La Edad Media (Como epoca)
La expresión "Edad Media" ha sido empleada por la civilización
occidental para definir el periodo de 1000 años de historia europea
entre el 500 y 1500 d. C. EL inicio de la Edad Media está señalado
por la caída del Imperio Romano Occidental, generalmente tomado como el fin de la historia
clásica antigua. El inicio del Renacimiento (de Europa) marca el
final de la Edad Media. Entre los acontecimientos que determinaron el
final de este periodo destacan la caída de Constantinopla en 1453;
la utilización por primera vez de la imprenta en 1456; el descubrimiento
de América en 1492; la Reforma Protestante iniciada por Lutero
en 1517, y el florecimiento de las artes en
Italia. La Edad Media se sitúa,
por lo tanto, entre lo que conocemos como historia antigua e historia
moderna.
En Asia y Oriente Medio, este periodo
histórico no entra fácilmente dentro del concepto europeo
de Edad Media. China evolucionó paulatinamente desde los tiempos
prehistóricos hasta el comienzo de la historia moderna occidental
sin los bruscos cambios que tuvieron lugar en Europa. El poder en China
estuvo en manos de diferentes dinastías y también fue víctima
de invasiones, pero su cultura fundamental progresó de una manera
estable. Japón también se desarrolló a un ritmo estable
y sin interferencias. La historia de Oriente Medio se adapta un poco más
a la Edad Media europea, al tratarse de zonas más cercanas y entre
las que el contacto era continuo.
La Alta Edad Media
Tras la caída de Roma, Europa occidental
entró un periodo conocido como la Alta Edad Media. Una de las razones
por las que se le aplicó este nombre es que gran parte de la civilización
romana fue aniquilada y reemplazada por una cultura más bárbara.
Otro de los motivos es la escasez de documentos escritos que arrojen luz
sobre esta etapa de la historia.
La Baja Edad Media
Esta época fue testigo de un extenso movimiento de ruptura por
toda Europa y de la sustitución de la cultura romana, predominante
hasta el momento, por la de las tribus germánicas. Durante 500
años, Europa había sufrido continuas guerras e invasiones.
Sin embargo, la vida del campesinado no cambió básicamente
y se acabó recuperando la estabilidad social y cultural, aunque
con carácter diferente. Alrededor del año 1000, los europeos
estaban creando una nueva civilización medieval que sobrepasaba
a la antigua en casi todos los aspectos.
La organización de los ejércitos
En comparación con los grandes ejércitos nacionales de épocas
más modernas, la organización de los ejércitos feudales
era sencilla. Hasta finales de la Edad Media no hubo regimientos, divisiones
o cuerpos permanentes. Cuando se convocaba a un ejército feudal,
cada vasallo viajaba hasta el lugar de encuentro con los caballeros, arqueros
e infantería que le habían solicitado. Una vez en el punto
de encuentro, los contingentes eran reagrupados según su papel.
Los caballeros y sus escuderos marchaban juntos, al igual que los arqueros
y la infantería.
Las unidades especiales, como los ingenieros
y la artillería de asedio, solían ser profesionales contratados
para la campaña. Por ejemplo, la artillería empleada por
los turcos contra Constantinopla fue manejada por mercenarios cristianos.
A finales de la Edad Media, ser soldado
mercenario era una profesión respetable. Los guerreros emprendedores
formaban compañías de mercenarios que permitían a
un señor rico o a una ciudad la contratación de tropas ya
listas y formadas para combatir. Algunas de estas compañías
estaban especializadas en un solo tipo de lucha. Por ejemplo, en el año
1346, 2000 ballesteros genoveses lucharon al servicio del ejército
francés en la batalla de Crécy. Otras compañías
de mercenarios aunaban contingentes de todas las clases. A menudo se les
describía en términos del número de lanzas del que
disponían. Cada lanza equivalía a un caballero armado más
las correspondientes tropas de caballería, infantería y
artillería. Una compañía de 100 lanzas representaba
varios cientos de hombres armados. Este sistema dio origen al término
"freelance".
En el ejército medieval, la jerarquía
de mando era mínima. Pocas maniobras se planeaban de antemano,
por lo que había escasa provisión de personal para apoyar
a los mandos y transmitir órdenes.
En 1439, Carlos VII de Francia creó
las Compañías Reales de Ordenanza. Estas compañías
estaban formadas por caballeros o por soldados de infantería, y
eran pagadas con el dinero de los impuestos. Cada compañía
tenía una dotación establecida de hombres. Normalmente,
era el propio rey quien escogía su armadura y las correspondientes
armas. Esto fue el inicio de los modernos ejércitos permanentes
de Occidente.
El suministro
Las provisiones de medicinas y alimento
eran escasas. Los ejércitos medievales vivían directamente
de las tierras que ocupaban o que atravesaban, en detrimento de sus pobladores.
La llegada de un ejército aliado no era mejor que la de uno enemigo.
Los ejércitos medievales no solían permanecer por demasiado
tiempo en una misma zona, al agotarse pronto el suministro local de alimento
y forraje. Esto suponía un problema especialmente en los asedios.
Si el ejército sitiador no se organizaba para recibir comida y
suministros durante el sitio, podía verse obligado a levantar la
plaza para no morir de hambruna mucho antes de que los sitiados se vieran
impelidos a la rendición.
La salubridad también era un problema
cuando el ejército permanecía afincado en una misma zona.
Un ejército medieval transportaba muchos animales además
de las monturas de los caballeros, y los problemas de aguas residuales
producían disentería. Los ejércitos feudales tendían
a acabar consumidos por la enfermedad y por las deserciones. Durante su
campaña en Francia, Enrique V de Inglaterra perdió en el
asedio de Harfleur alrededor del 15 por ciento de su ejército debido
a enfermedades, y las bajas aumentaron en su marcha hasta Aquisgrán.
En la batalla en sí, sólo perdió el 5 por ciento
de sus hombres. Enrique V murió de enfermedad en otro asedio a
causa de las malas condiciones sanitarias.
El despliegue para la batalla
La mayoría de las batallas tenían
una estructura fija en la que las dos facciones se organizaban en el campo
de batalla antes de empezar la lucha. Las campañas de maniobras
y los acuerdos para el encuentro eran poco frecuentes.
Antes de la batalla, los mandos dividían
sus tropas en contingentes con tareas específicas. La primera separación
podía ser en infantería, arqueros y caballería. Estos
grupos podían subdividirse en otros a los que se encomendaban misiones
individuales o que debían permanecer en la reserva. Un comandante
podía, por ejemplo, organizar varios "batallones" o "divisiones"
de caballería para que cargasen individualmente si lo precisaba
o tenerlos de reserva. Los arqueros podían desplegarse a la cabeza
del ejército con el apoyo de bloques de infantería. Una
vez organizado el ejército, las únicas decisiones importantes
a tomar eran cuándo ordenar el ataque a las distintos divisiones.
