Buscando la verdad
EL ROMPECABEZAS DE JESÚS.

¿Acaso no hubo Jesús histórico ?

por Earl Doherty

Traductor: Hernán Toro

LOS APOLOGISTAS DEL SIGLO SEGUNDO

Los Apologistas Cristianos del siglo segundo nos presentan una imagen dramática de subsiguiente diversidad en el movimiento cristiano y con respecto a a Jesús de Nazaret, un silencio sorprendente y revelador.

Los primeros 100 años del cristianismo han recibido la mayor atención por parte de los Especialistas cristianos. Convencionalmente se piensa que Jesús, los orígenes de la Iglesia y los documentos que terminaron en el canon del Nuevo Testamento yacen dentro del período que va hasta los años 130. También están incluídos los escritos supervivientes del variado grupo conocido como los Padres Apostólicos, los cuales revelan algunas de las condiciones y conflicos al interior del movimiento en desarrollo. El período subsiguiente con una duración de otros 100 años o más, fue la edad de los apologistas. Estos eran hombres como Justino Mártir, quien presentó y justificó el Cristianismo frente a un mundo exterior que era fuertemente hostil a la nueva fe.

En mi serie de cuatro partes "El rompecabezas de Jesús" aparecida en Humanist in Canada desde el otoño de 1995 hasta el verano de 1996 (Reproducido en este Website), ofrecí una imagen de los orígenes y crecimiento del Cristianismo que rechaza la existencia de un Jesús de Nazaret histórico. Una de las características clave de esa reconstrucción fué la inusual diversidad de expresión que se encuentra en el registro cristiano primitivo acerca de la figura de Jesús, la Teología cristiana, las prácticas rituales y las concepciones de la salvación. Esta diversidad no apunta a un fundador humano y un único movimiento misionero que se origina en aquél, sino a un movimiento religioso de amplia difusión y descoordinado, cuyo fundamento se basaba en diversas creencias en un Hijo de Dios intermediadrio y Divino, una entidad totalmente espiritual. Un tópico relacionado era el universal silencio que encontramos en ese registro primitivo con respecto a cualquier cosa que tuviera que ver con el ser humano que conocemos por medio de los evangelios.

¿Qué encontramos a medida que el cristianimoentra en sus segundos 100 años? De hecho, encontramos más de lo mismo. Aquéllos que han estudiado los apologistas han tienden a hacer algunas observaciones sorprendentes. Hacen notar cuán poca continuidad muestran estos escritores con respecto a las tradiciones más primitivas. A menudo sus ideas no tienen nada en común con aquéllas que aparecen en las epístolas del Nuevo Testamento e incluso con las ideas presentadas en los Evangelios. No hay ninguna dependencia de Pablo. Más aún, no parece que dichos escritores se movieran en círculos eclesiásticos. Ni siquiera Justino, que había trabajado en Roma, tiene algo que decir acerca de los obispos y de las organizaciones eclesiásticas. Y casi todos aquéllos de antes del año 180 (siendo Justino la mayor excepción) permanecen en silencio con respecto a los Evangelios y a la figura de Jesús que está contenida en ellos. De hecho, se podría decir que ellos ignoran deliberada y absolutamente cualquier tipo de figura histórica.

Esta situación, junto con el hecho de que los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles no se vislumbran en ningún otro escritor cristiano hasta la mitad del siglo segundo, soporta la conclusión de que la figura de Jesús de Nazaret fue un desarrollo en el pensamiento cristiano que nació a la vida únicamente en los evangelios, y de forma gradual, a lo largo del curso del siglo segundo, imponiéndose a sí mismo en la totalidad del movimiento.

Miremos más de cerca la evidencia suministrada por los apologistas Cristianos.

Los académicos especializados en el siglo segundo caracterizan a la cristiandad de los apologistas como un movimiento esencialmente filosófico. Aunque la primera expresión del desarrollo cristiano en el siglo primero, la centrada en Pablo y el grupo de Jerusalén, fué un fenómeno palestino de orientación apocalíptica, la de los apologistas, que estaban todos localizados en los centros cosmopolitanos del imperio, se basaba en la filosofía platónica y en el judaísmo helenista.

Justino, el apologista del cual más sabemos, llegó al cristianismo después de haber investigado todas las demás filosofías populares de su época: Estoicos, Peripatéticos (Aristóteles), Pitagóricos. Finalmente, hizo escuela en Platonismo Medio, la perspectiva filosófica predominante en esa era, la cual coloreaba todo lo demás, especialmente en sus fuertes preocupaciones religiosas con respecto a la naturaleza de la Deidad y sus relaciones con la humanidad. Cuando Justino encontró el Cristianismo, juzgó que era la mejor versión de la filosofía contemporánea. En Roma, parece no haber tenido ninguna conexión con ningún cuerpo eclesiástico, pero fundó su propia escuela para enseñar filosofía cristiana de la misma forma en que lo hacían los filósofos paganos de ese tiempo.

¿Y en qué consistía esta "filosofía Cristiana", según era presentada por los apologistas como grupo? No hay duda de que tenía sus raíces en el Judaísmo. Predicaba la adoración monoteísta del dios Judío, un dios que se proclamaba como superior a los dioses de los paganos. Se examinaban las escrituras hebreas para obtener información sobre este dios. Se le daba mucha importancia a un modo de vida basado en la ética judía; que asímismo, se proclamaba como muy superior comparada con la filosofía ética de los paganos. Al mismo tiempo, esta filosofía derivaba del Platonismo el concepto de un Hijo de Dios, un "segundo Dios" o Logos (Palabra), una fuerza activa en el mundo y que servía como un intermediario entre Dios y la Humanidad. Esta idea del Logos estaba flotando en el ambiente de la mayoría de las filosofías griegas e incluso, en el judaísmo helenista.

