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Gramática
y la historia del Español.
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Revisado
por Luz Betancourt
La Gramática es la ciencia que estudia la lengua: formación y evolución. Es
el conjunto de normas que rigen una lengua determinada. La Gramática da las
normas para corregir y mejorar el lenguaje hablado o escrito.
La gramática española se divide en:
§
Fonología- estudia
la fonética y la ortografía.
§
Morfología-estudia
las palabras atendiendo sus accidentes y a su clasificación en partes de la
oración.
§
Sintaxis- estudia
la relación de las palabras entre sí para formar oraciones simples y la
unión de éstas para formar palabras compuestas.
El idioma o lengua, no nos serviría para nada si no lo usáramos para
comunicarnos. También, se le dan otros usos, por ejemplo, para escribir
Literatura. Ésta es un arte, pero el arte también es una forma de expresión,
de comunicación.
Otras ciencias del lenguaje
Son las que estudian en particular los distintos aspectos de un idioma:
§
Lingüística-Estudia la lengua hablada y sus reglas fonéticas, fonológicas,
sintácticas y semánticas.
§
Filología- Estudia las obras literarias y las lenguas desde el punto de
vista de erudición, de la crítica de los textos y de la gramática.
§
Etimología- estudia el orden y procedencia de las palabras.
§
Semántica-Estudia el significado de las palabras.
§
Lexicología- Da a conocer el vocabulario.
Para comunicarnos
Considerando lo anterior, podemos decir que el uso más habitual y más
clásico de la lengua es la comunicación.
Y, ¿acaso no debemos saber bien cómo debemos usar el idioma, para poder
hacerlo correctamente? ¿Alguien podría ganar un campeonato de tenis, si no
tiene idea cómo se toma la raqueta? Lo más probable es que no.
Asimismo, si queremos hacer buen uso de la comunicación lingüística, es
decir, si deseamos comunicarnos lo mejor posible cuando lo hacemos a través
del idioma, tenemos que aprender a usarlo como corresponde. Para eso, existe
la Gramática, y es para eso que la estudiamos.
Aprendizaje
En general, a medida que los seres humanos crecemos, poco a poco, vamos
aprendiendo a hablar. Conocemos el significado de los sonidos; luego, el de
las palabras; y cuando somos todavía muy niños, ya podemos hacernos
entender: es decir, sabemos usar el idioma.
Eso no significa que lo dominemos ni que lo usemos siempre de la manera
adecuada. Debido a ello, es importante recurrir a la gramática. Cuando somos
emisores de un mensaje lingüístico, hablando o escribiendo, ésta nos ayuda a
hacerlo bien. Y, cuando somos receptores de un mensaje lingüístico, o sea,
cuando escuchamos o leemos, nos permite entender correctamente lo que nos
están transmitiendo.
Comunicando con palabras
Los seres humanos nos comunicamos. Ya sabemos que esta comunicación es parte
nuestra, tanto así que el mundo no funcionaría si las personas no nos
transmitiéramos continuamente lo que pensamos, queremos o sentimos.
Lenguaje
Es la capacidad de comunicar nuestros pensamientos, generalmente, oral o
escrito, pero cuando utilizamos ademanes, también nos comunicamos. El
lenguaje se realiza tres funciones importantes:
§
apelativo (para llamar la atención de alguien)
§
expresivo (para manifestar sentimientos)
§
comunicativo (cuando va dirigido hacia alguien)
Lengua
La lengua es el sistema de signos que sirve para establecer la comunicación.
Este sistema de signos está en la mente de los hablantes, pertenece a todos
y es inmaterial. La lengua es un sistema de sistemas: sistema fonológico,
sistema morfológico, sistema sintáctico y sistema semántico.
Habla
Es la realización concreta de la lengua; es el uso que cada hablante hace de
la lengua. Sin embargo, no podemos olvidar que los eventos sociales influyen
en el acto de la comunicación. Por ejemplo: no hablamos de la misma manera,
con un amigo que con un desconocido. Por esta razón es que el hablante puede
hacer uso, según la situación del habla:
§
culta: propiedad, fluidez y corrección. Se asocia con intelectuales.
§
vulgar: incorrecciones tanto en el vocabulario, como en la pronunciación y
en la sintaxis. Se asocia con personas de escasa preparación académica.
§
coloquial: uso de diminutivos, aumentativos, vocabulario sencillo y
expresivo que utiliza refranes y modismos y tiene una pronunciación más
relajada.