Comenzada la batalla, había pocas previsiones para retirarse, reagruparse
o reorganizarse. Por ejemplo, un batallón de caballeros raramente
podía usarse en más de una ocasión. Una vez utilizados
en determinado cometido, normalmente se los retiraba o se los reforzaba.
Una carga de toda la caballería pesada causaba tal confusión,
pérdida de equipamiento y de caballerías, que las tropas
se quedaba prácticamente sin fuerzas. En la batalla de Hastings,
los caballeros normandos fueron reagrupados para nuevas cargas, pero no
cargaron simultáneamente porque no fueron capaces de romper el
muro de escudos sajones.
Los mandos superiores disponían
del terreno para su ventaja y realizaban misiones de reconocimiento para
evaluar los puntos débiles y fuertes de ejército enemigo.
El pago de los rescates
La recompensa última al triunfo
en la batalla era la concesión de honores y de feudos. La más
común consistía en el botín obtenido en el saqueo
de los cuerpos, las ciudades y castillos, con la venta de armas y armaduras
de los muertos, y mediante el cobro del rescate de prisioneros de rango.
Se esperaba que los caballeros pagaran un rescate a cambio de su vida.
Uno de los rescates más importantes de los que haya quedado constancia
fue el de la suma equivalente a más de 20 millones de dólares
modernos pagada a un príncipe alemán a cambio de la libertad
de Ricardo I de Inglaterra, capturado durante su regreso de las Cruzadas.
En Aquisgrán, los ingleses tenían
presos en la retaguardia a un nutrido grupo de caballeros franceses con
el fin de pedir su rescate. Durante la batalla, un contingente francés
asaltó la retaguardia inglesa provocando brevemente el pánico
de Enrique V. Este ordenó la ejecución de los prisioneros
para así evitar su liberación, perdiendo de ese modo una
fortuna en rescates.
La captura de los caballeros era registrada
por los heraldos, que apuntaban qué soldados eran responsables
de su captura y por lo tanto debían recibir el rescate. Luego lo
notificaban a los familiares de los prisioneros, disponiendo el pago del
rescate y finalmente su liberación.
La popularidad que cobraron los rescates
puede parecer una costumbre muy civilizada, pero encubre el aspecto más
siniestro de la historia. Los prisioneros de bajo rango podían
ser directamente asesinados para evitar las molestias derivadas de su
vigilancia y alimentación.
La estrategia militar
La estrategia militar medieval se centraba
en el control de las fuentes de riqueza y, en consecuencia, en su capacidad
para la ocupación de tierras. Al principio del periodo, esto equivalía
básicamente a destruir o defender los campos, ya que toda la riqueza
tenía origen en las tierras de labranza y en los pastos. Con el
paso de los años, las ciudades se convirtieron en importantes puntos
de control como centros de riqueza derivados del comercio y la manufactura.
Conquistar y mantener el control de los
castillos era parte esencial de las guerras, ya que éstos defendían
las tierras de labranza y pasto. Los ocupantes del castillo controlaban
a la población de los alrededores. A medida que iban creciendo,
las ciudades también se fortificaron. La defensa y la conquista
de ciudades fue adquiriendo gradualmente mayor importancia que el control
de los castillos.
Los ejércitos de tierra maniobraban
para conquistar las fortificaciones clave y devastar los campos, o para
evitar que el enemigo llevara a cabo esas mismas acciones. Las batallas campales se producían para poner fin a la destrucción provocada
por las invasiones enemigas. Por ejemplo, los anglosajones se batieron
en Hastings, en el año 1066, para poner fin a una invasión
de los normandos. Los anglosajones fueron derrotados y los normandos,
bajo Guillermo el Conquistador, pasaron los siguientes años estableciendo
su control sobre Inglaterra mediante una campaña de conquistas.
La batalla de Lechfield, librada en el 955, enfrentó a los germanos
y a invasores magiares provenientes del Este. La victoria decisiva de
los germanos, bajo el mandato de Otón I, puso fin a posteriores
invasiones de los magiares. La derrota de los moros en el 732 por parte
de Carlos Martel acabó con las invasiones musulmanas y con su expansión
fuera de España.
Las batallas de Crécy, Poitiers
y Aquisgrán, libradas durante la Guerra de los Cien Años
entre Francia e Inglaterra, fueron tres intentos por parte de los franceses
de frenar las incursiones inglesas. Los franceses fueron derrotados en
las tres batallas, por lo que las invasiones inglesas siguieron su curso.
En este caso, sin embargo, los ingleses no lograron un control permanente
de los territorios y, con el tiempo, los franceses acabaron por ganar
la guerra.
Las Cruzadas fueron intentos de conquistar
y controlar puntos estratégicos en Tierra Santa que permitiesen
obtener el control de la zona. Las batallas en las Cruzadas tenían
lugar para acabar con el control de uno de los bandos. La victoria de
los Sarracenos bajo Saladino, en la batalla de Hattin en 1187, permitió
a éstos la reconquista de Jerusalén.
Las tácticas militares
Las batallas medievales fueron evolucionando
desde desordenados enfrentamientos entre bandas armadas a batallas en
las que se usaban tácticas y maniobras. Parte de esta evolución
se debió al desarrollo de distintos tipos de soldados y armas,
y al aprendizaje de su manejo. Los primeros ejércitos de la Alta
Edad Media consistían en grupos de infantería. Al desarrollarse
la caballería pesada, los mejores ejércitos pasaron a ser
hordas de caballeros. Los soldados de infantería quedaron destinados
a devastar las tierras de labranza y a realizar el trabajo pesado durante
los asedios. Sin embargo, en el campo de batalla este tipo de soldado
corría riesgos respecto a ambos bandos, al buscar los caballeros
el enfrentamiento con sus enemigos en combates individuales. Esto era
así principalmente a principios del periodo, cuando la infantería
se constituía de siervos y de campesinos sin preparación.
Los arqueros eran también útiles en los asedios, pero corrían
igualmente el riesgo de ser arrollados en el campo de batalla.
A finales del siglo XV, los comandantes
estaban haciendo progresos en disciplinar a sus caballeros y en lograr
que sus tropas funcionasen en equipo. En el ejército inglés,
los caballeros acabaron otorgando a regañadientes su respeto a
los arqueros después de que éstos demostraran su valor en
numerosos campos de batalla. La disciplina también mejoró
al haber más caballeros que luchaban por dinero y menos que lo
hicieran por el honor y la gloria. En Italia, los soldados mercenarios
adquirieron fama por largas campañas en las que apenas se derramó
sangre. Para entonces, los soldados de todos los rangos eran activos de
valor que no debían desaprovecharse a la ligera. Los ejércitos
feudales en busca de gloria se convirtieron en ejércitos profesionales
más interesados en seguir viviendo para disfrutar la paga.