Así, la religión de los apologistas se ha caracterizado como "Platónica-Bíblica" o "Platonismo religioso de molde judío". Parece haber surgido de los círculos judíos de la Diáspora que se hallaban inmersos en la filosofía Griega. (Justino y otros, incluyendo el movimiento conocido como Gnosticismo, aportan evidencia de sectas heréticas judías con muchos gentiles entre sus filas, las cuales habían evolucionado quedando a gran distancia del pensamiento Judío tradicional.) Es poco lo que sugiere que esta religión procedía de la rama del desarrollo cristiano del siglo primero que rodeaba a Pablo.No se encuentra nada del enfoque evangélico en el Mesías o en el fin del mundo y los puntos de vista de los apologistas con respecto a la salvación estan enraizados en el misticismo griego y no en la martirología judía por el pecado. Es más apropiado decir que las dos expresiones parecen ser ramas separadas de un arbol muy frondoso.

Justino y quienquiera que haya reformado el Evangelio de Juan para incluir el prólogo, con su himno que iguala el Logos con Jesús, llegó a la convicción de que la Palabra intermediaria, el Hijo de Dios espiritual, se habìa encarnado en una figura humana como se relataba en los Evangelios. Pero, ¿es esto cierto con respecto a la totalidad de los apologistas?

El hecho asombroso es que, de los cinco o seis principales apologistas hasta el año 180, exceptuando a Justino, ninguno introduce un Jesús histórico en sus defensas del cristianismo ante los paganos. (Después de eso, Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría y Orígenes se basan todos firmemente en la tradición Evangélica)

Considere a Teófilo de Antioquía. De acuerdo con Eusebio él fue obispo de la comunidad cristiana de esa ciudad en el año 168, pero uno tiene que dudar. En su tratado Para Autolico, escrito aparentemente hacia el año 180, nos dice que fue pagano de nacimiento y que se convirtió al Cristianismo después de leer las escrituras Judías, una situación prácticamente común a todos los apologistas.

Pero para Teófilo, ¿Cuál es el significado del nombre "cristiano"? El Autolico del título le hizo esta misma pregunta. Él responde (I.12): "Porque somos ungidos con el aceite de Dios." (El nombre "Cristo" significa simplemente "el ungido" debido a los reyes ungidos de Israel.) De hecho, ¡Teófilo absolutamente nunca menciona a Cristo o a Jesús! No hace ninguna referencia a ningún maestro fundador; en cambio, los Cristianos obtienen su conocimiento de Dios a través del Espíritu Santo. Junto con los pronunciamientos de los profetas del Antiguo Testamento, el incluye "los evangelios" (III.12), pero estos también son la palabra inspirada de Dios, no un registro de los hechos y dichos de Jesús.  Cuando cita máximas éticas correspondientes a las enseñanzas Evangélicas de Jesús, las presenta (II.14) como la enseñanza de estos evangelios, no de Jesús mismo.

Y para Teófilo, ¿qué es el Hijo de Dios? Es la Palabra a través de la cual creó Dios al mundo, que fué engendrada por el junto con la Sabiduría. (II.10). Es el principio gobernador y Señor de toda la creación, inspirando a los profetas y al mundo en general hacia un conocimiento de Dios. Aún así, Teófilo no tiene ni una sola cosa que decir acerca de la encarnación de esta Palabra en la carne o de cualquier hecho ejecutado por él en la tierra. De hecho, se apresura a decir (II.22) que este no es un Hijo en el sentido de la procreación sino como un innato en el corazón de Dios. Parece que aquí, el cita parte de las lineas de apertura del Evangelio de Juan, la Palabra como Dios e instrumento en la creación, pero nada más. Fué extraído esto del Evangelio de Juan completamente formado o tal vez del Himno del Logos en el cual se basó Juan? (El nombre "Juan", el único evangelista que se menciona, podría ser una glosa marginal tardía insertada en el texto; no obstante, ver más abajo. ) Dichos escritores, dice Teófilo, son hombres inspirados y no testigos de un Jesús histórico.

Asímismo, para la redención, ganarán la vida eterna todos los que son obedientes a los mandamientod de Dios (II.27). En Teófilo no existe el concepto de una una muerte de Jesús en sacrificio expiatorio, muerte que además, nunca menciona. Y cuando se le reta su doctrina con respecto a que los muertos serán resucitados (Autolico ha exigido: "¡Señáleme aunque sea uno que haya sido resucitado de entre los muertos!"), este cristiano no tiene una sola palabra que decir acerca de la propia resurrección de Jesús. Incluso acusa a los paganos de adorar "hombres muertos" (I.9) y los ridiculiza por creer que Hércules y Asclepio fueron levantados de entre los muertos (I.13). Todo esto, en respuesta a un Autolico que preguntó: "Enséñame tu Dios."

Atenágoras de Atenas, que trabajó en Alejandría, escribió aproximadamente por la misma época, aunque un antiguo testigo lo coloca unas cuantas décadas antes. Era un filósofo que aceptó el cristianismo pero que no muestra ningún tipo de vínculo con ninguna iglesia y ningún tipo de interes en rituales y sacramentos. En Una Petición por Los Cristianos, dirigida al emperador, él dice esto acerca de sus nuevas creencias (10): "Reconocemos un Dios... por quien el Universo ha sido creado a través de su Logos, y fué puesto en orden y mantenido en funcionamiento... porque reconocemos también un Hijo de Dios ... Si se le ocurre preguntar qué se entiende por el Hijo, afirmaré que él es el primer producto del Padre (quien) tuvo al Logos en sí mismo. El vino para ser la idea y el poder energizador de todas las cosas materiales."

Infortunadamente, en el transcurso de 37 capítulos, Atenágoras olvida decirle al emperador que los Cristianos creen que este Logos se había encarnado en la persona de Jesús de Nazaret. Él disecciona la filosofía estoica y platónica del momento, los ángeles y los demonios, así como detalles de varios mitos griegos pero no ofrece ni un fragmento acerca de la vida del Salvador. Él presenta la doctrina cristiana como cosas que "no vienen de una fuente humana, sino que son expresadas y enseñadas por Dios," y procede a citar máximas éticas muy cercanas a partes del Sermon del Monte: "Ama tus enemigos; bendice a quien te maldiga ... " El trata otras citas como provenientes de la escritura o de "nuestra enseñanza". ¿Son estas colecciones éticas no atribuídas a Jesús? Atenágoras nunca usa el término "Evangelio"; el habla de "el testimonio de Dios y de las cosas de Dios" y enumera los profetas y otros hombres, aunque ignora lo que hubiera sido el mayor testimonio de todos, Jesús de Nazaret.

