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EL ROMPECABEZAS DE JESÚS
¿Acaso no hubo Jesús histórico ?
por Earl Doherty
Traductor: Hernán Toro
PARTE DOS: ¿QUIÉN FUE CRISTO JESÚS?
En el primer artículo, probé el misterioso silencio acerca de Jesús de
Nazaret que yace en el corazón del cristianismo primitivo. Ni sus milagros ni su
predicación apocalíptica, ni los lugares o detalles de su nacimiento, ministerio
o muerte, ni sus padres, su perseguidor, su heraldo, su traídor, son mencionados
ni una vez por los escritores de cartas cristianas del primer siglo y las
enseñanzas éticas que asemejan las suyas reseñadas en los evangelios nunca son
atribuidas a él. Yo lo llamo, irónicamente, “Una conspiración de Silencio”
Pero si estos silencios significan algo (y es imposible aceptar la común
racionalización académica de que reflejan una “carencia de interés” universal en
la vida terrena de Jesús durante las primeras tres generaciones del movimiento
cristiano), entonces ellos deben presentar su propia imagen integral. ¿Podemos
derivar de ellos un concepto coherente y uniforme de qué era realmente la
cristiandad primitiva y en qué creía? ¿Quién fue el Cristo Jesús de Pablo si no
fue el Jesús de Nazaret de los evangelios tardíos?
Primero, debemos entender la era para entender sus ideas. Después de que
Alejandro Magno conquistara la mitad de la tierra conocida a fines del siglo 4o
AC, el lenguaje y la cultura Griega (Llamada Helenismo) inundó la totalidad del
mundo mediterráneo oriental.; incluso los Judíos, quienes siempre resistieron la
asimilación, no fueron inmunes a su influencia. El imperio de Alejandro pronto
se fragmentó en pequeños imperios guerreros y finalmente Roma rigió el oriente e
impuso su propia legislación absoluta
Era un tiempo pesimista y convulsionado. Los Estoicos, Epicúreos, Platónicos
y otros ofrecieron nuevas formas morales e intelectuales de enfrentarse con la
vida y con el impredecible mundo. El entender la Deidad suprema y el establecer
la ética personal eran preocupaciones centrales de todos estos movimientos. Los
filósofos errantes se volvieron una especie de clero popular, frecuentando los
mercados y las casas de la gente. Dioses sanadores, misticismo Oriental, una
completa parafernalia de magia y astrología fueron adicionadas a la marmita para
tratar con otra dimensión el dolor del mundo: la vasta panoplia de espíritus y
demonios invisibles y de fuerzas del destino que ahora se creía impregnaban
totalmente la atmósfera en la cual hombres y mujeres se movían, perturbando e
incapacitando sus vidas. La palabra de moda era “salvación”; y para el creciente
número que creía que no podía conseguirse en el mundo, se convirtió en salvarse
del mundo, El redimir al individuo se volvió una industria Helénica.
Muchos miraron a los Judíos como proveedores de una alta moral y un estándar
monoteísta, y los Gentiles se volvieron hacia el Judaísmo en varios grados de
conversión. Pero incluso aquí había fuertes corrientes de pesimismo. Durante
siglos los Judíos como una nación esperaron la salvación de una larga sucesión
de conquistadores, hasta que muchos se convencieron de que únicamente una
intervención divina y violenta podría traer el establecimiento del Reino de Dios
y su propia y destinada elevación al dominio sobre las naciones de la tierra.
Dichas perspectivas fueron mantenidas por un mosaico de grupos sectarios, cada
uno viéndose a sí mismo como un elegido, que floreció en la periferia de la
“corriente principal” del Judaísmo (Templo y Fariseos). El cristianismo fue una
de estas sectas, impulsada por una intensa espera apocalíptica del fin del
mundo, que se veía inminente.
Entre los Judíos y entre los Paganos había un distanciamiento del
racionalismo y una vuelta a la revelación personal como la única fuente de
conocimiento acerca de Dios y de los caminos a la salvación. El misticismo, la
inspiración visionaria, prácticas espirituales maravillosas, se volvieron el
terreno abonado de nuevas creencias y sectas. Y nadie poseía un invernadero más
enriquecido para todo esto que los Judíos, en su colección de escritos sagrados
sin paralelo, de cuyas páginas podían ser levantadas verdades recién percibidas
acerca de Dios y las realidades supremas.
