Leyendas de Puerto Rico
Las leyendas, aunque algunas veces tienen algo de verdad, son narraciones inventadas por el pueblo. Estas narraciones nos enseñan cómo nuestros antepasados vivían, sus costumbres, como eran, pensaban y sentían. Las leyendas suelen ir de boca en boca, de padres a hijos, de abuelos a nietos; por eso es que cada vez que la escuches encontraras nuevas versiones o nuevos detalles. I - LEYENDA DE LA GARITA DEL DIABLO: GARITA DEL DIABLO
- Con un grito de" Alerta" el centinela comenzaba la jornada militar, Esto
se efectuaba frecuentemente para no dormirse y atestiguar su vigilancia.
Misteriosamente, durante una noche oscura, desapareció un centinela de esta
garita, surgiendo así la leyenda de la "Garita del Diablo". Los habitantes de la isla de Puerto Rico, eran muy propensos a los ataques de piratas. Por tal razón tenían que pasarse la vida vigilando. La ciudad capital estaba rodeada (aún está) por castillos y murallas . Alrededor de las murallas habían, entre trecho y trecho, unas garitas o torresitas donde los soldados hacían su guardia día y noche. Por las noches se sentías las rondas de gritos que los centinelas gritaban para no dormirse. - ¡Centinela alerta! - le gritaba uno Entre todas las garitas, había una, la más distante y solitaria. Estaba sobre un acantilado profundo en el extremo de la bahía. En el silencio de la noche, el ruido del mar producía un rumor como si los malos espíritus estuvieran cuchicheando. Había un soldado al cual llamaban "Flor de Azahar". El azahar era una flor muy blanca y como el soldado Sánchez tenía la piel blanca como el azahar, le llamaban así. Esa noche le tocó a Sánchez velar en esa garita. Como de costumbre, los gritos de contraseña de los soldados se escuchaban de trecho en trecho. Pero, al llegar al de el soldado Sánchez, nadie contestaba. Solo se escuchaba el viento silbar y el mar con su rumor. El miedo se apodera de sus compañeros que pasaron la noche temblando, del solo pensar, que le hubiese pasado a su compañero. Al salir el sol, todos salieron corriendo hacia la garita a ver que había pasado en la garita, que se había quedado muda durante la noche. Encontraron: el fusil, la cartuchera y el uniforme del soldado Sánchez. El soldado Sánchez, había desaparecido sin dejar rastros. Los soldados, que eran supersticiosos, comenzaron a decir que un demonio lo había sorprendido y se lo había llevado por los aires. Desde ese día, a la garita del desaparecido Sánchez, se le conoce como "La Garita del Diablo". Eso fue lo que creyeron los soldados y el resto de la isla. Pero la verdad.....esa se las contaré yo, ¿quieren saberla?. Pues aquí les va: Sánchez (Flor de Azahar) era un soldado andaluz y muy guapo, que pertenecía al Regimiento de Caballería y tocaba una guitarra muy bella. Diana, una mestiza, muy hermosa, vivía profundamente enamorada de Sánchez. Y Sánchez de ella. Se conformaban con mirarse y hablarse con los ojos. A Sánchez su ordenanza le prohibía acercarse a ella, y a ella, se lo prohibía su madre de crianza que era más estricta que un sargento. Flor de Azahar (Sánchez) se comunicaba con ella, a través de su guitarra. En las noches la tocaba y cantaba. En el canto le comunicaba a Diana sus mensajes. Una noche le envió un mensaje, el cual solo ella podía comprender, que decía: "Mañana cuando anochezca, vete a buscar a tu amor, porque lejos de tus brazos, se le muere el corazón." La noche siguiente, Diana se levantó muy calladita y sigilosamente, salió de la casa para buscar a su amor. Cuando se encontraron, en la garita, se fundieron en besos y palabras de amor y decidieron huir lejos y vivir juntos para siempre. Diana le había llevado un traje civil. El dejó en la garita el fusil, la cartuchera y el uniforme y sin hacer el menor ruido huyeron hacia la sierra y los bosques de Luquillo. Allí, a escondidas del resto de la isla, construyeron su hogar y vivieron el resto de sus días. Dicen que aún, en la garita, en las noches se escucha el rasgueo de la guitarra y una risa disuelta en el viento. Queriendo ésto decir que Diana y Flor de Azahar se burlan de los que inventaron la leyenda de la Garita del Diablo. II - LEYENDA TAINA DE GUANINA Y SOTOMAYOR: Guanina era una india taina. Hermana de Agüeybaná el Bravo, ósea el jefe de la tribu y de un grupo de bravos guerreros, el cacique