Norma lingüística
La norma es la que establece qué es aceptable en un idioma. Por ejemplo, en
Puerto Rico decimos /s/ /a/ /p/ /á/ /t/ /o/, en vez de /z/ /a/ /p/ /á/ /t/
/o/. Esta norma se llama el seseo y establece que es aceptable que
pronunciemos la /z/ como /s/. Todos los países tienen una Academia de la
Lengua que, en coordinación a la Real Academia Española, fija la norma
lingüística.
Un proceso
La comunicación es justamente eso: el proceso mediante el cual una persona,
llamada emisor, transmite a otra persona, llamada receptor, un mensaje, y
este mensaje es transmitido a través de un código, es decir, de un conjunto
de signos.
También, sabemos que existen dos grandes tipos de códigos: el código
lingüístico -es decir, que necesita del lenguaje, del idioma- y el código no
lingüístico -que no requiere la utilización del lenguaje-.
Una definición
Cuando utilizamos el lenguaje para transmitir lo que deseamos, estamos
entablando una comunicación lingüística. Es decir, una comunicación basada
en el idioma, sea el que sea, y que puede ser, a su vez, en forma escrita u
oral.
La comunicación lingüística -ya sea escrita u oral- es la que utilizamos con
mayor frecuencia. Por eso, la estudiaremos en forma más detallada en esta
oportunidad. La ciencia que nos ayudará a estudiar este tema es la
gramática.
No es lo mismo decir: La perdida de tu mujer (la sinverguenza) que: la
pérdida de tu mujer (que perdió algo) la gramática ordena con sus reglas
las expresiones.
Historia y origen del
Español en América
Idioma
español de América es el término genérico que se emplea
para designar el conjunto de las variedades lingüísticas
de la lengua española en el continente americano.
Cuando Colón llegó a América en 1492, el idioma español
se encontraba consolidado en la Península, puesto que
durante los siglos XIV y XV se produjeron hechos
históricos e idiomáticos que contribuyeron a que el
dialecto castellano fraguara de manera más sólida
y rápida que los otros dialectos románicos que se
hablaban en España, como el aragonés o el
leonés, además de la normalización ortográfica y de
la aparición de la Gramática de Nebrija; pero en
este nuevo mundo se inicia otro proceso, el del
afianzamiento de esta lengua, llamado
hispanización
La
América prehispánica se presentaba como un conglomerado
de pueblos y lenguas diferentes que se articuló
políticamente como parte del imperio español y bajo el
alero de una lengua común. La diversidad idiomática
americana era tal, que algunos autores estiman que este
continente es el más fragmentado lingüísticamente, con
alrededor de 123 familias de lenguas, muchas de las
cuales poseen, a su vez, decenas o incluso cientos de
lenguas y dialectos. Sin embargo, algunas de las lenguas
indígenas importantes —por su número de hablantes o por
su aporte al español— son el náhuatl, el taíno,
el maya, el quechua, el aimara, el
guaraní y el mapuche, por citar.
Historia
El
español llegó al continente americano a través de los
sucesivos viajes de Colón y, luego, con las oleadas de
colonizadores que buscaban nuevas oportunidades. En su
intento por comunicarse con los indígenas, recurrieron
al uso de gestos y luego a intérpretes europeos o a
indígenas cautivos para tal efecto, que permitiesen la
intercomprensión de culturas tan disímiles entre sí.
Además, en varios casos, los conquistadores y misioneros
fomentaron el uso de las llamadas lenguas generales,
es decir, lenguas que por su alto número de hablantes y
por su aceptación como forma común de comunicación, eran
utilizadas por diferentes pueblos, por ejemplo, para el
comercio, como sucedió con el náhuatl en México o el
quechua en Perú.
La
influencia de la Iglesia fue muy fuerte en este proceso,
puesto que realizó, especialmente a través de los
franciscanos y jesuitas, una intensa labor de
evangelización y educación de niños y jóvenes de
distintos pueblos mediante la construcción de escuelas y
de iglesias en todo el continente. Sin embargo, aquellos
primeros esfuerzos resultaron insuficientes, y la
hispanización de América comenzó a desarrollarse sólo a
través de la convivencia entre españoles e indios, la
catequesis y —sobre todo— el mestizaje.
Pero no
sólo la población indígena era heterogénea, sino que
también lo era la hispana que llegó a colonizar el
territorio americano, pues provenía de las distintas
regiones de España, aunque especialmente de Andalucía.
