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L
a G r a n E n c i c l o p e d i a I l u
s t r a d a d e l P r o y e c t o S a
l ó n H o g a r
Las
Olimpíadas
Sedes Olimpicas parte II
Helsinki 1952
El 'finlandés
volador', protagonista
La guerra
soviético-filandesa impidió a Helsinki ser
sede olímpica en 1940, por lo que tuvo que
esperar hasta 1952 para acoger unos Juegos,
decisión tomada por el COI cinco años antes.
También se determinó que en el futuro sólo
se pudiera presentar una candidatura por
país, para evitar así enfrentamientos entre
ciudades de una misma nacionalidad.
En esta edición, estuvo muy presente el
enfrentamiento político entre las dos
superpotencias, Estados Unidos y la Unión
Soviética, que volvió a participar tras no
aceptar la invitación cursada por Londres en
1948. La guerra de Corea también se dejó
notar durante la celebración olímpica.
El estadio levantado para los Juegos de 1940
fue ampliado para acoger a 70,500
espectadores. Cerca de él se construyó una
piscina con capacidad para más de once mil
aficionados. Helsinki también tuvo su villa
olímpica, ubicada en el barrio Käpylä.
Catorce edificios en los que pudieron
alojarse hasta seis mil atletas
constituyeron una residencia, que concluidos
los Juegos serían ocupados por familias
modestas, cumpliendo así una función social.
Los únicos deportistas que no estuvieron en
la villa olímpica, fueron los soviéticos Se
les instaló en un recinto situado a ocho
kilómetros en Ontaniemi, ya que el gobierno
soviético quería evitar cualquier contacto
con el capitalismo.
La ceremonia inaugural se vio empañada por
la intensa lluvia, que sin embargo no restó
emotividad a la entrada de la antorcha
olímpica al estadio. El mejor deportista
finlandés de todos los tiempos, Paavo Nurmi
(doce medallas olímpicas) fue el elegido y
consiguió poner en pie a todos los
espectadores. El gesto de los organizadores
de otorgarle el último relevo fue un
descarado reto al COI, debido a que fue éste
quien le descalificó poco antes de los
Juegos de 1932. La imagen de el ‘finlandés
volador’ fue además la utilizada para
ilustrar el cartel anunciador de los Juegos.
Sin duda, Finlandia dejó muy claro que no
olvidaba a sus héroes.
Melbourne 1956
Dos sedes por
primera vez
Tras diez
ediciones celebradas en Europa y dos en
América, los Juegos viajaron por primera vez
a Oceanía. Melbourne ganó por un sólo voto a
Buenos Aires en la votación final, aunque
los australianos no tenían un excesivo
interés por ver los Juegos. La diferencia de
fechas del verano en las antípodas motivó
que la organización australiana propusiera
diciembre como mes de celebración de los
Juegos, lo que alteraba los hábitos de los
deportistas. Al final, el COI sólo adelantó
el acontecimiento a noviembre.
La competición estuvo condicionada por los
acontecimientos políticos que marcaron ese
año. En verano surgió la crisis del canal de
Suez, que provocó la guerra entre Egipto e
Israel, y la consiguiente intervención de
Gran Bretaña y Francia. Pero fue en octubre
con la invasión de Budapest (Hungría)
llevada a cabo por los tanques soviéticos
cuando se elevó la presión hasta tal punto,
que alcanzó al mundo del deporte. Varios
países trataron de impedir la presencia de
atletas soviéticos en Melbourne, pero el COI
decidió no intervenir con el argumento de
que “los Juegos son competiciones entre
individuos y no entre naciones”.
En la ceremonia inaugural celebrada en el
Criket Ground los 115,000 espectadores
ovacionaron largamente a la representación
húngara, mientras que recibieron en silencio
a los deportistas de la URSS.