Sin encarnación, en la presentación que hace Atenágoras de la Fe Cristiana no hay muerte y resurrección de Jesús, no hay sacrificio ni Redención. La vida Eterna se gana " únicamente por esto: que conocemos a Dios y a su Logos" (12). De hecho, los nombres Jesús y Cristo nunca aparecen en Atenágoras. Aún así, el dice (11), "si constantemente voy a los detalles particulares de nuestras doctrinas, no se sorprenda". ¿Qué tipo de crasa deshonestidad es esta?

La Epístola anónima a Diogneto a menudo se incluye con los Padres Apostólicos. Pero realmente es una apología, una defensa del Cristianismo dirigida probablemente a un emperador, ya sea Adriano o Marco Aurelio. La mayoría de los académicos se inclinan hacia una datación temprana (c. 130). El escritor llaga hasta el punto de decir que el Dios supremo envió a la tierra al Logos, a su Hijo pero no se aporta ni un lugar, momento o identidad para esta encarnación. El nombre Jesús nunca aparece. El Hijo reveló a Dios, pero no se presenta como un maestro humano.

Encontramos una alusión (9) a la redención: "Él (Dios) tomó nuestros pecados sobre sí mismo y entregó su propio Hijo como un rescate por nosotros," pero su descripción de este acto se basa en la escritura. No se menciona ningún detalle Evangélico, ninguna forma de muerte del Hijo (si realmente es una muerte lo que se describe) y ninguna resurrección. Todo esto en respuesta a las "profundas y cuidadosas preguntas" de Dioogneto acerca de la religión Cristiana. (Se ha identificado que los dos capítulos finales del único manuscrito superviviente, que contienen una referencia a los apóstoles y los discípulos de la Palabra, pertenecen a un documento aparte, probablemente una homilía de mitad o finales del siglo segundo.)

Ahora nos dirigimos a Tatiano, un pupilo de Justino. Dice él que se convirtió al cristianismo por leer las escrituras judías. En una etapa posterior de su carrera, después de apostatar hacia la secta herética de los Encratitas y de dirigirse hacia Siriam Tatiano compuso el famoso Diatessaron, la primera armonía conocida de los cuatro evangelios canónicos. Pero mientras aún estaba en Roma, en algún momento cerca al 160, escribió una Apología a los Griegos, persuadiendo a los lectores paganos a que voltearan la mirada hacia la verdad. En esta descripción de la fe cristiana, Tatiano ni usa el término "Jesús", ni "Cristo", ni siquiera el nombre "Cristiano". Se dedica mucho espacio a dar un perfil del Logos, el poder creativo del universo, primogénito del Padre a través del cual se hizo el mundo - pero no dedica espacio alguno a la encarnación de este Logos. Sus reflexiones sobre Dios y el Logos, en vez de ser alusiones al Evangelio de Juan como algunos afirman, contradicen el Prólogo Joánico en algunos aspectos y pueden reflejar ideas sobre el Logos de amplia difusión en la época. La resurrección de los mueros no se respalda con la resurrección de Jesús. Se gana la vida eterna por medio del conocimiento de Dios (13:1), no por ningún sacrificio expiatorio de Jesús.

En la apología de Tatiano encontramos unas pocas alusiones a dichos del Evangelio, pero no hay referencias específicas a Evangelios escritos y no se hace ninguna atribución de tales dichos a Jesús. En cambio, todo el conocimiento viene de Dios mismo. Tatiano dice que "Dios le enseño" (29:2). Sinembargo, hace un comentario revelador acerca de historias míticas a las cuales regresaremos en un instante. Finalmente, alrededor del año 155, el primer apologista Latino, Minucio Félix, escribió un diálogo entre un cristiano y un pagano, titulado Octavio. Este también presenta un cristianismo sin un Jesús histórico, y de hecho contiene algunas características desconcertantes con respecto al tema. Lo examinaré con detenimiento al final de este artículo.

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Aquí está ocurriendo algo extremadamente irregular. Si se deja de lado a Justino, entre los apologistas del siglo segundo hay un silencio sobre el tema del Jesús histórico que es casi igual al que se encuentra en los escritores de epístolas del siglo primero. Los comentaristas de estas obras, como los estudiosos de las epístolas primitivas, han escarbado y se han rebuscado para tratar de aportar explicaciones.

Una es que los apologistas estaban interesados primero y principalmente en predicar el Padre monoteísta, el Dios de los Judíos, mientras desenmascaraban los mitos griegos y sus divinidades demasiado humanas y poco inspiradoras moralmente. Esto es cierto. Pero no les debería haber impedido dedicar algún espacio a la característica más esencial de la fe, además, los apologistas no tuvieron ningún inconveniente en presentar al Hijo de Dios en la forma del Logos. De hecho, los apologistas como grupo profesan una fé que no es más que una religión del Logos. En esencia es Platonismo llevando al máximo sus implicaciones religiosas y casándolo con la ética y teología Judía. La figura de Jesús de Nazaret como la encarnación del Logos es un injerto, una adopción que sólo fué acojida por Justino.

Por supuesto, la anomalía flagrante que se debe explicar es esta: ¿cómo puede un apologista estar dando a sus lectores paganos una imagen significativa de la fé cristiana, si a su vez deja de lado el elemento más central de todos, la figura de Jesús y lo que había hecho por la salvación? ¿Cómo podría el lector entender la historia y los orígenes del movimiento sin Él?

Inevitablemente, los comentaristas han llegado a la conclusión de que la omisión - de hecho, la supresión- de Jesús fué deliberada. Los filósofos paganos como Galeno habían retado a los pensadores Cristianos de que su fé se basaba más en la revelación que en argumentos filosóficos razonados. Habìan ridiculizado la idea de un dios crucificado. La actitud pagana había hecho que no fuera ventajoso hablar de Jesús de Nazaret, y así, tuvieron que mantenerlo en el closet.