Sobre dicho estado en las décadas de la mitad del primer siglo, entre lo que
un académico ha llamado “una burbujeante masa de sectas y cultos de salvación”,
surgieron los apóstoles de un nuevo movimiento. En Gálatas 1:16 Pablo dice:
“Dios eligió revelar su hijo en mí, y a través mío predicarlo a los Gentiles”.
Pablo afirma que él es el instrumento de la revelación de Dios. El predica el
Hijo, el recién descubierto medio de salvación ofrecido a Judíos y Gentiles por
igual. ¿Pero es este Hijo un hombre histórico reciente? ¿Ha sido él revelado al
mundo a través de su propia vida y ministerio? No, por lo que vimos en el primer
artículo, ni Pablo ni cualquier otro escritor de cartas cristiano primitivo nos
presenta alguna vez tal idea.
Más bien, el Hijo es un concepto espiritual, justo como Dios mismo lo es, y
todas las demás deidades de la época. Ninguno de ellos está fundado en figuras
históricas. La existencia de este Hijo divino había sido desconocida hasta ese
momento; él había sido un secreto, un “misterio” oculto con Dios en el cielo. La
información sobre este Hijo había sido incorporada en la escritura. Sólo en esta
era final Dios mismo (por medio de su espíritu) había inspirado a apóstoles como
Pablo para aprender- de la escritura y experiencias visionarias- acerca de su
Hijo y lo que había hecho para la salvación de la humanidad. Y este Hijo estaba
próximo a llegar desde el cielo, en el fin inminente del mundo.
Si removemos las asociaciones Evangélicas de nuestras mentes encontramos que
esto es exactamente lo que Pablo y los otros nos están diciendo. Dios está
revelando a Cristo (como en la cita de los Gálatas de más arriba), apóstoles
inspirados por el espíritu de Dios están predicándolo, creyentes están
respondiendo por medio de la fe. Efesios 3:3-5 nos muestra los elementos
principales de este nuevo drama. “El misterio de Cristo, que en generaciones
anteriores no fue revelado a los hombres (ni siquiera por Jesús mismo,
aparentemente), es ahora develado a apóstoles y profetas dedicados por medio del
Espíritu (por revelación divina).” El Espíritu de Dios, el poder divino que
inspira los hombres como Pablo, es el motor de la nueva revelación. Todo
conocimiento viene a través de este espíritu, sin ninguna sugerencia de que
alguna cosa haya sido recibida de un Jesús histórico y su ministerio. (El
artículo previo trata con las pocas “palabras del Señor” de Pablo,
comunicaciones del Cristo espiritual en el cielo.)
Las palabras de los escritores del primer siglo nunca hablan de la venida o
de la vida de Jesús en la tierra. Más bien, ellos hablan de su revelación, de su
manifestación por Dios. 1Pedro 1:20 dice: “Predestinado desde la fundación del
mundo, (Cristo) fue manifestado para vuestro beneficio en estos últimos
tiempos”. Aquí el escritor usa la palabra Griega “Phaneroo”, significando
manifestar o revelar. Romanos 3:25 dice: “Dios lo ofreció (Cristo Jesús) como
un medio de redención por su sangre, efectiva por medio de la fe”. Aquí Pablo
usa un verbo que, en este contexto, significa “declarar públicamente”, “revelar
a la luz pública.” Dios está revelando a Cristo y la redención que él ha hecho
disponible a aquéllos que creen. Otros pasajes, como Romanos 16:25, Colosenses
1:26 y 2:2, Tito 1:2-3 contienen similares acerca de el develar actual de
secretos divinos largamente ocultos, el ojo cuidadoso que las lea puede ver que
no hay espacio para una vida y trabajos recientes de Jesús.
Es Dios y la escritura lo que Pablo ve como la fuente de su inspiración y
conocimiento. Mire Romanos 1:1-4. Pablo ha sido llamado al servicio de predicar
el evangelio. Y note cómo este evangelio es descrito. Primero fue anunciado de
antemano en la escritura por los profetas de Dios. Es el evangelio, el mensaje
acerca de el Cristo, que ha sido anunciado en la escritura, no la vida misma de
Cristo. Segundo, ese evangelio no es ninguno que Jesús haya predicado; más bien,
es el evangelio de Dios, y es acerca de su Hijo. De nuevo, todo esto es el
lenguaje de la revelación. Datos como los de los versos 3 y 4 de Romanos 1 (los
trataremos más adelante) son parte de lo que está siendo revelado, y esta
información ha sido encontrada en la escritura, por hombres como Pablo, a
quienes el Espíritu de Dios ha inspirado para leer en una forma nueva,
“correcta”. Compare 1 Corintios 15:3-4, que apunta llanamente a la escritura
como la fuente de las doctrinas de Pablo acerca de El Cristo.