Estocolmo,
sede de las pruebas hípicas
Estos Juegos
trajeron como principal novedad el hecho de
que fueran dos las ciudades que compartieran
sede olímpica: Melbourne y Estocolmo. La
normativa vigente en Australia, según la
cual los caballos extranjeros debían
someterse a un período de cuarentena de
cuatro a seis meses antes de entrar en
Oceanía, motivó que el COI trasladara las
pruebas de hípica a tierras suecas, por lo
que los Juegos comenzaron en el mes de junio.
Esta división también llevo aparejada la
celebración de dos ceremonias de apertura,
una en cada ciudad. Por otra parte, en la
clausura por primera vez todos los países
dieron la vuelta al estadio mezclados, sin
emblemas ni banderas.
Roma 1960
Con la
bendición de la Iglesia
Tras numerosos
intentos por convertirse en sede olímpica, y
transcurridos 1.566 años desde la
prohibición impuesta por Teodosio el Grande,
los Juegos se disputaron en la ciudad que
los condenó. Roma no reparó en gastos y
presentó unas de las mejores instalaciones
de la historia olímpica. Con el dinero del
‘Totocalcio’ (las quinielas futbolísticas
del país transalpino) se adecentó el estadio,
situado en el Foro Itálico, que acogió el
atletismo y la competición de fútbol. Las
Termas de Caracalla se convirtieron en la
sede de gimnasia y la remozada Basílica de
Magencio acogió las pruebas de lucha. El
maratón contó con un recorrido de lujo:
partió del Capitolio para, tras recorrer las
principales calles de Roma, llegar a la meta
ubicada en el Arco de Constantino, junto al
Coliseo.
En la inauguración, el momento más emotivo
se produjo con la entrada al estadio de la
antorcha olímpica en manos de Giancarlo
Peris. Fue entonces cuando todas las
campanas de las iglesias de Roma empezaron a
repicar dando lugar a un sonido, que inundó
la ciudad eterna. El juramento corrió a
cargo del discóbolo Consolini, para el cual
éstos eran sus quintos y últimos Juegos. En
el desfile, la comitiva griega tuvo como
abanderado al príncipe heredero Constantino,
vencedor en la clase Dragón de vela. Entre
los dirigentes que encabezaron el grupo
estuvo su hermana, S.M. Doña Sofía.
En Amberes, se despertaron serias dudas
sobre la moralidad y religiosidad de los
Juegos Olímpicos. Fueron muchos los que
renegaron y se pusieron en pie de guerra
contra la cita olímpica por considerarla una
manifestación del paganismo. A partir de
Roma, desapareció cualquier tipo de duda. Un
día antes de la apertura de los Juegos,
todos las delegaciones olímpicas se dieron
cita en la Plaza de San Pedro del Vaticano,
donde fueron recibidos por el Papa Juan
XXIII. El Santo Padre bendijó la celebración
olímpica e incluso fue uno de sus más fieles
seguidores, sobre todo de las pruebas de
remo, que podía contemplar desde su
residencia veraniega de Castelgandolfo.
Tokio 1964
Los Juegos de
la electrónica
El continente
asiático no había tenido todavía la ocasión
de acoger unos Juegos Olímpicos, aunque
Tokio estuvo a punto de hacerlo en 1940. El
estallido de la II Guerra Mundial se lo
impidió. Veinticuatro años más tarde, le
llegó su oportunidad a la ciudad japonesa, y
no quiso dejarla pasar sin conseguir
albergar una de las mejores reuniones
olímpicas de toda la historia. Fue la más
costosa de todos los tiempos, con una
inversión cercana a los 1,800 millones de
dólares. Tokio se preocupó sobre todo por
crear toda una infraestructura al servicio
de los Juegos. Construyó una nueva red de
autopistas, así como un monorraíl aéreo, que
conectó el aeropuerto con el centro de la
ciudad. En cuanto a las instalaciones
deportivas, se amplió el estadio que existía
en el parque de Meiji hasta completar un
aforo de 85,000 localidades, además de la
construcción del Gimnasio Nacional y la
piscina Yoyogui. La Villa Olímpica quedó
ubicada a tan sólo dos kilómetros del
recinto deportivo.