Demasiados argumentos de sentido común refutan esta "explicación". Primero, un escritor como Atenágoras es bastante adepto a los argumentos sofisticados y razonados. ¿Por qué no aplicar dichos talentos para una justificación de la enseñanza cristiana más importante? Si la todo el mundo está difamando a Jesús, seguro que la necesidad más aplastante es rehabilitarlo, no esconderlo. Segundo,esta supresión de Jesús, la mala representación de todo, desde el nombre "Cristiano" hasta la fuente de la ética cristiana, equivale nada más y nada menos que a una negación de Cristo. El apologista construye una representación que excluye los elementos centrales de la fe,falsificando su presentación, no dejando espacio para Jesús. Ha ido más alla que el sólo silencia al afirmar que "He dicho todo lo que hay que decir". En una época en la cual el orgullo y la fortaleza cristiana requería que se encarara cualquier penalidad - incluyendo la suprema- antes de renunciar a la fe, esta actitud de arrancarle las entrañas a la doctrina cristiana se hubiera tenido como una traición. Hubiera horrorizado a los creyentes y hubiera desacreditado a los apologistas ante los ojos de los cristianos. ¿Hubiera alguno de ellos defendido el Nombre tomando la acción de eliminarlo?

¿Y a quién estarían engañando? Cualquier pagano que conociera lo mínimo acerca del cristianismo seguramente estaría familiarizado con la figura de Jesús de Nazaret como fundador del movimiento. Una "Apología" de la fe que lo dejara por fuera rápidamente se vería como el fraude que es, frustrando así por completo la finalidad del ejercicio. Además Justino, el más prominente de los apologistas, no sintió tal aprensión por poner a Jesús al centro de su exposición. Tatiano fue alguien a quien no le importaban un rábano las objeciones o sensibilidades de cualquier pagano. Y después del año 180 ningún escritor cristiano sintió la necesidad o presión de suprimir a Jesús.

Otra consideración importante es que los apologistas están proclamando la superioridad de la ética cristiana y de su visión monoteísta de Dios. Si Jesús hubiera sido la fuente de estas enseñanzas, la altura de éstas se hubiera aumentado al presentarlas como el producto de un gran maestro; al mismo tiempo, la atribución a Jesús de este valioso cuerpo de ética y teología lo hubiera llevado un largo trecho hacia su reivindicación ante los ojos de los paganos para cualquier otra cosa que los Cristianos pudieran haber estado afirmando acerca de él. El hecho de que nadie, exceptuando a Justino, incorporó al Jesús humano que enseñaba en sus testimonios ante los paganos es una situación demasiado bizarra. No, debe buscarse otra explicación para el silencio de la casi totalidad del movimiento apologético.

Una clave para la solución de este rompecabezas se encuentra en la Apología de Tatiano. En el capítulo 21 él dice, "Hombres de Grecia, no somos tontos cuando declaramos que Dios ha nacido en la forma de un hombre (su única alusión a la encarnación)... Comparen sus propias historias con nuestras narrativas." El prosigue con una descripción de algunos de los mitos Griegos acerca de dioses que vienen a la tierra, que padecen sufrimientos e incluso la muerte para el beneficio de la humanidad. "Miren sus propios registros y aceptennos simplemente basados en que nosotros también contamos historias."

Esto bien podría ser una referencia a los Evangelios cristianos. Pero si puede aludir a la encarnación de esta forma, ¿por qué no la trata abiertamente y en profundidad? Su comentario difícilmente es una sonada afirmación o una declaración de que dichos relatos deban ser aceptados como historia. La forma en que Tatiano los compara con los mitos griegos implica que él los considera del mismo nivel. Ciertamente, él no se apresura para puntualizar que las historias cristianoas sean superiores o, a diferencia de las Griegas, fácticamente verdaderas. Tampoco podemos evadir el hecho de que Tatiano ignora reiteradamente esas historias evangélicas en el resto de su Apología. (El iba a cambiar de opinión por la época en que compuso el Diatessaron.) Más aún, las ignora incluso aunque su lenguaje implica claramente que los paganos estaban familiarizados con ellas.

Sólo parece haber una forma de interpretar todo esto. Podemos asumir que los apologistas filósofos estaban familiarizados con la historia del Evangelio y su figura de Jesús de Nazaret. Pero, con la excepción de Justino, escogieron no integrarla en su propia fe; decidieron no identificar este supuesto maestro fundador histórico con su Logos divino e Hijo de Dios; optaron por no considerarlo como la fuente de las enseñanzas Cristianas.

Esto es posible sólo si la religión del Logos a la cual estaban suscritos los apologistas, especialmente en el momento de sus conversiones, carecía de la figura de Jesús de Nazaret. Sólo si pudieran ver la historia del Evangelio y su personaje central como un injerto reciente, como un relato ficticio como los de los Griegos, sólo así les resultaría posible rechazarlo y sentir que podrían presentar la fe cristiana legítimamente. Sólo si ellos hubieran sentido que era posible que los paganos aceptaran la historia de Jesús como un mito como el de sus propios mitos religiosos, hubiera sido posible para los apologistas el presentarles un cristianismo que ignoraba o rechazaba la figura de Jesús.
A los apologistas les hubiera resultado aceptable el presentar a los Griegos un cristianismo que ignoraba o rechazaba la figura de Jesús, sólamente si hubieran sentido que era posible para éstos el aceptar el relato de Jesús como un mito, en la misma forma como aceptaban sus propios mitos religiosos.

Como mezcla de Platonismo y Judaísmo helenista, la rama de la cristiandad de los apologistas se volvió promintente a lo largo de todo el imperio en el siglo segundo. (El Paulinismo se eclipsó hasta el ascenso de la Iglesia de Roma y su rehabilitación de Pablo a medida que progresó la mitad del siglo segundo.) Como hemnos visto, este Cristianismo Platónico se definió a sí mismo en formas que no tenían nada que ver con un Jesús histórico. Tampoco es verosímil que haya surgido del Paulinismo, pues no tienen prácticamente nada en común.