supremo de toda la isla de Puerto Rico. Guanina significa en el lenguaje taíno: "Resplandeciente como el oro". Los conquistadores españoles se habían apoderado de la isla de Borinquén, que así se llamaba entonces la isla de Puerto Rico. En aquel tiempo, un indio llamado Guarionex vivía enamorado de Guanina. Guanina era la hermana del cacique supremo, ósea el jefe de todas las tribus de la isla. Guarionex cada vez que veía a Guanina el corazón le latía a tal magnitud que parecía que se le quería salir del pecho. Cada vez que el la veía le declaraba su amor. Ella no le correspondía porque ella vivía enamorada de un conquistador español llamado Don Cristobal de Sotomayor, alcalde mayor y fundador de un poblado al que había bautizado con su propio apellido. Guarionex lleno de odio mortal hacia Sotomayor, le gritaba: - ¡Don Cristobal, uno de los dos debe de morir! Tú no mereces vivir porque me robaste el amor de Guanina, y yo no quiero seguir viviendo si me falta su amor. Los indios ya no podían soportar mas el trato cruel de los españoles. Los indios taínos los habían recibido con amistad y habían celebrado la ceremonia del guatiao ( pacto de fraternidad que sellaban con el intercambio de nombres). Por eso al cacique Agüeybaná también se le llamaba Don Cristobal. Los españoles haciendo caso omiso al pacto, se repartieron a los indios como siervos. Los explotaban especialmente en los yacimientos de oro. Ya desesperados los indios anhelaban volver a ser libres. Una noche, celebraron un areito (reuniones para celebrar sus fiestas, recordar tradiciones, y tomar decisiones sobre todo cuando era necesario tomar una decisión sobre una guerra). Esa noche Agüeybaná y los taínos decidieron que los españoles tenían que morir para ellos poder ser libres otra vez. Guarionex quiso el poblado de su enemigo mayor, que era Don Cristobal de Sotomayor. Güarionex no pudo matar a Don Cristobal de Sotomayor porque en ese momento Sotomayor estaba llegando al bohío de Agüeybaná donde Guanina le advirtió que se salvara que los indios se habían revuelto en su contra. Sotomayor se fue con sus soldados a La Villa de Caparra para ver al Gobernador. Agüeybaná le prestó a Sotomayor a unos Naborías para que lo ayudaran con la carga. Pero en secreto les dijo que cuando empezara el ataque, huyeran con la carga. Guanina no quiso dejar a Sotomayor huir solo y se fue con el. Los indios tainos los persiguieron y el ataque empezó. Sotomayor peleaba ferozmente con su espada mientras los golpes de las macanas de los indios le iban abriendo profundas heridas. En el momento de mayor peligro, Guanina se interpuso entre Sotomayor y los indios y recibió en su cuerpo la herida mortal que iba dirigida a su amado. En ese momento de distracción de Sotomayor, Agüeybaná aprovechó para traspasarlo con su flecha. Cayó Sotomayor en los brazos de su amada Guanina. Agüeybaná mandó a que los enterraran juntos, pero que a Sotomayor le dejaron los pies fuera de la tumba para que no pudiera encontrar el camino a la tierra de los muertos. Poco después los españoles rescataron los cuerpos y los enterraron, uno al lado del otro, al pie de un risco empinado y a la sombra de una enorme ceiba. Desde entonces, los jíbaros dicen que
cuando el viento agita de noche las ramas del árbol frondoso, se oye un
murmullo, que no es el rumor de las hojas, y se ven dos luces muy blancas,
que no son luces de luciérnagas o cucubano, sino los espíritus de Guanina y
Sotomayor que flotan, danzan y se funden, cantando la dicha de estar unidos
siempre. III - LEYENDA DE LA CAPILLA DEL CRISTO: Dice la leyenda, que para los años 1750 más o menos, se había efectuado una carrera de caballos a lo largo de la calle Del Cristo. Uno de los participantes no pudo detener su caballo y se cayó por el precipicio. Don Tomas Mateo Prats, que era el secretario de gobierno para aquel entonces, invocó al Santo Cristo de la Salud y que el joven que cayó por el precipicio se salvó. Por agradecimiento al Santo Cristo de la Salud, Don Tomas Mateo Prats ordenó construir la Capilla. La verdad, no es esa. Estudios recientes hechos por Don Adolfo de Hostos confirman que el joven que cayó por el acantilado, si murió. Y que Don Tomas Mateo Prats ordenó erigir la Capilla para evitar tragedias futuras.
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