Pablo y otros predicadores cristianos están ofreciendo la salvación, pero es
por medio de un Cristo que es una especie de medio espiritual, uno que ha
ejecutado un acto de redención (el “reparo por su sangre”) en un ambiente
mítico. Miraremos tanto al medio como al acto en un momento, pero ese acto no es
parte de lo que ha sucedido en el tiempo presente. Más bien, el presente es
cuando están siendo revelados y aplicados los beneficios disponibles de este
acto: el perdón del pecado y la garantía de la resurrección, “efectiva a través
de la fe” en el evangelio. Todo esto es la forma de expresión universal en las
epístolas cristianas del primer siglo, y aún mas; una forma de expresión que
ignora cualquier carrera reciente de Jesús y enfoca toda la atención en aquellos
elegidos para llevar el mensaje de Dios recién develado.
En el núcleo de ese mensaje yace el Hijo. El cristianismo estaba en el
proceso de la creación, para el mundo occidental, de la suprema y duradera
reflexión del concepto religioso central de la era Helénica. Esto debemos
considerarlo ahora.
El monoteísmo era posesión no sólo de los Judíos, sino también de gran parte
de la Filosofía Griega. El pensamiento antiguo había llegado a un supremo Dios
principal quien había creado y gobernado el universo. Pero se tenía que
enfrentar un problema. Como dicho Dios fue hecho aún más digno, más perfecto, él
también se volvió más trascendente. Cualquier forma de contacto con el mundo
inferior de la materia se opinaba que no era apropiada y , de hecho, imposible,
y así surgió la idea de que cualquier relación entre Dios y el mundo debía tomar
lugar por medio de alguna forma de intermediario.
La solución griega fue el Logos, una especie de dios subsidiario o fuerza
divina, una emanación de la Deidad. En la escuela de pensamiento más influyente,
el Platonismo, el Logos era la imagen de Dios en forma perceptible y un modelo
para la creación. El revelaba el, de otra forma inaccesible, Dios supremo, y a
través de él -- o eso, puesto que el Logos era más un ser abstracto que uno
personal – Dios actuaba sobre el mundo. Sabemos de sectas religiosas Helénicas
basadas en el Logos.
El Dios Judío nunca se volvió tan inaccesible, pero el conocimiento de él y
de su Ley se pensaba que había sido traído al mundo por una parte de sí mismo
llamada “Sabiduría”. Esta figura (es una “ella”) evolucionó casi en un ser
divino ella misma, un agente de creación y salvación con sus propios mitos
acerca de su llegada a la tierra – aunque no en una encarnación física. (Ver
Proverbios 1 y 8-9, Baruc 3-4, Eclesiástico 24 y La Sabiduría de Salomón) De
hecho, muchas partes del mundo antiguo parecen haber desarrollado el concepto de
una figura divina intermediaria viniendo a la tierra a traer conocimiento y
salvación, pero los detalles de tales mitos, especialmente para los períodos
precristianos, son sólo bosquejos y muy debatidos.
Partiendo de este enriquecido substrato de ideas surgió el cristianismo, un
producto de la filosofía, tanto griega como judía. Su concepto de Jesús el
“Hijo” surgió de la Sabiduría personificada (con un cambio de sexo), fermentada
con el Logos griego, y amalgamada con la figura más personal y más humana de la
esperanza Mesiánica tradicional. El cristianismo hizo su Cristo (La palabra
griega para Mesías) como una figura celestial con la cual se puede relacionar,
aunque el mismo esté unido a Dios . A diferencia de la Sabiduría o del Logos,
sinembargo, el Salvador cristiano había sufrido el autosacrificio.
Ahora podemos ganar un entendimiento más claro del Cristo Jesús de Pablo y de
la esfera de su actividad. La pseudopaulina 2Timoteo nos dice (1:9) que Dios( !)
nos ha salvado a través de su gracia, “la cual nos fue dada en Cristo Jesús en
tiempos eternos”.
Aquí hay dos frases clave. Primero, el término “en Cristo” (o algunas veces
“por Cristo”) que Pablo y otros usan más de un centenar de veces a través de las
epístolas: ésta difícilmente puede llevar sobre sus débiles hombros el amplio
significado que algunos académicos tratan de darle, a saber una especie de
referencia compacta a la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús.