Si el desarrollo fué como los académicos gustan de presentarlo, a saber, un desplazamiento en el énfasis desde el estilo Palestino del Cristianismo a uno basado en la filosofía Griega y el Judaísmo Helenista, entonces difícilmente se hubiera desechado la figura de Jesús de Nazaret; se hubiera integrado en el cuadro platónico. Esta no es una "utilización" cristiana de la filosofía griega. La fe de los apologistas es el platonismo religioso de la época trasladado a un entorno ético y teológico de corte Judío. (que causó el surgimiento del Logos y de la fé "señalada" o Cristiana). Es significativo que ninguno de ellos (exceptuando posiblemente a Teófilo) tuviera vínculos con alguna iglesia.

Dicha imagen respalda la perspectiva de que el Cristianimso, durante sus primeros 150 años, fue un mosaico de expresiones descoordinadas. Fue un organismo diversificado que enraizó y floreció a lo largo del panorama del Imperio, una mezcla ampliamente divergente de características Judías y Griegas. A medida que transcurrió el tiempo, la destilación de Jesús de Nazaret a través por ciertos poros en este organismo se diseminó inexorablemente a lo largo de la totalidad de su superficie, hasta que para el año 200 estaba firmemente atrincherada en cada aspecto de la fe.

Incluso Justino da evidencia de esta imagen. Despues de llegar a Roma en los años 140, encontro algunos de los Evangelios y acogió al hombre-dios histórico del cual hablaban. En sus escritos apologéticos redactados en los años 150, Jesús y los evangelios ocupaban un pael central. Para Justino, la Palabra/Logos "Tomo forma, se hizo hombre y fue llamado Jesús Cristo" (Apología, 5). Sinembarg, inodvertidamente nos dejó un registro acerca de la naturaleza de la fe a la que se convirtió anntes de su encuentro con el relato del Jesús humano.

El Diálogo con el Judío Trifón se escribió después de la Apología y la última puede datarse en los primeros años de la década del 150. Pero la acción de Trifón se sitúa en las épocas de la Segunda Revuelta Judía, en los años 130 y los académicos están seguros de que éste representa el momento de la conversión de Justino, la cual describe en los capítulos iniciales.

En las proximidades del mar cercano a Éfeso, Justino encuentra un anciano, un filósofo Cristiano. Después de una discusión de los gozos y beneficios de la filosofía, el anciano le cuenta acerca de antiguos profetas judíos que hablaron por el Espíritu Divino. Estos profetas, dice, habían proclamado la gloria de Dios Padre y su Hijo, el Cristo. (Esta era la interpretación de la Biblia Hebrea en términos platónicos.) La sabiduría sólo podría llegar a aquéllos que la hubieran recibido por parte de Dios y su Cristo.

En este punto, dice Justino (8: 1), "se encendió una llama en mi alma; y un amor de los profetas y de aquéllos que son amigos de Cristo me poseyó." Justino ni siquiera dice (no obstante los mejores intentos de algunos comentaristas) que hubiera sentido an amor por Cristo mismo, porque en el Cristianismo al cual se convirtió, Cristo era un concepto filosófico. Era parte del Dios Supremo que estaba en el Cielo, una entidad del mismo tipo del Logos. Este Cristo es un Salvador por virtud de la Sabiduría que imparte (8:2). Éste es el concepto de Salvación que Justino tiene aquí, porque prosigue para concluir la historia de su conversión, diciéndole a Trifón: "Si estás buscando ardientemente la salvación y si crees en Dios, puedes familiarizarte con el Cristo de Dios y, después de ser iniciado, vivir una vida feliz." (Posteriormente, bajo la influencia de los Evangelios, Justino hizo un énfasis creciente en el valor redentor de la muerte y resurrección de Cristo, pero en la religión del Logos básica, el Hijo salva al revelar a Dios.)

¿Dónde está Jesús de Nazaret en todo esto? El viejo filósofo no tenía ni una palabra que decir acerca de él o de cualquier encarnación del Hijo. Somos afortunados de que Justino no hubiera remodelado el recuerdo de su experiencia de conversión a la luz de sus posteriores creencias basadas en los Evangelios. En estos capítulos de apertura del Diálogo con Trifón, podemos ver que todo lo que los apologistas llegaron a la misma fe cristiana: una filosofía religiosa platónica basada en el Judaísmo Helenista que deja de incluir a un Jesús histórico.

Trifón mismo puede ser una invención literaria, pero Justino pone en su boca (8:6) una acusación muy reveladora, una que debe haber representado una opinión extendida en esa época: "Pero Cristo- se de hecho hubiera naccido y existiera en algún lugar - es desconocido... Y ustedes, habiendo aceptado un reporte sin base, se inventan un Cristo para ustedes mismos... " Trifón también expresa la opinión de que la encarnación es increíble y que los cristianos son locos al colocar a un hombre crucificado en segundo lugar después de Dios. Como veremos, incluso los cristianos pudieron estar de acuerdo.

Mencionaré de pasada que tal vez la apología sobreviviente más primitiva, la de Aristides al emperador Antonino Pio, un trabajo corto y de poca importancia escrito en Siríaco alrededor del 140 depende claramente de algún recuento evangélico. Habla de Dios naciendo de una virgen, teniendo doce discípulos, siendo crucificado y enterrado y resucitando después de tres días. Esta apología viene de un entorno diferente, uno localizado en el área sirio-palestina (donde fueron escritos los Evangelios Sinópticos), por lo que no tiene nada que contar con respecto al Logos u otros conceptos filosóficos griegos.

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He dejado para el final la más fascinante de todas las apologías, un documento que bien podría ser llamado "una pistola humeante". El pequeño tratado Octavio se escribió en Roma, o posiblemente en África del Norte, en Latín. Toma la forma de un debate entre Cecilio, un pagano, y Octavio, un cristiano, presidido y narrado por el autor, Minucio Félix, por cuyo nombre se suele hacer referencia al tratado.