Tokio quería asombrar al mundo y no escatimó
ni un sólo esfuerzo para conseguirlo. En su
intento por no dejar un cabo suelto, durante
todo un año los organizadores nipones
estuvieron ensayando las ceremonias
inaugurales y de clausura, así como las
entregas de medallas. Llegaron incluso a
convocar una semana preolímpica, a la que
concurrieron 400 atletas con el único
cometido de llevar a cabo los últimos
ensayos.
En la ceremonia inaugural cinco aviones
sobrevolaron el nuevo estadio para dibujar
en colores los aros olímpicos mientras las
delegaciones participantes desfilaban. Pero
un hecho destacó por encima de todos cuando
la antorcha olímpica hizo su entrada en el
estadio, tras realizar el recorrido más
extenso de su historia, nada menos que
23,000 kilómetros. El portador de este
último relevo fue un joven nacido en
Hiroshima, el mismo día en que la bomba
atómica asoló la ciudad. De este modo,
quedaron inaugurados unos Juegos que, debido
a sus avances tecnológicos y a la televisión
en directo, han pasado a la historia como
los Juegos de la electrónica.
México 1968
El 'poder
negro' marcó los Juegos
Los Juegos
Olímpicos celebrados en México han pasado a
la historia principalmente por dos motivos.
Por un lado, los extraordinarios registros
conseguidos en atletismo, favorecidos por la
altitud a la que se encuentra la capital
azteca. Y por otro, la polémica suscitada
por la campaña que los atletas
estadounidenses de raza negra protagonizaron
reclamando la igualdad en su país. La
celebración de los Juegos llegó a correr
peligro debido al reflejo que tuvo en México
el mayo del 68 francés.
Diez días antes de la ceremonia de apertura,
una concentración estudiantil contra el
régimen dictatorial en la plaza de las Tres
Culturas acabó con más de 300 muertos, tras
la intervención del Ejército. El COI
prefirió mirar hacia otro lado y el 12 de
octubre dieron comienzo los Juegos, con el
encendido del pebetero, que por primera vez
llevó a cabo una mujer (Enriqueta Basilio).
El Estadio Olímpico contó con un aforo de
80.000 espectadores, y acogió las pruebas de
atletismo y las ceremonias de inauguración y
clausura, tras sufrir una remodelación que
le dotó de iluminación nocturna. El Palacio
de los Deportes con capacidad para 22.000
personas, fue sede del baloncesto, mientras
que el Estadio Azteca acogió el fútbol, como
anticipo de lo que le esperaba dos años más
tarde con el Mundial. La paradisíaca bahía
de Acapulco, a 400 km de la capital mexicana,
fue el escenario elegido para las pruebas de
vela.
El
asesinato de Luther King estuvo presente
El asesinato
de Martin Luther King impresionó del tal
forma a los deportistas de raza negra,
integrantes del equipo norteamericano, que
se negaron a mirar la bandera de su país
cada vez que subían a recoger una medalla.
La imagen del ‘Poder Negro’, reflejada en
los atletas que sobre el podio elevaron su
puño cubierto por un guante de color negro
ha pasado a formar parte de la historia
olímpica.
Los velocistas Tommie Smith y John Carlos
fueron los primeros en realizar este gesto,
por lo que fueron expulsados del equipo
norteamericano. A pesar de ello, el resto de
los deportistas negros de EE.UU. no se dejó
amedrentar y buena parte de ellos repitieron
esta actuación.
Múnich 1972
Los Juegos se
visten de luto
Más de tres
décadas después de la cita olímpica de
Berlín, Alemania volvió a acoger unos JJ.OO.
Múnich fue la ciudad elegida y pasó a la
historia olímpica, no por méritos deportivos,
sino por un hecho que conmocionó al mundo:
el secuestro y posterior asesinato de nueve
deportistas israelíes a manos de un comando
terrorista palestino.