Verifique su uso en otros pasajes como Efesios 1:4, 2 Corintios 3:14, y
especialmente Tito 3:6: “(Dios) envió el Espíritu sobre nosotros plenamente a
través de Cristo Jesús nuestro Salvador”.
Dichas referencias no hablan de la presencia física reciente de Jesús de
Nazaret en la tierra. Más bien, Cristo – el Hijo divino, celestial – está ahora
presente en la tierra, en un sentido místico, personificado en el nuevo
movimiento de fe e interactuando con sus creyentes. Como la Sabiduría y el Logos,
él es el medio espiritual (“en ” o “por Cristo” ) por medio del cual Dios está
revelándose a sí mismo y haciendo su trabajo en el mundo. “En Cristo” puede
también referirse a la unión mística que Pablo concibe entre el creyente y
Cristo, como en 2 Corintios 5:17.
¿Pero dónde y cuándo este mismo Hijo intermediario había ejecutado el acto
redentor? Ésta es la última gran pregunta que vamos a tocar.
La muerte por autosacrificio de el Cristo estaba localizada “en tiempos
eternos”, o “antes del comienzo del tiempo” (pro kronon aionion). Ésta es la
segunda frase clave en 2 Timoteo 1:9 y por todas partes. Lo que está siendo
actualmente revelado es algo que ya había tenido lugar fuera del ámbito normal
del tiempo y del espacio. Esto podría ser concebido ya sea como en el tiempo
primordial del mito, o , donde la actual filosofía Platónica lo hubiera puesto,
en el más alto, eterno mundo de las ideas, de las cuales este mundo terrenal,
con su siempre cambiante materia y siempre voluble tiempo, es sólo una copia
transitoria, imperfecta (después hay más sobre esto). Los beneficios del acto de
Redención de Cristo yacen en el presente, por la revelación qué Dios hace de
aquél en él movimiento misionero, pero el acto mismo había tenido lugar en un
mundo más alto de realidades divinas, en un orden sin tiempo, no en la tierra o
en la historia. Todo ha pasado en la esfera de Dios, todo fue parte de su
“misterio”. El sacrificio de sangre, aún pareciendo detalles biográficos como
Romanos 1:3-4, pertenece a esta dimensión.
Dichas ideas son, para nosotros, extrañas e incluso exóticas, pero eran una
parte integral del pensamiento mitológico del mundo antiguo. Para obtener una
mejor comprensión de ellas, haremos una comparación entre el Cristianismo y otra
expresión religiosa prominente del mundo grecorromano de su tiempo. También nos
ayudará a entender la evolución de la idea de la redención por el sacrificio de
Cristo (aunque esto no será totalmente resuelto hasta el siguiente artículo).
Por el primer siglo de la era cristiana el Imperio tenía varios cultos de
salvación populares conocidos como los “misterios”, cada uno con su propio así
llamado dios o diosa salvador, tal como Isis, Atis y Mitras. Ha sido un debate
como un sube y baja el cuándo estos cultos estaban totalmente formados y cuánto
ellos pudieron haber influido sobre las ideas cristianas, pero al final podemos
decir que el cristianismo, en algunos de sus aspectos era la expresión Judía de
este fenómeno religioso ampliamente distribuido.
Cada uno de estos dioses salvadores de alguna forma tenía que sobrellevar la
muerte o ejecutar algún acto cuyos efectos garantizaran al iniciado una feliz
vida después de la muerte. El dios salvador del cristianismo, Jesús Cristo,
había sufrido la muerte y había resucitado como un acto redentor (1 Corintios
15:3-4), dando la promesa de resurrección y vida eterna al creyente. Esta
garantía involucraba otra característica del pensamiento del mundo antiguo,
íntimamente relacionado al Platonismo: la idea de que las cosas y eventos en la
tierra tenían sus paralelos en el cielo; esto incluía figuras divinas que
servían como paradigmas para las contrapartes humanas terrenales. Lo que las
primeras sufrían en el ámbito espiritual reflejaba las experiencias y
determinaba los destinos de aquéllos que estaban ligados a ellos en la tierra.
Por ejemplo, el original “uno como un hijo de hombre” en la visión de Daniel
(7:13-14) recibió de Dios poder y dominio sobre la tierra, y esto garantizaba
que su contraparte humana, los santos o los elegidos de Israel, estaban
destinados a recibir estas cosas cuando el Reino de Dios fuera establecido. El
Hijo del cristianismo era también un paradigma: La experiencia de sufrimiento y
muerte de Cristo reflejaba aquéllas de los humanos, pero su exaltación tendría
similarmente su paralelo por sus propias exaltaciones. Como Romanos 6:5 declara:
”Seremos uno con Cristo en una resurrección como la suya”.