Ha habido un largo y alternado debate sobre cuándo se escribió Minucio Félix. Existe una relación literaria clara con la mucho más larga Apología de Tertuliano, escrita alrededor del año 200. ¿Pero quién copió a quién? Una buena regla general dice que el escritor posterior tiende a expandir y no a recortar drásticamente lo que escribió el escritor anterior, especialmente porque en este caso hubiera significado que Minucio Félix hubiera recortado muchos dogmas cristianos importantes y todas y cada una de las referencias al Jesús de los Evangelios - y esto, bien entrado el siglo tercero, cuando nadie más tenía reparos para hablar de dichos temas. Con esto y otros argumentos en consideración, la datación temprana entre el 150 y el 160 es mucho más preferible.

En este diálogo nunca se usan los nombres de Cristo y Jesús no obstante que la palabra "cristiano" aparezca a lo largo de todo el trabajo. Tampoco hay ninguna alusión al Hijo o al Logos. El cristianismo de Octavio se centra en la Unidad y Providencia de Dios y el rechazo de todas las deidades paganas, la resurrección del cuerpo y su futura recompensa o castigo. Considerando lo último, no se hace ninguna alusión a la propia resurrección de Jesús como prueba de la capacidad e intención de Dios de resucitar a los muertos. Ni siquiera en respuesta al reto (11): "¿En particular, ¿Qué individuo ha retornado de entre los muertos, en el cual podamos creer como un ejemplo?" Gran parte del argumento de Octavio se dedica a refutar las calumnias contra los cristianos que Cecilio enumera, representando la opinión pagana general: todo desde concupiscencia hasta canibalismo de infantes e incluso conspiración y esperanza de una destrucción mundial.por fuego.

Pero aquí es donde se vuelve interesante. Porque ningún otro apologista excepto Justino había proclamado y tratado con una acusación particular que el escritor pone en la boca de Cecilio. La lista de calumnias en el capítulo 9 corre así (parcialmente parafraseadas):

"Esta abominable congragación debe ser erradicada... una religión de lujuria y fornicación. Reverencian la cabeza de un asno... incluso los genitales de sus sacerdotes... Y algunos dicen que los objetos de su adoración incluyen un hombre que sufrió la muerte de un criminal, al igual que la miserable madera de su cruz; estos están erigiendo altares para dicha gente depravada, y ellos adoran lo que merecen... También, durante las iniciaciones asesinan y desmiembran un infante y beben su sangre... en sus festines rituales se satisfacen en desvergonzada copulación."

Recuerde que este pasaje está siendo compuesto por un cristiano. (La frase en itálicas fué traducida plenamente.) El ha incluído los elementos centrales y la figura de la fé cristiana, la persona y la crucificción de Jesús, dentro de una letanía de ridículos y calumnias inimaginables levantadaen contra de su religión - sin ninguna indicación, por su lenguaje o su tono, de que esta referencia a un hombre crucificado deba ser vista de alguna forma distinta que al resto de los tópicos: acusaciones difamatorias que necesitan ser refutadas. Podría ser capaz un autor cristiano, que creía en un Jesús crucificado y su divinidad, ser realmente capaz de hacer esta forma de presentación?

En la mitad del debate de Octavio, procede finalmente a la refutación de estas calumnias. He aquí algunas de las demás cosas que dice a lo largo del texto.

Ridiculizando los mitos griegos acerca de las muertes de sus dioses, tales como Isis lamentándose sobre el desmembrado Osiris, él dice (22): "¿No es absurdo lamentase por lo que ustedes adoran, o adorar lo que ustedes lamentan?" En otras palabras, está criticando a los griegos por lamentarse y adorar un dios que es asesinado. Posteriormente dice (23): "Los hombres que hayan muerto no se pueden convertir en dioses, porque un dios no puede morir; tampoco pueden (volverse dioses) los hombres que hayan nacido... Yo digo, ¿por qué no nacen hoy los dioses, si en alguna ocasión lo han hecho?" Entonces pasa a ridiculizar la totalidad de la idea de que los dioses se procreen ellos mismos, lo que incluiría la idea de un dios engendrando un hijo. En todas partes (20) desdeña a aquellos que son lo suficientemente crédulos para creer en milagros ejecutados por dioses.

¿Cómo pudo un cristiano expresar tales argumentos de esa manera, sin hacer ninguna aclaración? Esto hubiera confundido refutado y confundido en su propia mente las creencias cristianas ensenciales, y lo hubieran dejado expuesto al cargo de hipocresía. Una cosa es que un comentarista desconcertado afirme que los silencios de loa apologistas se deben a un deseo de no desanimar o irritar a los paganos con tratados teológicos largos y complicados en temas en los cuales ellos tenían ya sus prejuicios en contra o que se debieran a que sus intenciones no eran proveer de una imagen detallada de la fé. Pero cuando un apologista se pronuncia con afirmaciones que contradicen absolutamente e incluso calumnian ideas que deberían estar en el mismísimo corazón de sus propias creencias y de su devoción personal, entonces, dichas explicaciones quedan totalmente desacreditadas.

¿Y cómo hace frente Minucio Félix a la acusación de que los cristianos adoran a un criminal crucificado y a su cruz? Como hizo en la diatriba de Cecilio, el autor inserta su respuesta en medio de su refutación de otras calumnias acerca de banquetes incestuosos y de adoraciones a los genitales de los sacerdotes. Aquí está la forma y el contexto en el cual el trata con el cargo de adorar a un criminal crucificado (29, con números de los versos señalados):

"(1) No deseamos escuchar estas y otras indecencias similares, es vergonzoso tener que defendernos de dichos cargos. La gente que vive una vida casta y virtuosa es difamada por ustedes con hechos que no consideramos posibles, excepto porque los vemos a ustedes mismos haciéndolos. (2) Más aún (nam), cuando ustedes atribuyen a nuestra religión la adoración de un criminal y su cruz, se descarrían de la verdad al pensar que un criminal merecería ser digno de fé como Dios o que pudiera ser posible creer en un mortal como en Dios. (3) De hecho, es miserable el hombre cuya esperanza depende totalmente en un mortal, porque dicha esperanza cesa con la muerte (de este)..."

