; porque bueno es que el corazón haya sido afirmado en
la gracia; no en comidas, que nunca aprovecharon a los que se dedican a
ellas. 10 Tenemos un altar del cual los que sirven en el
tabernáculo no tienen derecho a comer. 11 Porque los cuerpos
de aquellos animales, cuya sangre es introducida por el sumo sacerdote
en el lugar santísimo como sacrificio por el pecado, son quemados fuera
del campamento. 12 Por lo tanto, también Jesús padeció fuera
de la puerta de la ciudad para santificar al pueblo por medio de su
propia sangre. 13 Salgamos pues a él, fuera del campamento,
llevando su afrenta. 14 Porque aquí no tenemos una ciudad
permanente, sino que buscamos la que ha de venir. 15 Así que,
por medio de él, ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es
decir, fruto de labios que confiesan su nombre. 16 No os
olvidéis de hacer el bien y de compartir lo que tenéis, porque tales
sacrificios agradan a Dios.
17 Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a
ellos, porque ellos velan por vuestras almas como quienes han de dar
cuenta; para que lo hagan con alegría y sin quejarse, pues esto no os
sería provechoso.
18 Orad por nosotros, pues confiamos que tenemos
buena conciencia y deseamos conducirnos bien en todo. 19 Con
mayor insistencia imploro que lo hagáis, para que yo os sea restituido
pronto.
Doxología y saludos finales
20 Y el Dios de paz, que por la sangre del pacto eterno
levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de
las ovejas, 21 os haga aptos en todo lo bueno para hacer su
voluntad, haciendo él en nosotros lo que es agradable delante de él por
medio de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
22 Os ruego, hermanos, que recibáis bien esta
palabra de exhortación; porque os he escrito brevemente. 23
Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad. Si él
viene pronto, yo iré a veros con él.
24 Saludad a todos vuestros dirigentes y a todos
los santos. Os saludan los de Italia.
25 La gracia sea con todos vosotros.
Reina-Valera Actualizada, 1989. |