Los dioses salvadores también conferían ciertos beneficios en el mundo
presente. Ellos proveían protección de los espíritus demoníacos y de los
destinos. Los devotos de Cristo también afirmaban esto de él (ver Colosenses y
Efesios). Ritos de iniciación en los misterios, que incluían especies de
bautismo, conferían renacimiento y llevaban al iniciado a una relación especial
con el dios o diosa. En el bautismo de Pablo, el converso moría a su vida
presente y surgía a una nueva; de este nuevo estado, Pablo dice: “Nosotros somos
en Cristo y Cristo es en nosotros”
Algunos de los dioses salvadores habían instituido sacramentos: Mitras,
después de asesinar el toro como un sacrificio de sangre salvífico, había cenado
con el dios sol, y esta cena se convirtió en la comida cúltica Mitraica, similar
a algunas expresiones de la Eucaristía cristiana. Entonces, aquí está el
significado de 1 Corintios 11:23f. Pablo no se está refiriendo a ninguna Última
Cena histórica, sino, más bien, al mito de origen ligado a la comida sacra
cristiana (al menos en el círculo de Pablo). Las palabras son probablemente la
propia versión personal de Pablo de las cosas, puesto que él claramente la
identifica como conocimiento revelado, no tradición continuada por canales
apostólicos. El mismo Cristo espiritual, en un tiempo y lugar mítico (incluyendo
“de noche”), había establecido esta Cena y habló las palabras acerca de su
cuerpo y sangre que le dan a la comida su presente significado. (La traducción
frecuente “arrestado” o “traicionado” en el verso 23 está influida por la tardía
historia de los Evangelios. El significado literal de la palabra griega es
“entregar” o “enviar”, un término comúnmente usado en el contexto del martirio.
Difícilmente puede significar “traicionado” en Romanos 8:32, donde Dios es el
agente, o en Efesios 5:2 donde Jesús se entrega él mismo).
Todo esto no es para decir que no había diferencias significativas entre las
ideas y rituales de los misterios y aquéllos del cristianismo, si fuera
únicamente porque surgieron de entornos culturales diferentes.****
Los griegos, por ejemplo, no tenían deseos de ser resucitados en la carne; ellos
generalmente encontraban la idea repugnante, y la salvación después de la muerte
era una cuestión de pura liberación del alma misma de la impureza de la materia
y de reunirse con lo divino en el mundo eterno. No había necesidad para sus
dioses de ser resucitados en la misma forma en que lo fue Jesús. Sinembargo,
debe notarse que el cristianismo más primitivo concebía a Jesús resucitado
únicamente en el espíritu, exaltado al cielo inmediatamente después de la muerte
(e.g. Filipenses 2:9, 1 Pedro 3:18, Hebreos 10:12, etc.). Una travesía corporal
en la tierra con los apóstoles vino solamente con los evangelios. De hecho, la
totalidad del evento de la Pascua como los Evangelios lo presentan está perdido
de las epístolas del primer siglo.
Pero, ¿cómo pudo toda esta actividad redentora de parte de los dioses
salvadores, en los misterios y en el cristianismo por igual, ser concebida como
teniendo lugar “en el mundo”, o incluso “en carne”, aunque no en un momento y
lugar histórico específico? Esto, por supuesto, es la naturaleza del mito, pero
depende de ciertas concepciones del mundo sostenidas por los antiguos. Una de
éstas no veía una distinción rígida entre lo natural y lo sobrenatural. Los dos
se mezclaban uno en el otro. La tierra no era sino una capa de un sistema en
niveles que progresaba desde la materia base donde los humanos vivían hasta el
nivel puramente espiritual donde residía Dios. Las esferas entre los dos niveles
contenían otras partes del “mundo”, pobladas por clases de ángeles, espíritus y
demonios. Esta visión estaba especialmente difundida en el pensamiento
apocalíptico Judío, que veía varias figuras y actividades involucradas en la
inminente llegada del fin del mundo como localizada en estos niveles sobre la
tierra.
Ni siquiera el tiempo funcionaba de la misma forma en todos los niveles. En
el siglo cuarto, el filósofo romano Salustio expresó su visión así: “Todo esto
no pasó en algún momento, sino que siempre está pasando... la historia de Atis
representa un proceso cósmico eterno, no un evento aislado del pasado”.