Antes de seguir, primero debemos señalar que el verso 2, que continúa los sentimientos expresados en el verso 1 (lo cual es enfatizado por la palabra Latina nam), deja explícito que el escritor ve esta acusación como si fuera del mismo estilo que las otras "indecencias" que dolorosamente tiene que refutar. ¿Y cuál es la refutación que da? Consiste en acumular escarnio y desdén sobre aquéllos que que pudieran creer que un criminal crucificado, un mortal, pudiera ser profesado como un dios. ¿Dónde está la indispensable aclaración acerca de la cual, ningún cristiano hubiera permanecido en silencio? ¿Dónde está la la defensa aclaratoria de que, de hecho, este hombre crucificado no ra un mortal, sino que en efecto era Dios? Ciertamente, Octavio no la provee, aunque el lenguaje aquí presentado implica que el escritor sabía de algunos cristianos que creían tales cosas, aunque no simpatizaba con ellos.

Es divertido el encontrar que el traductor de este trabajo en la colección de Padres Antenicenos del siglo XIX incluyera la siguiente frase en su prefacio del resumen al inicio del capítulo 29: "Porque ellos creían no sólo que el era inocente, sino que con razón, él era Dios." Dicha idea no se puede encontrar en ninguna parte del texto. Y al verso 2, el traductor ofrece nota de pie de página que desearía que dijera el texto: "A una reverente alusión al Crucificado, en el cual se creía y al cual se adoraba como Dios." Lo que uno no puede concebir que falte, uno lo leerá en el texto, no importando lo que diga.

Un comentarista más reciente, G. W. Clarke (Antiguos Escritores Cristianos #39, 1949) hace esta observación en una nota final: "Una sobresaliente evasión a cualquier mención de la Encarnacion. De hecho, Minucio Félix está tan ansioso de evadir la admisión de una doctrina tan difícil que da la impresión de negarla." En efecto, lo hace. Y mientras que Clarke compara esto a las reservas de Arnobio sobre el mismo tema, este último apologista cristiano (cerca del 300) de ninguna manera estuvo renuente o fué deshonesto al admitirlo, incluso aunque vivión en un tiempo de más persecución. "Adoramos a alguien que nació humano. ¿Y qué? ¿Acaso Uds. no adoran a nadie que hubiera sido humano?" "Pero el murió clavado en la cruz. ¿Y qué? Ni el tipo ni la desgracia de la muerte cambian sus palabras o sus hechos." (Contra los Paganos, I.37 y 40). En el caso de Minucio Félix, ¿podemos creer realmente que algún apologista cristianos hubiera sido capaz de este grado de - incluso "aparente" - negación?

En este pasaje, Minucio continúa citando la locura de las gentes paganas quienes "escojen un hombre para su adoración", pero no hace tales admisiones para los cristianos. Así, para la acusación de la adoración de cruces el dice despectivamente : "No las adoramos, ni les hacemos peticiones." Y prosigue advirtiendo a los paganos por ser culpables de usar signos de cruces es su propia adoración y en su vida cotidiana. No hay ni un solo indicio de que, para Minucio, la cruz tuviera algún significado sagrado o requiriera defensa en un contexto cristiano.

Luego de esta refutación de la calumnia de Jesús y su Cruz, procede ("A continuación...") a retar a aquéllos que acusan a los cristianos del asesinato de niños. No hay nada en la forma en que Minucio ha tratado el supuesto corazón de la fe cristiana que pudiera diferenciarlo de todos estos horrores que lo rodean. No abandona el tono despectivo que usa.

Un comentarista, H. J. Baylis, adicionalmente a expresar su desengaño de que el escritor haya sido tan silencioso al defender la persona de Cristo, también lamenta el hecho de que perdió una oportunidad de oro para refutar la acusacion acerca de festines licenciosos y ritos de iniciación caníbales por medio de una exposición de la Eucaristía. Dice Baylis, que él pudo haber defendido el significado sacramental y la pura conducta de este ágape (banquete amoroso) cristiano con el cuerpo y la sangre de Jesús. Baylis encuentra igualmente "anormal" que al hablar de las fuentes de la "verdad acerca del Dios Supremo" (38), Minucio permanezca callado sobre las enseñanzas de Jesús mismo, o del propio estatus de Jesús como Hijo al interior de esa Deidad Suprema.

Quizás es sorprendente la supervivencia de este documento con su total rechazo de las enseñanzas centrales del Cristianismo, pero no había duda posible acerca de su sentido sólo porque se pueda leer una cierta ambigüedad velada en un verso como el 29:2 citado arriba y dejando que esta percepción contrarreste el tono derrogatorio y el perturbador silencio del pasaje y del documento en su totalidad. (Baylis ha calificado a 29:2 como "oblicuo", pero el claro y plano lenguaje de Minucio descarta por completo dicha argumento evasivo.) Aquéllos que son capaces de dejarles decir a los documentos históricos lo que ellos obviamente parecen estar diciendo reconocerán que Minucio Félix es una verdadera "pistola humeante" que apunta a una negación cristiana del Jesús Histórico.

Para el observador imparcial, Minucio Félix es un cristiano que no tendría nada que ver con aquéllos, en otros círculos de su religión, que profesaban la adoración de un Jesús que fue crucificado en Judea bajo el gobierno de Poncio Pilato, de lo cual habría llegado rumores a oídos paganos y hubieran generado mucho desdén  y reprobación. Alegar que toda una generación de apologistas hubieran transmitido dicha apariencia a aquéllos que deseaban ganar como adeptos, que deliberadamente hubieran cedido a esta especie de engaño Maquiavélico, no es sino una de las medidas desesperadas que han sido adoptadas forzosamente por los académicos modernos en sus esfuerzos para tratar con un registro cristiano que obstinadamente se refuta a presentar el cuadro que todos ellos desean ver.