Las tácticas de la caballería
La caballería normalmente se organizaba
en tres grupos, o divisiones, que eran lanzadas al combate una detrás
de otra. La primera oleada debía abrirse paso entre el ejército
enemigo o desbaratar sus filas para que la segunda o la tercera pudiesen
hacerlo. Una vez que el enemigo se ponía a correr, comenzaban la
matanza y la captura propiamente dichas.
En la práctica, los caballeros
actuaban individualmente en detrimento de lo planeado por el comandante.
El honor y la gloria eran los principales intereses de los caballeros,
por lo que maniobraban para obtener posiciones de primera fila en la primera
división. La victoria del ejército en el campo de batalla
era un objetivo secundario al de su propia gloria. Batalla tras batalla,
los caballeros cargaban tan pronto como veían al enemigo, desbaratando
todo plan previsto.
En ocasiones, los comandantes desmontaban
a sus caballeros para poder controlarlos mejor. Esta opción era
bien acogida por las tropas menores, cuyas esperanzas en las luchas de
embestida eran realmente pocas, por lo que aumentaba el vigor en el combate
y la moral del soldado común. En este caso los caballeros, junto
con soldados de infantería, luchaban tras estacas u otras construcciones
defensivas que se diseñaban para minimizar el impacto de las cargas
de la caballería.
Un ejemplo de conducta indisciplinada
por parte de los caballeros fue la batalla de Crécy en 1346. El
ejército francés superaba en mucho en número al inglés
(40.000 contra 10.000), y tenía una cantidad mucho mayor de caballeros.
Los ingleses se dividieron en tres grupos de arqueros protegidos por estacas.
Entre los tres grupos había dos de caballeros desmontados. Un tercer
grupo de caballeros sin montura permanecía en la reserva. El rey
francés envió a los ballesteros mercenarios genoveses a
contener al ejército enemigo mientras él trataba de organizar
en tres grupos a sus propios caballeros. Sin embargo, las ballestas estaban
mojadas y resultaron ineficaces. Por su parte, los caballeros franceses
ignoraron los esfuerzos de su rey nada más divisar al enemigo,
prorrumpiendo en frenéticos gritos de "¡Mueran! ¡Mueran!
¡Mueran!". Impacientándose con los ballesteros genoveses,
el rey francés mandó cargar a sus caballeros, que arrollaron
a su paso a los genoveses. Aunque la lucha se prolongó durante
todo el día, los caballeros y arqueros ingleses, cuyas cuerdas
de los arcos permanecían secas, derrotaron a la caballería
francesa por la indisciplina con que combatió.
A finales de la Edad Media, el valor de
la caballería pesada en el campo de batalla había descendido
al nivel de los tiradores y la infantería. Para entonces, ya se
había aprendido la inutilidad de cargar contra una infantería
bien disciplinada y situada. Las reglas habían cambiado. Las estacas,
trampas para caballos, y trincheras se empleaban con asiduidad para protegerse
de las cargas de caballería. Las cargas contra filas masivas de
piqueros y arqueros/artilleros dejaban como único resultado una
pila de caballos y hombres destrozados. Los caballeros se vieron obligados
a luchar a pie o a esperar una oportunidad propicia para cargar. Las cargas
devastadoras eran aún posibles, pero sólo cuando el enemigo
estaba en desbandada, desorganizado o fuera de sus temporales construcciones
defensivas.
Las tácticas de la artillería
Durante la mayor parte de la Edad Media,
las tropas de artillería estaban integradas por arqueros que manejaban
alguno de los distintos tipos de arco. Al principio era el arco corto,
después la ballesta y finalmente el arco largo. Los arqueros tenían
la ventaja de poder matar y herir a enemigos a distancia sin participar
en el combate cuerpo a cuerpo. El valor de este tipo de tropas era bien
conocido en la antigüedad, pero las lecciones aprendidas se olvidaron
temporalmente durante la Alta Edad Media. Los caballeros guerreros que
tenían la tierra bajo su control detentaban el rango más
alto, y su código exigía el combate cuerpo a cuerpo contra
un enemigo importante. Matar a distancia con flechas era un deshonor para
los caballeros, por lo que las clases dominantes se ocuparon poco de desarrollar
este arma y de utilizarla eficazmente.
Sin embargo, con el tiempo se fue poniendo
de manifiesto que los arqueros eran útiles y eficaces tanto para
los asedios como para las batallas. Más y más ejércitos,
aunque fuera a regañadientes, les hicieron sitio. La victoria decisiva
de Guillermo I en Hastings en el año 1066 pudo deberse a sus arqueros,
aunque los caballeros, como era tradición, se llevaron la mayor
parte del crédito. Los anglosajones ocupaban una ladera, y estaban
tan apiñados tras su barrera de escudos, que los caballeros normandos
tenían grandes problemas para penetrarla. La lucha transcurrió
durante todo el día. Finalmente los anglosajones se aventuraron
a dejar su barrera de escudos, en parte para dar alcance a los arqueros
normandos. Una vez fuera, los anglosajones abatidos con facilidad. Durante
un tiempo, pareció que los normandos iban a perder, pero muchos
piensan que los arqueros normandos estaban ganando la batalla. Un flechazo
afortunado hirió de muerte a Harold, el rey anglosajón y,
a partir de ese momento, la batalla concluyó rápidamente.
Los arqueros de infantería combatían
en formaciones masivas de cientos e incluso miles de hombres. Dentro de
un radio de acción de cien yardas, tanto los disparos con arco
como los de las ballestas podían penetrar las armaduras. A esa
distancia, los arqueros disparaban a objetivos individuales. Las consecuencias
para el enemigo eran devastadoras, especialmente si no podían responder
al ataque. En una situación ideal, los arqueros desbarataban la
formación enemiga disparando durante algún tiempo. El enemigo
podía estar a salvo de la caballería tras las estacas, pero
no podía parar todas las flechas o saetas que le disparaban. Si
el enemigo abandonaba sus defensas y cargaba contra los arqueros, la caballería
pesada entraba en acción, a poder ser a tiempo de salvar a los
arqueros. Si la formación enemiga no se movía de su sitio,
podía acabar debilitándose hasta el punto de que la caballería
pudiese cargar con eficacia.
A los arqueros se les animaba y subvencionaba
activamente en Inglaterra ya que los ingleses, al librar batallas en el
continente, estaban en desventaja en cuanto a número. Cuando los
ingleses aprendieron a usar los grandes contingentes de arqueros, empezaron
a ganar batallas a pesar de su inferioridad numérica. Los ingleses
desarrollaron la táctica del aluvión de flechas aprovechando
el arco de largo alcance. En lugar de disparar sobre objetivos individuales,
lo hacían sobre el área ocupada por el enemigo. Disparando
hasta seis flechas por minuto, tres mil arqueros podían arrojar
18.000 flechas contra una formación enemiga. Los efectos de tamaño
aluvión en los hombres y caballos eran devastadores. Los caballeros
franceses que luchaban en la guerra de los Cien Años, hablaban
de que el cielo se teñía de negro y del ruido de los proyectiles
en su trayectoria.