A pesar de todo, los Juegos continutaron con
la bandera olímpica ondeando a media asta.
El COI dejó a sus miembros la libertad de
continuar compitiendo o retirarse. Los
supervivientes del equipo israelí decidieron
marcharse, no sin antes asistir a los
funerales de sus compañeros en el estadio
olímpico.
En el plano organizativo, la intención del
Comité alemán fue la de congregar el mayor
número de deportes en el menor espacio
posible, y evitar de este modo los largos
desplazamientos para presenciar las pruebas.
Con esta idea se construyó el complejo
deportivo de Oberwiesenfeld, que reunió un
estadio con capacidad para 80,000
espectadores, el palacio de deportes con un
aforo de 12,000 y la piscina olímpica para
8,000. Las tres instalaciones estuvieran
cubiertas con la llamada ‘gran carpa de
circo’, una red metálica de vidrio acrílico
transparente para dejar pasar la luz, que
fue la auténtica sensación de los Juegos.
Este complejo se situó a escasos metros de
la villa olímpica, cuyas calles llevaron
nombres de antiguos campeones.
Atentado terrorista
A cinco días
para la clausura un comando terrorista
palestino, perteneciente a la Organización
‘Septiembre Negro’, logró introducirse en la
zona de la villa olímpica donde se alojaba
la delegación israelí. Dos deportistas
murieron, mientras que otros nueve fueron
secuestrados. A cambio de su liberación, los
terroristas pedían la excarcelación de 200
guerrilleros palestinos, presos en Israel.
El COI suspendió 24 horas los Juegos.
Finalmente se les permitió trasladarse en
helicóptero hasta el aeropuerto. Allí, la
policía alemana abrió fuego contra los
terroristas, que hicieron estallar varias
granadas, provocando la muerte de los
deportistas israelíes.
Montreal 1976
Unos juegos bilingües
Tres ciudades
presentaron su
candidatura para acoger
los Juegos de 1976:
Montreal, Moscú y Los
Ángeles, que
curiosamente y por este
orden acabarían
organizando las tres
ediciones posteriores a
la de Munich. Finalmente,
Montreal fue elegida
para ser sede de los XXI
Juegos de la era moderna,
no sin antes tener que
hacer frente a opiniones
en contra.
Montreal, en la
provincia de Quebec, era
la ciudad más
representativa de la
facción francófona
canadiense, algo que
puso en duda la
capacidad de hacer
frente a los costes de
organización. El
Gobierno de Canadá se
desentendió en todo lo
referente al apoyo
financiero, por lo que
la localidad canadiense
tuvo que cargar con el
peso económico de los
Juegos. Esta
circunstancia dio lugar
que a la finalización de
los mismos, Montreal
tuviera un déficit de
cerca de 1,000 millones
de dólares.
La elevada inversión
(22,000 millones de
presupuesto) por lo
menos se plasmó en
instalaciones y recintos
de deportivos de un
altísimo nivel. El
estadio olímpico fue
construido con la forma
de una tortuga bajo la
que se encontraba la
piscina y se extendía un
moderno velódromo.
También se construyeron
el pabellón olímpico
Maurice-Richard para las
pruebas de boxeo, el
Centro Deportivo
Maiosnneuve y un
aparcamiento subterráneo.
La Villa Olímpica estuvo
compuesto por cuatro
edificios que se
asemejaban a dos
pirámides que subían
hasta 19 pisos.
Uno de los aspectos que
más preocupó al elegir
Montreal como sede de
los Juegos fue el
posible conflicto que se
podía generar al ser
Canadá un país dividido
entre anglófonos y
francófonos. Para que
nadie pudiera sentirse
ajeno o desplazado de la
cita olímpica, se acordó
que el último relevo de
la antorcha y el
encendido del pebetero
fuera llevado a cabo por
una pareja canadiense,
integrada por un atleta
de habla inglesa y otra
francófona. La Reina
Isabel II de Inglaterra
pronunció su discurso en
los idiomas que
cohabitan en Canadá. Por
otra parte, este edición
contó con un amplio
despliegue de seguridad
para evitar que se
repitieran sucesos tan
luctuosos como los de
Munich.