Aquí hemos cruzado hasta una línea de pensamiento algo distinta del universo
en niveles continuos recién descrito. La forma en que Salustio pone las cosas es
esencialmente platónica: lo que se percibe por contemplación y revelación en la
tierra es sólo un reflejo imperfecto de verdades eternas y procesos espirituales
en el mundo superior de la realidad suprema. Varios escritores cristianos
primitivos muestran diferentes mezclas del universo en capas y del platónico, y
todo esto fue construido sobre la base antigua de una más primitiva visión
creadora de mitos, una forjada alrededor de el mundo. Esta perspectiva colocaba
figuras y procesos divinos en un pasado obscuro, primordial: aquí los dioses
habían planeado y establecido cosas que daban significado a las creencias y
prácticas del momento actual, y desde este pasado sagrado los humanos obtenían
beneficios e incluso, redención. Todas estas ideas contribuían a los mitos de la
era en
la cual el cristianismo nació.
Para el pagano y el judío promedio, la masa de procesos del universo ocurría
en el vasto e invisible reino espiritual que empezaba en el nivel más bajo de el
“aire” y se extendía siempre hacia arriba a través de las varias capas del
cielo. Aquí un dios salvador como Mitras podía matar un toro, Atis podía ser
castrado, y Cristo podía ser colgado en un árbol por “el dios de ese mundo”
significando Satán (Ascensión de Isaías 9:14). La interpretación más plana de la
Epístola a los Hebreos 9:11-14 es que el sacrificio de Cristo tuvo lugar en un
ambiente no terrenal y en un tiempo espiritual; 8:4 virtualmente nos dice que el
nunca había estado en la tierra. Pablo en 1 Corintios 15:45f y en toda parte
puede hablar de Cristo como “hombre” (anthropos), pero él es el hombre ideal,
celestial (un tipo de idea ampliamente difundida en el mundo antiguo) cuyo
“cuerpo” espiritual provee la imagen del cuerpo celestial que los cristianos
recibirán en su resurrección. Para mentes como la de Pablo, dichos prototipos
del mundo superior tenían una existencia tan real como los seres humanos de
carne y hueso alrededor de ellas en la tierra.
Es en el mismo sentido que Pablo en Romanos 1 y Gálatas 4, declara que Cristo
tenía que haber sido “del linaje de David”, nacido bajo la Ley. La fuente de
dichas frases es la escritura, no la tradición histórica. Los escritos sagrados
eran vistos por algunos como proveedores de un cuadro del mundo espiritual, de
las realidades en el cielo. Puesto que el Cristo espiritual era ahora
identificado con el Mesías, todos los pasajes en la escritura que se presumía
trataban sobre el Mesías tenían que ser aplicados a él, aún si eran entendidos
en un sentido mítico. Varias referencias predecían que el Mesías descendería de
David: por tanto lo de Romanos 1:3 (y todas las otras partes).Note que 1:2
apunta inequívocamente a la escritura como la fuente de esta doctrina. (Al igual
que como lo hace Corintios 15:3-4 para la fuente de la muerte y resurrección de
Jesús). Isaías 7:4, para dar otro ejemplo, supuestamente habló del Mesías como
nacido de una doncella, y así Pablo en Gálatas 4:4 nos dice que Cristo fue
“nacido de mujer”. (Note que el nunca da el nombre de María, o cualquier cosa
acerca de esta “mujer”. Ni siquiera identifica alguna vez el momento o el lugar
de este “nacimiento”.) Los misterios pueden no haber tenido el mismo rango de
los escritos sagrados para suministrar sus propios detalles, pero los mitos de
dioses salvadores contenían elementos igualmente humanos que eran entendidos
enteramente en un entorno mítico. Dioniso también había nacido de una mujer, en
una cueva.
“Nacido de mujer” es en un sentido muy parecido a otra frase usada casi
universalmente acerca de la encarnación: “en carne” (en sarki). Ésta pudo
realmente significar poco más que “en el ámbito de la carne.” En su forma y
hábitat divinos un dios no podría sufrir, y así, el tenía que adoptar alguna
semejanza con la humanidad (e.g. Filipenses 2:8, Romanos 8:3), su acto salvífico
tenía que ser un sacrificio de “sangre” (e.g. Hebreos 9:22) porque el mundo
antiguo vio esto como el medio básico de comunión entre el hombre y la Deidad, y
todo eso tenía que ser hecho dentro del territorio de la humanidad. Pero lo
último pudo ser aún dentro de aquéllas dimensiones más espirituales sobre la
tierra que actuaban sobre el mundo material. Y de hecho, esto es precisamente lo
que Pablo revela. En 1 Corintios 2:8 el nos dice quiénes crucificaron a Jesús.