Los ballesteros adquirieron importancia
en los ejércitos del continente, sobre todo en las milicias y ejércitos
profesionales mantenidos por ciudades. Con un mínimo de entrenamiento,
un ballestero se convertía un soldado eficaz.
En el siglo XIV, las primeras pistolas
primitivas hacían su aparición en el campo de batalla. Cuando
funcionaban, eran incluso más poderosas que los arcos.
El problema de emplear arqueros era protegerlos
mientras disparaban. Para ser eficaces, tenían que estar relativamente
cerca del frente enemigo. Los arqueros ingleses transportaban estacas
que clavaban con mazos en el campo de batalla frente al objetivo de sus
proyectiles. Estas estacas les prestaban cierta protección frente
a la caballería enemiga. Ellos confiaban en el poder de su arsenal
para rechazar a los arqueros enemigos. Si eran atacados por la infantería
enemiga, se hallaban sin embargo en desventaja. Los arqueros llevaban
un gran escudo apaisado al campo de batalla. Este escudo llevaba soportes
y podía instalarse en forma de barrera tras la que parapetarse
y poder disparar.
A finales del periodo, ballesteros y piqueros
luchaban en equipo en formaciones combinadas. Los piqueros mantenían
a raya a las tropas enemigas que luchaban cuerpo a cuerpo, mientras que
los artilleros disparaban contra la formación enemiga. Estas formaciones
mixtas aprendieron a moverse y de hecho a atacar. La caballería
enemiga tenía que retirarse ante una fuerza combinada de piqueros
y de ballesteros/pistoleros. Si el enemigo no podía responder con
sus propias picas y proyectiles, probablemente tenía la batalla
perdida.
Las tácticas de la infantería
En la Edad Media, la táctica de
los soldados de infantería consistía sencillamente en acercarse
al enemigo y descargar hachazos. Los francos arrojaban sus hachas justo
antes de lanzarse sobre el enemigo. Los guerreros contaban con la fuerza
y la ferocidad para vencer.
El ascenso de los caballeros colocó
temporalmente a la infantería en un segundo plano, principalmente
porque no existía una infantería bien disciplinada e instruida.
En los primeros ejércitos medievales, los soldados que luchaban
de infantería eran campesinos mal armados e instruidos en su mayor
parte.
Los sajones y los vikingos desarrollaron
una postura defensiva llamada el muro de escudos. Los hombres se colocaban
de forma contigua y juntaban sus largos escudos para así formar
una barrera. Esto servía para protegerlos de los arqueros y de
la caballería, de los cuales carecía su ejército.
La infantería experimentó
un resurgimiento en aquellas áreas que carecían de condiciones
para formar tropas de caballería pesada, por ejemplo en los países
de relieve accidentado como Suiza y Escocia, y en las ciudades en pendiente.
Debido a la necesidad, estas dos partes encontraron formas de organizar
ejércitos eficaces que incluían muy poca o ninguna caballería.
Ambos grupos descubrieron que los caballos no cargarían contra
una barrera de estacas afiladas o de puntiagudas lanzas. Una formación
disciplinada de lanceros podía detener a la elite de la caballería
pesada de los nobles y naciones de mayor poder, y todo ello por una mínima
parte del coste que suponía una fuerza de caballería pesada.
Una formación schiltron era un
círculo de lanceros que los escoceses comenzaron a emplear durante
las guerras de independencia que se produjeron hacia finales del siglo XIII (las que se recreaban en la película <i>Bravehear<i>).
Ellos descubrieron que el schiltron era una formación defensiva
eficaz. Robert Bruce sólo presentaba batalla a los caballeros ingleses
en terreno pantanoso, lo que dificultaba notablemente la carga de la caballería
pesada.
Los suizos adquirieron renombre en la
lucha de picas. Básicamente revivieron la falange griega y llegaron
a adquirir una gran pericia en el combate con largas armas de palo. Lo
que hacían era formar un escuadrón de piqueros. Las cuatro
filas exteriores sujetaban las picas a una altura similar, apuntando algo
hacia abajo. Esto creaba una barrera eficaz contra la caballería.
Las filas de la retaguardia usaban armas de palo acuchillado para hacer
frente a los enemigos que se acercaban a la formación. Los suizos
estaban entrenados hasta tal punto que eran capaces moverse en formación
con relativa rapidez. Ellos convirtieron una formación defensiva
en una fuerza de ataque de igual eficacia.
La respuesta frente a los compactos grupos
de piqueros era la artillería, que rompía las filas de estas
densas formaciones. Los españoles parecen haber sido los primeros
en lograrlo de forma eficaz. Los españoles combatían también
con pericia a los piqueros mediante espadachines con escudos. Se trataba
de hombres ligeramente armados que podían penetrar entre las picas
y luchar eficazmente con sus cortas armas. Su defensa era un pequeño
y manejable escudo. Al final de la Edad Media, los españoles fueron
también los primeros en experimentar combinando, en una misma formación,
a piqueros, espadachines y pistoleros. El resultado fue una eficaz formación
capaz de enfrentarse a las distintas armas en varios terrenos, tanto en
la defensa como en el ataque. A finales del periodo medieval, los españoles
eran la fuerza militar más eficaz de Europa.
Los ejércitos de la Alta Edad Media
Las tribus germánicas que invadieron
el Imperio Romano a principios de la Edad Media, luchaban por lo general
a pie y con hachas y espadas. Las únicas armaduras que solían
usar eran cascos y escudos. Se organizaban en bandas armadas bajo el liderazgo
de un jefe. Aunque eran feroces guerreros, luchaban como turbas sin coordinación.
Las disciplinadas legiones romanas habían obtenido grandes victorias
contra las tribus germánicas durante siglos, en parte por la fragilidad
que se derivaba de su propio ímpetu. Pero al final del imperio,
la calidad de las legiones romanas empezó a decaer, y las tribus
germánicas pudieron traspasar sus fronteras.
No todas las tribus germánicas
luchaban a pie. Una excepción eran los godos, que se habían
acostumbrado a la caballería desde su asentamiento al norte del
Mar Negro. Los visigodos y ostrogodos aprendieron las artes de la caballería
gracias al contacto con el Imperio Romano Oriental al sur del Danubio,
así como con los jinetes bárbaros de Asia. El ejército
del Imperio Romano Oriental puso gran interés en el desarrollo
de la caballería debido a sus conflictos con dos pueblos de jinetes
bárbaros: los partos y los persas.
Tras la caída de Roma, la mayoría
de las guerras que tuvieron lugar en Europa se realizaron con soldados
de infantería. Una excepción podría haber sido la
lucha de Arturo de Inglaterra contra los invasores sajones, aunque no
tenemos pruebas de que su éxito se debiera al uso de la caballería.