Moscú 1980
‘Misha’, la primera
mascota mediática
La elección de la sede
para los XXII Juegos
Olímpicos acabó siendo
el fiel reflejo de la
división política
existente en el mundo.
Dos bandos, uno liderado
por Estados Unidos y
otro por la Unión
Soviética medían sus
diferencias en un
período histórico, que
se conoció con el nombre
de Guerra Fría.
Este enfrentamiento se
hizo patente en el
ámbito deportivo. Los
Ángeles y Moscú
presentaron su
candidatura para
organizar los Juegos de
1980, siendo finalmente
la ciudad soviética
quien se llevó el gato
al agua. Como
compensación, los
norteamericanos recibían
la confirmación de que
la siguiente cita
olímpica sería en su
territorio.
Estados Unidos tuvo muy
clara su intención de no
acudir a estos Juegos.
La invasión soviética de
Afganistán, fue la
excusa perfecta aducida
por el presidente
norteamericano Jimmy
Carter, para anunciar el
boicot a Moscú, que fue
secundado por 58 países,
entre los que se
encontraban además de
Estados Unidos, Alemania
Federal, Japón y Canadá.
A pesar de la
recomendación
gubernativa, España
participó en los Juegos,
aunque desfilando bajo
la bandera del Comité
Olímpico Nacional y con
la decisión de que fuera
el himno olímpico el que
sonara en caso de que
uno de los españoles
subiera a los más alto
del podio. El Estadio
Olímpico de Lenin fue el
escenario de la
ceremonia inaugural, que
congregó a más de cien
mil espectadores.
Aunque la primera
mascota olímpica oficial
había hecho su aparición
en Munich 72, no fue
hasta Moscú cuando ésta
cobró la relevancia y
sobre todo la fama que
tiene hoy en día. El
culpable no fue otro que
un pequeño osito, de
nombre ‘Misha’, que
brilló casi más que los
atletas. Tres mil
quinientas personas, en
la ceremonia de apertura,
formaron la figura de
tan simpático animal en
la gradas del estadio
olímpico.La campaña de
difusión de dicho
personaje, en formas tan
variadas como series de
dibujos animados,
pegatinas y demás,
parecía mucho más propia
de los países
capitalistas, que de un
nación como la Unión
Soviética, tan alejada
de este tipo de negocios.
Los Ángeles 1984
Los JJ.OO. se convierten
en negocio
Tuvieron que pasar más
de cincuenta años para
que los Juegos volvieran
a los Estados Unidos.
Como ocurrió en 1932, la
ciudad elegida para
albergarlos volvió a ser
Los Ángeles. Desde el
punto de vista
organizativo, la
principal novedad de
esta edición pasó por el
hecho de contar con
financiación privada.
Tras el antecedente de
Montreal, donde las
pérdidas económicas
habían recaído
directamente sobre el
estado canadiense,
ninguna institución
pública quería arriesgar
su dinero. La
movilización de los 500
millones para poner en
marcha los Juegos fue
obra de un experto
hombre de negocios y
amante del deporte,
Peter Ueberroth.
Consiguió que
importantes
multinacionales de la
talla de Coca-Cola, Fuji
o General Motors
decidieran involucrarse
en la fiesta olímpica.
Los Ángeles fueron el
punto de partida para la
conversión de los Juegos
en algo más que deporte,
pasando a ser un negocio
y foco de atención de
todo el mundo
publicitario. Como
ocurrió en 1932, la
proximidad con la meca
del cine (Hollywood) se
dejó sentir antes y
durante los Juegos. Si
en aquella ocasión la
ceremonia inaugural fue
diseñada por Cecil B.
Mille, en esta el himno
oficial fue compuesto
por John Williams, autor
de bandas sonoras tan
famosas como ‘La Guerra
de las Galaxias’, o ‘En
busca del arca perdida’.
además, esta edición
contó con unas
espectaculares medidas
de seguridad para
prevenir posibles
acciones terroristas.