¿Es Pilato, los Romanos, los Judíos? No; son “los poderes que rigen el mundo
(quienes) crucificaron el Señor de gloria.” La mayoría de los académicos
concuerdan en que él no se está refiriendo a legisladores temporales sino a las
fuerzas espirituales y demoníacas (“poderes y autoridades” era el término
estándar) las cuales habitaban las esferas celestiales inferiores, parte del
territorio de “carne”. Colosenses 2:15 difícilmente puede referirse a cualquier
evento histórico en el Calvario.
Era en dichas dimensiones mitológicas, espirituales, que el Cristo Jesús de
Pablo había sido “encarnado” y había ejecutado su acto de redención. Así era el
secreto intemporal que Dios había escondido durante largas eras y sólo
recientemente reveló a visionarios como Pablo. Y todo estaba por descubrirse en
la escritura, o al menos, en la nueva forma de leerla. Es muy difícil para
nosotros hacer entrar nuestra mente dentro de este tipo de pensamiento, porque
en nuestra era científica y literal, simplemente no tenemos equivalente. Este es
uno de los mayores obstáculos que hacen tropezar en el entendimiento y
aceptación de la teoría de Jesús como Mito.
Hay unos pocos pasajes en las epístolas que parecen hablar de una venida
reciente de Cristo, notablemente en Gálatas 3 y 4. Pero en 3:23 y 25 Pablo
enfatiza que es la fe la que ha llegado en el presente, mientras que el verso
24, ignorando una traducción amañada frecuente, es literalmente “conduciéndonos
a Cristo” que puede significar tener fe en él. En 3:19, son los gentiles quienes
pertenecen a Cristo (verso 29) los que están en mente. En cualquier caso,
cualquier referencia al envío o venida de Cristo pueden ser tomadas en el
sentido de la revelación de Cristo por Dios en el momento actual. (En el caso de
Gálatas 4:4, “nacido de mujer”, etc. es descriptivo de este Hijo, no ligado al
envío actual, que en el verso 6 se especifica como sólo en “espíritu”.) Los
cristianos primitivos vieron el Cristo espiritual como habiendo llegado en una
forma real,
activo en el mundo y hablando a través de ellos mismos. Este es ciertamente el
sentido de pasajes como 1 Juan 5:20, “Sabemos que el Hijo de Dios ha venido” y
Hebreos 9:11 y 26.
Y probablemente Efesios 2:17, que es especialmente interesante. “Y viniendo,
él (Cristo) anunció la buena noticia...” Pero ¿cuál era el contenido de esa
noticia? En vez de tomar la oportunidad para referirse a alguna enseñanza de
Jesús de los evangelios, el escritor cita a Isaías. Todos los documentos del
primer siglo, al igual que algunos más tardíos como la Epístola de Bernabé,
muestran que la única fuente de información acerca de Jesús eran las escrituras.
1 Pedro 2:22-23, con su descripción de los sufrimientos ejemplares de Cristo, es
simplemente un resumen de Isaías 53. La escritura no es la profecía del evento
de Cristo, sino su personificación. El Hijo habita el mundo espiritual de las
escrituras, la ventana de Dios en la verdadera realidad invisible.
La referencia a Poncio Pilato en 1 Timoteo 6:13 se considera por algunos
académicos como una posible interpolación (inserción tardía) porque no encaja en
el contexto de forma apropiada. Incluso aunque estamos aquí en el segundo siglo
y contemporáneo con Ignacio quien es el primero en mantener que Jesús murió bajo
Pilato, las Pastorales todavía están tratando con un Cristo no histórico. Otra
interpolación, más obvia, es 1 Tesalonicenses 2:15-16. la única referencia a la
culpa de los Judíos en la muerte de Jesús que se encuentre en Pablo o en
cualquier otra parte de las epístolas del Nuevo Testamento. Virtualmente todos
los académicos concuerdan en que viene de un momento posterior porque contiene
una inconfundible alusión a la destrucción de Jerusalén (un evento posterior) y
porque es ajena a la forma en que Pablo se expresa a sus coterráneos en todos
los demás textos.