Puede que Arturo lograra detener el avance sajón en Inglaterra
durante 50 años gracias al uso de la caballería o al empleo
de tropas disciplinadas. Otra excepción fue el ejército
bizantino, que recuperó el norte de África de las manos
de los vándalos y estuvo a punto de lograr devolver el control
de Italia al Imperio Romano Oriental en el siglo VI. El poderío
del ejército bizantino en esta época radicaba en su caballería.
También contaba con grandes líderes y con un dominio de
las tácticas de guerra desconocido por los bárbaros.
En estos primeros siglos, la lucha rara
vez implicaba a grupos que pudieran ser descritos como ejércitos.
Se trataba de las mismas bandas armadas de épocas anteriores, pequeñas
para el estándar bizantino o asiático, y con tácticas
y estrategias limitadas. Las principales actividades militares eran las
incursiones para obtener alimento, esclavos y armas como botín
de guerra. Las agresivas tribus se desplazaban arrasando en su camino
las reservas de alimento de sus enemigos, dejándolos morir de hambre
y esclavizando a los supervivientes. Las batallas eran casi siempre enfrentamientos
entre hordas guerreras que luchaban cuerpo a cuerpo con hachas y espadas.
Luchaban como turbas, no como las disciplinadas formaciones que caracterizaban
al ejército romano, protegiéndose con cascos, escudos y
un tipo ligero de armadura. Las armaduras de cuero eran las más
frecuentes; sólo los jefes y la élite llevaban armaduras
de cota de malla.
A principios del siglo VIII, la España
visigoda cayó ante los guerreros del Islam, muchos de los cuales
luchaban como caballería ligera. Al mismo tiempo, los nómadas
magiares de las planicies húngaras incrementaron sus ataques a
caballo en Europa Occidental. En el 732, un ejército de infantería
franco derrotó una invasión de la caballería musulmana
cerca de Poitiers lo que puso fin a la expansión musulmana hacia
el norte. Carlos Martel, líder guerrero de los francos, quedó
impresionado por la caballería mora y emprendió la reforma
de parte de su ejército. Esta fue continuada en años posteriores
por el gran rey de los francos Carlomagno. La caballería pesada
franca fue el origen del caballero armado que llegó a representar
las luchas medievales.
Durante 30 años, Carlomagno llevó
a cabo campañas militares que incrementaron el tamaño de
su imperio. El ejército franco estaba formado por la infantería
y la caballería armada, pero la caballería fue su fuerza
principal y más impresionante. Podía moverse con rapidez
y dirigir duros ataques a los enemigos, que luchaban en su mayoría
a pie. Las campañas de Carlomagno eran invasiones con fines económicos
en las que se quemaba, saqueaba y devastaba al enemigo hasta lograr su
rendición. Carlomagno se enfrentó en muy pocas ocasiones
contra adversarios organizados.
Los vikingos luchaban exclusivamente a
pie, pero acostumbraban a reunir caballos al desembarcar, utilizándolos
para invadir las tierras del interior. Sus invasiones comenzaron a finales
del siglo VIII y terminaron en el siglo XI. Los descendientes de los invasores
vikingos, los normandos del noroeste de Francia, se acostumbraron rápidamente
a utilizar caballos y llegaron a ser unos de los guerreros con mayor éxito
de finales de la Edad Media.
A principios del siglo X, los alemanes
empezaron a desarrollar su caballería bajo el reinado de Otón
I. El objetivo era contar con una fuerza de contraataque rápida
contra las invasiones vikingas, así como frenar las incursiones
a caballo de los bárbaros del este.
Hacia finales del siglo X, la caballería
pesada fue una parte fundamental del ejército europeo, con la excepción
de la Inglaterra anglosajona, las tierras celtas (Irlanda, Gales y Escocia)
y Escandinavia.
El resurgimiento económico
A principios de la Edad Oscura, Europa
del Norte estaba densamente arborizada. Hacia el año 1000 d.C.,
muchos de los bosques habían desaparecido y la mayoría de
los que quedaban estaban siendo reemplazados por granjas y pastos. El
suelo era generalmente excelente, un légamo de roca finamente molida
depositada durante la última etapa de la Era Glacial. Dos invenciones
claves aceleraron la deforestación de Europa y llevaron a un incremento
de la producción alimentaria. La primera fue la brida para los
caballos que se inventó en China y que, gradualmente, llegó
hasta Europa. Esta brida mejorada se adapta al pecho del caballo en lugar
de a su tráquea, permitiéndole tirar de cargas de mucho
mayor peso sin ahogarse. La segunda invención fue el arado pesado
con ruedas, necesario para surcar las profundas capas de légamo
y el entramado de extensas raíces de los viejos bosques. El significativo
aumento de la producción alimentaria fue el detonante del resurgimiento
económico de Europa, que se acompañó de un crecimiento
de la población.
La creciente población, que no
era ya necesaria en los feudos, emigró hacia las ciudades que a
su vez crecían como respuesta a la necesidad de ampliar el mercado.
Los excedentes de alimentos y los productos de las nuevas industrias (como
la confección de vestimenta, la construcción de barcos y
la fabricación de herramientas) se intercambiaban en mercados y
ferias comerciales. Los reyes alentaban el crecimiento de las ciudades
porque sus habitantes solían ser aliados de la autoridad central
en contra de los señores feudales locales. Los ciudadanos pagaban
impuestos, no servicios feudales. Apareció en las ciudades una
clase media que se mantenía gracias al comercio, la producción
manufacturera y el préstamo monetario. Los mercaderes dominaban
la administración de la ciudad, adquiriendo riqueza y poder.
Los artesanos y los comerciantes se organizaron
en asociaciones conocidas como gremios. Estas asociaciones controlaban
los precios y la producción, aseguraban un alto nivel de servicio
o de manufactura, y organizaban la formación de los artesanos mediante
el sistema del aprendizaje. Este control aseguraba tanto la alta calidad
de los productos como el buen nivel de vida de los miembros de los gremios.
Era frecuente que los gremios se concentraran en una parte de la ciudad
cuyos barrios y calles tomaban el nombre de los distintos oficios, como
las londinenses Threadneedle Street (Calle de los Costureros) y Ironmongers
Lane (Calle de los Herreros).
EL incremento del comercio dio lugar a
un nuevo auge en la fabricación. Ambos llevaron al desarrollo de
la banca, que en el S. XIII se centraba principalmente en el norte de
Italia. Los nuevos negocios necesitaban dinero para comenzar su actividad
y funcionar eficazmente. El dinero actuaba como medio de intercambio y
referencia de valor, y era imprescindible para dejar atrás la deficiente
economía de trueque. Italia tenía excedentes de divisas
de su lucrativo comercio en el Mediterráneo, especialmente con
Levante. El florín de oro de Florencia se convirtió en la
moneda más popular de finales de la Edad Media.