El marco principal de
estos Juegos volvió a
ser, después de 52 años,
el Memorial Coliseum,
escenario de una
ceremonia de
inauguración al más puro
estilo de Hollywood. En
ella se fundieron
recuerdos de la cultura
e historia
estadounidense, y fue
presenciada, gracias a
la televisión, por 2,500
millones de personas.
Todo un espectáculo que
pretendió otorgar tanta
importancia al aspecto
visual como al sonoro.
Los acordes de más de
ochenta pianos repasaron
melodías norteamericanas
que iban desde
tradicionales
composiciones del siglo
XIX hasta el por aquel
entonces actual ‘breakdance’.
De repente, todas las
miradas se posaron en un
objeto que sobrevoló el
cielo y que poco a poco
se acercó al estadio
olímpico. Los asistentes
no pudieron salir de su
asombro al comprobar que
se trataba de un hombre
con un motor de
propulsión adosado a su
espalda, que finalmente
aterrizó sobre el césped
del estadio. Las gradas
del recinto adquirieron
un colorido especial, al
formar todos los
asistentes un mosaico
con las banderas de los
países participantes,
mientras se producía el
desfile de los
deportistas.
Seúl 1988
Ben Johnson, de héroe a
villano tras dar
positivo
Por segunda vez, el
continente asiático era
el elegido para acoger
unos Juegos Olímpicos.
En esta ocasión la
ciudad seleccionada fue
Seúl. Fueron muchos los
problemas surgidos a
raíz de conocerse su
elección, sobre todo por
las diferencias
políticas existentes
entre Corea del Norte y
del Sur. La propia
situación interna de
Corea del Sur tampoco
era la más propicia,
sobre todo tras el
asesinato de su máximo
dirigente Park Chong Hee.
Finalmente, el alcalde
de la ciudad logró
convencer al nuevo
presidente, Roh Tae Woo
de que unos Juegos
podían promover la paz
dentro de la península
coreana. El ejemplo de
concordia quedó
perfectamente reflejado
con la presencia de
Estados Unidos y el
bloque soviético en los
recintos deportivos.
Tras doce años, se
volvían a medir en unos
Juegos, dejando atrás la
diferencias ideológicas
y políticas.
El avance más relevante
que emprendió el
Olimpismo en esta
edición lo constituyó su
apertura al
profesionalismo. Los
primeros deportistas que
se vieron beneficiados
con esta medida fueron
los tenistas. Entre las
instalaciones, dos
recintos brillaron por
encima del resto. Por un
lado el Seúl Sports
Complex con una
extensión cercana al
millón de metros
cuadrados, integrando el
estadio olímpico, los
palacios de baloncesto y
boxeo, y las
instalaciones para la
hípica y el béisbol. Por
otro, el Olympic Park,
con la piscina olímpica,
un gimnasio, el
velódromo y los
pabellones para la
esgrima y la
halterofilia.
El atleta canadiense Ben
Johnson fue la sensación
de los Juegos. Primero
por su excepcional
actuación en la final de
los 100 m. lisos, donde
logró el triunfo con un
tiempo de 9,79 segundos.
Más tarde, por su
positivo en el control
antidoping por una
sustancia anabolizante (estanozolol)
dirigida a aumentar la
masa muscular. El
escándalo estalló, se
habló de un posible
sabotaje en las pruebas,
pero al final el propio
Johnson reconoció haber
consumido sustancias
prohibidas. Perdió el
oro, el récord, y fue
suspendido por dos años.
Johnson prometió volver,
pero nunca llegó a
parecerse al atleta que
en Seúl, por unos días,
recibió el sobrenombre
de ‘Big’ Ben.