Finalmente, de Gálatas 1:19 viene la tradición de que Santiago era el hermano
de Jesús, considerando que la frase “hermano del Señor” pudo perfectamente
haberse referido a su posición preeminente como cabeza de la hermandad de
Jerusalén. Por todas partes, se cita a los apóstoles como “hermano” (e.g.
Sostenes en 1 Corintios 1:1), y los 500 que recibieron una visión del Cristo
espiritual en 1 Corintios 15:6 difícilmente eran todos familiares de Jesús.
Antes de que vayamos a los Evangelios en el artículo siguiente, se debe
responder una pregunta. ¿Dónde y cómo empezó el cristianismo? La postura
tradicional, por supuesto, es que empezó en Jerusalén entre los Doce Apóstoles
en respuesta a la muerte y resurrección de Jesús. Pero esto es insostenible, y
no sólo por una carencia de un Jesús histórico.
Unos pocos años después de la supuesta muerte de Jesús, encontramos
comunidades cristianas por todo el Mediterráneo oriental, siendo desconocidos
sus fundadores. Roma tenía cristianos Judíos no más tarde que los años 40, y un
hombre de la iglesia resaltó que los Romanos habían creído en Cristo aún sin el
beneficio de la predicación de los Apóstoles. Pablo posiblemente no podría ser
responsable del origen de todos los centros cristianos a lo largo y ancho del
Imperio; muchos existían antes de que él llegara allá. Tampoco el llevó ningún
sentido de actividad misionera vigorosa en la parte del círculo de Jerusalén
alrededor de Pedro y Santiago. (Eso viene sólo en Hechos)
Una forma de fe cristiana declarada posteriormente herética, el Gnosticismo,
claramente precedió al establecimiento de las creencias e iglesias ortodoxas en
áreas completas como el norte de Siria y Egipto. De hecho, la absoluta variedad
de expresión y competitividad Cristiana en el primer siglo, como se revela en
documentos tanto dentro como fuera del Nuevo Testamento, es inexplicable si todo
esto procedía de un único movimiento misionero surgiendo de una única fuente.
Encontramos una profusión de rituales, doctrinas e interpretaciones de Jesús y
su papel redentor radicalmente diferentes; ¡algunas incluso tienen un Jesús que
no sufre la muerte y la resurrección!
Pablo constantemente encuentra rivales que están interfiriendo con su
trabajo, cuyos puntos de vista está tratando de combatir. Los “falsos apóstoles”
contra los cuales se enfila en 2 Corintios 10 y 11 están “proclamando otro
Jesús” y ellos ciertamente no son del grupo de Pedro. ¿De dónde vienen todos
ellos y de dónde sacaron sus ideas?
La respuesta parece inevitable: el cristianismo nació en un millar de
lugares, en el extenso y fértil terreno del Judaísmo Helénico. Se ramificó en
muchas comunidades y sectas independientes, expresándose a sí mismo en una gran
variedad de doctrinas. Vemos esta variedad en todo, desde Pablo hasta los
escritos de la denominada comunidad de Juan, de la única Epístola a los Hebreos
a los documentos no canónicos como las Odas de Salomón y una profusión de textos
Gnósticos. Todo esto era una expresión de la nueva filosofía religiosa de El
Hijo, y ésta generó un movimiento apostólico alimentado por la inspiración
visionaria y un estudio de las escrituras, impelido por la convicción de que el
Reino de Dios estaba a la vuelta de la esquina.
Debemos darnos cuenta de que “Jesús ” (Yeshua) es un nombre hebreo que
significa Salvador. Al comienzo del cristianismo se refiere no al nombre de un
individuo humano sino (como el término Logos) a un concepto: una figura divina,
espiritual, quien es el mediador de la salvación de Dios. “Cristo”, la
traducción griega del “Mesías” hebreo, es también un concepto, significando el
Ungido de Dios (aunque enriquecido por mucha connotación adicional). En los
círculos sectarios Judíos a lo largo del Imperio, que incluían muchos Gentiles,
estos nombres habrían disfrutado un amplio rango de uso. La creencia en alguna
forma de Salvador Ungido espiritual—Jesús Cristo—estaba en el aire. Pablo y la
hermandad de Jerusalén eran simplemente una corriente de este fenómeno
ampliamente diseminado, aunque una importante y finalmente muy influyente. Más
tarde, en un proceso de fabricación de mito por su cuenta, este grupo de
misioneros llegó a ser visto como el punto de origen de la totalidad del
movimiento. El siguiente artículo mostrará como todas estas diversas corrientes
fueron englobadas por el Jesús de Nazaret que entró a la vida por primera vez en
los Evangelios.
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