La llegada de la pólvora
En el siglo XI, los chinos ya conocían
la pólvora y la utilizaban con fines militares para propulsar cohetes.
Sin embargo estas armas causaban más terror que estragos. Los chinos
también experimentaron con los fuegos artificiales. Pero no comprendieron
el potencial de la pólvora como explosivo o propulsor de proyectiles.
La pólvora avanzó progresivamente
hacia occidente, donde los europeos descubrieron usos mucho más
destructivos de esta substancia. La obra de arte europea más antigua
que conservamos en la que se representa un arma de pólvora, apareció
en 1326. Este primitivo cañón se cargaba con una especie
de lanza, no con balas de cañón. Los europeos habían
experimentado con la pólvora durante el medio siglo precedente.
La descripción más antigua de la fórmula que conservamos
apareció en 1260, y se le atribuye a un fraile inglés llamado Roger Bacon. Hacia 1340, se utilizaban balas de cañón de
plomo, hierro y piedra. Los ingleses usaron cañones en el campo
de batalla de Crécy, en 1346, pero no se menciona su utilidad en
la crónica de la batalla.
Los cañones
Tuvieron que pasar varios siglos de experimentación
antes de que las armas de pólvora resultaran verdaderamente útiles.
Una de las dificultades era el crear una pólvora que ardiera de
manera rápida, uniforme y potente. Otra radicaba en diseñar
cañones adecuados que no explotaran. Los primeros cañones
se caracterizaron por una fabricación deficiente, lo que hacía
casi tan peligroso dispararlos como ser su blanco. En 1460, por ejemplo,
el rey Jaime II de Escocia murió a causa de la explosión
de un cañón.
A mediados del siglo XV, las tecnologías
de los cañones y de la pólvora habían avanzado suficientemente
como para ser considerados armas importantes. Esto quedó claro
en 1453, cuando enormes cañones de asedio, disparando macizas balas
de cañón, castigaron las murallas de Constantinopla. Aunque
la causa principal de la caída de Constantinopla fue una pequeña
puerta que quedó abierta, el bombardeo consiguió hacer posible
un ataque directo.
En la Edad Media, los cañones se
utilizaban para derribar murallas durante los asedios y para disparar
contra las filas enemigas en el campo de batalla. Su capacidad para derribar
paredes verticales dio lugar a modificaciones en la construcción
de los castillos. Los altos muros en vertical fueron reemplazados por
murallas inclinadas de menor altura. En este periodo, la utilidad de los
cañones en el campo de batalla era muy limitada por ser su manejo
tan laborioso y tan difícil su traslado a otras posiciones durante
la acción.
Las armas de mano
En 1350, aparecieron ilustraciones de
varios tipos de armas de mano. Eran armas primitivas que consistían
en un tubo hueco tapado por un extremo y con un agujero en el lateral
(cerca del extremo bloqueado). En el agujero se colocaba una mecha (una
cuerda corta de material inflamable) para prender la pólvora y
disparar la bala cargada previamente en el cañón. No servía
de mucho intentar apuntar con estas primeras armas de mano. Sólo
resultaban efectivas si eran disparadas en descargas y por varios hombres
a un tiempo contra blancos compactos. Hacia 1450, la mayoría de
los ejércitos europeos avanzados usaban armas de mano. Aún
así los arcos y las ballestas, al ser armas eficaces y poco costosas,
siguieron empleándose como armamento de infantería hasta
el siglo XVI.
El auge de los caballeros
En tiempos de Carlomagno, los guerreros
a caballo se habían convertido en la élite de las unidades
militares francas y esta novedad se extendió por Europa. Luchar
desde un caballo reportaba mayor gloria en la batalla porque los jinetes
podían moverse velozmente y pisotear al enemigo de menor rango
que luchaba a pie. Cuando las caballerías de dos ejércitos
se enfrentaban entre sí, la velocidad de la carga y el violento
choque que se producía resultaban estimulantes. La caballería
gozaba de mayor prestigio por el alto coste de los caballos, las armas
y las armaduras. Sólo los individuos adinerados o los siervos de
los ricos podían permitirse luchar como jinetes.
Los reyes de la Edad Oscura tenían
poco dinero para poder pagar grandes contingentes de costosa caballería.
Los guerreros eran hechos vasallos a cambio de feudos de tierra. El beneficio
obtenido de esas tierras debía usarse para pagar caballos y equipamiento.
En la mayoría de los casos, los vasallos mantenían también
a grupos de soldados profesionales. En un tiempo en que la autoridad central
era débil y las comunicaciones pobres, los vasallos, ayudados por
sus siervos, eran los responsables de la ley y el orden dentro de su feudo.
A cambio de este feudo, los vasallos accedían a proporcionar apoyo
militar a su señor. De esta manera, los nobles y los reyes podían
disponer de un ejército cuando lo deseaban. Los vasallos a caballo
eran la élite de estos ejércitos.
Al avanzar la Edad Media, esta élite
de guerreros a caballo de Europa Occidental empezó a ser conocida
como caballeros. Se desarrolló un código de conducta, llamado
de caballería, que detallaba cómo debían comportarse.
Estaban obsesionados con el honor, tanto en tiempos de paz como de guerra,
aunque por lo general esto se limitase al trato con sus iguales, no con
los plebeyos y campesinos que constituían la mayor parte de la
población. Los caballeros se convirtieron en la clase dominante
al controlar la tierra, de la que se derivaba toda la riqueza. Al principio,
los aristócratas eran nobles debido a su prestigio de guerreros
superiores en un mundo de violencia. Más tarde, su situación
y prestigio se convirtieron principalmente en hereditarios, en detrimento
de su importancia como guerreros.
La caballería
El término "caballería"
empezó a utilizarse refiriéndose a la equitación.
Los guerreros de élite de la Edad Media se distinguían del
campesinado y el clero, así como entre ellos, por su habilidad
para montar y su valor como guerreros. El símbolo de alto nivel
de la época era poseer caballos rápidos y fuertes, armas
atractivas y eficaces, y una armadura bien confeccionada.
Hacia el siglo XII, la caballería
se había convertido en una forma de vida. Las reglas básicas
del código de caballería eran las siguientes:
* La protección a las mujeres y
a los débiles.
* El triunfo de la justicia frente a la injusticia y el mal.
* El amor a la tierra natal.
* La defensa de la Iglesia, incluso a riesgo de perder la vida.
En la práctica, los caballeros
y aristócratas ignoraban este código cuando les convenía.
Las disputas entre nobles y los enfrentamientos por la tierra tenían
preferencia ante cualquier otro código. La costumbre de las tribus
germánicas que establecía que las tierras debían
repartirse entre los hijos de un señor, en vez de pasar en su totalidad
al primogénito, a menudo daba lugar a guerras entre hermanos por
el botín. Un ejemplo de esto fue el conflicto entre los nietos
de Carlomagno. La Edad Media está plagada de este tipo de guerras
civiles, en las cuales los que más perdían solían
ser los campesinos.