Barcelona 1992
A la tercera fue la
vencida y en 1992,
Barcelona tuvo la
oportunidad de acoger
una cita olímpica. El 17
de octubre de 1986, tras
la 91ª sesión del Comité
Olímpico Internacional,
el presidente del COI
Juan Antonio Samaranch
proclamó a Barcelona, su
ciudad natal, como sede
de los Juegos. A partir
de ahí comenzó un
periodo de trabajo
destinado a preparar a
la Ciudad Condal para
tan magno acontecimiento
deportivo, renovando su
aspecto y creando una de
las mejores
infraestructuras
deportivas que se
recuerdan.
El recinto deportivo
ubicado en la montaña de
Montjuïc, conocido como
el gran Anillo Olímpico
de los Juegos, se
convirtió en el gran
exponente de la
remodelación sufrida por
Barcelona. El Estadio,
con capacidad para
65,000 espectadores, y
el Palau Sant Jordi,
obra del arquitecto
japonés Arata Isozaki y
con un aforo para 15.000
espectadores, fueron las
dos instalaciones
estrella. Este complejo
quedó completado por las
Piscinas Picornell, el
Instituto Nacional de
Educación Física de
Cataluña, el Centro
Internacional de Radio y
Televisión, el Palacio
de la Metalúrgica (sede
de las pruebas de
esgrima), el nuevo
Pabellón de la España
Industrial (halterofilia),
el Frontón Colón. Todo
este despliegue se
completó en otras
localidades como Reux,
Mollet o Terrassa. El
espíritu olímpico salió
del territorio catalán
para llegar a Zaragoza o
Valencia, sedes de la
fase previa en fútbol.
El nombre de España ya
había sonado con
anterioridad para ser
sede olímpica. En 1924,
Barcelona presentó su
candidatura para la
organización de los VIII
Juegos. La presión
llevada a cabo por
Coubertain, hizo que
París contará con su
segunda oportunidad.
Doce años más tarde, el
inminente estallido de
la Guerra Civil privó a
la ciudad catalana, por
segunda vez, de
organizar unos Juegos.
En 1972, Madrid presentó
su candidatura, dejando
los deportes acuáticos
para Barcelona. Munich
fue finalmente la
elegida. Veinte años más
tarde, un 25 de julio de
1992, el sueño olímpico
se hizo realidad cuando
Antonio Rebollo, arco en
mano, encendió el
pebetero olímpico.
Atlanta 1996
Una bomba tiñe de sangre
los Juegos
La elección de Atlanta
como sede de los Juegos
Olímpicos vino marcada
por la polémica, ya que
entre las otras ciudades
candidatas se encontraba
Atenas. Todos los
indicios apuntaban hacia
la capital griega,
debido al centenario que
se cumplía ese año de la
restauración de la cita
olímpica. El poderío
económico y el negocio
publicitario, pesaron
mucho más que la
historia en los miembros
del COI, que finalmente
se decantaron por la
sede norteamericana.
Tras las dos ediciones
en Los Ángeles, la sede
del emporio Coca-Cola,
Atlanta, se convirtió en
la segunda ciudad
estadounidense en vivir
la mayor fiesta del
deporte.
La organización se volcó
en crear las mejores
instalaciones posibles.
La condición de ser el
lugar por excelencia
para la celebración de
convenciones en Estados
Unidos, hizo que Atlanta
contara ya con mucho
camino recorrido. Entre
todos los recintos,
destacó el estadio
Olímpico con capacidad
para 83,000 espectadores
y escenario de una de
las mejores
competiciones de
atletismo que se
recuerdan. El Georgia
Congress Center, segundo
centro más grande del
país, se acondicionó
para acoger la esgrima,
judo, balonmano y
halterofilia. El Acuatic
Center, con un aforo
para 14,600 aficionados,
fue construido
expresamente para
albergar la natación y
el waterpolo. Por
contra, el transporte,
el sistema informático
de resultados y la
seguridad no estuvieron
a la altura.
Desde Múnich, unos
Juegos no se habían
teñido de sangre hasta
la madrugada del sábado
27 de julio de 1996. A
la 1:20 de la madrugada
(seis horas más en
España), un artefacto
estalló en el Parque
Olímpico del Centenario.