Esta mayor proporción de andaluces, que se asentó sobre
todo en la zona caribeña y antillana en los primeros
años de la conquista, habría otorgado características
especiales al español americano: el llamado andalucismo
de América, que se manifiesta, especialmente en el
aspecto fonético. Este periodo, que los autores sitúan
entre 1492 y 1519, ha sido llamado —justamente— periodo
antillano y es en él donde se habrían enraizado
las características que luego serían atribuidas a todo
español americano.
En el
plano fónico, por ejemplo, pérdida de la d entre
vocales (aburrío por aburrido) y final de
palabra (usté por usted, y virtú
por virtud), confusión entre l y r
(mardito por maldito) o aspiración de la
s final de sílaba (pahtoh por pastos)
o la pronunciación de x, y, g,
j, antiguas como h, especialmente en las
Antillas, América Central, Colombia, Venezuela, Panamá o
Nuevo México, hasta Ecuador y la costa norte de Perú.
Por
otra parte, los grupos de inmigrantes se reunían en
Sevilla para su travesía y, de camino hacia el nuevo
continente, aún quedaba el paso por las islas Canarias,
lo que hace suponer que las personas comenzaron a
utilizar ciertos rasgos lingüísticos que, hasta hoy, son
compartidos por estas regiones, lo cual se ha dado en
llamar español atlántico, cuya capital
lingüística sería Sevilla —opuesto al español castizo
o castellano— con capital lingüística en Madrid,
y que englobaría el andaluz occidental, el canario y el
español americano, aunque otros investigadores sostienen
que sólo abarcaría, en América, las zonas costeras.
Diferenciación dialectal
Los
primeros grupos de colonizadores, al provenir de
distintas regiones de España, habrían tratado de evitar
los localismos, y tendido a la homogeneización en pos de
la intercomprensión. Este proceso, llamado
koinización (del griego koiné, ‘común’), se
habría producido durante el siglo XVI, es decir, cuando
esta población heterogénea —tanto desde el punto de
vista geográfico como sociocultural— comenzó a asentarse,
especialmente en la zona del Caribe y de las Antillas,
para, desde aquí, extenderse hacia Sudamérica. No
obstante esta lengua común, se afirma que hubo cierta
modificación del español por influjo de las lenguas
indígenas. Según esta teoría, llamada del sustrato, se
sostiene que una lengua dominada (en este caso las
lenguas indígenas) afecta léxica, fonológica o
morfosintácticamente a la lengua dominadora (el español).
Evidentemente, es en el plano léxico donde se aprecian
los mayores aportes de las lenguas vernaculares; por
ejemplo, en lo referente a la flora (maíz,
maní, papaya, tabaco, tomate,
chocolate, mandioca, coco…), a la
fauna (cóndor, tiburón, mapache,
guanaco, puma, tucán, chinchilla…)
y al ámbito indígena (canoa, piragua,
carpa, cayo, huracán, cigarro…).
Además,
en las distintas regiones se usan diferentes voces para
las mismas cosas según las lenguas indígenas habladas en
cada territorio: ají (taíno), chile (náhuatl);
porotos, ‘verdes’ (quechua), ejotes (náhuatl);
choclo (quechua), elote (náhuatl);
palta (quechua), aguacate (náhuatl);
cacahuete (náhuatl), maní (taíno)…
Por otra parte, en algunas ocasiones el conquistador
español se negó a aceptar el indigenismo y llamó con
voces hispánicas a plantas y animales propias de América,
aun sin que realmente correspondiese a la especie; así,
es posible observar cosas como lagarto ‘caimán’,
tigre ‘jaguar’, león ‘puma’, pavo ‘guajolote’.
Pero, aparte de lo anterior, se deben mencionar los
llamados americanismos semánticos, es decir,
palabras que en América aluden a otros significados que
en Europa y, en el caso de la flora y fauna, utilizadas
para denominar objetos semejantes a los conocidos en el
Viejo Mundo, como en ‘zorra’ (Canis vulpes en
Europa y Canis azarae en América), o en ‘roble’ (Quercus
robur en Europa y Fagus obliqua en América).
Sin embargo, estos americanismos semánticos aparecen de
manera permanente, puesto que aunque muchas veces en
América se conocen términos hispánicos, se prefieren
otros no usados, o menos usados, en España con el
significado americano, como en el caso de
reja/verja, cardenal/geranio, jugo/zumo,
durazno/melocotón, alcancía/hucha.