A finales de la Edad Media, los reyes
crearon las órdenes de caballería. Eran organizaciones exclusivas
para caballeros de alto rango que juraban obediencia mutua y a su rey.
Ser miembro de una orden de caballería era extremadamente prestigioso
y distinguía a un hombre como uno de los más importantes
del reino. En 1347, durante la Guerra de los Cien Años, Eduardo III de Inglaterra fundó la Orden de Garter, que ha perdurado hasta
nuestros días. Esta orden estaba formada por los 25 caballeros
de mayor rango de Inglaterra, y se fundó para asegurar su lealtad
al rey y su dedicación a lograr la victoria durante la guerra.
La Orden del Vellocino de Oro fue creada
por Felipe el Bueno de Borgoña en 1430 y se convirtió en
la más rica y poderosa de toda Europa. Luis XI de Francia creó
la Orden de San Miguel para controlar a sus principales nobles. Las Órdenes
de Calatrava, Santiago y Alcántara se crearon para expulsar a los
moros de España. Fueron unificadas bajo el reinado de Fernando
de Aragón, cuyo matrimonio con Isabel de Castilla sentó
las bases de un solo reino español. Se convertiría en gran
maestre de las tres órdenes, que mantendrían sin embargo
su independencia.
La ordenación de los caballeros
A la edad de siete u ocho años,
los niños de la clase noble eran enviados para servir de pajes
en la casa de un gran señor. Las mujeres les enseñaban los
conocimientos sociales básicos, y empezaban un entrenamiento elemental
del uso de las armas y la equitación. Alrededor de los 14 años,
los jóvenes se convertían en escuderos, es decir en aprendices
de caballero. Cada escudero se asignaba a un caballero, que debía
continuar la educación del joven. Los escuderos eran compañeros
habituales y sirvientes de los caballeros. Los deberes de los escuderos
incluían limpiar la armadura y las armas (propensas a oxidarse),
ayudar al caballero a vestirse y desvestirse, cuidar de sus pertenencias,
e incluso dormir a su puerta como guardián.
En los torneos y batallas, los escuderos
asistían al caballero en todas sus necesidades. Traían armas
y caballos de reemplazo, curaban sus heridas, retiraban a los heridos
del campo de batalla y, llegado el caso, se encargaban de que recibiera
un entierro digno. En muchas ocasiones, los escuderos iban a la guerra
con el caballero y luchaban a su lado. Los guerreros evitaban combatir
contra los escuderos del bando enemigo y preferían buscar un caballero
de su rango, o superior. Los escuderos, por su parte, deseaban enfrentarse
a caballeros para obtener prestigio matando o capturando a un enemigo
noble.
Además del entrenamiento marcial,
los escuderos se fortalecían mediante juegos, aprendían
a leer y, generalmente, también a escribir, y estudiaban música,
baile y canto.
A la edad de 21 años, un escudero
podía ser designado caballero. Los candidatos que lo merecían,
recibían ese honor de manos de un señor o de otro caballero
de alto rango. En un principio, la ceremonia de ordenación era
simple; consistía normalmente en ser tocado con una espada en el
hombro y después ceñirse el cinto de un espada. Posteriormente
la ceremonia se complicó, sumándose al rito la Iglesia.
Los candidatos se bañaban, se cortaban el pelo y pasaban la noche
en vela, orando. Por la mañana recibían su espada y las
espuelas de caballero.
Normalmente sólo podían
llegar a ser caballeros aquellos que poseían tierras o ingresos
suficientes para hacer frente a las responsabilidades de su rango. Sin
embargo, los señores y obispos importantes podían mantener
un contingente de tropas numeroso, y muchos fueron elegidos por estas
circunstancias. Los escuderos que se distinguían en la batalla
durante la guerra podían ganarse el reconocimiento de un gran señor
y ser ordenados caballero en el mismo campo de batalla
Los torneos
Los torneos, batallas preparadas entre
caballeros, surgieron en el siglo X y contaron desde su comienzo con la
condena del Papa, en el segundo Concilio de Letrán, bajo el papa
Inocencio II, y los reyes de Europa, que no aprobaban las heridas y las
muertes producidas entre sus caballeros por lo que ellos consideraban
una actividad frívola. Sin embargo los torneos se extendieron,
convirtiéndose en parte importante de la vida de un caballero.
Los torneos empezaron a realizarse como
encuentros individuales entre caballeros, y fueron complicándose
con el paso del tiempo. Se convirtieron en acontecimientos sociales importantes,
que atraían a patrocinadores y participantes desde lugares lejanos.
Se construyeron recintos especialmente destinados a los torneos, con pabellones
para los combatientes y gradas para los espectadores. Los caballeros seguían
batiéndose individualmente, pero ahora lo hacían también
en equipos. Se retaban utilizando diversas armas y llevaban a cabo simulacros
de batalla con cuadrillas. Las justas o lizas, un enfrentamiento de dos
caballeros con lanza, se convirtieron en el acontecimiento más
celebrado. Los caballeros competían como los atletas de nuestros
tiempos para obtener premios, prestigio y la mirada de las damas que llenaban
las gradas.
En el siglo XIII, murieron tantos hombres
durante los torneos que los gobernantes de Europa, incluyendo el Papa,
comenzaron a alarmarse. En 1240, por ejemplo, murieron sesenta caballeros
en un torneo realizado en Colonia. El Papa quería disponer del
mayor número posible de caballeros para luchar en Tierra Santa,
y no aprobaba que se mataran entre sí en los torneos. Se despuntaron
las armas y se dictaron reglas encaminadas a reducir la incidencia de
lesiones relevantes, pero seguían produciéndose heridas
graves y fatales. Enrique II de Francia, por ejemplo, fue herido de muerte
en una justa que se llevó a cabo para celebrar la boda de su hija.
Los retos normalmente se planteaban de
forma amistosa, pero si existían rencores entre combatientes, estos
podían resolverse en un combate a muerte. Los perdedores eran capturados
y debían pagar un rescate en caballos, armas y armaduras, a los
vencedores para su liberación. Los heraldos llevaban un control
de los resultados del torneo, como los marcadores actuales en el béisbol.
Un caballero de bajo rango podía amasar una fortuna gracias a los
premios obtenidos y atraer a alguna dama adinerada.
Las órdenes militares
Durante las cruzadas, se crearon órdenes
de caballeros para apoyar los objetivos cristianos de esa campaña.
Estos caballeros se convirtieron en los cruzados más feroces y
los enemigos más odiados por los árabes. Estas órdenes
continuaron en activo tras el fracaso de las Cruzadas en Palestina.