Dos muertos y 110
heridos fueron el
balance de la explosión.
Un aviso anónimo veinte
minutos antes de la
explosión, unido a la
celeridad de la policía
y los equipos de socorro,
evitó que se produjera
una auténtica masacre,
ya que cincuenta mil
personas se encontraban
en ese momento en el
interior del recinto.
La competición no se
detuvo y siguió por
decisión del Comité
Olímpico Internacional,
que sólo acordó que la
bandera olímpica ondeara
a media asta en las
instalaciones deportivas.
Sidney 2000
Entre los
mejores de la historia
Fue grande la
sorpresa cuando en 1993 se anunció que
Sidney sería la sede de los Juegos Olímpicos
del milenio. La gran favorita era
precisamente Pekín, que había sido votada en
primera instancia por más de la mitad de los
miembros del C.O.I.. Pero en la definición,
la ciudad australiana se impuso por
solamente dos votos, dejando relegada a la
capital de China, que posteriormente fue
elegida para albergar los Juegos de 2008.
Sobra decir que la antorcha tuvo que hacer
un recorrido récord. 27.000 kilómetros
portada por 13,300 relevistas. A la
espectacular ceremonia de inauguración se
sumó el éxito de asistencia, pues se vendió
el 87 por ciento de las localidades,
mientras que 50,000 voluntarios se
encargaban de atender a los millones de
visitantes que 'invadieron' la sede olímpica.
Además, no se produjeron incidentes
reseñables que enturbiaran el desarrollo de
la competición, con el recuerdo reciente del
atentado de Atlanta.
La presencia de mitos de la cultura y el
deporte australiano como Greg Norman, Kylie
Minogue, Elle MacPherson, INXS o Men at Work
marcó la ceremonia de clausura de unos
Juegos calificados por Juan Antonio
Samaranch, presidente del COI por entonces,
como "los mejores hasta ahora". Para
regocijo del COI, los inevitables casos de
dopaje no salpicaron a ningún atleta de
relieve .
Atenas 2004
Los Juegos
regresan a casa
Los Juegos
Olímpicos modernos habían nacido en Atenas
en 1896 y allí regresaron más de un siglo
después. Durante 17 días la capital helena
acogió los eventos deportivos más costosos
de la historia, reuniendo a delegados de 202
países y a más de once mil atletas. Sus
mascotas oficiales fueron Atenea y Febo,
llamados así en honor de los dioses
protectores de la ciudad.
En septiembre
de 1997, en Lausana (Suiza), Atenas superó a
la ciudad de Roma por 66 votos contra 41,
siendo elegida para celebrar los XXVIII
Juegos Olímpicos. Ciudad del Cabo en
Sudáfrica, Estocolmo en Suecia y Buenos
Aires en la Argentina, habían sido
eliminadas en las rondas previas.
El símbolo del
evento fue la corona de laurel, dado su
significado en la antigua Grecia y en sus
primeros Juegos Olímpicos; por ello se
impuso una corona semejante a los tres
medallistas de cada prueba.
Dioses en el
Olimpo
Pero los
Juegos de Atenas pasarán a la historia como
los de la consagración en el Olimpo de
Michael Phelps y El Guerrouj. El primero
logró ocho medallas, igualando así el récord
hasta entonces en una misma cita olímpica.
Sin embargo, no pudo batir el de su
compatriota Mark Spitz y superar las siete
medallas de oro logradas por éste en
Munich'72.
Por su parte,
El Guerrouj hizo doblete en 1,500 y 5,000,
algo que no pasaba desde hacía 80 años. El
último en lograrlo había sido el legendario
finlandés Paavo Nurmi, en 1924.
Por ultimo, la
gran decepción en Atenas fue la selección
estadounidense de baloncesto, que sólo pudo
hacerse con el bronce. Argentina acabó con
el mito al derrotarle en las semifinales.
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