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Los apologistas no eran tontos. Sus talentos literarios y polémicos eran considerables. Estaban versados en un amplio rango de conocimiento antiguo, en las intrincadas sutilezas de la filosofía contemporánea. No es factible que ellos hubieran diseñado piezas de escritos apologéticos tan cuidadosa y elaboradamente y que a su vez, contuvieran omisiones y debilidades tan devastantes como las que hemos visto en Minucio Félix, en Teófilo, en Atenágoras y en Tatiano.

Si un autor como Minucio Félix se mantiene en silencio por razones políticas, ¿por qué hubiera escogido poner en boca de su portavoz pagano las acusaciones acerca de lo cual guarda silencio deliberadamente? ¿Por qué hubiera permitido hacer a su oponente unas declaraciones tan críticas y derogatorias acerca del objeto central de adoración cristiana, si ya había decidido que no se daría el lujo de responderlas? ¿Por qué habría colocado precisamente en la propia boca del cristiano, como lo hace en el capítulo 21 y el 23., unas afirmaciones tan abrumadoras y despreciativas que van en contra de elementos de la fe cristiana, sin ninguna posibilidad de ofrecer una aclaración? No hay ni siquiera un intento de apaciguar al lector cristiano "conocedor" por medio de lenguaje o implicaciones veladas, para mostrar que dichas excepciones están presentes en su propia mente. De hecho, su tratamiento de estos temas de fe es equivalente a una negación de ellos.

Al final de Minucio Félix, el escritor presenta a su personaje pagano convirtiéndose al cristianismo. Pero ¿con qué intención se convierte a alguien como Cecilio a una religión que ha tenido escondidos todos sus elementos esenciales? Cuando, en la mañana, Cecilio lleguara para su primera lección como catecúmeno, le hubiera dicho Octavio, "Oh, por cierto, había unos pocos detalles que se me olvidaron ayer"? Si un cristiano va a apelar a un pagano con respecto a principios lógicos y filosóficos, ¿cómo se hubiera retractado después para presentar subsecuentemente los misterios y dogmas cristianos, acerca de los cuales él sabía que iban en contra de tales principios? Entonces, sus propios argumentos estarían en peligro de volverse en contra de él. Y su deshonestidad lo hubiera colocado a el mismo y a su fe bajo una imagen deshonrosa.

Se debe enfatizar que en ninguna parte de la literatura de la época hay soporte para la racionalización académica estándar acerca del silencio de los apologistas sobre la figura de Jesús. En ninguna parte se discute, o por lo menos se mantiene en privado, el que de hecho, estos escritores dejaron de lado y deliberadamente los elementos esenciales de la fe cristiana al tratar de defenderla, por razones de diplomacia política o por cualquier otro motivo. El recuento de Orígenes en el siglo tercero citado ocasionalmente, acerca de que él a menudo expuso sus perspectivas éticas sin llamarlas cristianas puesto que temía la hostilidad de sus lectores por solamente nombrar al cristianismo o a Cristo, no es aplicable aquí, porque en tales casos, Orígenes no se estaba identificando como cristiano bajo ninguna circunstancia y no estaba ofreciendo una defensa del cristianismo, así fuera en una forma limitada. Si lo hubiera sido, ciertamente que no se hubiera abierto a retos que no se hubiera permitido responder. Sus propios escritos son una prueba de ésto. Orígenes no esconde a Jesús o a su Resurrección. El refuta cada burla y calumnia de Celso con todos los recursos a su disposición.

Esto también es cierto con respecto a Tertuliano, el cual escribió su apología cerca del año 200, copiando o por lo menos, usando como inspiración, algunas partes del trabajo de Minucio Félix. Tertuliano no cede a tan críptico encubrimiento. En su propio momento, la hostilidad al Cristianismo no era menor que la que había una generación antes, cuando escribió Félix, o sólo dos décadas desde que Atenágoras y Teófilo habían escrito sus defensas. El trabajo de Tertuliano está lleno de vívidas referencias a la encarnación de Cristo, a su muerte y su resurrección. Finalizando su recuento de "ese Cristo, el Hijo de Dios que apareció entre nosotros," declara: "no dejen que nadie piense que es de otra forma que la que hemos presentado, para que nadie pueda dar una exposición falsa de su religión ... Decimos, y ante todos los hombres lo decimos, y destrozados y sangrando bajo vuestras torturas gritamos "¡Nosotros adoramos a Dios a través de Cristo!". " Obviamente, si vamos a creer a los comentaristas, el grueso de los apologistas del siglo segundo no poseían tal convicción ni tal coraje. Tertuliano ciertamente no hubiera simpatizado con su política de encubrimiento. La cita anterior podría ser incluso una acusación velada para ellos, si es que él hubiera estado familiarizado con los del estilo de Atenágoras o Tatiano o Teófilo. O incluso podría estar dirigida al mismísimo Minucio Félix, por cuyo trabajo se sintió empujado a expandirlo y a llenar los espacios dolorosamente faltantes.

Como una nota final, podríamos preguntar: ¿Dónde están los escritores (pues deberíamos esperara que hubiera algunos) que abierta claramente rechazan la figura de Jesús, sin posibilidad de ambigüedad? Hasta que nos damos cuenta de que ningún documento de este estilo nos hubiera llegado a través de 2000 años de censura Cristiana. Probablemente por la misma razón, no poseemos ningún escrito pagano que discutiera el caso del rechazo del Jesús histórico. Incluso Celso (que no hace esto) sobrevive sólo en pedacitos en la gran refutación de Orígenes. De otro lado, es probable que incluso los pensadores paganos prominentes como Celso ni hubieran tenido forma alguna de verificar o refutar la historia cristiana y los relatos narrativos de Jesús de Nazaret circulantes, ni hubieran tenido las herramientas y habilidades exegéticas para refutar las afirmaciones cristianas por medio de un estudio de los documentos mismos. En cualquier caso, dado el pobre estado de comunicación y de disponibilidad de materiales, todos estos documentos difícilmente hubieran estado accesibles a alguien que hubiera pensado en llevar a cabo dicha tarea.

 

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