La primera de estas órdenes fue
la de los Caballeros del Templo o Templarios, fundada en 1108 para proteger
el Santo Sepulcro en Jerusalén. Los templarios llevaban una capa
o vestido blanco con una cruz roja y juraban los mismos votos que los
monjes benedictinos: pobreza, castidad y obediencia. Los templarios fueron
unos de los más valientes defensores de Tierra Santa. Fueron los
últimos cruzados que abandonaron Tierra Santa. En los años
posteriores se enriquecieron gracias a las donaciones y a los préstamos,
atrayendo así la envidia y la desconfianza de los reyes. En 1307,
el rey Felipe IV de Francia los acusó de múltiples crímenes,
entre ellos el de herejía, arrestándolos y confiscando sus
tierras. Otros líderes europeos siguieron su ejemplo y los templarios
fueron aniquilados.
La Orden de los Caballeros de San Juan
de Jerusalén, o Caballeros Hospitalarios, se creó para atender
a los peregrinos enfermos y necesitados que visitaban el Santo sepulcro.
Al poco tiempo se convirtió en una orden militar. Sus miembros
vestían una capa roja con una cruz blanca y también tomaban
los votos benedictinos. Los Hospitalarios se impusieron normas muy rígidas
y no permitían la riqueza ni la indolencia entre sus miembros.
Tras la caída de su gran castillo, el Krak de los Caballeros, fueron
expulsados de Tierra Santa y se retiraron a la isla de Rodas, defendiéndola
durante varios años. Tras su expulsión de Rodas por parte
de los turcos, se establecieron en Malta.
La tercera gran orden militar era la de
los Caballeros de la Orden Teutónica, fundada en 1190 para proteger
a los peregrinos alemanes que viajaban a Tierra Santa. Antes del final
de las Cruzadas, habían centrado sus esfuerzos en convertir a los
paganos de Prusia y los estados bálticos.
La heráldica
Para poder distinguir a los caballeros
en el campo de batalla, se creó un sistema de insignias o blasones
llamado heráldica. Se diseñaba un blasón para que
cada noble lo estampara en su escudo, abrigo, banderas y sello. El vestido
o capa decorado con la insignia de un caballero recibió el nombre
de abrigo de armas, y este término pasó a denominar a la
insignia en sí. Una organización independiente llamada Colegio
de Heraldos diseñaba las insignias individuales, asegurándose
de que cada una de ellas fuese única en su especie. Los heraldos
grababan las insignias en libros especiales que quedaban bajo su cuidado.
Los abrigos de armas se pasaban de generación
en generación, modificándose con los enlaces matrimoniales.
Algunos diseños se reservaban para la realeza de distintos países.
A finales de la Edad Media, las ciudades, los gremios y los ciudadanos
importantes, aunque no pertenecieran a la nobleza, tenían sus propias
insignias.
En el campo de batalla los combatientes
utilizaban los abrigos de armas para distinguir a los amigos de los enemigos
y para elegir a contrincantes valiosos en una refriega. Los heraldos realizaban
listas de los caballeros que iban a entrar en batalla basándose
en sus blasones. Los heraldos eran considerados neutrales y actuaban como
intermediarios entre dos ejércitos. De ese modo, podían
pasar mensajes entre los defensores de un castillo o de una ciudad y sus
sitiadores.
El nuevo panorama político
El gobierno y los tribunales romanos desaparecieron
junto con su cultura, conformando el nuevo gobierno bandas de tribus guerreras.
Así, un líder poderoso se rodeaba de guerreros leales a
los que pagaba con el botín de las invasiones. La ley tribal, fundamentada
en el combate o en el juramento, reemplazó a la ley romana. Surgieron
gradualmente pequeños reinos basados en pactos tribales. Pero gobernar
no resultaba fácil debido a la carencia de funcionarios letrados,
a la pobreza de las comunicaciones, al estancamiento del comercio y a
la escasez de dinero en circulación. La gente sobrevivía
gracias a una agricultura de subsistencia. La vida era dura, breve y brutal.
La media de esperanza de vida era de 30 años, sesgada por una alta
tasa de mortalidad en la población infantil y femenina, esta última
debida a las dificultades de los partos.
Al comienzo de la Edad Oscura, la lista
de potencias europeas se distribuía del siguiente modo:
* Francos: ocupaban la mayor parte de
la actual
Francia y partes de Alemania a lo largo del Rin
* Ostrogodos: el norte de Italia, Suiza y
los Balcanes
* Visigodos: España y Portugal.
* Vándalos: noroeste de África, Sicilia y el sur
de Italia
* Distintas tribus germanas entre ellas los sajones
y lombardos
* Anglosajones: Inglaterra.
* Celtas: Gales, Irlanda, Escocia y Britania.
* Magiares: Hungría.
* Eslavos: Polonia y el oeste de Rusia.
* Bizantinos: Turquía, Palestina, Egipto, Siria y
gran parte de los Balcanes, incluida Grecia
Durante los siglos posteriores, la lista
sufrió las siguientes modificaciones:
* Vándalos: derrotados y sustituidos
por los
bizantinos.
* Visigodos: derrotados y sustituidos por los
francos en Francia y por los musulmanes en
España y Portugal.
* Ostrogodos: atacados y finalmente absorbidos
por los lombardos (Italia) y bizantinos
(los Balcanes).
Se considera que los Años Oscuros
cubren el periodo comprendido entre el 500 y el 1000. Tres fueron las
principales fuerzas que conformaron este periodo y que hicieron que la
relativa oscuridad diera a su fin: la expansión de nuevas religiones,
el auge del Imperio Franco, y las depredaciones de los vikingos.
La tecnología
A finales de la Edad Media, la ciencia
en Europa no sólo había alcanzado el nivel de la antigüedad,
sino que lo había sobrepasado. Los hombres de esta época
se interesaban por una tecnología práctica, no teórica.
Buscaban formas distintas de hacer las cosas para facilitar la vida y
desarrollar los negocios. Se interesaban por el mundo natural e intentaban
entenderlo porque tenían cada vez más tiempo libre para
dedicarse a su observación
Cuando los cristianos recuperaron las
tierras de la Península Ibérica y Sicilia, adquirieron de
los musulmanes las bases de las matemáticas y las ciencias. Desde
principios de la Edad Media, los musulmanes habían estudiado activamente
las ideas antiguas y nuevas provenientes de Asia. Los musulmanes nos dejaron
como herencia el sistema numérico arábigo, utilizado hoy
en día, y el concepto del cero, inventado en la India.
La investigación práctica
empezó a retar a la lógica en una búsqueda para entender
las leyes de la naturaleza. Se reconoció el valor de la observación,
la experimentación y la evidencia empírica (contable) como
bases y métodos de prueba de teorías. Esto dio lugar al
método científico que sería característico
del Renacimiento y del que parte la investigación científica
moderna. Los griegos de la antigüedad ya habían sugerido el
método científico, pero finalmente éste había
sido desechado y olvidado.
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