Las
lenguas aborígenes también contribuyeron, en cierto
grado, a la formación de las diferentes zonas
dialectales en Hispanoamérica, pero además se pueden
considerar otros factores, tales como la distribución de
los colonizadores en las distintas regiones de América,
ya que en una primera época se asentaron en la zona del
Caribe, luego México y, posteriormente, Sudamérica; la
época de la conquista (temprana o tardía),
características de la conquista (pacífica o belicosa),
diferencias culturales y de rango de los conquistadores
(lo cual explicaría las diferencias, por ejemplo, entre
Perú o México en relación con Chile o Argentina), ya que,
de hecho, fueron los virreinatos de México y Perú los
que atrajeron a los grupos con mayor cultura, mientras
que otras regiones, como Chile, sólo eran consideradas
como meros rincones del imperio a los cuales llegaban,
sobre todo, emigrantes sencillos con habla eminentemente
popular.
Zonas lingüísticas americanas
El
sistema educacional fue, quizás, uno de los factores
determinantes en el establecimiento de diferencias
lingüísticas, pues ya en 1538 la escuela de Santo
Domingo se convirtió en la Universidad de Santo Tomás de
Aquino y, en la misma ciudad se creó la Universidad de
Santiago de la Paz en 1540, mientras que la Universidad
de Córdoba (Argentina) fue creada en 1613. Finalmente
otra de las causas de la diferenciación dialectal se
refiere a la época de la colonización, ya que la ciudad
más antigua, Santo Domingo, fue fundada casi junto con
la llegada de Colón a América, mientras que Montevideo
se fundó recién 1722. Sin embargo, estos intentos de
zonificación no siempre han sido fecundos debido a que
no se cuenta con datos precisos o suficientes en cada
lugar, por ejemplo, a través de la elaboración de atlas
lingüísticos; pero, a pesar de lo anterior, algunos
autores coinciden en distinguir las siguientes zonas: 1)
México y sur de los Estados Unidos, 2) Caribe, 3) zona
andina, 4) zona rioplatense y 5) zona chilena, aunque se
ha llegado a postular hasta dieciséis zonas.
Entre
las distintas zonas se observan diferencias, por ejemplo,
en el plano léxico, como ocurre en los siguientes casos:
autobús (España), guagua (Cuba), micro
(Chile), buseta (Colombia), colectivo
(Argentina), camión (México); es chamarra
(México), chompa (Colombia, Ecuador), chaqueta
(Panamá, Venezuela, Paraguay), casaca (Chile,
Perú); manta (España) es cobija (Colombia,
Honduras, Ecuador), frazada (Perú, Bolivia,
Chile, Argentina), cobertor (México), frisa
(República Dominicana, Puerto Rico).
Pero
las diferencias no abarcan sólo aspectos léxicos, sino
también, aunque en menor grado, fonéticos y
morfosintácticos. Por ejemplo, diferente realización del
fonema s (desde la aspiración en Chile o
Argentina, hasta la s ciceada —pronunciada como
z— de algunos puntos de Colombia y Puerto Rico y,
sobre todo, en El Salvador, Honduras, Nicaragua y costas
de Venezuela); palatalización de j en Chile (mujer
suena mujier) o aspiración de la misma en
República Dominicana; confusión de y o ll
(que se distinguen en algunas zonas, mientras que en
otras se confunden a favor de y, como en la mayor
parte de Hispanoamérica, o diferencias en el sistema
vocálico (debilitación de vocales intermedias en México
y timbre cerrado de las vocales en Ecuador, Perú,
Bolívia y norte de Chile por influjo quechua).
En cuanto a diferencias morfosintácticas, éstas son
bastante menos frecuentes, como la alternancia de los
diminutivos -it- e -ic- (ratito, ratico),
construcciones gramaticales diversas, como “¿Qué tú
sabes?”, corriente en Centroamérica y Caribe, y “¿Tú
sabes?”, habitual en el resto del territorio. Además, un
fenómeno constantemente citado es el voseo (uso
del pronombre vos como tratamiento familiar, con
sus correspondientes formas verbales en algunas zonas y
niveles socioculturales (vos tenés, vulgar en
Argentina, o vos tenís, vulgar en Chile,
variantes de tenéis), en oposición al
tuteo.
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